Traducido por Sweet Fox
Editado por Herijo
—¡Ya he vueltooo!
Ese grito enérgico era, por supuesto, de Kabel. Ay, nuestro querido segundo hermano mayor. Su voz me resultó un poco molesta. Pero ¡sí! ¡Hoy te perdono aunque me atormentes los tímpanos!
La tensión de los exámenes que nos había mantenido angustiados a Kabel y a mí por fin había terminado, y mi segundo hermano había encontrado su libertad.. Kabel estaba tan emocionado que expresaba su felicidad con cada gesto.
Dios, este hombre es agotador.
Habían pasado solo unas semanas desde que terminó sus clases complementarias y volvió a casa. Lo recibí con entusiasmo, reconociendo su esfuerzo.
—¡Bienvenido a casa, hermano!
—¡Me echabas de menos, ¿verdad?! —respondió, abrazándome y haciéndome girar.
Vaya, qué efusividad. Apenas dejamos de girar, me sentí mareada por su energético recibimiento.
—¡Qué bien que mi hermano se esforzó tanto en sus clases!
—¿Verdad que sí? ¿Soy genial?
—¡Claro, eres increíble!
—¡Soy el mejor!
Me dediqué un momento a halagar a mi segundo hermano. Cuantos más cumplidos le hacía, más notaba cómo su ego se inflaba hasta tocar el cielo.
—En serio, no sé cuánto más genial puedo llegar a ser!
Ay, hermanito… Los resultados aún no salen, ¿y si reprobaste otra vez? Bueno, ya me preocuparé por eso después, mejor no darle vueltas ahora.
—Cualquiera que te oyera pensaría que has sacado las mejores notas o algo así. —murmuró Erich, observando nuestra “cálida” interacción con su habitual mirada fría.
Parecía profundamente disgustado al ver a su segundo hermano mayor, para quien simplemente evitar reprobar ya era una suerte, armando un escándalo como si fuera el mejor estudiante del año.
—Uf, ¿qué haré si de verdad soy el mejor de todos?
Ay, hermano. Creo que te estás pasando. ¡Mira la cara de Erich! ¿No notas nada ni siquiera viendo esa cara, que ahora se ha vuelto incontrolablemente fría?
Supongo que, como era la primera vez en su vida que estudiaba en serio y parecía haberle ido bien, se sentía invencible.
—Además, las preguntas del examen eran una tontería. ¡Jodidamente fáciles!
Esta vez, mi paciencia también se agotó. ¿En serio? ¿Quién era el que me había hecho mil promesas después de reprobar todas las materias en los exámenes anteriores?
Dicen que a la rana se le olvidan sus días de renacuajo, y él era el vivo ejemplo. No, dejando eso a un lado…
—Hermano, creo que escuché mal.
No se me había escapado la palabrota que acababa de soltar Cabel. Ya había pasado antes; ¿por qué se vuelve más mal hablado a medida que crece?
—¿Qué dijiste sobre las preguntas del examen? No oí bien, ¿podrías repetirlo?
—Eh…
Lo observé con una expresión inocente, como si de verdad no supiera nada, y vi cómo sus pupilas empezaban a temblar, como si hubiera un terremoto.
Tartamudeó, aparentemente mudo por mi pregunta inesperada.
—Las preguntas del examen eran jo, jo, joo…
Incliné la cabeza, fingiendo curiosidad, sin apartar la mirada de su rostro. Entonces, Kabel empezó a sudar frío.
—Q-que eran… como…
Vaya, sí que se está esforzando. Aunque la palabra se le escapó inconscientemente justo antes, parecía reacio a decir lo mismo otra vez delante de mí.
—¡Jo, jor… ¡Joroba! ¡Sí, como una joroba! ¡Las preguntas del examen eran insignificantes, como una joroba!
Apenas logró encontrar una palabra que sonara algo parecida y tuviera un significado relativamente inocente, lo bastante adecuado para pronunciar delante de mí.
Sentí una mezcla de pena y exasperación al ver su cara sudorosa, como la de un niño que acaba de librarse de un castigo.
Pero, hermano, ¿estás bien? Si querías disimular, tendrías que esforzarte más. ¿Por qué repetir esa palabra sin sentido?
(Sweet Fox: lo sabía)
—Qué ridículo —dijo Erich en ese momento, pasando junto a nosotros y dedicándole una mirada burlona a su hermano mayor.
—¡Guau, guau!
—Shh, Penny. No escuches esas cosas. La estupidez es contagiosa.
