Pronto, utiliza el rostro del demonio – Arco 9: Capítulo 6 (2)

Traducido por Shiro

Editado por Meli


Después de correr varios kilómetros, Zhao Lingfeng por fin dejó al doctor Bai, tomó una camioneta que aún funcionaba y condujo hacia la dirección opuesta de Suzhou.

Por la noche, los zombis estaban más activos que durante el día, eran más veloces y más fuertes. Con el doctor Bai a su lado, Zhao Lingfeng evitó viajar de noche y, al notar que estaba oscureciendo, paró al borde del camino. Mientras acababa con los zombis cercanos, se refugiaron en una juguetería.

La puerta de seguridad de la tienda era más sólida que la de otros locales, aunque estaba ligeramente abollada por los ataques de los zombis, aún podría resistir un par de noches.

Con solo veinte metros cuadrados de espacio, la tienda mostraba dos filas de estantes a lo largo de las paredes, y saltaba a la vista que el lugar estaba despejado. Zhao Lingfeng echó un vistazo a su alrededor, asegurándose de que no hubiera zombis acechando.

—Doctor Bai, voy por agua y comida —susurró—. Quédate aquí tranquilo, regresaré pronto. —Sacó una Glock 19 del bolso y se la entregó.

—No me moveré —asintió—. Ve y regresa pronto. Prioriza tu seguridad. Si no encuentras comida, no te forces. No hay problema con que pasemos una noche sin comer.

Zhao Lingfeng quería llorar de nuevo; sentía que el doctor Bai siempre sufría cuando estaba con él. En el análisis final, todo se debía a que aún era débil. Si hubiera renacido antes, nunca habría permitido que Lei Chuan y Guo Zerui se acercaran al joven doctor.

Una vez que Zhao Lingfeng se alejó, Zhou Yunsheng eligió un lugar limpio en el suelo y se sentó, contemplando un pequeño auto de juguete amarillo en los estantes. Alrededor de diez minutos después, sintió un escalofrío en la espalda, una sensación de peligro inminente que hizo que la piel se le erizara y que los huesos se le helaran.

Agarró firmemente el arma, sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, escuchó un fuerte silbido detrás de su oreja. Se inclinó deprisa para esquivarlo, pero fue cortado en el brazo por algo afilado; su arma cayó al suelo.

Con la certeza de que su vida estaba en peligro inminente, trepó a la estantería a la velocidad del rayo con un estallido de adrenalina y, al mirar hacia abajo, vio a un pequeño perro caniche con el cuello extendido, mostrando sus afilados dientes mientras le gruñía, atrayendo la atención de los zombis errantes en el camino.

El perro se había convertido en un zombi. Su torcido hocico revelaba filas de dientes afilados. Sus uñas negras estaban curvadas y largas; un simple rasguño podría ser fatal.

La diminuta figura del perro zombi había pasado desapercibida entre la pila de juguetes de peluche, haciendo que Zhao Lingfeng lo obviara durante su inspección.

Zhou Yunsheng se sostuvo el brazo que sangraba sin cesar, observando cómo el color de esta pasaba de ser roja brillante a un tono carmesí oscuro. Sintió una oleada de indignación. En ese mundo, solo Lei Chuan podía salvarlo de convertirse en un zombi, pero dado su resentimiento y enemistad, tenía toda la seguridad de que el hombre se alegraría si descubriera que estaba infectado con el virus.

Maldición, he gastado mucha energía espiritual y, sin embargo, mi misión fracasó.

Zhou Yunsheng se masajeó la frente, considerando si era momento de abandonar el mundo y regresar al espacio entre mundos.

El perro zombi debajo de los estantes, al oler la sangre fresca, se volvió agresivo, comenzando a morder y masticar las estructuras de acero de la estantería. El sonido de sus afilados dientes golpeando el metal resonaba haciendo un eco espeluznante.

Aún si piensas irte, debes lidiar con esta pequeña cosa antes de irte. Pensar que una persona brillante como yo terminaría siendo derrotado por un miserable perro caniche. Qué vergüenza.

Con el ceño fruncido, desenroscó a toda velocidad los tornillos de la estantería, separó un tubo de acero y se preparó para saltar en cuanto la estructura se viniera abajo, planeando clavarlo en la cabeza del animal.

El perro zombi luchó durante minutos antes de arrancar una pata de la estantería, soltando tubos y tornillos chirriantes al rozarse entre sí.

Zhou Yunsheng contuvo la respiración, esperando el momento justo, pero en ese instante, una bala incendiaria atravesó la puerta de seguridad, impactando con precisión en la cabeza del perro. Un estruendo resonó y todo lo que quedó en el suelo fue un montón de carne putrefacta.

Un grupo de soldados de élite acabó con los zombis que deambulaban cerca de la puerta, mientras que una silueta alta avanzó con la luz del sol a sus espaldas. Con un simple contacto de su dedo, la puerta de seguridad de acero se derritió en un charco de metal rojo ardiente que fluía sobre los ladrillos del suelo.

—¿Lei Chuan? —Zhou Yunsheng, sorprendido, abrió mucho los ojos al ver al hombre de semblante sombrío acercarse.

—Doctor, he venido a buscarlo. —Lei Chuan extendió los brazos, indicando que bajara de la estantería.

Zhou Yunsheng no le respondió y, en cambio, se apoyó contra la pared, exhalando imperceptiblemente. Prefería ser asesinado por Lei Chuan que morir a manos de un perro zombi. Por fin se sintió un poco más equilibrado.

