La hija del Emperador – Capítulo 12

Traducido por Lily

Editado por Sakuya y Herijo


—Aquí es donde tendrás que sobrevivir. ¿Qué te parece? ¿Te gusta?

Maldito psicópata.

Qué caso perdido. Suspiré para mí. ¿Cómo es posible que no me quede ni una pizca de esperanza cuando se trata de ti?

Me quedé sin palabras. Sentí como si alguien me hubiera puesto una tiza en la mano y me hubiera dicho que resolviera uno de los Siete Problemas Matemáticos del Milenio.[1]

Cuando nuestras miradas se encontraron, Kaitel rio en silencio. Abrí la boca para decir algo sobre su sonrisa cuando un suave golpe en la puerta me interrumpió.

—Su Majestad, el Conde Sesculo desea que se le conceda una audiencia —dijo la voz del sirviente.

Esa fue la señal.

Tras mirarme brevemente, Kaitel volvió a ponerse su máscara. Su rostro cambió en un instante, como si una fría fachada lo cubriera. Realmente era como ver a alguien ponerse una máscara.

No sabía quién era este Conde Sesculo, pero la puerta del despacho se abrió para revelar el rostro de un sirviente que sí conocía, mismo que hizo una respetuosa reverencia.

Kaitel dejó escapar un pequeño resoplido; fue más un resoplido de exasperación que un suspiro. Caminó hacia la cuna para depositarme de nuevo en ella y luego me acarició la cabeza una vez más.

¿Soy tu perro?

Sentí ganas de reprenderlo. La forma en que me daba palmaditas se parecía tanto a como acariciarías a un cachorro, pero no podía discernir si pensaba en mí como su bebé o su mascota.

—Quédate aquí y juega. Volveré pronto.

Asentí y luego me dejé caer de espaldas para indicarle que se apresurara y se fuera. Quería jugar con mis juguetes, pero habían quedado esparcidos por el suelo después de que Kaitel me los quitara.

Kaitel me dedicó una sonrisa y luego salió de la habitación. O, para ser más específicos, regresó a su despacho. El sonido de la puerta al cerrarse resonó brevemente antes de desvanecerse.

—Mm.

Moví mis dedos.

Cuando, de adulta, solía mirar las manos de los niños, me había asombrado lo pequeña que podían ser. Pero ahora que era una bebé, se sentía diferente. Aunque esta mano mía sí se sentía linda, no se sentía pequeña. ¿Es esto a lo que se refieren cuando hablan de una diferencia de perspectiva?

Al contrario, eran las manos de mi niñera o de Kaitel las que se sentían innecesariamente grandes.

—¡Bubaú. Ahh!

¡Crece! ¡Crece!No nos detengamos en por qué mis palabras sonaban así.

Me pregunto cuándo podré hablar correctamente este idioma. Puedo entenderlo, pero ¿por qué no puedo hablarlo? Dicen que los niños aprenden rápido, así que debería poder hablar pronto, ¿verdad? ¿Verdad?

—¡Cua, juayú!

Reí, esperando ansiosamente el día en que pudiera hablar con fluidez. La niñera dijo que cuanto más hablas, mejor lo haces. ¡La sabiduría de mi niñera sobre crianza siempre es correcta! ¡Sí! ¡Siempre!

Mi lógica podía ser un poco fanática, pero no me desanimaba. Voy a seguir hablando, escuchando y hablando un poco más. Entonces, un día, seguramente podré decirle a mi padre que es un maldito loco. Pero, ¿por qué la pronunciación de “maldito loco” es tan difícil? Quizás debería dejar eso por ahora y empezar con algo más sencillo, como “tonto”.

Estaba jugando, agarrándome un pie con la mano, cuando la puerta se abrió con un fuerte crujido. Era el sonido de los artículos de bebé que se movían cerca de la puerta.

¿Qué es eso? ¿Entró una doncella?

Pero rápidamente perdí el interés y giré la cabeza. Las doncellas siempre hacían lo mismo cada vez que entraban: limpiar, sacar la basura, organizar el desorden dejado por ese emperador de los mil demonios, etc.

