Emperatriz Abandonada – Capítulo 16: La Dama de la Profecía (2)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


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La vista de la capital después de haber estado fuera durante meses parecía muy diferente a la que tenía antes de partir hacia la villa de verano.

¿Era por haber llegado por la tarde? Las calles que se veían a un lado del carruaje eran sombrías como nunca antes. Los caminos bien pavimentados estaban borrosos por las olas de calor y la gente que daba la bienvenida al emperador se asemejaba a hierba marchita.

Mi corazón se sintió pesado ante la impactante escena. Era peor de lo que había esperado. Esta era la realidad causada por la grave sequía.

¿Qué debe estar pensando el emperador al ver esto? ¿Y cómo se enfrenta el príncipe heredero a una situación tan sombría?

Al salir del carruaje, el aire caliente que abrazaba mi cuerpo era sofocante. Sentía que mi cara y mis manos se quemaban. Me tragué un gemido. No puedo creer que sea tan malo.

Sabía por qué habían corrido los rumores de que se debía a la ira de Dios. El calor abrasador era asesino.

—Su Majestad. ¿Ha estado bien?

—Su Majestad, el Único Sol del Imperio. Gloria al Imperio.

Varios nobles, y el joven de cabello azul que salió a la puerta principal del palacio, saludaron al emperador en cuanto bajó del carruaje.

Hacía tiempo que no veía al príncipe heredero y parecía bastante demacrado. Sin embargo, su singular voz fría y la insondable energía helada que desprendía eran las mismas de siempre.

—Ser libre para rememorar los buenos recuerdos fue bastante agradable. Los últimos días fueron excepcionalmente tranquilos gracias a la señorita Aristia.

—Me alegra oírlo.

—El té de rosa mosqueta que le envió a mi futura hija política fue muy efectivo. He oído que es el mejor para el calor. Gracias a usted, me he relajado.

Al instante, todos dirigieron sus ojos hacia mí. La facción imperial me miraba con orgullo, mientras que los de la facción noble me lanzaban miradas asesinas. Entre las diferentes miradas, vi al emperador sonreír ligeramente.

Futura hija política.

Sonreí con amargura. Era un apodo que había escuchado a menudo en el pasado, pero ahora era diferente. Antes, había sido por puro afecto hacia mí, pero esta vez lo dijo con fines políticos.

De todos los presentes, el príncipe heredero era el único que había mantenido la mirada en el emperador. Finalmente, volvió la cabeza hacia mí. Sus ojos azul marino me miraron. De alguna manera, el color parecía más profundo que antes.

—Gracias por cuidar bien de mi padre —dijo.

—Estoy muy agradecida, Su Alteza. Solo hice lo que debía.

—¿Puede dedicarme algo de su tiempo? Deseo expresar mi gratitud. Puede que no pueda seguirla de inmediato, pero si le parece bien, por favor, espere dentro de mi palacio.

—Así lo haré, Su Alteza.

—Gracias. Entonces, le veré en un rato. Padre, entremos rápidamente. El calor es extremo y no deberías estar de pie afuera por mucho tiempo. —Apartó su mirada de mí y se alejó con su padre. La gente que había regresado de la villa de verano, y los que habían salido a saludar al emperador, siguieron su ejemplo.

Observé a la duquesa, con su deslumbrante cabello azul cielo, guiando a las nobles esposas hacia el interior del palacio. Después, saludé con un leve gesto a mis colegas del escuadrón de caballeros y me dirigí al palacio del príncipe heredero.

—Bienvenida, señorita Aristia. Yo la guiaré. —Un sirviente me condujo a una habitación familiar.

Al abrir las pesadas puertas y entrar, el enorme estudio me recibió. Había pasado un año desde la última vez que estuve aquí. Las ventanas de cristal estaban cubiertas con cortinas blancas, pero el estudio seguía siendo bastante luminoso. La enorme cantidad de libros era la misma de siempre. En todo caso, parecía que habían aumentado.

Mientras meditaba si debía sentarme tranquilamente a esperar, cambié de opinión y me acerqué a una estantería. Como iba a contarle al emperador lo que había pasado mientras estaba fuera, tardaría un rato.

