Traducido por Lucy
Editado por Sakuya
Parecía casi una herida reabierta después de cicatrizar. Una profunda fisura que recorría la tierra… y una espesa niebla blanca que manaba de ella.
Algunos lo habrían calificado de espectáculo. Una visión tan grandiosa despertaba emociones en los corazones de sus observadores, y más aún cuando se miraba desde arriba. Era el tipo de escena que le hacía a uno darse cuenta de lo diminuta que era la raza humana, al tiempo que ampliaba su visión del mundo en el proceso.
Sin embargo… Teniendo en cuenta que este lugar había sido apodado “El Valle Sin Retorno”, la niebla que ocultaba la visión adquiría un nuevo y siniestro significado. Era como la oscuridad: la sensación de algo amenazador acechando en el interior, pero sin saber qué es hasta que te topas con ello.
—Ajá —dijo Akari, entrecerrando los ojos—. Así que éste es el Valle sin Retorno.
Observó la espesa niebla mientras se encaramaba al borde de la fisura, donde un paso en falso podía hacer caer a alguien directo al valle de abajo.
El “Valle Sin Retorno” se encontraba al este de Lademio.
Esta zona albergaba varias montañas escarpadas, por lo que era lógico que hubiera valles… pero en las profundidades de este “Valle sin retorno”, había una grieta en la tierra… Por supuesto, esta tierra era mucho más profunda que sobre la que se había construido Lademio, que en realidad era bastante llana.
—Niebla que no se despeja, eh. Qué raro.
Hacía un momento había estado intentando medir la niebla bajo sus pies, pero no había podido ver nada. Era imposible imaginar lo profundo que podía ser el valle. A modo de prueba, Tohru había intentado lanzar una pequeña roca hacia abajo para ver si podía estimar la profundidad a partir del sonido que hacía al golpear el fondo, pero no había habido sonido alguno. No sabía si se debía a la profundidad del valle o a que la piedra había caído sobre algo blando.
—Esta parece una zona donde la niebla saldría con facilidad —dijo Tohru mirando de reojo a Akari.
—Pero, aunque intentáramos bajar, el hecho de que no podamos saber a qué profundidad está es muy preocupante.
—Podríamos obtener un plano de la zona usando la magia de Chaika. Eso sí que nos ayudaría.
Con ese pensamiento, se giró para mirar detrás de él.
Chaika estaba ahí, ensamblando las piezas de su Gundo, que había guardado en el ataúd que siempre llevaba consigo.
Su Gundo parecía bastante viejo. Los pequeños arañazos y las motas de pintura a lo largo de la superficie delataban su intenso uso. Todas las piezas mecánicas y la base, que era tan larga como la altura de un ser humano, estaban alineadas de forma que parecían la columna vertebral de una criatura, creando una presencia que casi anunciaba que no se trataba de un aparato corriente.
Ahora que lo pienso…
Él echó un vistazo al Gundo de Chaika. Tenía que habérselo sacado a alguien.
Era impensable que alguien como ella, que sólo aparentaba estar en la adolescencia, hubiera usado un Gundo con un aspecto tan envejecido durante diez o veinte años. Era lógico suponer que alguien se lo había dado.
¿Quizás fue el propio Arthur Gaz?
—¡Completo…! —exclamó ella mientras lo levantaba.
Con habilidad, la chica se lo echó al hombro, rivalizando con su propia estatura, y miró por el visor acoplado al extremo superior del aparato.
Ver a una muchacha menuda cargando con el Gundo daba una imagen un tanto sombría. Sin embargo, por otro lado, su postura era natural. No cabía duda de que tenía mucha experiencia en su manejo. Su forma era como la de un pequeño animal con total compostura.
Parecía que intentaba asegurar una buena posición. Sin dejar de mirar por el visor, se adelantó…
Pero cuando pasó, solo tocó el aire.
Se había resbalado. Como era obvio, no había nada que tuviera su caída. Cayó por el borde hacia atrás y comenzó a descender por la niebla misteriosa y espesa que cubría las profundidades del valle.
—Hmph.
O casi.
En el último segundo, Akari había desenvainado en un instante su martillo de la espalda, usándolo para agarrar su cuello y ponerla a salvo. Tras retroceder unos pasos, aterrizó a los pies de ambos.
