La revolución mágica de la princesa reencarnada – Capítulo 11: La princesa reencarnada aún anhela la magia (2)

Traducido por Akatsuki

Editado por Lugiia


♦ ♦ ♦

Recibí la noticia cuando estaba llegando al final de la pila aparentemente interminable de documentos oficiales en mi escritorio.

La puerta de mi despacho real fue abierta con tal fuerza que parecía desprenderse de sus bisagras. Entonces, un caballero con rostro pálido ingresó corriendo para dar su informe urgente.

—¡¿Un dragón?! —exclamé, incapaz de mantener la calma—. ¡Imposible! ¡¿Estás diciendo que salió de las montañas?! ¡¿No habrán malinterpretado algo?!

—¡Mis disculpas, Su Majestad! ¡La noticia vino del Gremio de Aventureros! ¡Es una emergencia! ¡Y están esperando instrucciones!

—¡Ugh…! ¡Si no es un problema, es otro! ¡Convoca una reunión de emergencia en nombre del rey! ¡Que se reúnan de inmediato!

Aunque este informe acababa de darme otro dolor de cabeza, era mi trabajo como rey tomar una decisión. Con eso en mente, le di órdenes al caballero, observé cómo salía corriendo de mi despacho, y coloqué mi mano sobre mi estómago.

—¡Argh…! El desastre que causó Algard me provocó una migraña. ¡¿Y ahora tengo que lidiar con un dragón?!

Un dragón; esa palabra por sí sola significaba peligro. Su especie era el pináculo de los peores temores existentes. No solo eran prodigiosamente tenaces, sino que su peor rasgo era que podían volar por los cielos.

Hubo muy pocos relatos de avistamientos directos de dragones. Por esa razón, cuando aparecían, el peligro que representaban era suficiente para provocar miedo en cualquiera. No era exagerado decir que la llegada de un dragón era presenciar una calamidad incomparable.

En toda la historia del Reino de Palettia, no hubo registro ni leyenda de ningún ataque de dragón. Sin embargo, todos conocían las historias de otros reinos que habían sido completamente destruidos por ellos. Esa era la magnitud de la situación.

—Debo calmarme. ¡Maldita sea…! P-Pero ¡¿qué se supone que debemos hacer…?!

Estábamos tratando con un dragón. No solo podía arrasar nuestro país, sino que también podía volar. Tratar de colocar una línea defensiva sería inútil si el enemigo puede pasar por encima.

Podríamos resistir si el dragón decidiera retirarse, como una tormenta que se disipa, pero la estampida era otro problema. Después de todo, ellos existían para cazar y devorar a los suyos.

Todo esto indicaría que el dragón probablemente veía a la estampida como sus presas potenciales. Si eliminábamos lo que consideraba su presa, solo lograríamos que enfureciera aún más.

—Padre, soy Algard. ¿Puedo entrar?

—¡¿Algard?! Se suponía que estabas confinado en tu habitación.… ¡Bien, entra! ¡¿Qué necesitas?!

La voz al otro lado de la puerta fue una sorpresa, pero permití que Algard ingresara. Mientras se acercaba, no pude leer nada en su rostro; es como si estuviera reprimiendo conscientemente sus emociones.

Desde que anunció la anulación de su compromiso con Euphyllia, había quedado bajo arresto domiciliario. Además, había intentado interrogarlo en varias ocasiones sobre sus motivos, pero mi hijo se había vuelto incomprensible para mí. Quizás fue en parte mi culpa por haberlo dejado de lado para enfocarme en los asuntos del Reino, pero aun así, no podía comprenderlo.

Podría decir lo mismo de la tonta de su hermana…

La recuerdo siempre sonriendo a diferencia de su hermano. Anisphia era incomprensible en el sentido que nunca podría anticipar lo que haría, pero, en cambio, Algard era simplemente un enigma.

Fue mi hijo quien rompió el silencio.

—Perdóneme, padre. Escuché que apareció un dragón.

—¿Y cómo lograste enterarte de eso estando encerrado…? ¿Qué es lo que deseas? —pregunté, dejando salir un suspiro.

Su respuesta era algo que no esperaba, así que me tomó por sorpresa.

—Por favor, permítame participar en la batalla, padre.

