Traducido por Lucy
Editado por Sakuya
Lademio era una ciudad rural sin rasgos definitorios particulares.
Durante la guerra había tenido varios pueblos dotados de fortalezas, como Del Solant, el pueblo donde Tohru y Akari habían vivido como refugiados durante un breve periodo de tiempo. Esta ciudad era muy parecida a aquella; las dos ciudades eran incluso iguales en escala. Sin embargo, si uno se viera forzado a encontrar una diferencia entre las dos, sería que esta ciudad no tenía cuarteles.
En la mayoría de los casos, el conde elegía la ciudad más grande de sus dominios para establecerse. Al mismo tiempo, también podría decirse que el hecho de que Lademio no estuviera bajo el control directo de un conde la hacía más próspera que Del Solant a pesar de tener el mismo tamaño.
De hecho, la ciudad era bulliciosa.
Al parecer, había una mina cerca, por lo que la zona estaba repleta de combustible fósil.
Combustible fósil, es decir, fuentes mágicas mineralizadas que eran indispensables para el uso de la magia.
La magia había sido necesaria durante la guerra, por supuesto, pero incluso durante esta época de paz seguía siendo bastante importante. Tras el fin de la guerra, los magos fueron expulsados del ejército en virtud de una orden de desarme y tuvieron que ganarse la vida en las ciudades. Utilizando de forma proactiva la variedad de magia que tenían a su disposición, empezaron a crear granjas y fábricas.
Incluso dentro de las ciudades, era habitual ver a magos paseando con sus Gundo.
—¿El Valle Sin Retorno…?
El nombre había llegado a oídos de Tohru y Chaika casi de inmediato al entrar en la ciudad.
—Sí. Será mejor que tengan cuidado.
Tohru y Chaika habían visitado un almacén general para poder abastecerse de provisiones y cosas por el estilo. La cara redonda del tendero se nubló al hablar.
Tohru y Chaika intercambiaron miradas.
Por cierto, Akari no estaba presente. Seguía en la Svetlana mezclando medicinas con la mayor parte del azufre que habían conseguido. Cuando se trataba de cosas así, Akari era bastante meticulosa. Ahora que estaba en el proceso de mezcla, se encontraba en una fase en la que rara vez respondía aunque le hablaran.
En cuanto a Frederica, había desaparecido, como de costumbre. De seguro pasarían otros días antes de que volviera a aparecer. Tohru había decidido no darle importancia. En primer lugar, aún tenía dudas sobre si ella era o no de verdad una “compañera”, y aunque ella no se había dejado ver desde hacía casi dos días, no era como si fuera una criatura débil por la que tuvieran que preocuparse.
Pero, eso aparte…
—También se llama el “Valle de la Niebla”.
El tendero se volvió hacia un mapa pegado en una de las paredes de la tienda.
Se mostraban las zonas circundantes, Lademio incluido. Al este de la ciudad, podían ver una grieta que parecía haber sido excavada por una cuchilla. Comparada con la ciudad, parecía grande.
—Al principio ya era una zona bastante brumosa. Pero este último tiempo se ha oscurecido por completo. Ni siquiera se puede ver tu mano delante de la cara.
—¿Por completo? —preguntó Chaika, frunciendo las cejas.
Tenía que haber estado exagerando un poco; sólo un poco de espectacularidad.
—Sí. Desde hace unos años, casi todos los días, dicen: nada más que niebla.
El tendero lo dijo sin rodeos.
—Algunos dicen que es el rencor de los que murieron en ese valle dando forma.
—Entonces “Valle sin retorno”… ¿significa que hubo un montón de gente que murió ahí?
—De seguro… se supondría —ofreció el tendero palabras vagas—. Verás, aquellos que fueron tan descuidados como para aventurarse ahí nunca volvieron a casa. No quedaba rastros de ellos, ni cadáveres ni nada… o bueno, si alguien alguna vez encontró un cadáver nunca volvió para informar de ello.
—Suena precario.
Si su historia era cierta, esto iba a ser peligroso.
—¿Algún Feyra en la zona? —preguntó Tohru mientras tomaba una bolsa llena de provisiones del tendero.
Por cierto, era trabajo de Tohru llevar las cosas, y de Chaika pagarlas.
—No, nunca he oído hablar de ningún Feyra por aquí. No sabemos por qué ocurrió.
