Emperatriz Abandonada – Capítulo 16: La Dama de la Profecía (5)

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


♦ ♦ ♦

Al día siguiente, salí de casa con mi padre llevando el mismo vestido de ayer, bordado con el emblema de nuestra casa y con el broche portando nuestro emblema.

Al llegar a la sala del gran consejo, pasé junto a Jieun, quien estaba sentada en el mismo asiento que ayer, y me dirigí a los asientos de honor.

—Buenos días, señorita Aristia —saludó el joven rubio que había llegado primero.

Aunque no tendría mucha experiencia en este tipo de conferencias, sus profundos ojos verdes brillaban con facilidad.

—Saludos, marqués Enethil.

—¿Ha venido preparado? Hoy será aún más difícil.

Mientras hablaba un momento con el marqués Enethil, entró el oficial y anunció la llegada del emperador y del príncipe heredero. Todos se inclinaron hacia el estrado y tomaron asiento.

Nada más comenzar la conferencia, el duque Zena pidió permiso para hablar.

—Su Majestad, tengo una petición. Por favor, permítame.

—¿Qué es, duque Zena?

—Me gustaría adoptar a Jieun Graspe en mi casa.

¿Qué acaba de decir? Mis ojos se abrieron involuntariamente ante su petición.

¿Estaba hablando en serio? Aunque tuviera intenciones políticas ocultas, el duque Zena siempre había hecho hincapié ferozmente en la pureza de su línea de sangre, por lo que nunca había adoptado a ninguno de sus parientes lejanos. ¿Por qué querría adoptar a Jieun, cuyo origen ni siquiera se conocía?

Todos los nobles, incluyéndome, nos quedamos atónitos. Incluso el emperador en la mesa principal estaba sorprendido.

Pero el propio duque estaba tan tranquilo como siempre.

—Como dijo el sumo sacerdote, si hay dos Damas de la Profecía, significa que las dos mujeres merecen ser la esposa del príncipe heredero. Además, las habilidades de ambas son similares. Una de ellas tiene un poder divino, aunque no es completo, mientras que la otra mujer puede escuchar las profecías de Dios.

—¿Qué pasa con eso? —preguntó el emperador.

El duque Zena puso una expresión seria; sus ojos púrpuras brillaron de forma extraña.

—En esta situación, es inevitable que la señorita Aristia tenga la ventaja. Es la hija de un marqués y tiene todo el apoyo de su familia; incluso se convertirá en la representante de su casa. Ahora que lo pienso, es extraño. El derecho a representar a la propia casa se otorga tradicionalmente a la persona que hereda el apellido. Creo que el marqués lo sabe muy bien. Entonces, ¿cómo puede dar a su hija el derecho a representar a la familia cuando todavía es candidata a emperatriz?

La sala permaneció en silencio y el duque Zena lo tomó como una invitación a continuar.

—De todos modos, la mujer que ha aparecido de repente no tiene ese estatus y es incapaz de adquirir la misma cualificación por sí misma. Como ambas son Damas de la Profecía, no debería estar en desventaja por su estatus. Aunque me molesta su origen desconocido, estoy dispuesto a aceptarlo.

Mi corazón se enfrió lentamente. Mi plan hasta ahora se había basado en la suposición de que Jieun no sabía nada sobre los deberes de una emperatriz.

Si entraba en la casa Zena, el duque definitivamente la obligaría a aprender a tomar el poder en el palacio imperial. Además, el duque obtendría el estatus oficial para controlarla. En ese caso, no habría forma de impedir que la facción noble monopolizara la política. No podía dejar que eso sucediera. Tenía que impedir que Jieun fuera adoptada por el duque Zena, bajo cualquier circunstancia.

El duque Rass, quien había estado en silencio por un momento, habló en voz baja.

—Si su objetivo es que ella obtenga las mismas calificaciones, puedo aceptarla en mi casa. Si se une a mi casa, la cual es la familia de mayor rango en la jerarquía nobiliaria del imperio, ganará mucho más poder, ya que su casa ocupa el cuarto lugar.

—Eso no tiene sentido —respondió el conde Vir—. ¿No es todavía de nacimiento común? Aunque sea adoptada por un duque, no puede tener las mismas calificaciones que la señorita Aristia, quien tiene sangre de grandes nobles.