—¿De qué estás hablando…? —Fruncí el ceño ante su repentina petición.

—En pocas palabras, busco honor y prestigio.

—¿Honor? ¡¿Me estás diciendo que planeas acabar con eso tú solo?!

—Sí. Y desearía una recompensa si llegara a tener éxito. Por ese fin, estoy preparado para arriesgar mi vida.

Matar a un dragón otorgaría un prestigio increíble. Entonces, lo que deseaba era honor. Eso fue suficiente para decirme lo que estaba planeando.

Sin embargo, solo sentí tristeza y frustración porque Algard no terminaba de comprender las cosas que realmente importaban. Podría imaginar con cierta precisión qué era lo que quería.

—Algard… ¿Realmente desprecias a Euphyllia? ¿Estás dispuesto a llegar tan lejos por la hija de aquel barón? No puedo comprenderte. ¿No podrías mantener a la otra señorita como una amante o una concubina, tal vez? Puede que yo no tenga una, pero ninguna ley lo prohíbe. ¿Por qué te opones obstinadamente a Euphyllia?

Lo que Algard quería era romper su compromiso; y para hacerlo, la condenó públicamente.

Sin embargo, las acusaciones parecían totalmente inventadas. Durante un tiempo, sospeché que Algard estaba ciegamente enamorado, pero no vi nada en sus acciones que lo confirmaran. Su corazón no ardía de pasión, más bien era lo opuesto, estaba completamente helado.

—No tengo que dar detalles sobre mis sentimientos, padre. No le estoy pidiendo una promesa —dijo Algard con voz baja y tranquila—. Pero no puedo sentarme aquí sin hacer nada, recibiendo órdenes y siguiendo el camino trazado para mí. ¿Acaso ese es el tipo de gobernante que necesita este reino?

—¿Qué estás tratando de decir, Algard…?

—«Si tan solo pudiera usar magia. Si tan solo hubiese nacido hombre.» ¿Pensaste que no escucharía lo que has estado diciendo a mis espaldas?

Mi mirada se posó sobre el escritorio. Me dolió escuchar la grave acusación de Algard. Mi mente estaba recordando todas las posibles interpretaciones de lo que trataba de decirme. ¿Cuándo fue que él y Anisphia se enemistaron?

Ellos eran muy unidos cuando eran pequeños, casi inseparables. Había momentos en los que Anisphia se llevaba a Algard para causar todo tipo de problemas solo por diversión. Pero cuando se embarcó en su búsqueda de magicología, todo empezó a salir mal.

Puede que Anisphia no tuviera el talento para la magia, pero fue bendecida con una mente innovadora y la fuerza de hacer realidad sus ideas a través de su voluntad. Y eso estaba directamente relacionado con la situación actual de Algard. Quienes lo rodeaban habían comenzado a despreciarle por su falta de talento propio. Y antes de que pudiera ayudar a hacerles frente a sus problemas, ambos se habían distanciado.

Ambos continuaron por caminos separados; eso hizo que su relación se volviera irreparable. Anisphia renunció a su derecho al trono e instauró su posición como «Princesa Peculiar», una tonta indigna de su nombre real. Al menos, había pensado que esa era su intención.

Ella lo hizo por el bien de su hermano, para que fuera mi sucesor en el trono. Y como tal, me había esforzado por criarlo para que fuera un gobernante ortodoxo. Siempre había considerado mi deber de proteger y preservar el Reino para las futuras generaciones.

Sin embargo, Algard siempre era desfavorecido en comparación con Anisphia, por lo que me acerqué a Grantz para pedirle a Euphyllia que se convirtiera en la futura consorte y así poder garantizar que el Reino tuviera un futuro estable. Mi esperanza era crear un reino pacífico; mantener el reino unido sin alentar el surgimiento de facciones o conflictos.

Para bien o para mal, las actividades de Anisphia habían atraído una atención considerable. Muchas personas la despreciaban debido a su noción herética de la magicología, pero había un cierto número que reconocía su talento.

Y por ello comenzaron los rumores; que Anisphia poseía algo de lo que carecía su hermano. Con ello, la gente los comenzó a comparar.

De cualquier manera, Algard sería el próximo rey. Cuando ascendí al trono, el reino se encontraba en crisis. Solo reflexionar sobre ello me hacía llenar de arrepentimiento. No quería que mi hijo sufriera de la misma manera.

