La hija del Emperador – Capítulo 11

Traducido por Lily

Editado por Sakuya y Herijo


Saboreé el regusto a fruta que persistía en mi boca, rememorando aquella comida gloriosa. Luego, suspiré y bajé la vista hacia el juguete que habían puesto en mi mano.

La mayoría de los juguetes eran alguna versión de “encajar formas” o “reconocer patrones” y, sinceramente, eran muy aburridos.

Imagina tener que jugar con ellos todo el día. Uf, qué aburrimiento. ¡Déjenme jugar videojuegos! Me encantaría jugar un juego de disparos.

Con expresión hosca, empecé a golpear el barandal de mi cuna con el juguete de encajar formas mientras me sumía en mis pensamientos.

Finalmente entiendo por qué los bebés son tan sensibles e irritables. Este mundo es demasiado vasto para estar sola, y hay tan poco que puedo hacer. Puede que sea capaz de mover mis manos y pies, pero no puedo lograr nada con ellos. Las únicas emociones que puedo expresar son placer y disgusto; solo dos. Y las formas en que puedo expresarlas son limitadas: sonriendo o llorando.

Qué frustrante es estar en este cuerpo.

Y, de alguna manera, las madres parecen saber exactamente qué le molesta a su bebé o qué necesita cuando escuchan el más sutil de los llantos. Es casi sobrehumano. Al ver eso, no puedo evitar preguntarme si yo sería capaz de hacer lo mismo cuando tenga un hijo algún día.

—¡Pupupu!

Pero si llegara a crecer, encontrar una pareja adecuada, casarme y tener un bebé, querría ser una mamá como Serira. El amor y el afecto que derramaba sobre mí eran inconmensurablemente grandes. Bueno, dicen que el amor de un padre es siempre como un regalo del cielo.

—Es hora de ver a Su Majestad, Princesa.

Nop. No necesito a papá.

El día de Kaitel comenzaba todos los días a las 5 AM. Eso es asquerosamente temprano.

En fin, lo primero que hacía en cuanto se despertaba era entrenar con la espada. Eso terminaba a las 7 AM. Luego, desayunaba y, acompañado por Perdel, tenía una reunión sobre asuntos de estado.

Tras terminar todas las obligaciones y tareas programadas en la agenda del consejo antes del mediodía, almorzaba con Perdel y luego se encerraba en su despacho a revisar documentos todo el día hasta la hora de la cena.

—Déjala ahí —dijo Kaitel sin siquiera apartar la vista de sus papeles. Serira había entrado en la habitación muy silenciosamente y, aun así, él la detectó, como siempre.

Tiene ese sentido arácnido, sin duda.

Mientras yo negaba con la cabeza, Serira me miró.

¿Hm? ¿Hmm?

Serira me depositó gentilmente en la cuna sin decir palabra. La cuna que había aparecido en el despacho de Kaitel en algún momento era más pequeña que la de mi habitación. Pero, más importante aún, era fácil de trasladar. ¡Una cuna móvil!

—Gloria al emperador.

Tras presentar sus respetos, Serira salió de la habitación.

Hasta que cumplí los cinco meses, ella siempre se quedaba en la habitación conmigo, pero por alguna razón, después de eso, empezó a dejarme en la habitación y a esperar fuera hasta que Kaitel la llamara.

Eso sí que es extraño. ¿Por qué será?

Pero mi curiosidad solo duró brevemente. Inspeccioné el silencioso despacho imperial. Ah, bueno, técnicamente, era un salón.

Una cantidad cruel de papeles estaba apilada como una montaña junto a Kaitel. Mientras tanto, él estaba recostado en el sofá, examinando los documentos con expresión impasible.

—Hmmm… —Un gemido involuntario escapó de mis labios. Sentí ganas de golpear mi cabeza contra el barandal. Miré a Kaitel a través de los barrotes.

La iluminación del salón siempre se mantenía bastante tenue. Aunque una brillante luz solar entraba a raudales por un gran ventanal que ocupaba una pared, el contraste era tan intenso que ni siquiera yo me acercaba a esa zona.

Oí que se podía ver el paisaje del jardín a través de esa ventana. No es que me importara.

Ver a Kaitel en este espacio tranquilo y apacible también suponía un contraste sorprendente con su habitual semblante fiero e intimidante. Era una diferencia abismal. Se sentía como si el aire a mi alrededor se hundiera hacia el suelo, como si él fuera una isla aislada en las profundidades del mar.