—¡Guau!
Penny, siempre emocionada al ver a Erich, ladró como si le entendiera y estuviera de acuerdo.
—¡Oye, espérame! ¡Voy contigo! —exclamó Kabel.
Mi segundo hermano, quizás preocupado por volver a meter la pata delante de mí, pareció sobresaltarse y corrió rápidamente tras Erich.
Observé la espalda de Cabel mientras se alejaba con ojos compasivos.
♦ ♦ ♦
—Oh, me envió otra… —murmuré al ver la carta que Hubert me había entregado hacía un momento.
En mi mano tenía una invitación de Lavender Cordis. Desde que nos conocimos en aquella boutique, no había dejado de enviarme invitaciones para vernos y charlar. Normalmente, lo educado es dar tiempo a la otra persona para responder, pero Lavender Cordis enviaba una invitación diaria sin esperar mi contestación.
Dios, esto parece una obsesión, ¿no? Enviar docenas de cartas en menos de un mes es un poco excesivo, ¿verdad? Uf, ni siquiera las parejas profundamente enamoradas actuarían así.
—¿Qué carta es esa que te hace poner esa expresión?
—Hermano Kabel, por favor, toca antes de entrar.
—¡Toqué, pero no me oíste! —replicó Kabel, quien había irrumpido en mi habitación sin previo aviso, aunque su expresión sugería que, esta vez, decía la verdad.
El chico parecía radiante después de solo medio día de vuelta en casa, como si se lo estuviera pasando en grande.
—Es alguien que quiere verme, me ha estado enviando cartas casi a diario —expliqué, señalando la invitación.
Aunque, en realidad, el verdadero objetivo de Lavender Cordis era Eugene, no yo.
Pero, por alguna razón, al oírme, Kabel gritó con los ojos desorbitados, como si le hubieran dado un golpe en la nuca.
—¡¿Te escribes con alguien más aparte de Johannes?! ¡¿Quién es?! ¡Dime quién es!
Encontrando divertida la reacción exagerada, solté una risa y expliqué.
—No es lo que piensas. Es solo Lavender Cordis, a quien conocí por casualidad en una boutique. Dijo que quería invitarme a su mansión y…
—¡Déjamelo a mí! ¡Cómo se atreve alguien con un nombre de niña a molestarte!
Antes de que pudiera terminar, Kabel ya estaba agitando brazos y piernas, listo para salir corriendo.
¿Eh? ¿Qué? ¡Espera! ¿Adónde vas?
Me quedé confundida por un instante ante su reacción, pero recuperé la compostura rápidamente y lo llamé.
No sé qué piensa hacer, ¡pero tengo que detenerlo!
—¡Hermano, espera! ¡Quieto! ¡Siéntate…!
Genial, ahora sueno como si le estuviera hablando a Penny.
E-eso debe ser solo mi imaginación. Kabel se giró para mirarme como preguntando por qué lo detenía, aunque seguía en posición, listo para salir disparado por la puerta en cualquier momento.
—Hermano, creo que entendiste mal. Lavender no es un hombre con nombre de mujer. Es una chica, una mujer.
—¡¿Qué?!
—¡Así que no hagas ninguna tontería!
¿Pero qué diablos estaba pensando? Después de que mis palabras resonaran en sus oídos, habló de nuevo, aún perplejo.
—¿¡Ahora también vas por ahí seduciendo mujeres!?
¡Ah, no es eso, idiota!
Tuve que invertir parte de mi valioso tiempo en hacerle entender la situación a Kabel.
♦ ♦ ♦
Al día siguiente, Eugene estaba en la mansión desde temprano.
—Oh, hermano, ¿acabas de levantarte?
—Sí.
Había regresado a casa temprano la tarde anterior, ya que Kabel volvía después de un tiempo. La cena, con los hermanos reunidos después de tanto, fue bastante animada. Como era de esperar, Kabel fue el alma de la fiesta. Liberado de la presión de los exámenes, derrochaba energía. Tuvimos que aguantar sus interminables historias y fanfarronadas hasta entrada la noche.
Después, todos nos retiramos a descansar, pero Eugene, en lugar de dormir, volvió a su oficina en Ernst. Supongo que pasó la noche trabajando allí, porque ahora por la mañana se le veía bastante cansado.
—¿Y los demás?
—Todavía en sus habitaciones.
