Traducido por Shisai
Editado por Lugiia
Ya que seguía sola en el carruaje mientras me dirigía al trabajo, pude dormir un poco, como siempre hacía. Antes de darme cuenta, habíamos llegado al Ministerio de Magia y el conductor del carruaje me estaba despertando.
Durante el trayecto hasta la entrada, me acompañaron mis guardias. Me siento como la hija de una casa noble. Ah, pero claro, ¡soy hija de una casa noble!
Al llegar, por alguna razón, Sora me estaba esperando allí.
—Buenos días —me saludó Sora cortésmente a mí y a los guardias.
—Buenos días. Por favor, cuide de la joven —respondió uno de los guardias. Luego, se marcharon. Observé toda la interacción con un interrogante rondándome la cabeza.
—Um… Sora, ¿qué está pasando? —pregunté, mientras observaba a los escoltas marcharse a mis espaldas.
—Desde hoy, asumo el deber de custodiar a la señorita Katarina Claes en el Ministerio de Magia. Me llamo Sora Smith. Espero poder servirle. —Sora se inclinó con elegancia, al estilo de un mayordomo, igual que cuando nos conocimos.
—¡¿Qué…?! ¡¿Eres mi guardia en el Ministerio?!
Al ver lo sorprendida que estaba, Sora también parecía desconcertado. —¿No lo sabías?
En ese momento, recordé lo que me había dicho mi padre antes de salir de casa aquella mañana: «En cuanto a cuando estés en el Ministerio de Magia, he hecho otros arreglos con la institución».
Es cierto, recuerdo que mencionó sobre alguien de parte del Ministerio.
—Me dijeron que tendría otro guardia aquí… ¿Pero realmente vas a ser tú, Sora?
—Sí. Estamos en el mismo departamento y ya conozco tus diversas circunstancias, así que me consideraron el más adecuado.
Eso es cierto. Sora es consciente de mi implicación en la Magia Oscura, así como de la existencia del Pacto Oscuro… y del pacto de María.
Probablemente, no haya nadie más adecuado…
—Pero, Sora, ¿no tienes tu propio trabajo que hacer? Me sentiría mal si tuviera que pedirte que te preocuparas de vigilarme a mí en su lugar.
Como empleado del Laboratorio de Herramientas Mágicas, él ya había asumido mucho trabajo, así que si tuviera que alejarse para vigilarme, sería duro para el departamento.
—Ah, no te preocupes por eso. El duque Claes hizo una petición formal al Ministerio de Magia para que te protegieran, y ofreció una compensación, así que, aunque tenga que ausentarme de mis tareas habituales, el Ministerio puede enviar a alguien de otro departamento para cubrir mi trabajo.
—Ya veo. Así que mi padre hizo una petición formal.
Como el Ministerio ya realizaba todo tipo de trabajos extraños, había oído que en el pasado recibían peticiones para proteger a las personas, pero en cuanto a que un empleado protegiera a otro internamente… eso me parecía extraño.
—Aun así, tienes un gran padre.
—¿Eh? ¿Mi padre?
—Sí, es decir, respeta tus deseos, ¿no? En lugar de asignarte escoltas, habría sido más fácil para él, simplemente ordenarte que te tomaras tiempo libre del trabajo y que te quedes en casa.
Ante sus palabras, me sobresalté, ya que tenía toda la razón. Aunque ahora sentía que mi trabajo tenía un propósito y quería hacerlo lo mejor posible, al principio mi objetivo era evitar mi matrimonio con Jared. Aún no me sentía preparada para ser parte de la familia real, así que hui.
De hecho, la gente había hecho todo tipo de comentarios sobre mí, como «Esa hija del duque solo está perdiendo el tiempo, no estará aquí mucho tiempo». Incluso mi padre probablemente había oído comentarios similares en su lugar de trabajo. Había mucha gente que no veía con buenos ojos que una hija de familia noble con edad suficiente para casarse entrara a trabajar.
