Traducido por Zico
Editado por Michi y Lugiia
Tras la reunión con mi padre y el duque Grantz, me encontré caminando por los pasillos del palacio real con Euphie a mi lado. Al final, todos habían decidido que lo mejor sería que se quedara conmigo durante un tiempo.
Había una habitación libre en la villa que me servía de residencia, así que Euphie se quedaría allí conmigo.
En cuanto a la villa que yo llamaba mi hogar, se conocía oficialmente como palacio independiente, pero mi padre la había construido en un principio para aislarme. Dicho esto, fue diseñado para ser un palacio, y había habitaciones de sobra para que vivieran otras personas. Con toda probabilidad, se utilizaría como palacio secundario normal cuando yo ya no estuviera.
No obstante, eso también significaba que no era difícil preparar una habitación para un invitado, y se decidió que las necesidades y pertenencias de Euphie se llevarían después de que tuviéramos la oportunidad de visitar oficialmente al duque Magenta.
Aunque caminábamos una al lado de la otra, Euphie no dijo nada mientras avanzábamos por el pasillo. Iba un paso por detrás de mí, lo que me incomodó un poco.
—Oye, Euphie. Te quedarás conmigo en mi villa a partir de hoy, pero ¿hay algo que quieras saber?
—No, la verdad es que no. Si hay alguna regla, estaré encantada de seguirla…
—No hay reglas, en realidad. Aquí solo vivimos mi doncella personal y yo. Somos libres de hacer lo que queramos, más o menos.
—Ah…
Hmm. Esa fue una respuesta un tanto indiferente. ¿Estaba nerviosa? ¿O tal vez siempre había sido una mujer de pocas palabras?
Dado que había sido la prometida de mi hermano, por supuesto que la había visto de lejos, y habíamos intercambiado breves saludos en algunas ocasiones, pero era la primera vez que le hablaba propiamente. Además, con lo poco receptiva que se mostraba, no sabía muy bien qué decir a continuación.
Sabía que no debía mostrarme tan alegre después del traumático final de su compromiso…, pero tampoco podía permitirme dejarla. Lo que significaba que tendríamos que hacerlo por las malas.
—¡Muy bien! ¡Vamos al palacio independiente! En momentos como este, ¡necesitas un cambio de ritmo!
—¿Eh?
Aunque parecía sorprendida, la abracé rápidamente, la estreché entre mis brazos y salí corriendo a toda velocidad.
—¡¿E-Eh?! ¡¿Señorita Anis?! ¿Por qué me lleva en brazos? Por favor, bájeme.
—¡Está bien! ¡Vamos! Sabes lo que dicen, ¿verdad? ¡Las buenas acciones deben hacerse rápido!
—¡Puedo caminar sola! Y además, ¡¿qué pasa si la gente…?!
—¡No te preocupes por eso!
Ignoré sus protestas, corriendo por los pasillos del palacio real.
Ella intentó resistirse al principio, pero rápidamente se agarró a mi ropa mientras yo corría.
—¿Cómo puede correr por los pasillos llevando a alguien en brazos? Esto sí que es inaudito.
—¡Ja, ja, ja! Deberías habérmelo dicho antes.
Pasamos a toda velocidad junto a caballeros y sirvientas al servicio del palacio real, pero se limitaron a sonreírme y a fingir que no nos habían visto. En muchas ocasiones era así.
Euphie se sonrojó un poco y se acurrucó en mis brazos para cubrirse el rostro. Eso la hacía más fácil de llevar, así que no dije nada.
Aceleré el paso como si quisiera librarme de las miradas que se posaban en mí. Por fin, llegamos a mi villa, en las afueras del palacio, y dejé a Euphie en la entrada.
En cuanto estuvo libre, se apresuró a distanciarse de mí.
—Esta es mi casa, Euphie.
—Soy consciente de ello… —Ella asintió, dejando escapar un suspiro.
