Emperatriz Abandonada – Capítulo 13: La celebración del Día de la Fundación (6)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


♦ ♦ ♦

El clima había sido estupendo ayer, pero hoy estaba excepcionalmente nublado. En realidad, aunque estaba de vacaciones, tenía que ocuparme de algunos asuntos urgentes y me pasé por el Escuadrón de Caballeros.

Tras llevar los documentos revisados que había terminado al despacho del comandante, ordené el montón que había sobre la mesa en urgentes y no urgentes. Como último paso, dejé una nota resumiendo los montones de documentos ordenados y salí del despacho del comandante.

Ya que había terminado con los asuntos urgentes, no debería necesitar venir mañana.

Al volver al despacho del escudero, me disponía a recoger la chaqueta del uniforme que me había quitado antes cuando oí que llamaban a la puerta. ¿Quién podría ser?

—Adelante.

—Gloria al Imperio. Saludos, escudera Aristia.

—Lealtad al león. Guardia, ¿qué hace aquí?

—¿Está ocupada?

—No. En realidad no.

Había pensado que sería Carsein o alguien del Primer Escuadrón de Caballeros, pero en su lugar entró un guardia real que nunca había visto. Me quedé perpleja. ¿Por qué un guardia real necesitaría ver al Primer Escuadrón de Caballeros? No habían enviado ninguna solicitud de ayuda ni nada por el estilo.

—Me alegra. El príncipe heredero está inspeccionando los escuadrones de caballeros ahora y, si no está ocupada, quiere entrar un momento.

—¿Su Alteza?

—Sí. Entonces le diré que está bien.

—Sí. Ah, ¿por qué no voy con usted en su lugar? No puedo hacer que venga a mí.

Me apresuré a levantarme. Caminando por el pasillo con la guardia real, de repente me di cuenta de que solo llevaba una camisa. Oh, si el duque llega a verme, me dará un demérito por vestimenta inapropiada. Sin embargo, ahora no podía volver por la chaqueta. Esperaba que no me descubrieran y casi había llegado al campo de entrenamiento cuando vi al joven de cabello azul acercándose desde el extremo opuesto.

—Su Alteza, el Futuro Sol del Imperio.

—¿Volvió ayer sana y salva?

—Sí, Su Alteza.

—Hmm, ¿damos un paseo?

—Sí.

Mientras ordenaba a los otros escuderos que salieran primero, caminó sin decir nada hacia el interior del palacio durante algún tiempo. ¿No tenía algo que decirme? Como había querido pasar por aquí, pensé que tenía algún asunto urgente.

Aunque estaba desconcertada, le seguí sin decir nada. Como permaneció en silencio hasta que entramos en un jardín anexo al palacio del príncipe heredero, me preocupé por si debía decir algo cuando de repente vi a dos personas en un rincón del jardín.

¿Quiénes son?

No debe haber nadie que pueda entrar en los jardines del palacio del príncipe heredero sin permiso.

—Príncipe heredero, ¿permitió por casualidad que alguien entrara en los jardines?

—No, no lo hice. Son bastante atrevidos, sean quienes sean.

Al responder con frialdad, se detuvo en seco. Un guardia real se acercó sin palabras y comprobó quién era el intruso.

—Es la princesa del reino de Lisa y su guardia real, Su Alteza.

—Ya veo. Buen trabajo —dijo, frunciendo ligeramente el ceño.

¿El reino de Lisa? No había oído que fuera una de las princesas que pasaban regularmente por el palacio del príncipe heredero. Siempre era tímida y nunca hablaba, pero solo faltaban dos días para las celebraciones. ¿Quizás estaba tratando de hacer una acción audaz en su apuro?

Parecía estar conversando con su guardia. Estaba a punto de dar un paso adelante cuando, de repente, el príncipe heredero que caminaba a mi lado se detuvo en seco. Yo le seguí y me detuve. Aunque no sabía por qué se había detenido, de repente escuché la conversación entre la princesa y su guardia.

