¡¡Gotas~!! La historia de la Princesa de la Fragancia~ – Acto 36: Visita al asilo de pobres (2)

Traducido por Ichigo

Editado por YukiroSaori


Cerca de la casa de la bruja había una zona de carruajes que podían tomar para ir al pueblo. Por lo general no había muchos clientes que viajaran en estos carruajes remodelados, pero habían estado aumentando sus ganancias haciendo compras en nombre de las aldeas que visitaban y entregando los artículos allí.

Su transporte se acercó poco a poco a la aldea de Oulu mientras charlaban.

Había un pequeño arroyo en la entrada. La aldea estaba junto al bosque, pero la magia no era tan espesa como allí.Por lo tanto, los monstruos no aparecían mucho, y podían mantenerse.

Pero la magia aquí sigue siendo mucho más fuerte que la de la Capital Real.

Deben cosechar deliciosas verduras y frutas, pensó Cordelia mientras seguía a la Bruja y bajaba del carruaje.

—Ahora, vamos.

El primer lugar al que se dirigió la mujer fue un edificio en la parte trasera de la aldea. La niña inspeccionó el pueblo mientras caminaban hacia allí. Se mantenía una distancia moderada entre las casas. Dependiendo de la ubicación, algunas tenían un campo al lado, y algunas criaban una o dos vacas. Además, vio escenas que rara vez había tenido la oportunidad de ver en la Capital Real, como niños jugando en los tocones de los árboles y en la arena, u hombres de mediana edad cargando paja.

Llegaron a su destino mientras ella observaba su entorno. El edificio era de piedra blanca y, por decirlo de forma amigable, parecía tener mucha historia detrás. Siendo francos, parecía una iglesia antigua.

En la entrada del edificio había un cartel de madera que indicaba que era el albergue para pobres.

Junto a la casa de los pobres había un campo lleno de verduras frescas y verdes. Había flores y hierbas plantadas en los bordes del campo para su disfrute, y había niños con sombreros de paja arrancando las malas hierbas. Había varias regaderas al lado del pozo.

—¡Ah, es la Bruja!

—¡Maestra, bienvenida!

Los niños se percataron de su presencia y alzaron una voz alegre. Ella los saludó y agitó las manos, luego se dirigió directo al edificio. Cordelia, Vernoux, Gille y Ronnie la siguieron.

Los niños que estaban dentro del edificio eran más pequeños que los de fuera. Sin embargo, reaccionaron de la misma manera.

—¡Es la Bruja!

—¡Maestra, bienvenida!

Los niños, que hablaban con ceceos más pronunciados que los de fuera, se precipitaron hacia ella… Pero se detuvieron enseguida. Seguro porque había extraños detrás de ella… Tal vez porque Cordelia, Vernoux, Gille y Ronnie estaban allí.

Los niños mantuvieron la distancia mientras miraban a los extraños, y la puerta trasera se abrió poco a poco.

La mujer que apareció era más o menos de la misma altura que la Bruja.

—Vaya, sí que has traído gente contigo hoy, Green.

—Hola, directora. He puesto los bocadillos de hoy en esta cesta. Y, como he escrito en mi carta, estos tres niños son los que visitan mi tienda en la Capital Real y uno de sus hermanos. Terminé invitándolos aquí.

—Bienvenidos, damas y caballeros de la Capital Real. No tenemos mucho, pero por favor, siéntanse como en casa.

Cordelia y los demás devolvieron la bienvenida de la directora con una reverencia. Entonces, justo cuando estaba a punto de saludar, un niño detrás de ella, que ocultaba su rostro, gritó de repente.

—¡¡¡Aah!!! ¡Hay un príncipe!

Por un momento, el silencio reinó en la sala como si el tiempo se hubiera detenido. Cordelia se sorprendió por aquella escandalosa afirmación, y se movió de forma antinatural para seguir la dirección que señalaba el niño.

El dedo apuntaba a Vernoux.

En cuanto Cordelia se dio cuenta, los niños vitorearon y rodearon de inmediato a Vernoux.

—¡¡¡Increible!!! ¡Es de verdad un príncipe!

—¡Mira, el libro de ilustraciones! ¡Está aquí dentro! El príncipe ha salido del libro de ilustraciones.

En verdad había una persona que se parecía a Vernoux en el libro ilustrado que uno de los niños había sacado con rapidez de la estantería. Los niños se emocionaron y gritaron:

—¡Es el príncipe!

¿El joven Vernoux es el príncipe…?

Ahora que alguien lo mencionaba, en verdad tenía el pelo rubio y los ojos azules… En otras palabras, tenía el aspecto clásico de un príncipe.

Pero ¿por qué?

