Katarina – Volumen 12 – Capítulo 2: La vida cotidiana en el Ministerio de Magia (2)

Traducido por Shisai

Editado por Lugiia


Por fin, llegó la hora de empezar el día y todo el mundo se puso manos a la obra.

Hoy estaba previsto que ayudara un poco con la entrega del correo antes de tener mi práctica de Magia Oscura, seguida de mi trabajo descifrando el Pacto Oscuro. La verdad es que me habían dicho que no hacía falta que me desviara para ayudar con las entregas, pero yo argumenté que si me limitaba a sentarme en una silla todos los días, mi cuerpo se debilitaría, así que me permitieron participar.

En estos momentos, en el Laboratorio de Herramientas Mágicas, Sora y el señor Camiseta Sin Mangas eran los encargados de transportar las entregas. El señor Camiseta Sin Mangas siempre llevaba una prenda digna de su apodo, tanto en los días fríos como en los calurosos. Por cierto, nunca le había visto llevar su propio uniforme. Por eso, los visitantes de otros departamentos le confunden a menudo con un carpintero o un jardinero.

—¡Muy bien! Vamos a trabajar duro otra vez —gritó el señor Camiseta Sin Mangas, levantando el puño.

Mientras le observaba de reojo, decidí intentar hacerle a Sora la pregunta que me rondaba por la cabeza.

—Um, Sora, ¿sabes si hay alguna razón profunda por la que él siempre lleva una camiseta sin mangas?

—Ah, ¿preguntas por lo que acabas de hablar con la señorita Norman?

Parecía que Sora había discernido inmediatamente por qué le había hecho tal pregunta. Además, a juzgar por cómo lo dijo…

—¿Eh? Sora, ¿lo sabías? —pregunté, sorprendida.

—Sí. Aunque la señorita Norman oculta su cicatriz, en realidad no ha ocultado las circunstancias que la rodean. Probablemente, casi todos los que son perspicaces en el departamento ya lo saben —respondió Sora sin titubeos.

—¿Es así? —Como no soy muy perspicaz, no lo sabía.

—Aun así, no creo que haya hablado de ello en detalle con mucha gente. Debe confiar en ti para esas cosas.

—¿En serio? Quiero decir, ¿ella confía en mí?

—Sí, creo que probablemente la mayoría de la gente de nuestro departamento confía en ti.

—¡¿En serio?!

—Sí, ya que tu personalidad es tan directa, aunque sea un defecto.

—¿Me estás elogiando o insultando?

—Bueno, ¿quién puede decirlo? —respondió Sora con una sonrisa. Era su broma habitual.

Mientras intentaba encontrar una réplica, oímos otra voz.

—¡Hola, novatos! Estoy a punto de cargar la mercancía —nos llamó el señor Camiseta Sin Mangas y nuestra conversación terminó. Mientras gruñimos por el esfuerzo, cargamos caja tras caja en la herramienta mágica que utilizamos para transportar mercancías. Hoy, como de costumbre, había que hacer muchas entregas a cada departamento del Ministerio.

Una vez cargados todos los paquetes, Sora manejó la herramienta mágica que utilizamos para transportar mercancías. Yo no era especialmente buena usándola, pero Sora, diestro como era, la manejaba increíblemente bien. Aunque, por alguna razón, había una serie de cajas que el señor Camiseta Sin Mangas no había cargado en la herramienta, sino que las llevaba a mano.

—¿No vas a cargar esos? —le pregunté.

—Cargarlos así me ayudará a entrenar los músculos, así que no me importa —respondió, muy en su papel.

Parece una persona sin preocupaciones. Aunque el señor Cornish y la señorita Norman, quienes yo creía que no eran más que unos bichos raros, tenían sus propias circunstancias profundas. Podría haber alguna razón profunda por la que no pueda llevar otra cosa que no sea una camiseta sin mangas.

Si así fuera, sería de mala educación seguir llamándole señor Camiseta Sin Mangas. Decidí preguntarle; este gruñía mientras cargaba sus cajas a la altura de los hombros.

—Um, ¿hay algún tipo de razón por la que siempre llevas una camiseta sin mangas? —pregunté de esta manera con la intención de abortar inmediatamente mi consulta si su actitud me decía que no hiciera más preguntas.