Observé su reacción mientras me acercaba a la puerta, que se abrió antes de que pudiera tocar el picaporte. La persona que estaba al otro lado era una mujer con uniforme de doncella. Llevaba el cabello castaño rojizo recogido en un moño y sus ojos azules ocultaban toda emoción.
—¡He vuelto! ¿Ilia?
—Bienvenida a casa, princesa —dijo Ilia en voz baja después de hacerme una pequeña reverencia.
Ilia había sido mi doncella exclusiva durante muchos años, y la falta de calidez era lo habitual para ella.
—Su Alteza, ¿puedo hacerle una pregunta? —preguntó.
—¿Qué pasa, Ilia?
—¿Por qué la prometida del príncipe Algard, la señorita Euphyllia, está con usted?
—¡Porque se quedará con nosotros en el futuro inmediato!
—Ya veo. Debo admitir que no le entiendo muy bien, pero ¿le preparo una habitación? —murmuró Ilia, relajando los hombros.
Euphie observaba nuestra conversación como si fuera un espectáculo extraño. Quería decirle que Ilia siempre había sido así.
—Hmm, es tarde, ¿qué tal si te quedas en mi habitación esta noche? ¿Euphie?
—¿Eh…? ¡¿Señorita Anis?!
—¡No, no! ¡No quiero decir de una manera impropia!
—¡Pero sigue siendo impropio…!
—¡Ilia! ¿Podrías hacernos un poco de té? —grité.
—Muy bien —respondió Ilia, mostrándonos la habitación contigua.
Euphie parecía querer decir algo, pero me siguió y entró. Nos dirigimos directamente a la sala de estar, reservada para recibir a los invitados, y nos sentamos a esperar la tetera.
—Por favor, tome asiento, señorita Euphyllia —le indicó Ilia.
—Gracias…
Euphie se sentó en uno de los sofás, un magnífico mueble característico del palacio real. Tomé asiento frente a ella mientras Ilia empezaba a preparar el té.
Euphie observó con interés los preparativos. Mi invitada probablemente no estaba familiarizada con estas teteras térmicas que utilizamos aquí.
Mi tetera térmica era un dispositivo mágico diseñado para colocarse sobre una base especialmente elaborada y servía para mantener el agua a una temperatura adecuada para el té, de modo que pudiera prepararse al instante.
—¿Esto es agua caliente…? Pero no hay fuego. ¿Cómo funciona ese soporte?
—Es un dispositivo mágico que emplea una piedra de fuego para mantener el agua caliente. Está programado para mantener una temperatura constante, así que hay agua caliente lista siempre que te apetezca una taza de té o lo que sea.
De este modo, no era necesario hervir agua a todo momento. Con este sistema, el palacio independiente se diseñó para que se pudiera acceder al agua caliente a través de grifos y llaves, como en mi vida pasada.
—Aunque es un poco complicado ajustar la temperatura —expliqué—, pero una vez que lo tienes calibrado, puedes usarlo una y otra vez siempre que tengas una piedra de fuego. No solo sirve para hacer té. Las utilizamos para calentar baños, por ejemplo.
—Y gracias a esto, no tengo que sumergir las manos en agua fría cuando lavo los platos —añadió Ilia.
—Ya veo… —Euphie asintió con admiración.
Mi orgullo aumentó. Mi tetera térmica era otro resultado exitoso de mi investigación en magicología, mientras intentaba recrear mis recuerdos de las comodidades de mi vida pasada.
A mi padre también le gustaba usar algunas de las herramientas mágicas que había inventado durante mis investigaciones. La tetera térmica era una de sus favoritas, y la utilizaba para hervir agua y prepararse té cada vez que trabajaba hasta tarde o no quería molestar a una de las doncellas.
—Aquí tiene, señorita Euphyllia.
—Gracias.
Euphie dio un sorbo a la taza de té que Ilia le había preparado apresuradamente y dejó escapar un suspiro de alivio. Cuando mi taza estuvo lista, yo también bebí un trago, sabiendo que era una delicia.
—Esta tetera térmica parece muy práctica —comentó—. Me imagino que también tiene otros usos.
