Un villano puede salvar el mundo por amor – Capítulo 1: Canaria

Escrito por Iszeth

Asesorado por Maru

Editado por Tanuki


Cuando renací, pensé que podría cambiar las cosas de cómo se supone debían de ser a algo más amable para mí. Yo era la villana de una novela que había leído como parte de mi trabajo: Canaria Von Lancet, pero mi personalidad era la que poseía cuando vivía en la tierra y era una naciente estrella del diseño gráfico. Aceptando mi nueva vida, me dije a mi misma que evitaría las rutas malas y tendría, si no un final feliz con el que se supone era mi prometido, al menos algo apacible y tranquilo.

Así, con mi vida reencarnada, me hice amiga de todos los objetivos de captura, me llevé bien con el príncipe. Intenté cambiar el destino trágico de mi madre y soporté el abuso de mi padrastro estoicamente. Incluso, cuando le conté a mi prometido, el primer príncipe Sigurd D’Tyr, él me consoló y me ayudó a salir de ahí junto con mi madre, excusándose bajo las faldas de la primera Reina y su deseo de compañía.

Creí que mi vida podría tener un final feliz.

Estaba muy equivocada.

Al cumplir los quince años y pasar de la educación infantil a la educación superior en la academia nacional, la heroína apareció.

Ella, con su cabello esponjoso color miel y sus bovinos ojos rosados, la marca de que pertenecía a una lejana rama de la familia real, cautivó a todos, incluso a mí.

Me volví su amiga, creí que podríamos tener algún lazo fuerte y duradero, pero sus traiciones a mi espalda ya se estaban maquinando, y cuando me di cuenta, era demasiado tarde.

De pronto un día fui llamada a la corte. El Rey Maximus Arteus estaba furioso, y con una mirada decepcionada, ordenó a los guardias presentes arrestarme.

Se me acusaba de haber conspirado junto a mi padrastro, ese hombre al que odiaba, para desviar recursos de la corona, también se me acusaba como una espía del país vecino, y por lo tanto, sería exiliada como mero acto de consideración a mi pobre madre.

Sin saber qué hacer, intenté defenderme, pero cada vez me hundía más. Las pruebas habían sido entregadas por la misma amiga que me había jurado lealtad: la heroína.

Mientras estaba en mi celda a la espera de que me deportaran hacia la frontera más cercana, ella me visitó, y sonriendo me confirmó algo que me dejó helada.

—Yo también leí la novela. 

—Yo… ¡¿Por qué?! ¿Porqué me hiciste esto?! —Llena de furia, grité y maldije. —Si tanto deseabas al príncipe, con gusto te lo hubiese cedido. ¡Yo sólo quería una vida tranquila junto a mi madre!.

—Yo… YO. Todo se trata de ti, y sólo de tí, ¿verdad Canaria? La gran dama perfecta, la piadosa, la linda Canaria que ayuda al prójimo. Sólo alguien como mi persona se podría dar cuenta de la verdadera personalidad que tienes. ¡No eres más que una puta egoísta que se ha engañado hasta a sí misma para encarnar la perfección! ¡No sabes cuánto te odio! No sabes nada, nada de cuánto me disgustaba tu carácter dócil y servil… y dime, ¿de qué te sirvió todo eso? De nada. ¡De nada!

Sus palabras habían tenido un efecto mayor al de un golpe en mí. Ella tenía razón. Yo sólo quería ser felíz. Quería un final tranquilo. ¿Todo lo que hice, entonces, no valió la pena? Las personas que conocí, los amigos que me topé… Esa persona que me consideraba su hermana mayor… ¿Él también le creería a ella?

Entonces, me abrió la celda.

—Te odio. Siempre te voy a odiar. Hice todo esto porque te aborrezco y aborrezco la manera estúpida en la que vives tu vida, y también porque aspirabas a quitarme todo lo que estaba destinado a ser mío. Pero… has tenido suficiente castigo. Soy una persona benevolente, así que te dejaré libre para tener la vida tranquila y pacífica que tanto anhelas. Como un gesto por ser del mismo país y de la misma época en nuestras vidas pasadas, lo haré. Tu madre te espera en la frontera. Toma ésto que te ofrezco, y nunca más vuelvas a presentarme tu cara, o si no… no puedo prometer que seré misericordiosa la próxima vez.

