Katarina – Volumen 12 – Capítulo 1: Vida cotidiana (2)

Traducido por Shisai

Editado por Lugiia


Yo, Fray Randall, había pasado toda mi vida como una muñeca que no podía hacer otra cosa más que escuchar a mi padre, el marqués Randall. Siempre me habían dicho que para eso estoy viva, así que me limitaba a hacer todo lo que él me ordenaba y nunca pensé que eso fuera extraño.

No, puede que alguna vez lo pensara, pero al enfrentarme al marqués, quien respondía a cualquier comportamiento rebelde con palabras duras y violencia, tal vez mi corazón se había entumecido con el tiempo.

Mi madre, una de las amantes del marqués Randall, siempre le tuvo miedo. En primer lugar, la había obtenido de una casa noble de estatus inferior como pago de una deuda, pero también porque tenía cierta habilidad mágica. Después de mi nacimiento, la salud de mi madre se deterioró y ya no pudo tener más hijos, por lo que permaneció en la mansión con el único propósito de cuidarme. Me atendía como si fuese una sirvienta de la casa, de tal forma que a veces dudaba de que supiera siquiera que yo era su hija.

Con una madre que solo se relacionaba conmigo como sirvienta y un padre que no hacía más que dar órdenes, solo me rodeaban tutores que me inculcaron todo tipo de lecciones. Mi papel era actuar para que los planes del marqués progresaran. En última instancia, debía casarme en su beneficio. Me educaron diciéndome que solo existía para ser utilizada con ese fin.

Incluso cuando estaba a punto de comenzar mis estudios en la Academia de Magia, seguía pensando que eso era algo que nunca cambiaría. Eso fue hasta que conocí a esa persona…

♦ ♦ ♦

Esto ocurrió cuando fui al Ministerio de Magia con el marqués Randall. Él, quien probablemente quería aprovechar la presencia de una hija con una gran capacidad mágica para ganarse el favor de los funcionarios del Ministerio, se irritó terriblemente al comprobar que su intento de promocionarse había acabado en fracaso.

Esa irritación parecía dirigirse hacia mí, su hija. Tras salir de la sala donde nos habíamos reunido con los funcionarios y caminar un rato por el pasillo, en cuanto nos quedamos los dos solos, el marqués me fulminó con la mirada.

—Es culpa tuya que no hicieran caso a mi petición. Fue debido a tu pereza, ¡¿no?! Niña inútil —dijo, insultándome.

—Lo siento mucho. —Como siempre, incliné la cabeza en disculpa.

No obstante, en esta ocasión, su ira no se aplacaría tan fácilmente, por lo que su mano golpeó mi cabeza inclinada desde arriba. Como consecuencia, tropecé y me desplomé en el suelo del pasillo.

—¡¿Cómo te atreves a pensar que si solo agachas la cabeza serás perdonada tan fácilmente, holgazana?!

Mientras me reprendía, me preparé, esperando que la paliza continuase. Sin embargo, para mi sorpresa, no recibí un segundo golpe. Levantando la cabeza con cautela, vi que una mujer había aparecido junto al marqués y le había agarrado del brazo levantado.

Era una hermosa mujer, con cabello negro y gafas. Sus ojos miraban fríamente a mi padre.

—¿Qué demonios cree que está haciendo? —espetó el marqués, fulminando con la mirada a la mujer.

—Debería hacerle la misma pregunta. ¿Qué cree que le está haciendo a esta joven, precisamente aquí? —La voz de la mujer era hermosa, pero muy fría. Su mano aún sujetaba el brazo del marqués.

Después de sacudir violentamente su brazo para soltarse del agarre de la mujer, él la fulminó de nuevo con la mirada.

—¡Es mi hija y estaba a punto de disciplinarla! Esto no es asunto de una niña como usted. Desaparezca ahora mismo de mi vista —exclamó.