—Efectivamente —respondí—. Las usamos en todo el palacio.
—Es muy conveniente —añadió Ilia—. Un poco demasiado, o eso creo a veces.
—¿Ah, sí? ¿Cómo es eso? —Euphie ladeó la cabeza, perpleja.
—Estoy segura de que no tengo que explicarle que herramientas como esta no están disponibles fuera de palacio. Si se acostumbra demasiado a las comodidades que tenemos aquí, puede que les extrañe cuando se vaya a otro lugar.
—Eres mi doncella personal, Ilia, así que no tienes que preocuparte por nada de eso.
—Sí, no tengo esperanzas de ser reasignada a otro trabajo. Estoy atrapada aquí.
Ilia fingió llorar, pero su expresión permaneció misteriosamente vacía. Si iba a actuar, al menos podía hacerlo de forma un poco más convincente…
—Me alegro de que hayas cuidado de mí todos estos años, ¿sabes, Ilia?
—Eso es mucho decir, teniendo en cuenta que fue usted quien se aseguró de que nunca pudiera escapar.
—¡Ja, ja, ja! Qué cosa tan terrible, ¿verdad?
—Sí, desde luego. Todavía me asombra que una persona tan diabólica camine entre el resto de nosotros, los humanos.
—Soy humana, Ilia. ¿Necesitas que te examinen la vista?
Este tipo de idas y venidas siempre ocurrían con Ilia. Y ella era la que más se beneficiaba de mis dispositivos mágicos.
Gracias a nuestros largos años juntas, podíamos entablar estas bromas amistosas. Siempre había sido una de mis mujeres favoritas, y me sentía cómoda hablando con ella desde que yo era una niña y ella una doncella que trabajaba en el palacio real. Tal vez por eso mi padre le había pedido que fuera mi dama de compañía.
Habíamos pasado por muchas cosas desde entonces, y ahora podíamos intercambiar todo tipo de conversaciones ligeras, salpicadas de alguna que otra irreverencia. Su actitud era exactamente lo que yo quería. No me gustaban las formalidades y sabía que en el fondo era una buena persona. Dicho esto, era natural que los demás nos consideraran extrañas.
Como Euphie, quien nos miraba asombrada. No era de extrañar. Aunque Ilia fuera mi doncella personal, debía parecerle algo fuera de lo común hablar tan francamente con alguien de un estatus social tan diferente.
—Entonces, princesa. ¿Qué está haciendo aquí la prometida del príncipe Algard?
—Bueno, Allie básicamente rompió su compromiso en público, así que la secuestré para su propia protección.
—Todavía no le entiendo… ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Por qué el príncipe Algard rompería su compromiso en público? Si eso pretende ser una broma, no le veo la gracia. — El rostro de Ilia se tornó inquisitivo al formularme más preguntas.
Sin embargo, su reacción no era para nada irracional. Euphie era la hija del duque Magenta, la futura reina del reino, por lo que las expectativas que la gente tenía puestas en ella eran inmensas. Y a pesar de todo, su prometido había cancelado todo. Debió haberle dado a mi padre un gran dolor de cabeza.
—Me temo que es la verdad. La realidad a menudo se despliega más allá de nuestra imaginación, ¿no crees?
—Ya veo. Claro que su imaginación es especialmente salvaje, así que me pregunto si alguien se convencería de ello.
—¡Qué grosera!
Por irrespetuoso que fuera ese comentario, así era como Ilia y yo interactuábamos a menudo. Nuestras conversaciones eran prácticamente bromas. Mientras tanto, Euphie parecía encogerse cuanto más amistosos éramos Ilia y yo entre nosotros.
Al darse cuenta de que parecía incómoda, Ilia se aclaró la garganta.
—¿Y? ¿Por qué trajo a la señorita Euphyllia aquí, exactamente?
—¡He elaborado un plan para contratarla como mi ayudante! Así podremos compensar cualquier daño a su reputación por la ruptura del compromiso.
