Una doncella competente – Capítulo 2: El Príncipe Cruel y la doncella (1)

Traducido por Den

Editado por Meli


Transcurrió el día y el banquete se reanudó en la noche. Marie le pidió a su superior que la reasignara de lugar.

—¿Quieres trabajar fuera del salón de banquetes? De acuerdo, pero ¿estarás bien?

A ninguna sirvienta de rango medio le gustaba trabajar fuera del salón de banquetes. Porque no podían disfrutar de las funciones ni de la música, y el trabajo era mucho más duro.

—Sí, señora. —Marie asintió con la cabeza alegremente—. Me siento sofocada dentro del salón de banquetes.

—Ah, ya veo. En ese caso, yo trabajaré ahí.

—¡Gracias!

Para Marie, el exterior del salón de banquetes era mucho mejor que el interior, ya que podía evitar la mirada de los demás y dejar atrás todo pretexto.

Ahora, seré muy cuidadosa si no quiero llamar más la atención.

Por supuesto, lo que había sucedido hasta ahora no lo había hecho con la intención de destacar. Sin importar lo que hiciera, la situación siempre resultaba extraña, como si cayera de espaldas y se rompiera la nariz.

Le preocupaba toparse con el príncipe heredero una y otra vez. Era poco probable, pero, si descubría que era la princesa Morina, sería el fin.

Hoy ni siquiera tuve un “sueño”. No pasará nada, pensó y se puso manos a la obra.

—El salón de banquetes está por aquí. Por favor, adelante.

Primero guiaban a los visitantes al salón de banquetes. Tras la llegada de la mayoría de los invitados, daba inicio el banquete. También atendían a las personas que descansaban alrededor del recinto.

—¿Podrías traernos algunas bebidas?

—Por supuesto, señora. Por favor, espere un momento.

—Por favor, pon esto por ahí.

—Sí, enseguida.

—Hace frío, así que tráeme mi chal. Lo dejé en el salón de banquetes.

—Sí, espere un momento.

—¿Podrías…?

Numerosas personas iban y venían del salón de banquetes y le hacían mandados. El tiempo se pasó volando mientras servía a los invitados.

Ciertamente, es más duro trabajar fuera que dentro.

Había mucho trabajo que hacer, por lo que se movía de un lado para otro sin cesar, yendo a todas partes.

A pesar de esto, no destaco.

Para ser precisos, estaba contenta de no ver al príncipe heredero.

Pero después de trabajar durante mucho tiempo, Marie se topó con una persona inesperada.

Cuando llegó al jardín con los refrigerios que le había pedido una noble, cerca de los muros del castillo vio a alguien.

¿Eh? ¿Esa persona…?

Parpadeó cuando vio una figura inesperada.

—¿Señor Kiel?

Un cabello plateado como la seda y un rostro celestial. Era Kiel, el escudero de la guardia imperial que conoció en el Jardín de los Cisnes.

Kiel también parecía sorprendido de verla.

—¿Señorita Marie?

—Ah, me alegro mucho de volver a verte. ¿Cómo has estado? —lo saludó con una alegre sonrisa. Estaba contenta de encontrarse con él después de tanto tiempo.

El apuesto hombre también entornó suavemente los ojos.

—He estado bien. ¿Te ha ocurrido alguna cosa extraordinaria, señorita Marie?

Le habían pasado muchas cosas peculiares, pero negó con la cabeza.

—También he estado bien. Y ¿qué te trae por aquí?

—Estoy de servicio.

—Ah…

Lo miró con atención.

La guardia imperial, que protegía al palacio imperial, parecía trabajar sin descanso incluso durante el festival.

No, durante el festival, aquí se reúne más gente de lo habitual, por lo que debe estar más ocupado.

—Debe ser duro. Ni siquiera puedes descansar durante el festival.

Ante esas palabras, Kiel sonrió agradecido.

—Gracias. La señorita Marie también está trabajando duro.

—Por supuesto, porque soy una sirvienta. Pero ¿estás de servicio en esta área?

—Sí. Originalmente no, pero hubo un problema, así que por el momento trabajaré aquí.

