La revolución mágica de la princesa reencarnada – Capítulo 13: La princesa reencarnada aún anhela la magia (4)

Traducido por Akatsuki

Editado por Lugiia


—¡Señorita Euphyllia, por favor, retroceda! ¡Aquel ataque que usó hace un momento no nos ayudará en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo! ¡Si conoce alguna magia curativa, nos vendría bien su apoyo!

—Entiendo… Ahora mismo voy.

Luego de que la señorita Anis se dirigiera hacia el dragón, el comandante me pidió que le ayudara con la defensa. Por supuesto, él tenía razón: el ataque mágico que hice era muy efectivo, pero sería un arma de doble filo en una batalla a corta distancia.

Al ser ese el caso, se me encomendó apoyar con la defensa desde la retaguardia con magia curativa. Solo un número reducido de personas tenían las habilidades necesarias para usarla, por lo que entendía perfectamente la razón por la que me necesitaban allí.

Estrictamente hablando, hubiera tenido más sentido enviarme como escolta junto a los caballeros heridos a un lugar seguro. La razón por la que no lo hicieron era probablemente porque era la hija de un duque y los caballeros estaban preocupados por mi seguridad.

Parece ser que la estampida tenía un avance limitado porque habíamos conseguido reducir su número con anterioridad, de modo que, afortunadamente, las bajas fueron escasas. Como tal, podía permitirme el lujo de dirigir mi atención al cielo.

Al hacerlo, mis ojos casi se salen de su sitio cuando vi a la señorita Anis cargar contra el dragón. Su primer golpe pareció fallar, ya que rápidamente pasó a defensa.

Con el contraataque del dragón, quedó claro que esta lucha pondría en peligro la vida de la señorita Anis. Luego, su hoja de maná comenzó a brillar como nunca antes y volvió a atacar.

Las escamas del dragón parecían resistir de alguna manera su espada imbuida de magia. Emitieron un potente resplandor, y un manto de luz envolvió todo el cuerpo de la criatura.

¿Una barrera mágica…?

De ser así, se trataba del mismo proceso empleado para crear una Hoja de Maná o un Escudo de Maná. En cualquier caso, la señorita Anis no había tenido mucho éxito a la hora de crear una armadura de cuerpo entero.

Apreté los puños ante la idea de que eso era posible para los dragones, los monstruos definitivos. La única forma de atravesar esa defensa sería realizar un golpe inmensamente poderoso, o bien luchar hasta que la criatura agotara su magia.

Pero, ¿la señorita Anis podrá hacerlo sola…?

Era cierto que ella no podía usar magia, pero sus habilidades estaban muy por encima de la mayoría; eso ya había sido comprobado cuando atacó la estampida. Pero aún no era suficiente como para aliviar mis temores.

Y entonces, llegó el momento. El dragón finalmente reconoció a la señorita Anis como una amenaza y comenzó a desatar poderosas ráfagas de viento con sus alas.

A decir verdad, me resultaba difícil creer que una criatura tan enorme pudiera permanecer en el aire con esas alas, pero ahora lo entendía: era razonable si usaba magia para mantenerse en los cielos.

Mientras la señorita Anis luchaba para mantenerse en la tormenta, el dragón se lanzó a la carga por su presa.

Incluso yo podía sentirlo preparándose para un nuevo ataque a través de una ola de energía lo suficientemente grande como para hacer que tuviera escalofríos en todo el cuerpo. No había forma de que la señorita Anis sobreviviera a ese ataque. El dragón la tenía en su mira.

—¡No! —grité, y al mismo tiempo, un torrente de luz salió en su dirección.

Esa luz era una onda de pura energía mágica: destrucción en su forma más primitiva.

Era tan fuerte que el mismo aire parecía resquebrajarse. Mientras la señorita Anis conseguía esquivar el golpe, observé cómo caía hacia el suelo. Por suerte, parecía que no chocaría con nadie, pero el solo impacto podría matarla.