—Ya solo quedan dos días, Rian.

—Es cierto, Bera. Has hecho un buen trabajo.

La mayoría de los nobles se dirigían entre sí por su título y su nombre. No usaban solo sus nombres o apodos a menos que fueran amigos cercanos.

Estaba segura de que decir el nombre de aquella princesa no era tan sencillo. ¿Cómo podía un guardia atreverse a llamarla por un apodo?

—Realmente sentí que estaba caminando sobre hielo delgado durante el último mes. Si lo hubiera sabido antes, no habría venido aunque el rey lo hubiera ordenado.

—Yo también, Bera. Si lo hubiéramos sabido de antemano, no te habría hecho pasar por esto.

—Me aseguré de no destacar, así que todo terminará mañana. En realidad podría ser un alivio, Rian.

¿De qué estaba hablando? Ella había sido alguien que mantenía la cabeza baja tímidamente y no podía mirar a nadie a los ojos. Ahora me resultaba bastante desconocida mientras miraba cariñosamente al guardia y le hablaba.

Contuve un grito y me tapé la boca con las dos manos al ver cómo sonreía tímidamente y se llevaba una mano al vientre, acariciándolo con cuidado como si fuera precioso.

¿Qué? ¡No puede ser!

—Huyamos juntos cuando salgamos de las fronteras, Rian. Podemos vivir escondidos en algún lugar que nadie conozca. Por el bien de nuestro hijo…

—Pero las cosas serán difíciles. ¿Estarás bien, Bera?

—Mi vida en el reino era un infierno. Tú fuiste quien me salvó de eso. Rian, si te tengo a ti, seré feliz en cualquier lugar. Puedo abandonar el inútil título de princesa.

—Bera…

Mis ojos se estremecieron al ver cómo se abrazaban con fuerza. Un amor entre una princesa y su guardia. En una novela, habría parecido romántico, pero por desgracia, esto era la realidad.

Me pregunto en qué estaría pensando el reino de Lisa al enviarla aquí.

No, ya que antes mencionaron que no habrían venido de haberlo sabido, probablemente solo se enteraron después de partir.

Por supuesto, ¿de qué servía que el reino de Lisa lo supiera o no? Lo importante era el resultado. Fuera intencionado o no, el reino había enviado a una candidata a esposa del príncipe heredero que llevaba el bebé de otro hombre. Y tuvo que ser nada menos que el príncipe heredero quien lo descubriera.

Esto era algo que podía dar lugar a una guerra. Casi podía oír a los nobles pidiendo la destrucción del reino de Lisa.

Con inquietud, miré al príncipe heredero. Seguía mirando a los dos abrazados con expresión indiferente. Aunque no se pusiera furioso, había pensado que al menos se sentiría disgustado por el asunto. Inesperadamente, se mantuvo estoico hasta que los dos desaparecieron. Sus ojos azul marino estaban apagados, como si estuvieran sumidos en sus pensamientos.

Me quedé en silencio, pues creí que no debía perturbar sus pensamientos. De pie junto a él, sin decir nada, algo frío me tocó de repente la cara. Por reflejo, miré al cielo y otra gota cayó sobre mi cara. ¿Lluvia?

—Su Alteza, parece que está lloviendo. Deberíamos apresurarnos a entrar…

Lo que había empezado como unas pocas gotas pronto se convirtió en una lluvia torrencial. Me quedé sorprendida. En algún momento, él se había quitado la chaqueta y la sostenía sobre mi cabeza.

—¿Su Alteza?

—Vamos a entrar —dijo mientras me agarraba de la muñeca.

Intenté zafarme de la chaqueta que me tapaba la cabeza mientras me apresuraba a seguirle. Él era el príncipe heredero del Imperio; yo solo era un caballero. No podía atreverme a esquivar la lluvia usando su ropa, y mucho menos dejar que le golpeara la lluvia.

—S-Soy un caballero. Según las reglas, no debería evitar la lluvia con mi uniforme. Y mucho menos usar el de Su Alteza…

—¿Con tu atuendo ahora mismo?