—Ah, ya veo.

Mientras mantenían una agradable conversación, Marie de repente recordó el encargo de la noble.

—Señor Kiel, lo lamento. Estoy trabajando en este momento. Volveré cuando tenga tiempo.

—No te preocupes. Debes estar ocupada, así que no te excedas.

—No. ¡Definitivamente volveré!

Marie finalizó con prisas el mandado y se encargó de otras cosas. Sin embargo, ¿era una coincidencia? Recibió otro recado cerca de donde estaba trabajando Kiel.

¿Debería llevarle algo de comer? No creo que haya podido comer mientras está de servicio.

De todos modos, había un montón de comida en el salón de banquetes, así que le llevó un sencillo refrigerio a Kiel. Este se sorprendió por el bocadillo que le trajo.

—Señorita Marie, ¿y esto?

—Lo traje en caso de que tuvieras hambre mientras trabajas.

—Al igual que con las galletas de la última vez, vuelvo a estar en deuda contigo. —Parecía agradecido—. De verdad, muchas gracias.

Entonces señaló a un banco que había a su alrededor.

—Comamos juntos por un momento.

—Ah, no hace fal…

—También estás demasiado ocupada como para comer, ¿cierto?

Marie reflexionó un instante. En efecto. Por la mañana fue llamada por el emperador Johan y, por la noche, había estado muy ajetreada, así que no había podido comer nada. Tenía mucha hambre.

—Sí, pero solo por un momento…

Así, los dos se sentaron uno al lado del otro en el banco y compartieron la comida.

—Hace buen tiempo. Está fresco.

—Sí, el clima es perfecto ahora que ya pasó el verano.

—El viento es agradable. Y la luz de la luna es brillante.

Sentados en el banco, y habiendo comido, charlaron un poco.

Siento como si estuviera con un amigo. Es agradable…

¿Por qué? Aunque no se conocían desde hace mucho tiempo, sentía que se llevaban bien. A pesar de que hablaban de cosas triviales, se sentía cómoda. Así era la conversación con Kiel.

El estrés causado por el siniestro emperador Johan y el aterrador príncipe heredero parecía sanar un poco.

Ojalá tuviera un amigo con el que pudiera entenderme.

—Entonces, señor Kiel, ¿seguirá trabajando aquí?

—Ah, no. Este no es mi deber original.

—¿De verdad?

—Hubo un problema con el miembro que en un principio estaba a cargo de este oficio, y como los demás estaban ocupados, me hice cargo temporalmente.

Ante su comentario, Marie ladeó la cabeza.

Como ya sabía, Kiel era un escudero, pero, por alguna razón, hablaba con mucha familiaridad sobre los caballeros nombrados oficialmente, como si se tratara de unos subordinados.

¿Por qué el señor Kiel no usa el uniforme?, pensó, confundida.

Los caballeros oficiales de la guardia imperial —no los escuderos— debían llevar el uniforme en todo momento. Solo había una excepción: el comandante de la guardia imperial.

—¡Kiel! —los interrumpió una voz infantil.

—Ah. —Por un instante, los ojos de Kiel se mostraron preocupados—. Esto será un poco problemático.

Marie volvió la cabeza sorprendida al ver a un niño.

Ah, es muy lindo.

Tenía unos siete años, era tan lindo como una muñeca que si no hubiese escuchado su voz, creería que era una niña.

Pero ¿qué hace un niño en el palacio imperial?

Al ver la ropa adornada con todo tipo de joyas preciosas, era evidente que era hijo de un aristócrata de rango alto. Sin embargo, los aristócratas rara vez llevaban niños al palacio.

¿Quién es?

En ese momento, un rumor le vino a la mente, sobre una persona cuya descripción física coincidía perfectamente con ese pequeño.

¿Es posible que sea este niño?

—Salve a su alteza Oscar. —Kiel hizo una reverencia.

Marie abrió los ojos de par en par.

Oscar era el nombre del único joven príncipe sobreviviente que escapó de la espada del príncipe heredero durante la guerra civil.