—El conde Vir tiene razón —dijo el conde Génova—. Ella apareció de repente de la nada. No podemos compararla con la señorita Aristia solo porque se le otorgue un estatus de hija adoptiva de un duque. ¿A qué se refiere con ser la misma Dama de la Profecía? En primer lugar, la señorita Aristia escuchó la profecía mucho antes, y ha estado haciendo un buen trabajo como prometida del príncipe heredero desde su nacimiento, ¿correcto? Así que no puedo reconocer su igualdad con la señorita Aristia, ya que no hemos verificado sus calificaciones.

El duque Zena se burló.

—Ja, sangre de grandes nobles. ¿Desde cuándo la señorita Aristia tiene sangre de grandes nobles?

Al instante, todas las miradas se volvieron hacia él.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Las yemas de mis dedos se enfriaron y la sangre se me subió a la cabeza.

No, no. Él no diría lo que estoy pensando, ¿verdad?

Me miró con sus fríos ojos morados. En el momento en que me encontré con su mirada, sonrió. Mi corazón se hundió.

—La dama tiene sangre vulgar mezclada, así que ¿cómo puede ser una gran dama noble? —preguntó.

La sala del consejo quedó en silencio.

Después de un rato, los sorprendidos miembros de la facción imperial recobraron el sentido y gritaron, poniéndose de pie todos a la vez:

—¿Qué está diciendo?

—¡Estás insultando a la Lanza del Imperio!

—¿Cómo puede decir que tiene sangre vulgar?

—¡Tonterías!

Por otro lado, los miembros de la facción noble miraban al duque con expresiones aturdidas. Obviamente, el duque no les había informado de antemano.

Mi rostro palideció al ver los ojos púrpuras del duque Zena brillando con malicia. Me apreté las manos hasta que los nudillos se pusieron blancos.

En ese momento, él volvió a hablar.

—No había querido hacer público este asunto de la marquesa Monique, ya que también sería una desgracia para mí, pero para garantizar la equidad en la selección de la consorte del príncipe heredero, me siento en el deber de dar a conocer este conocimiento al consejo. Revelaré aquí la identidad de la marquesa.

—Duque Zena, debería detenerse ahora. Lo que acaba de decir puede interpretarse como un gran insulto a la casa Monique —dijo el emperador.

Un hombre de mediana edad de cabello púrpura, quien estaba al lado del duque Zena, discutió el punto del emperador.

—Su Majestad, esto no es solo un insulto para la familia Monique, sino también para la mía. Aun así, mi casa ha intentado revelar la verdad a pesar del riesgo. Lo hacemos porque estamos discutiendo las cualidades de la Dama de la Profecía, quien se convertirá en la Madre del Imperio. Mi propia y humilde casa está dispuesta a poner en juego nuestra reputación, y del mismo modo, como la familia más leal del imperio, creo que la casa Monique debería cooperar activamente en el descubrimiento de la verdad por el bien del imperio.

El conde Hamel, quien era pariente lejano del duque Zena, estuvo de acuerdo.

—Las palabras del sucesor del duque son correctas, Su Majestad. Como ya han surgido dudas, si se limita a encubrirlo, las sospechas hacia la señorita Aristia no harán más que crecer. Más bien, debemos revelar la verdad sobre ella claramente ahora.

Los labios del emperador se curvaron en una sonrisa como si toda la situación fuera risible. Toda la palabrería de la facción noble parecía ser solo amenazas bien disimuladas para que el emperador no interfiriera.

—Conde Hamel, ahora mismo, el tema no es la señorita Aristia, sino cómo tratar con Jieun Graspe. No divague.

Los de la facción noble se recostaron en sus asientos y fruncieron los labios, pero no hicieron ningún movimiento para volver a hablar.

El emperador continuó:

—¿Y hay alguien aquí que piense que la señorita Aristia Pioneer La Monique no es suficiente como prometida del príncipe heredero? Si lo hay, ¿por qué no ha hablado hasta ahora? Piensa en lo que ocurrió hace un año. Cuando invité a las princesas extranjeras aquí, me referí a ellas como candidatas a ser simplemente una esposa, no una emperatriz. Creo que sus calificaciones son más que suficientes, así que dejen esta discusión. ¿Entendido?