—Hmm…
Ahora que lo pienso, en la mansión donde vivía Dominica, o más bien Frederica, también había un bosque del que se decía que la gente “nunca regresaba”. La razón era porque nadie había vivido para contar la historia de Feyra viviendo en el bosque. Cabía la posibilidad de que éste fuera el mismo tipo de caso: había un Feyra en el valle, y cualquiera que se hubiera atrevido a entrometerse en su territorio había sido arrancado miembro a miembro.
Pero… Pero que la niebla nunca se haya disipado… eso me molesta.
No era tan extraño que la niebla se formará entre las montañas. Pero era extraño que la niebla nunca se disipara.
Si el clima hubiera sido así, sería otra historia. Pero el hecho de que acabara de aparecer significaba que tenía que haber alguna causa subyacente.
—¿Cuánto tiempo ha estado ahí la niebla?
—Veamos. ¿Apareció hace unos tres, no, cuatro años?
—¿Y antes de eso, la gente podía entrar en el valle y luego volver?
—Bueno, sí —dijo el tendero mientras rebuscaba en una cesta que había en un rincón de la tienda.
La cantidad que Chaika había pagado era bastante elevada, así que de seguro estaba intentando conseguir el cambio.
—Para empezar, no es de verdad el tipo de lugar que la gente querría visitar, pero de vez en cuando había quien iba ahí a recoger plantas o setas… en aquella época no había ningún problema real con ello.
Hace cuatro años. Después de la guerra, en otras palabras.
Tohru dio las gracias al tendero y salió de la tienda. A su lado, Chaika habló.
—¿Tohru?
Tenía cara de sorpresa.
—¿Preocupado? ¿Por algo?
—Más bien estoy preocupado por todo.
Tohru tenía una montaña de cosas sobre las que reflexionar. Más bien, Chaika estaba siendo demasiado despreocupada.
Aunque, era cierto que tomarse las cosas a la ligera y la simpleza eran su pan de cada día, y esa cualidad suya había sido una especie de respiro para Tohru desde el día en que se conocieron. Éste nunca había sido un viaje de placer. Si Chaika compartiera su cara enfurruñada y su preocupación 24 horas al día, 7 días a la semana, como hacía él, de seguro acabaría deprimiéndose. Así era como tenía que ser.
—Bueno, el problema más acuciante ahora mismo es ese valle y la niebla constante que lo rodea —dijo Tohru.
—Valle sin retorno…
—Sí. La información que nos dio el hombre procedía de un testigo que había visto a ese tal Simón Scania hace cuatro años. Después del fin de la guerra. Sin embargo, esa niebla constante también apareció hace unos cuatro años. Los eventos ocurrieron con medio año de diferencia, seguro… pero tiene que haber alguna conexión ahí.
—Comprendo.
Chaika respondió con expresión seria.
—Simón Scania. Paradero desconocido. ¿Dentro de la niebla?
—No podemos descartar esa posibilidad.
Con un nombre tan grandioso como “el Valle sin Retorno”, era imposible que solo hubieran desaparecido una o dos personas. Y Simón Scania podría estar dentro.
No sabía qué tipo de persona era Simón Scania, pero si por casualidad se había adentrado en el valle mientras aún estaba en posición de los restos que el grupo de Tohru intentaba recuperar, cabía la posibilidad de que los hubiera dejado atrás.
Dejando a un lado a los “asesinos de emperadores”, todos seguían siendo humanos. Aún podían morir por enfermedades o accidentes. Tohru no podía descartar la posibilidad de que Simón Scania hubiera perecido en el valle.
—Aunque…
Tohru de repente pensó en algo.
—Mirándolo todo de nuevo en este contexto, hay algo extraño…
—¿Eh?
—Nah, es solo que… primero Alberic, luego Dominica, y ahora este Simón Scania… puede que no hayan sido revelados de manera formal al público, pero estos tipos eran héroes, ¿verdad? Uno pensaría que dentro de ese grupo estos tipos habrían llevado vidas más displicentes y despreocupadas…
La problemática guerra se había prolongado durante años. Lo más probable es que hubieran recibido compensaciones comparables.
¿Así que estos tipos no tendrían solo vidas cómodas y tranquilas por delante?