Arrojó una bolsa de oro hacia el lugar donde había caído sobre mis rodillas; no dudé ni por un momento, me levanté asustada y llena de enojo aún, pero no podía dejar pasar la oportunidad de escapar. Yo, pensaba que estaba siendo inteligente al aceptar ésta oportunidad, creí que era lo más conveniente tomar esa zanahoria mientras el palo había dejado de golpear. Le creí. La tonta yo había caído en su trampa de nuevo y ni siquiera sospechaba.

En el momento en que huía del palacio, el segundo príncipe y mi madre morían juntos.

La historia oficial es que los espías del país vecino que se habían infiltrado con mi ayuda al palacio habían sido descubiertos por mi madre y el segundo príncipe, y al ser encarados intentando rescatarme, yo había ordenado su muerte para luego huir.

Los rumores se habían esparcido rápidamente, y antes de llegar a la frontera, ya sabía la verdad. El grupo de gente que la heroína me había prometido me ayudaría, estaba esperándome a las afueras de la ciudad. Intenté evitarlos, sin embargo, ellos me tenían.

Me habían capturado por órdenes de ella, y también por sus órdenes, yo sería vendida a un burdel. Esos hombres me contaron todo mientras salvajemente me tocaban y abusaban de mí, con una sonrisa horrible en sus labios decían que buscarían aquel burdel para poder disfrutarme nuevamente mientras llenaban sus vientres con vino y me dejaban en una esquina con la ropa rasgada y el alma rota.

Estaban tan seguros de que no escaparía, estaban tan felices de tenerme, a la señorita noble que los había mirado hacia abajo, que olvidaron por completo montar guardia.

Ebrios de lujuria y de alcohol, uno a uno cayeron en la inconsciencia. Y entonces escapé.

El caballo que tomé corría tan rápido que mi entrepierna, ya lastimada por lo que me habían hecho, empezó a sangrar. Aquello era la menor de mis preocupaciones. Yo sólo quería huir, quería estar a salvo. Quería justicia, y para tenerla, debía sobrevivir.

Me escondí en cuevas, comí hierbas y bebí agua de charcos. Todo para llegar a mi meta sin ser descubierta. Para mí, era cuestión de vida o muerte, para mi enemiga, era sólo un juego.

Casi al llegar al país vecino, un escuadrón de caballeros me dio alcance, como si supieran que estaría ahí.

Como para divertirse, gritaban mientras me perseguían, tratando de infundir temor.

Entonces, el caballo cayó por alguna razón, y yo rodé hacia el fondo de una hondonada.

Lastimada, intenté levantarme, pero no pude. Mis piernas no me respondían, quizá por temor, quizá por el gran daño que ya tenían desde hacía días.

Cuando la esperanza se había muerto, cuando había aceptado mi destino, un hombre apareció. Su figura alta y delgada no era imponente, más bien irradiaba tranquilidad, como si fuese una oveja. Su cabello color paja estaba amarrado en una coleta y sus ojos amables me veían con tristeza.

No entendí lo que decía, sólo tenía una cosa en la cabeza y era pedir ayuda. Mi voz, apenas audible, intentó gritar por auxilio, intenté aferrarme a mi última esperanza de alguna manera. Y ese grito de auxilio tuvo una respuesta.

De pronto sentí como el guardia me dejaba libre por alguna razón que no comprendía, y cómo la mano de aquel desconocido me atraía hacia él.

En ese mismo momento, un haz de luz cálida nos envolvió. Cerré mis ojos por acto reflejo, y cuando los abrí, estábamos en otro lugar, en una especie de bodega llena de cajas.

Yo aún tenía miedo. Intranquila, sentía que en cada esquina, tras cada caja de aquel lugar podrían salir más hombres armados. El hombre, al verme así, intentó consolarme tomando mis manos. Al inicio, por mero acto reflejo, retrocedí, pero su voz tranquila y su apariencia bovina y sonriente le ganaron a mi miedo.

—Calma… Ya todo está bien. —Su voz me era tan familiar. Su tacto… era como si mi cuerpo ya conociera a esa persona desde hace mucho. Ése confort que me brindaba, era tan conocido, tan cálido, que me dejé llevar.

Entonces me derrumbé. Lloré lo que por días y semanas estuve guardando. Lloré la traición, la decepción y la injusticia en la que me habían envuelto. Mi único pecado había sido confiar en la gente que amaba, en la gente que se habían dicho mis amigos. ¿Qué debía hacer ahora? ¿En quién debía confiar?