Al ver la mirada de amenaza que dirigió a la mujer, pensé que iba a empezar a temblar.

Ella, sin embargo, mantuvo una expresión fría y replicó:

—Me parece curioso que llame «disciplina» a insultar y cometer actos violentos. Además, no soy una persona cualquiera. Soy Lahna Smith, una alta funcionaria del Ministerio de Magia.

—Lahna Smith, una funcionaria del Ministerio de Magia… Había oído que alguien con ese nombre había sido ascendido recientemente dentro del Ministerio, pero al ver lo joven que es… es obvio que el Ministerio ha caído en tiempos difíciles —espetó él, burlándose.

—Usted es el que ha caído, marqués Randall. Debe haber algo mal en sus ojos, porque no entiende nada. Soy un miembro de alto rango de este Ministerio. Conozco muy bien a las personas con las que usted pretendía ganarse su favor. ¿Entiende lo que quiero decir? —se mofó la mujer, curvando los labios en una sonrisa burlona.

El marqués, quien hasta entonces se había mostrado tan agresivo, retrocedió de repente. Tal vez pensó que la mujer no conocía su identidad.

Aunque había venido a visitar el Ministerio de Magia con la intención de acercarse a sus dirigentes, acababa de burlarse de uno de ellos, alejándolo aún más de su objetivo.

Aun así, el orgullo del marqués seguramente no le permitiría disculparse ante una mujer mucho más joven que él.

—Maldición, ya he tenido suficiente por hoy. Puedes regresar tú misma a casa —gruñó, dejándome desplomada en el pasillo y alejándose a paso ligero.

Aunque no sabía con exactitud su destino, lo más probable era que volviera a la mansión Randall en el carruaje en el que habíamos viajado juntos hasta el Ministerio, o que fuera a la ciudad a descargar su frustración. Ahora, tendría que volver a casa sola, pero como en el Ministerio había carruajes de alquiler, eso no supondría ningún problema. De hecho, me aliviaba saber que, por el momento, no sufriría más violencia por parte de mi malhumorado padre.

Aun sentada, con las manos apoyadas en el suelo, dejé escapar un suspiro.

—¿Se encuentra bien? —me llamó una voz y, al mismo tiempo, alguien me ofreció la mano. Ante mí estaba Lahna Smith, cuyos ojos habían perdido su fría expresión y ahora me miraban preocupados.

—Muchas gracias —respondí, mientras tomaba su mano y me levantaba.

Como había estado sentada en el suelo, mi ropa estaba sucia, así que me quité el polvo de encima. Lahna Smith me observó todo el tiempo. Nadie la habría culpado si se hubiera marchado en ese momento, pero por alguna razón se quedó mirándome atentamente.

—¿Pasa algo? —le pregunté.

—¿Siempre es así? —inquirió. Era obvio que se refería a los actos del marqués.

No debo hacer algo que avergüence a mi familia. No debo hacer cosas que no beneficien al marqués.

Eso es lo que me habían instruido. Para seguir lo que me habían enseñado, debería haber dicho que no.

Pero en lugar de eso, dudé, y le dije:

—Sí. Siempre es así.

Antes de que pudiera detenerme, ya lo había dicho.

Oí que Lahna Smith jadeaba ligeramente. Tras un breve silencio, se limitó a responder:

—Entiendo…

Su tono contenía algo de tristeza. Estaba claro que esta mujer se había apiadado de mí. Como funcionaria del Ministerio de Magia, tenía poder, pero no podía hacer nada por lo que ocurría dentro de una familia.

—No pasa nada. Estoy acostumbrada —añadí, poniendo la expresión más valiente que pude ante aquella amable transeúnte que se había apiadado de mí.

Puse una sonrisa falsa en mi rostro, y entonces la mano de Lahna Smith me tocó la cara. Para mi inmensa sorpresa, utilizó esa mano para limpiar algo de mi mejilla. Aunque ni yo misma me había dado cuenta, las lágrimas caían por mi cara. ¿Por qué? Ni yo misma entendía la razón.