—Siempre lo he pensado, pero ¿cómo demonios te las arreglabas antes de conocernos? —dijo Tohru, mirándola, incrédulo.
Era casi como…, si fuera tan descuidada que le impidiera hacer su vida diaria.
Sufría accidentes cuando manejaba el vehículo porque no prestaba atención, y a menudo se tropezaba solo paseando. Si le pedían que ayudara con la comida, se cortaba un dedo con el cuchillo, y los platos siempre se les resbalaban de las manos cuando fregaba. En esencia, era mala en todo lo que hacía.
Era como si, para equilibrar su extraordinaria capacidad de concentración en situaciones desesperadas, su capacidad de atención hubiera caído en picado. En realidad, incluso cuando Tohru había conocido a Chaika, se había perdido sin remedio en las montañas.
Se le daban fatal los temas relacionados con la localidad. Solo dejarla caminar sola podría suponer una seria amenaza para su vida.
—Tohru —dijo Chaika, levantándose de repente y dirigiéndose hacia él—. Justo ahora, revelación. Una nueva verdad ha salido a la luz.
—¿Una nueva verdad? ¿Qué quieres decir? —frunció el ceño.
Ella apretó su puño derecho y exhaló por la nariz, eufórica por alguna razón.
—Chaika, eres bastante fuerte.
—No te enorgullezcas de eso —gimió Tohru—. Muy bien, usa tu magia para comprobarlo de una vez.
—Mu…
Miró a un lado y a otro entre él y el borde del acantilado desde donde casi se había caído.
—Ese era el mejor lugar.
—¿Qué? Lo era, eh. Ya veo —asintió.
La magia era bastante voluble.
Si no se satisfacía la más mínima condición, el hechizo no funcionaría bien. Por eso, aunque el Gundo se encargaba de todo lo que no tuviera que ver con el entorno, era el mago quien debía ajustar bien el hechizo mientras estuviera activo. La temperatura, la humedad, la presión atmosférica, la distancia, los cuerpos celestes y el pulso de la tierra eran factores comunes vinculados a los hechizos.
La posición del hechicero también era muy importante.
Si ella quería utilizar la magia para investigar este “Valle sin Retorno”, el mejor lugar para hacerlo era a medio paso del acantilado. Si bien era posible activar la magia desde donde ella estaba a unos pasos de distancia, la precisión del hechizo recibiría un golpe… era lo que parecía que había pensado.
—Pero, aun así, quiero decir… —suspiró él, volviendo a ver el borde del acantilado—. No es como si pudieras flotar en el aire. Si Frederica estuviera aquí, seguro podrías conseguir que te dejara colgar de ella, pero…
No tenía ni idea dónde se había metido esa dragona metamorfa. Siempre se volvía invisible. Sin embargo, ella solo lo había acompañado porque esperaba derrotarlo algún día, así que no era como si él pudiera contar con ella para algo.
—Tohru. Apoyo.
Chaika adoptó una pose extraña.
Su cuerpo estaba doblado y su cintura estaba echada hacia atrás, como un pato.
—Parte superior del cuerpo, estirar. Puede alcanzar. Pero, se caerá. Por lo tanto, Tohru apoyo.
Parecía que estaba sugiriendo que él la apoyara para que no se cayera mientras ella tenía las manos ocupadas alineando las profundidades del valle en su vista.
—¿Así…?
Él se acercó y le rodeó la cintura con las manos.
—¡¿Hya?!
—¡¿Agh?!
Él la soltó rápido después de oírla soltar un extraño aullido.
—¿Qué pasa?
—E-está bien. Ningún problema.
Aunque seguía con el ceño fruncido, él volvió a rodear su cintura con los brazos, sosteniéndola. Con gran esfuerzo y voluntad combinada, lograron llegar al borde del acantilado a pocos pasos de distancia. Si alguien más lo viera así, seguro se vería ridículo y estúpido.
Espera…, ¿qué es esta pose?
Al darse cuenta de repente, Tohru frunció el ceño.
Chaika, que tenía su trasero pegado hacia él.
Él, que para mantener su centro de gravedad tenía la parte superior de su cuerpo echada hacia atrás, por lo que sus caderas estaban empujadas hacia delante.
Si alguien los viera así, pensaría…
—Mm… tal y como habría esperado de mi hermano —dijo Akari en voz baja—. Sin duda de manual. Cuando se trata de tomar a una doncella por detrás, nadie puede hacerle sombra a mi hermano. Solo puedo admirarte desde el fondo de mi corazón.
