Traducido por Kavaalin
Editado por Nemoné
El misterioso castillo donde el sol se ponía en lo alto era el único lugar de reunión para los magos en todo el continente. Al principio de la era legendaria, era imposible que la gente normal siquiera se acercara a esta aislada torre de marfil.
Por supuesto que la gente normal ni siquiera tendría el valor de acercarse a ella. Cualquier mago regular tenía la capacidad para enfrentarse a un pequeño equipo de élite y los magos de alto rango incluso podían aniquilar a una compañía de varios cientos de soldados en el tiempo que tomaba levantar una mano. Y el talento mágico era un poder tan fuerte que casi era considerado una maldición, si alguna vez se fuera a salir de control, el radio de daño ni siquiera se podría comparar con una catástrofe normal. Pero incluso con tan inmenso poder de fuego, la academia de magos siempre mantenía un claro estatus neutral.
La razón era simple, mientras que el poder de la Iglesia y la monarquía podía considerarse equilibrado, si los magos fueran a inclinarse hacia algún lado, esto podría causar la destrucción de este delicado equilibrio. En el pasado, hubo grandes maestros que se unieron a la política considerándose activistas, pero al final quedaron arruinados, algunos incluso comenzaron guerras civiles a gran escala.
Al final, verse arrastrado por el torbellino de las luchas de poder tampoco era algo bueno. Aunque los magos eran fuertes, seguían siendo de carne y hueso. Las túnicas no podían bloquear ni siquiera el golpe más ligero de una espada o una flecha. Ni siquiera la más poderosa magia curativa podría revivir a los muertos.
Por supuesto, incluso ahora la academia de magos era financiada por la familia real. Por lo que la iglesia había creado la orden de paladines, atrayendo a un gran número de personas con talento mágico. En la superficie era una cruzada contra la magia negra y los paganos, pero en realidad era su as bajo la manga en preparación contra los magos.
Como la última reliquia de la era legendaria, la academia de magos no se veía diferente de cómo era hace trescientos años. Los edificios formaban un círculo, con una alta torre como centro neurálgico. De ahí venía el nombre de anillo de magos. Pero había otra leyenda, que debajo de la academia de magos había una gigantesca sala en circular, utilizada para negar ondas mentales inestables y oscuras.
En esta pacífica era sin enemigos extranjeros o criaturas mágicas invasoras, no se necesitaban magos. Por lo tanto, estos especialmente dotados soldados, aunque no pedían nada, se mantenían inactivos. No estaban encarcelados y podían marcharse para regresar a la sociedad si eso querían, pero lo que les esperaba era el miedo y respeto de la gente común. A pesar de que habían ganado otras habilidades mundanas, dinero, poder, honor, etc., para la mayoría de ellos, todo eso había perdido su valor. Al final, día tras día, sólo podían pasar su vida excediendo los límites del cuerpo humano, en busca de un poder aún mayor.
Para acercarse a Dios, para desafiar a Dios, para reemplazar a Dios. El poder de destruir y reconstruir el mundo, el poder de superar y reescribir las leyes de la naturaleza… Si el anillo de magos no existiera, entonces quizás este lugar se hubiese convertido en un infierno de magia negra.
Gran parte de la responsabilidad de controlar este poder recaía en el gran maestro. El gran maestro debía ganarse el respeto de todos los magos, poseer el intelecto, el talento y, al mismo tiempo la aptitud para la política, para poder obtener el mayor puesto de la academia. Lo más importante es que debían poseer una moral firme, que no gustaran de intimidar a los débiles o matar a personas inocentes.
El actual gran maestro, John Cavendish, poseía todos estos puntos. Aunque su aptitud para la política era un poco débil, con una personalidad amable desprovista de ambición, además de un amor por la investigación sobre la magia curativa, era grandemente elogiado tanto por la iglesia como por la casa real.
El señor John Cavendish rondaba los noventa años, pero aún parecía estar lleno de energía. A diferencia de lo que creía el resto del mundo, él no vivía en la cima de la alta torre rodeado de libros, sino que más bien en una pequeña casa fuera de la torre, viviendo una vida ordinaria junto con su esposa quien también era una maga y con un gran número de gatos.
Mientras el gran maestro leía la carta de la reina, su esposa servía el té de la tarde y una bandeja de bocadillos. Enseguida, mientras sonreía, regaba las plantas con hechizos de agua. El enano se asomaba a la ventana para mirar la escena con extrema emoción, pero cada vez que el gran maestro tosía, se daba la vuelta, mirando al anciano con respeto. Deseando que le crecieran otro par de ojos.