Ver a Kaitel solo siempre me daba esa sensación. No, para ser más precisa, el Kaitel que solo yo podía ver siempre se sentía así.

No me gusta. Quería romper el silencio.

—¡Ma! ¡Ma!

Al oír el ruido repentino, Kaitel arrojó a un lado los papeles que había terminado de revisar y se giró para mirarme. Él sonrió.

—¿Estás aburrida?

Tiró ligeramente de la cuna hacia sí y me acarició la cabeza. Mientras lo miraba fijamente, una leve sonrisa apareció en su rostro. Una pequeña sonrisa de suficiencia, pero sonrisa al fin.

—Has crecido mucho.

Era la misma bebé que veía todo el tiempo y, sin embargo, siempre decía las mismas cosas una y otra vez.

Imbécil. No tienes ningún interés en mí, ¿verdad?

No es que quisiera particularmente su atención, pero no podía evitar sentirme así cada vez que me encontraba en esta situación. ¿Era frustración? ¿Enfado? No estaba muy segura. Simplemente me sentía un poco… ¿desolada?

De acuerdo. Te haré un favor. Dejaré de decirte que te eduques en puericultura. Pero, ¿qué tal si recibes algunas tutorías de Serira? ¿Eh, papá?

“¡Dominio en 3 días! ¡Aprenda todo lo que hay que saber sobre su hijo!” He oido que hay muchos de esos últimamente.

—Ahora sí pareces un poco humana.

Hijo de p… padre.

¿Así que estás diciendo que antes no parecía humana? ¿Eh? ¿Es eso lo que dices? ¡Demonios! ¿Quieres que te dé una paliza? Sinceramente, quiero darte un puñetazo desde el fondo de mi corazón.

Antes, me habría sentido muy triste, pero ahora, ni siquiera sentía que me hubieran ofendido. Simplemente me parecía ridículo. Era ridículo e hilarante.

Algo así como, ¿qué era? ¿Nirvana? Sí. Probablemente he alcanzado el nirvana. Ah, ¿eso significa que estoy a punto de alcanzar la maestría espiritual?

Él se rio entre dientes ante mi puchero de disgusto. Luego tomó otro documento. Leía papeles con la mano izquierda mientras me acariciaba la cabeza con la derecha. Me apoyé silenciosamente en el barandal de seguridad de la cuna mientras sentía su contacto. A Kaitel parecía gustarle mucho acariciarme y mimarme.

¿Por qué será? Generalmente odiaba el contacto físico con otros.

Continué observando a Kaitel, mi mirada vacía y hosca fija solo en él.

—Parece que el río Siwol se desbordó y causó una inundación. Ocho mil víctimas y un tercio del territorio arrasado… Lo que significa que la Alianza Uprehit tendrá otra mala cosecha este año.

¿Cómo sabes siquiera eso?

Cuando levanté la cabeza, Kaitel apartó los ojos de su documento y me miró. La ligera mueca de desdén en su rostro era tan irritante como siempre, pero era impecablemente hermosa a su manera.

Aun así, apestas.

—Si juego bien mis cartas e incito a la región vecina, entonces podré apoderarme de su territorio más fácilmente de lo que pensaba. No está mal, ¿eh?

Mira cómo le habla a una niña que ni siquiera sabe lo que es un territorio.

No asentí ni negué. Simplemente lo miré fijamente.

A medida que nuestros encuentros se hicieron más y más frecuentes con el tiempo, finalmente dejé de sonreírle cada vez que nuestras miradas se cruzaban. Al principio, pensé que mi vida terminaría por eso, pero, sorprendentemente, Kaitel nunca intentó matarme ni nada parecido. Sabiendo que mi vida no corría peligro inmediato, me volví más audaz, así que continué manteniendo este estado de sentarme en silencio con una expresión vacía. Adelante.

Ladra todo lo que quieras. Yo haré lo mío.

—El rey de Praezia está bastante callado…

Pasó lánguidamente las páginas de sus documentos, aburrido, luego acercó mi cuna más a él. Se recostó en el cojín, apoyó la barbilla en la mano y me miró directamente a los ojos.

—Seguramente nunca me perdonaría por matar a su hija.

Nuestras miradas se encontraron por un momento. Lo llamé por reflejo.

—Ba. Ma.

Kaitel no sonrió, solo miró fijamente

Esa mirada me había asustado al principio, pero los humanos eran criaturas verdaderamente adaptables. Ahora, el inexplicable filo agudo que siempre se ocultaba en sus ojos y sus expresiones resecas no me asustaban en absoluto.