Corrí lo más que pude, presa del pánico. Incluso yo sabía que no sería capaz de alcanzarla desde esta distancia, pero aun así seguí adelante. Mis pensamientos estaban cautivados por la visión que tenía ante mí.

Al ver a la señorita Anis cayendo libremente, todo lo que podía escuchar era el fuerte latido que emitía mi corazón.

Todo mi ser se concentró en ese momento; algo cambió dentro de mí y una extraña sensación se apoderó de mi mente. Usando una analogía, era como si todos esos fragmentos dispersos se hubieran unido para formar una figura completa. Aunque no podía comprender su naturaleza, me entregué por completo a eso.

Debo ir más rápido hacia donde ella está cayendo, mucho más de lo que mis pies puedan llevarme, ¡justo como ella hizo antes!

Sin darme cuenta, comencé a flotar en el aire en línea recta, cerrando rápidamente la distancia. Mi corazón latía con tanta fuerza que sentí que iba a estallar, hasta que logré alcanzarla.

—¡Señorita Anis!

Su cuerpo, aún bajo los efectos de la medicina de fortalecimiento físico, aterrizó directamente en mis brazos. Sin embargo, no pude soportar la fuerza del impacto y me vi arrastrada al suelo junto a ella.

—Ugh, gah —exclamó mientras tosía.

—¡Señorita Anis! ¡¿Se encuentra bien?!

—¿Euphie…? ¿Huh? ¿Me… atrapaste? —Aturdida por el impacto de la caída, la señorita Anis se sujetó la cabeza.

Dejando escapar una profunda exhalación, contuvo el aliento y miró al cielo. Luego, metió la mano en su bolsillo y sacó un frasco lleno de sus pastillas de éter.

De inmediato, me acerqué para tomar su mano.

—¿Euphie? —Ella me miró desconcertada.

—¿Todavía va a pelear? ¿Sola? ¡Casi muere! —Mi corazón nunca se había sentido tan desgarrado como ahora. Yo estaba a merced de mis impulsos, gritando mientras trataba de respirar—. Esas drogas tienen otros efectos secundarios, ¿no es así? ¡Pero no puede luchar sin usarlos! ¡Es todo lo que tiene! Entonces, ¿por qué insiste en luchar contra un monstruo si no puede usar magia?

Era el deber de la realeza luchar contra los monstruos y proteger su reino.

Al haber sido criada como una noble, esa creencia había sido inculcada en mis huesos. Pero la señorita Anis era diferente. No podía usar magia y, aunque era la hija directa del rey, ella había sido alienada y marginada.

No podía entender qué la obligaba a luchar contra un dragón al que incluso los nobles dudaban en acercarse. ¿Por qué luchó cuando no tenía el deber ni la obligación de hacerlo?

—¿Por qué usted…?

—Es simple, de verdad.

¿Por qué? Dígame, ¿por qué?

¿Cómo puede seguir sonriendo?

♦ ♦ ♦

—¿Por qué usted…?

Mis sentidos, aturdidos por el impacto, regresaron a la normalidad. Fue entonces cuando escuché a Euphie preguntarme la razón. La respuesta me llegó de inmediato, tan clara que no pude evitar reírme.

—Es simple, de verdad. Porque para mí, eso es lo que hacen aquellos con magia.

Sabía lo poderosos que eran los dragones. Ahora que los efectos del éter habían desaparecido, honestamente podría decir que estaba aterrorizada de que mi cuerpo no dejara de temblar. Incluso yo me preguntaba si no había perdido ya la cabeza.

A pesar de ello, no intentaría escapar. Mi corazón gritaba que no me diera vuelta ni escapara.

Yo quería poder usar magia, quería continuar con mi investigación, aprender de ella y crear nuevos dispositivos mágicos. No podía negar esa parte de mí. Era la fuerza que me impulsaba a seguir adelante. No obstante, aún más profundo que eso, había un deseo sincero.

Un deseo al cual me había aferrado mucho desde el día en que comencé a convertirme en la persona que soy ahora.