A pesar de eso, en lugar de decirle a su hija, quien no se había ganado ningún elogio de la gente que le rodeaba, que se tome un descanso de su trabajo, mi padre seguía enviándome a trabajar, incluso cuando eso significaba nombrar guardias. Esto, junto con el hecho de que no me había apresurado a casarme, significaba que, sí, mi padre realmente respetaba mis sentimientos.
Tuve la suerte de tener una gran familia, tanto en mi vida pasada como en esta.
—Es cierto, soy afortunada —murmuré para mis adentros, sin pensar.
—Sí, tienes suerte —coincidió Sora, sonriéndome.
—Sí. Bueno, Sora, me encantaría que me protegieras.
—Por favor, déjamelo a mí. —Hizo una respetuosa reverencia.
Así fue como me dirigí a nuestro departamento con Sora, quien había asumido el aura de un mayordomo bien entrenado. Llamé a la puerta del Laboratorio de Herramientas Mágicas antes de entrar. En circunstancias normales —ya que Sora me acompañaba hoy— habría esperado ser la primera en llegar, pero hoy nos habían precedido otros.
—Vaya, buenos días. —Allí estaba Laura, la cual hoy volvía a disfrazarse de hombre musculoso.
—Oh, buenos días, novatos. —A su lado, estaba el señor Cornish. Al igual que ayer, él también iba disfrazado, con ropa sencilla y maquillaje. Parecía que iban a salir de misión otra vez.
—¿Volverán a trabajar hoy fuera de la oficina? —les pregunté.
En respuesta, el señor Cornish adoptó una exagerada pose de desesperación y se lamentó:
—Sí, así es. Una vez más, debo interpretar el papel de una persona corriente, vistiendo este tipo de ropa. El mundo llora la pérdida de una belleza como yo.
El señor Cornish solo actúa así por el bien de la señorita Norman. Solo es por su bien…, me recordé dentro de mi cabeza.
—Pues sí. Cuidar de este idiota me ha cansado mucho, así que hubiera preferido terminar esta tarea rápidamente, pero es más fácil decirlo que hacerlo, supongo. Parece que tardaremos un poco más. —Laura se puso las manos en las mejillas y suspiró. Aunque en ese momento parecía un hombre corriente, sus modales eran los mismos de siempre. De alguna manera, esto era más que un poco desconcertante.
Sin embargo, me preocupaba más la idea de que nuestros colegas más veteranos siguieran trabajando fuera de la oficina, como ayer, lo que significaba…
—Así que nuestro departamento volverá a estar corto de personal hoy. Dado eso, ¿está bien que me acompañes todo el día? —Una vez más me sentí mal por haber monopolizado a Sora para que me sirviera de guardaespaldas.
—No pasa nada, han dicho que van a venir a ayudarnos varias personas con más talento que yo —respondió Sora con indiferencia, aunque yo sabía que, a pesar de ser un empleado relativamente nuevo, nuestros compañeros más veteranos ya consideraban a Sora muy talentoso y bueno en su trabajo. Teniendo eso en cuenta, me preocupaba aún más privar al departamento de este trabajador cualificado.
Padre, ¿cuánto pagaste para contratarlo?
—Hmm, ¿de qué va esto? —preguntó Laura con expresión desconcertada. Había oído la discusión entre Sora y yo. Al parecer, nuestros colegas no habían sido informados aún de que Sora me custodiará.
Les expliqué que él había recibido una petición de mi padre, a través del Ministerio de Magia, para ser mi guardaespaldas.
Laura consideró mis palabras.
—¿Ah, sí? Así que Sora será tu guardaespaldas. Por supuesto, eres la hija de un duque, señorita Katarina, aunque no lo parezca. Aunque dada tu forma de actuar, se me sigue olvidando.
¿Mi forma de actuar? Una vez más, no sabía si me estaba elogiando o insultando.
—Pero hasta ahora has trabajado aquí con normalidad. ¿Por qué este cambio tan repentino? —preguntó Laura.
—Ah… Um… Bueno…
¿De verdad está bien que hable con mis compañeros del asunto en el que está enredada mi familia con el marqués Randall?