—Mi atuendo… Ah.

Solo entonces recordé que había dejado mi chaqueta. Mirando apresuradamente hacia abajo, vi que mi camisa blanca estaba mojada y era transparente en algunas partes. Mi cara se sonrojó de repente.

Por eso me había cubierto con su chaqueta.

Después de conocer la razón, no pude negarme más. Incliné profundamente mi rostro sonrojado por la vergüenza y hablé en voz baja:

—G-Gracias, Su Alteza.

—Ya casi hemos llegado. Entra rápido.

—Sí, Su Alteza.

Al entrar en el palacio del príncipe heredero, los sirvientes y las doncellas se apresuraron a nuestro encuentro. Aunque yo me veía mejor ya que tenía su ropa encima, él estaba absolutamente empapado. El agua goteaba de la camisa que se pegaba a su cuerpo, mientras que su cabello azul estaba mojado. Los guardias reales detrás de él estaban en la misma situación.

Mientras se limpiaba el agua con una toalla seca que había traído un criado, dijo:

—Prepara un baño. Prepara uno para la señorita Aristia también.

—Sí, Su Alteza.

—Estoy bien, Su Alte…

—Se va a resfriar si sigue así —dijo secamente, cortándome mientras llamaba a un sirviente para que trajera mi ropa del Primer Escuadrón de Caballeros.

Al ver eso, supe que no serviría de nada negarme. Simplemente cerré la boca. Su continua consideración, tan poco habitual en él, me hizo sentir incómoda.

Me dio escalofríos cuando el aire frío tocó mi cuerpo húmedo. Las doncellas que se acercaban me envolvieron en capas de toallas secas mientras yo temblaba. Con los ojos sumidos en sus pensamientos, echó una mirada a mi estado y se dio la vuelta para hablar con los guardias reales que estaban allí de pie, todavía mojados.

—Deberían ir también y calentarse.

—N-No, Su Alteza. Estamos bien.

—¿Todos los caballeros actúan como ustedes dos? Si no cuidan sus cuerpos, no podrán cumplir con sus deberes adecuadamente ni podrán vigilarme. Eso podría ser una deslealtad a la familia imperial.

—Estamos muy agradecidos, Su Alteza.

—Está bien. Creo que guardarán silencio sobre lo que vimos antes.

—Por supuesto, Su Alteza.

Con voces llenas de asombro, saludaron al príncipe heredero y se fueron.

Un rato después, un sirviente se apresuró a anunciar que el baño había sido preparado. Me ordenó que fuera a buscarlo al estudio después del baño y desapareció. Me quedé mirando su espalda antes de que una doncella me acompañara a otro lugar.

Bajar al agua caliente aflojó lentamente mi cuerpo helado. Dejando que mis pensamientos se reunieran mientras me relajaba en el baño, recordé las cosas que habían sucedido antes.

Me pregunto cómo planea manejar el asunto.

El reino de Lisa tenía un fuerte poder militar. Era obvio que si estallaba una guerra, el Imperio sufriría. El número de caballeros se había reducido significativamente en comparación con el pasado como resultado de la reestructuración de los escuadrones de caballeros hace una década. Sin embargo, el asunto era demasiado serio como para manejarlo con tranquilidad.

Algún tiempo después, la doncella que me había puesto mi atuendo dijo:

—Ya está hecho, señorita.

Le di las gracias y me dirigí al estudio.

Un guardia real, diferente al de antes, estaba de pie frente a la puerta. Al entrar en el estudio, vi al joven que estaba conversando con un escudero, vestido con un atuendo pulcro como el de siempre.

Su conversación parecía haber terminado. Tras saludarme ligeramente, el escudero se levantó.

—Ah, por cierto, por favor, pídale a Su Majestad que me dedique algo de su tiempo antes de que comience el banquete de hoy.

—Por supuesto, Su Alteza.

—Entonces, puede marcharse. Acérquese y siéntese, señorita Aristia.