A pesar de ello, Lahna Smith me puso el pañuelo en la mejilla y me dijo:

—No se rinda. Siga avanzando y siga mirando hacia delante… Si aguanta un poco más, seguro que… —Las últimas palabras que susurró no pude oírlas, pero la mejilla que había limpiado con el pañuelo me pareció más cálida, aligerando la carga en mi corazón.

Después de asegurarse de que mis lágrimas habían dejado de fluir, me acompañó hasta la salida del Ministerio de Magia y preparó un carruaje para llevarme a casa. Incliné la cabeza una y otra vez mientras le daba las gracias.

—No se preocupe —me dijo, acariciándome la cabeza.

Y así, con el carruaje balanceándose, me dirigí a casa, a la mansión Randall. Como era de esperar, el marqués había salido a dar rienda suelta a su frustración y aún no había vuelto. Al parecer, acabó quedándose fuera hasta altas horas de la noche, antes de regresar borracho y meterse directamente en la cama. Al día siguiente, debía de tener resaca y sentirse incapaz de levantarse, o algo así, porque se quedó en su habitación todo el día. Me sentí aliviada de que pareciera seguir dejando en paz el asunto del Ministerio de Magia, y de que no volviera a pegarme por ello.

Sin embargo, al mismo tiempo, otro sentimiento estaba arraigando en mi corazón, algo que nunca había sentido antes. Nada de lo que había creído parecía importar ya, a pesar de que, hasta el momento, solo se me había concedido esta vida para actuar en beneficio del marqués.

No se rinda. Siga avanzando y siga mirando hacia delante. Rumiaba una y otra vez las palabras que Lahna Smith me había dicho aquel día, pero el tiempo pasaba sin que llegara a comprender lo que debía hacer.

Algún tiempo después, el marqués Randall me dijo que iba a ir a la Academia de Magia para presentarse y que yo debía acompañarle. La Academia, que se encontraba en los mismos terrenos que el Ministerio de Magia, también se llamaba campo de entrenamiento para los futuros trabajadores del Ministerio. La conexión entre ambos era muy profunda.

El marqués, el cual había buscado una conexión con los dirigentes del Ministerio, se preguntaba ahora si podría relacionarse primero con la gente de la Academia. Como yo, su hija, me matricularía al año siguiente, había venido con la pretensión de hacer presentaciones, con el motivo ulterior de halagar al profesorado.

En contraste con el frío rechazo que había recibido de los funcionarios del Ministerio de Magia, la gente de la Academia lo recibió con bastante cortesía. Me alivió pensar que no sería objeto de abusos verbales ni de violencia.

Entonces, me dejó allí, diciendo que iría directamente al palacio y me ordenó que regresara sola a casa. En el pasado, estoy segura de que me habría ido directamente a casa, subiendo al carruaje que nos había traído. Sin embargo, en esta ocasión tenía mis propias ideas. Pensé que, puesto que pronto comenzaría mis estudios en la Academia, me gustaría echar un vistazo al campus.

El marqués solo había venido a saludar al profesorado para ganarse su favor, con el pretexto de traer a su hija a ver la Academia, pero en realidad a mí no me habían enseñado nada. Desde el día en que Lahna Smith había pronunciado aquellas fatídicas palabras, había empezado a fijarme en lo que tenía delante, poco a poco. Mientras pensaba en lo que estaba frente a mí en aquel momento, me pareció que la Academia era un lugar encantador, haciendo que deseara ver más.

Decidí que iría a echar un vistazo al lugar por mi propia voluntad. Pensé que no me importaría que el marqués me criticara por ello más tarde, a pesar de que siempre le había temido tanto y había crecido creyendo que debía obedecerlo siempre. Quería ir a echar un vistazo por mi cuenta. Rechazando incluso a los criados que se ofrecieron a acompañarme, así lo hice.