Laura, perspicaz como siempre, comprendió al instante cómo me sentía.
—Si no eres capaz de hablar de ello, no dejes que te obligue. —Me dedicó una sonrisa. Cuando se trataba de ser considerada, Laura era una experta; admiraba tal cualidad—. Pero si tu situación requiere que de repente tengas un guardaespaldas, debo decirte que tengas cuidado —continuó, con una expresión seria en el rostro.
Junto a Laura, el señor Cornish, quien parecía no haber escuchado ni una palabra de nuestra conversación, añadió con expresión seria en el rostro:
—Sí, tenga cuidado.
¿Acaso era para tanto ser escoltada por guardias en el Ministerio de Magia? Aunque yo era la involucrada, no lo había considerado así.
Después de advertirme una vez más que tuviera cuidado, mis dos colegas se fueron a trabajar, quejándose todavía de sus disfraces.
♦ ♦ ♦
Después de ver marchar a Laura y al señor Cornish, le pregunté a Sora:
—¿Se considera importante tener guardias en el Ministerio de Magia?
—Todavía no ha pasado tanto tiempo desde que empecé a trabajar aquí, así que no puedo asegurarlo, pero nunca antes había visto a un empleado de aquí con escoltas —respondió.
—S-Supongo que tienes razón.
Yo tampoco había visto nunca uno, a pesar de que muchos trabajadores del Ministerio de Magia procedían de familias nobles. Supongo que eso demostraba lo seguro que se consideraba el Ministerio.
El Reino de Sorcié, el más próspero del grupo de reinos vecinos al que pertenecía, tenía fama de ser muy seguro. Además, las zonas en las que solía actuar —el palacio real, la Academia de Magia y el Ministerio de Magia— eran lugares especialmente seguros, incluso dentro de Sorcié. Nunca había ocurrido nada malo en estos lugares, ni siquiera a una joven noble paseando sola.
Aunque había imaginado que así habían sido siempre, recordé la vez que la familia real me convocó en su castillo y me contó la historia de cómo había habido una lucha terrible por el trono dentro del palacio real, durante la cual a algunos incluso les habían arrebatado la vida. Esto también había implicado el uso de Magia Oscura. Reflexioné que, aunque Sorcié era un país rico, no todos los que vivían aquí eran buenas personas. Sin duda era consciente de ello, pero aun así me sorprendió un poco haberme encontrado con alguien que requería tanta precaución como para necesitar que me escoltaran guardias.
Marqués Randall. Aunque nunca había conocido a aquel hombre cara a cara, lo que sí sabía era que mi padre nunca había desconfiado tanto de alguien como para sentir la necesidad de tomar tales medidas.
Me preguntaba si la señorita Susanna, su hija, estaría en peligro. Pero habían pasado muchos años juntos como padre e hija, y parecía que no vivían juntos por el momento, así que probablemente ella estaría bien. Además, la señorita Susanna tenía al príncipe Jeffrey. Era alguien a quien incluso Jared admiraba. Estaba segura de que haría lo que fuera necesario para protegerla.
En ese caso, me decidí a tomar las medidas oportunas para protegerme a mí y a la gente que se preocupaba por mí. Aun así, no pude evitar desear que el marqués Randall perdiera interés en la familia Claes.
Mientras Sora y yo realizamos nuestras tareas matutinas, limpiando el despacho para preparar la jornada laboral, fueron llegando uno tras otro el resto de nuestros colegas más veteranos. Por cierto, como hoy Lahna estaba fuera de la oficina por asuntos oficiales —no personales—, la responsabilidad del departamento recayó en su subjefe Raphael. Como resultado, mi clase de Magia Oscura con él tendría que ser pospuesta.
Además, como Raphael estaba temporalmente a cargo del departamento, se le había hecho saber el hecho de que Sora había sido contratado para ser mi guardaespaldas.