Sin embargo, respondió despreocupadamente:

—Sí, hay una muy buena razón.

—¿Qué? ¡Así que hay una después de todo!

Pensar que incluso él tiene una profunda razón detrás de sus acciones… Realmente no puedes entender a una persona si apenas interactúas con ella. Reflexioné sobre mi comportamiento pasado, y en privado resolví que intentaría no llamarle por ese apodo en el futuro, pero entonces me dijo cuál era su razón.

—Sí. La llevo para que siempre se me vean los músculos.

—¿Uh? ¿Qué? —No pude evitar que un sonido extraño escapara de mis labios. Lejos de ser inesperado, esta era exactamente la razón que había esperado.

—Si me pusiera ropa, no podría ver mis magníficos músculos, ¿verdad? Si eso ocurriera, perdería la motivación para seguir entrenando. Por eso, llevo esta camiseta sin mangas, para poder ver mis músculos en cualquier momento. —Incluso sacó pecho al decir esto, pareciendo satisfecho de sí mismo.

Pensé que el apodo de «señor Camiseta Sin Mangas» sería suficiente a partir de ahora, después de todo.

—No se te ven los músculos de las piernas con esos pantalones. ¿Te parece bien?

Espera, Sora, ¿qué crees que haces haciendo una pregunta tan inútil, con esa leve sonrisa en la cara?

—Bueno, al principio sí llevaba pantalones cortos, que me dejaban los muslos bien visibles, pero mi jefe de entonces me reprendió, diciendo que un atuendo así no era apropiado en el lugar de trabajo, así que no tuve más remedio que ponerme pantalones largos.

Pantalones cortos que dejaban los muslos a la vista. En mi vida pasada, eran sobre todo las chicas las que los llevaban. Aunque aún no había visto a nadie llevarlos en esta vida.

Una camiseta sin mangas arriba y pantalones cortos abajo… Es obvio que te regañarían por eso… Aunque, ahora que lo pienso, a él todavía se le permite llevar camiseta de tirantes.

—Al principio me negué, pero mi jefe se empeñó en ello y, al final, me dijeron que tenía que elegir: o me cambiaba la camiseta o los pantalones. Fue una decisión difícil. Durante tres días no pude dormir, pensando en la decisión. Pero al final, teniendo en cuenta que lo normal es que me mirara los brazos, elegí entre lágrimas llevar pantalones largos —relató todo esto con nostalgia, como si se tratara de una historia conmovedora.

Espera, espera, ¿de qué estás hablando? Lo único que podría concluir de esta historia es que las cosas fueron mucho más difíciles para su jefe. Dicho esto, si no hubiera optado por mantener lo que llevaba arriba, sino lo que llevaba abajo, habría acabado convirtiéndose en el señor Pantalones Cortos…

Si llevara ese tipo de pantalones ajustados sobre sus piernas musculosas y lo mostrara todos los días, diciendo: «¿Qué te parece? Bonitos músculos, ¿verdad?», considero un alivio que haya elegido su camiseta sin mangas.

—Así que ahora no tengo más remedio que esconder mis piernas, pero cuando estoy en casa, siempre me quito los pantalones para entrenar, así que también tengo músculos fuertes ahí. ¿Quieres echar un vistazo? —preguntó el señor Camiseta Sin Mangas con una sonrisa, mientras se llevaba las manos a la cintura de los pantalones.

—Estoy bien, gracias —decliné, interrumpiendo un poco. ¿En qué está pensando, señor, bajándose los pantalones en medio de un pasillo del Ministerio de Magia?

—Ya veo. Si alguna vez te apetece verlos, avísame. Ja, ja, ja. —Al decir esto, levantó aún más las cajas que llevaba. Supongo que quería forzar más sus músculos.

Mientras lo veía alejarse, solté:

—Supongo que no todo el mundo tiene una razón tan profunda para sus rarezas.

Sora me oyó y respondió con una sonrisa.

—¿Qué quieres decir? Tuvo que enfrentarse a un profundo dilema, ¿no? Decidir si debía cambiar la camiseta sin mangas o los pantalones cortos.

A juzgar por la sonrisa de Sora, estaba encantado con el éxito de alguna travesura por su parte.