—¿Habla en serio…? —Ilia me miró con ojos tan inexpresivos como los de un pez muerto.
En ese instante, asentí con la cabeza.
Después, Ilia dirigió su mirada a la chica desolada que estaba sentada con nosotras. Era como si estuviera mirando a una vaca a punto de ser enviada a una tierra desolada.
Euphie parecía bastante desconcertada por aquella mirada.
Ilia soltó un suspiro y se volvió hacia mí con visible simpatía y desdén.
—Al final, usted ha perdido la cabeza. Lo siento mucho, Su Alteza. Siempre supe que tenía una afición por hacer caer la desgracia sobre aquellos que le rodean sin saberlo, pero nunca sospeché que intentaría llevar a otros a la ruina a propósito.
—¿Eh…? Pero si es al revés.
—Ah, así que tiene buenas intenciones. Pero el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, ¿sabe? Señorita Euphyllia, permítame expresarle mis más profundas condolencias… —Con eso, Ilia inclinó la cabeza, verdaderamente compungida.
Euphie solo pudo mirar a un lado y a otro entre Ilia y yo, consternada.
—¿Ilia? —dije, con los labios crispados—. Realmente eres terrible, ¿lo sabías?
—Ah… ¿Está segura, Su Alteza? Sé a ciencia cierta que nunca podré escapar de este lugar, así que sé más que nadie lo que esto significará para la señorita Euphyllia. Hablo solo por experiencia.
Su actitud, su tono de voz, la forma en que se le encogían los hombros… Era como si yo fuera una niña que no escuchaba.
Ilia carraspeó antes de continuar.
—¿Por fin se ha vuelto loca, Su Alteza? No, ha sido así desde el principio. Lo siento mucho por usted.
—¡Son tus propios comentarios los que deberían darte pena! —protesté—. ¡¿Por qué piensas tan poco de mí?!
A pesar de mis quejas, Ilia se apartó con desinterés. La verdad es que tenía un descaro tremendo. Pero, de nuevo, por eso me caía tan bien.
Al momento siguiente, Ilia dirigió su mirada diabólica hacia Euphie.
—Señorita Euphyllia, por favor, no se precipite.
—¿Perdón?
—No deje que esta diabla le seduzca con sus dulces palabras. ¿Entiende lo que le digo? Una vez que tome su mano, todo habrá terminado. Arrastrará su alma al abismo y no habrá vuelta atrás.
—¿Q-Qué…?
—Ilia, tu percepción de mí parece un poco baja. ¿Podemos hablar de esto más tarde? —La miré fríamente, pero Ilia solo expresó una sincera decepción. No podía descifrarla.
—¿Es realmente tan peligrosa…? —preguntó Euphie, dirigiendo una mirada furtiva y dubitativa hacia mí.
No, ¡mi reputación estaba en caída libre!
Ilia soltó un profundo suspiro y se pellizcó el puente de la nariz.
—Al final, sí. Pero hay bastantes complicaciones.
—Entonces, ¿no me recomienda que me quede?
—Bueno. Si es lo que realmente desea, señorita Euphyllia, y siempre que comprenda los riesgos, no tengo nada más que decir. Por otro lado, ¿puedo suponer que no se lo ha explicado todo? —dijo Ilia, haciendo un gesto hacia mí.
Desvié la mirada. No quería dejarme nada, ¿sabes?
—No, es solo que, bueno… Estaba pensando en cómo decirlo todo correctamente. Quiero decir, puedo mostrarle todo en persona aquí en el palacio. Es la forma más fácil de explicárselo, ¿no?
—Oh, me da dolor de cabeza con sus precipitadas e irreflexivas acciones.
—Pero… ¡sí lo he pensado!
—Sí, sí, claro que lo hizo. En cualquier caso, ¿señorita Euphyllia? ¿Entiende cómo la princesa puede adormecer los sentidos? Es como una poderosa droga.
—Sí… No puedo negarlo.