Pero en ese momento estaba más interesada en mi pie que en eso. ¿Puedo hacerlo? ¿Eso mismo que los adultos no pueden hacer porque sus brazos y piernas son demasiado largos? ¿Eso mismo que la gente que no es flexible no puede hacer?

¡¿Puedo morderme los dedos de los pies?!

Yo también había tenido una foto haciendo la famosa pose de bebé en la que te chupas los dedos de los pies. No había podido hacerlo con mi terrible flexibilidad de adulta, así que siempre me fascinaba ver a los bebés hacerlo. ¿Pero sería capaz de hacerlo ahora? La postura requería no solo extremidades cortas sino también flexibilidad. Tras una breve contemplación, decidí intentarlo.

—¡Ah… ang!

¿Oh? ¡Funciona! ¡Funciona! ¡Funciona! ¡Vaya, lo hice!

No puedo creer que sea posible. Ni siquiera siento tensión en los muslos mientras me chupo los dedos de los pies. ¡La flexibilidad de un bebé es realmente imbatible!

Estaba ocupada maravillándome de mi éxito cuando una sombra oscura se cernió de repente sobre mí. Levanté la cabeza ante el cambio de iluminación.

Me quedé helada.

Había pensado que era una doncella, pero no lo era. Era un hombre vestido discretamente como un sirviente. Tenía un cuchillo en la mano.

No podía respirar. Palidecí. En el momento en que vi aquella hoja reluciente, el miedo me atenazó el corazón y comencé a temblar ligeramente.

Lo había olvidado. No. Creía haberlo olvidado. Estaba en un cuerpo diferente y, aun así, mi instinto reaccionó inmediatamente a la amenaza. Mis manos temblaban como hojas en un árbol y terminé soltando el pie de mi boca.

No era un sirviente. Y definitivamente no era una doncella. Era un intruso que había venido a matarme.

—Así que eres tú.

El recuerdo de mi muerte pasada pasó ante mis ojos: una hoja blanca, una capucha roja y la mano despiadada que me apuñaló sin piedad.

¿Está sucediendo de nuevo? ¿Voy a morir así otra vez?

Ni siquiera podía llorar. Estaba tan aterrorizada que no podía emitir ningún sonido. Dicen que, ante un miedo extremo, no puedes reaccionar en absoluto. Resultó ser verdad. Si empezara a llorar, Kaitel podría venir. Si llorara, mi padre podría entrar desde la habitación de al lado para salvarme.

Y, sin embargo, no podía. Todo lo que podía hacer era temblar y contener la respiración, esperando que llegara el dolor.

—Lo siento, pero vas a tener que morir.

El hombre levantó el cuchillo en el aire. Después de ver eso, instintivamente cerré los ojos.

¡Sálvenme!

¡Alguien! ¡Por favor! No puedo morir así otra vez. No quiero morir así otra vez. ¿Es este realmente el final? Acabo de aprender a sentarme. ¿Realmente voy a morir en vano? ¿Así?

Apreté los dedos, que hacía tiempo se habían enfriado, y llamé desesperadamente a alguien en mi mente. Luego me mordí el labio con fuerza para prepararme para el dolor inminente. Era lastimoso cómo mis labios estaban tan apretados, pero no tenía otra opción.

Pero por mucho que esperé, el cuchillo no cayó sobre mí. Abrí los ojos.

—¡Hup!

¿Eh…?

El asesino intentó bajar rápidamente el cuchillo apuntado hacia mí, pero algo voló hacia él antes de que pudiera. El hombre soltó un grito de dolor y se agarró el brazo. El objeto que había volado hacia él era una pequeña daga.

Cuando oí el sonido de algo siendo desenvainado, comencé a retorcerme para intentar sentarme. Me apoyé contra el barandal de seguridad de la cuna mientras me incorporaba y levantaba la cabeza para ver qué estaba sucediendo.

Vi que Kaitel ya se había acercado, habiendo desenvainado su espada.

¿Cuándo regresó?

No tenía ni idea. No importaba si estaba desenvainando su espada o blandiendola, su porte siempre era impecable. En un instante, la espalda del hombre fue acuchillada y su garganta cortada. La sangre salpicó por todas partes.