Había intentado darle todo lo que pude, pero no sabía cómo reaccionaría ante ello. Mirando hacia atrás, era casi vergonzoso. Incluso ahora, no quería ver lo que debería haber hecho.

Pero seguía siendo el rey. No podía dar marcha atrás, ni siquiera ante un obstáculo de esta magnitud.

—Algard. Es cierto que el prestigio de matar a un dragón garantizará tu posición. En cuanto a lo que quieres… Bueno, el Reino requiere de toda la fuerza que pueda reunir. Te lo volveré a preguntar. ¿Estás dispuesto a arriesgar tu vida?

—Sí. Estoy listo para cualquier cosa.

—Muy bien. Entonces déjame apoyarte. Te permitiré asistir a la reunión de emergencia. Después…

En medio de la conversación con Algard, sonó otro golpe en la puerta. No pude ocultar mi molestia por esta tercera interrupción. ¡Esto era una emergencia! ¡¿Qué podría estar pasando ahora?!

—¡¿Qué sucede esta vez?! —le grité a quienquiera que estuviera esperando afuera.

—¡S-Su Majestad! ¡Noticias urgentes! ¡Se trata de la princesa Anisphia!

Mi corazón se hundió ante el informe tembloroso del caballero. Podía ver en mi mente a mi insensata hija mostrando uno de sus inventos con una amplia sonrisa. Y ese invento era…

—¡Los testigos afirman haberla visto montando un dispositivo mágico junto a la señorita Euphyllia!

Es cierto; ella estaba registrada como una aventurera de rango alto. Y si mi memoria no fallaba, este tipo de información era distribuida en momentos de emergencia a todos los aventureros de placa dorada.

Un escalofrío me recorrió la espalda mientras juntaba las piezas. No quería pensar que fuera posible, pero no podía quitarme la sospecha que me carcomía por dentro.

—¡¿A dónde fue?! ¡Responde!

—¡E-En dirección al Bosque Negro!

—¡Maldición! ¡Arggg! —exclamé.

Mi dolor de cabeza era peor que nunca.

♦ ♦ ♦

—El viento aquí arriba puede ser bastante frío —dije mientras estornudaba—. ¿Eh? ¿Estás bien, Euphie? ¿No tienes frío?

—¿Cómo puede estar tan tranquila, señorita Anis…?

Ya me había acostumbrado a que el viento me golpeará en pleno vuelo, pero Euphie no. Sus brazos envueltos con fuerza alrededor de mi cintura lo demostraban. Ella acercó su cuerpo al mío, desesperada por no caer.

Era extraño sentir el calor de su cuerpo. Y no solo el calor, sino también los latidos de su corazón. Estar en un entorno gélido me hizo aún más consciente de su presencia. Sacudí la cabeza, tratando de aclarar mis pensamientos antes de comenzar a sentirme demasiado rara y cohibida.

Mi escoba de bruja podía moverse más rápido que un caballo galopando al máximo. Como Euphie aún no estaba acostumbrada a volar, nos mantuve a poca distancia del suelo, lo suficiente como para pasar fácilmente por encima de cualquier obstáculo que se aproximará.

—Señorita Anis, necesito comprobar algo —dijo Euphie mientras me sujetaba por detrás.

Aquella sensación me producía cierto cosquilleo, pero tenía que responder a su pregunta. Manteniendo la vista fija delante de mí, pregunté:

—¿Qué es?

—Se trata de cómo está tratando de recolectar la magicita. Es la razón por la que se convirtió en una aventurera, ¿no?

Mi investigación no fue aprobada por el Gobierno, así que tenía que ganar lo suficiente como para patrocinarme yo misma. Sin embargo, no era como si no recibiera ningún tipo de financiación; recibía algo por proporcionar las herramientas mágicas y cosas similares.

No obstante, se suponía que el tesoro del Reino se usaría para el beneficio de la gente. Las herramientas mágicas pueden ayudar a las personas, pero el estudio de la magicología era un asunto personal. Como tal, no podía realizar mi investigación a gran escala.

—Si estás preguntando cuál es la razón por la cual necesito las magicitas, es porque son esenciales para mi investigación.