Ante las duras palabras del emperador, todos los nobles de la facción noble, incluso el conde Hamel, se callaron. El duque Zena respiró con rabia, pero, por supuesto, fue incapaz de plantear una objeción.

El emperador miró a los nobles con frialdad.

—Como el ambiente se ha calentado demasiado, vamos a hacer un descanso antes de continuar.

—Estamos muy agradecidos, Su Majestad.

El duque Rass, quien parecía estar sumido en sus pensamientos, pidió vernos a mi padre y a mí, así como al marqués Enethil, poco después de que el emperador se marchara.

Cuando pasamos a una sala aparte, el duque Verita ya estaba allí con una expresión seria.

—La situación es peor de lo esperado —dijo.

—Estoy de acuerdo. Parece que tenemos que tomar medidas extremas.

—Pero antes de eso, creo que tengo que pedir tu opinión primero. Keirean, necesito tu consentimiento para llevar a cabo esto.

—¿Mi consentimiento? ¿Qué quieres decir?

El duque Verita respondió cuidadosamente a mi padre:

—Aunque conocíamos el peligro de esa chica de cabello negro, dejamos que entrara en contacto con la facción noble en lugar de atraerla a nuestra facción. Pensamos que si algo salía mal, podría enemistarse contigo. Tal vez otros nobles de nuestra facción podrían sentir lo mismo.

Abrí mucho los ojos. Ya veo. Ahora que lo pienso, podríamos traer a Jieun a nuestra facción.

Debido a mis recuerdos del pasado, había asumido que Jieun estaría en la facción noble.

Aunque mi padre solo había oído hablar de los asuntos del pasado a grandes rasgos, aparentemente no había pensado en esto, ya que se quedó callado.

Después de quedarse callado por un tiempo, mi padre decidió hablar.

—No había pensado en eso. ¿Por qué no me lo preguntaste antes?

—Tu hija estaba segura de ser la próxima emperatriz. ¿Quién iba a adoptar a Jieun como hija adoptiva para competir con tu hija y arriesgarse a enemistarse contigo? Pensé que podría socavar la facción noble sin tener que correr ese riesgo. ¿Quién iba a pensar que el testarudo duque Zena se ofrecería a adoptarla?

El duque Rass fue el siguiente en hablar. Me miró una vez, con sus ojos profundamente pensativos, antes de hablarle a mi padre en voz baja.

—Hemos ignorado el peligro que tenemos delante. Necesitamos una respuesta firme de tu parte. ¿Qué vas a hacer con tu hija? ¿La convertirás en la futura emperatriz o en la heredera de tu familia?

—Estoy planeando tenerla como mi sucesora.

El duque Rass suspiró ante la cortante respuesta de mi padre.

—Personalmente, me alegra escuchar eso, pero desde la perspectiva de nuestra facción, creo que es una gran pena. Pero lo hecho, hecho está. Entonces, con tu consentimiento concedido, permíteme proponer oficialmente al emperador la adopción de esa niña.

—Estoy de acuerdo. Aunque me siento incómodo, tenemos que evitar que la entreguen al duque Zena, sea como sea.

El joven rubio, quien había estado escuchando la conversación de los tres en silencio, finalmente habló.

—Hmm, creo que sé la razón por la que me han llamado aquí. ¿Me están pidiendo que esté preparado para aceptarla en nuestra casa por si acaso algo va mal?

El duque Verita se subió las gafas mientras sonreía.

—Entiende usted rápido, marqués Enethil. Creo que será un socio fiable en el futuro.

—Gracias. ¿Pero qué tal si la aceptamos en la casa Monique?

—Oh, esa es una buena idea también. No contemplé la idea por culpa de la señorita Aristia, pero tiene razón. Keirean, si la aceptas, sería una solución sencilla.

—Hmm, pero… —Mi padre se quedó momentáneamente pensativo. Esto era algo que nunca habíamos considerado antes.