Así que era adictiva, ¿no? Bueno, no iba a negarlo. Después de todo, yo misma me daba cuenta de eso, así que podía entender las aprensiones de Ilia.
—Señorita Euphyllia. Ante todo, puedo asegurarle que la oferta de la princesa es de buena fe. Puede que sus intenciones no sean puramente altruistas, pero actúa por consideración hacia usted.
—Sí, me doy cuenta de que…
—Pero eso no viene al caso. La cuestión es si entiende lo potente que es como droga.
—¿Qué quieres decir exactamente…? —Euphie frunció el ceño.
No parecía comprender del todo lo que Ilia quería decir, pero su reacción servía como prueba de que los temores de Ilia estaban bien fundados.
—El estudio de la magia por parte de la princesa y sus inventos son cosas maravillosas. Incluso considerando solo su tetera térmica, estoy segura de que se me ocurren muchos usos potenciales, ¿no?
—Sí, parece un invento magnífico.
—Ciertamente. Si se generalizara su uso, podría mejorar mucho la vida de la gente; pero ahí está el problema.
—¿Hmm? —Euphie lucía perdida ahora.
Bueno, Ilia tenía razón. Por maravillosas que fueran mis herramientas mágicas en sí mismas, no se podía negar lo adictivas que podían llegar a ser.
Al ver la reacción de Euphie, Ilia exhaló un suave suspiro y cerró los ojos.
—Una vez que las haya usado, nunca podrá olvidar ese consuelo. No podrá volver a ser como antes. En otras palabras, es una calle de sentido único.
—Eso es ir demasiado lejos, ¿no crees? —protesté.
—Es como preguntar si puede quitarle el fuego a una civilización después de haberle enseñado a usarlo —respondió Ilia, ignorándome por completo.
Euphie se quedó pensativa, con la mano en la barbilla. Al final, cuando parecía haberse decidido, volvió a levantar la vista.
—Ah, ya veo… De ahí lo de «calle de sentido único». Experimentar estas herramientas es una especie de punto de no retorno a la vida tal y como la conocías antes.
—Sí, precisamente. Las herramientas mágicas son demasiado convenientes. El mundo que imagina la princesa es difícil de comprender para nosotros, y una vez que llega allí, es aún más difícil salir. Para entonces, sabrá usted misma lo maravilloso que es.
Comprendí lo que Ilia quería decir. Mis inventos, los productos de mi investigación mágica, se basaban en ideas y conceptos que no existían en este mundo. Pero la civilización se había desarrollado de forma diferente aquí debido a la existencia de esa magia. También era la razón de que la autoridad de las casas nobles y reales nunca decayera.
Pero al mismo tiempo, la existencia de la magia significaba que otras tecnologías no se habían desarrollado tanto como en mi vida pasada. Por eso, mis inventos llamaban tanto la atención y muchos los consideraban heréticos. Igual que habían insistido en que nadie podía usar la magia para volar.
Había cosas que eran de sentido común en el contexto de esta civilización. Aquí, el conocimiento que yo poseía era ajeno. Yo traía conceptos e ideas que nadie aquí había visto antes. Por eso, había argumentado que mi magicología tenía el potencial de eclipsar cualquier rumor negativo sobre la ruptura del compromiso de Euphie.
—Así que no recomiendo seguir este camino a la ligera —concluyó Ilia.
Mientras tanto, Euphie aún parecía insegura.
El ambiente se estaba enrareciendo, así que di una palmada.
—Bueno, podemos pensar en todo eso más tarde. Estás cansada, ¿verdad, Euphie? Vamos a descansar.
Me puse de pie y levanté en mis brazos a Euphie una vez más.
Mi invitada debía de estar sumida en sus pensamientos, ya que su reacción se retrasó una fracción de segundo. Comenzó a resistirse solo después de caer en mis brazos.
—¡Señorita Anis! ¿Otra vez…?
—¡Buenas noches, Ilia! ¡Hasta mañana!
—Sí, buenas noches, princesa. Usted también, señorita Euphyllia.
