Emperatriz Abandonada – Capítulo 11: Entre la amistad y el amor (5)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


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—¿Deberíamos bailar, señorita? —preguntó Carsein, despertándose del largo e incómodo silencio. Me sorprendieron sus inesperadas palabras. Él se encogió de hombros y, mientras me miraba, añadió con calma—: Ya que Su Alteza ha hecho una petición, ¿no es descortés si no le dejo divertirse? ¿Qué le parece, señorita? ¿Bailaría usted conmigo?

Dudé por un momento. ¿Podría aceptar su invitación ahora? Si se extendían rumores extraños por esto, ¿qué haría?

Sin embargo, pensándolo bien, no veía cómo era posible. Los nobles presentes eran en su mayoría de nuestra facción y habían visto y oído claramente lo que el príncipe heredero había dicho y hecho antes.

—Sería un honor bailar con usted en una ocasión así.

Sonreí alegremente y puse mi mano sobre la de Carsein. Nos dirigimos a la pista de baile donde una canción acababa de terminar y la siguiente empezaba a sonar.

—Pensaba que no podrías venir, pero ¿sabes la sorpresa que me llevé al verte aparecer con el príncipe heredero?

—Simplemente ocurrió. Lo siento, ¿te asustaste?

—No pasa nada. Gracias a él, el evento se convirtió en un honor para mí.

Carsein, quien hablaba en su tono habitual, me empujó hacia la derecha. En comparación con el príncipe heredero, que era del tipo que se centraba más en sus propias acciones, Carsein era del tipo que dirigía con fuerza a su pareja.

Me sorprendió su habilidad para el baile. Había pensado que, con todo su entrenamiento a diario, no estaría bien entrenado en los bailes.

—Oye, ¿te parece increíble que sepa bailar?

—¿Cómo lo supiste?

—Está escrito en tu cara. No me paso el día blandiendo solo la espada, sabes. Todavía soy el hijo de un duque. Por supuesto que aprendí todo lo básico.

Mientras le miraba con incredulidad, Carsein tiró de mí hacia la izquierda y susurró en voz baja:

—¿Por qué me miras así? ¿Te has enamorado de mí? Aunque sé que soy atractivo en muchos aspectos, no deberías seguir enamorándote de mí.

—No es eso.

—¿Entonces qué es? Lo que he dicho está escrito en tu cara.

—Realmente no es así.

—¿Me estás llamando mentiroso?

Lugiia
Me encanta♥.♥

Dios mío. Cuando entrecerré los ojos para fulminarlo con la mirada, Carsein se rio y cambió de tema. Aunque era irritante, sus repetidas risas me hicieron olvidar mi enfado y me reí también. Era muy bueno cambiando de tema.

Mientras charlábamos de esto y aquello, terminando el agradable baile, le dije a Carsein que me dirigiría a la sala de descanso un rato. Tal vez, como hacía mucho tiempo que no asistía a un banquete, estaba un poco cansada.

En la sala de descanso había sillas acolchadas para que la gente se sentara un rato a charlar, junto con cortinas muy extendidas que dividían el espacio y espejos colocados dentro de ellas para comprobar su reflejo.

Entré en una de las cabinas con cortinas y me arreglé. En el espacio vacío, podía oír la música del banquete, pero aparte de eso, estaba bastante tranquilo.

En ese momento, oí entrar a unas cuantas personas. Como si hubiera ocurrido algo interesante, empezaron a susurrar con entusiasmo:

—¿Ha visto a la señorita Aristia?

Estaba a punto de levantarme sin pensarlo mucho cuando me detuve. ¿Qué pasa conmigo?

—Sí. Aunque sea la prometida del príncipe heredero, sigue teniendo al señor Carsein y al joven Allendis en la palma de la mano. Qué impresionante.

—Eso es lo que estoy diciendo. Los dos duques y el marqués tienen una relación especial, por lo que podrían estar unidos desde jóvenes, pero aun así, siguen siendo de distinto sexo. Es absurdo.

—¿Lo sabía? Fui a una fiesta en el jardín de la mansión de la casa Verita y la señorita Aristia puso azúcar en las copas de los dos. Qué espectáculo.

Junté mi mano temblorosa y cerré el puño. Aunque quería salir corriendo de inmediato, intenté quedarme quieta e inspiré profundamente. Entonces, una voz brusca cortó repentinamente sus palabras.