—Salve a su alteza el décimo príncipe. Soy Marie, una doncella. —Marie hizo una rápida reverencia.

—¿Quién eres tú? —preguntó el niño sin cortesía.

—¿Perdón?

—¿Por qué estás jugando con Kiel? ¡Kiel solo debería jugar conmigo! —gritó con brusquedad, mirándola fijamente.

Marie se quedó desconcertada ante sus repentinos celos.

—El señor Kiel…

—¡Kiel es mío! ¡Solo debe jugar conmigo!

Ante la insistencia del niño, Marie solo pudo guardar silencio.

A Oscar le gusta mucho el señor Kiel.

Parecía celoso porque habló con él.

Kiel era muy guapo y amable. Era normal que le agradara a un niño.

Pero ¿cómo conoce personalmente el señor Kiel a su alteza Oscar?

No parecía tener el estatus para conocerlo.

Lucían muy cercanos. Oscar se aferraba con fuerza al pantalón de Kiel, como un niño que perseguía a su madre.

—Su alteza Oscar, la señorita Marie ha sido de mucha ayuda para mí —dijo Kiel con voz persuasiva.

—¿De ayuda? Entonces, ¿eso significa que esa criada fea es más importante que yo?

Cuando dijo que era fea, Marie, que carecía de confianza en sí misma, se entristeció. En ese momento, Kiel le dirigió una furtiva mirada pesarosa.

—Por supuesto que Su Alteza es la persona más importante para mí. Es mi preciado amigo.

—¡Sí!

La expresión de Oscar se iluminó.

—Pero la señorita Marie también es mi amiga —añadió Kiel, acariciándole suavemente la cabeza.

—¿Una amiga de Kiel?

—Sí, así que ¿por qué Su Alteza no se hace amigo de la señorita Marie?

Sus palabras parecieron un poco difíciles de entender para el niño, quien se llevó el dedo a los labios con ternura.

—¡No! ¡Me gusta más Kiel! —exclamó tras meditarlo mucho.

Así es como importunó a Kiel y lo puso en un aprieto.

Marie frunció un poco el ceño ante la escena.

Es lindo, pero… también un poco grosero.

Alguien descortés como todo miembro de la familia imperial. No, ¿esa actitud no era algo consentido entre los de su estatus?

En cualquier caso, era difícil imaginar que era el medio hermano del frío e insensible príncipe heredero [1].

—Lo siento. Debo llevar a Su Alteza al palacio. —Kiel se disculpó con la mirada.

—N-No te preocupes. —Sacudió la cabeza sorprendida—. Ve con cuidado.

—Nos vemos la próxima vez. Ah, muchas gracias por la comida que me trajiste hoy.

Cuando Kiel se puso en marcha, Oscar lo siguió apresurado. Una vez a su lado, Kiel le tendió la mano y este la agarró con fuerza.

—Je, je.

En un instante, el rostro triste del niño se iluminó. Kiel observó con cariño su cara y, luego, siguió andando.

Den
Debemos proteger a Oscar

♦ ♦ ♦

Esa noche Marie tuvo otro sueño.

¿Por qué sueño tan a menudo?, pensó con pesar tan pronto como se dio cuenta de que había entrado en el mundo de los sueños lúcidos.

¿Qué iba a suceder a su alrededor?

Por favor, que no sea un sueño especial esta vez, pensó ansiosa.

♦ ♦ ♦

Vamos, mira esto.

¿El qué?

He inventado un truco nuevo.

Había dos personas en su sueño. El emocionado hombre abrió las manos hacia la mujer.

No hay nada.

¿Pero…?

Vamos, mira. —El hombre abrió y cerró el puño—. ¡Ta-da!

Entonces sucedió algo asombroso. Una moneda apareció en su palma vacía.

¿En serio? Es muy básico —se burló y se levantó de la silla, orgullosa—. Observa con atención. Te enseñaré la magia de verdad.

♦ ♦ ♦

—Esta vez fue una maga… —murmuró Marie confundida tras haberse despertado.

Aunque lo meditara, no entendía por qué tuvo ese sueño.