—Nadie podrá ser feliz si esa criatura vive. No puedo ignorarlo. Y es por eso que tengo que luchar. Eso es lo que significa para mí poder usar magia. En mi opinión, los magos existen para traer sonrisas a las personas. Es por eso que estoy aquí. Si escapara ahora, no tendría el derecho de poder llamarme a mi misma maga.

Sabía que estaba siendo terca, pero me negué a renunciar a mis ideales. Si los abandonaba ahora, se perderían para siempre.

—¡Incluso yo tengo suficiente magia para poder luchar contra un dragón!

Aunque carecía de lo que la mayoría de las personas consideraban magia, todavía estaba orgullosa de la magia que consideraba mía.

Esto no se trataba de deber. No era una obligación. No vine aquí para llevar a cabo una misión. Simplemente, tenía un deseo, una promesa que me había hecho a mí misma. Lucharía por lo que deseaba convertirme. No era por servir a los demás, no era para arriesgarme mi vida en la búsqueda de gloria… Había algo que quería ver. Eso era todo.

—Sonríe, Euphie. Estaré bien. Lo haré mejor la próxima vez. ¿Y no dijiste que querías ayudarme a cumplir mis sueños? Hacer realidad los deseos es lo que hacen los magos.

Siempre perseguiré la magia. Siempre intentaré hacer sonreír a las personas. Nunca renunciaré a mi sueño. Por eso, tenía que ir. Afirmé y compartí aquellos pensamientos con Euphie antes de liberarme de su mano y prepararme para ir una vez más.

Euphie apretó su agarre.

—No entiendo.

—Euphie.

—Pero si eso es lo que me retiene aquí con usted, quiero ayudar a proteger su sueño. Así que por favor, déjeme ir con usted. No quiero que muera.

Había cierta desesperación en las súplicas de Euphie. No podía apartar la mirada de sus lágrimas. Podía ver su dolor, pero aun así se mantenía firme. Sus palabras me llegaron al corazón.

—¡Si no va, dejará de ser usted! Así que, por favor, al menos lléveme con usted. No me interpondré en su camino. Quiero entender su magia. Apenas empecé a tener una idea de lo que es volar, por lo que puedo ayudarle. Puedo protegerle con mi magia, puedo apoyarle. Así que, por favor, por favor… ¡No vaya sola!

Tomó mis manos entre las suyas mientras suplicaba. Podía sentir la calidez de sus sentimientos filtrándose en mí, calmando mi cuerpo tembloroso y disipando mis pensamientos intranquilos.

—¿Que no vaya sola?

No estaba sola. Euphie era lo más parecido al tipo de maga que siempre había admirado, y estaba ahí por mí. Ella había prometido ayudarme a hacer realidad mi sueño inconcluso.

Podría estar enojada, frustrada, e incluso resignada por mi imprudencia, pero aun así, me había perdonado.

—Está bien, no lo haré. No sola.

—Señorita Anis…

—Pero tengo que detenerlo. Es por eso que tengo que ir. Y sería bastante agotador hacerlo sola. Así que, Euphie, ¿vendrías conmigo?

No sabía cuál era el objetivo final, y nunca nadie me había dicho algo así. No estaba segura de volver a oírlo y dudaba de poder agradecérselo.

Pero si Euphie estaba de acuerdo conmigo, haría esto con ella. La llevaría conmigo.

Por favor… Di que sí.

—Sí… Sí. —Asintió, mostrando la sonrisa más hermosa que jamás había presenciado—. Si eso es lo que quiere, me quedaré con usted para siempre.

—Estás exagerando.

Me puse de pie sin pedir ayuda y me estiré para tomar su mano de nuevo.

—Hagamos algo digno de esta confianza. ¡Vayamos a cazar a un dragón!

—¡Sí! —respondió Euphie con una voz clara mientras tomaba mi mano y se ponía de pie.

Abrí el frasco de éter. Tenía miedo de los efectos secundarios que podría tener al tomar demasiadas, pero ahora no era el momento de ser cautelosa.