Mi corazón latía con fuerza, por este acto de independencia sin precedentes, mientras inspeccionaba la Academia. Finalmente, me encontré con algo que nunca hubiera esperado encontrar. Lo mirara como lo mirara, no pertenecía a la Academia de Magia. Me quedé boquiabierta mirando el huerto que llenaba mi campo de visión.

—¿Quién es? —gritó alguien. Cuando me giré para mirar al interlocutor, vi a una mujer vestida con ropa de granjera, la cual me miraba directamente.

—Um, soy una estudiante recién matriculada, que empieza el próximo curso. —No queriendo que me tomaran por alguien sospechoso y acabar en problemas, me expliqué rápidamente.

—Ah, entonces estará en el curso inferior al mío —dijo la mujer vestida con ropa de trabajo, sonriendo. Por su atuendo, estaba segura de que era una de las jardineras de la Academia, pero para mi sorpresa, en realidad resultó ser una estudiante.

En ese caso, ¿era hija de una casa noble? Bueno, a ninguna noble se la vería labrando un campo, ni vestida así… Es cierto, recordaba haber oído que en el año superior al mío, había una plebeya que podía usar Magia de Luz. ¿Quizás se trataba de ella?

—Um, ¿podría ser usted la portadora de la Magia de Luz de la que he oído rumores? —pregunté.

La mujer sonrió y contestó:

—No, pero es amiga mía. Soy Katarina Claes. Espero que nos llevemos bien.

Katarina Claes. Era un nombre que ya había oído antes. La única hija del duque Claes, y la prometida del tercer príncipe. ¡Así que era una noble de mayor estatus que yo! ¿Por qué haría esto una persona así?

—¿Puedo preguntar qué hace aquí?

En circunstancias normales, me sentiría obligada a responder a una presentación de alguien de nacimiento más noble que yo presentándome. No obstante, mi conmoción y mis dudas ganaron a este sentimiento de obligación, así que no pude evitar preguntarle. Aunque sabía que mi actitud no era adecuadamente respetuosa para una joven noble, Katarina Claes no pareció molestarse lo más mínimo.

—Claro, solo estaba cavando hileras para plantar semillas de patata —respondió, aunque no puedo decir que la entendiera realmente. En otras palabras, había estado haciendo el tipo de trabajo de campo que podría hacer un agricultor. Quizá eso era todo lo que necesitaba saber. Pero ¿por qué una mujer de tan noble posición iba a trabajar en el campo?

¿Quizás había ocurrido alguna desgracia grave a su familia?

—¿Por qué haría algo así? —Me sorprendió hasta el punto en que hablaba sin pensar mucho. Por lo general, nunca le hablaría así a una recién conocida.

—¿Eh? Porque es mi pasatiempo.

Esta respuesta fue tan inesperada que no pude evitar quedarme paralizada.

—¿Pasatiempo…? —murmuré, simplemente repitiendo como un loro lo que ella había dicho.

Katarina Claes sonrió y declaró:

—Así es, un pasatiempo. Solo lo hago porque quiero.

Me había respondido con tanta naturalidad que no pude evitar sentirme tonta por pensar que le había ocurrido alguna desgracia grave. Además, parecía brillar con una sensación de libertad al declarar que solo hacía trabajo de campo porque quería.

Casi encantada por aquel resplandor, no pude evitar seguir con otra pregunta:

—Alguien me dijo que no debía rendirme, sino seguir mirando hacia delante. Pero ¿qué se supone que debo hacer ahora? ¿Puede decírmelo?

Desde que recibí esas palabras, me había sentido confusa, casi como si una cortina se hubiera corrido alrededor de mi mente. Sin saber qué hacer, quería hablar con alguien, pero no tenía a nadie a quien preguntar. Por lo tanto, acabé preguntando a una desconocida que acababa de conocer. Sentí que esta persona, la cual brillaba con una sensación de libertad desbordante, tendría una respuesta para mí.