—Sí, Su Alteza. —Pasé por delante de la alfombra bordada con el emblema de la familia imperial y me senté frente a él.

—Entonces, ¿se le ha calentado un poco el cuerpo? —preguntó mientras se recostaba en la silla, lleno de tranquilidad.

—Sí, Su Alteza. Gracias por su consideración.

—Bien. No puedo decir que sea un precio por el baño, pero ¿puedo pedirle que me prepare también una taza de té hoy?

—Por supuesto.

Asentí con la cabeza, sintiéndome ligeramente orgullosa. Viendo que me lo había pedido no una, sino varias veces, debía de gustarle mucho el té que preparaba.

Miré la mesa, que estaba repleta de cajas de té. Mientras consideraba qué tipo de té le iba a preparar hoy, tomé en cuenta que había estado bajo la fría lluvia de otoño y elegí un té que era bueno para prevenir los resfriados. Manzanilla, rosa mosqueta y bálsamo de limón. Mezclé las tres hojas de té en una proporción adecuada y las dejé en remojo. Después de darle su té, vertí un poco en mi taza también y tomé un sorbo.

La calidad del té del palacio es realmente buena.

Le eché una mirada furtiva y él también parecía estar contento.

—Disculpe, Su Alteza.

—¿Sí?

—¿Qué piensa hacer con el asunto de la princesa Beatriz?

—Tengo una idea, pero primero debo discutirla con mi padre. Aun así, espero que lo mantenga en secreto hasta mañana.

—Sí. Por supuesto, Su Alteza.

Me sorprendió. Esperaba que me preguntara por qué se lo preguntaba o que me dijera que estaba interfiriendo sin necesidad, pero inesperadamente me dio una respuesta.

De alguna manera, me pareció extraño. En el pasado, sin duda me habría regañado, diciendo que no era algo en lo que debía interferir. Bueno, supongo que en el pasado no le habría importado que me atrapara la lluvia.

El príncipe heredero sorbió tranquilamente su té antes de interrumpir mis reflexiones.

—¿Qué le parece si hoy descansa en casa en lugar de participar en el banquete? —preguntó, mirándome con más intensidad que de costumbre.

—Pero, Su Alteza…

—La lluvia de otoño puede ser bastante fría, así que espero que no se esfuerce. Si se vuelve a desmayar, el marqués estará muy preocupado.

—Sí, Alteza. Así lo haré.

¿Estaba preocupado por mí? Me sentí un poco extraña ante sus palabras. Un ambiente incómodo cayó sobre nosotros. Mientras jugueteaba con la taza de té que tenía delante, seguí su mirada mientras miraba por la ventana sin decir nada.

El mundo fuera de las ventanas estaba completamente coloreado de gris. Podía oír el sonido de la lluvia en el silencio. Los árboles que se agitaban con fuerza y las hojas rojas y amarillas del otoño crujían al caer bajo la lluvia. Como acababa de correr hacia el palacio del príncipe heredero, no había podido sentir el tranquilo paisaje de la lluvia de un día de otoño. Durante un buen rato, el príncipe heredero y yo compartimos el silencio mientras nos sumíamos en la paz que nos otorgaba la lluvia otoñal.

♦ ♦ ♦

El último día de la celebración, por primera vez en mucho tiempo, estaba pasando un rato tranquilo con mi padre. Mientras disfrutaba del calor con los ojos cerrados, Alan entró llamando a la puerta y colocó una caja y un sobre sobre la mesa.

Aparté la cabeza del hombro de mi padre y me senté erguida mientras miraba a Alan. No podía hacer nada que pudiera ser reprochado por mis subordinados.

—Esto viene de palacio. El sobre es del emperador para el marqués Monique y la caja fue enviada a la señorita Aristia por el príncipe heredero.

—Muy bien. Gracias.

Observé a mi padre abrir el sello del sobre durante un rato antes de acercarme a la caja. ¿Qué me había enviado? No había dicho nada ni siquiera cuando lo vi ayer.