Esa palabra no le pega mucho al joven Vernoux. ¿Hay algún príncipe que venga a casa de alguien a comer dulces todos los días? No, ¿cómo podría haberlo? En el momento en que pensó eso quiso estallar en carcajadas, pero hizo lo posible por no hacerlo. Gille, en cambio, no se contuvo y sus hombros temblaban mientras reía.

—Nosotros… bueno, es cierto que pareces un príncipe. Ju, ju… ¿Vas a ser un príncipe hoy?

—Yo… de verdad no. ¡No te rías Gille! Ah… Sabes, lo siento, pero no soy el príncipe. Y el príncipe de este reino tiene el pelo negro. No tiene el pelo rubio como en ese libro ilustrado.

Después de decirle eso a Gille, Vernoux se lo dijo a los niños que se aferraban a él.

Pero ellos no le hicieron ningún caso.

—¡Príncipe, vamos a jugar a la mancha! ¡Vamos al jardín!

—He dicho que no soy el príncipe…

—¡Eso es algo que diría un príncipe! ¡Porque tienes que mantener el secreto!

—No soy… ¡Eh, no me tires!

—Príncipe, vamos al jardín. ¡Rápido, date prisa!

—De acuerdo… Iré contigo si me llamas Vernoux en lugar de Príncipe.

—Entonces, Vernoux. ¡Juguemos a la mancha! ¡Es tan impresionante jugar con el príncipe!

Su petición tampoco sirvió de nada, y fue arrastrado fuera por los niños que pensaban que era un príncipe. Por lo tanto, seguía gritando: “No soy el príncipe”, mientras lo arrastraban fuera.

—Vaya, Vernoux es muy popular.

Cordelia y Gille devolvieron la misma expresión a la sonriente bruja.

Sin embargo, ella se preguntaba si el hijo de un marqués sabría jugar a la mancha, pero por fortuna, conocía las reglas.

—¡Viene el príncipe~!

—¡Corre!

Los alegres gritos permitieron a todos saber que Vernoux la “tenía”, y también transmitió que los niños estaban tan emocionados que se habían olvidado de su petición.

—¡Voy a atrapar a todos los que me llaman Príncipe! —les gritó y se mostró tan animado como ellos.

Cordelia, que había estado pensando, recordó de repente que no había saludado de forma adecuada a la directora.

—Siento haberle molestado. Por favor, llámame Dilly. Es un placer conocerla.

—Es un placer conocerla. Lo siento, los niños están llenos de energía —dijo la directora mientras acariciaba a la niña que se aferraba a su pierna. No era la misma que había informado a todos de que Vernoux era el príncipe.

La niña parecía tener cosquillas y se aflojó, luego miró fijo a Cordelia.

—Hermana, ¿eres una princesa?

Las palabras que salieron de la boca de la niña tenían un poco de ceceo, pero sonaban bonitas.

Y lo que dijo era tan bonito como su vez, pero era algo que no había esperado. Ella, que estaba a punto de congelarse, se arrodilló y la miró.

—Soy Dilly. La maestra me está enseñando sobre las hierbas. ¿Cómo te llamas?

—Soy Toto.

—Ya veo. Es un nombre bonito.

Toto sonrió ante sus palabras. Entonces, se soltó de las piernas de la directora, se dirigió hacia donde estaba Cordelia y agarró ambas manos con firmeza.

—Mm, Dilly. Quiero convertirme en una princesa. ¿Cómo me convierto en una?

—Hmm… Yo tampoco soy una princesa, así que no sé cómo convertirme en una.

La niña escuchó su respuesta y puso cara de decepción. Debía admirar mucho a las princesas. Sin embargo, Cordelia no había mentido.

Me pregunto qué pasa, se preocupó, pero escuchó algo inesperado.

—Todas las chicas son princesas.

Esa era, sin duda, la voz de Gille.

Después de pronunciar esas palabras, levantó a Toto con toda naturalidad.

—Entonces, no pongas esa cara tan triste.

Toto puso cara de sorpresa, pero enseguida sonrió. Cordelia, por su parte, estaba aturdida. Sin embargo, Gille mantuvo su aspecto natural.

—Oh, sí… las princesas se ven bien con una corona de flores. Seguro que fuera están floreciendo algunos tréboles blancos.

—¿Corona de flores?

—Sí. Te la pones en la cabeza.

La niña chilló de alegría ante esas palabras.

—Directora, ¿puedo llevar a esta niña fuera?

—Sí, por supuesto. Gille, por favor, cuida de ella.

El niño se inclinó y la llevó fuera. Cordelia los vio alejarse y al final se dio cuenta de que se había quedado atrás cuando ya no pudo verlos.