—No tendré que hacer un espectáculo de magia frente al salón de banquetes, ¿verdad? —Tembló.

Un espectáculo de magia en público. Era aterrador de tan solo pensarlo. A pesar de todo, la tranquilizaba que las personas de su sueño no parecían ser magos profesionales, sino unos aficionados.

—Pero, en verdad, ¿por qué soñé eso?

No podía hacer nada con ese nivel, así que era imposible hacer una función en público.

No sé… Bueno, no importa. De todos modos, esta vez no me entrometeré.

Estaba decidida a cumplirlo. No se preocuparía por lo que pasara frente a sus ojos.

♦ ♦ ♦

Después de arreglarse, Marie fue a trabajar al salón de banquetes. Ese día también le pidió a la doncella principal estar fuera del salón.

Es duro, pero no llamo la atención.

Además, le preocupaba que pudiera verse involucrada en algún accidente relacionado con la «magia» y en el exterior había menos probabilidades de que eso ocurriera.

—Por favor, tráeme una bebida.

—Sí, enseguida.

Hizo lo mismo que el día anterior. Estaba ocupada haciendo recados, y por fortuna, no había señales de que fuera a ocurrir algún incidente especial.

Bien, por ahora, no ha sucedido nada. ¡Ánimo, Marie!

Sin embargo, su vida no era nada fácil y surgió otro problema.

—Oye, ¿eres la sirvienta fea de ayer?

Marie giró la cabeza. Un niño parecido a una muñeca salió de un arbusto del jardín y la miró con los labios fruncidos.

¡Es el príncipe Oscar!

—Salve a su alteza el décimo príncipe. —Hizo una reverencia, él volvió la cabeza.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con descortesía.

—Atiendo a los invitados del banquete. ¿Qué le trae por aquí, Su Alteza?

—¿No lo ves? Estoy aquí para asistir al banquete. —Sacudió su espléndido traje de gala.

Levantaba la barbilla con orgullo, como si dijera que era genial, pero debido a su rostro pequeño y lindo, era adorable.

—Hmm. Tengo una pregunta para ti. Debería ser un gran honor que te pregunte.

Fue un comentario muy condescendiente y carente de dignidad. Es más, eso lo hacía aún más adorable.

—Sí, pregúnteme lo que quiera. —Sonrió Marie.

—¿Dónde está el salón de banquetes?

—El salón de banquetes se encuentra en el Salón Gloria, allí —respondió Marie.

Espera un momento, ¿por qué no le acompaña ningún asistente?

Aunque el príncipe era un niño, no era sorprendente que también asistiera al banquete. Sin embargo, la familia imperial rara vez iba sola. Sobre todo, si se trataba de alguien tan joven. Ahora que lo pensaba, ayer también estaba solo.

—Su Alteza, ¿vino con su sirviente o doncella?

La reacción del príncipe Oscar fue singular. Su expresión se volvió sombría y su rostro se puso rojo de la ira.

—¡No los necesito!

—¿Perdón?

—¡Olvídalo, fea! No hagas preguntas innecesarias y solo muéstrame el salón de banquetes.

Cuando se enfadó, Marie se preocupó por si había dicho algo malo.

¿Por qué está molesto?

De todos modos, lo llevó al salón de banquetes.

—Puede entrar.

—¡Hmph! Está bien, vuelve al trabajo.

Pero había otra cosa extraña. El trompetista, que estaba de pie junto a la puerta del salón de banquetes y anunciaba la llegada de alguna figura distinguida o de estatus alto, no reaccionó cuando vio al príncipe. Solo lo miró de soslayo como si fuera un fantasma y lo ignoró.

Marie observó en silencio al pequeño que parecía no importarle a nadie. Oscar era como un fantasma; nadie podía verlo.

Todos observaron al pequeño que deambulaba por el salón examinando su alrededor, pero nadie se acercó a hablar con él.

Marie se quedó en silencio. Solo entonces se dio cuenta del error que había cometido con Oscar al recordar cómo consideraban a ese principito en el palacio imperial.