¿Adoptar a Jieun en nuestra familia? Recordé sus palabras en el pasado de que siempre quiso llevarse bien conmigo como una hermana. Si ella se convierte en la emperatriz y yo en la heredera de mi familia, ¿el pasado no se repetirá más?

Tal vez fuera la forma más racional de proteger los intereses de la facción imperial y, al mismo tiempo, evitar la repetición de mi pasado.

Después de organizar sus pensamientos, mi padre se volvió hacia mí como pidiendo mi opinión. Asentí levemente con la cabeza. Él me devolvió el saludo y luego habló en voz baja.

—De acuerdo. Déjame que proponga también nuestra casa.

—Es una buena idea. Entonces, ¿deberíamos volver? Ya es hora de que el consejo vuelva a reunirse.

—Sí, vamos.

Estábamos a punto de volver a la sala de conferencias después de nuestra discusión cuando nos topamos con la facción noble, incluido el duque Zena, frente a la puerta. Aunque hubo una trifulca momentánea sobre quién entraría primero, en términos de jerarquía, fue nuestro grupo el que ganó, ya que teníamos al duque Rass. Dejando atrás al enfadado duque Zena y a sus seguidores, entramos y nos sentamos en los mismos asientos que antes.

—Vamos a continuar la reunión —dijo el duque Verita.

El duque Rass no tardó en pedir permiso para hablar.

—Su Majestad. Como ha dicho, no creo que sea necesario discutir sobre la señorita Aristia porque sus calificaciones ya han sido verificadas, pero si terminamos la reunión así, estoy seguro de que habrá gente que seguirá planteando el tema de Jieun Graspe. Así que, si tenemos que darle “igualdad de calificaciones”, me gustaría adoptarla como mi hija adoptiva. ¿No sería más beneficioso para ella ser mi hija adoptiva que la del duque Zena, ya que su casa solo es la cuarta en las filas del imperio?

El conde Lanier se levantó de repente y gritó:

—¡Imposible!

El duque Verita le detuvo.

—Nuestra familia también está dispuesta a adoptarla.

—La casa Enethil también está pensando en adoptarla, Su Majestad —dijo el marqués Enethil.

—La casa Monique también tiene intenciones de aceptarla —añadió mi padre.

Tras estas declaraciones, la facción noble comenzó a gritar con fuerza. El conde Lanier insistió en que todo era una tontería mientras ambas facciones empezaban a discutir.

El duque Zena me miraba fijamente, aparentemente sorprendido por este giro de los acontecimientos, pero lo ignoré en favor de mirar a Jieun. Ella ya me estaba mirando y vi cómo una sonrisa se apoderaba lentamente de su expresión habitualmente impasible.

¿Está sonriendo? ¿En esta situación? Tuve una sensación ominosa de que algo iba mal.

Mientras las cinco casas nobles más importantes estaban listas para adoptar a Jieun, el emperador sonrió y lanzó una broma.

—Bueno, entonces, ¿qué tal si aceptamos a Jieun Graspe como princesa?

La ya caótica sala del consejo estalló en pánico.

Justo en ese momento, una voz aguda sonó entre la gente boquiabierta.

—Su Majestad, yo, Jieun Graspe, pido permiso para hablar.

—¿Hmm? Adelante.

—He escuchado el contenido de mi profecía. Dios lo ha concedido de tal manera que donde deseo estar se convierte en mi lugar, así que deseo elegir la casa a la que confiaré mi cuerpo.

¿Qué? Mis ojos se abrieron de par en par. ¿La persona que estaba frente a mí era la Jieun que yo conocía? Traté de calmar mi respiración agitada mientras miraba a Jieun.

Ella giró su mirada para mirarme antes de volver a sonreír. La sensación de mal agüero aumentó. Mi corazón empezó a latir con inquietud.

—¿Dijo que el sitio en el que desea estar se convertirá en su posición? Entonces, ¿quiere hacer valer sus derechos con respecto a la profecía? Si es así, me parece que está diciendo que tendría que renunciar al trono si lo quisiera.

Ella respondió a las frías palabras del emperador.