—No, ¿quizás sea lo contrario? —murmuró Tohru, dándose cuenta de algo—. Fueron la unidad de fuerzas especiales que acabó con Arthur Gaz… Puede que tuvieran fama y fortuna, pero era imposible que llevaran una vida normal después de aquello. Además, considerando sus personalidades…
Tanto en la magia como en la política, Arthur Gaz había sido considerado un “monstruo sin igual”. Se le había llamado inmortal. Se decía que ningún individuo era tan fuerte como para derrocarlo.
Enfrentarse a un terror así, por no hablar de adelantarse a las fuerzas principales para someterlo durante el asalto a su castillo, sólo podía calificarse de acto suicida.
¿Es que estaban hambrientos de elogios? ¿Tenían deseos de morir? ¿O tal vez poseían algún rasgo que les daba propensión a las situaciones desesperadas? Fuera cual fuera la razón, era difícil imaginarse a alguien normal uniéndose a esa brigada. Era porque eran un grupo problemático, sus países se habían negado a anunciar sus nombres al público, así que no podía imaginárselos llevando una vida honesta en la posguerra.
—Por supuesto, ella nunca está aquí en los momentos en que de verdad podría ser útil…
Ella, en otras palabras, Frederica.
Aunque nunca había entrado en el castillo, había acompañado a Dominica, así que era posible que hubiera visto las caras o incluso los gestos de algunos de los otros miembros.
—En realidad… —Tohru siguió caminando mientras hablaba—. ¿Qué clase de persona era tu viejo?
—¿Mui? ¿Padre?
—Quiero decir, todo lo que he oído sobre él es “monstruo” esto, “monstruo” aquello.
Los rumores decían que había vivido trescientos, algunos incluso mil años.
Algunos decían que podía manejar el Gundo tres veces. Algunos decían que incluso sus habilidades con la espada rivalizaban con las de cualquier instructor empleado por el ejército, sin importar el país al que pertenecieran. Algunos decían que su fuerza física era tan extraordinaria que podía doblar una pila entera de monedas con un solo dedo.
Llegó un punto en que Tohru tuvo que preguntarse: “¿Existió de verdad un hombre así?”
—Padre…
Chaika levantó la cabeza hacia el cielo, como si estuviera evocando un recuerdo lejano.
—Padre, hombre, Emperador. Mago.
—No, eso ya lo sé… —De manera inconsciente, Tohru dejó caer sus hombros.
—Tohru…Padre, conocedor.
—¡Eso lo sabe todo el mundo!
—Nombre. “Arthur Gaz”.
—Claro que yo también lo sé; vamos, Chaika. ¿Nada más? Si eres su hija, deberías saber algo. Como su personalidad. Sus intereses, hábitos, cosas así.
No faltaban rumores y leyendas en torno al emperador Gaz. De hecho, había demasiados, tantos que resultaba difícil distinguir cuáles eran ciertos y cuáles pura ficción. Como resultado, la impresión que se tenía del hombre daba paso a vagos adornos, y es difícil hacerse una idea clara y detallada.
—¿Mumu… mu… mumu?
Chaika inclinó la cabeza a un lado y luego al otro, preocupada.
No parecía que el motivo de su preocupación fuera tener demasiados recuerdos entre los que elegir. Parecía más bien que tenía tan pocos recuerdos de él que se esforzaba por recordar siquiera uno.
—¿Mu?
—Espera un momento. Sabes que estamos hablando de tu padre, ¿verdad? ¿De tu propio padre?
—Padre. Su Majestad el Emperador —respondió Chaika—. Siempre ocupado. Muy ocupado. Rara vez me reunía con él.
Su padre había sido estadista, político, así que había tenido la responsabilidad de tomarse en serio su trabajo hasta el final. Por supuesto que había estado atado al trabajo, en especial como emperador de una nación tan enorme. Solo los documentos que esperaban su aprobación cada día debían de ser una montaña.
Ahora que ella lo mencionaba, no era de extrañar que tuviera pocas oportunidades de ver a nadie, ni siquiera a su verdadera hija.
—Muy ocupado —repitió Chaika como para enfatizar.
Para Tohru, su perfil parecía casi solitario.
—Recuerdos, pocos. Fugaces.
—Está bien, lo entiendo… Perdón por sacar a relucir cosas sensibles.
La verdad es que Tohru nunca había visto a sus verdaderos padres.
Había, por supuesto, hijos de saboteadores dentro de la aldea Acura, pero también era común criar niños repudiados comprados en granjas cercanas que los consideraban “bocas extra que alimentar”, así como huérfanos de guerra abandonados, para que fueran la siguiente generación de saboteadores.