—Sora, por favor, cuida bien de la señorita Claes. Es alguien muy querida por todos nosotros. —Raphael casi sonaba como un personaje de uno de los dramas televisivos que recordaba de mi vida pasada.
Oye, ¿qué clase de línea es esa? Apuesto a que mi padre dijo eso cuando hizo la petición, ¿verdad? Maldito sea mi adorado padre. ¿Cómo puede ser tan vergonzoso?
Para colmo, Sora se inclinó respetuosamente y respondió:
—Sí, señor. Por supuesto que lo haré.
No tenías por qué decir eso, Sora. Aunque seguía sintiéndome extremadamente avergonzada, hoy me enfrentaría a mi trabajo de descifrar el pacto empezando a primera hora de la mañana. En la medida en que me sentiría menos somnolienta de lo normal al empezar después de comer, pensé que hoy me resultaría más fácil. E incluso si me quedaba dormida, tener a mi guardaespaldas Sora conmigo significaba que tendría a alguien ahí para despertarme.
Cuando llegué a la habitación que María y yo compartimos mientras desciframos nuestros respectivos pactos, ella ya se encontraba allí. Y, por alguna razón, encontré a Cyrus de pie junto a ella. Cyrus, el atareado jefe del Departamento de Investigación de Magia y Poderes Mágicos, casi nunca venía por aquí.
—Señor Cyrus, ¿qué le trae por aquí a estas horas? —pregunté.
Cyrus enarcó ligeramente una ceja.
—Ah, señorita Katarina. Tengo algo que me gustaría preguntarle…
Aunque había abordado el tema con indiferencia, me era complicado saber de qué quería hablar Cyrus.
Después de que le hablara de mis compañeros de la academia durante el almuerzo del día anterior, Cyrus, quien tenía fama de trabajar con rapidez, se había puesto al parecer a investigar aquellos con posibilidades de entrar en Ministerio después del trabajo de ese mismo día. Al hacerlo, había descubierto algo inesperado, por lo que había venido a confirmar la verdad del asunto conmigo y con María.
En primer lugar, había descubierto que, aunque la magia de Ginger no era especialmente poderosa, era una alumna realmente brillante y, como tenía muchos hermanos, no era cuestión de que tuviera que heredar las responsabilidades de su familia. Lo consultó con el Ministerio y no vieron ningún problema en ofrecerle un trabajo. Pero en el caso de Fray, había un problema.
Para mi asombro, me dijeron que Fray Randall había empezado a presentarse como la prometida de Jared Stuart, el tercer príncipe.
—¿Qué? —Al principio, esto era todo lo que tenía que decir al respecto. Después de todo, no tenía ni idea de lo que estaba hablando. Solo había un Jared Stuart, tercer príncipe en este reino. Y por el momento, estaba bastante segura de que era mi prometido. Si nuestro compromiso se hubiera roto, alguien me lo habría dicho.
Al contrario, hacía poco que le había hablado a Jared de mis sentimientos, después de que mi padre me preguntó qué pensaba hacer con nuestro compromiso… Espera, ¿podría ser que después de eso, Jared perdiera interés en mí y decidiera romper?
No, no había oído nada de eso y, además, el otro día estuvimos trabajando juntos en el campo, con Fray presente. Ella no había dicho nada al respecto. Fue allí donde me contó lo mucho que le apetecía trabajar en el Ministerio de Magia, con los ojos brillando de emoción…
—¿Qué significa esto? —le pregunté a Cyrus, acercándome a él.
—Yo tampoco sé qué está pasando; por eso he venido a preguntarle a María y a usted… —Cyrus tenía una expresión preocupada en el rostro.
—Ya veo. Disculpe mi atrevimiento, por favor.
—No, no. Aunque, en realidad, ¿qué significa esto? Se supone que usted, señorita Katarina, es la prometida del príncipe Jared… Si al menos yo mismo procediera del interior del reino, tendría algunas formas más de investigar el asunto. —Cyrus se llevó una mano a la frente.
—¿Tiene alguna relevancia su lugar de nacimiento, señor Cyrus?