—¿Está usando la magicita en su investigación? ¿De qué manera…?

—No te conté mucho al respecto porque dudaba que me creyeras si lo hacía. Pero está bien. Para empezar, ¿qué crees exactamente qué es la magicita? —respondí con una pregunta.

Euphie hizo una pausa antes de responder.

—Es… el núcleo de los monstruos…, ¿verdad?

—Eso es lo que piensa la mayoría de las personas. A menudo se dice que la razón por la cual son tan fuertes es porque la magicita les da habilidades únicas. Pero ¿cómo se forman estos cristales? ¿De dónde provienen? Es por eso que comencé a investigarlos, para llegar al fondo de esa pregunta.

—¿Y se ha dado cuenta de algo? ¿Es por eso que las quiere?

—Sí. Descubrí que los cristales de magicita son esencialmente una variedad de las piedras espirituales que se han transformado al estar dentro de sus cuerpos.

—¡¿Qué…?! ¡¿Está diciendo que son un tipo de piedra espiritual?! —exclamó Euphie justo al lado de mi oído, haciendo que me sobresaltara.

Bueno, esa era una reacción esperada, así que continúe volando sin permitirme distraerme.

—Así es. Los cristales de magicita se forman cuando los espíritus entran en el cuerpo de un monstruo y se transforman en un tipo especial de piedra espiritual. Es por eso que pueden usar la magia.

—Es difícil de creerlo…

—Te dije que te costaría creerlo, ¿verdad?

Las piedras espirituales se consideraban sagradas en este país. ¿Quién estaría dispuesto a creer que los cristales de magicita que se hallaban en monstruos altamente peligrosos también podrían ser consideradas como piedras espirituales, incluso si no fueran exactamente iguales? La gente descartaría la noción misma como absurda. Por ese motivo, eran pocos a quienes le había revelado los resultados de mi investigación.

—Así como se puede canalizar energía mágica a través de una piedra espiritual para activar sus efectos, un cristal de magicita se activa de la misma manera. Pero en su caso, el monstruo y la magicita están profundamente entrelazados. No se le puede canalizar la energía en su interior y esperar que funcione.

—Entonces, ¿cómo logró activarlos? —preguntó Euphie.

Ese era el problema. Hasta ahora, solamente había explicado las propiedades generales de la magicita, y era natural suponer por todo esto que no podían tener un uso práctico. Después de todo, no era como si las personas hubiesen probado sus aplicaciones en el mundo real.

—Para que una magicita haga efecto, debe tener un medio a través del cual pueda transmitir esos efectos. Así que me di cuenta de que podía usarme a mí misma.

—¿Cómo…?—

Sus brazos repentinamente se apretaron alrededor de mi cintura, eso me hizo jadear un poco.

Al momento siguiente, Euphie se inclinó.

—¿Es eso posible…? ¿Es incluso seguro?

—¡Ya he hecho algunas pruebas preliminares! ¡Es perfectamente seguro! ¡Lo hice hace tiempo, cuando apenas ideé esa tecnología por primera vez y comencé como aventurera!

—¿Cómo pudo tomar tal riesgo…? Lo siento por Su Majestad. Debió haber estado muy preocupado… —Suspiró Euphie con frustración.

Sonreí débilmente. Sabía muy bien que le había causado mucho estrés a mi padre.

—Pero es la única forma en que podré usar magia.

—¿Señorita Anis…? —murmuró Euphie, inquieta.

No había terminado.

—Básicamente, el poder latente en un cristal de magicita era la única fuente de magia que podía usar un monstruo. No se activa con deseos u oraciones de espíritus. Para ellos, la magia era una propiedad intrínseca de su propia existencia. Y quiero un poco de eso. No puedo usar magia invocando espíritus; la única opción que tengo es usar un cristal de magicita.

Más que nada, eso serviría como prueba de quién y qué era yo. No podía olvidar mi propio origen sin importar qué.

No, sin importar cuantos problemas haya causado, no podía dejarlo. Esa idea había nacido cuando recordé por primera vez mi vida pasada; creció a través de mi anhelo por la magia y se intensificó aún más cuando supe que era completamente incapaz de emplearla.

—¿Es por eso que quiere la magicita del dragón…?