Eugene se movía con más lentitud de lo habitual. Bajó las escaleras y se acercó a mí. Ya fuera por el sueño o el cansancio acumulado, sus gestos y expresiones eran menos controlados que de costumbre. Su aura era ligeramente diferente; parecía más relajado, casi vulnerable…
Lo observé con curiosidad por un instante, hasta que me di cuenta de algo y estallé en carcajadas.
El cabello de Eugene, normalmente impecable y perfectamente peinado, era un desastre.
Dios mío, Eugene, ¿acabas de salir de la cama?
Parecía que ni siquiera se había dado cuenta de que tenía el pelo revuelto al salir de su habitación.
—Creo que un gorrión podría anidar en tu cabeza —dije, divertida, esperando ver su reacción.
—¿Un gorrión?
—Si sales así, un pájaro podría pensar que es un nido.
Quizás por el ambiente relajado de la mañana, parpadeó lentamente, mirándome casi con infantil confusión. Me acerqué y levanté la mano para arreglarle el pelo. Mientras mis dedos alisaban sus mechones rebeldes, bromeé:
—Bueno, ¿oíste un gorjeo fuerte esta mañana? Quizás era un gorrión buscando casa en tu ventana. Ah, ¿dejaste la ventana abierta?
De repente, su expresión cambió. Hizo una leve mueca y sujetó mi mano, deteniéndola sobre su cabeza.
—No juegues.
Su voz, suave pero cercana, sonó más grave de lo habitual, como si acabara de despertar del todo. Sus ojos encontraron los míos, y su mirada, lenta y serena, se posó en mi rostro. Por un instante, dudé.
De repente, el Eugene somnoliento había desaparecido, reemplazado por el adulto habitual.
Sentí una ligera incomodidad con mi muñeca sujeta por él, así que moví los dedos.
Justo entonces, se oyó una voz desde arriba.
—¡Eh, hermano! ¿Ya estás levantado?
—Kabel —murmuró Eugene.
Nuestras manos se separaron de forma natural. Ambos levantamos la vista hacia las escaleras. Kabel no bajó, se quedó allí parado y se dirigió a Eugene.
—¿Adónde dijiste que ibas hoy con tu prometida? —preguntó Kabel.
—No es hoy, es mañana.
Un momento, ¿Kabel sonando… normal? ¿Desde cuándo le interesaban los asuntos de Eugene y su prometida?
Mi segundo hermano normalmente vivía en su propio mundo, sin prestar atención a si Eugene estaba comprometido. No, en realidad, parecía tener poco interés en los asuntos del corazón en sí mismos, ya fueran los suyos o los de otros. Para él solo existía la esgrima, esgrima y más esgrima…
Bueno, al menos es consistente.
Aunque, viendo que fue el primero de nosotros en casarse, supongo que es cierto que su media naranja debía estar esperándolo en algún lugar. Ups, me desvié del tema.
En cualquier caso, la reacción de Kabel era sospechosa.
Tras la respuesta de Eugene, Kabel murmuró pensativo.
¿Y ahora por qué actúa así?
—Ha pasado un tiempo desde que viste a tu prometida, ¿no deberías llevarle un regalo? ¡Normalmente las parejas se ven varias veces, tienen citas! ¿No?
Definitivamente, el Kabel que yo conocía no era de los que daban consejos tan meticulosos y llenos de sentido común.
¡¿Quién eres tú y qué has hecho con mi hermano?! ¿Te golpeaste la cabeza o algo?
Quizás Eugene sintió lo mismo. Frunció el ceño y, como si intentara ordenar sus pensamientos con fastidio, le preguntó directamente a Kabel:
—¿Quién te metió esas ideas en la cabeza?
—¿Q-qué?
La expresión de Eugene dejaba claro que sospechaba algo. Auch, un comentario que revelaba crudamente la imagen habitual de Cabel.
—¿Quién te dijo que te metieras en esto? Admítelo, a ti no te interesan estas cosas, ¿verdad?
—¡No! ¡Soy naturalmente meticuloso y detallista!
—Claro. Entonces, ¿quién fue?
Kabel se resignó rápidamente, como si supiera que sus excusas no servirían. Parecía darse cuenta de que no podía engañar a Eugene. Finalmente, confesó:
—Bueno, supongo que podría engañar a un fantasma, pero no a mi hermano mayor.
Gruñó con una expresión extraña.
—Ah, hace poco, fuimos a una visita de la orden de caballeros al Castillo Imperial desde la academia. Cierto, Hari, te lo conté la última vez por la piedra de comunicación, ¿verdad? ¡Solo fueron los 5 mejores de mi departamento, y yo estaba incluido! ¿No soy increíble? ¡Este es el tipo de persona que soy! Bueno, ¡es lo natural para mí, por supuesto!