—No temas —Mis sollozos aún continuaban, pero sus palabras eran claras en mis oídos, con su voz tranquila como la de un pastor cantando a sus ovejas. -Te ayudaré. Lo prometo. Pero vamos, primero tenemos que hacer algo contigo, estas muy lastimada, tenemos que cuidar de tus heridas. Mientras tanto, puedes contarme todo. No te juzgaré, prometo que buscaré la manera de protegerte sea lo que sea que decidas, y sea lo que sea que hayas hecho.

Tenía miedo en volver a confiar en alguien, pero, él de alguna manera alivió mi miedo. Si quería vivir, debía arriesgarme a confiar nuevamente en otra persona, y él me había salvado. Aún así, ¿por qué ofrecía tanta amabilidad a alguien desconocida como yo? ¿Era otra trampa? Ah… el miedo, ese miedo y esa ansiedad de que fuese otra trampa de la heroína me hizo temblar.

Lentamente, él se levantó del piso donde me había derrumbado a llorar en sus brazos, para ayudarme a hacer lo mismo. Se rascó la cabeza como un acto reflejo suyo mientras parecía buscar algo con la mirada entre las cajas de aquel lugar. La bodega donde estábamos, era muy oscura a pesar de que era pleno día, pero él parecía conocerla bastante bien. Momentos después, él sacó una especie de impermeable como los que había en mi mundo original, de color azul. Comentó que éste era un nuevo producto de su compañía, y estaba destinado a usarse para poder salir y trabajar en días lluviosos.

—Ah, pero creo que eso ahora no es de interés, ¿no? Discúlpame por ser un maleducado. —Volvió a sonreír suavemente mientras se rascaba la cabeza. Creo que eso ya era un movimiento involuntario de él. No voy a negar que me hizo sentir tranquila, porque se veía tan inofensivo, tan buena persona, que nunca pensarías que él sería capaz de dañar siquiera a un mosquito.

Se ofreció de apoyo mientras me llevaba a su oficina en la segunda planta del edificio. El lugar, me contó, era una casa que usaba como bodega y oficinas desde que formó su compañía, ubicada en Duat. ¡Habíamos viajado en un parpadeo desde Lothien a Duat, casi medio mundo de distancia! Ahora, entendía por qué todo parecía estar cubierto por la penumbra de la noche, y es porque en efecto, en este lugar, lo era.

Duat era una colonia en el nuevo continente perteneciente a Lothien. La colonia no tenía más de cien años, pero su gente era considerada como ciudadanos comunes y la riqueza en minerales y suelo hacían a la región como la segunda más importante después de la capital real. Aunque su economía principal residía en la extracción y el campo, muchas empresas productoras y exportadoras se habían establecido aquí por la gran cantidad de puertos y los materiales de primera calidad.

—¿Cómo?… —No terminé la frase, cuando él me respondió con su amabilidad característica.

—¿Cómo llegamos de la frontera de Lothien con Nazwata hasta Duat? Oh, es sólo un prototipo de una herramienta mágica que creé… El hecho es que no funciona si no tienes vinculado un lugar de destino.

Su risa era francamente, refrescante. Era como si él estuviese haciendo todo lo posible para calmarme, y creo que en realidad, ese era su propósito.

La casa que hacía de oficina central, a estas horas de la noche, parecía vacía.  Poco a poco, y con ayuda, logré subir las escaleras hasta la pequeña oficina. Era bastante modesta, con sólo un escritorio y una pequeña sala dedicada quizá a recibir visitas de otros comerciantes o productores.

Aunque todavía me parecía sospechoso, el hecho de saber más de la persona que me salvó, me dio tranquilidad.

Sin embargo, aún no sabía su nombre.

Aún sin conocer quién era, mientras él me limpiaba las heridas del rostro con un algodón empapado en agua, le conté todo lo que sabía al respecto de cómo se habían dado las cosas. Sí, estaba confiando en él demasiado a pesar de que ya había sufrido tales traiciones antes, pero, algo dentro de mí me hacía bajar la guardia cuando estaba con él. Quizá fue su amabilidad, quizá fue su suave tacto y sus maneras amables, pero sentí que era parte de mi familia. Cuando le confesé que se me acusaba de asesinar al segundo príncipe y a mi propia madre, él se soltó a reír como si lo que hubiese dicho fuese un chiste.

