Matrimonio depredador – Capítulo 99: Muerte inesperada

Traducido por Yonile

Editado por YukiroSaori


La princesa de Estia había sido secuestrada por el rey bárbaro.

Las desgracias de una persona tan importante eran el tipo de chisme que más disfrutaba la sociedad. Todo el mundo hablaba de la princesa, de los bárbaros y de Byun Gyeongbaek, que había perdido a su novia.

Hablaron de lo humillante que debió ser el trato de la bella princesa entre los vulgares bárbaros, cada rumor más vergonzoso que el anterior. El caos en el palacio real empeoraba cada día.

—Si las cosas continúan así, el país realmente se arruinará —suspiró el Conde Valtein. El ministro de Finanzas, Laurent, sentado enfrente, hizo eco de su suspiro, y la condesa Melissa tomó un sorbo de té en silencio.

Las tres personas más cercanas a la princesa se habían reunido en su antiguo palacio para tomar el té después de perder a su amo. Aunque había pasado mucho tiempo desde que se conocieron, el ambiente era sobrio. Todo estaba en ebullición.

El día del secuestro, el príncipe heredero Blain había comenzado inmediatamente la persecución con los caballeros reales. Pero la persecución desorganizada y frenética solo resultó en la pérdida de un número considerable de caballeros cuando fueron atacados por la noche.

Byun Gyeongbaek estaba enfurecido por haber perdido a su futura esposa y arremetió contra la familia real. Tuvieron que devolver la dote que había pagado por la princesa, y se sintieron aliviados de que no hubiera pedido dinero de compensación. Juró nunca dejar en paz a los bárbaros.

Sorprendentemente, sin embargo, había accedido a que si recuperaban a la princesa, igual se casaría con ella. Fue impactante, considerando que seguramente ya había perdido su virginidad. La gente lo elogió por su generosidad, pero quienes conocían a la princesa sabían que solo lo estaba haciendo por sí mismo.

La condesa Melissa dejó su taza de té.

—Honestamente, me gustaría que la princesa se quedara con los Kurkans —dijo con firmeza.

—¡Señora…! —El conde Valtein la miró sorprendido.

—A pesar de la rudeza de los Kurkan, han sido buenos con la princesa —dijo con firmeza—. Además, si la princesa regresara a Estia…

Su voz se desvaneció hasta convertirse en un triste murmullo.

—Solo llevará una carga mayor que la que tenía antes.

Ninguno de ellos podía discutir con sus palabras. Por un tiempo, los tres se sentaron en un silencio sombrío.

Los mecanismos políticos de la familia real apenas funcionaban y parecía que podían detenerse en cualquier momento. Byun Gyeongbaek estaba causando problemas entre los nobles, aumentando la presión sobre la familia real todos los días.

Parecía que la casa real inevitablemente colapsaría. Sin los esfuerzos de la princesa, solo era cuestión de tiempo. El ministro de Finanzas, Laurent, negó con la cabeza.

—Pero no sé lo que está pensando la reina —dijo de repente.

Todos conocían su astucia y su amor obsesivo por su hijo. Lo único que tenía en mente era el día en que el príncipe heredero ascendiera al trono. Sin embargo, resultaba extraño que se hubiera mantenido al margen mientras el país se desmoronaba. Y el príncipe, renombrado por su mal genio, no había hecho nada después de la fallida persecución de la princesa.

Todos se habían mantenido inactivos, como si tuvieran otros planes.

—En realidad, creo que la reina se ha estado comportando de manera extraña. ¿Sabías que todas las flores del jardín de su palacio se han marchitado…?

La condesa Melissa frunció el ceño ante sus palabras y bajó los ojos pensativamente.

—Ahora que lo pienso, últimamente hay muchos sirvientes nuevos en el palacio real. Escuché que la Reina los eligió, pero nadie sabe de dónde vinieron. No tienen cortesía.

La gente nueva había puesto patas arriba la jerarquía en el palacio real. Era de lo único que hablaban los sirvientes y las damas de compañía. Escuchando, el conde Valtein golpeteó con el dedo sobre la mesa con ansiedad.