Aun así…

La extrañeza seguía ahí. Qué hombre tan curioso. ¿Qué eres, una cebolla? Con cada capa que se pela, eres una persona diferente.

Mientras yo crecía día a día, el hombre que era mi padre continuaba revelando nuevas facetas de sí mismo a un ritmo igual de alarmante. O más bien, capté estas nuevas facetas suyas. Supuse que era natural, ya que estábamos juntos casi todos los días.

Porque sabía que era el hombre demente que era, o quizás porque siempre lo llamaban tirano, pensé que sería comparable a figuras como Yeonsangun[1]  o Qin Shi Huang.[2]  El tipo de tirano digno de ser mencionado en los libros de historia y maldecido durante años. Pero, en ese aspecto, Kaitel era sorprendentemente cuerdo.

Oficialmente, toda la política del Imperio de Agrigento se llevaba a cabo bajo la dirección de Perdel. Sin embargo, Kaitel era quien decidía el curso de acción de Perdel.

Por lo que había oído, el emperador anterior era aún peor, un absoluto degenerado que se entregaba a fastuosas fiestas de bebida y castigos brutales. Simplemente una absoluta basura despreciable. Estaba tan corrompido que, aunque Kaitel fue lo suficientemente depravado como para matar a su propio padre, mucha gente aún lo apoyaba. Por supuesto, la nobleza se mantenía cautelosa ante su crueldad.

Pero, para mi sorpresa, archivaba sus documentos diligentemente y gestionaba adecuadamente los asuntos de gobierno. Si tenía un defecto, era que poseía una seria adicción a la guerra y defectos significativos en su carácter y personalidad.

Pero, aun así, rara vez dañaba a su propia gente y, mientras no se alterara demasiado, no mataba a nadie sin una buena razón. Tampoco reclutaba soldados imprudentemente para sus guerras, solo los necesarios en el momento apropiado. En ese sentido, podría haber sido un gran emperador para el pueblo.

Además, nunca había perdido. Cientos de batallas, y no había perdido ni una sola vez. Este legendario historial se había convertido en una fuente de orgullo nacional.

De acuerdo. Así que, como dije antes, es un lunático sensato.

—Sonríe.

¿Ven a qué me refiero con la parte de “lunático”? Oye, lunático. La última vez querías que llorara. ¿Ahora quieres que sonría? ¡Por el amor de Dios! Yo también tengo orgullo, ¿sabes? ¿Crees que voy a sonreír solo porque tú me lo ordenas? ¿Cómo puedes esperarlo?

Hice mi mejor esfuerzo por mantener una cara seria.

No sonreiré. Nunca. ¡No sonreiré porque soy una tipa dura!

—Gya… Ga.

Maldita sea. Resulta que no tengo orgullo. Nada.

Lamenté mi destino mientras soltaba una risita.

Estoy condenada. Estoy acabada. Mi vida es una mierda. Fui una tonta al confundirla con oro. Soy la tonta, la idiota.

—Sonríes muy bien.

No cualquiera puede sonreír así, ¿sabes, padre?

Kaitel tocó mi mejilla con la mano izquierda y sonrió para sí mismo.

Agh, ¡por el amor de Dios! ¿Soy tu juguete?

Estaba tan enfurecida que giré mi cuerpo. Necesito simplemente dejar de relacionarme con él. Alcancé el juguete de encajar formas cercano. Cuadrado, triángulo, este es un círculo…

¿Pero dónde fue la caja con los agujeros?

Giré la cabeza a izquierda y derecha, pero la caja no estaba por ningún lado. ¿Qué demonios? ¡Estaba justo aquí!

—¿Buscando esto?

¿Hmm? Me giré para ver que la caja que buscaba estaba en la mano de Kaitel.

¿Hmm? ¿A qué juegas, padre?

—¿La quieres?

Dámela ya. Inmediatamente extendí el brazo y agité la mano, urgiéndole a que me la entregara.

Se rio de mi mano agitándose. No fue una risa alocada y maniática, solo una risa ordinaria.

Psicópata. Ni siquiera quiero relacionarme con él. No puedo creer que sea mi padre, ¡maldita sea!

Me mordí el labio ante la rabia maliciosa hacia los dioses, que sentía por primera vez en un tiempo, y sacudí la mano. ¡Dámela! ¡Estoy eligiendo jugar con este juguete aburrido, así que apártate de mi camino!

Su mano grande y fría de repente agarró la mía. Luego me arrebató las figuras del juguete de las manos.

¡¿Qué demonios?! ¡Esto es una locura!

—Intenta quitármelo.