—Por favor, no lo hagas.
—Por supuesto, tu dominio de la técnica en la que desnudas la mitad inferior de una chica en un instante también es impresionante.
—¡Nunca he dominado una técnica sin sentido como esa! —gritó.
Era incierto si Chaika estaba de verdad escuchando este intercambio entre hermanos.
—Efune… Herste… Ru… Bergir… Fai… Zev…
Porque había comenzado su canto.
Una luz blanquiazul comenzó a envolver la parte del Gundo conectada a su cuello por medio de una cuerda de conexión, y de inmediato después, caracteres y diagramas salieron del centro hacia el aire vacío. Empezaron a girar poco a poco y a combinarse, y entonces el círculo mágico se completó por fin.
—¡Ven, “El Localizador”!
Terminó el canto.
Un ruido agudo resonó en el aire. Aunque era claro y nítido, era tan agudo que una octava más alta lo haría inaudible para el oído humano. El sonido se repitió, de forma intermitente, hasta que al final se disipó en el silencio.
—Eh… —Él se dirigió a ella con los ojos entornados.
—¿Mui?
—Ya no tenemos que mantener esta pose, ¿verdad?
—No. Puede soltarse.
Aún sosteniéndola, Tohru retrocedió dos pasos, y luego retiró sus brazos de su cintura.
Ahí, Chaika se sentó, agarrando su Gundo, y cerró los ojos. Al parecer, la magia de búsqueda llevaba los resultados directos al cerebro de la maga, pero le llevaría algún tiempo traducirlos a un formato comprensible dentro de su mente.
—Por cierto, Akari.
Tohru se encaró a su hermana a su lado.
—¿Sí?
—¿Qué significa eso?
—¿Hm? ¿Eso?
—Quiero decir, ¿qué haces posando así?
Por alguna razón, ella tenía ambos brazos extendidos y listos.
—Ah, esto. Ya veo… bueno, en realidad…
Ella asintió.
Por cierto, mientras sus brazos extendidos como diciendo “¡Jejeje, voy a atraparte!”, sus dedos también se movían como si cada uno fuera una criatura viviente. Era el tipo de pose que hacía pensar a Tohru que si se acercaba más a ella, algo le iba a pasar.
—Cuando pienso en ti, hermano, me entran ganas de abrazarte.
Él sintió que permanecer en silencio era la mejor opción por ahora. Cualquier otra cosa sería una molestia.
—Me di cuenta después de verte abrazar a Chaika —dijo mientras se acercaba—. Cuando lo pensé, me di cuenta de que no te había abrazado desde el comienzo de todo este viaje.
—¿De qué estás hablando? —preguntó con los ojos entornados. Sin embargo, solo con ver el movimiento de sus dedos, él tenía una idea bastante clara de lo que ella quería hacer.
—Tengo una enfermedad incurable que me obliga a abrazar a mi hermano.
—¡Es la primera vez que lo oigo!
—En efecto. Es la primera vez en mi vida que estoy a punto de sufrir espasmos.
—¡Eso es una enfermedad falsa, lo pongas como lo pongas! —Él usó todo su cuerpo para replicar.
—Hermano, estás siendo injusto.
—¿Injusto? ¿Cómo estoy siendo injusto?
—Siendo concretos, estás siendo cruel.
—¿Y cómo estoy siendo cruel?
—¿No estabas abrazando a Chaika antes?
—¡Porque era necesario!
Él nunca había visto los dedos de su hermana tan diestros. Eran como los de una masajista.
—Es necesario para mí también. Ah, no, siento un espasmo.
Akari le mostró un tambaleo inexpresivo.
Pero sus acciones traicionaban sus palabras, ya que no había nada urgente o apremiante en su comportamiento en absoluto.
—Hermano. Si tu hermana te parece un poco linda, será mejor que renuncies y te dejes abrazar.
—¿Qué clase de amenaza es esa?
Y así sin parar… El acalorado intercambio entre ambos continuó sin sentido hasta que…
—¡Hecho! —exclamó Chaika con un pequeño suspiro, con su Gundo a cuestas.