—¡Doctor, baje! ¡Está herido! —Lei Chuan, con la voz ronca y urgente, lo instó a descender.

Zhou Yunsheng lo ignoró y, en cambio, se quitó los lentes torcidos, levantó un dobladillo de su ropa y comenzó a limpiarlo meticulosamente. Tal vez iba a ser asesinado, pero no perdería su gracia ni un instante antes de su muerte.

Lei Chuan sintió las venas en su sien latir, indeciso entre cómo arrastrar a la persona hacia abajo y evitar lastimarla. Con los dientes apretados, articuló palabra por palabra:

—Doctor Bai, mi habilidad de sanación puede eliminar el virus zombi de su cuerpo. En mi sangre hay células que pueden combatirlo y eliminarlo. Si regresa conmigo, puedo darle mi sangre para que la investigue. Pienso que desarrollará la vacuna para salvar a todos. Confío en usted, por favor, confíe en mí.

La acción de limpiar sus anteojos se detuvo abruptamente mientras Zhou Yunsheng miraba incrédulo al hombre debajo. Esas eran cosas que Lei Chuan no debería saber, pues supuestamente había sufrido muerte cerebral, pero él lo sabía, y lo entendía perfectamente.

¿Por qué?

Una teoría comenzó a formarse en su mente, dándole a Zhou Yunsheng una sensación de haber sobrevivido a una tormenta. En principio, Lei Chuan no renació; Guo Zerui sí. Todas sus acciones, en apariencia proféticas, habían sido guiadas por él. En ese momento, el hombre que tenía frente a él era, sin duda alguna, un renacido. Aunque permaneció dormido todo ese tiempo, continuó siendo consciente del mundo exterior, al punto de estar al tanto del desarrollo de la vacuna por parte de Bai Mohan.

No es de extrañar que de repente su actitud cambiara drásticamente, buscando ganarse a Bai Mohan

Sea cual fuera la intención que Lei Chuan pudiera tener, a Zhou Yunsheng le resultaba indiferente. Había pensado que la misión había fracasado, pero su suerte parecía haber dado un giro inesperado.

Internamente, Zhou Yunsheng se regocijaba, aunque en su rostro mantenía una calma inalterable, su mirada ardiente y penetrante no abandonó a Lei Chuan.

Esa mirada parecía un bisturí, deseando cortar a través de Lei Chuan, pero aun así, este no mostraba la menor señal de furia o rencor. Más bien, le gustaba ser observado de esa manera, como si Zhou Yunsheng fuera su mundo entero.

Sí, justo así. Mírame a mí, no vuelvas a mirar a nadie más de la misma manera, clamaba su subconsciente a gritos, extendió su mano hacia Zhou Yunsheng con un gesto de súplica.

—Doctor Bai, venga conmigo. No le haré daño.

Zhou Yunsheng se colocó los anteojos y, en un instante, se lanzó de los estantes y se dejó caer/ en los brazos cálidos y acogedores del hombre.

Cuando sujetó al hombre demacrado, Lei Chuan sintió cada centímetro de sus músculos estremecerse. Quería abrazar con fuerza la cintura del médico, pero temía lastimarlo. Además, aunque quería reprenderlo por escapar, le dolía decirle palabras tan duras, así que solo lo abrazó con suavidad, suspirando en silencio.

Guo Zerui, con mirada triste, observaba a su jefe sostener al doctor Bai como si hubiese recuperado un tesoro. La forma en que, a pesar de ser tosco, le peinó el desordenado cabello, le cubrió la herida con su palma para sanarla y cómo lo envolvió con cuidado con su abrigo para ayudarlo a salir con una actitud posesiva.

A Guo Zerui le daba ansiedad ver el cambio en su jefe. Él sabía que antes de su resurrección, algo había sucedido entre ambos. Saltaba a la vista que su gentil trato traspasaba los límites de la amistad.

Mientras avanzaban hacia la puerta, Zhou Yunsheng pidió:

—Esperen un poco más. Lingfeng estará de regreso pronto.

—No podemos esperar más. Habrá más zombis por la noche y nosotros, siendo tan pocos, no podremos lidiar con ellos —respondió Lei Chuan, irritado ante la mención del otro.

—Entonces váyanse ustedes. Yo lo esperaré.

Frustrado, Lei Chuan reprimió su mal humor y respondió con extrema gentileza:

—Bien, esperaremos. Pero no aquí. Necesitamos encontrar un lugar más seguro. No se preocupe, dejaremos marcas en el camino y Lingfeng, como militar, entenderá.

En ese momento, una figura se acercó rápidamente y rugió:

—¡Lei Chuan, suelta al doctor Bai!

Guo Zerui se adelantó para detenerlo, pero fue apartado por su jefe. Lei Chuan podría haber dominado a su oponente con un solo golpe, pero se contuvo, golpeándolo repetidamente con puños cargados de poderoso trueno y fuego, que al chocar contra la dura coraza metálica hacían retumbar los oídos.

—¿Es así como cuidas al doctor Bai? ¡Casi lo mata un perro zombi! —Le asestó un golpe que rompió la capa metálica, clavando en él su mirada carmesí, abrazó al pálido médico y caminó al vehículo. Se dirigió al hombre derribado—: Síguenos..

Guo Zerui, ayudó a Zhao Lingfeng a subir al asiento trasero. La caravana se alejó rugiendo, enviando a los zombis en el camino, haciéndolos volar en pedazos de carne y sangre.

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