—Por favor, deténganse. Es incómodo de escuchar.

—Pero, señorita…

—Pase lo que pase, ella va a casarse con el príncipe heredero. Es alguien a quien tenemos que servir. Así que, por favor, dejen de hablar de esto. Es una deslealtad al Imperio.

Apreté el puño con más fuerza. Alguien que se casará con el príncipe heredero «pase lo que pase». Aunque parecía que estaba deteniendo a las demás damas, también me estaba rebajando a mí.

—¿Qué significa eso, señorita Ilyia? ¿No ha oído los rumores sobre la señorita Aristia?

—Así es. ¿No es ella un caballero en formación? También trabaja en el escuadrón de caballeros.

—Qué poco femenina es. ¿Acaso tiene pensado siquiera casarse con el príncipe heredero? Tal vez, Su Majestad también desea romper el compromiso. Nunca se sabe.

—Qué lástima. Si no fuera por la ley del Imperio o la profecía…

Mi mandíbula se apretó involuntariamente. Así que la señorita Ilyia, la líder de las damas de la facción del emperador, también estaba de acuerdo.

Justo en ese momento, escuché una voz muy alta que siguió a los murmullos de las damas. Si mi memoria no me falla, la voz pertenecía a la señorita Kirina.

—¿No es de dominio público que al emperador no le gusta el santuario? Debido a que la gente del Imperio lo observa, simplemente accedió a tratarla como la Dama de la Profecía, pero si no fuera de la casa Monique, habría roto el compromiso hace mucho tiempo.

—Supongo que incluso el emperador y el príncipe heredero lo aceptarían, ya que es la dama de la casa Monique en la que más confía la familia imperial.

—Basta —exclamó la señorita Ilyia con una voz más cortante que antes—. Aunque no se case con el príncipe heredero, la señorita Aristia sigue siendo actualmente la que ocupa la posición más alta en nuestra facción. Como en estos momentos estamos enfrentados a la facción de los nobles, no podemos hablar de esas cosas internamente. Debemos tener cuidado de no dejar que esas palabras se extiendan más allá de aquí.

—Lo entiendo, señorita Ilyia.

—Yo también lo entiendo, pero es una pena. A mi modo de ver, usted es más adecuada para convertirse en la emperatriz. Si no fuera por la familia de…

—Basta, señorita Kirina. Vámonos. Ha pasado más tiempo del esperado.

Oí el crujido de las faldas y se hizo el silencio. Aunque estaba segura de que todo el mundo se había ido, me quedé dentro de la zona de las cortinas durante un buen rato. Sentí que me temblaba el puño que tenía apretado.

Durante todo este tiempo, me había despreocupado demasiado de la sociedad.

Con la mente tranquila, empecé a analizar mi situación. Para escapar rápidamente de mi destino, había tomado el único camino que podía prever, el de convertirme en caballero. Había invertido todo mi tiempo en la esgrima, ignorando por completo a la sociedad. También era porque me había hartado de ella, al haber experimentado demasiado en el pasado.

Sin embargo, no podía dejar las cosas como estaban después de escuchar tales conversaciones. ¿Cómo se atreven las hijas de los condes a hablar de mí de forma tan despectiva? Más aún, deberíamos estar reunidos contra la facción de los nobles, así que ¿cómo podían hablar mal de mí cuando todos estábamos en la misma facción?

Me molestó, era imperativo tomar el control de la sociedad. Si fingía no saber nada de esto, las cosas podrían empeorar entre ellos y la familia imperial. Por el bien de mis preciados amigos y de las demás cosas que atesoraba, tenía que luchar para protegerlos.

Me enderecé, revisé mi cabello y mi ropa una vez más. Mirándome en el espejo, practiqué la sonrisa que siempre había tenido en el pasado, pero que no había usado desde que había regresado en el tiempo, antes de salir de la habitación.

De alguna manera, se me escapó una risa. En el pasado, me habían despreciado por no ser capaz de conseguir el amor de mi prometido, pero ahora se burlaban de mí por seducir no solo a mi prometido sino también a otros hombres. El presente había cambiado respecto al pasado, pero eran dos extremos.

Mientras reprimía la risa que se me escapaba y miraba a mi alrededor, oí que alguien me llamaba.

—Aristia, ahí estás.