No, está bien. Está bien, pero el joven Gille ha mostrado una faceta inesperada hace un momento. Pensaba que era un caballero, pero líneas como esa le salen de forma natural, entonces puede que sea un mujeriego… No pudo evitar pensar eso.

—Hola —la llamó entonces una voz ruda.

Cuando ella se volvió hacia la voz, vio a Mick, que le había robado la magdalena el otro día.

—Oh, ha pasado un tiempo.

Mick levantó aún más la ceja ante esa respuesta.

—¿Por qué estás aquí?

—Porque se lo pedí a la maestra.

Él estaba proyectando su incomodidad hacia fuera e incluso no estaba dispuesto a disculparse el otro día. Pero aun así, lo hizo… O mejor dicho, Cordelia no se enfadó y sintió un poco de pena por él, ya que fue regañado y tuvo que disculparse. Sin embargo, eso no cambia los sentimientos de Mick.

—¿Has venido a burlarte de mí?

—No lo hice. Nunca pensé en burlarme de ti.

—Entonces, ¿a qué has venido? Este no es lugar para que vengas.

—¿Por qué no puedo venir aquí?

—¿Por qué…?

Mick titubeó porque la directora y la bruja estaban cerca de ellos. Sin embargo, Cordelia también pudo adivinar que había ido demasiado lejos para retroceder.

Me pregunto qué pasa.

Se preocupó por un momento, pero de repente se le ocurrió.

Oh sí, nunca me presenté a él.

—Mick, soy Dilly. Siento no haberme presentado la última vez.

—¡No me interesa tu nombre! De todos modos, ¿por qué no estás enojada?

—¿Por qué no estoy enojada…? Ya lo hemos arreglado, ¿no? —dijo Cordelia, y él se puso muy rojo. Luego resopló con brusquedad y se fue al fondo de la sala. Al parecer, no supo elegir las palabras ni el tema.

—Oh, Dios. Mick también está lleno de energía hoy.

La directora habló de forma despreocupada, y Cordelia sonrió incómoda.

Siendo sincera, había esperado que no le diera la bienvenida.

Sería difícil que me diera la bienvenida si nuestro encuentro fue desagradable para él. Aun así, se siente mal si se mete en mi espacio. Pero es otra historia cuando se trata de preocuparse por él. Quiero hablar con él un poco más.

No creo que Mick esté preocupado por la magdalena.

Si hay una razón para esto, entonces quiero saberla. Tendré que involucrarme un poco más con él si quiero encontrar la causa. Si es porque somos incompatibles, entonces es eso, pero si he hecho algo para ofenderle, entonces tengo que corregirlo… Ahora mismo, creo que no le he ofendido. Si lo he hecho, entonces solo habría sido por el momento de mi presentación…

—No te ofendas. Solo es un poco cauteloso.

—No me importa, pero Mick…

—Él está bien. Estoy segura de que de verdad quiere hablar contigo. Sin embargo, está manteniendo su distancia porque es un poco sensible a la separación. Tiene miedo de no poder volver a ver a alguien de repente, así que mantiene a la gente alejada.

»Pero él ya considera este lugar como su hogar —continuó la directora.

Cordelia se quedó sin palabras.

Seguro tenga que ver con el momento en que se separó de sus padres. Pero no sé qué palabras son apropiadas para decir.

Sin embargo, la directora no necesitaba su respuesta.

—Pero espero que Mick pueda hablar con mucha gente. Dilly, por favor, habla con él si no te importa.

—Si te parece bien, intentaré hablar con él todo lo que pueda.

—Gracias.

Pero si digo algo que lo haga enojar como ahora, entonces solo ampliaría la brecha entre nosotros. Entonces, ¿cómo debo hablar con él? Ser impaciente es un defecto, ¿cómo puedo conseguir que me escuche? Se preguntó, y la puerta se abrió con energía. Cordelia y la directora miraron sorprendidas hacia allí, y vieron a Toto apretando un puñado de tréboles blancos.

—Dilly. Hazme una corona de flores.

—¿Eh?

—Lo siento, Dilly. Es más difícil de lo que esperaba.

Gille apareció tras ella. Llevaba una corona de flores, pero solo parecía una y se notaba que se iba a deshacer en cualquier momento. Seguro se rompería en cuanto alguien se la pusiera en la cabeza.

¿Gille ha hecho alguna vez una corona de flores?

No obstante, es muy hábil por su parte ser capaz de hacer una corona de flores en tan poco tiempo… Pero la que me había dado Gille no estaba construida como tal.

Cordelia sonrió al ver que los ojos de Toto brillaban.

—Entonces, te haré una hermosa corona de flores —declaró, antes de hacer una reverencia a la directora y a la bruja, y luego salió con ambos.

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