Reina Villana – Capítulo 32: Anika

Traducido por Kiara

Editado por Ayanami


— ¡Ah, eso!

Aunque Eugene lo recordó, no sabía qué favor otorgarles. Después de todo, ninguna compensación devolvería las vidas que se perdieron.

—Los transgresores desafiaron a Su Majestad y, por lo tanto, merecían ser castigados. Sin embargo, como Su Alteza Real ha decidido ser indulgente, hemos brindado apoyo financiero a la familia de esos delincuentes, cubriendo los gastos del funeral. Estaban inmensamente agradecidos por su paciencia y benevolencia.

Eugene se calmó. Se sentía incómoda al recibir tantos elogios sin hacer nada. De todos modos, no había nada que ella pudiera hacer al respecto.

—Muy bien. Gracias.

Su decisión de perdonarlos fue provocada por un impulso de simpatía. Conforme pasó el tiempo, se había olvidado de la decisión que había tomado. Sin mencionar la compasión, ella no era una persona lo suficientemente amable, como para sentir simpatía por un grupo de personas que nunca conoció. No solo eso, sino que también podría considerarse un acto de rebelión contra el Rey del Desierto, que cree firmemente que las personas a las que había ayudado son pecadores.

— ¿El apoyo financiero será de alguna ayuda? —Aunque estaba dispuesta, y era más que capaz de proporcionarlo, estaba incómoda con la idea de que el dinero podría reemplazar el dolor y la pérdida de la familia del difunto. Quería estar segura y, al hacerlo, aplacar la mancha de culpa que se formó en su interior.

—Su Alteza Real, su apoyo financiero es solo una pequeña parte de la amabilidad que le ha ahorrado a los pecadores. Desobedecer al Rey es un delito grave y trae consigo consecuencias nefastas.

Según Marianne, celebrar un funeral para un delincuente va en contra de las leyes del Reino, en conjunto, la familia de un criminal debe ser ignorada por la sociedad, obligándolos a vivir la vida de un paria. En lugar de enfrentar la interminable censura y oprobio, algunos optarían por abandonar el Reino, mientras que los más sensibles morirían.

Al recibir dinero y un funeral, las familias deberían poder seguir viviendo sus vidas de forma normal.

Mientras reflexionaba sobre esto cuidadosamente, Eugene sintió que este arreglo no era tan malo. Al menos podrán tener una apariencia de respeto, mientras viven el resto de sus vidas.

Hoy, había otra cosa sobre la que ella reflexiono. Era alguien que había vivido una vida sin ofender a nadie y, al mismo tiempo, sin preocuparse demasiado por alguien más. Entonces, el que pudiera influir en la vida de alguien con el simple hecho de emitir una orden, la sobresaltó. Tal era el poder de una reina.

Una reina…

El peso de la responsabilidad la golpeó de repente. Nunca había vivido con una responsabilidad tan grande como está. Ahora, tenía en sus manos más poder del que había pensado que tendría. Quizás, esta era la razón por la que no se había sentido como una Reina hasta este instante. Hasta ahora, no se había involucrado en los asuntos del Reino. Parecía haberlo probado un poco.

¿Necesito ser más seria al respecto?

— ¿Su Majestad lo sabe?

—Sí, él lo aceptó.

— ¡¿Lo aceptó?!

—Era imposible llevar a cabo su pedido sin informarlo al Rey.

Eugene estaba sin palabras. Si el Rey lo sabía, ¿por qué no estaba sufriendo ninguna consecuencia? ¿No significa que ella también lo había desafiado? Por no hablar de informarle, ella había emitido una orden directa a sus espaldas e incluso la orden se llevó a cabo. Apenas sabía qué decir y solo pudo hacer una pregunta al respecto.

— ¿Él…dijo algo?

El Rey del Desierto creía, que no solo la persona sino toda la familia, eran pecadores, que no merecían nada más que la muerte. Ella pensó, que al pedirle a Marianne que llevará a cabo la tarea, el Rey no tendría que saber lo que estaba haciendo.