—¿Podría ser que estuvieras al tanto de sus circunstancias todo este tiempo, Sora? —me aventuré a preguntar.

—Sí, tenía una vaga idea. Quiero decir, siempre está posando delante del espejo de nuestro dormitorio. Y si tienes muy mala suerte, te agarra y presume de sus músculos, así que supuse que probablemente le gustaba su cuerpo y quería presumir de él —respondió con suavidad.

—Uh… Entonces, no había necesidad de que le preguntara, ¿verdad? Me dejaste hacer una pregunta innecesaria, y escuchar detalles sobre su pasado que no quería conocer, como el hecho de que solía llevar pantalones cortos.

Sora sonrió irónicamente antes de responder a mi queja.

—La verdad es que no. Ni siquiera yo sabía lo de los pantalones cortos.

El señor Camiseta Sin Mangas solía llevar pantalones cortos. De todo lo que he aprendido últimamente, ese tiene que ser el dato más inútil.

—Aun así, sabes mucho de nuestros colegas más veteranos, ¿verdad? ¿Es simplemente porque entraste en el Ministerio un poco antes que yo?

—No, eso por sí solo no supondría una diferencia tan grande. Está el hecho de que simplemente eres un poco tonta, pero también el hecho de que vivo en la residencia del Ministerio de Magia, así que supongo que es más fácil para mí aprender sobre nuestros colegas más veteranos que también viven allí.

—Ya veo, así que vives en la residencia del Ministerio. ¿Todos nuestros superiores viven allí también? —Como yo iba a trabajar desde casa en carruaje, no sabía mucho de la residencia.

—Bueno, muchos sí. Como está en los terrenos del Ministerio, vivir allí facilita ir al trabajo, aunque he oído que también hay bastantes trabajadores que alquilan casas cerca del castillo. Los trabajadores como tú, que se desplazan desde sus propiedades, son minoría.

—¿Es así? —Supongo que vivir más cerca del Ministerio facilita los desplazamientos al trabajo. Admiro a la gente que trabaja y vive sola, pero mi familia es bastante sobreprotectora, así que probablemente no me dejen hacerlo.

—Por cierto, ¿quién más vive en el edificio de dormitorios?

—Es un edificio grande, así que no es que pueda llevar la cuenta de todos los que viven allí, pero de nuestro departamento están el señor Wolt, el señor Cornish y la señorita Norman.

—¿Oh…?

Al parecer, el señor Camiseta Sin Mangas y el señor Bata de Laboratorio también viven allí. Para mi sorpresa, allí vivían muchos de nuestros colegas más veteranos. Según Sora, el dormitorio también proporcionaba comidas, así que la vida allí era extremadamente conveniente.

—La vida en los dormitorios suena encantadora.

—Sí, aunque como el edificio está en terrenos del Ministerio, si no tienes cuidado, te pueden llamar para trabajar cuando les falte personal. Eso es un fastidio. Además, debido a la cantidad de gente que vive allí, hay muchas habitaciones, así que el diseño del lugar es bastante complicado. Así que creo que sería bastante difícil para alguien como el señor Hart vivir allí.

—Ah, ¿quieres decir que se perdería?

—Sí. Por eso, estoy bastante seguro de que está alquilando una casa junto a la carretera más cercana a la ciudad, para poder ir caminando al Ministerio en línea recta.

—¿Qué? Una casa en la ciudad… ¿Realmente puede llegar a casa solo? —El señor Hart era conocido por su pésimo sentido de la orientación. Se decía que si lo dejaban caminar solo por tres segundos, se perdía. Además, tenía una presencia bastante discreta, por lo que era muy difícil encontrarlo cuando desaparecía.

—Al parecer, el Laboratorio de Herramientas Mágicas desarrolló una herramienta para ayudarle a ir y volver del trabajo.

—Vaya, ¿hay herramientas tan útiles como esa? Espera, ¿qué? Pero en ese caso, el señor Hart nunca debería perderse, ¿verdad?

—Pues, no. Parece que en realidad solo le permite viajar entre su casa y su oficina en el Ministerio. No es que haga nada asombroso, como teletransportarse por el espacio. Al parecer, lo único que hace la herramienta es proyectar algo parecido a una cuerda que solo el usuario puede ver.