No te desvíes…
Sintiendo la necesidad de ponerle freno antes de que se fuera por la tangente, abrí la boca.
—¿Y entonces, hermano? ¿Qué pasó después? ¿Te encontraste con alguien en el Palacio Imperial ese día?
¡Deja de presumir y ve al grano ya!
—¡Ah! ¡Sí! ¡Había unas señoritas mirándome! ¡Ja! Ya sé que tengo un físico impresionante y atraigo miradas dondequiera que voy. De hecho, todos en la academia saben que soy el más guapo, fuerte y genial…
¡No, eso no! ¡Eso no es lo que pregunté! Ugh, ¡y no me importa si eres el más guapo o el más fuerte de la academia! Tal vez a otros estudiantes les interesaría oírlo, pero estaba segura de que si Erich lo escuchara, miraría a Kabel como si hubiera perdido la cabeza.
—Entonces, ¿de quién oíste el consejo sobre el regalo? —insistió Eugene, demostrando una paciencia increíble ante las divagaciones de Kabel.
Me impresionó que no hubiera ni rastro de irritación en su voz. Vaya, como se esperaba de Eugene. ¡Admiro tu temple!
—¡Ah, sí! ¡Eso! —Kabel juntó las manos como si acabara de recordarlo, sin pizca de modestia—. ¡Me encontré con el señor Swallows!
—Así que fue Rowengreen después de todo.
—¡Sí! Se quejaba sin parar conmigo, diciendo que aunque le había dicho a Eugene cientos de veces que simplemente llevara las flores que él mismo compró con tanto esfuerzo directamente a su prometida, Eugene ni siquiera hacía ademán de escuchar.
De repente, recordé el ramo que Eugene había traído a casa hacía tiempo. En aquel momento, dijo que se lo había dado Rowengreen. Ya me había parecido desconcertante por qué le daría a Eugene un ramo de flores, de todas las cosas.
¡Pero no me digas que en realidad las compró para que Eugene se las diera a su prometida!
—Las opiniones de mi ayudante sobre mi vida personal no son necesarias —dijo Eugene, y una sonrisa escalofriante se dibujó en sus labios.
¡Ah! ¡Esa expresión es peligrosa!
Las pupilas de Kabel comenzaron a temblar. Al verlo actuar nervioso y distraído, aunque no conocía los detalles, parecía que pensaba que acababa de meter la pata.
—Además, Kabel, no tienes que preocuparte por mi compromiso —continuó Eugene, dirigiéndose a su hermano. Su tono ya no era amenazante como su sonrisa; su voz profunda parecía intentar aclarar el malentendido—. Es solo un acuerdo político que establecimos para beneficio mutuo. Acordamos no interferir en la vida del otro.
»Incluso si le llevara flores, sería un gesto inútil. Y Rowengreen sabe todo esto, pero a veces actúa así.
Sus palabras sonaban indiferentes, frías. Supongo que era de esperar, tratándose de un compromiso político sin afecto de por medio. Me quedé callada, asimilando la información, mientras Kabel se rascaba la cabeza, incómodo.
—Así que, Kabel, no te preocupes por mis asuntos y enfócate en tus estudios. Por lo que oí, te esforzaste mucho para estos exámenes.
—¡Sí! ¡Creo que me fue muy bien!
—Sí, sabía que podías hacerlo bien si te lo proponías, ya que eres inteligente. Espero con ansias el próximo examen también.
—¡Ehehe, una vez que me propongo algo, no hay nada que no pueda hacer! ¡Solo confía en mí de ahora en adelante! ¿Ser el número 1 de la escuela? ¡Pan comido!
Vaya… La habilidad de Eugene para manejar a Kabel es impresionante.
Lo había desviado del tema con una maestría increíble. Claro, ha tenido toda la infancia para practicar, ¡pero lo hace parecer tan fácil! Sacudí la cabeza, mirando a Kabel con una mezcla de resignación y diversión.
En ese momento, vi a Hubert observándonos desde cierta distancia. Me acerqué.
—Hubert.
—La atmósfera en la mansión Ernst parece mucho más luminosa últimamente —comentó él con una sonrisa amable. Su semblante parecía más relajado.
»Me pregunto cuántos años han pasado desde que Su Gracia el Duque lució una expresión tan cómoda…
—¿Sí? —Seguí su mirada hacia Eugene.