—¿Has averiguado algo? —dijo Tohru, esquivando el ataque de Akari, con las manos extendidas como diciendo “¡estás abierto!”. Había bloqueado sus manos con las suyas—. En realidad, antes de eso, ¿qué era ese hechizo? Parecía bastante razonable.
—Buscar. Valle. Condición. El Localizador.
Según ella, en el fondo era en esencia lo mismo que hacía él cuando había lanzado la pequeña roca al abismo para medir su profundidad. Por supuesto, la magia de Chaika era mucho más avanzada. Solo a partir de reverberaciones y ecos, era capaz de determinar la distancia, así como la disposición del terreno y si había algo oculto entre la niebla y la oscuridad.
—¿Y…?
“Valle sin Retorno” fuera como fuese, si había alguien dentro portando un trozo de los restos, no tendrían más remedio que dirigirse ahí y encontrarlo. Sin embargo, con los rumores premonitorios de “gente que entra, pero no sale” y “la niebla no se disipa”, entrar sin un plan no sería prudente.
Pensó que sería bueno que al menos pudieran hacerse una idea de la disposición de la mayor parte del terreno, pero…
—Incierto.
Frunció los labios.
—¿Eh? ¿Qué quieres decir con eso?
—Magia de búsqueda, ineficaz —sacudió la cabeza.
Parecía que “El Localizador” era incapaz de localizar nada dentro de la niebla. Todavía tomado de la mano de Akari, Tohru frunció el ceño.
—Mira… Sé que ahora no estamos en una batalla, pero esto es de verdad una cuestión de vida o muerte. Si esta magia es de verdad posible, tienes que despertar y meter la cabeza en el juego.
—Error, negación. —Chaika parecía algo ofendida, con las mejillas hinchadas.
—¿Qué? ¿No estabas siendo una despistada?
—Magia, sin problemas. Problema, valle. En realidad, niebla.
—¿Eh…?
—Seguro… magia —dijo, señalando el valle… o más bien, la niebla que lo cubría.
—¿Quieres decir… que la niebla es mágica? —dijo Tohru, atónito. Miró hacia la gran cantidad de niebla que había debajo.
Ahora que ella lo mencionaba, parecía tener un tinte azulado anormal.
—Ya veo. Bueno, sin duda no es imposible.
Él enmendó rápido su línea de pensamiento.
Cuando la gente oía la palabra “agua”, a la mayoría se le venía a la cabeza la imagen de ella vertiéndose en algún tipo de recipiente. Sin embargo, el “agua” lo abarcaba todo, desde el rocío matutino que gotea de una hoja hasta grandes masas como lagos, ríos y océanos, y en realidad el fenómeno “magia” estaba igual de extendido.
Sin darse cuenta, él había estado pensando en la magia en términos de cómo la usaba Chaika, así que se le había pasado por alto, pero también había magos que usaban grandes Gundos para realizar magia a gran escala.
Al menos había oído que durante la guerra hubo fortalezas voladoras y hechizos de destrucción a gran escala que solo podían describirse como cataclísmicos, al nivel de un desastre natural.
Comparado con esos, seguro no era tan difícil usar magia para llenar toda esta zona de niebla.
Y lo que es más…
—Término mágico específico, “Material”. —Mientras ella explicaba levantó su dedo índice.
—¿Material?
—Magia, procesada. Reacciona a la magia. Muchos usos.
Se podía tomar piedra, madera y otros materiales existentes y procesarlos para que reaccionaran más fácil a la magia. Entre los magos, el resultado se llamaba “Material”.
La magia de destrucción a gran escala usaba Material, y podía crear cosas como [golpeadores], gotas de lluvia que caían con la fuerza de un martillo. Tohru ya había oído hablar de esto a alguno de los saboteadores más veteranos. Le habían dicho: “Una vez que esas cosas empiecen a aparecer, será mejor que te rindas ahí mismo”. Esa era la magnitud de la destrucción que provocaban.
—Un momento —murmuró, dándose cuenta de algo de repente.
El valle estaba lleno de Material.
No era algo que pudiera hacer un mago novato, y además habrían necesitado una gran fuente de magia. Se necesitaba magia incluso para crear Material, y para mantenerlo bajo control durante tanto tiempo… sin duda se necesitaba una fuente.
En otras palabras…
—Podría ser… que Simón Scania, al igual que el Conde Abarth, es…
—Sí. Posible.
Chaika asintió.