Tohru había sido uno de esos huérfanos.
Sin embargo, cuando había tomado conciencia del mundo que le rodeaba ya era miembro de la aldea Acura, y había bastantes niños a su alrededor en su misma situación, por no mencionar que había tenido lo que se podría llamar “padres adoptivos”, así que la ausencia de sus verdaderos padres no le resultaba dolorosa.
No obstante… Incluso Tohru comprendía que para un niño normal, la presencia de un padre era algo enorme. Para bien o para mal, Tohru era un saboteador, y un saboteador era inútil sin un conocimiento de la psicología humana.
—Ok. Entiendo. Ok. De verdad.
Chaika sacudió la cabeza con fervor.
No había dolor en su expresión.
Al igual que Tohru sintió una sensación de alivio por eso.
—Chaika. ¿Eres de verdad la hija del Emperador Gaz?
La pregunta anterior de Frederica pasó por su mente.
No, no puede ser, pensó.
No había forma de que ningún farsante estuviera tan loco como para ir a recoger los restos del “Emperador Tabú”.
Aunque… solo de forma hipotética, ¿y si Chaika de verdad no era la verdadera hija del Emperador Gaz?
¿Y si Chaika era incluso más versada en psicología humana que Tohru, y solo le había estado engañando todo este tiempo? ¿Y si tenía alguna razón que Tohru desconocía para actuar como la hija del emperador?
¿Y si la razón por la que no tenía recuerdos del emperador era que era una extraña al azar que nunca lo había conocido?
Tohru había estado tomando el discurso fragmentado y escaso de Chaika y de forma inconsciente había estado “leyendo por delante” de sus palabras, rellenando los espacios en blanco, pero ¿era Chaika de verdad incapaz de hacer lo mismo? ¿No podría su sentimiento de querer confiar en Chaika haber creado una interpretación conveniente y unilateral?
Mierda…
Esa pequeña duda se había multiplicado en un montón de otras.
Los humanos solo pueden leer los corazones de los extraños basándose en su comportamiento exterior.
El otro día en las aguas termales, Tohru había alineado defensa tras defensa después de ser interrogado por Frederica, pero…
Yo…
No tenía ninguna sospecha clara, al menos ninguna por la que mereciera la pena dudar. Sin embargo, Tohru aún sentía que algo empezaba a tambalearse en su interior.
♦ ♦ ♦
Aunque la mayoría de la gente se refería a todo el colectivo de usuarios de la magia como “magos”, en realidad había varios tipos diferentes.
Dado que la magia en sí era un sistema muy extendido, era natural que existieran campos avanzados y especializados.
Por ejemplo, Zita, del Grupo Gillette, tenía un nivel de magia bajo, y su capacidad para manejar la magia era escasa. Sin embargo, como era experta en ingeniería mágica y teoría de la magia, podía manejar, reparar y modificar diversos dispositivos mágicos.
Luego estaba el otro mago del Grupo de Gillette, Mattheus, que era un mago más estándar. Aunque era un experto en todos los oficios cuando se trataba de magia, era muy hábil con la “comunicación” y el “control mental”.
Usando estos dos juntos, podía activar una secuencia dentro del cerebro de un animal y controlarlos como “familiares”. La secuencia tenía que permanecer activada todo el tiempo y él no podía moverse mientras la usaba, pero podía configurarla para que la información asimilada de los ojos y oídos de un animal fuera enviada a su propia conciencia.
Debido a esto, hubo muchas veces en las que fue asignado junto con el explorador Leonardo para actuar como ojos y oídos del Grupo Gillette.
Estaban dentro de April, que había sido aparcado en un estacionamiento en Lademio. Desde hacía un rato, Mattheus estaba sentado en el suelo, con los ojos cerrados, las piernas cruzadas y los brazos sobre el pecho. Esto, junto con sus rasgos faciales firmes y su cabeza calva, le hacía parecer la deidad de alguna extraña religión, una visión muy particular.
En este momento, Mattheus utilizaba una decena de pájaros alados como sus “familiares”.
Tomar prestados los sentidos de un familiar ya suponía una carga extrema para el cerebro de un mago, así que controlar a diez solo aumentaba aún más la presión. Un mago normal ya se habría desmayado, con la sangre goteando de sus orificios.