Un líquido rojo y cálido. Incluso me salpicó la mejilla.

¿Oh?

—Bastardo.

Kaitel levantó la cabeza. Esa mirada asesina que había vislumbrado de vez en cuando estaba completamente viva en sus ojos. Verla en todo su esplendor era mucho más aterrador de lo que había imaginado.

—¿Cómo entró en el palacio?

Un hombre y un sirviente que nunca había visto antes entraron por la puerta que conectaba con el despacho. Kaitel sacudió la sangre de su espada y luego dio una orden con un tono tan práctico como la manera en que las gotas de sangre caían al suelo.

—Llamen a los guardias.

Luego soltó la espada de su mano. Apenas podía creer lo que veía desplegarse ante mis ojos.

¿Eh?

Cuando Kaitel soltó su espada, esta desapareció en el aire como nieve derritiéndose. No hubo ningún sonido. Había desaparecido sin dejar rastro.

Pero eso es…

—Desháganse del cuerpo.

Después de dar su fría orden, Kaitel caminó hacia mí. Pisó el brazo del hombre muerto en su camino, pero no le afectó en absoluto.

El olor a sangre. El hedor abrumador que llenó mi nariz me hizo hacer una mueca. Kaitel me levantó ligeramente, incluso mientras yo arrugaba la cara con disgusto.

—¿No te lo dije? —Esbozó una sonrisa brillante, blanca, teñida de desprecio—. Este lugar es repugnante.

Me quedé helada de nuevo, pero esta vez no fue por miedo. Había sido debido al temperamento gélido de este hombre.

¿Cuán profundo era su odio? ¿Cuán denso su desdén? Se sentía tan inmenso que ni siquiera podía empezar a comprenderlo. Tragué saliva con dificultad.

—Espero que este pequeño asunto no te haya alarmado demasiado.

Me acarició la mejilla. La sangre que me había salpicado se untó en su mano.

—Si lo hizo, entonces eso va a ser un problema.

♦♦♦

Serira me sostenía en sus brazos temblorosos. Todo su cuerpo temblaba lastimosamente. Su ansiedad y conmoción eran tan intensas que incluso me estaban afectando. Hasta entonces había estado aturdida porque la realidad de lo que acababa de suceder no había sentado del todo.

Pero las cosas se sentían un poco diferentes ahora. La suave piel de Serira se sentía cálida en mi mejilla. Los temblores persistentes en mi cuerpo y el temblor que podía sentir de Serira me llenaron de una emoción indescriptible.

—Oh, cielos… Está tan fría.

Para ser honesta, no entendía por qué Serira temblaba tanto. Me había pasado a mí, después de todo.

Lo que dejó una huella más profunda en mi mente, más que la sangre roja que llenó mi campo de visión, fue la reluciente hoja blanca. Sería mentira decir que no estaba aterrorizada.

Habría sido diferente si realmente fuera una bebé ordinaria e inconsciente. Pero dado que los recuerdos de mi vida pasada inevitablemente se superponían en mi mente, mi estado distaba mucho de ser bueno.

Fue horrible.

Miré las puntas pálidas y heladas de mis dedos. Estaban frías como el hielo. La temperatura corporal de un infante generalmente era más alta que la de un adulto y yo a menudo sudaba por ello. Así que era bastante notable sentir lo frío que se había vuelto mi cuerpo. Serira también lo sabía.

Una voz triste me llamó: —Princesa—. Solo cuando oí la voz me di cuenta de que estaba viva.

Sentí como si finalmente hubiera soltado un pesado equipaje que había estado arrastrando conmigo. Mi corazón se aligeró. Al mismo tiempo, el dique que contenía mis lágrimas se rompió.

Las lágrimas que brotaron de mis ojos escocían. Me dolía la garganta también. Era una sensación punzante. Músculos de mi cuerpo de los que ni siquiera era consciente comenzaron a clamar de agotamiento.

Con que así es como el shock mental puede manifestarse físicamente.

El rostro de Serira se volvió cada vez más borroso. Para cuando sus ojos verdes se habían vuelto tan borrosos que ya no podía verlos, finalmente rompí a llorar.