Y era cierto. Como decía Hubert, la expresión fría y distante de Eugene había desaparecido casi por completo; se le veía más relajado que antes.
—Desde que usted, señorita, y los jóvenes amos regresaron, el Duque parece más tranquilo, como si se hubiera quitado un gran peso de encima —añadió Hubert. Su tono transmitía claramente el alivio que sentía al ver a Eugene menos agobiado por la ansiedad y las complejas emociones que solía cargar.
—Eso también es gracias a ti, Hubert. Estamos muy agradecidos de que hayas estado al lado de Eugene todo este tiempo.
—Solo cumplí con mi deber, señorita. No merezco tales agradecimientos. Al contrario, soy yo quien debería agradecerle a usted. —Hubert negó con la cabeza y luego inclinó la cabeza una vez hacia mí.
¡Oh, no! ¡Yo no he hecho nada para merecerlas!
Avergonzada, me incliné apresuradamente en respuesta, siguiendo el ejemplo de Hubert.
Cuando levanté la cabeza torpemente, Hubert me estaba sonriendo.
Su expresión era infinitamente benévola y cálida, como un abuelo mirando a su nieta.
—Bueno, iré al comedor a ayudar con los preparativos de la cena.
Hubert se inclinó levemente y se marchó.
Después, sintiéndome un poco tímida como cuando me había acariciado la cabeza por primera vez de niña, me froté innecesariamente debajo de la nariz con el dedo y me di la vuelta.
♦ ♦ ♦
—Organizaré un banquete en el Salón Kazenta por el cumpleaños de Hari el próximo mes.
Esa tarde, durante la comida, Eugene soltó esa bomba con una tranquilidad pasmosa. Casi me atraganto con el postre.
¿Qué acaba de decir? ¿Un banquete? ¿En el Salón Kazenta? ¿He oído bien?
—¡Oh, como se esperaba de mi hermano! ¡Qué genial! ¡Yo también quería ir a ese salón! —exclamó Kabel, lleno de admiración.
Su grito entusiasta, que casi me deja sorda, confirmó que no había oído mal.
—¿De qué hablas? ¿Cómo que un banquete allí? —pregunté, horrorizada.
—Sí, celebraremos el banquete allí —respondió Eugene con total naturalidad, como si no fuera la gran cosa.
—No encontraba un lugar adecuado en la mansión Ernst, así que le pedí prestado el salón a la Familia Imperial. ¿Cuál es el problema?
Me quedé atónita. ¡Oh, no! ¿La Familia Imperial prestando el Kazenta? ¿Para mi fiesta de cumpleaños? ¡Era como pedirle al vecino una habitación porque la tuya está ocupada, solo que el vecino es la Familia Imperial y la habitación es el salón más prestigioso del palacio! ¡No puedes tratar un favor de la realeza como si fuera algo trivial! ¡Y menos el Salón Kazenta!
Ese salón se reservaba para eventos de la propia Familia Real o para ocasiones muy especiales concedidas a nobles de la más alta estima. La última vez que se usó para un evento no estrictamente real fue para la recepción de boda de una prima lejana del Emperador, a quien él apreciaba mucho. ¡Y eso fue hace veinte años!
¿Y ahora decidían prestárselo a la familia Ernst? No, espera… ¿Qué fue eso que dijo de que no había lugar aquí?
—¿Cómo que no hay lugar en nuestra casa? ¡Tenemos tres salones anexos enormes!
—Están en remodelación interior desde hace poco. ¿No viste los letreros de acceso restringido?
¡No había ningún letrero! ¡¿De qué remodelación habla?!
—¿Y por qué empezaste a remodelar los tres salones a la vez, de repente?
—Bueno, las cosas en el mundo no siempre salen según lo planeado.
Pero no me engañaba. Seguramente Eugene había planeado esto con antelación, anticipando mi reacción. ¡Claro! ¡Pero aun así! ¡Cómo podía planear un banquete en ese lugar!
Como si leyera mi mente, Eugene levantó la vista y habló de nuevo.
—Ya está todo arreglado.
—Pues deshazlo. Cancélalo.
—No puedo. —Su respuesta fue firme, dejándome atónita.
—¿Y por qué no? ¡Si te lo prestaron, puedes devolverlo! —intervino Kabel, dando un mordisco a su postre, como si esa fuera la solución más obvia.
Era evidente que Kabel no tenía ni idea de la magnitud de lo que significaba usar el Salón Kazenta.