Si Simón Scania no solo tenía los restos sino que los había insertado en un Gundo de gran clase, magia de este nivel sería de verdad posible. Por no mencionar que esta zona había sido en principio un depósito de combustibles fósiles, por lo que tenía que haber un montón de fuentes mágicas alrededor.
—Entonces…
Akari se cruzó de brazos y miró hacia el valle.
—¿Significa eso que esta niebla es la “fortaleza” de Simón Scania, por así decirlo?
—Es posible —asintió Chaika.
—Entonces no podemos adentrarnos ahí sin cuidado —dijo Tohru, frunciendo el ceño.
Si la razón por la que la gente nunca regresaba del valle era que Simón Scania había hecho de la niebla su fortaleza personal… entonces esta zona era muy peligrosa. Incluso los plebeyos de Lademio habrían sido vistos como intrusos y tratados como tales. Eso significaba que Tohru, Chaika y Akari, que estaban intentando robar los restos, serían considerados aún más enemigos.
Y en este momento, no tenían ni idea de qué tipo de ataque Simón Scania tenía preparado para sus intrusos y enemigos.
—Regresemos por ahora. Tenemos que prepararnos en consecuencia —dijo Tohru, dando la espalda al valle.
Si era posible, le gustaría sacar a Frederica de su escondite.
No sabía hasta qué punto tenía intención de cooperar con ellos, pero la magia de transformación dragoon de la chica incluía la capacidad de curar heridas, lo que supondría un mundo de diferencia. Sin embargo (y él lo entendía muy bien después de ganar contra ella en la batalla), la magia curativa de un dragón era “parcial”, en otras palabras, no serviría de mucho para un cuerpo inundado de veneno o enfermedad.
—¿Es bueno el suministro de antídotos?
—Tenemos lo necesario —respondió Akari con un movimiento de cabeza.
Por supuesto, no tenían medicinas para deshacerse de todo tipo de veneno; sin embargo, el uso del veneno requería más conocimiento de lo que cabría esperar, lo que también significaba que no había muchos venenos específicos para una situación determinada. Mientras Simón Scania no estuviera usando algún veneno específico, lo que tenían seguro sería suficiente.
—Vamos, Chaika.
—Ah, espera, necesito tiempo.
Ella rápidamente comenzó a desmontar su Gundo.
Él se volvió para mirarla.
—Vamos, volvamos a la Svetrana y…
Pero hasta ahí llegó. Se detuvo y frunció el ceño. Sus manos ya estaban en las dos espadas cortas en la parte posterior de su cintura.
Al mismo tiempo, Akari bajó un poco las caderas, con el martillo preparado.
—¿Mui?
Sin comprender el porqué de las reacciones de sus dos ayudantes, abrió los ojos de par en par. Los dos estaban sin duda en posición de combate. Al menos eso podía entenderlo.
Pero ¿dónde estaba el enemigo? Miró alrededor, pero no pudo ver a nadie.
—¿Tohru? ¿Akari?
—Chaika.
Manteniendo su postura de bajo perfil… cualquier movimiento definido podría ser con facilidad predicho por el enemigo… él se dirigió a ella, pero permaneció mirando en una dirección determinada.
—No desmontes ese Gundo todavía. Prepara algo de magia ofensiva si puedes.
—S-Sí… —asintió nerviosa.
—¡Muéstrate! —gritó él.
Su voz resonó en las montañas y se desvaneció.
—No creerás de verdad que vas a poder venir por nuestros cuellos así, ¿verdad?
Y un segundo después…
—Qué sorprendente.
Una ondulación en el paisaje. Eso no era una metáfora, era una ondulación en sentido literal.
Como ondas en la superficie del agua, múltiples distorsiones circulares recorrían el aire vacío. Al mismo tiempo, un sonido sordo y hueco se extendió y, al final, un gran vehículo blanco irrumpió entre las ondas.
Tenía que ser magia.
Sin duda habían manipulado el sonido y la luz para ocultar su presencia mientras se acercaban. La visión de un objeto gigantesco como aquel en una zona hasta entonces inhóspita resultaba extraña, casi como si el vehículo fuera una especie de decorado.
—Así que nos han alcanzado —murmuró Tohru en tono sombrío.
La parte delantera del vehículo estaba adornada con el emblema de un lobo. Aunque el tamaño era diferente, se trataba del mismo emblema en la vaina de la espada de Alberic Gillette, el caballero que perseguía a Chaika.