—No es eso lo que quería decir. No tengo las calificaciones para convertirme en emperador, pero…  —se pasó el cabello negro hacia atrás y continuó—: si se trata de asistir al emperador como emperatriz, entonces las cosas cambian. Como alguien mencionó antes, no soy como la señorita Aristia. Soy alguien que Dios ha enviado directamente aquí. No provengo de una sangre vulgar.

—¿Entonces?

—Pero las cosas son diferentes para la señorita Aristia. Si lo que dijo el duque Zena es cierto, entonces ella tiene sangre vulgar fluyendo en ella. En ese sentido, entonces deseo seguir escuchando las palabras del duque. Si donde voy a confiar mi cuerpo es una casa con sangre vulgar, entonces… —Sonrió alegremente mientras se interrumpía.

Al pensar en lo que había insinuado, todo mi cuerpo se estremeció. Pero ella no se preocupó por mí y simplemente continuó con sus ojos negros brillando.

—Creo que Dios respetará mi elección, ya que me ha reconocido, Su Majestad.

—Ah… —Tras permanecer un momento en silencio, el emperador asintió.

El duque Zena parecía satisfecho.

—Hay mucha gente que no se acuerda porque ocurrió hace mucho tiempo, pero tuve una hermana menor que supuestamente murió de enfermedad. Aun así, eso no es cierto. Oculté la verdad porque era una desgracia para mi familia. Fue secuestrada por un caballero plebeyo que la amaba sinceramente.

La sala de conferencias estaba tan silenciosa que se podía oír la caída de un alfiler.

El duque Zena miró a su alrededor una vez y continuó hablando.

—Organicé un equipo para encontrarla, pero tardaron mucho tiempo. Cuando la encontraron, ya estaba embarazada de un plebeyo. Se quedó embarazada después de ser violada. ¿Lo entiende ahora? Ese plebeyo, la sangre vulgar del secuestrador, fluía en esa niña. No era otra que la marquesa. Gracias a la protección del marqués, vivía como marquesa aunque no tuviera ninguna cualificación.

La sangre de todo mi cuerpo se heló. ¿Es esta la verdad oculta sobre mi madre? ¿Es por esto que mi padre ha sido tan reacio a hablarme de mi madre? ¿El emperador ha sabido la verdad y la ha callado? Me pareció que todo el mundo se había vuelto para mirarme. Agarré con fuerza la falda bajo el escritorio y traté de actuar con calma. Fuera cual fuera el motivo, no debía actuar de forma tan extraña como para que la facción de los nobles me encontrara culpable.

Mi padre, quien había estado escuchando sin palabras al duque Zena, finalmente habló. Su aspecto no era diferente del habitual, pero me pareció que su voz se había apagado.

—Duque Zena, parece que es usted un gran narrador. He escuchado su interesante relato.

Parece que algo de eso es cierto. Sosteniendo mis manos temblorosas con fuerza, apenas controlé mi expresión.

El duque Zena habló, ladeando la cabeza como si no entendiera.

—¿Cuento? Solo he dicho la verdad.

—Si quiere argumentar que lo que ha dicho es cierto, necesita pruebas. ¿Puede presentar las pruebas que apoyan su afirmación? Si ha hablado sin ninguna prueba concreta, tendrá que pagar el precio por insultar a mi casa.

—Entonces, marqués Monique, ¿tiene pruebas? Cualquier cosa que demuestre los derechos de nacimiento de la marquesa.

—Es usted quien ha inventado primero la historia infundada. Debería ser usted quien presente las pruebas primero.

El duque Zena enseñó los dientes ante las palabras de mi padre, como si estuviera estupefacto. Mientras enarcaba las cejas, a punto de replicar, sonó una voz fría y cortante.

Era el emperador.

—Alto ahí. El marqués Monique tiene razón, duque Zena. Solo está haciendo afirmaciones sin presentar ninguna prueba clara. Si se cuestiona el origen familiar de la marquesa, está directamente relacionado con el honor de la casa Monique. Como resultado, tengo que tomar su afirmación infundada sobre su nacimiento como nada más que una calumnia.

—Pero Su Majestad.

—Basta. No voy a permitir que siga con esto. Como gobernante del imperio no puedo tolerar un conflicto entre dos familias nobles. ¿Entiendes?

—Lo entiendo, Su Majestad.