—Este es todavía un rumor sin fundamento —comenzó abruptamente. Los miró a los dos—. Se dice que la reina está dejando entrar a Tomaris en el palacio…

Los ojos de ambos se agrandaron al pensar en lo que esto significaba, pero hubo un ruido repentino afuera y la puerta se abrió de golpe. Una dama de honor con la cara roja gritaba sin aliento.

—¡Su Majestad…!

Los tres se levantaron de sus sillas al mismo tiempo, compartiendo el mismo temor, la misma terrible sospecha. La voz de la señora tembló.

—Su Majestad… está muerto.

El rey había muerto inesperada y repentinamente.

La madre de Cerdina era hermosa. Ella lo sabía, y sabía cómo usarlo. Fue así como obtuvo el título de condesa de Weddleton. Cegado de amor, el conde había encubierto su bajo estatus.

Cuando era joven, Cerdina acompañaba a su madre a veces al centro de la ciudad, donde se desviaban por una carretera y encontraban un callejón en particular. Había un grupo de hombres y mujeres que a veces cantaban allí, tocando las cuerdas de pequeñas guitarras. Cuando veían a Cerdina y a su madre, se acercaban emocionados, hablando con la madre de Cerdina en un idioma que ella no entendía, y regalándole a la niña joyas y juguetes toscos.

Cuando sus brazos ya estaban llenos de juguetes, una mujer con una sonrisa encantadora colocó un orbe de cristal encima de la pila.

—Puede que necesites esto.

De camino a casa, Cerdina miró el orbe con curiosidad.

Madre, ¿eres de Estia?

El hermoso ceño de su madre se frunció. Ella respondió con una voz suave pero firme.

No somos esteanos. Nosotros tampoco Tomari. Somos Tomás.

Más tarde, Cerdina se comió el corazón de su madre para volverse más poderosa que nadie. Pero incluso esto no fue suficiente para conquistar el mundo. El rey de Estia se vio atrapado en sus ambiciones, y en cuanto vio la oportunidad, Cerdina lanzó un hechizo que pondría patas arriba a todo el continente.

Era algo que nadie más se habría atrevido a hacer. Lanzó un hechizo que convertiría la sangre más humilde en la más grande.

—Ahh, ahhh…

Ella gritó y se estremeció cuando llegó al orgasmo. Su rostro estaba sonrojado mientras retorcía un cordón de seda en una mano y acariciaba la mejilla del rey con la otra.

—Descansa, esposo —dijo cariñosamente. La cuerda se tensó en su cuello y su rostro se puso azul. No podía respirar. Su cuerpo tembló, poniéndose rígido.

—Oh…

Cerdina se echó a reír cuando sintió el torrente de su semen en su interior.

Los párpados del Rey se cerraron para cubrir los ojos desenfocados. Su cuerpo tembloroso se quedó inerte. Cerdina acercó la oreja a su pecho. Solo cuando estuvo segura de que había dejado de respirar por completo, soltó el cordón.

—Ah…

Se puso de pie, sacando lentamente su hombría de ella, y se deslizó en la bata que había colocado cerca, la suave seda cubría su piel blanca. Ella ató la faja alrededor de su cintura.

—Blain —llamó ella. Ante su afectuoso llamado, el hombre sentado detrás de las cortinas se acercó lentamente. Su cabello rubio le sentaba bien. Cerdina acarició su cabello plateado y tomó un objeto de la mesita de noche. La daga manchada con sangre seca era una reliquia de su madre.

—Es lo mismo que hice con mi madre —dijo reconfortante.

Blain no respondió. Mirando su rostro inexpresivo, los ojos de Cerdina se entrecerraron.

—Esto es para…

—Callate la boca.

Él tomó la daga de ella. Fue grosero, pero estaba demasiado abrumada por la alegría como para regañarlo. Blain se acercó al cuerpo del rey y clavó la daga en su pecho. La sangre se derramó para manchar la cama. Pronto, los sonidos húmedos de carne cruda siendo masticada llenaron la habitación.

Cerdina miraba con regocijo. Finalmente, se acercaba el momento que había estado esperando durante tanto tiempo.

—Mi querido hijo… —susurró, embriagada de alegría. Tendrás la coronación más maravillosa del mundo, Blain.

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