Haciendo acopio de mi determinación, lancé algunas pastillas hacia mi boca, las trituré con mis dientes y las tragué. Los efectos fueron inmediatos: todo mi cuerpo estaba lleno de vitalidad. Sin embargo, no podía dejar que mi conciencia se escapara. Respiré hondo, subí sobre mi escoba y miré a Euphie.

—¡Vamos!

Euphie asintió, subiendo detrás de mí y rodeando sus brazos alrededor de mi cintura para agarrarme con fuerza.

Ahora que estábamos listas, despegué al cielo una vez más.

El dragón se mantenía en vuelo, como si hubiera estado esperando a que regresara. No podía leer su expresión, pero la forma en que mostraba sus dientes casi parecía una extraña sonrisa.

—¡Qué engreído eres…!

El éter que había tomado había reemplazado mi miedo con un enorme espíritu de pelea. Activé la hoja de maná y cargué contra el dragón. Mi enemigo, aparentemente aprendiendo de nuestro último encuentro, se giró para evitar el golpe.

—¡Señorita Anis! ¡El dragón probablemente ha cubierto su cuerpo con una barrera mágica!

—¿Huh? ¿Todo su cuerpo? Eso significa…

—Es el mismo principio que su hoja, teóricamente hablando. Es por eso que bloqueó su ataque. Pero si puede abrirse paso, ¡sus ataques deberían volverse muy efectivos!

—¡Así que fue eso lo que me detuvo!

El dragón sabía que debía ser cauteloso con mi hoja de maná. Pudo haber hecho la conexión de que mi arma era capaz de atravesar sus defensas mágicas. Después de todo, ¡esta espada también estaba hecha de magia!

—¡Cuidado con sus alas! ¡Debe estar usando algún tipo de magia única para mantenerse en el aire! ¡Sus alas deben ser la fuente!

—¡Justo como aquellas ráfagas de viento! ¡Entendido! En ese caso, apuntemos a…

—¡¡Sus alas!! —gritamos Euphie y yo al unísono.

Tendría que acercarme, mientras evitaba su cola, para perfeccionar mi puntería y luego planear directamente hacia mi objetivo.

—¡Euphie! Necesitamos acercarnos, pero supongo que la única forma de hacerlo es por sorpresa. Cuando dé la señal, ¿puedes aumentar nuestra velocidad?

—¡Sí! ¡Déjemelo a mí!

—¡Nuestras vidas están en tus manos!

—¡Le confié la mía hace tiempo!

Ajustando mi agarre a la escoba de bruja, centré mi atención en el vuelo. Tendría que dañar las alas de la criatura, o al menos una de ellas. Continúe planeando por el cielo buscando una abertura.

El dragón nos estaba observando, reacio a darnos la espalda. Cada vez que lograba colocarme detrás, se volvía hacia nosotras rápidamente.

—¡Cuchilla de viento!

En ese momento, Euphie lanzó un ataque mágico hacia la criatura, pero no fue lo suficientemente fuerte como para atravesar su barrera. Solo podíamos ver cómo se convertía en niebla al llegar a su objetivo.

Sin embargo, logró distraerlo por un breve momento.

—¡Ahora! —grité a todo pulmón.

Con esa señal, Euphie aumentó nuestra velocidad. El impulso fue suficiente para enviar mi cuerpo hacia atrás y la sangre a mi cabeza. Justo cuando mi conciencia comenzaba a oscurecerse ligeramente, salimos disparados cerca de la cabeza del dragón. Rápidamente, nos movimos a su espalda y me dejé caer.

Por un breve momento, antes que el dragón tratara de darse la vuelta, concentré mi energía en mi hoja de maná mientras la sujetaba con fuerza. Luego, la levanté cerca de mi cabeza y la bajé con toda la fuerza que tenía.

—¡Esta vez, es tu turno de caer!

Hubo un destello de luz. No era una exageración decir que realmente había puesto toda mi fuerza en ese golpe, ya que la hoja se clavó directamente en la raíz del ala. Esta vez, hubo mucha más resistencia que antes.