¿Está jugando conmigo? No sé quién es el niño aquí, si él o yo. ¿Qué acaba de decir? ¿”Intenta quitármelo”? ¿Puedo quitarte la vida? ¿Hmm? ¿Necesito empezar a aprender esgrima? ¿Hay alguna forma de que pueda rebanarle el cuello a este tipo?!

—¡Ah! ¡¡Maba!!

Ni siquiera yo tenía idea de lo que intentaba decir. Sin embargo, lo que quería decir era: “Dámelo”.

Kaitel, bromeando, me acercó el juguete y luego lo retiró rápidamente cuando estaba a punto de tomarlo.

Vaya. ¿Es en serio? Normalmente no soy tan brusca ni insolente, pero, cielos, siento ganas de maldecir ahora mismo. Ah, estoy tan harta de esta vida. ¿Estoy jugando con él o él está jugando conmigo?

La rabia me había subido hasta la coronilla, así que fulminé a Kaitel con la mirada. Sabía que era imprudente y descarado de mi parte. Pero, como él mismo había dicho una vez, no tenía intención de matarme. Eso significaba que cierto nivel de desafío era tolerable.

Ah, qué fastidio.

Me dejé caer de espaldas. ¡Voy a dormir!

—Qué lástima.

Kaitel pareció de repente un niño que hubiera perdido su juguete después de haber estado jugando emocionado con él. Soltó mis juguetes. De repente, sentí que mi cuerpo era elevado. Estaba en los brazos de Kaitel antes de darme cuenta.

Parpadeé rápidamente y luego lo miré. Vi una leve sonrisa en su rostro. ¿Por qué me había levantado de repente?

Permanecí inmóvil con una expresión hosca. Él empezó a moverse. Caminó hacia la pared hecha enteramente de ventanas y luego salió a la terraza con la que conectaba. La intensa luz del sol me lastimó los ojos. Cuando entrecerré los ojos ante el brillo repentino, Kaitel dio un paso atrás. Fue solo un paso, pero marcó una enorme diferencia.

El jardín… Realmente es el jardín.

Llevaba prácticamente dos meses viviendo aquí y, sin embargo, nunca había estado en esta parte del despacho imperial, aunque formaba parte del salón.

Admiré la impresionante vista mientras yacía junto a la ventana y la terraza por primera vez. No sabía que el Jardín de la Serenidad fuera tan hermoso. Las hojas blancas del árbol ancestral, conocido como el árbol de invierno, se mecían con la brisa. Era realmente una vista impresionante.

¿Así que intentaba enseñarme esto? Es más dulce de lo que pensaba.

Levanté la cabeza para sonreírle y darle las gracias, pero, por alguna razón, su expresión no se parecía en nada a la mía, a pesar de que contemplábamos el mismo paisaje. No es que su expresión fuera exactamente alegre habitualmente, pero parecía un poco más hundido y apagado de lo normal.

Parecía sombrío, y la ferocidad en sus ojos se había vuelto más profunda y oscura. Parecía que se sentía diferente ante el hermoso paisaje que teníamos delante.

Habló con los dientes apretados: —Este lugar… me repugna.

Su mirada se volvió hacia mí. Pero sus ojos no eran los del Kaitel que conocía.

¿Quién eres?

A menudo me preguntaba qué era esa cara, ya que aparecía de vez en cuando.

¿Qué eres exactamente, hombre loco?

No tenía personalidad múltiple, pero cada vez que actuaba como una persona completamente diferente, me hacía pensar que podría tenerla, o posiblemente incluso muchas personalidades diferentes.

En ese momento, me besó en la frente y luego me susurró al oído con voz grave y apagada.


[1] Yeonsangun (1476-1506): Fue el décimo rey de la dinastía Joseon de Corea, conocido principalmente por su tiranía. Su reinado (1494-1506) estuvo marcado por dos sangrientas purgas de eruditos y la supresión de instituciones de aprendizaje. Fue depuesto y exiliado, y no recibió un nombre de templo póstumo, a diferencia de otros monarcas de Joseon

[2] Qin Shi Huang (259 a.C. – 210 a.C.): Fue el rey del estado de Qin que conquistó todos los estados chinos rivales y se autoproclamó el Primer Emperador de una China unificada en el 221 a.C. Es conocido por estandarizar la escritura, la moneda y las medidas, por iniciar la construcción de la Gran Muralla China y por su masivo mausoleo custodiado por el Ejército de Terracota. Su reinado, aunque breve y autoritario, sentó las bases del imperio chino.

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