♦ ♦ ♦

Ese día Marie tuvo otro sueño.

¿Esa niña fea es mi hermana menor?

¿Qué? ¿No es muy fea? ¿Es porque tiene sangre de plebeyo?

No fue el habitual sueño lúcido que le concedía un milagro, sino un sueño corriente. De su pasado en el reino de Cloyan.

¿Cómo pudo padre engendrar a alguien tan vulgar? Sigue siendo su hija, así que es imposible no reconocerla como princesa. —El hermano mayor, el príncipe heredero, chasqueó la lengua—. No se puede evitar. Se llama Morina, ¿no?

Durante la guerra con el Imperio, fue asesinado por sus hermanos que se rebelaron antes de que siquiera pudiera luchar contra el Príncipe Cruel.

El príncipe heredero meditó sobre cómo tratarla con una mirada preocupada.

Hagamos esto —dijo, como si se le hubiera ocurrido una buena idea—. Morina vivirá en el palacio externo.

El resto de los príncipes se quedaron sorprendidos.

Pero hermano…

El palacio externo solía ser el lugar donde encerraban a los miembros de la familia imperial que habían cometido algún crimen. Pero en ese momento estaba abandonado.

¿Qué? ¿No crees que ese lugar es ideal para nuestra hermana con sangre de plebeyo? Ahí, incluso esta niña inútil podrá vivir cómodamente. Será difícil que se encuentre con alguien —se burló con una sonrisa.

♦ ♦ ♦

Marie despertó de su sueño, se levantó de la cama en silencio y dobló las sábanas. No era la primera vez que soñaba con el castillo de Cloyan. Era algo que pasaba de vez en cuando.

No era un sueño agradable, no, para ser precisos, era un recuerdo doloroso. No obstante, tenía la sensación de que ahora era especial.

—¡Ánimo! ¡Trabajemos duro hoy también! —dijo con entusiasmo y se fue a trabajar al Salón Gloria.

Falta poco para que el festival concluya.

El principio fue ajetreado, pero ya se encontraban a mitad de camino.

El gran banquete se llevaría a cabo dentro de dos días, luego tendría un día de descanso y, finalmente, después del baile de máscaras, el festival tan esperado habría terminado.

¿Qué damas serán invitadas al baile de máscaras?

El baile de máscaras del último día del festival era un evento especial. Solo las damas que llamaban la atención de los nobles de rango alto eran invitadas y en ocasiones, hasta se concretaba una alianza matrimonial.

Además, al usar una máscara, se podía disfrutar del banquete sin preocupaciones, aunque se tuviera un estatus social bajo.

Bueno, no tiene nada que ver conmigo. No seré invitada. Debo preocuparme por lo que viene después del festival.

El final del festival no significaba que habría concluido su trabajo de sirvienta. Había innumerables proyectos planeados.

El príncipe heredero, que pronto sucedería al emperador, estaba soltero. Era un asunto serio, por lo que había oído que, una vez acabado el festival, se seleccionaría a la princesa heredera.

No me importa quién se convierta en la princesa heredera… —Se mordió el labio, preocupada—. Debo irme de aquí antes de que comience la selección y las cosas se vuelvan caóticas.

Acabado el festival, se trasladaría del palacio del León. No quería vivir en el mismo lugar que el aterrador príncipe heredero.

Aunque lo mejor sería que se fuera del palacio imperial. Pero eso era imposible. Era una prisionera de guerra, no era libre y hasta que no lo fuera, no podría abandonar el lugar.

Aun así, ¡ánimo!

Después de organizar sus pensamientos, volvió al trabajo. Al cabo de mucho tiempo… escuchó una voz familiar.

—Oye, la doncella fea de allí —la llamó el príncipe Oscar.

—Salve a su alteza el décimo príncipe. ¿Vino al banquete?

—Por supuesto. ¿Por qué si no estaría aquí? —resopló.

Es un niño, aunque grosero, sigue siendo encantador.

—¿Hoy también lo guio hasta el salón de banquetes? —preguntó Marie con una sonrisa.

—No, está bien —dijo con desánimo—. Ya he estado allí.