—Sí. Aunque tengo contactos aquí en el Ministerio, como soy originario de un pueblo cercano a la frontera, no conozco bien a los nobles en el corazón del reino. Eso dificulta reunir información sobre ellos.
Ah, sí. Como hijo de un marqués, Cyrus fue criado en una región en los confines del reino. Allí no había mujeres jóvenes, razón por la que ahora le resulta difícil tratar con ellas.
Cyrus me miró.
—Me pregunto si no le resultaría más fácil averiguar la veracidad de esa información, señorita Katarina.
Cierto, soy hija de un duque, nacida y criada en el corazón de este país. Desde la perspectiva de los nobles rurales como Cyrus, supongo que se me podría llamar una noble de buena fe del centro del reino.
Sin embargo, lamento decir que no soy capaz de hacer algo tan sofisticado como «determinar la veracidad de la información». Ese es el tipo de cosas que se me dan peor.
—La verdad es que… no se me da bien reunir ese tipo de información —confesé mientras volvía a mirar a Cyrus, intentando expresar todos mis sentimientos en esas pocas palabras.
Cyrus aceptó esta respuesta con una expresión de decepción en el rostro, o tal vez debería decir que parecía deplorable. Parecía que había logrado transmitir mis sentimientos. Mientras me miraba fijamente con aquella mirada, desvié rápidamente mis propios ojos.
—Por cierto, ¿qué hace aquí, Sora Smith? ¿También tiene algún asunto que tratar aquí? —preguntó Cyrus, dirigiéndose a Sora detrás de mí. Parecía que su plan era cambiar de tema. O mejor dicho, quizás Cyrus no había sido comunicado del hecho de que Sora actúe como mi guardaespaldas, quizás porque pertenecía a otro departamento, por lo que podría haberse estado preguntando realmente qué hacía Sora allí.
—El Ministerio de Magia ha recibido una petición del duque Claes para que se le asigne un guardaespaldas a su hija, así que a partir de hoy seré responsable de la seguridad de la señorita Katarina Claes —explicó Sora de forma muy parecida a como lo había hecho con Laura y el señor Cornish.
La expresión de Cyrus se tornó en una de perplejidad.
—¿Un escolta? ¿Para la señorita Katarina? Nunca lo había necesitado, ¿por qué iba a necesitarlo ahora?
Bueno, supongo que es verdad. Hasta ahora, he venido a trabajar como he querido, sin que me escolten.
—Bueno, umm, pasaron muchas cosas entre algunos nobles, que llevaron a una cosa u otra, y por eso padre decidió que tendría que ir acompañada de guardias —respondí evasivamente, sin saber si era algo de lo que debía hablar con demasiada facilidad a Cyrus.
Cyrus pareció captar lo esencial de mis circunstancias.
—Supongo que pasan muchas cosas entre nobles, sobre todo en el centro del reino. —Asintió, y luego murmuró—: ¿En qué demonios está pensando la casa del marqués Randall?
Sobresaltada, volví a levantar la cabeza y grité:
—¡¿Qué…?! Señor Cyrus, ¿la casa del marqués Randall también le ha hecho algo a usted?
Cyrus frunció el ceño.
—¿Qué quiere decir con «también»? ¿Le ha hecho algo el marqués Randall, señorita Katarina?
Ante la pregunta, y habiendo revelado ya demasiado, les dije a Cyrus y María los acontecimientos que me llevaron a necesitar guardaespaldas. Les pedí que por favor trataran de no mencionarlo a nadie más.
—Ya veo, se trata de ello. —Con el ceño aún fruncido, Cyrus asintió.
No es que me hayan hecho nada todavía. Esto es solo en caso de que intenten algo. Por cierto, ¿qué le ha hecho sacar el tema de la casa del marqués Randall hace un momento, señor Cyrus?
—Ah, claro. Estaba pensando en su antigua compañera de clase, Fray Randall. En cuanto a la cuestión de su candidatura para el compromiso del príncipe Jared, no puedo imaginar que haya emprendido ese movimiento sola. Aunque estoy seguro de que fue decisión de su familia, lo que no puedo entender es… ¿Por qué? ¿Por qué ahora…?