—Su Majestad, ya ha insultado a mi familia. Por favor, déjeme recuperar nuestro nombre.

—Ya he dicho que no deseo ver a las dos casas en conflicto. Marqués Monique, usted debería dejar de hacerlo también. En cambio, para despejar la sospecha infundada, permítame revelar el documento que registró la retracción del título original de la marquesa en el momento de su matrimonio y el sello retraído de la familia Sonya. Jieun Graspe, ¿es esto suficiente para ti? —El emperador lanzó una mirada autoritaria a su alrededor, como si se atreviera a levantar sospechas.

Ante su fría actitud, todos los miembros de ambas facciones se callaron. Sin embargo, la gente ya me miraba con profunda duda.

Fue entonces cuando me di cuenta. Esto era lo que el duque Zena quería desde el principio.

Nunca había tenido pruebas. Solo tenía cierto nivel de certeza. Tal vez pensó que si podía manchar mi honor y eso era suficiente para él.

No sabía la veracidad de sus palabras, pero cuando había examinado el directorio de los nobles la última vez, estaba claro que mi madre tenía un origen familiar desconocido.

El asunto podría resolverse más rápidamente si el emperador decidiera revelar el directorio de nobles que registraba su nacimiento, pero no dijo nada al respecto.

Al encontrarse con los ojos azules que la miraban fijamente, Jieun respondió con calma:

—Sí, Su Majestad. Al oírlos, sé con seguridad a qué casa confiaré mi cuerpo.

—Muy bien, ¿a dónde?

—Me gustaría ser aceptada por el duque Zena como su hija adoptiva. Creo que Dios respetará mi elección, ya que me ha reconocido, Su Majestad.

—Lo aprobaré.

—Gracias por su benevolencia. Entonces, al igual que la señorita Aristia, ¿puedo ir a un asiento designado para la hija de una gran familia noble?

—Puede hacerlo…

Jieun se levantó lentamente. Al igual que yo, ella hizo resonar sus tacones mientras se movía en el silencio. Caminando hacia los asientos de honor, se inclinó ante el duque Zena. Sonriendo alegremente, habló.

—Gracias por aceptarme, padre. No olvidaré su amabilidad.

—Ja, ja, muy bien. Llevémonos bien, hija mía. Siéntate aquí.

Actuando como si ya fueran una familia cariñosa, Jieun se sentó junto al duque después de saludarlo. Sentada en igualdad de condiciones que yo, se volvió hacia mí tras mirar una vez a su alrededor.

En ese momento, nuestras miradas se encontraron.

Sus ojos negros se fijaron en mí mientras una sonrisa adornaba sus labios. Moviendo sus labios rojos, parecía estar diciéndome algo. Entrecerré los ojos para leer la forma de sus labios.

Ha. Pasado. Mucho. Tiempo.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

♦ ♦ ♦

No supe cómo siguió la reunión ni de qué se habló. Mi cabeza estaba en blanco y solo las palabras de Jieun daban vueltas en mi cabeza.

—Ha pasado mucho tiempo.

No esperaba que esto sucediera, pero no podía hacer ningún juicio.

¿Cómo ha sucedido esto? ¿Qué se supone que debo hacer a partir de ahora?

Parpadeé. Un horror extremo se apoderó de mí. Oí que alguien me decía algo y sentí que me ayudaba a levantarme con cuidado. Caminé sin rumbo, siguiendo el suave toque que me guiaba, sin saber cuántos pasos había recorrido.

De repente, alguien me agarró bruscamente de la muñeca. Mientras se me ponía la piel de gallina, aparté su mano sin darme cuenta y me di la vuelta. Entonces, vi nada menos que al joven de cabello azul de pie ante mí.

¿El príncipe heredero?

En ese momento, sentí como si el agua fría me hubiera salpicado por todas partes.

¿Qué he hecho?

Fue entonces cuando mis sentidos perdidos regresaron y sentí el calor humeante. Agaché apresuradamente la cabeza y abrí la boca.

—Lo siento, Su Alteza.

—No pasa nada, pero más importante…

Había apartado la mano de un miembro de la familia imperial. Ni siquiera podía protestar si me castigaban.