¡Pobre de mí! No me di a entender correctamente, por eso la orden había llegado a oídos del Rey.

—No. Y como todo ya se ha hecho, Su Majestad no dirá más. No hay motivo para que se preocupe.

Mientras hablaba, Marianne estudió cuidadosamente el rostro de Eugene. Sus ojos se movieron inquisitivamente, mientras los pensamientos corrían por su mente. La reacción de la reina comenzaba a confundirla.

¿Cómo pude lograrlo? Eugene reflexionó para sí misma.

— ¿Hay algo que le preocupe, Su Alteza Real? —Marianne trató de sondear.

—Simplemente, no es como él —la confusión de Eugene era muy evidente en su voz y su semblante. —No pensé que los perdonaría.

Marianne puso una sonrisa amable, mientras señalaba la verdad.

—Bueno, fuiste tú, Su Alteza Real.

La confusión de Eugene se deslizó lentamente hacia la claridad: el Rey, de hecho, eligió aceptar su orden y evitar su ira.

— ¿Quizás, el Rey eligió permanecer en silencio para mantener su reputación? —Sugirió Eugene. Puede haber sido, simplemente, un gesto formal de consideración, pensó. Era mejor para la pareja real tener pocos desacuerdos, especialmente, los relacionados con asuntos del Reino. Un rey y una reina en armonía, significan un reinado estable. No había otro significado para esto.

Aun así, no pudo evitar sentirse orgullosa de cómo salieron las cosas. Sus palabras tenían peso, autoridad y Kasser no la había vetado. Tomó un sorbo de té para ocultar la sonrisa que se extendía en su rostro.

—Una cosa más, Su Alteza Real.

Marianne sacó un pergamino y desveló un trozo de papel. En él, había un dibujo de un hombre de mediana edad desde los hombros hacia arriba, mirando directamente hacia adelante. Su cabello y pupilas estaban coloreados, pero el dibujo no tenía detalles significativos y, por lo tanto, parecía incompleto.

Parece un montaje, pensó Eugene.

—Su Alteza Real, ¿te acuerdas de este hombre?

Eugene negó con la cabeza.

—Este es el conde Wacommbe. Es dueño de un negocio que se ocupa de colecciones y artefactos preciosos. Le compraste una colección de libros antiguos.

Fascinada, estudió la imagen un poco más. La cara en el dibujo no le parecía familiar, pero, tal vez, si ella vuelve a ver en persona.

— ¿Tienes algún recuerdo de él? —Marianne insistió.

—No, mi memoria sigue siendo la misma.

Solo pudo recordar pequeños fragmentos cuando conoce a ciertas personas. Marianne, la jefa general Sarah y los dos jefes de personal. Además, ni siquiera había visto a nadie más, por lo que, no había forma de saber cuánto de su memoria ha revivido, incluso si sólo son fragmentos.

Le resultaba difícil recordar la memoria de Jin y comenzaba a dudar si existe alguna manera de recuperarla. Pasar todo el día en el estudio en el que Jin Anika había pasado la mayor parte del tiempo, claramente, no la ayudó. Pero, actualmente, no había otras ideas que aparecieran en su mente.

—No tienes que recordar a todos, Su Alteza Real. Sin embargo, hay varias personas que son importantes y debes recordar. Por lo tanto, he decidido ayudarte al traerte sus retratos.

—Ah, qué buena idea —Eugene estaba encantada e impresionada. Marianne es una persona que encontraba cosas que hacer sin que se lo pidieran. Mostraba cuán diligente es una persona.

—Traeré uno o dos retratos al día —prometió Marianne.

—Puedes traer más que eso —Eugene la animó de todo corazón. —Puedo recordar a más de dos personas —Ella le aseguró.