Antes de que Cyrus pudiera terminar de hablar, me levanté de un salto de la silla y grité:
—¡¿De verdad?! ¡¿El apellido de Fray es Randall?!
—Por fin te has dado cuenta, ¿eh? —jadeó Sora desde detrás de mí, en voz baja y con aire de incredulidad.
—¿Qué…? Sora, ¿lo sabías?
Me di la vuelta para mirarlo.
—¿No se lo habría imaginado cualquiera después de oír el mismo nombre que hemos oído hace un momento?
Me miró con cara de incredulidad.
—Ooh… Si lo sabías, podrías habérmelo dicho. —Hice un mohín.
—Hoy mi deber es ser tu guardaespaldas. Me dedico a permanecer a tu sombra. Aunque si al final no lo hubieras descifrado, te lo habría dicho.
¿En serio? ¿De verdad se supone que debo creer que dejarme hacer el ridículo era una parte necesaria de dedicarte a tu trabajo de guardaespaldas? Quiero decir, bueno… De todos modos, me hubiera gustado que me lo dijera antes.
—Entonces, señorita Katarina, ¿es seguro decir que su antigua compañera de escuela, Fray Randall, y el marqués Randall, que tanta cautela ha suscitado en su padre, son parientes consanguíneos? —preguntó Cyrus, una vez que Sora y yo hubimos concluido nuestro intercambio.
—Nunca le he preguntado a Fray por su familia, pero no es que alguien ajeno a una casa noble pueda usar su nombre, así que creo que ella forma parte de su familia.
Por supuesto, los hijos adoptados y otros arreglos eran bastante comunes en la sociedad noble, así que no podía decir con certeza si estaban o no emparentados por sangre. Lo que sí era seguro es que pertenecía a la familia del marqués Randall.
—Así que Fray Randall se ha presentado como la prometida del príncipe Jared, y el marqués Randall se está inmiscuyendo de forma indeseada en los asuntos de la casa del duque Claes. Estos dos hechos deben de estar relacionados —murmuró Cyrus.
—Sí, deben de estarlo —asentí tardíamente. Habría sido mucho más sorprendente que no estuvieran relacionados. Hace solo unos días, Fray, la cual admiraba a Lahna, había hablado de querer trabajar duro en el Ministerio, con los ojos brillantes. ¿Por qué iba ella, sin previo aviso, a afirmar que era candidata a comprometerse con el príncipe Jared? Me sentí terriblemente inquieta. Me preguntaba si Fray estaría bien.
Marqués Randall: un hombre al que mi padre —del que se rumorea que es muy formidable cuando no está delante de su familia— considera peligroso.
—Um, señor Cyrus. Empiezo a sentirme muy preocupada por la seguridad de Fray. Parece que el marqués Randall es un hombre peligroso.
—¿En serio? No sé nada de él, pero teniendo en cuenta lo que me contaste ayer de tu compañera, junto con lo que sabemos de las circunstancias actuales, parece que podría ser así.
En cualquier caso, estoy preocupada por ella. Ojalá tuviera un prometido que la protegiera, como la señorita Susanna. Pero no he oído que Fray tenga un prometido. Es decir, si pretende ser candidata al compromiso con el príncipe Jared, entonces no puede tener ya uno.
Fray vive en la Academia de Magia como estudiante de segundo año. La Academia no está de vacaciones en este momento, así que debe seguir yendo a clase, como de costumbre. Y el Ministerio de Magia y la Academia de Magia están en el mismo recinto.
—Señor Cyrus, yo… Creo que me gustaría ir a ver a Fray. Y me gustaría oírlo de ella.
Al oír esto, Cyrus lució preocupado.
—Como su superior en el Ministerio, aunque puedo conceder permiso para que vaya por un breve período de tiempo, hablando personalmente, no puedo permitirle ir a encontrarse con alguien de una familia que el duque Claes mira con tanta cautela.