—Perdón… –Había confesado entre risas ante mi rostro confundido, aún con el algodón lleno de mugre y sangre en su mano. —Es que… es que es muy gracioso…. Yo estoy muerto… pfff… jajajajajajaja.

Cuando dijo lo último, de verdad estaba confundida. Sentía como si muchos pájaros revoloteaban en mi cabeza, sin sentido y sin orden mientras escuchaba cosas que quizá no tenían razón de ser. Pensé, que con todo lo que había pasado, mi mente me estaba jugando bromas.

Pero esto no era broma.

Él, entonces, entonó un hechizo y su cabello color paja cambió a un dorado brillante con tonos plata. Sus ojos amables, que habían sido color avellana, se habían vuelto de un rojo tan brillante e intenso… el color de los ojos de la familia real. Esos ojos rojos pertenecientes a los magos fundadores.

—¡¿Ignii?! —Yo, yo conocía todas esas características. Igfrid, el hermano menor de mi prometido, el tan llamado príncipe idiota que tenía una enfermedad mental que lo hacía actuar como un niño, ahora estaba parado frente a mí, lejos de lo que había sido, actuando como una persona normal, como un plebeyo. Había convivido con ese muchacho lamentable tantas veces, con su inocencia infantil en un cuerpo de hombre joven, me había llamado hermana y había curado la depresión de mi madre con su inocencia y pureza. Ese Igfrid que recordaba y que hasta hace unos días me llevaba flores silvestres del jardín a la sala de costura mientras escuchaba las historias de mi madre… había cambiado tanto. Incluso aun teniendo el aura de alguien amable y tranquilo, en ese momento, también un poco de oscuridad estaba sobre él. Un sentimiento de adultez también.

–¿Ignii? ¿Estás vivo? Yo…. Yo… –No pude más. Me solté a llorar mientras pedía perdón. Estaba aliviada, estaba feliz de que él estuviese vivo. No importaba si había cambiado, si cuando era yo su “hermana mayor” él simplemente estaba actuando como un tonto por algún motivo. Yo quería creerle porque él era algo más que mi amigo, él había sido parte de mi familia. Él había amado a mi madre y mi madre a él como si fuese su propio hijo. Cuando la segunda reina, su madre, lo abandonó en la torre del castillo, mi madre lo acogió y lo cuidó ante la aprobación de la primera reina.

Repitiendo su nombre hasta cansarme, mi voz quebrada perdía fuerza pero ganaba calidez, ganaba confianza. Como si fuese una oración a los cielos, su nombre me traía un poco de la paz que me habían arrebatado tan duramente.

Él me abrazó. Su tacto cálido me confirmó que esto no era un sueño, no era un engaño más.

Luego de reconfortarme, me explicó que teníamos dos opciones: yo podría huir del país con su ayuda como comerciante, y establecer una filial de su compañía en un nuevo territorio, olvidando todo lo sucedido y dejando al lado lo que le pueda ocurrir al país con la pareja de idiotas que se quedarían a cargo. O él tendría que regresar al castillo y aclarar todo, intentar derrocar a la “heroína” y hacer entrar en razón a su manipulable hermano.

Yo no sabía qué hacer. A esas alturas, la novela ya había culminado con un final parecido donde yo moría al ser una marioneta mas de mi padrastro. Mi meta siempre había sido sobrevivir, incluso si eso significaba irme del país y tener una vida tranquila. Sin embargo, la muerte de mi madre gritaba dentro de mí. Yo la amaba, ella era lo único que tenía en este mundo, y la habían asesinado de una manera tan cruel y despiadada, haciéndole creer que había fallado en criar a su hija.

Algo dentro de mi pedía justicia, pero no quería obligar a Igfrid a ayudarme.

—Sólo quiero olvidar todo. —Había dicho al final.

Nunca debí de haber dicho eso. Debí de haberle pedido que nos preparemos para atacar. Debí haberle pedido venganza antes de que todo fuese mal.

Huimos y durante un tiempo de tranquilidad, nos acercamos más el uno del otro, y terminé enamorándome de él. Al inicio, nos hicimos pasar como una pareja, pero pronto aquello se volvió realidad. Abrimos una tienda en un país muy lejano en el tercer continente, a mitad entre Duat y Lothien. Éramos felices con el simple hecho de trabajar y realizar las labores cotidianas.

La heroína, quien había leído todos los tomos de la novela, sabía que realmente Igfrid seguía vivo y que en esta línea de acontecimientos se hacía pasar por un comerciante. Ella misma me lo confirmó después.