—Ah, así es como funciona. —Para ser sincera, había imaginado que sería algo más parecido al dispositivo secreto, similar a una puerta, que utilizaba cierto robot que recordaba de mi vida pasada, y me decepcionó un poco. Pensar en el señor Hart siguiendo desesperadamente una cuerda para ir y volver del trabajo me dejó un poco triste—. Ah, es verdad, Laura tampoco vive en los dormitorios, ¿verdad?

—Supongo que no. Como no vive allí, es probable que alquile una casa en la ciudad, o que se desplace desde su casa familiar.

—¿No sabes cuál?

—Bueno, a pesar de sus modales, es sorprendentemente reservada. Después de todo, nunca podemos verla sin maquillaje.

—Ah… ¡Es cierto! Oh, supongo que realmente no sé nada sobre Laura…

Laura era una persona brillante e interesante, así que cuando nos veíamos, siempre teníamos mucho de qué hablar, y yo había sentido que entendía su verdadero carácter, pero ahora que lo pensaba realmente, todo había sido charla de chicas sobre cosméticos, ropa o cualquier tienda de golosinas que estuviera de moda en ese momento. Nunca la había oído hablar de sí misma. Solo había oído una cosa sobre ella.

—Hablando de Laura, he oído que posee una gran capacidad mágica, pero que entró en el Ministerio mediante el examen general. Me pregunto si habrá alguna razón para eso.

Cualquiera que naciera con aptitudes mágicas en este país era inscrito en la Academia de Magia en cuanto cumplía quince años. Si obtenían buenas notas o mostraban una gran habilidad mágica, se les recomendaba para ingresar en el Ministerio. Al examen general se presentan las personas con talento que no habían ingresado en la Academia. A los que aprobaban se les ofrecía un empleo en el Ministerio de Magia.

En resumen, si no eras muy listo, no pasarías esa prueba. Dewey y el señor Hart eran así de listos, por lo que pudieron entrar en el Ministerio a pesar de proceder de familias no mágicas.

Pero Laura sí tenía aptitudes mágicas. Y se suponía que era particularmente fuerte. Ocasionalmente, surgían personas con magia débil de fuera de Sorcié (Sora era una de ellas), pero se aceptaba que las personas con magia fuerte nunca aparecían fuera de Sorcié.

Teniendo en cuenta todo esto, como Laura era de Sorcié y había asistido a la Academia de Magia, habría esperado que se hubiera unido al Ministerio por recomendación. Seguramente no había necesidad de que se tomara la molestia de hacer un examen tan difícil.

—Supongo que tienes razón —respondió Sora—. Ella también debe tener sus propias circunstancias. Pero me da la impresión de que no quiere que nadie meta las narices en sus asuntos.

—¿Ah, sí?

—Quizá no te des cuenta, pero se te da muy bien eludir temas como la procedencia de la gente o sus circunstancias familiares. Tan bien, de hecho, que no podrías saber cómo se sienten respecto a esos temas.

—¿Puedes decirlo, Sora?

—Sí. Debido a mi anterior línea de trabajo, la recopilación de este tipo de información sigue siendo un hábito mío. Escucho todo tipo de cosas y hago observaciones.

Ahora que lo mencionaba, recordé que, antes de venir a trabajar aquí, Sora había viajado a todo tipo de lugares, e incluso se había encargado de algunos trabajos peligrosos.

—Sora, eres increíble. Siento que no sería capaz de ocultarte nada.

—Quiero decir, lo que sea que estés pensando suele estar claramente escrito en tu cara, así que no creo que sea la única persona a la que te costaría ocultarle cosas.

—¿Eh? ¿Es tan obvio? —Sin pensarlo, puse ambas manos en mis mejillas.

—Más claro que el agua.

Estás bromeando. ¡¿Tan obvio como eso?! Durante nuestra conversación, llegamos al primer lugar donde necesitábamos hacer una entrega.

—Bien, vamos a ello, novatos —habló alegremente el señor Camiseta Sin Mangas y tomó la iniciativa recogiendo el objeto más pesado que llevábamos. En el pasado había pensado que estaba siendo amable cuando hacía eso, pero después de haberle oído hablar antes de sus músculos, ahora entendía que solo quería hacer pesas con este trabajo. Quizá por eso se ofrecía voluntario para repartir el correo.