—Nos sintieron incluso a esta distancia, huh.
Una voz de chica, y también una que Tohru había oído antes.
Si recuerdo bien, esta voz pertenece a…
La chica que había estado caminando con Gillette antes, lo más probable.
Era más una artesana que una maga, una especie de técnica que parecía especializarse en Gundo y cuchillas.
—Y yo que pensaba que habíamos conseguido engañar a sus ojos y oídos.
—Excepto que tenemos cinco sentidos. Cinco —dijo Tohru—. No puedes esperar engañarnos cuando solo has tapado dos.
Los ataques furtivos eran el fuerte de un saboteador, después de todo. Eran los expertos cuando se trataba de disimular la presencia y mezclarse en silencio con el entorno. Además, con un vehículo terrestre tan grande era imposible enmascarar por completo las vibraciones de la tierra al moverse.
En cualquier caso, una presencia mucho más feroz, aunque contenida, se acercaba a ellos; no lo bastante cruda como para llamarla intención asesina, pero sí lo bastante como para que los hermanos la reconocieran como una amenaza.
Cuando el vehículo blanco estuvo a unos cien pasos de ellos, se detuvo. Sus dos puertas laterales se abrieron y dos figuras emergieron de cada lado.
Una más de lo habitual…
Los ojos de Tohru se entrecerraron mientras evaluaba al enemigo. Reconoció a tres de los cuatro.
Si recordaba bien, sus nombres eran: Alberic, el caballero. Nikolay, el mercenario. Vivi, la asesina.
Y al último no lo había visto antes. Parecía un muchacho con orejas y cola de bestia: un demihumano, al parecer. Seguro era mejor tener cuidado con éste. Aunque parecía frágil, su cuerpo había sufrido una reconstrucción mágica, así que debía de tener algún as en la manga. De hecho, dependiendo de cómo luchara, podría ser el más peligroso del grupo.
Esos cuatro no eran lo único de lo que tenían que preocuparse.
Había al menos un mago más dentro del vehículo.
Mierda.
Esta vez, parecía que el grupo de Alberic no se andaba con rodeos. El brazo de Nikolay parecía curado, y habían traído a un completo desconocido.
En comparación Tohru sentía que su grupo se quedaba un poco corto en destreza de batalla, y sospechaba que su equipo actual era insuficiente para este encuentro.
En un enfrentamiento directo, ganar era casi imposible.
—Akari —dijo, sin apartar la vista del grupo de Alberic ni un segundo—. Te dejo a los dos de la izquierda. ¿Puedes con ellos?
El mercenario Nikolay y el chico demihumano.
Nikolay era una potencia, y el chico demihumano era un soldado con un estilo de lucha desconocido.
A simple vista, podría haber parecido que estaba empujando a los oponentes problemáticos hacia Akari.
—Pero…
—Hermano…, eres muy blando —dijo ella, bastante seria. Parecía que había llegado a la misma conclusión que él. Sin duda, después de haber vivido en el mismo pueblo y haber recibido instrucción de los mismos maestros—. Pero me gustaría que tuvieras un poco más de fe en mí.
—No es que dude de tu capacidad.
—Lo sé, pero… no, ahora no es el momento de discutir las preocupaciones de mi hermano. Haré lo que me pides.
—Te lo dejo a ti, entonces —prescindió de esa breve frase.
Nikolay era un gigante imponente, seguro, pero también estaba aún en proceso de recuperación.
Incluso si el hueso se arreglaba con magia, era poco probable que usara su brazo de forma extenuante durante un tiempo. Si se esforzaba demasiado antes de estar curado del todo, el hueso volvería a romperse, y si el hueso seguía rompiéndose y acababa fraguado de forma extraña, en última instancia provocaría su debilitamiento.
Sin duda, si no utilizaba el brazo, día a día los músculos se irían atrofiando. Por supuesto que a nivel técnico sus habilidades eran sobresalientes, pero en general debería tener menos capacidad de combate que la última vez que Tohru luchó contra él.
Luego estaba el chico demihumano.
Estaba desarmado, o al menos a simple vista parecía no llevar nada encima que pudiera considerarse un arma. Podría tener una daga o algo oculto bajo la ropa, pero su delgada y delicada estatura dejaba claro que no era muy musculoso y, por lo tanto, seguro tampoco muy fuerte.