—¿Su Alteza? —Marie estaba desconcertada por su actitud.

—Está bien. No volveré a ir… al banquete. —Le temblaba la voz, se mordió el labio para contener las lágrimas—. Nunca. Nunca volveré.

Marie guardó silencio. Podía deducir que en el salón de banquetes lo habían ignorado porque era el único superviviente de la guerra civil, un desafortunado príncipe que no sabía cuándo moriría. A diferencia de su hermano, el príncipe heredero Rael, que era hijo de una concubina, él era el hijo legítimo de la emperatriz. Debió haber muerto, pero no fue así.

Sin embargo, era poco probable que Rael lo mantuviera vivo hasta el final. Era despiadado y resultaba imposible que dejara atrás a una futura turbación.

Por eso nadie trata con él… tienen miedo de que el príncipe heredero lo malinterprete.

No eran solo los nobles. Incluso los sirvientes lo trataban como una persona desafortunada.

—Nunca volveré al banquete.

Marie estaba conmovida.

El joven príncipe estaba triste por el trato que había recibido en los últimos dos días.

Solo es un niño, demasiado joven para pensar en problemas políticos, suspiró para sus adentros.

Recordó el maltrato que había recibido en el palacio de Cloyan. Aunque ella era un poco mayor que el pequeño príncipe.

¿No existe alguna manera de consolarlo?

No quería dejarlo ir así. ¿Se debía a que le recordaba su pasado? Sabía que si regresaba así, él lloraría en silencio. Tal como ella hizo en aquel tiempo.

—Su Alteza, ¿le gustaría un delicioso jugo?

—No, ya tomé mucho.

—¿Y alguna galleta?

—No, no tengo apetito.

Hmm, ¿qué hago?, —meditó Marie, no era muy buena tranquilizando a los niños—. Dame una buena idea, Señor… ¡Ah! Eso funcionará.

—Su Alteza.

—¿Qué?

—¿Le gustaría jugar conmigo? —le sugirió.

—¿Jugar? —El pequeño hizo un puchero.

—Sí, a un juego. Un juego de magia. —Sonrió Marie, ante la curiosidad del niño, y tomó una moneda con la mano.

—¿Ma… Magia?

—Sí, magia. Sabe lo que es, ¿verdad?

Oscar asintió.

—¿Lo que hace la gente en el circo callejero?

Como nunca había salido del palacio imperial, solo sabía de la magia a través de los libros.

—Sí, sé hacer un poco de magia.

—¿Tú? —preguntó incrédulo—. No mientas. Eres una mucama. ¿Cómo podrías hacer magia?

Era una duda muy razonable. No habría doncella en toda Europa, a excepción de ella, que supiera hacer magia.

—Entonces… —Se agachó y manipuló, con gráciles movimientos, la moneda en su mano—, ¿le gustaría comprobarlo?

—¡S-Sí! —Oscar tenía los ojos muy abiertos, la observaba como si estuviera en un sueño—. Pero si mientes, te castigaré con severidad.

—Está bien. Primero haré magia con una moneda. —Le mostró la moneda que sostenía entre el pulgar y el índice de la mano derecha—. Ah, Su Alteza, es aburrido solo ver, así que ¿por qué no hacemos esto?

—¿Qué?

—¿Por qué no apostamos?

—¿Qué apostamos?

—Quiero que Su Alteza intente averiguar cómo funciona el truco de magia. Si lo descubre, gana usted. Si no, gano yo. El perdedor le concede un deseo al ganador.

—¡Está bien! —contestó con efusividad—. ¡Hagámoslo! Por supuesto, yo ganaré. Haré que escribas tu nombre en grande con tu trasero, ¡así que prepárate!

—De acuerdo. Entonces, comencemos. —Cubrió la mano derecha, con la izquierda. Y despacio, muy despacio, su mano izquierda bailó frente a la mirada fascinada de Oscar—. Observe con atención.

Él tragó saliva y miró con detenimiento.

Marie esbozó una pequeña sonrisa, como la maga de su sueño, deslizó la mano izquierda hacia abajo con un rápido movimiento. Descubriendo la mano derecha.