Al abrir la tapa de la caja y vi algo envuelto completamente en papel blanco, así como una carta colocada encima. Lo había visto antes. Un sobre azul con purpurina dorada generosamente esparcida por él, y su firma escrita con tinta blanca sutilmente brillante.

Era la segunda carta que me enviaba. Al rasgar el sello, vi un trozo de papel azul llamativo salpicado de purpurina dorada, igual que el sobre, con unas líneas escritas en tinta blanca.

 

El otro vestido que le prometí hace varios días acaba de ser terminado.

Le veré por la noche.

Ruveliss Kamaludin Shana Castina.

 

Solo tuvo tres días, pero ¿se las arregló para tener un nuevo vestido hecho en ese tiempo? Pensé que cuando dijo que me daría otro vestido la próxima vez, solo habían sido palabras dichas por cortesía.

Al retirar el papel blanco, jadeé involuntariamente al ver el vestido que aparecía. Me había enviado un vestido de color crema.

Los faldones de color crema tenían piedras de color rosa pastel, las mismas del collar y los pendientes que me había regalado antes, así como pequeños diamantes cosidos en ellos densamente, haciendo que brillara delicadamente el color rosa. El vestido también tenía lazos rosas con volantes que se acentuaban con cintas del mismo rosa.

Si el vestido anterior daba la impresión de alguien en un sueño, este sería el de una chica que brilla de felicidad. Incluso yo, que no tenía mucho interés en la ropa, lo encontré precioso.

—¿Lo ha enviado el príncipe heredero?

—Sí.

Mientras asentía lentamente, mi padre miró el vestido durante un rato antes de hablar.

—Hmm. Tendré que agradecérselo cuando lo vea por la noche.

—¿Hmm? ¿Vas a asistir al banquete?

—Sí. El emperador envió un mensaje para decir que debo asistir al banquete de hoy. Probablemente esté relacionado con las candidatas a esposa del príncipe heredero.

Al ver que mi padre doblaba la carta de forma despreocupada, recordé de repente el asunto de la princesa Beatriz. Aunque rumié la idea de decírselo, decidí callar, ya que el príncipe heredero me había pedido que lo mantuviera en secreto hasta hoy. De todos modos, si asistía al banquete, saldría a relucir de algún modo.

A última hora de la tarde, le mostré a Lina la caja, diciéndole que tenía que cambiar el vestido elegido para la noche por este. Lina miró la caja y se quedó sin palabras durante un buen rato. Al final, se recuperó y empezó a charlar emocionada sobre lo bonito que era.

A duras penas logré escapar de Lina, quien se aferraba a mí en su excitación. Sintiendo el peso de mi cabello plateado que ondulaba hacia abajo ya que hacía tiempo que no me lo había dejado suelto, bajé al piso inferior.

Lina había afirmado que mi cabello no debía recogerse si quería mantener un aspecto femenino.

En cuanto llegué al piso inferior, mi padre, quien había terminado de arreglarse y estaba esperando, me miró con una expresión ligeramente aturdida.

—¿Papá?

—Ah, sí. ¿Ya has terminado?

—Sí, ¿has esperado mucho tiempo?

—No, pero…

—¿Perdón?

—Aunque siempre supe que eras bonita, hoy estás especialmente hermosa, Tia. Se me cayó la mandíbula por un momento.

Mi padre sonrió débilmente y me tendió la mano mientras yo me sonrojaba.

Me agarré a su mano y subí al carruaje, partiendo hacia el palacio. Un profundo sentimiento de comodidad surgió en mi corazón al ver su cabello plateado tan parecido al mío y sus ojos azul marino que me miraban con calidez.

Supongo que no le disgustó que hablara con entusiasmo mientras me inclinaba hacia su abrazo. Mi padre se limitó a esbozar una rara y brillante sonrisa y a acariciar ligeramente mi cabello. Sentí como si todo mi cansancio se desvaneciera.

El príncipe heredero había dicho que le quedaban cosas por hacer, así que asistiría al banquete más tarde con el emperador. Entré primero en la sala del banquete con mi padre.