¡¿Acaso estaba concentrado su energía mágica para protegerse?! ¡¿O su barrera era más fuerte alrededor de las áreas vulnerables?!

—¡No me rendiré…!

Corta, corta, ¡corta! Recé mientras aumentaba la energía de mi espada. En ese momento, la resistencia desapareció y lo atravesé sin esfuerzo, arrancando el ala del dragón de su cuerpo.

¡¡¡¿Gwaaauuuggghhh?!!!

Un rugido agudo resonó en el aire, y el dragón se retorció mientras comenzaba a caer en picado. Antes de que lo acompañara hasta el suelo, logré alcanzar mi escoba y nos dirigimos a una zona segura. Justo cuando toqué el suelo, mi visión comenzó a disminuir a medida que los efectos del éter comenzaban a desaparecer.

—¡Señorita Anis!

—Estaré bien…

Euphie mantuvo mi cuerpo inestable entre sus brazos. Por suerte, ella me había sujetado para que no me cayera. No había forma de que hubiese podido realizar ese golpe con una sola mano.

Ahora que estábamos en el suelo, solté la escoba. Tenía ganas de dejarme caer, pero me obligué a mantenerme concentrada en el área donde se encontraba el dragón caído. Habría sido una gran molestia si hubiera aterrizado en el bosque, pero afortunadamente, se estrelló en el centro de la llanura.

—¡Si ya no puede volar, tendrá que luchar en el suelo…!

El dragón se levantó desde la nube de polvo que lo rodeaba, su mirada contenía odio y desprecio.

Tragué saliva al ver que dentro de sus fauces se encontraba reuniendo energía para su siguiente ataque.

—¡Señorita Anis! ¡Corra! —gritó Euphie.

Asentí rápidamente, tratando de huir, pero no podía moverme.

—No.

—¿Eh?

—Detrás de nosotras… ¡Se encuentra la batalla!

En la retaguardia, los caballeros y aventureros seguían reteniendo la estampida. Si bien estaban a una distancia considerable de nosotros, estaban claramente dentro del alcance del aliento del dragón. Incluso si logramos evitarlo, ellos serían eliminados.

A un dragón no le importaba si eran humanos o monstruos. Para una criatura tan enorme, los seres inferiores eran simplemente presas, y no tendría reparos en reducirlos a todos en polvo. No podíamos retroceder.

Me pregunté una y otra vez qué deberíamos hacer, tratando desesperadamente de encontrar una solución.

Respuesta que vino a mí tan rápido que me sobresalté. Guardando mi espada, me preparé para correr.

—Euphie. Defiéndelos con todo lo que tienes. No dejes que el aliento del dragón los alcance. Haz lo que sea necesario.

—¡¿Qué es lo que va a hacer, señorita Anis?!

—Voy a atravesar esa cosa.

Ese ataque de aliento también era mágico, no físico. Lo que significaba que podía dividirlo con mi hoja de maná. El problema era que necesitaba una cantidad enorme de energía, mucha más de la que había usado anteriormente.

—Eso es… ¡Es una locura! —gritó Euphie, alarmada.

—No hay otra manera.

—Si nos quitamos de su camino…

—Si dispara ese ataque, me arrepentiré por el resto de mi vida.

No podía retroceder. Tampoco podía mirar a Euphie. El dragón podría realizar su ataque en cualquier momento.

Hoja de maná, límite liberado.

El limitador normalmente restringía la potencia máxima de la hoja, pero ya no. En teoría, ahora podía verter tanta energía como quisiera en el arma.

Dicho esto, dado que la hoja de maná solo era una herramienta, había un límite de cuánto podía manejar. El limitador estaba allí para evitar que se excediera y explotara.

No obstante, no sería capaz de atravesar el ataque con el limitador activo. ¿Acaso sería capaz de agotar mi energía antes de que el ataque me alcanzara? ¿Acaso la hoja de maná se autodestruirá sin el limitador manteniendo sus parámetros estables? Era una apuesta arriesgada, sin duda.

—Es ahora o nunca.