Oh… Puedo ver que le preocupa a Cyrus. Acabamos de decidir que necesito protección, así que es comprensible que diga que acudir a Fray, quien está emparentada con el marqués Randall, no es una buena idea. Pero aun así…
—Estamos hablando de mi preciosa compañera de Academia, a la que aprecio mucho. Si tiene problemas, quiero hacer todo lo que pueda por ella.
Pensé en Fray, cuyos ojos habían brillado tanto cuando hablaba de sus sueños. Mi adorable compañera de Academia, quien me había dicho lo mucho que deseaba trabajar a mi lado. Quería que la propia Fray me contara qué le había pasado y por qué.
—Sé cómo se siente, pero… —empezó Cyrus.
—Perdona, pero en ese caso, ¿puedo ir a hablar con ella? Como soy plebeya, debería poder moverme libremente —intervino María, levantando la mano.
—¿Eh? María, ¿quieres ir? —exclamé, asombrada.
Mirándome directamente a los ojos, María asintió con firmeza.
—Fray también fue mi compañera en la Academia. Después de escuchar lo que me ha dicho, me siento muy preocupada. Como la señorita Fray parece apreciarla mucho, señorita Katarina, desearía que pudiera ir, pero independientemente de los sentimientos personales de la señorita Fray, la propia casa del marqués Randall no tiene buena opinión de usted. Siendo así, creo que sería mejor que fuera yo. Como no estoy vinculada a todo esto, creo que puedo proceder sin problemas.
Ciertamente, María no es una noble, sino una plebeya, y, por tanto, alguien totalmente ajena a las disputas entre nobles. Sin embargo…
—El marqués Randall parece ser un hombre peligroso, así que me preocupa dejarte ir sola, María —dije. Ella no tenía guardaespaldas y, aunque poseía una magia poderosa, solo podía blandir Magia de Luz, el cual no era un elemento ofensivo. Tampoco tenía un familiar que pudiera luchar por ella, como yo, así que si ocurría algo, no podría defenderse.
Como si ella misma fuera consciente de todo esto, una expresión preocupada apareció en el rostro de María mientras yo hablaba.
Un momento después, Cyrus abrió la boca y dijo:
—En ese caso, acompañaré a la señorita María.
—¿Eh, señor Cyrus? ¿No tiene trabajo que hacer?
Aunque me agradó su sugerencia, no pude evitar preguntar. Después de todo, el puesto de Cyrus como director de la división estrella del Ministerio, el Departamento de Investigación de Magia y Poderes Mágicos, lo tenía muy ocupado.
—Bueno, el departamento parece comparativamente tranquilo hoy, así que no me importaría escabullirme un rato. Además, yo también estoy preocupado por la señorita María.
Si bien se puso un poco rojo después de pronunciar estas últimas palabras, para Cyrus fue un buen esfuerzo. Tal vez debería decir que haría cualquier cosa por la mujer que amaba.
—Muchas gracias, señor Cyrus —dijo María, mirándolo con los ojos brillantes. El propio Cyrus parecía muy satisfecho. Como director del Departamento de Investigación de Magia y Poderes Mágicos, él mismo poseía una magia muy poderosa, e incluso sin eso, como hijo de un marqués, era un joven extremadamente capaz. Si iba con María, me sentiría muy tranquila. Ahora sentía que podía pedirle a María que fuera sin reservas.
—Si el señor Cyrus va contigo, entonces mi mente está tranquila. María, cuento contigo.
María asintió firmemente como respuesta.
Decidido todo esto, María y Cyrus volvieron a su departamento y anunciaron que saldrían brevemente de la oficina antes de dirigirse a la Academia de Magia.
—De verdad pensaba que insistirías en ir tú misma —murmuró Sora, una vez los dos estuvieron solos en la habitación.
—¡¿Qué?! ¡¿De verdad la gente cree que soy tan cabeza hueca?! —A pesar de todos mis esfuerzos, últimamente había empezado a preocuparme por parecerme cada vez más a la villana de los juegos. Pero las siguientes palabras de Sora me dijeron algo muy distinto.