Lo miré con exasperación y luego dirigí mi atención a Erich.
—Tú también di algo.
Cielos, ¿qué les pasa a estos dos? ¿Soy yo la rara? ¿No es normal estar tan sorprendida y avergonzada? Actúan con tanta naturalidad que me hacen dudar.
Como si leyera la desesperación en mis ojos, Erich finalmente habló.
—Ya no se puede hacer nada. Acéptalo y ya. Además, necesitarás un acompañante para ese día.
Las palabras de Erich desviaron la atención de Kabel inmediatamente.
—¡Oye, por qué te toca a ti! —gritó, golpeando la mesa—. ¡Iré yo!
—Eugene estará con su prometida —señaló Erich con calma—. Y tú, Kabel… ¿siquiera sabes cómo ser un acompañante apropiado?
—¡Maldita sea, claro que sé! ¡Y lo hago perfectamente bien!
Ante las palabras de Cabel, Erich levantó ligeramente una comisura de sus labios, como diciendo: ‘Sí, claro’.
¡Oigan! ¡Dejen de pelear por tonterías! Vamos a celebrar un banquete en el Salón Kazenta, ¿y lo único que les preocupa es quién será mi acompañante? ¿De verdad soy yo la única que ve lo extraño de todo esto? Ugh, estar rodeada de ellos me hace sentir como si exagerara por nada.
—No tienes porqué preocuparte tanto, Hari —dijo Eugene, intentando tranquilizarme—. El banquete es por tu cumpleaños, pero también es una especie de bienvenida oficial por parte de la Familia Imperial. No te agobies.
Si la Familia Imperial muestra tanto aprecio por los Ernst, debe ser por nuestros padres. Murieron protegiendo al Príncipe Heredero, el tesoro del Emperador. De hecho, he oído que el propio Príncipe Heredero ha apoyado a Eugene desde que asumió el ducado, ayudándole a navegar las complejidades de la corte.
Ugh, no importa cómo lo justifiques, ¿cómo puedes no preocuparte? ¡Esto me pone de los nervios!
♦ ♦ ♦
—¿No es maravilloso? Escuché que la familia Imperial inició la oferta primero.
Un día, habiendo pasado algo más de tiempo, Johannes dijo con una sonrisa en respuesta a mis quejas. Había venido de visita durante las vacaciones de la academia. En ese momento, Kabel había salido y Erich estaba paseando con Penny, así que estábamos solos en el salón, disfrutando del té y la fresca brisa.
—Además, la estrecha relación entre el Duque Ernst y el Príncipe Heredero Dice ya es bien conocida en toda Arlanta.
Yo ya sabía, por mi vida pasada, que el Príncipe Heredero y Eugene tenían una relación cercana. La casa Ernst siempre había sido aliada del Imperio, pero tras la muerte de mis padres, ese lazo se había fortalecido aún más.
No es eso… Es solo que me siento incómoda. Nunca se ha celebrado un banquete para alguien que no sea de la realeza en el Salón Kazenta.
Después de un rato, decidimos dar un paseo por el jardín y nos levantamos. Al salir del salón, Ethan, que estaba esperando junto a la puerta, comenzó a seguirnos en silencio. Johannes lo miró y comentó:
—Esa es la persona que estaba al lado de Eugene. ¿Se convirtió en tu caballero acompañante?
—Sí, el caballero Ethan Bishop. Parece que tú también lo has visto antes, Johannes.
—Ethan Bishop… ¿Así se presentó?
Me detuve, intrigada por las palabras de Johannes. ¿Qué querrá decir con eso? Pero al ver mi expresión, Johannes sonrió y cambió de tema rápidamente.
—No es nada importante. Solo me preguntaba, ¿ya has elegido acompañante para el banquete?
—Me temo que tendré que ir con mi hermano Kabel o con Erich.
—Si aún no te has decidido… ¿Qué tal si consideras una tercera opción?
Johannes se detuvo justo en la entrada del jardín. Lo miré. Estábamos en un sendero rodeado de verde y, como siempre, su rostro amable me dedicaba una sonrisa encantadora. Su cabello azul pálido tenía un tono similar al del cielo despejado sobre nosotros, y sus ojos, de un azul más intenso, me miraban con suavidad.
Tomó mi mano y, con un tono ligeramente pícaro, susurró mientras depositaba un beso en el dorso:
—Señorita Ernst, ¿me concedería el honor de ser su acompañante?