Al oír mi pregunta, Katarina Claes me miró perpleja. No era de extrañar. Cualquiera consideraría una imposición que una compañera de primer curso a la que acababa de conocer le hiciera una pregunta tan profunda. Qué insolencia por mi parte siquiera preguntar.

—Um, por favor discúlpeme. No debería haberte interrumpido. —Me invadió un fuerte sentimiento de vergüenza, y estaba a punto de marcharme cuando ella volvió a abrir la boca.

—Supongo que debería seguir adelante.

—¿Eh?

—Si ha decidido no rendirse y seguir mirando hacia delante, creo que lo siguiente sería avanzar —explicó, sonriendo igual que antes.

Tardé un rato en responder.

—¿Avanzar?

—Sí. Pon un pie delante, de esta manera, y da un paso —dijo mientras colocaba un pie delante antes de dar un gran salto en la misma dirección. La visión de esta mujer en ropa de trabajo saltando por un jardín, con la luz del sol cayendo desde arriba, podría haber parecido cómica a un observador externo. No obstante, a mí me parecía divina, casi como la escultura de un dios. Experimenté una curiosa sensación, como si la cortina que había envuelto mi mente hasta ahora se hubiera rasgado en un instante.

Avanzar. Poner un pie adelante. Eso era. Después de todo, sabía lo que quería hacer. Sabía que la vida no podía seguir así para siempre. Sentí como si el mundo se me hubiera abierto de golpe. Mi mundo, que había sido gris, ahora tenía color.

Las palabras de Lahna Smith, que en aquel momento no había entendido del todo, ahora saturaron mi mente. Con lo que Lahna Smith… No, con lo que la señorita Lahna Smith me había dado, seguido de mi encuentro con la señorita Katarina Claes, pude deshacerme de mi antiguo yo, de la marioneta que solía ser. Pude convertirme en una persona nueva.

Mi corazón, que había estado bloqueado, ahora estaba despejado. Al mismo tiempo, el miedo y la lealtad que había sentido hacia el marqués Randall, de los que estaba tan segura que eran absolutos, también empezaron a desvanecerse.

—Muchas gracias. —Intenté articular la gratitud que sentía hacia la persona que había retirado el pesado sudario que yo había colocado sobre mi propio corazón.

—¿Por qué? —Una expresión de perplejidad se dibujó en el rostro de la señorita Katarina Claes.

¿Cómo decirlo? Parecía una persona sencilla.

—Creo que me gustaría dar algunos pasos hacia adelante antes de empezar la Academia —admití, poniendo palabras a mi propia resolución.

Imaginé que mis palabras sonarían incomprensibles para ella, pero, una vez más, sonrió.

—Ve a por ello.

—Lo haré. —Entonces, me despedí como es debido de ella, miré al frente y di mi primer paso hacia delante. Aunque más tarde, una vez subida al carruaje que me llevaría a casa, recordé que nunca le había dicho mi nombre, y empecé a preocuparme.

Pero al final, la siguiente vez que me encontré con ella, resultó que había olvidado toda la conversación.

♦ ♦ ♦

A partir de ese día, no viví como una muñeca que solo sabía asentir, sino que empecé a decir mis propias opiniones como Fray Randall. Decidí expresar los sentimientos que había mantenido reprimidos dentro de mi corazón durante todo este tiempo.

Tal vez alguien le había dicho algo, o bien era porque pronto entraría en la Academia, pero por su parte, desde aquel día en que la señorita Lahna Smith le había impedido pegarme, el marqués ya no me golpeaba.

Sin embargo, después de que me volviera desafiante hacia él de repente y siguiese gritándome, empecé a comprender que el maltrato verbal del marqués, a quien tanto había temido en el pasado, podía simplemente ignorarse y dejarse pasar.