Corrí por los pasillos del palacio individual mientras Euphie aún se agitaba indignada en mis brazos, al menos al principio. Al darse cuenta de que sus esfuerzos eran inútiles, pronto se calló. La acomodé y le dirigí una sonrisa.
—No te preocupes, de verdad. No te haré nada. —El que no respondiera me decía directamente que no pensaba muy bien de mis palabras—. Realmente no confías en mí, ¿verdad…?
Si le hubiera preguntado a Ilia, probablemente habríamos tenido una habitación extra preparada de inmediato. Ella era tan frustrantemente capaz. No obstante, yo no quería dejar a Euphie sola en este momento; ella había captado mi interés.
Mientras pensaba, llegué a mi habitación. Dejé a Euphie en el suelo y abrí la puerta. Mi habitación era lujosa, como cabía esperar de la realeza, con una cama más que grande para que dos personas durmieran cómodamente.
La mesa estaba repleta de libros y otros papeles, mientras que también destacaba un conjunto de enormes armarios llenos de ropa y diversas herramientas mágicas, como las teteras térmicas.
Todos aquellos aparatos mágicos eran recreaciones de objetos cotidianos que recordaba de mi vida pasada. Por ejemplo, había uno llamado «secador de cabello». Por lo general, dejaba que Ilia se ocupara de mantener mi aspecto, pero cuando ella no estaba disponible, tenía que ocuparme yo misma.
Euphie miraba aquellos utensilios mágicos con curiosidad.
—Ahora, Euphie. Vamos a cambiarnos. Te ayudaré a desvestirte.
—¡No, eh, no puedo dejar que haga eso, señorita Anis…!
—Vamos, está bien.
Sabía lo difícil que era quitarse un vestido sola; por eso, no me gustaba llevarlos yo misma, aunque un miembro de la familia real solo tenía que sonreír y soportarlo a veces.
En otras ocasiones, solía llevar ropas hechas a medida que combinaban rasgos de los uniformes de caballeros y doncellas. El resultado final era casi como los uniformes militares que recordaba de mi vida pasada.
En cualquier caso, por eso tuve que ayudar a Euphie a cambiarse. Ella se resistió al principio, pero de mala gana me dejó ponerme manos a la obra.
Tuve que tener cuidado para no arrugarle el vestido. La tela parecía cara y era maravillosa al tacto, como correspondía a un miembro de la casa Magenta.
—Ah, toma. Este es uno de mis camisones, pero puedes usarlo. Aunque puede que te quede un poco pequeño.
Euphie era un poco más alta que yo. Tenía una figura impresionantemente hermosa, con unos pechos modestos que en realidad estaban perfectamente proporcionados a su esbelta figura. ¿Acaso era la personificación de la proporción áurea?
¿Y yo? Ilia a menudo se burlaba de mí por ser tan pequeña. Aunque no es que me importara…
—Está bien. Yo también me cambiaré; ¿por qué no te metes en la cama?
—De acuerdo…
Ahora que estaba vestida para dormir, Euphie se puso cómoda. Tal vez estaba cansada de resistirse a mis sugerencias.
Yo también me puse rápidamente un camisón, de un color diferente al que le había prestado a Euphie, y apagué las luces.
La habitación quedó sumida en la oscuridad de golpe, y vertí algo de energía mágica en un dispositivo que había instalado cerca de la cama. Poco después, una tenue luz iluminó la habitación.
Una vez que la luz funcionó, me volví hacia Euphie, quien estaba tumbada en la cama y me miraba con recelo.
Le sonreí, me metí bajo las sábanas y le hice señas para que se acercara.
—Vamos, siéntete como en casa, Euphie.
—Disculpe…
Euphie estaba tumbada en el colchón a cierta distancia. La tenue luz era suficiente para iluminar nuestros rostros.
Estudié sus rasgos una vez más. Su rostro era realmente hermoso, de esos de los que nunca me cansaría. Solo entonces me di cuenta de que parecía incómoda bajo mi mirada.