—N-No puede… —dijo el príncipe con asombro al ver que la moneda había desaparecido—. ¿Dónde…?

—El truco de magia es hacer desaparecer la moneda.

—¡Dime! ¿A dónde fue la moneda? —preguntó, aferrándose a ella.

Es un truco de magia muy fácil, así que una vez sabes cómo funciona, pierdes el interés.

Después de centrar toda la atención de la audiencia en los movimientos de la mano izquierda, la moneda en la mano derecha también se dejaba caer rápidamente. Así, la moneda parecía haber desaparecido en el aire.

Si tuviera otros instrumentos, podría hacer trucos un poco más sofisticados. Lo único que puedo hacer ahora es magia sencilla.

Pero eso no era importante. Bastaba con ese acto para animar al triste niño.

—El siguiente truco es disolver la moneda con agua.

—¿Disolver la moneda con agua? ¿Cómo? ¿También eres alquimista? —preguntó sorprendido.

Los alquimistas eran las únicas personas en ese mundo que podían disolver una moneda con agua. Por supuesto, no era alquimia lo que estaba a punto de mostrarle.

—Ahora, observe con atención. Hay una moneda en el vaso, ¿cierto?

—¡Sí! Date prisa y continúa.

Marie cubrió el vaso de cristal con un paño negro. Y movió las manos alrededor del recipiente como si se tratara de una magia misteriosa.

—Abracadabra~

Aunque eran conjuros y gestos sin sentido, los ojos del principito se ensancharon cada vez más.

Marie quitó el paño y comenzó a verter despacio agua de una tetera.

—Ahora voy a disolver la moneda con agua.

Cuando el vaso se llenó de agua, Oscar volvió a quedar atónito. ¡La moneda se disolvió en el agua y desapareció!

—¡T-Tú! ¿De verdad hiciste alquimia?

—No es alquimia, es magia.

Se trataba de una ilusión óptica causada por la refracción de la luz al aumentar el agua.

—Ahora, el próximo truco de magia es…

Después de eso, le enseñó otros trucos de magia: con un pañuelo, con cartas con las que jugaban las sirvientas y, por último, la desaparición de la llama sin dejar rastro.

—¡Wooow! —Su asombro aumentó con el último truco e insistió en que le contara el secreto para hacer desaparecer la llama—. ¿C-Cómo? ¡Dímelo! ¡Dime cómo lo hiciste! Yo también quiero hacerlo.

Por suerte, parece que se olvidó de su tristeza. Marie suspiró aliviada por el éxito de su espectáculo de magia sorpresa.

—Su Alteza, entonces, gané la apuesta, ¿verdad?

—¿La apuesta? —Se estremeció.

—Sí, el ganador puede pedir un deseo.

—B-Bueno…

Oscar desvió la mirada, agitado. Estaba contemplando cómo escapar de esa difícil situación.

Marie rio para sus adentros ante su adorable apariencia. Por supuesto, no le pediría nada difícil. Solo trataba de hablar con él para animarlo, ya que en ese momento le recordó a sí misma en el antiguo castillo de Cloyan.

Esto es lo único que puedo hacer para ayudarlo, —pensó con amargura—. Aun así, espero poder ser de alguna ayuda.

—Mi deseo es…

—¡Aún no he perdido! —la interrumpió.

—¿Qué?

—¡Es injusto! Conoces bien la magia, pero esta es la primera vez que la veo. ¡Es una apuesta injusta!

—Sí, pero… no le pediré nada difícil… —replicó Marie desconcertada.

—Voy a estudiar a fondo la magia que me mostraste hoy. Luego volveré y haremos una apuesta de nuevo —gritó el príncipe y salió corriendo del palacio como si huyera.

Marie observó su silueta que se alejaba con prisas.

—Parece más animado, así que supongo que lo hice bien. —Posó sus ojos en la cruz de la iglesia y rezó—: Señor, por favor, bendice a ese príncipe.


[1]

Den
Oscar es el medio hermano de Rael pero por parte de padre.

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