Traducido por Yousei
Editado por Sakuya
Al final, cancelé los planes que tenía con el Maestro Julius y Georg. No podía salir con los ojos rojos e hinchados. Con una sola mirada cualquiera podía saber que había estado llorando. Sir Leonhard sacó una toalla de alguna parte, y la puse sobre mis ojos mientras en silencio regresaba al palacio.
Esa misma noche.
—Qué sorpresa. —dijo el hombre que se encontraba reclinado en el lujoso sofá. La mano que estaba pasando las páginas del documento se detuvo. Su rostro tallado como el de una muñeca, contrario a sus palabras, inexpresivo como siempre.
Después de mirarme con escrutinio de los pies a la cabeza, regresó su atención a los documentos. —Pensé que preferirías evitar mi presencia por un tiempo. Esto no era lo que esperaba.
Sus ojos seguían las palabras escritas en el papel, y un sonido seco provenía de las páginas cada vez que les daba vuelta.
Estoy trabajando, él demostraba; pero lo ignoré. No debía importarme.
Como alguien que pasó su vida anterior en un país que enfatizaba en la importancia de leer la situación, lo único que quería hacer era darme media vuelta y decir, ¡volveré otro día! Pero eso sería una pérdida de tiempo, y considerando que cuento con tiempo limitado, me convencí de que solo me tomaría unos minutos y enderecé mi espalda.
—Humildemente solicito un favor, padre.
En el momento en el que dije eso, su dedo se detuvo.
— ¿Una solicitud? —dijo en un tono frío.
Nada en su expresión era diferente, excepto por el instante en el que cambió su comportamiento. Causó que mi cabello se parara de punta, y honestamente, estaba asustada.
— ¿Tú tienes una “solicitud” que hacerme?
¿Qué cosa puede pedir una pequeña niña que no ha mostrado resultados aún? Sentí que decía una voz temible.
No estoy paranoica, pero sentí que lo estaba leyendo bastante bien.
Quería escapar. Lo deseaba, pero no iba a pasar, pues eso no resolvería nada, y lo siento, pero no tengo la intención de pasar por esto otra vez.
Forcé los músculos apretados de mi cara en una sonrisa.
—Sí, padre.
Incluso asentí con desfachatez. El me dio una mirada fija, y casi titubeo, pero no desvié la mirada de sus ojos azul claro. Después de un concurso de miradas, él bajó la cabeza y suspiró. Con una mano despreocupada, quitó los documentos de la mesa de mármol. Me tomó un par de segundos darme cuenta de que el dedo que señalaba el otro extremo me decía que me sentara.
El sofá color champaña era extremadamente cómodo. Disfrutaba que no fuera muy suave, a diferencia del que había en mi habitación. Inmediatamente, fui al grano de la pregunta.
—Padre, el otro día dijiste que me obsequiarías un pájaro.
—Ah, lo hice.
—En lugar de eso, me gustaría pedir cierto nivel de libertad para moverme.
Una de sus cejas se levantó.
—Quieres decir, ¿qué intentas usar algo que aún no has recibido como pieza para un intercambio?
Dudé.
Sí, ciertamente el pájaro aún no estaba volando en mis manos, pero no podía escribirle un recibo, así que ¿qué otras opciones tenía?
— ¿No te arrepentirás de dejarlo partir antes de verlo? —Él preguntó.
Yo asentí.
Para ser honesta, recibir un pájaro era algo problemático. Un verdadero pájaro en mi habitación estaba fuera de discusión pues conservaba a Nero conmigo. Un pájaro metafórico había sido mucho para que mis inexpertas manos lo manejaran. No podía imaginar a alguien como yo en control de un pájaro que vuela alrededor del mundo actuando como los ojos de padre.
No importaba que tan hermosas fueran las plumas de ese pájaro, no importaba que tan excelente sea el espía, si no podía ponerlo a prueba. En lugar de ser entregado a alguien que no aprecia su potencial, estaría mucho mejor al lado de padre.
Le dije mis verdaderos sentimientos. —Considero que el pájaro le sería de más utilidad, padre. No creo que yo esté a la altura. —Sus ojos se ensancharon ligeramente.
Su barbilla descansaba en su mano, su codo estaba en el brazo del sofá, sus largas piernas estaban cruzadas. Incluso sus movimientos lánguidos eran una verdadera forma de arte, pero yo no sentía nada, aunque me senté un poco más derecha cuando me dio una mirada evaluadora, como si me hubiera juzgado mal.
—Ya veo. —dijo.
¿Eso es todo? Me pregunté, estupefacta, estaba lista para que él se burlara y me preguntara si me había asustado, por lo que su respuesta fue al menos anticlimática.