La gente puede cambiar si lo intenta. Me volví casi irreconocible en comparación con la persona que había sido un año antes. Y como resultado de ese cambio, pude hacer amigos íntimos, como nunca había tenido antes. Por un lado, estaba Ginger, la cual adoraba a la señorita Katarina, a la que debía tanto agradecimiento como a la señorita Lahna Smith. Aunque el estatus social y las experiencias de vida de Ginger eran muy diferentes de las mías, empezamos a hablar debido a nuestro mutuo afecto por la señorita Katarina. Dicho esto, Ginger no era la persona más comunicativa y no terminaba de admitir que le tuviera tanto cariño a ella.

Ginger era del tipo serio y trabajador, no alguien que participe en el tipo de adulación y marrullerías típicas de las mujeres de la nobleza, por lo que probablemente no habría tenido mucho que ver conmigo si yo siguiera siendo el tipo de persona que había sido antes de entrar en la Academia.

Sin embargo, tal como estaban las cosas, me resultaba muy cómodo estar cerca de ella. No era necesario que nos cuestionáramos mutuamente nuestras verdaderas intenciones ni que nos dedicáramos a adularnos. Ella me proporcionaba un nuevo lugar al que pertenecer.

—¿Fray? ¿Qué pasa? —Mientras estaba allí de pie, distraída, recordando una cosa tras otra, la señorita Katarina me miró preocupada.

—Ah, nada, perdone. Me acaban de venir un montón de recuerdos.

—¿De verdad? ¿Está bien? —Aunque ella era completamente densa cuando se trataba de romance, podía ser sorprendentemente aguda cuando se trataba de los sentimientos de la gente y debió darse cuenta de que yo había recordado algo desagradable de mi pasado.

—Estoy bien. Gracias a usted, señorita Katarina, me siento como si hubiera vuelto a nacer, ¡así que mi próximo objetivo es ser como la señorita Lahna Smith! —anuncié con decisión.

—Hmm. Bueno, la señorita Lahna ciertamente es buena en su trabajo, pero… —Pude ver que lucía preocupada. Como trabajaba en el mismo departamento que ella, debía de haber cosas que ella sabía y yo no. La envidiaba.

—Trabajaré duro para que, el año que viene, me asignen a su departamento, señorita Katarina.

Ella parpadeó.

—¿Eh? ¿Vendrá a trabajar a nuestro departamento? Eso es un poco… —Una vez más, parecía preocupada. Me quedé mirándola, pensando que era una reacción extraña, cuando Ginger, vestida con ropa de trabajo, apareció a poca distancia.

—Señorita Katarina. Sabe, yo también tengo previsto empezar a trabajar en el Ministerio de Magia —reveló, haciendo todo lo posible por promocionarse. Bueno, en realidad, puede que no lo hiciera conscientemente.

—¡¿En serio?! ¿Así que Fray y Ginger se unirán a nosotros? Entonces, estoy deseando que llegue el próximo año de trabajo. —La señorita Katarina sonrió, pero luego añadió—: Tendré que aguantar unos seis meses más.

Juraría que lo dijo con expresión solemne, pero en un abrir y cerrar de ojos recuperó su sonrisa habitual, así que tal vez fuera solo mi imaginación.

Luego, pasamos a disfrutar de nuestro tiempo junto a ella y los demás antiguos miembros del consejo estudiantil. Por cierto, la jardinera más eficaz era Anne, la criada personal de la señorita Katarina. Hacía aproximadamente el doble de trabajo que cualquier otra persona, pero aun así cosechaba las verduras con elegancia. Supongo que al haber ayudado en la jardinería desde que su dama era una niña pequeña, se había vuelto más hábil que nadie. Al verla mirar a la señorita Katarina con una dulce mirada, me di cuenta de que quería mucho a su protegida. Imaginé que yo siempre le miraba de la misma manera.

Señorita Katarina, me alegro mucho de haberla conocido.

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