Marianne parecía decepcionada, casi incluso avergonzada, de decepcionar a Eugene. Pero, ella tenía que salir con la verdad.

—Lleva mucho tiempo dibujar los retratos, Su Alteza Real.

Oh por supuesto. Olvidé que las fotografías no existen aquí.

Aun así, Eugene estaba ansiosa por comenzar esta tarea.

— ¿Tienen que hacerlos? —Ella preguntó — ¿No hay retratos preexistentes?

—Pedir prestado un retrato privado es un trabajo muy difícil, Su Alteza Real.

— ¿Cómo dibujaste los retratos? ¡Seguro que no posan para ti!

—Hay artistas que pueden recrear la apariencia física de las personas con solo una descripción verbal de los rostros de las personas.

Ah, entonces, sí es un montaje.

Marianne comenzó a dar detalles del conde Wacommbe: edad, miembros de la familia y otra información relevante. Eugene preguntó con qué frecuencia la visitaba y el proceso involucrado en la compra de los libros antiguos.

—Solo puedo informarle sobre los procedimientos básicos. No sé qué conversaciones o tratos tienes con el conde.

A cambio, Eugene asintió. No tengo ninguna intención de comprarle más libros, pero, creo que vale la pena conocerlo en persona. Jin Anika debe haber tenido preferencia por estos libros. Él podría tener una pista.

¿Esperar a que el conde Wacommbe viniera a visitarla? Eugene estaba demasiado ansiosa para esperar tanto tiempo.

—Puedes convocarlo. Sin embargo, actualmente, el conde está en la Ciudad Santa. Volverá después del período activo.

Justo en este momento, las palabras de Marianne se combinaron con un fuerte estallido…

Al instante, dos cabezas se volvieron hacia la fuente del sonido, solo para ver una señal de bengala. Marianne corrió hacia la ventana, mientras miraba, parecía aliviada.

—Es amarillo, Su Alteza Real.

Ella suspiró. La noticia también iluminó la cara de Eugene.

Las bengalas de señales se disparan con frecuencia, y Eugene aprendió la razón para estar aliviada al ser una bengala amarilla. Es difícil vivir una vida cotidiana llena de sorpresas y miedo.

Afortunadamente, hasta ahora, sólo ha habido señales luminosas amarillas.

Curiosamente, los larks no se muestran por la noche, apareciendo solo entre el amanecer y el atardecer. Está fue la razón, por la cual, las señales luminosas solo se disparan a la brillante luz del día.

También, es la razón por la cual las personas se quedan dentro durante el día y llenan las calles por la noche. Irónicamente, la tasa de crímenes cometidos por los humanos durante la noche, en el período activo, es bastante alta.

¿Está corriendo hacia la pared del castillo ahora?

Todavía no había visto un lark. Se sabía que los larks no dañan a Anika, pero era una locura pensar en mirar un lark por curiosidad. Para algunas personas, los larks son una cuestión de vida o muerte.

—Por el momento, me retiro, Su Alteza Real. Pareces cansada; es mejor que tome una siesta.

En este punto, Marianne había visto a Eugene luchando contra los bostezos tratando de escapar de su boca.

Eugene sonrió y sacudió la cabeza. Puede que estuviera cansada, pero las señales luminosas la habían despertado abruptamente. Aunque su cuerpo estaba listo para descansar, su mente no.

—Me iré contigo. Quiero ir al estudio.

Aunque Marianne estaba preocupada por Eugene, no se atrevía a ir en contra de sus deseos. Ella respondió con una sonrisa.

—Sí, su alteza real.

—Ah, casi lo olvido —agregó Eugene abruptamente, mientras se levantaba de su asiento. — ¿Sabes algo de mi poder Ramita, Marianne?

—Ramita… ¿Su Alteza Real?

—No tengo a nadie a quien preguntar. ¿Hay algún libro que pueda buscar sobre Ramita?

Ramita, el poder de Jin Anika.