Como teníamos a tres personas trabajando en el reparto de mercancías, terminamos bastante rápido. El señor Camiseta Sin Mangas parecía dispuesto a lanzarse al siguiente trabajo físico. Cuando le pregunté si había entrado en el Ministerio por recomendación o por examen, como era de esperar, me dijo que había sido por recomendación. Su magia era fuerte, pero al parecer sus notas habían sido mediocres. Eso era más o menos lo que yo había supuesto.

Dejando atrás al predecible chico, Sora y yo volvimos al Laboratorio de Herramientas Mágicas para reanudar nuestras tareas individuales. Por cierto, yo recibí mi entrenamiento habitual en Magia Oscura de mi tutor, Raphael.

Cuando volvimos al departamento, encontramos a Lahna dando instrucciones enérgicamente. Rara vez la habíamos visto así en el pasado, ya que Raphael, su mano derecha en este departamento, la suele sustituir. Pero desde que él se había visto obligado a enseñarme Magia Oscura, ella había empezado a hacer bien su trabajo. Aunque creo que debería haber hecho bien su trabajo antes de este cambio de circunstancias.

Raphael no aparecía por el departamento. Me dijeron que ya se había ido a preparar la sala que nos habían prestado para llevar a cabo mi entrenamiento, así que decidí hacer mis propios preparativos y dirigirme allí yo misma.

En cuanto estuve lista, pensé que era hora de ir y estaba a punto de abrir la puerta que daba a la salida del departamento, cuando una voz me llamó.

—Un momento, parece que Nathan tiene que ir a otro departamento, llévatelo contigo —dijo uno de mis colegas más veteranos.

Aunque Nathan Hart tenía talento, su sentido de la orientación era pésimo y se perdía enseguida incluso dentro del Ministerio, así que cuando salía de nuestro departamento solía ir acompañado de otra persona. Aunque, al parecer, si su destino estaba cerca, a duras penas conseguía llegar solo.

El departamento al que se dirigía el señor Hart estaba justo de camino a donde yo iba, así que salí del Laboratorio de Herramientas Mágicas con él.

—Siento todo esto. Me pongo a su cuidado —se disculpó el señor Hart, e inclinó la cabeza.

—No, no, está en el camino a donde voy, así que, por favor, no se preocupe. —Ahora que lo pienso, puede que fuera la primera vez que caminaba así junto al señor Hart. Ahora que tenía la oportunidad de mirarle de cerca, me di cuenta de que en realidad era bastante alto. Por eso debía de parecer larguirucho, aunque no era especialmente delgado.

Debido a su flequillo y a los gruesos cristales de sus gafas, no podía verle la cara. Supongo que eso significaba que nunca había visto el rostro de Laura o Nathan al natural. Sin embargo, como a menudo trabajaban en pareja, tal vez habían visto sus caras sin adornos.

—Señor Hart, ¿ha visto alguna vez a Laura sin maquillaje?

—¿Guy, quiere decir? —Este era el nombre oficial de Laura—. Ahora que lo pienso, nunca lo he hecho. En cualquier caso, parece que se resiste a quitarse el maquillaje. Tanto es así que, incluso cuando salimos de misión, coloca un tabique en la habitación que compartimos, diciendo que no soporta que le vean sin maquillaje.

Señorita Laura, ¿hasta qué punto es usted una “joven doncella» que se niega a que la vean sin maquillar? Aunque si realmente era una razón tan femenina como esa, supongo que no es como si realmente ocultase su verdadero rostro. Al menos, no más que el señor Hart.

—Um, señor Hart, usted no es reacio a mostrar a la gente su propia cara, ¿verdad? —pregunté, ya que estábamos hablando de ese tema.

—La verdad es que no. Si no llevo estas gafas, apenas veo nada, así que siempre las llevo puestas. Si me las quito… —Se quitó las gafas despreocupadamente, dándome un breve vistazo a su rostro sin adornos. Tenía una sorprendente falta de rasgos faciales distintivos. ¿Cómo decirlo? Tenía el tipo de cara que uno olvidaría pronto.