No había sido bendecida con talento para la magia. Todos mis esfuerzos siempre habían sido una apuesta con pocas probabilidades para ganar. Esa era la única opción que podía elegir. No importaba cuantas veces fallaba, no importaba cuantas veces perdía, tenía que seguir adelante.

—¡Si estas son mis únicas opciones, elegiré la que no me haga arrepentirme más tarde!

Me parezco al héroe de un cuento valeroso, luchando contra un dragón con nada más que una espada, susurré para mí misma, intentando calmar mis nervios, y sonreí. Después de todo, en cualquier momento podría recibir el ataque del dragón, el cual podría borrar mi existencia para siempre.

—No me importa mucho ser una princesa o un héroe mata dragones. Hay una cosa a la cual nunca renunciaré. ¡Mi sueño de poder usar magia y poder llamarme maga! ¡Es por eso que haré real lo imposible!

No me disculparé, Euphie.

—Entiendo. Por favor, cuando esté lista.

Está bien.

—Enséñeme. Yo le protegeré; cubriré su espalda.

Lo sé.

—¡Estaré observándola!

Gracias, Euphie.

Una ráfaga de luz abrasadora se dirigió hacia mí. El aliento del dragón inundó mi visión con un blanco puro… Me defendí, bajando mi hoja de maná desde lo alto.

—¡Aaauuuggghhh!

Era como tratar de contener una inundación con una espada común. Podía ver lo loco que era esto. Cualquiera lo sabría.

Sin embargo, esta espada no era común. Era una espada mágica.

Un arma que solo podía ser forjada en este mundo, algo que trascendía la lógica y la razón con la que tanto estaba familiarizada. Había reconocido y perseguido las infinitas posibilidades que inundaron mi visión desde mi despertar.

Con la magia, ni siquiera el vuelo era imposible.

Si la gente había descubierto cómo volar en un mundo sin magia, ¿hasta dónde podríamos llegar en este?

—¡Lo imposible puede hacerse posible!

Si no tuviera suficiente energía mágica, simplemente tendría que verte más. Después de todo, ¿qué era exactamente la magia? Procedía del alma. ¡Podría exprimir más si fuera el caso! ¡Podría volcar toda mi alma en esto si fuera necesario!

Sentí como si algo dentro de mí se estuviera desgarrando, pero continué esperando mientras rezaba con todo mi corazón para no ser arrastrada.

Córtalo. Corta. Corta. Corta.

Eso era todo lo que importaba.

Aquella luz opacaba mi visión, por lo que me pareció una eternidad hasta que, de repente, pude ver el cielo.

El mundo, mi entorno, comenzó a pintarse con sus colores y formas habituales.

Observando al dragón frente a mí, logré ver una herida recta en su torso. La sangre comenzó a brotar, manchando la tierra bajo sus pies.

Sin ruido, el dragón colapsó sobre sus rodillas. No podía creer lo que estaba viendo. Dejé escapar un profundo respiro.

—Hah, hah…

Mi garganta estaba ardiendo. Me dolía todo el cuerpo. Sentí como si toda mi existencia estuviera por desaparecer. Pero aun así, tenía que asegurarme de que todo había terminado, y me obligué a acercarme al dragón.

No podía decir cuánto caminé. Solo podía calcular la distancia por la cantidad de pasos que di a través de la tierra empapada de sangre. El dragón yacía en el suelo, aún respirando. Sus ojos se clavaron en mí. Por alguna razón, no me parecían hostiles.

Bien hecho, viajera de muy lejos.

Una voz resonó dentro de mi cabeza. Volví a mirar al dragón.

—¿Fuiste tú?

¿Los dragones pueden hablar? ¿Son seres inteligentes? ¿Y a que se refería por «viajera de muy lejos»?

Esto fue tan repentino que no podía entender nada. No dije nada más.

En efecto. Eres un ser extraño, viajera. Si voy a ser derrotado por ti, debió haber sido predeterminado. Esto es muy extraño, pero fue un placer haberte conocido.