Saludé al duque Rass y al duque Verita, quienes recibieron a mi padre nada más verlo. Aunque los dos duques no eran de los que disfrutaban de los banquetes en particular, no podían compararse con mi padre, quien rara vez aparecía. Además, últimamente no habían podido ver a su amigo íntimo por estar ocupados. Comprendí por qué ambos estaban tan contentos de ver a mi padre.

Al ver cómo el duque Verita me preguntaba cariñosamente si había estado bien, pensé en Allendis y me sentí un poco incómoda. Sin embargo, me limité a sonreír y le agradecí su consideración.

Cuando pasó algún tiempo, pedí permiso a los tres y me marché del lugar. En cuanto me alejé unos pasos, unas cuantas señoras me rodearon inmediatamente. Mientras me ocupaba de ordenar la información útil de cada conversación, la señorita Ilyia y su grupo de damas se acercaron a mí. Se le veía nerviosa y sonreía de forma incómoda a las otras damas que la miraban fijamente mientras me saludaba.

—Hola, señorita Aristia.

—Ah, sí. Hola, señorita Ilyia.

—Disculpe…

—¿Hmm? ¿Tiene algo que decirme?

Pensé que lo negaría, pero dudó ligeramente antes de asentir. ¿Qué tenía que decirme? Aunque estuviéramos en la misma facción, siempre se había opuesto a mí. ¿Había ocurrido algún gran conflicto con la facción de los nobles el día que yo no estaba enterada? Pero eso no era posible. Si hubiera ocurrido algo, las otras damas que mantenían a la señorita Ilyia bajo control me lo habrían dicho.

Después de acallar a las damas que protestaban, la señorita Ilyia y yo nos alejamos juntas del grupo y nos dirigimos a un rincón donde no se nos notara.

—Aquí nadie se fijará en nosotras. ¿Qué quería decirme?

—¿Qué va a hacer con las princesas?

—¿Qué quiere decir?

—Tiene a su padre, que es el de mayor confianza del emperador, y además tiene un fuerte trasfondo como Dama de la Profecía. Si hubiera mostrado una fuerte oposición desde el principio, las princesas no habrían venido a nuestro Imperio. Pero ¿por qué no ha dicho nada al respecto? ¿Realmente va a romper su compromiso con el príncipe heredero?

Ante su contundente pregunta, le indiqué con la mirada que siguiera hablando. En un principio había pensado que era alguien que no podía manejar a las personas que estaban por debajo de ella, pero sorprendentemente era mejor de lo que había juzgado. Parecía estar leyendo bien la situación, y simplemente se mantenía callada al respecto.

—Aunque siento decirle esto, ¿sabía que las otras princesas le miran con desprecio después de lo que pasó la última vez? ¿No va a ser la futura emperatriz? ¿Cómo puede permitir que le traten de forma tan grosera?

Como no tenía nada que decir en respuesta, me quedé en silencio por un momento. A menos que la familia imperial anunciara primero la ruptura del compromiso, hablar de ello ahora sería desleal. Cuando estaba reflexionando sobre cómo mencionarlo indirectamente, alguien me habló con una voz muy arrogante.

—Oh, vaya. Aquí está. No sabía que estaría en un lugar así. Le estuve buscando durante mucho tiempo.

—Princesa Nayma.

La princesa Nayma, quien llevaba un llamativo vestido rojo que dejaba ver su figura y un espeso maquillaje, me miró mientras sonreía. Aunque sabía que las princesas habían empezado a mirarme con desprecio después de que me inclinara ante la princesa Moira, me quedé boquiabierta al ver que eran tan evidentes. Intenté calmarme y reprimir la hostilidad que se asomaba. Debo aguantar y pensar en mi objetivo.

—Por supuesto, como es tan pequeña, aunque no estuviera aquí, habría sido difícil encontrarla. El príncipe heredero también debe estar muy preocupado. La persona que será su consorte es tan joven. Incluso si él hubiera tenido en cuenta su edad, esto es algo severo. Por eso la princesa Moira pasó tanta vergüenza, supongo. ¿No debería comer más?