El gran maestro rápidamente terminó de leer la carta y comenzó a preguntar por los detalles de la maldición bajo la cual estaba el sireno. El caballero describió cuidadosamente la forma del círculo mágico de sangre, así como sus propias observaciones. Mientras tanto, el gran maestro escuchaba en silencio, sin ninguna intención de interrumpirlo.
Una vez que el caballero terminó de hablar, el gran maestro asintió y se giró para mirar al sireno. Bajo su escrutinio, el normalmente libertino sireno, comenzaba a sentirse un poco incómodo.
—No necesitas tener miedo —dijo el gran maestro—. No planeo deshacer tus ilusiones. Para vivir en el mundo humano, el que te acostumbres a disfrazarte no es malo. ¿Cuál es tu nombre?
—Shelly… Shelly Raphael.
—Muy bien, Shelly. ¿Eres un aprendiz de mago? ¿De quién eres estudiante?
—No… —respondió el sireno en un murmullo—. Nadie me enseña.
—¿Te gusta la magia?
—Sí —El sireno asintió con una expresión seria.
—Eso es bueno —El gran maestro dejó escapar un suspiro, recostándose en su silla—. Con respecto a un contrato demoníaco que ha alcanzado la etapa de fusionarse con el inconsciente, hay dos formas de lidiar con ello. Si no eres un mago, podría hipnotizarte, entrar en tu subconsciente y cortar forzosamente tu conexión con el demonio, pero eso es un poco peligroso y podría dañar tus recuerdos.
—¿Y si fuera un mago?
—Prevenir el control mental se considera una lección obligatoria para los magos —respondió el gran maestro—. El demonio no es muy fuerte, así que sólo necesitarías tomar esa clase, entonces podrías eliminarlo tú mismo. El único inconveniente es que este método llevará algún tiempo, por lo que es posible que debas permanecer aquí durante aproximadamente medio mes.
El sireno miró a sus compañeros con una expresión que mostraba nerviosismo.
—Ellen, Caín, Julian, ¿ustedes también se quedarán?
—No te dejaremos solo —El caballero le dio unas palmaditas en la cabeza—, ya que por el momento no tenemos nada más que hacer. Eso claro, si es que hay espacio para nosotros en la academia de magos.
—Incluso si el anillo de los Magos carece de lujos, no nos faltan habitaciones vacías —El gran maestro sonrió un poco amargamente—. El señor paladín debería saberlo mejor que nadie. Son bienvenidos a quedarse, siéntanse como en su hogar. Además, si es posible, mmm… descansemos por hoy.
—¿Sucede algo? —preguntó el elfo, dándose cuenta de la vacilación en sus palabras.
—No es nada importante —El gran maestro sacudió la cabeza.
—¿Algún problema que incluya las criaturas mágicas?
El gran maestro lo miró un poco sorprendido para seguidamente sonreír un poco avergonzado.
—Veo que no puedo esconderle nada al capitán.
—Los gnomos regresaron a la villa de los gnomos, supuse que algo similar podría haber sucedido en la academia de magos.
—Pido disculpas, esto debería haber esperado hasta que el problema de Shelly estuviera resuelto —Asintió el gran maestro—. En realidad, necesitamos de su ayuda. Pero, dado que la segunda carta está dirigida a mi aprendiz, esperemos a su regreso mañana antes de discutir sobre el asunto.
—Muy bien, hay otra cosa, sobre un mago que apareció en la villa de los gnomos —El elfo se puso de pie pasándole una nota con la escritura del hombre al gran maestro—. Un hombre de unos treinta años, con un lunar en la parte izquierda de la boca, podía usar magia de bajo nivel sin encantamientos.
—Ah… Myers —El gran maestro sacudió la cabeza—. Hace un mes pasó la prueba de magos de alto rango, pero entonces se fue sin informar a nadie.
—Los libros de texto que se llevó de la academia han sido devueltos.
—Sí, muchas gracias. ¿Puedo preguntar si él está…?
—Lo siento —respondió el elfo—. Asesinó a alguien.
El gran maestro permaneció en silencio durante un buen rato, antes de decir un poco con tristeza.
—Deberíamos ser nosotros quienes nos disculpáramos. Usted sólo hizo lo que debía.