—Sí. Además, ¡pertenece a un dragón! —dije, emocionada.

Euphie ya no parecía tan ansiosa, pero no podía ocultar mi entusiasmo. ¡Solo pensar en la palabra dragón era suficiente para avivar el fuego en mí!

—¡Los dragones no son solo monstruos; ellos son la cúspide de todas las criaturas vivientes! ¡Por supuesto que quiero esa magicita! ¡La idea de usar ese poder con mi tecnología hace que sea difícil quedarme quieta!

—¿Pero qué hará después? —preguntó Euphie.

Sus brazos envueltos a mi alrededor parecían estar aferrándose con una intensidad diferente. La fuerza era la misma, pero sentía como si estuviera tratando de sostenerme en lugar de reprenderme.

—Su magicología es maravillosa. Y sus herramientas mejorarán enormemente la vida de las personas. Pero la sola idea de aumentar sus habilidades con ayuda de la magicita es aterrador. Sería como absorber los poderes de un monstruo en su interior.

—Sí… No estás equivocada. No voy a negar eso.

—¿Y aun así lo desea…? ¿Para qué?

Convertirse en un monstruo estaría más allá del tabú. ¿Qué demonios podría esperar luego de llegar a tales extremos? Pero ya tenía una respuesta a esa pregunta, un deseo que mantenía cerca de mi corazón.

—Si no puedo usar magia de manera normal, esta es la única opción disponible para mí. Necesito hacer realidad mi deseo.

—¿Y cuál es su deseo?

—Quiero ser una maga. Quiero hacer feliz a la gente. No me importa si mi magia es diferente a la de los demás. Quiero poder hacer frente a las amenazas, crear herramientas que mejoren la vida de todos y hacerlos sonreír. Ese es el tipo de maga que quiero ser. No puedo simplemente renunciar porque no puedo usar magia normal.

Eso era todo. Desde que me di cuenta de quién era, no había podido liberarme de ese anhelo por la magia. A veces sentía que era una maldición, pero no podía traicionar aquel sentimiento que se hallaba arraigado dentro de mí. Después de todo, estaba en mi naturaleza.

—Quiero saber qué me deparará el futuro y qué es lo que puedo hacer. Tal vez alguien más siga el mismo camino que yo algún día, así que quiero despejarles todos los obstáculos. —Ese era mi motivo. Mis palabras estaban llenas de toda la fuerza de mis oraciones y deseos—. Así que, por favor, no intentes detenerme. No hasta que haya hecho algo malo que no sepa cómo repararlo. Si llega a suceder, estoy segura de que podrás ayudar, Euphie. Eres un genio, ¿verdad? Sabes que no quiero convertirme en un enemigo de mi propio hogar.

—¿Está planeando convertirse en un enemigo del Reino…?

—No quiero, pero tampoco espero que todos acepten lo que estoy tratando de hacer. Sabes, no es que no haya pensado en dejar el Reino atrás.

La magicología era una ciencia poco ortodoxa en el Reino de Palletia. En un país que trata a los espíritus como amigos sagrados, mucha de su gente no entendería los esfuerzos de alguien por desentrañar sus misterios o la construcción de artefactos mágicos.

Tenía recuerdos dolorosos. Una y otra vez, había pensado en abandonarlo todo. Esta nación era demasiado sofocante para vivir. Cuanto más intentaba ser yo misma, más sofocante se sentía. Pero la razón por la que aún sigo aquí es realmente simple.

—Todavía amo este país lleno de magia, y mis padres me aceptaron a pesar de que carezco de magia. Luego, están todas las personas que he conocido durante mi tiempo como aventurera. Y sobre todo, me encanta la cultura. La magia siempre fue parte de nuestra historia.

No me importaba a quien le desagradaba, ni siquiera si eran nobles capaces de usar la magia libremente que tanto anhelaba. Nada borraría estos sentimientos. Me encantaban estas personas.

Ellos podrían llamarme hereje o mujer loca, pero seguía siendo la princesa de estas tierras. Podría decirse que fue gracias a mi estatus real que mi investigación pudo llegar tan lejos. Y es por eso que quería contribuir para mostrar mi agradecimiento.