Sacó el pecho con orgullo y me miró de arriba abajo. Vi a la señorita Ilyia estremecerse a mi lado. Aunque fuera una princesa, era una extranjera. Por mucho que me odiara, era natural que la señorita Ilyia se enfadara al ver cómo una princesa extranjera me miraba con desprecio.

—¿Qué hacen todas en este rincón?

—Hola, princesa Veery, espero que haya estado bien.

—No estoy segura de haber estado bien.

La princesa Veery, que hoy también iba vestida de forma llamativa, me miró de arriba abajo al igual que la princesa Nayma, con ojos llenos de desprecio.

—Su collar y sus pendientes, ¿son los que le regaló el príncipe heredero? Por lo que parece, su vestido también se lo han regalado recientemente.

—Sí, así es.

—Ah, se los regaló para guardar las apariencias, pero ¿cómo puede alegrarle recibir algo que fue hecho para reemplazar lo que él regaló a otra dama? ¿Cómo puede convertirse en la futura emperatriz si no tiene ningún orgullo? —Chasqueó la lengua como si yo fuera patética.

¿Ambas planearon esto? ¿Cómo pudieron decir básicamente lo mismo?

Una risa vacía brotó de mí. La señorita Ilyia se agarraba con fuerza a sus faldas con la cara pálida. Aunque quería protestar, solo pudo contenerse ya que yo, su superior, no hacía nada.

¿Qué debo hacer ante esta humillación? ¿Debo vengarme? ¿O debo seguir aguantando?

Por un momento me vi en un dilema, pero reprimí mi ira, pensando que debía seguir aguantándola. Si no era capaz de controlar mi ira en ese momento y acababa reforzando mi poder como futura emperatriz, todos mis esfuerzos hasta llegar a esto serían inútiles.

En ese momento, oí una voz familiar a mi lado. Era una voz muy fría.

—Ahí está.

—Su Alteza, el Futuro Sol del Imperio.

—Su Majestad le está buscando. Vayamos juntos.

—Ah, sí. Su Alteza.

Como hoy parecía desprender una energía muy fría, me puse rígida involuntariamente y le seguí fuera de la sala de banquetes, un poco asustada por su frialdad. Cuando habíamos dado unos pasos por el pasillo, oí su voz grave.

—Esas chicas son absolutamente vulgares.

—¿Perdón, Su Alteza?

Había estado caminando a grandes zancadas, pero de repente se detuvo en seco. Se dio la vuelta rápidamente, con una gran ferocidad. Sus ojos azul marino estaban profundamente apagados mientras me miraban.

—¿Por qué se ha quedado ahí sin hacer nada?

—¿Perdón?

—¿Cómo pudo soportar semejante humillación? Ni siquiera refutó las tonterías que decían esas vulgares chicas… ¿Tanto lo odia?

Me desconcertó su voz aparentemente enfadada. ¿Por qué está molesto? No puede ser porque me hayan humillado.

¿Era porque todavía era un futuro miembro de la familia imperial? ¿Sentía que si dejaba que esas chicas se comportaran de forma grosera conmigo, sería una vergüenza para la reputación de la familia imperial?

—Lo siento, Su Alteza.

—¿Hmm?

—No era mi intención deshonrar el nombre de la familia imperial. Me disculpo.

—¡Eso no es lo que quise decir! —gritó bruscamente mientras se echaba el cabello hacia atrás, molesto. Me estremecí y di un paso atrás. Por un momento, vi que sus ojos azul marino temblaban.

Parpadeé, pensando que me había equivocado. Me miró en silencio con una expresión apagada y luego suspiró profundamente.

—Mi padre está esperando. Vamos.

—Sí, Su Alteza.

Le seguí por los largos pasillos del palacio central, aunque parecía caminar más despacio que antes a pesar de decirme que me diera prisa.

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