En otras palabras, ya era evidente que Mattheus era un élite.
—Así que a esto se refieren cuando dicen que el cerebro sólo está formado por un montón de músculos, ¿eh?
—Estoy bastante segura de que eres el único que dice esto…
Mientras Mattheus controlaba a sus familiares, Vivi, la asesina del Cuerpo Gillette y Zita, su maga, conversaban.
Mattheus no respondió.
Estaba concentrado en manipular a sus familiares.
—En este estado, me pregunto si se daría cuenta si le escribiéramos “Músculo” en la frente —dijo Vivi.
El cabello lustroso y ondulado y los ojos afilados de la chica eran sus rasgos más destacados. Sus rasgos faciales definidos le daban un aire de nobleza. Aún quedaban rastros de inmadurez en su rostro, pero al mirarla nadie pensaría que necesitaba protección.
En realidad, de seguro se sentiría como en casa en uno de los torneos de artes marciales celebrados por la nobleza o la realeza.
Por eso, una pobre alma podía mirarla y pensar que nunca podría ser una asesina, hasta que se encontraba en el extremo receptor de su arma letal.
Casi nunca hablaba de su propio pasado, pero solo con ver cómo se comportaba era fácil imaginársela entrenando para asesinar a miembros de la clase alta.
—Al menos deberíamos dibujarle unos bigotes de gato en las mejillas —respondió Zita con una ligera sonrisa.
Llevaba unas gafas redondas apoyadas en la nariz y el pelo hasta los hombros, que aunque no era tan liso y magnífico como el de Vivi, complementaba su aspecto gentil y amable. Si hubiera llevado un atuendo más ornamentado podría haber parecido ostentosa, pero la hechicera iba vestida con su traje de trabajo y botas, lo que daba una impresión de falta de refinamiento.
En apariencia, habilidad y personalidad, Vivi y Zita eran casi opuestos exactos y, de hecho, era difícil encontrar algo en común entre ellas. Sin embargo, quizá por ser casi de la misma edad, o quizá porque se llevaban bastante bien, parecían casi hermanas cuando se las veía una al lado de la otra.
—Ya que esa cabeza suya parece tan solitaria, quizás debería darle algo de pelo. Vaya, qué simpática soy.
—Aunque creo que Mattheus solo se afeita la cabeza: no es calvo por naturaleza.
—Bueno, de seguro es porque manejar tu cabello es un dolor de todos modos. ¡Ah, ya sé! Si tuviera la cabeza tatuada, ¡nunca más tendría que lavarse el pelo ni cortárselo!
—Espera Vivi, ¿qué estás haciendo con esas agujas?
Presa del pánico, Zita intentó detener a Vivi. De verdad parecía que ella estaba a punto de hacer algún tipo de broma en la estatua- todavía Mattheus, o más bien, a punto de hacer algo a su cabeza, y no había ninguna forma de detenerla ahora, Vivi tenía un pasado anormal al recibir entrenamiento como asesina, pero esto se compensaba con su actitud infantil demasiado impropia de su edad, que se manifestaba en momentos como éste.
—¿Qué están haciendo?
Una voz surgió de repente detrás de Vivi, que estaba a punto de atravesar la cabeza de Mattheus con una aguja, y de Zita, que intentaba detenerla.
No hubo necesidad de darse la vuelta para ver de quién se trataba. Era el jefe del Grupo Gillete, el caballero Alberic Gillette.
—¿Hya?
Al instante, la aguja se escurrió de la mano de la sorprendida Vivi y salió dando vueltas por el aire, evitando a duras penas la cara de Alberic mientras se clavaba en el suelo.
Alberic, por supuesto, se quedó con los ojos muy abiertos mientras miraba la aguja.
—¡Yo, yo, lo siento mucho!
Vivi se disculpó con fervor.
El comportamiento insolente de la asesina casi nunca se quebraba, a menos que Alberic estuviera involucrado. Delante del joven caballero, incluso Vivi se mostraba firme y obediente. Los demás miembros esbozaron sonrisas irónicas ante este flagrante cambio de actitud, pero por alguna razón parecía que el propio Alberic era el único que no se daba cuenta de lo antinatural que resultaba.
—Vivi… —Alberic soltó un suspiro—. Cómo ves tus agujas es casi lo mismo que cómo veo mi espada, ¿correcto?