— ¿No está decepcionado? —le pregunté.
—La decepción solo aparece cuando uno tiene expectativas.
— ¡Es eso! —Mis manos se cerraron en un puño mientras me contenía.
—Era un chiste. —dijo con cara de poker.
[Traducido por Reino de Kovel]
Era un hecho decir que él conseguía que mis ansias de matar se dispararan.
No era para nada divertido, quería replicar. Me las arregle para abstenerme de responder, aunque fue una batalla difícil.
—Incluso aquellos en la cima tienen momentos en los que no lo merecen, y aun así deben estar listos para manejar un gran poder. Imprudencia y coraje no son lo mismo. No hay razón para que alguien que conoce sus límites y decide tomar el camino largo sea ridiculizado.
Que discurso más complicado. Podía interpretarlo como si él simplemente dijera, “¿Haz lo que quieras?”
El designó el límite de tiempo, y dependía de mí decidir el método y el curso de acción necesarios para cumplir mi objetivo.
¿Me estás criando? ¿Me estás probando? Sus pensamientos era un misterio para mí, pero creo que tenía una idea.
—Ahora volvamos al pájaro. ¿Me beneficia otorgarte libertad de ir y venir a voluntad?
Sus palabras eran afiladas como siempre. Aunque me he acostumbrado al sentimiento de que mi corazón se salía, él aún me aterrorizaba.
Qué inútil soy.
Probablemente sería más sabio apoyarme en alguien más en lugar de hacerlo yo. Es cierto, eso, era el “pájaro” que acababa de dejar ir.
¿Pero realmente habría sido mejor no hacer nada, y dejarle todo a alguien más?
Depender de alguien es completamente diferente de hacer que se haga cargo de todo.
—Padre, no soy como usted. No puedo tomar una decisión basándome solamente en reportes.
Soy inexperta. Si no puedo observar algo por mí misma, me será difícil creer en ello. Me toma un tiempo llegar a la respuesta, incluso si ya sé lo que va a pasar. Como todo el desastre que ocurrió en el secuestro de los magos.
No puedo dar órdenes a otros astutamente mientras me siento tranquilamente en el palacio.
—Nada va a pasar si no me ensucio mis propias manos. Creo que lo que me ha faltado todo este tiempo era, probablemente, la determinación.
Incluso si él no me decía, el único camino posible ya había sido decidido. Había un futuro que yo deseaba evitar, y no repararía en esfuerzos para hacerlo. Sin embargo, la montaña de tareas frente a mí me mareaba. Ahora que he encontrado el punto de partida, el camino empinado ante mí hacía que mis rodillas temblaran de temor.
No podía ni pensar en pedirle a alguien que me empujara hacia adelante, pero estaba segura de que una parte de mi lo quería. En la esquina de mi mente, estaba rogándole a alguien por ayuda, justo como en ese momento en el que lo arruiné y Lutz y Theo fueron secuestrados. No era mucho, pero una pequeña parte de mi quería ser irresponsable y tomar la salida fácil.
La tarea que padre me había dado, definitivamente no provenía de su responsabilidad como padre. Si yo llegaba a fallar, sería mi fin y él se desharía de mí. No iba a pretender que es un amor duro, pero estaba agradecida de una cosa.
Le agradecía por sacar a la luz una parte de mí, la parte astuta, que no sabía que tenía.
Si él no hubiera puesto la chispa en mí, habría continuado con mi actitud a medias. ¿Cuándo fallará como resultado? ¿Con muchas vidas perdidas? ¿Tendría el coraje de decir que había hecho todo a mi alcance? Mientras esperaba temerosa por la destrucción del mundo, ¿Le pediría a la sacerdotisa que nos salvara a todos?
No, gracias.
— ¿Puedes tomar toda la responsabilidad por tu decisión, sin importar los resultados?
Con mi expresión controlada, asentí. —Sí.
Tanto mis honestas manos como mi voz temblaban, pero esperaba que él no se hubiera percatado. Me di cuenta de que no tenía idea de lo que iba a suceder a partir de ahora. Podía enfermar. Podía morir. Una pequeña niña que había vivido cómoda y protegida todo este tiempo no estaba lista para algo como esto. Pero si quería ser responsable, tenía que aprender a no hacer que otros cargaran con la responsabilidad de mis acciones. Aún era mejor que la alternativa.
—Eres alguien de lo más inesperado.
Padre suspiró una vez más y no se esforzó en ocultar su sorpresa. Lo miré, y no pude controlar mi propia sonrisa torcida.
—He decidido luchar por mi propia felicidad.
Su voz, cuando respondió, era inesperadamente gentil.
—Ya veo.
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