—¿Puedes hablar…? No sé qué decir… ¿Lo siento? —dije en voz baja. No esperaba que se dirigiera a mí.

Los párpados del dragón comenzaron a cerrarse, como si estuviera a punto de quedarse dormido.

Sí, ciertamente, una viajera interesante. ¿Por qué estás disculpándote?

—No pensé que pudiéramos comunicarnos. Además, traté de matarte sin siquiera darte una oportunidad.

Eso aplica a los dos. Solo estoy eligiendo mis palabras porque ahora estoy al borde de la muerte. Deberías enorgullecerte de ello, como los fragmentos de otra vida que te sostienen por dentro.

—¿Sabes sobre aquello…?

Probablemente, se estaba refiriendo al éter que creé con la magicita. ¿Qué tan inteligente tendría que ser esta criatura para comprender tanto?

Hay pocos viajeros tan extraños como tú…

—¿Qué quieres decir con «viajeros»? ¿Te refieres a mí?

Algunos humanos son capaces de abrir nuevos caminos en sus almas. Ellos son una raza rara que ocasionalmente aparecen en este mundo para detener a seres como yo.

Fuera lo que fuera, sonaba increíble. Ah, podía sentir los efectos del éter desvaneciéndose. Mi adrenalina estaba decayendo y la sospecha de que acababa de hacer algo terrible me carcomía la mente.

Los párpados del dragón comenzaron a caer muy lentamente. La criatura empezó a respirar de una manera pesada.

—Hay mucho más que quiero preguntarte…

No hay necesidad. No entre seres como nosotros.

Fui sincera, pero el dragón se negó.

No sé lo que buscas, pero puedo ver lo que está por venir. Me devorarás como lo has hecho con los otros.

Los ojos del dragón parecían suavizarse alegremente. Después de la forma en que me había hablado, esa era la única explicación que podía dar.

Podrás alcanzarlo algún día. Y si me devoras, me uniré a ti. Te ofrezco una profecía. Tú, también, te convertirás en un dragón.

No podía decir nada. Mis labios no se movían. Sentí que debía decir algo, pero no se me ocurría nada.

En efecto, eres una viajera extraña. Qué perverso destino… Tal vez era necesario que tú y yo nos encontráramos y me derrotaras. Tú eres la vencedora; puedes hacer lo que quieras. Usa mi cuerpo como desees.

—¿No me odias?

¡Gwa, ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¿Odiarte? ¿Es lo que deseas? ¡Qué divertida! ¡Oh viajera, devoradora de almas! Te lanzaré un hechizo: ¡mi bendición, y mi maldición! ¡No solo harás uso de mis restos, sino que llevarás mi marca para siempre!

Las palabras que resonaban en mi mente estaban imbuidas de poder. Era como si una sustancia extraña —palabras o quizás conocimiento— se estuviera imprimiendo en mi columna vertebral, de una manera que no podía describir.

Al mismo tiempo, se sentía de alguna manera como una oración. ¿Por qué me sentí como si me hubieran confiado en algo? Quería saber más, pero no había tiempo.

—Soy Anisphia Wynn Palettia. Aquella que te ha vencido, y la que te devorará.

Justo antes de que muriese, le dije mi nombre.

No sabía cuán significativo podría serlo, pero no podía dejar que muriera sin decirle algo.

Los ojos del dragón parecían parpadear ligeramente.

¿Palettia…? ¡Ya veo! ¡Gwa, ja, ja, ja! ¿Así que perteneces a la sangre de los amados por los espíritus? ¡Qué irónico que una viajera provenga de tales rangos! Ah, Anisphia. Tú, que me has vencido, ¡acepta mi marca!

El dragón cerró los ojos, aceptando con tranquilidad los resultados, pero unas palabras me llegaron como un eco distante.

Por el bien de ambos…

Una vez que cerró los ojos, lentamente cerré los míos también.

Le ofrecí una oración silenciosa, prometiéndome a mí misma recordar la existencia de este ser. Mientras lo hacía, comencé a sentirme mareada; mi fuerza abandonó mi cuerpo y comencé a tambalearme sobre mis pies.