—No, ¿cómo decirlo? Tienes tendencia a olvidarte de ti misma cuando las personas más cercanas están en apuros y te pones en peligro. Pensé que también podría ser el caso esta vez.
Estas palabras me hicieron recordar la única cosa que temía además del romance.
—Bueno… Lo que pasa es que… —Al principio intenté encontrar la forma adecuada de evitar el tema, pero entonces me di cuenta de que Sora me miraba con preocupación en los ojos y ya no quise hacerlo. Abrí la boca para volver a hablar—. La idea de separarme de repente de alguien querido me asusta mucho.
—¿Separarte de repente?
—Sí. Hay veces en las que siento que de repente no podré volver a ver a las personas que quiero, sin ni siquiera tener la oportunidad de decirles adiós o gracias. Por eso, cada vez que le pasa algo a alguien cercano, me siento ansiosa.
Ese miedo había arraigado por primera vez en mi corazón cuando recordé sobre mi vida pasada a la edad de ocho años.
Al igual que mi miedo al romance, siempre lo había mantenido en secreto, pero cuando fui capaz de reconocer mi miedo al romance, recordé también mi miedo a perder a mis seres queridos. Pero mis miedos eran, por supuesto, una parte más de mí, así que no los podía seguir ignorando para siempre. Ya había decidido enfrentarlos de frente.
—¿Te ha pasado alguna vez? —preguntó Sora, con los ojos muy abiertos.
—Yo… supongo que sí. ¿Y a ti, Sora?
Aunque no me había pasado en esta vida, antes de darme cuenta ya me había separado de las personas que más quería, sin tener la oportunidad de decirles nada.
—Supongo que sí. Yo también me siento así a veces. Que debería haber hablado más con alguien, cuando aún tenía la oportunidad. —Sora miró a lo lejos con cara apenada. De repente, debió de acordarse de alguien de quien había tenido que despedirse. Yo también recordé brevemente a mi familia y amigos de mi vida pasada.
Mi irritable, pero cariñosa madre; mi padre, quien me mimaba un poco más que a mis hermanos mayores, quienes, por su parte, no me consideraban una niña y me trataban como a un hermano pequeño. Y, por supuesto, mi mejor amiga, la cual compartía mis aficiones.
Incluso ahora, sentía un dolor en el pecho cuando me acordaba de todos ellos. Dolía saber que nunca podría devolverles todo lo que me dieron, ni siquiera un poco. Este año, superé la edad que tenía cuando terminé mi vida pasada. En esta vida, quería vivir mucho tiempo, ser abuela y pagar así la deuda que tenía con todos.
—Bueno, ahora entiendo que a veces te sientas ansiosa y te dejes llevar, pero ¿me estás diciendo que te has vuelto capaz de controlar esos sentimientos? —preguntó Sora, volviendo a la realidad y pareciendo su yo normal.
—Hmmm. Yo no diría que soy capaz de controlarlos del todo, pero pienso que sería un desperdicio si me pusiera en peligro y causara problemas a todos los que son importantes para mí. —Esto era algo que por fin había llegado a comprender desde que aprendí a reconocer mis miedos—. Además de eso, Sora, cuando te seguí sin pensar durante aquella misión que hicimos, me tomaron como rehén y te causé muchos problemas. No puedo permitirme repetir ese error y volver a causarte molestias.
Los ojos de Sora se abrieron aún más.
—No, yo también bajé la guardia aquella vez, así que no fue solo tu culpa. Y, bueno, en realidad no me importa que me causes un poco de problemas.
—Sora… —Me sentí profundamente conmovida por la amabilidad de mi colega—. Aun así, no puedo seguir haciendo eso, ¡así que tendré cuidado a partir de ahora! —declaré, antes de comenzar mi trabajo, descifrando el pacto. Solo que acabé preocupándome por Fray y no pude avanzar con mi trabajo tanto como quería.