Con mi ignorancia sobre cómo continuaba la historia en el segundo y tercer tomo, creí que todo habría acabado. Sin embargo, ella tenía a alguien entre nuestros aliados.

Al fin, cuando creímos que todo estaba tranquilo y que quizá ella se había olvidado de nosotros, cuando yo me embaracé de mi amado Igfrid, ella hizo su jugada.

De pronto, una noche en la que nos habíamos reunido con nuestros aliados para celebrar por la nueva noticia, Igfrid cayó al piso. Lo habían envenenado.

Nuestros amigos más leales cayeron junto a mi esposo, y yo, tomada por el traidor, fui llevada hasta el castillo.

—Fue un largo tiempo, Canaria. —Esa voz me recibió cuando al fin pude recobrar el conocimiento. Me habían tenido sedada en todo el camino hasta la capital de Lothien. Mi cabeza daba vueltas, recordando pequeños fragmentos de lugares en los que había estado antes de éstas mazmorras, donde ella me tenía para fines que desconocía.

¡Ah!, había pensado que todo terminó desde hace tiempo, pero ella… ella sólo estaba esperando el momento justo para atacar.

—¿Por qué? Te preguntas. Eres tan fácil de leer como siempre, Canaria. Ahh… no voy a negar que esa cara asustada y patética tuya exacerba mi corazón. ¡Eres taaaan linda cuando sufres!

—¡Por favor! ¡Por favor, te lo ruego! ¡Déjame ir! Te prometo lo que quieras… ¡Estoy esperando un hijo, por favor, no me hagas daño! ¡Si tienes un poco de piedad, te lo suplico! Hazme lo que quieras, pero deja que mi hijo nazca, si quieres… si quieres puedes desfigurar esta cara mía que tanto odias, ¡por favor!

—Precisamente, querida, no pienso hacerte daño… No mucho, al menos. Sabes… yo, desgraciadamente, no puedo tener niños propios. Estoy muy triste por eso, pero también aliviada, porque no tendré que parir a los niños de ese nuevo rey idiota con el que tuve la mala decisión de casarme. Pero tú, Canaria… cariño, convenientemente estás embarazada de otro príncipe. Uno más lindo según mi punto de vista, aunque tuvo la desgracia de hacerse pasar por un incapacitado, siempre pensé que era hermoso. Y sus hijos también deberán ser hermosos, imagino.

—No puedes… Yo… no…

—Oh, querida, querida. Por supuesto que sí puedo. Tanto, que ya lo estoy haciendo. Obviamente, no te haré daño hasta que nazca el niño… no quiero que sufra ninguna incapacidad, así que estarás bien cuidada, alimentada y monitoreada. No pienso escatimar en gastos, cariño. Imagina que eres como un borrego y tu niño es la importante cría que el pastor necesita… pues eso, obviamente, no voy a sacrificar al borrego hasta que tenga a su corderito. Así que, por favor, disfruta de la hospitalidad que pienso darte. Disfrútala hasta el último momento, porque en cuanto nazca ese pequeño, pienso hacer que tomes la responsabilidad por la muerte de mi esposo.

—¿Qué? No… espera. ¡NO! —Realmente no sabía qué decir. ¿Qué podía hacer? NO tenía valor, no tenía fuerza. Ni siquiera podía oponerme a ella. Estaba en shock, asustada por el futuro incierto que nos esperaba a mí y a mi hijo. Sobre todo, aún lloraba la muerte de Igfrid.

—Con tu hijo, yo tendré todo el apoyo cuando muera mi estúpido esposo. Entonces, podré casarme con mi verdadero amor. Sabes, al inicio, pensé “oh, el primer príncipe realmente es maravilloso”, pero entonces, conocí su verdadera personalidad. Un hombre pequeño, sólo puedo decir eso. Siempre a la sombra de su padre, siempre lamentándose egoístamente de cómo es incapaz y seduciendo a otras mujeres para llenar su vacío. ¡Diablos! ¡Se supone que la historia no debía ser así! Me sentí estafada, ¡me habían prometido un príncipe perfecto y un final feliz, y obtuve a un enclenque sin cerebro! Maldita sea, que es injusto. Fue entonces que conocí a mi amor verdadero… pero él, sabes, es muy leal al Rey. ¡No me hace caso por culpa de ese estúpido mujeriego! Así que pensé y pensé… y entonces, me acordé de ti y me enteré que estabas embarazada ¡Bingo! Obtuve la respuesta: tenía que hacer que todo mundo creyera que tendría un hijo, y cuando naciera, simplemente con matar al Rey bastaba.