—Um, er… —Me pregunté si debía o no decirle mi sincera impresión.

—Sin rasgos distintivos, ¿verdad? Es más probable que se acuerden de mí si llevo gafas —comentó con una sonrisa irónica.

Sí, realmente es así.

—Aunque debo preguntarte, ¿por qué de repente te interesan las caras de la gente?

—Ummm, bueno, antes, la señorita Norman me contó cómo el señor Cornish acabó siendo como es, así que me pregunté si los demás colegas veteranos del departamento tendrán sus propias historias.

Sora había dicho que la señorita Norman no había ocultado realmente la verdad sobre su garganta o el señor Cornish, así que compartí lo que había dicho con el señor Hart.

—Ya veo, así que Lisa se lo contó, ¿verdad? —El señor Hart sonrió amablemente, como si ya supiera todas las circunstancias que rodeaban a aquellos dos—. Nix puede hablar y actuar de esa manera, pero en realidad es muy amable. Lisa es muy importante para él.

—Eso tiene sentido. Fui completamente engañada por la forma en que habla y actúa.

—Ja, ja, ja, eso es comprensible —dijo el señor Hart, riendo alegremente—. Pero incluso ese acto es solo algo que hace para mantenerse cerca de Lisa.

—Uh, pero la señorita Norman dijo que el señor Cornish hace tiempo que se olvidó de todo eso, y que ahora es solo un narcisista.

—Sí, ciertamente puede parecer así, pero aunque el señor Cornish puede haber sido un mal estudiante, en realidad es bastante astuto, así que creo que incluso ahora su acto sigue siendo cuidadosamente considerado.

—¿En serio? —Hoy, mi imagen del señor Cornish como un bicho raro narcisista había cambiado de repente—. Usted presta mucha atención a la gente, ¿verdad, señor Hart? —Como tenía un sentido de la orientación tan terrible y era tan propenso a perderse, me había imaginado que la vida ya era bastante difícil para él, y que no le habría sobrado atención para otras personas.

—Hmm, supongo que sí. Suelo pasar la mayor parte del tiempo trabajando en el departamento, así que con el tiempo me las he arreglado para adquirir un conocimiento general de mis colegas.

—¿Es eso cierto? —Para no perderse, el señor Hart pasaba la mayor parte del tiempo en el departamento. Ahora que lo mencionaba, tenía sentido—. En ese caso, ¿usted también me entiende? —pregunté para ponerle a prueba.

El señor Hart se puso un dedo en la barbilla mientras reflexionaba.

—A ver. Parece que no está muy entusiasmada con su próximo entrenamiento de Magia Oscura.

Sin poder evitarlo, abrí mucho los ojos. Así era exactamente como me sentía en ese momento.

—Tiene razón. ¿Cómo lo ha sabido? ¿De verdad es tan fácil leer mi rostro? —pregunté, enterrando la cara entre las manos mientras pensaba en lo que Sora me había dicho antes.

—Ja, ja, ja, aunque no podría decirlo solo por su expresión, parecía tener un aire ligeramente sombrío. Así es como suele actuar cuando va a entrenar su Magia Oscura, señorita Claes —respondió el señor Hart.

Después de oír que se había notado mi falta de entusiasmo no solo hoy, sino cada vez que tenía entrenamiento de Magia Oscura, sentí una mezcla de emociones difícil de describir.

—Bueno, sé que para el futuro del Ministerio de Magia es muy importante que practique Magia Oscura, pero no puedo evitar que me asuste.

No era como si todos mis colegas superiores supieran de mi relación con la Magia Oscura. Aparte de Laura y el señor Hart, quienes me habían visto usarla mientras entrenaba, y Raphael y Sora, quienes también usaban Magia Oscura, solo estaba Lahna, nuestra jefa de departamento. Ninguno de mis otros colegas lo sabía. Les habían dicho que Raphael y yo solo practicamos magia normal. Debido a estas circunstancias, había unas pocas personas con las que podía hablar de Magia Oscura, así que irreflexivamente ventilé mis quejas al señor Hart.

—¿Le asusta?

—Sí. Después de todo, ¿no es la Magia Oscura una forma de magia maligna y aterradora que se utiliza para controlar la mente de las personas? Me preocupa que si la practico y logro ser capaz de usarla, entonces yo misma me volveré malvada.