—Los dragones pueden volar; eso los convierte en una gran amenaza para las personas. No muchas personas son capaces de hacerles frente en el Reino. Estos individuos son los tesoros de nuestra nación… Por lo tanto, si llegan a pelear, podrían perder la vida. Esa es otra razón que me impulsa a ir. Puedo volar y enfrentarme a un dragón. Aunque mi razón principal puede ser egoísta, también estoy haciendo esto porque es mi responsabilidad como miembro de la familia real.

—Señorita Anis…

—¡Y además, el objetivo de la magia es hacer sonreír a las personas! ¡He guardado mi propia magia especial solo para un momento como este!

Con ello, traté de que Euphie comprendiera lo que pienso. Nunca antes había hablado tanto sobre mí, ni siquiera con Ilia o mi padre. ¿Por qué fue Euphie la primera persona en la que decidí confiar plenamente?

¿Fue solo una coincidencia, o había algo de lo que aún no me había dado cuenta…? Supongo que, de cualquier manera, estaba bien.

La seriedad de Euphie me obligó a confiar en ella. Necesitaba hacer esto por quién yo era, y quería que ella lo entendiera.

Cuando terminé, Euphie apoyó su cuerpo contra el mío. Nuestros cuerpos ya estaban demasiado apegados, pero esta acción hizo que nos acercaremos aún más. Sus brazos estaban alrededor de mi cuerpo.

—Siempre di por sentado mi habilidad con la magia. Nunca me había detenido a pensar que era la magia en sí. Así que para mí, usted es realmente alguien increíble…

Contuve la respiración por un momento ante la declaración de Euphie. Era tan sincera que quise mirarla por encima del hombro.

—Yo también quiero ver lo que depara el futuro, por este camino que ha elegido seguir.

—Euphie…

—Estoy segura de que podré encontrar lo que he perdido si continuo en este camino. Sé que realmente sucederá. Así que… no haga una tontería, por favor. Su deseo es algo precioso, pero tengo miedo de que pueda terminar llevándola a un lugar donde no pueda alcanzarla. Tengo miedo de perderla.

El calor de los brazos de Euphie y el sentimiento de sus palabras me llegó al corazón… Ah, cierto. Quizás eso responde a por qué me siento a gusto con ella: era debido a que era ella misma.

Todavía no podía comprender este sentimiento correctamente, pero estaba cerca de obtener una respuesta. Quería encontrarla en ella, al igual que ella trataba de encontrar su camino en mí. Ella era un genio, más cerca que nadie a ser lo que consideraba un mago ideal. Era perfecta, una señorita tanto que encarnaba lo que siempre había querido ser.

Sin embargo, cuanto más la conocía, más me daba cuenta de que también era notablemente torpe. Ella necesitaba de alguien que la cuidara.

Tal vez era porque me agradaba que quería mostrarle el camino que estaba recorriendo. Tenía que ser ella, porque ya se encontraba donde yo deseaba estar. Y ella también deseaba ver mi viaje. Sus palabras, más que nada, me dieron la fuerza que necesitaba para seguir adelante.

—No te preocupes. No voy a morir y dejar que todo acabe. ¡Euphie! ¡Veamos a dónde nos llevará este camino! ¡El dragón solo es el principio!

—Eso suena como que será otro dolor de cabeza, pero está bien… Es tan típico de usted. ¿Me pregunto qué es, este sentimiento? Me dice que no le detenga. Así que no lo haré. Le acompañaré y me quedaré a su lado, como su asistente. —La voz de Euphie parecía contener felicidad.

Ella sonaba tan alegre que quise verla por encima del hombro. Solo escucharla me hacía inmensamente feliz. Era como un cosquilleo que aumentaba en mi interior, tanto que al final solté una pequeña risita.

Podría sonar extraño, ya que estábamos a punto de ir a matar a un dragón, pero esta conversación me proporcionó un importante sentido de resolución. Esperaba que Euphie sintiera lo mismo.

—¡Vamos, Euphie! Necesitamos aumentar la velocidad, ¿puedes apoyarme con tu magia de viento?

—Finalmente, una tarea para su asistente… Solo no haga algo precipitado, ¿de acuerdo?

Era fácil decirlo, pero por muy emocionada que estuviera, podría acabar exagerando. Por ello, contuve la felicidad que inundaba mi corazón.

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