—¿Eh? Ah. Sí. —Vivi asintió y aceptó sin pensárselo dos veces.
La espada de un caballero. Las agujas de un asesino. De hecho, en cuanto a la relación del usuario con el arma eran casi iguales.
—En ese caso, no las blandas sin pensarlo. Aunque es importante que te sientas tan cómoda con ellas como con tu propio cuerpo, no dejan de ser armas. Pueden salvar a la gente y herirla por igual, y es de suma importancia ser siempre consciente de cómo se usan.
Ante esta retórica, casi directa y muy ingenua de Alberic, Vivi le dirigió una mirada momentánea de perplejidad.
—Entendido.
La chica asintió, bajando la cabeza.
Sus mejillas estaban teñidas de rojo: o Alberic no se había percatado de ello, o no comprendía el significado. Zita miró a Alberic y a Vivi y esbozó una sonrisa tensa.
—Por cierto, ¿sabes por casualidad adónde se ha ido Nikolay? —preguntó Alberic como si se hubiera olvidado por completo del tema que tenía entre manos.
Incluso cuando regañaba a sus subordinados, nunca alargaba el asunto sin sentido. Eso demostraba que era capaz de distinguir bien entre los asuntos públicos y los privados, un rasgo bastante raro en alguien de su corta edad, y en especial raro en la nobleza.
—Ah, decía que quería ir a comprar la comida —respondió Zita.
—¿Nikolay? ¿Comprar la comida?
—Sí. Dijo algo de que quería poner sus brazos a trabajar ahora que por fin se ha recuperado del todo.
—Ah… —Alberic asintió como si por fin lo hubiera entendido.
Antes, Nikolay había sufrido una fractura en el brazo durante su batalla con el saboteador en este momento empleado por Chaika.
El hueso había sido reparado con la magia curativa de Mattheus, pero la magia no podía hacer más que pegar el hueso, así que aún estaba lejos de recuperarse del todo.
Se había necesitado un tiempo considerable para que el hueso recuperara su fuerza anterior: hasta entonces, se había aconsejado a Nikolay que se abstuviera de utilizar el brazo todo lo posible. Sin embargo, tras un largo período de abandono, los músculos empezaban a atrofiarse.
No importaba lo fornido que fueras antes: si uno mantenía el brazo en reserva durante todo un mes, la fuerza muscular del brazo disminuía rápido. Nikolay, con el fin de recuperar la fuerza de su brazo a lo que una vez fue, estaba tratando de tomar el trabajo extra, además de su régimen de entrenamiento regular recién reiniciado.
—Bueno, seguro volverá pronto —dijo Alberic.
Justo entonces…
—¡Están aquí!
Oyeron un grito feroz.
Sin preámbulo alguno, Mattheus había gritado, con los ojos desorbitados. Levantándose de su posición de trance, se encaró con Alberic y los demás y continuó.
—Ese grupo, están aquí… —Mattheus parecía confuso.
Alberic, Vivi y Zita estaban adoptando posturas extrañas. Alberic solo había retrocedido un poco, pero Vivi y Zita tenían el cuerpo torcido como si estuvieran esquivando algo, o tal vez a punto de salir corriendo.
—¿Qué pasa?
—¡Nos has asustado! —gritó Vivi—. ¡No grites así de repente!
—Hm. Mis disculpas por eso.
Mattheus se disculpó ante Vivi y Zita, acariciándose la calva bronceada con la palma de la mano y volvió a encararse con Alberic.
—Señor Gillete. Han sido avistados.
—¿Te refieres a Chaika Gaz?
—En efecto, así como el chico saboteador —confirmó Mattheus con un movimiento de cabeza—. Sin embargo, no he podido confirmar la presencia de la chica saboteadora.
—Pero debemos suponer que ambos están aquí en la ciudad.
—En efecto.
El grupo de Alberic, el Grupo de Gillette, habían llegado a esta ciudad con el fin de seguir una posible pista sobre el paradero del héroe Simón Scania, pero su objetivo principal era apresar a la joven Chaika, que se hacía llamar la hija del emperador Gaz.
Alberic había predicho que la muchacha, en busca de los héroes -o mejor dicho, de los restos que los héroes transportaban- aparecería en esta ciudad, lo que había comunicado no solo a Mattheus, sino también al explorador Leonardo.
—¿Dónde están?
—En el extremo este de la ciudad, el lado opuesto al nuestro. —Alberic frunció el ceño, cruzándose de brazos.