Jin Anika debe haber tenido algún tipo de poder, incluso si era débil. Pero, Eugene no tenía idea de cómo sentir y usar estos poderes. Ella pensó que podría aprender algo a través de un libro o un manual; quizás, Jin Anika lo escribió.

Marianne parecía vacilante, lo que era muy diferente a su yo normal.

—Su Alteza Real, si quiere saber acerca de Ramita, debe ir a la Ciudad Santa. Allí, solo aquellos que han sido bendecidos con el permiso de Sang-je pueden tener acceso a una biblioteca especial. Puede haber un par de libros que pueden ayudarla.

— ¿Puede haber? ¿No estás segura? ¿Qué pasa si no hay tal libro?

—Entonces, puedes visitar a los dioses. Eres una Anika. Cualquier Anika puede solicitar una audiencia con Sang-je.

Solicitar conocer a los Sang-je es un privilegio de las Anikas. Incluso se espera que el Rey obtenga un permiso para encontrarse con Sang-je de antemano, pero, una Anika tiene la libertad de reunirse en el momento en que quieran.

Pero, Eugene no planea ir a la Ciudad Santa. Ella no quiere encontrarse con Sang-je.

—Lo recordarás una vez que recuperes tu memoria, Su Alteza Real.

Marianne estudió cuidadosamente la cara de Eugene. El Praz del Rey y la Ramita de Anika son habilidades sagradas. No se le permite hablar de ello descuidadamente.

Marianne se decidió y, lentamente, abrió la boca para decir algo más.

—No estoy segura de sí estoy en lo correcto…

Esto fue suficiente para llamar la atención de Eugene.

—Una Anika ve a su Ramita a través del agua —terminó Marianne.

— ¿Agua?

—No sé más que eso —le aseguró Marianne. —Es algo que he escuchado. Su Majestad sabrá más sobre esto.

Marianne mencionó al Rey cuidadosamente. Ella no pretendía ignorar cómo se sentiría Eugene sobre la sugerencia, solo lo mencionó, pensando que el Rey podría responder las preguntas de Eugene.

Marianne quería crear más oportunidades para que Eugene y Kasser pasen tiempo juntos. Pero, no quería llevar las cosas demasiado lejos. Últimamente, ambos parecían llevarse bien. El rey ha visitado las habitaciones de la reina diez días seguidos. Nunca había sido así antes. Marianne se aseguró de que no se difundieran chismes, sobre esto, por todo el palacio. Sabía que cualquier perturbación del exterior solo empeoraría las cosas.

Eugene no traicionó ningún sentimiento, ni respondió a la propuesta de consejo de Marianne. Marianne tenía claro, que la conversación había llegado a su fin, y siguió a Eugene fuera de la habitación en silencio.

Cuando llegaron a una división en el corredor, ella soltó a Marianne y le dijo.

—No tienes que seguirme. Ve y pasa tu tiempo.

—Gracias, Su Alteza Real.

Cuando escuchó esta simple respuesta, Eugene sonrió torpemente, mientras veía a Marianne inclinar la cabeza. No podía soportar el lenguaje extremadamente formal que usan en el Palacio.

Después de unos momentos, Marianne levantó la cabeza. Vio a Eugene desaparecer cuando se giró al final del pasillo. Ella tenía sentimientos encontrados. Nunca se sintió del todo tranquila, pero sintió como si estuviera parada sobre hielo delgado. Algunas mañanas, su corazón se hundiría sin ninguna razón específica. Ella sentía que, de la noche a la mañana, las cosas volverían a ser como eran.

—Marianne.

Marianne saltó y se volvió para ver a Sarah parada detrás de ella. Sarah vislumbró el pasillo que enfrentaba Marianne, pero no vio a nadie.

— ¿Algo te está molestando? —Ella preguntó.

—Nada. ¿Por qué estás aquí? La reina está en su estudio.

—Vine aquí por ti, Marianne. El rey te está buscando.

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