Sus ataques serían ligeros y de corto alcance.
Lo que significaba que Akari, cuya arma tenía un largo alcance, sería más adecuada para luchar contra ellos que Alberic y Vivi.
—Chaika —dijo Tohru con una voz que era casi un susurro—. Si alguno de ellos hace el más mínimo movimiento hacia el vehículo, no te preocupes por nosotros y lánzalo. De preferencia tu hechizo más grande y poderoso.
—S-Sí…
Asintió y tragó saliva.
Entonces…
—Tohru y Akari, supongo.
Alberic se dirigió a ellos con voz clara.
Ni Tohru ni Akari recordaban haberles dado sus nombres. Seguro los habían buscado en Del Solant, lo que significaba que su escuela de artes marciales y el nombre de su clan seguro seguían siendo desconocidos. Durante su tiempo como refugiados, nunca les habían dado el nombre de “Acura”.
—Te daré la opción por si acaso. Rendirse. Me gustaría evitar una batalla inútil.
—Tus palabras caen en saco roto —dijo Tohru, desenvainando las dos espadas cortas que llevaba en la cintura.
—¿Estás decidido a luchar cueste lo que cueste?
El timbre de su voz tenía un aire de conmoción.
Al parecer, le sorprendía que los saboteadores no estuvieran dispuestos a rendirse, a pesar de tener todo en contra.
A diferencia de la nobleza y la realeza, que llevaban sobre sus hombros la paz de su pueblo, la dignidad de su país y la carga de su fe, los saboteadores no tenían nada por lo que valiera la pena desperdiciar sus vidas. Incluso cortarían los lazos con su propia familia si fuera necesario.
—Los saboteadores no tenemos principios, ni credo, y nos dejamos mandar por cualquiera; para ustedes, debemos parecer más bajos que los perros. Y por eso tenemos una cosa en la que no vamos a ceder en absoluto.
Presionó las marcas de sus palmas contra las marcas de las empuñaduras de sus espadas.
Se estableció una conexión y, en un instante, su cuerpo se fundió con sus dos espadas cortas a nivel intuitivo.
Aunque no era tan vistosa como la conexión entre el mago y Gundo, ampliaba sus sentidos, lo que aumentaba su precisión. Usando una espada, uno podía incluso atar una cuerda fina a la punta de su propia arma.
—Los saboteadores nunca venden a su amo acobardándose en una batalla.
Los saboteadores podían ser despreciados en el campo de batalla, pero se enorgullecían de su lealtad hacia su maestro. Eso no era algo que abandonaran o traicionarían con tanta facilidad. No, sería mejor decir que no podían. Si perdían eso, ya no podrían llamar al campo de batalla su oficio: serían poco más que paganos.
Justo porque no tenían limitaciones ni apegos a nada más, los saboteadores lo consideraban su razón de existir.
—Esas son palabras mayores —rio con desdén la asesina Vivi—. Pero el engaño y la astucia son la especialidad de un saboteador, ¿no?
—Lo mismo para ti, asesina.
Vivi no tenía nada que decir.
A decir verdad, no había diferencias fundamentales entre saboteadores y asesinos.
Ellos también eran seres despreciados que realizaban trabajos sucios y bajos que nadie quería tocar.
La verdadera diferencia era que los saboteadores eran polifacéticos, mientras que los asesinos se especializaban en un solo campo. Sin embargo, si uno se pusiera quisquilloso, también podría decirse que los saboteadores se encontraban en el campo de batalla, mientras que sería más probable encontrar a los asesinos en la sociedad en general.
—Entiendo —dijo Alberic de repente, interponiéndose entre Tohru y Vivi—. Mi intención era aprender lo que pudiera sobre los saboteadores, pero parece que mis conocimientos distan mucho de ser completos. Debo disculparme por mi descortesía al recomendarles que se rindan.
Desenvainando la espada que llevaba en la cintura, Alberic dio un paso al frente. Con los ojos clavados en Tohru, dijo.
—Más allá de lo reducido que sea este espacio, esto es guerra. Ahora, vengan a por mí con todo lo que tengan, y veremos quién es el más fuerte. Yo, el caballero Alberic Gillette, les declaro la guerra a todos.
Esa fue la refrescante y clara señal que indicaba el comienzo de la batalla.