Ojeé los libros, a los que antes solo había robado miradas, y me deleité ante sus títulos. No puedo creer que haya tantos libros en un estudio privado.

Era probable que hubiera guardado los libros que no había leído en la biblioteca real.

En ese caso, ¿ha leído todos los libros de aquí?

Examiné lentamente las estanterías. Aunque solo eché un vistazo rápido, pude ver varios libros raros que no había encontrado antes. Seleccioné uno de ellos que captó mi interés de inmediato.

¿Tardará lo suficiente para que pueda leer todo el libro?

No obstante, no apareció cuando terminé de leer ese libro, y otro más.

Sabía que tardaría mucho, pero estaba tardando más de lo esperado.

Al cerrar el segundo libro tras terminar su última página, suspiré suavemente. Quizás era por haber estado leyendo durante tanto tiempo, pero sentía que mis ojos se secaban. Parpadeé repetidamente y devolví los dos libros que había terminado a su lugar original.

Mientras caminaba lentamente por el estudio, buscando algo más para leer, de repente me fijé en un libro cubierto de cuero negro, estampado con letras doradas. El título del reluciente libro me llamó la atención: Directorio de los Nobles del Imperio.

Ahora que lo pienso, alrededor del año pasado, cuando tenía mucha curiosidad por mi madre, había intentado leerlo aquí mismo, pero no lo había conseguido.

Dudé por un momento. El emperador dijo que mi madre no era una mujer de baja cuna, sino una noble educada y alegre. Me costó creerle. Lo que había dicho el duque Zena seguía pesando en mi corazón.

¿Debería echar un vistazo?

Inconscientemente, miré a mi alrededor y me acerqué a la estantería con el libro. Ahora era mi oportunidad si quería encontrar una pista sobre mi madre.

Tomé el quinto de la derecha, que había sido publicado hace unos veinte años. Abriéndolo por la parte de atrás, ojeé la parte sobre las baronías.

Veamos… Sona… Sonya.

Aquí está.

La casa Sonya.

Como vasallo de la casa Monique, gestionaban un pequeño pueblo en la finca Monique. Compuesto por el barón Sonya, y su única hija, Jeremia Lo Sonya.

Mi corazón se hundió.

El emperador tenía razón.

Dado que su nombre figuraba en el directorio de los nobles del Imperio, estaba claro que era una noble con segundo nombre, aunque fuera hija de una casa vasalla de la casa Monique.

En ese caso, ¿por qué el duque Zena dijo tal cosa? La debilidad mía de la que hablaba estaba definitivamente relacionada con mi madre.

Suspiré y lo devolví a su lugar.

Solo he perdido el tiempo. Busquemos otro libro.

Estaba a punto de buscar la primera edición de “La Historia del Imperio”, que me había llamado la atención antes, pero un pensamiento pasó de repente por mi cabeza. Dudé involuntariamente.

¿Y si…? No, no puede ser.

Saqué un directorio de hace veinticinco años y lo abrí rápidamente por la parte de las baronías.

La casa Sonya.

Como vasallo de la casa Monique, gestionaban un pequeño pueblo en la finca Monique. Compuesto por el barón Sonya y su única hija, Jeremia Lo Sonya.

Tomé el séptimo por la derecha, la versión de hace treinta años.

La casa Sonya.

Como vasallo de la casa Monique, gestionaban un pequeño pueblo en la finca de Monique. Compuesto únicamente por el barón Sonya, sin parientes cercanos. En caso de muerte por parte del barón, su posición será retirada.

¿Qué?

Me apresuré a recoger la versión de hace treinta y cinco años.

Era la misma.

La casa Sonya.

Como vasallo de la casa Monique, gestionaban un pequeño pueblo en la finca de Monique. Compuesto únicamente por el barón Sonya, sin parientes cercanos. En caso de muerte por parte del barón, su posición será retirada.

—¿Qué es esto…?

Actualmente tengo quince años.