Cuando escuché la última parte, mi sangre hirvió. Había estado dócil y suplicante hasta ahora, pero sus palabras me hicieron salir del shock. Ella, ella sólo había arruinado mi vida por egoísmo, ¡por pura y mera conveniencia para ella!.

—¡Hasta dónde piensas llevar de lejos tu egoísmo, maldita perra! ¡No somos tus juguetes! ¡Esto es la realidad! No sé qué tienes en la cabeza, pero ésto no es la historia que leíste, este mundo es real, ¡maldita sea! Has arruinado tantas vidas, incluso la tuya, ¿no tienes suficiente ya?

Ella, entonces, soltó una carcajada.

—¿Has terminado? —Me dijo con una sonrisa satisfecha. —Espero que sí, porque lo que acabas de decir es la última muestra de amistad que puedo darte. Como entenderás, no puedo arriesgarme a que le digas a nadie sobre nuestra conversación, así que pensé en una manera para mantener tu boca cerrada.

—No puede ser… —El traidor se acercó a mí con un cuchillo en la mano; él había estado todo el tiempo oculto en las sombras de aquella celda oscura en la que me tenían encadenada. Esa persona con la que siempre había reído, me había ayudado, incluso nos habíamos contado cosas personales. Y ahora, él iba a cortarme la lengua.

—Lo siento. —Me dijo. —No puedo desobedecer a mi hermana mayor.

♦ ♦ ♦

Sin saberlo, mi esposo había sobrevivido al ataque y estaba juntando su fuerza para aplastar a nuestros enemigos. La guerra empezó mientras mi vientre crecía, y la revolución cada día ganaba adeptos. Con las noticias de que la reina estaba embarazada, el Rey había descuidado sus obligaciones y el país estaba en ruinas, así que un estallido social no se hizo esperar. Igfrid, aprovechando las condiciones del país, armó a la gente, lideró a los revolucionarios y ganó batallas.

Encerrados en la ciudad capital, la reina dio a luz. O más bien, yo di a luz y ella me arrebató a mi hijo.

Esa cruel mujer, entonces, me entregó al Rey y le dijo que debía cambiar mi vida por la rendición de los revolucionarios. Entonces, en el momento de cerrar el trato, emboscarlos.

Y el Rey aceptó.

Durante el intercambio de rehenes, aprovecharían el terreno y matarían al líder de la revolución, dejando así a los plebeyos a su suerte y aplastando lo que quedará.

Las condiciones habían sido que Igfrid se presentará, junto a un escuadrón de su gente más cercana, en campo abierto mientras llevaba a los funcionarios y nobles de la lista que se le había dado. A cambio, él me liberaría y a otros cuantos miembros de la revolución. Este primer encuentro, se decía, era para declarar el cese al fuego. El Rey le ofrecía a su hermano la independencia de toda la parte sur del país si la entrega de rehenes se llevaba a cabo sin contratiempos.

Mientras ocurría el cese al fuego en aquel lugar neutral, se permitiría que arqueros mágicos y grifos sobrevolaran, cierta cantidad de ambas partes, como una medida cautelar si ocurría cualquier acto de traición o infracción por alguna de los involucrados.

Ambos tenían mucho que perder si eso se volvía un caos bélico. La diferencia era que al Rey y su esposa no les importaba matar a sus aliados con tal de aplastar a Igfrid.

Entonces, a mitad del intercambio, yo morí.

9 respuestas a “Un villano puede salvar el mundo por amor – Capítulo 1: Canaria”

  1. He visto “heroinas” malas, pero jamas una tan cruel, creo que es igual o más cruel que Rasta.
    Espero ver justicia y venganza.

  2. D: Esa mujer es malvada de verdad. Estoy sin palabras…. Me ha encantado, pero siento que todo pasó muy rápido. TODO DEMASIADO RAPIDO. Pero supongo que esto es como un prólogo, para su próxima reencarnación, ¿no?

    1. ¡Hola! Nos alegra de que te guste esta historia. Iszeth, la escritora de esta historia se pondrá muy feliz al ver el apoyo.
      Seguiremos trayendo más de esta historia, primero en la revista y después aquí ^^

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