Justo cuando comencé a caerme de espaldas, alguien logró atraparme entre sus brazos.

—¡Señorita Anis!

Era Euphie. Me di la vuelta para verla.

—¿Se siente bien? —preguntó con ojos llorosos y preocupados—. Caminaba en un trance, murmurando para sí misma.

—¿Eh…? ¿No lo escuchaste?

Ella realmente no parecía saber de lo que estaba hablando. Entonces, el dragón solo me había hablado a mí. Ojalá hubiésemos podido hablar por más tiempo. Parecía saber mucho sobre las cosas que yo apenas entendía. Y mucho de lo que me dijo me molestaba…

—¡Cierto! ¡¿Qué sucedió con la estampida?!

Este no era el momento para celebrar. ¿Qué sucedió con la estampida que creó el dragón? Una cosa era derrotar al dragón, pero no teníamos permitido olvidarnos de los demás monstruos.

—Los monstruos comenzaron a retirarse al Bosque Negro en el momento en que el dragón cayó… ¿Lo ve? —dijo Euphie con una leve sonrisa, señalando por encima del hombro.

Si agudizaba los oídos, podría distinguir lo que sonaban como gritos de batalla… Aunque el esfuerzo de escucharlos me hizo sentir como si me derrumbara de nuevo.

—Ya veo. Así que todos están bien. Gracias a dios…

—Realmente fue imprudente, ¿sabe?

—Por primera vez, no puedo negarlo…

—Me alegro de que esté ilesa —dijo Euphie mientras me abrazaba con fuerza. Todo su cuerpo estaba temblando.

Sería difícil volver a hacer ese ataque, y preferiría no volver a hacerlo. Me arrepentí de lo que había hecho. Pero si me encontrara en una situación similar otra vez, probablemente seguiría luchando.

Aun así, si eso molestaba a Euphie, la próxima tal vez probaría algo diferente. Tenía que aumentar la cantidad de opciones que tenía disponibles para mí, y para hacerlo, necesito más herramientas, más conocimientos, más habilidades a mi disposición.

—Tengo un largo camino por recorrer.

Me recosté en los brazos de Euphie, y sentí que mi conciencia comenzaba a desvanecerse. Sin embargo, todavía tenía algo que tenía que hacer. Traté de ponerme de pie.

—¿Señorita Anis?

—Me han confiado algo. Algo que necesito hacer.

Me acerqué al dragón inmóvil y recogí mi espada. Tanteando con mis manos busqué entre sus escamas y corté la carne.

—Aquí está…

La magicita del dragón estaba enterrada profundamente en su pecho. Era como una joya muy hermosa, suficiente para usarla como insignia de honor. Tomándola con cuidado, la saqué de su cadáver.

—Mira lo grande que es… ¿Qué debería hacer con esto?

Sonreí un poco al ver una magicita de gran tamaño.

En ese momento, escuché el galope de los caballos acercándose desde la distancia. Los caballeros venían hacia nosotras. ¿Tal vez podría pedirles que me lleven de regreso…?

Con ese pensamiento, exhalé un suspiro y me relajé. Hacía tiempo que me dolía todo el cuerpo y aún estaba un poco aturdida. Cuando llegaran los caballeros, tendría que pedirles que se encargaran de todo este desastre…

—Señorita Anis, por favor, tranquilícese.

—Lo siento, Euphie. Supongo que estoy un poco cansada…

Euphie me estrechó en un cálido abrazo. Su abrazo fue relajante, un remedio bienvenido para mi cuerpo agotado y sobrecargado.

No tardé en perder el conocimiento. Aún quedaba mucho por hacer, pero esta vez estaba completamente agotada; cada vez me costaba incluso mover mis dedos. Necesitaba descansar un poco. Solo un poco. Luego, podría levantarme.

—Lo hizo bien, señorita Anis. Sin duda alguna.

Antes de que mi conciencia se desvaneciera por completo, creí escuchar la voz suave y reconfortante de Euphie.

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