—¿Jefe Gillette? —Zita habló con un deje de cautela.
Vivi, por su parte, parecía a punto de partir a la guerra. Había sacado sus agujas y otras armas secretas de la mochila y las estaba revisando.
A simple vista, la chica podría parecer desarmada, pero nada más lejos de la realidad. Incluso en una hipotética situación en la que la desnudaran, de seguro llevaría algún cable estrangulador escondido en su larga cabellera, o incluso una aguja oculta en la boca.
—De momento, Vivi y yo somos los únicos que podríamos enfrentarnos a ellos en combate, así que de seguro será una mala decisión ir ahora —dijo Alberic—. Deberíamos esperar a que Nikolay vuelva de compras y Leonardo termine el reconocimiento.
—Queeé. Solo son saboteadores. Los estás sobreestimando —dijo Vivi, insatisfecha.
Tanto si había ocurrido algo en el pasado como si tenía algún tipo de prejuicio hacia ellos, Vivi tenía una fuerte tendencia a tomar a los saboteadores a la ligera; de hecho, los despreciaba. Tal vez, dado que asesinos y saboteadores tenían mucho en común, existía una especie de rivalidad entre ambos.
—Los magos no están hechos para el combate cuerpo a cuerpo, tú solo bastarías para vencerlos, señor Alberic.
—No. He oído que los saboteadores, en concreto los clanes Acura y Subaru, disponen de una técnica secreta llamada “Transformación Sangre de Hierro”.
El chico y la chica que acompañaban a Chaika- tan pronto como supo que los dos eran saboteadores, había investigado un poco sobre estos “mestizos de guerra”. Al fin y al cabo, era obvio que uno debía conocer a sus enemigos tan bien como se conocía a sí mismo.
—Aunque solo por un tiempo, son capaces de aumentar las capacidades de su cuerpo varias veces por encima de lo normal mediante técnicas de respiraciones ajustadas y autosugestión. No sé si esos dos saboteadores son capaces de usarlo, pero si es así, será una situación difícil. El chico saboteador ya es bastante hábil, y supongo que la chica tendrá un nivel comparable. Así que si solo fuéramos Vivi y yo…
Dicho esto, Alberic le dedicó una sonrisa irónica a Vivi, de aspecto desagradable.
—Bueno, matándolos aparte, sería difícil capturarlos vivos.
Más aún siendo los adversarios saboteadores. Eran personas que no dudarían en atarse explosivos al cuerpo y volarse por los aires, o eso había oído Alberic.
—La única que tenemos que mantener con vida para escuchar las circunstancias es Chaika Gaz, ¿no?
—Lo que supimos el otro día de seguro también sea relevante. Es posible que la propia chica esté siendo utilizada como una mera marioneta. También tenemos que reunir al mayor número posible de personas que puedan conocer toda la historia —explicó Alberic en voz baja—. Y… me gustaría acabar con esto sin matar a nadie.
—Señor Alberic… —Los ojos de Vivi se abrieron de par en par mientras miraba a su superior.
Entonces Alberic añadió algo que parecía menos a Vivi y más a sí mismo.
—La guerra ya ha terminado, después de todo.
Sí. La guerra que glorificaba la simple matanza de innumerables personas ya no existía.
Ya no era una época de matanzas.
Para aquellos que habían pasado incontables horas forjando sus técnicas de batalla, no solo individuos, sino líneas de sangre enteras también, esta era una situación bastante desesperada. Eran técnicas especiales, únicas en su clase, estaban ahora como selladas. Ya no tenían ningún propósito en este mundo.
—Pero, como caballero, hay una parte de mí que quiere cruzar espadas con él —dijo Alberic con una sonrisa tensa—. Por supuesto, tampoco quiero que ninguno de mis subordinados mate a nadie, aunque sea un enemigo. Para asegurarme de que eso no ocurra, tendré que contar con todos ustedes.
—Entendido… —dijo Vivi con expresión resuelta al fin.
—Mattheus. Lo siento, pero ¿podría pedirte que sigas vigilándolos un rato? Les daremos caza cuando vuelvan Nikolay y Leonardo, así que no podemos perderlos hasta entonces.
—Desde luego.
Tras recibir las instrucciones de Alberic, asintió con la cabeza y volvió a sentarse en el suelo con su Gundo, con los ojos cerrados.