—Perdona, perdona. Apuesto a que es difícil dormir conmigo mirándote así.
—¿Qué…?
—¿Hmm?—
—¿Qué… es usted? —preguntó Euphie en voz baja.
Era una pregunta abstracta, y no estaba del todo segura de cómo responder. Su expresión estaba teñida de ansiedad y consternación, así que forcé una sonrisa.
—Soy solo yo. Una princesa excéntrica y la alborotadora del reino. Un misterio loco, extravagante e irresoluble.
—Hay mucho que podría decir, pero no lo haré…
—¿Es realmente tan extraño? Quiero decir, he sido descaradamente amable contigo, ¿no crees?
Tal vez había dado en el blanco, ya que Euphie se quedó callada. Sin embargo, no bajó la mirada, como si intentara ver a través de mí. Me dieron ganas de soltar una risita instintiva.
—Supongo que hay muchas razones por las que hago esto. Me gustas como persona, pero también soy bastante astuta. Podría deducir todo tipo de explicaciones, pero ninguna me parece importante ahora mismo.
—¿No lo son…? —susurró Euphie con inseguridad.
Asentí con la cabeza, antes de desviar la mirada y mirar al techo.
—Creo que las personas nos movemos por las emociones, principalmente. Nos reímos, nos entristecemos, nos enfadamos. Por eso no puedo dejarte.
—¿Por qué no…?
—¡Porque no me pareces el tipo de persona que sabe hacer ninguna de esas cosas! —declaré, volviéndome hacia ella.
Me sobresalté al ver lo sorprendida que estaba. Solo entonces, al ver su reacción, me tranquilicé.
—Te he estado observando desde lejos, más de lo que crees.
—¿De verdad…?
—Sí. Siempre eres tan perfecta. Sonríes como un modelo a seguir para todo el mundo, y eres completamente inexpresiva cuando las emociones no son necesarias. Eres la joven noble perfecta. Tal vez por eso… cuando te encontré allí, no pude ignorar lo que estaba pasando.
—Estoy confundida… ¿Se refiere a cuando interrumpió en la fiesta?
—Quiero decir, no eras perfecta en entonces. Ni ahora. Has estado llorando y enfadándote. Puede que seas capaz de reprimir tus emociones, pero estoy segura de que es difícil para ti.
Euphie era perfecta. Como nuestra próxima reina, como la hija de un duque, era impecable. Sus refinados modales, su educación de calidad, su abundante talento. Ella era, por donde se la mire, todo lo que debía ser.
Pero ¿y si esa perfección estaba herida? ¿Y si perdía su significado? ¿Qué pensaría entonces de sí misma? ¿Qué le quedaría? Su talento, su espíritu, la profundidad del esfuerzo que ponía en todo seguirían ahí. Pero si perdiera de vista el objetivo por el que tanto había trabajado, ¿qué haría después?
—Lo que digo es que tienes que hacer todo lo posible por sentir esas emociones por ti misma. Haz lo que quieras. Porque cuando te veo, me parece que no eres capaz de hacerlo, así que no puedo simplemente ignorarte.
—¿Esa es tu razón…?
—Hay más, claro. Actué en parte por instinto, en parte por designio. Pero, sobre todo, quería ayudarte a descubrir lo que realmente quieres. Esa es la razón más importante.
Metí la mano bajo las sábanas y toqué la mano de Euphie. Al principio se apartó un poco, pero luego se relajó.
Entonces, la atraje hacia mí en un cálido abrazo, dejé que enterrara la cara en mi pecho y le di unas palmaditas en la espalda.
—Lo has hecho lo mejor que has podido, así que ahora toca descansar.
Con la cara pegada a mí, no pude leer su expresión. Pero noté que se agarraba débilmente a mi ropa.
No intentó apartarme. Cerré los ojos con los brazos alrededor de ella.
El temblor de su cuerpo fue desapareciendo y se quedó dormida. Solo cuando estuve segura de que estaba dormida, me permití dormirme yo también.