—¡Buuaaaaaah!

Tenía tanto miedo. Estaba verdaderamente aterrorizada.

Me había aferrado a la esperanza como si me agarrara a un clavo ardiendo, deseando desesperadamente ser salvada. Antes también había sido igual. Lloré pidiendo clemencia, rogué no morir, supliqué desesperadamente que me salvaran. Pero nadie vino a salvarme a pesar de mis gritos y llantos desesperados.

El llanto de un bebé era especialmente desgarrador. Aún más porque yo era muy joven. Sonaba insoportablemente triste incluso para mis propios oídos.

Serira me abrazó con fuerza para calentarme con el calor de su cuerpo e hizo todo lo posible por consolarme. Me dio palmaditas en la espalda y susurró: —No llore.

Luego me secó las lágrimas y me cubrió de besitos en la mejilla. Con cada beso, sentía que me calmaba lentamente. Dejé escapar un suspiro de alivio. Era una señal de que estaba viva. Prueba de que había sobrevivido. Así es. Esta misma respiración era evidencia de que todavía vivía.

Pensé que me había convertido en un cadáver frío. Nunca había imaginado que moriría de la forma en que lo hice, y también sentí resentimiento por haber muerto así. Y cuando abrí los ojos, estaba en este cuerpo. Era desconcertante. ¿Y haber nacido como la única hija de un tirano? Estos últimos seis meses habían sido verdaderamente difíciles.

—Lloró desconsoladamente.

Un par de ojos rojos me miraban desde arriba. Mi visión se había aclarado de nuevo ahora que las lágrimas habían disminuido. Lo miré: mi papá, mi padre, Kaitel Agrigent.

El volumen de mis llantos disminuyó gradualmente. Seguí llorando, incluso después de ahogarme con mis propias lágrimas y toser, pero cada vez, Serira limpiaba suavemente mi rostro con un paño suave, con cuidado de no dejar marcas en mi delicada piel. Su toque meticuloso demostraba lo considerada que era.

Gracias, mamá. Eres la mejor. ¿A quién me aferraría y lloraría si no fuera por ti?

Después de llorar con todas mis fuerzas, finalmente me detuve.

—¿Cuándo empiezan los bebés a recordar cosas?

El toque de Kaitel, de alguna manera, se sentía gentil.

¿Qué? ¿Así que tú también te compadeces de mí? Gracias. Lo aprecio.

No odié sentir su mano fría en mi frente.

Era un poco problemático. Sabía exactamente lo que esta mano había hecho ante mis ojos. Había acabado despiadadamente con una vida sin un segundo de vacilación. Pero quizás porque sabía que sería mi vida si no la de ese hombre, no sentía que Kaitel hubiera hecho algo malo.

Pueden decir que yo soy la mala, pero no lo consideré malo a él. Estaba tan agradecida de que Kaitel hubiera regresado en respuesta a mis gritos desesperados.

Puedes ser un maldito loco, pero sigues siendo mi padre al fin y al cabo, ¿eh? ¡De acuerdo! ¡Te reconozco como mi papá! Me salvaste la vida, así que estoy feliz de concederte eso.

Miré a Kaitel. Su mano se movió de mi cabeza a mi mejilla para secar las lágrimas que se habían acumulado en el borde de mis ojos. Yo también vi las gotas transparentes que se adherían a las yemas de sus dedos.

La zona manchada de lágrimas alrededor de mis ojos se sentía pegajosa e incómoda. No tenía idea de por qué había estado tan triste. Ni siquiera podía recordarlo. Solo recordaba que estaba triste. Y…

Ah, estoy agotada. Debí haber llorado mucho.

En ese momento, Kaitel llevó las lágrimas que había secado de mis ojos a sus labios. Lamió la punta de su dedo con su lengua roja y luego me dedicó una pequeña sonrisa.


[1] Los “Siete Problemas Matemáticos del Milenio” son un conjunto de siete complejos problemas enunciados por el Clay Mathematics Institute en el año 2000. Se ofreció un premio de un millón de dólares por la solución de cada uno. Hasta la fecha, solo uno ha sido resuelto (la Conjetura de Poincaré).

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