Joven esposa del Capitán (de 62 años) – Capítulo 72: Como una buena mujer

Traducido por Dalia

Editado por Sharon


Caminé con el señor Wilhelm de vuelta a casa.

Después de que me contara la impactante realidad, me quedé sin palabras.

¿Por qué no me había dicho algo tan importante hasta ahora?

Y ya que comprendía los sentimientos que cargaba, el señor Wilhelm seguía sin decir nada.

Nos limitamos a caminar manteniendo el silencio entre nosotros, con Natalia siguiéndonos, aunque manteniendo su distancia.

¿Era correcto que le dijera algo al señor Wilhelm?

¿Era correcto aferrarme a él mientras lloraba y suplicaba: “Por favor, no te vayas”?

Hasta ahora, me encargué de llevar el almuerzo que comíamos juntos casi todos los días. Sin embargo, una vez que haya partido al campo de batalla, no podría regresar.

Nuestros días separados se alargarían hasta que el señor Wilhelm regrese.

—Bueno, Carol, me divertí hoy. Debo agradecerte.

Cuando mis pensamientos me llevaron de vuelta a la realidad, nos encontrábamos frente a la mansión.

Aunque el señor Wilhelm sonreía, yo apenas podía apartar mi mirada del suelo.

Pasado mañana, él se irá. Eso era algo que ya estaba decidido. Por mucho que llorara, no se quedaría. Y yo lo sabía muy bien.

Era porque sabía que no podía decir nada.

Yo también me divertí.

Acompañada del señor Wilhelm, comiendo al aire libre. Paseando juntos por el jardín de flores del Parque Sur. Este fue un día más feliz que cualquier otro. Fue el día más feliz de toda mi vida.

Simplemente estar acompañada del señor Wilhelm era suficiente felicidad para mí.

Recordando que se alejaría pronto, las lágrimas brotaron de mis ojos sin parar.

—¡Señor… Wil…helm…!

—No llores, Carol. Simplemente partiré a la guerra.

—¡Pero…!

Aquellos días que estuvimos separados me rompieron el corazón. El incierto número de días en los que seguiría esperando era desgarrador.

Y, sobre todo, no había garantías de que volvería con vida.

Di un paso adelante y abracé descaradamente al Señor Wilhelm.

Si lo soltaba ahora, sentía que nunca volvería a verlo. Mis ojos estaban vidriosos en sincronía con mi llanto.

—Me alegra que reserves tanto cariño para este viejo.

—¡No te vayas, por favor no te vayas…! ¡Señor Wilhelm…!

—Eso es algo que no puedo hacer. Soy el Capitán de los Caballeros, y debo luchar por el país cuando llegue el momento. Para eso me entreno a mí mismo y a mis hombres día tras día. Sé que no es algo que puedas entender.

Sabía que mi llanto resonaba ligeramente, mientras mis lágrimas seguían derramándose.

Lo comprendía.

Y fue porque comprendía que era aún más desgarrador. El señor Wilhelm era el Caballero más fuerte del reino Flarekista. Incluso era famoso fuera del país. También comprendía la importancia diplomática detrás de la decisión de marcharse: para preservar nuestros lazos con el Imperio.

Pero… Pero… Incluso aunque podía entenderlo, no podía aceptarlo.

—Carol, no te preocupes.

—¡Pero…!

—De hecho, no es imposible. Puede que incluso encuentre la muerte en combate. Sin embargo, si llega ese momento, estoy preparado para morir. Ese el deseo final de un soldado.

Me disgustaba.

No podía imaginar un futuro sin el señor Wilhelm.

También sabía que, por mucho que derramara lágrimas, nada cambiaría. Aun así, deseaba aferrarme a su bondad.

No era más que una joven débil.

A pesar de que mi madre me había dicho una y otra vez que me convirtiera en una buena esposa, seguía atrapada en este dilema. Entonces, ¿qué debía hacer?

—¿Entiendes?

—Si, lo entiendo.

Me limité a asentir con la cabeza.

No quería estar de acuerdo. No quería dejarle ir.

Desde el principio, ya lo sabía. El señor Wilhelm tendría que irse si una guerra iniciaba. Sin embargo, la simple idea de que estuviera dirigiéndose al campo de batalla parecía destrozarme el corazón.

Solo pensar en la posibilidad de que el señor Wilhelm muriera era suficiente para que sintiera como mi corazón se destrozaba.

Por lo tanto, desde hace mucho guardaba resentimiento hacia la guerra.

Incluso ahora siento que la odio. Podía sentir como mi amargura se dirigía hacia Imperio por tratar de robarme al señor Wilhelm.

—Señor…Wilhelm…

—¿Qué ocurre?

—Le preguntaré a mi padre. El Imperio y la casa ducal de Ambrose… están en buenos términos. El despliegue de refuerzos… podemos declinar…

—No debes hacer eso.

Mi cuerpo se estremeció ante la tajante negativa del señor Wilhelm.

Lo sabía; esto era solo mi egoísmo.

No podía hacerme ilusiones con poder influir en nada relacionado con la defensa nacional solo con mi petición egoísta.

Sin embargo… Sin embargo, si hubiera siquiera una pequeña posibilidad…

—Carol, me alegro de que te sientas así… Pero es un mal movimiento.

—¡Pero…!

—Si rechazamos la petición de refuerzos del Imperio, nuestra relación con ellos se deteriorará. El Imperio podría incluso iniciar una guerra en nuestra contra usando eso como excusa. Si eso ocurre, este país podría convertirse en un campo de batalla. No quiero que eso suceda. Por eso, me dirigiré a la batalla.

No sabía mucho de relaciones diplomáticas, pero entendí lo que estaba diciendo…

Entonces, ¿qué más podía hacer?

—Señor Wilhelm.

—¿Sí?

—Por favor… Solo una oportunidad… Por favor, dame algo de tiempo.

—Está bien.

Mis lágrimas no parecían querer parar, a pesar de que estaba intentando detenerlas con todas mis fuerzas. Desesperadamente.

No podía despedir al señor Wilhelm como una mujer débil.

Como una mujer fuerte, como buena mujer, sería mi deber como esposa despedirlo. Me aferré con fuerza al señor Wilhelm un poco más.

Siento mucho haber ensuciado su ropa con mis lágrimas.

Después de dar una respiración profunda, me sentí un poco mejor.

Mis lágrimas habían cesado.

—Señor Wilhelm.

—¿Sí?

Miré fijamente su rostro.

Mis ojos definitivamente estaban rojos, pero procuré mantener la mirada.

No sabía si podía sonreír. Pero me esforcé.

Mi rostro en este momento es lo que el señor Wilhelm recordaría en el campo de batalla, así que debía sonreír.

—Ruego por tu buena suerte en la batalla.

—Gracias.

—Estaré deseando que vuelva. ¡Esperaré y esperaré eternamente…!

—Sí… ten por seguro que volveré —me aseguró.

Y el señor Wilhelm nunca ha roto una promesa conmigo. Así que esto era una promesa.

Creo que definitivamente volverá.

Con esta promesa yo esperaría.

—Carol.

—¿Sí…?

—Hay una cosa que nunca dije.

—Y… ¿qué es…?

Seguramente lloraría una vez que esté de vuelta en mi habitación.

Pero delante del señor Wilhelm, no volvería a mostrar debilidad.

Pero… Pero, pero, pero…

—Te quiero. Una vez que regrese de la guerra…vamos a casarnos.

Por un motivo totalmente distinto… No debido a la soledad, tristeza, desesperación o tan siquiera pena. Las lágrimas que seguían derramándose eran solo de felicidad.

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