Supe que mi débil madre apenas había logrado darme a luz a los siete años de su matrimonio. Si hubiera sobrevivido, tendría por lo menos unos treinta años.

¿Por qué su nombre no existía en el directorio publicado hace treinta años?

Podría haber habido un error hace treinta y cinco años, pero ella ya había nacido. Tendría cerca de diez años, así que si el barón Sonya no tenía parientes cercanos, habría sucedido a su familia como hija única y habría sido registrada en el directorio que era famoso por su meticuloso registro. Así que, ¿cuáles serían las posibilidades de que la dejaran fuera?

Una parte de mi corazón se enfrió. Un profundo entumecimiento recorrió mi cuerpo.

Así fue como me encontró el príncipe heredero cuando llegó, su voz me sacó de mi asombro mientras cerraba la puerta.

—¿Qué está mirando? —Me vio saltar y trató de mirar el libro. Antes de que me diera cuenta, escondí el directorio de su mirada y me apresuré a ponerlo en su lugar.

—Su Alteza, el Futuro Sol del Imperio. Por favor, perdóneme por mi saludo tardío.

—No pasa nada. No se quede ahí y tome asiento.

Le seguí en silencio hasta la mesa situada en el centro del estudio. Me senté frente a él, ajustando cuidadosamente el dobladillo de mi falda cuando habló con esa voz fría que tenía.

—Mi padre me dijo que usted le ha ayudado mucho en los últimos días.

—Solo hice lo que se esperaba de mí. El emperador solo me vio con buenos ojos.

—Sea lo que sea, está bastante satisfecho. Así que parece que ha hecho un buen trabajo. Permítame expresarle mi agradecimiento.

—Estoy muy agradecida, Su Alteza.

La forma en que expresó su gratitud fue muy tranquila. No podía precisar exactamente qué era diferente en esta versión del príncipe heredero, pero de todos modos, me produjo un escalofrío. Mientras miraba mis manos en mi regazo, un pequeño golpe vino de la puerta y rompió el silencio.

Un sirviente no tardó en entrar, jadeando.

—Lo siento, Su Alteza. Perdone mi descortesía. Hay un mensaje urgente.

—No pasa nada. ¿Qué sucede?

—Un mensaje urgente del palacio Rose. En cuanto a los detalles… —El sirviente me miró.

¿Esa mirada significa que no puede decirlo en mi presencia?

El palacio Rose.

Ahí era donde se alojaba Jieun.

Por reflejo, lo miré.

Como si no lo notara, su rostro no cambió mientras le preguntaba al sirviente:

—¿De quién es el mensaje?

—De la jefa de doncellas del palacio Rose. Me ha pedido que le lleve allí con urgencia.

—¿La jefa de doncellas? —Arrugó la frente y luego asintió—. Entiendo. Vayamos de inmediato.

Mi corazón se hundió ante la forma en que respondió sin dudar. Se levantó y se volvió para hablarme.

—Lo siento. Continuemos nuestra conversación en la próxima oportunidad.

—Sí, Su Alteza.

—Bien, entonces.

Me quedé mirando fijamente a su espalda mientras se alejaba. Dejé escapar una risa hueca a través de mis labios temblorosos.

¿Así que solo he llegado a esto?

De repente, me invadió la rabia contra Dios.

Si iba a estropear así mi destino, ¿por qué me llamaba pionera del destino? Si no me hubiera concedido un nombre, podría haber seguido mi propio camino sin volver a involucrarme con él. ¿Qué quería Dios, dándome un nombre así? ¿Y por qué ha llegado Jieun un año antes?

Me mordí el labio con fuerza y salí del palacio del príncipe heredero. Dirigiéndome a duras penas al patio de carruajes, me encontré con un caballero de nuestra casa, quien ya me estaba esperando. Al verme, me entregó un sobre.

Sé que no es educado hacer una petición de este tipo a alguien que acaba de regresar, pero ¿podría dedicarme algo de su tiempo, señorita Aristia?

Estaré en el templo hoy, así que puede pasarse cuando le parezca.

La tercera raíz de Vita,

Tertius.

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