Sin embargo, no parecía estar enfadado. Sus profundos ojos me miraban sin comprender. Después de mirarme en silencio durante un rato, habló en voz baja.

—Iba a pedirle algo de su tiempo, pero viendo su expresión, supongo que hoy no será posible. Descanse un poco. Se lo volveré a pedir la próxima vez.

Obviamente, me había buscado para decirme algo, pero me dijo que descansara y no dijo nada. Mientras dudaba, mi padre se adelantó y se inclinó ante él en mi nombre.

—Gracias por su consideración, Su Alteza. Entonces, nos veremos mañana en la sala del consejo.

Mi padre y yo subimos al carruaje, pero incluso después de eso, el príncipe heredero seguía de pie, mirándome. Sus ojos azul marino estaban llenos de pensamientos cuando se encontraron con los míos a través de la ventana de cristal.

Algún tiempo después de que el carruaje se pusiera en marcha, mi padre me llamó con voz tenue.

—Tía. No hace falta que finjas estar tranquila delante de mí. Quítate la máscara.

—¿Qué? Qué es lo que…

—¿Vas a usar esa sonrisa falsa incluso conmigo? Tia, solo estamos los dos aquí. Puedes relajarte.

—Ah… —Solo entonces me di cuenta de que seguía sonriendo la sonrisa que usaba en sociedad. Cuando bajé la mirada, vi que me temblaban las manos. No, no solo mis manos, sino todo mi cuerpo temblaba incontroladamente. ¿He estado así desde que Jieun dijo esas palabras? Repentinamente agotada, me esforcé por mantener el equilibrio mientras mi cuerpo se tambaleaba.

—¿Fue una sorpresa tan grande?

No pude obligar a mi boca a moverse para formar una respuesta.

Mi padre continuó con un tono calmado.

—El príncipe heredero también parecía estar bastante sorprendido al verte, al ver que te acaba de decir que descanses.

—Oh.

¿Por qué me miraba así? De repente, recordé sus ojos encontrándose con los míos a través de la ventana, así como su mirada profundamente apagada.

Mi padre esperó un momento antes de dirigirse a mí.

—¿Tía?

—¿Sí?

—Aunque debes estar preocupada, no lo estés demasiado. Haré que no haya nada por lo que debas preocuparte.

Mi padre me miraba con tanta angustia que tuve que decir algo.

—Está bien. No me preocuparé demasiado —le dije con voz suave. Sin embargo, no era así como me sentía por dentro. Todo tipo de pensamientos rondaban mi cabeza.

¿Podrían salir las cosas tal y como se habían planeado? Como Jieun es consciente de que ha retrocedido en el tiempo, tendré que revisar mis planes. Agarrando mi cabeza dolorida, miré por la ventana. La cegadora luz del sol abrasaba las calles de la tarde, pero extrañamente, esas calles parecían oscuras hoy.

♦ ♦ ♦

Aunque había cerrado los ojos en mi cama, de alguna manera me encontraba frente al almacén de carruajes del palacio.

El joven de cabello azul me agarró de la muñeca y habló con voz fría.

—Vamos a hablar un momento.

Al oír la voz que no había escuchado en mucho tiempo, mi cuerpo se estremeció y se congeló.

—¿Cómo se atreve a intentar entrar en el palacio imperial con sangre vulgar en su cuerpo? Estoy indignado —dijo.

Jieun, quien llevaba una tiara que brillaba intensamente, apareció detrás de él. Abrazando sus hombros afectuosamente, me sonrió alegremente.

—En el pasado e incluso ahora, sigue siendo mío.

—Estás afirmando lo obvio, Jieun. ¿He dicho alguna vez que no sea tuyo?

—Oh, Ruve. Estás haciendo que me sienta avergonzada.

Las dos personas se tomaban de la mano cariñosamente mientras me miraban fríamente y me señalaban con el dedo.

—Qué vulgar.

—Sangre vulgar.

Los dos sonrieron y se dieron la vuelta.

Me dejé caer al suelo, respirando con dificultad. Golpeé mi pecho, tratando de aliviar la opresión, pero a pesar de mis esfuerzos, me costaba cada vez más respirar. Mi visión comenzaba a estrecharse poco a poco.

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