—Allendis.

Allendis se acercó a mí con una brillante sonrisa, pero sus ojos pronto empezaron a temblar, desapareciendo rápidamente la sonrisa de sus labios.

—¿Estás bien?

—¿Qué? No sé qué estás diciendo.

—¿Por qué tienes esa expresión? ¿Qué pasa con tu sonrisa? ¿Ha pasado algo? ¿Quién ha hecho esto?

—No ha pasado nada.

Negué con la cabeza y él suspiró después de quedarse callado un momento.

—Pareces cansada. Creo que es mejor que vuelvas. —Cuando intenté negarme, él añadió—: Es porque estoy preocupado por ti. ¿No tienes que ir a trabajar mañana?

—De acuerdo, Allendis. Pediré permiso para irme.

—Te acompañaré. Vayamos juntos.

Al oír su voz preocupada, el cansancio que había olvidado me invadió. Era comprensible. Debido a la ceremonia oficial de los caballeros, había tenido mucho trabajo en las últimas semanas y hoy tampoco fue la excepción.

Al dar una vuelta por la sala de banquetes, vi a la madre y al hijo bajo una ventana en el extremo más alejado, rodeados de muchas damas. Al acercarme lentamente para despedirme, Carsein, quien había estado hablando con algunas damas, me habló:

—¿Vas a volver, Aristia?

—Sí, Carsein. Una vez más, felicidades por haber sido nombrado caballero.

—Gracias, pero ¿puedes regresar tú misma?

—Ah, no te preocupes. La acompañaré —dijo Allendis, sonriendo—. Su Alteza nos pidió eso a ti y a mí, ¿verdad? Como no puedes ir, yo la escoltaré en tu lugar.

—¿Podrías hacerlo, por favor? Gracias.

—Entonces, hasta la próxima vez. Vamos, Aristia.

—Gracias, Allendis. Hasta la próxima, Carsein.

Como el banquete seguía en marcha, el carruaje no tardó en prepararse. Allendis habló en un tono más estricto que el habitual mientras el carruaje se acercaba:

—Entonces, dime ahora. ¿Qué pasa, Tia?

—No es nada.

—¿Creías que no iba a saber si te sentías mal? Hemos pasado mucho tiempo juntos.

—No es nada… —Al ver su mirada apremiándome, añadí—: Lo digo en serio.

No podía decirle lo que había escuchado en la sala de descanso. Aunque estaba segura de que Allendis simpatizaría conmigo y expresaría su enfado, seguía siendo un asunto personal. No tenía intención de arrastrarlo a él.

Como si se diera cuenta de cómo me sentía, Allendis suspiró y de repente entrecerró los ojos.

—¿Qué te pasó en la mano?

Me miré la mano y me estremecí. Había apretado los puños con tanta fuerza que había marcas profundas donde mis uñas habían presionado mi mano.

Estaba a punto de decirle que no era nada y esconder mi mano, pero Allendis me detuvo y la tomó suavemente, tirando de ella hacia él. Agachó la cabeza y sentí que algo cálido y suave tocaba ligeramente mi palma antes de abandonarla, lo que me hizo estremecer.

—Me siento tan molesto.

—¿Qué?

—Pensé que te conocía bien…, pero últimamente, parece que soy incapaz de leerte, Tia. Se siente como si estuvieras volando a algún lugar que no puedo alcanzar.

—Allen.

Mi corazón se hundió. A diferencia de su forma de ser habitual, que siempre estaba a gusto, parecía muy inquieto e inestable.

Miré sus brillantes ojos esmeralda y agaché la cabeza. No había nada que pudiera darle. Lamentaba mucho ese hecho.

—Solo estoy diciendo, ¿No has estado demasiado cerca del «señor» Carsein estos días, mi señorita? Yo era tu amigo antes que él. Trátame como lo tratas a él. Estoy muy decepcionado.

Al ver que me acariciaba el cabello con una cálida sonrisa, sentí como mis párpados se hacían más pesados por el cansancio. Parpadeando lentamente, pensé y llegué a una decisión. Tenía que dar un paso adelante para proteger a mis seres queridos. No era el momento de contemplar mis propias emociones.

El tiempo entre mis parpadeos se hizo más largo. No pude soportar el creciente cansancio en mis ojos y me quedé dormida. El lánguido mundo de los sueños me llamaba.

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