No es que nadie más lo supiera, pero yo estaba destinada a ser la villana de este mundo. Gracias a la restauración de los recuerdos de mi vida pasada y a la influencia positiva de la gente que me rodeaba, había conseguido llevar una vida normal sin convertirme en una villana. Sin embargo, después de todo, a veces pensaba que, si seguía practicando Magia Oscura, yo misma caería en la oscuridad y me convertiría en una villana. Cada vez que ese pensamiento cruzaba mi mente, venía acompañado de una indescriptible sensación de malestar.

—¿Es eso lo que piensa, señorita Claes? ¿Que la Magia Oscura es una forma malvada y aterradora de magia? —preguntó el señor Hart, mirándome directamente a los ojos. Aunque no podía verle los ojos con claridad a través de sus gruesas gafas, de algún modo percibía que me estaba mirando directamente.

—Sí. Quiero decir, ¿no es malvado controlar la mente de las personas?

El señor Hart se tomó un momento para pensarlo, antes de responder:

—Es una forma de verlo, pero no es el único punto de vista.

—¿Hay otro punto de vista?

—Sí. Por ejemplo, supongamos que hubiera alguien que sufriera por la vida con recuerdos dolorosos. Si usaras Magia Oscura para borrar esos recuerdos, esa persona ya no tendría que sufrir. En esa situación, la Magia Oscura sería una buena forma de magia, ¿no?

Me quedé boquiabierta.

—Tiene toda la razón. Nunca lo había pensado así.

Ciertamente, si uno utilizaba la Magia Oscura de la forma que el señor Hart había descrito, entonces sería una buena forma de magia.

—Hay todo tipo de cosas en este mundo. La gente lo ve desde la perspectiva que prefiere. Pero esa es solo una perspectiva. Siempre hay otros lados de la historia.

—Otros lados…

—Usted ve la Magia Oscura como el mal, señorita Claes, ¿no es así? En ese caso, ¿la persona responsable de crear la Magia Oscura también era malvada?

—Eso es lo que siempre he pensado. Es decir, quienquiera que fuese obtuvo el poder de controlar la mente de la gente quitándole la vida a otra persona. Pero ¿dice que tal vez también había otra cara de la historia de esa persona?

El señor Hart sonrió ligeramente.

—Sí, tal vez. Quizá solo querían proteger algo, o a alguien, valioso para ellos. Hoy no hay nadie vivo que sepa lo que pasó.

—Eso es cierto.

Cada historia tiene muchos lados. Lo que uno veía era solo una parte. Sería justo decir que era obvio, pero aun así sentí que me habían abierto los ojos a una nueva forma de pensar.

—Así que, en lugar de pensar en la Magia Oscura como algo intrínsecamente malo, intente practicar con la idea de que, algún día, le permitirá ayudar a otra persona. Eso podría ayudarle a sentirse un poco más motivada —concluyó el señor Hart.

Ah, ya veo. Por fin entendí lo que quería decir. Había sacado el tema para levantarme el ánimo, aunque solo fuera un poco.

—Muchas gracias. —Después de captar las intenciones del señor Hart, tuve que darle las gracias.

—De nada. Solo hablaba hipotéticamente. —Sonrió.

Justo cuando habíamos alcanzado una pausa natural en nuestra conversación, llegamos a la entrada del departamento donde el señor Hart tenía una cita. Nunca antes había interactuado con él cara a cara. Sabía que era bueno en su trabajo, pero fuera de eso solo había pensado en él como un colega poco llamativo que no tenía sentido de la orientación y siempre se perdía. Tendría que cambiar mi impresión de él; era un colega amable y fiable.

—Entonces, gracias de nuevo. —El señor Hart levantó una mano para despedirse antes de dirigirse en dirección contraria a la puerta por la que debía pasar.

Sin demora, le agarré del brazo y le informé:

—Señor Hart, la entrada está por aquí.

Luego, le arrastré de nuevo frente a la puerta.

—Ah, maldición. Gracias de nuevo.

Esta vez, llamó a la puerta correcta antes de entrar. En un instante, la sensación que había tenido un momento antes, de que era un colega de confianza, se desvaneció ligeramente.

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