Pero Kaitel no entendía ni una palabra de lo que yo decía. Llegué a la conclusión de que él también tenía algún tipo de trastorno de comunicación. Si no, ¿por qué sería incapaz de comprender estos balbuceos que Serira entendía perfectamente!
Entonces, Kaitel sonrió. Era una sonrisa ligeramente distinta a la de antes.
—Has mejorado. Aunque sigo sin tener idea de lo que dices. Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 17”
Exigirle a una bebé de ocho meses que asista a una fiesta era bastante ridículo. Pero la fiesta era, de hecho, el cumpleaños de Kaitel, así que no tenía otra opción. Por supuesto que tenía que asistir al cumpleaños de mi padre. ¿Qué consecuencias podría tener si no lo hiciera?
Esa era mi dura realidad, ¡aunque solo fuera una bebé! ¡Buah! Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 16”
Según lo que las doncellas siempre cuchicheaban entre ellas, yo era una bebé bastante divertida de criar. Digo, supongo que tienen razón. Si tuviera un bebé como yo, que escucha bien y no llora ni hace berrinches, estaría más que feliz de acogerlo y criarlo también.
Además, soy una cosita linda, ¿no? Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 15”
El silencio me está incomodando. Y con esa expresión en su rostro, especialmente, es demasiado para mí. Eso es. Es demasiado.
Algo se siente demasiado firme. Como si fuera impenetrable. Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 14”
—Aquí es donde tendrás que sobrevivir. ¿Qué te parece? ¿Te gusta?
Maldito psicópata. Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 12”
Saboreé el regusto a fruta que persistía en mi boca, rememorando aquella comida gloriosa. Luego, suspiré y bajé la vista hacia el juguete que habían puesto en mi mano. Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 11”
—¡Señorita Serira, es increíble! ¿Cómo se atrevió a decir eso frente al Emperador? —Elene comenzó a elogiar a Serira en cuanto regresamos a mi habitación. Yo también me uní, aplaudiendo junto con ellas.
Fuiste extraordinaria, Serira. ¿Decirle al Emperador en su propia cara que tenía el pelo sucio? Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 10”
—¿Por qué diablos estamos aquí?
—Shh, silencio.
Después de que Serira hiciera callar a Elene, se giró para mirarme. Me sonrió dulcemente cuando nuestras miradas se encontraron. Recordaba haber aprendido que el contacto visual entre una madre y su bebé durante la alimentación era importante. Y, en ese sentido, Serira era verdaderamente la madre ideal. Practicaba conmigo técnicas de crianza perfectas. Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 09”
—Gloria al emperador.
Se esperaba que la conquista de Izarta tomara dos años, pero terminó mucho más rápido que eso. La gente del imperio dio la bienvenida al regreso de su emperador con corazones sinceros. Incluso los nobles que habrían lamido el suelo que él pisaba dieron la bienvenida al retorno de su gobernante, preparando una gran fiesta y mujeres para entretenerlo.
Sin embargo, lo primero que hizo el monarca al regresar no fue deleitarse en fastuosas fiestas ni llevar mujeres a su alcoba. En lugar de eso, fue a ver a la princesa, la primera hija que jamás le había nacido. Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 08.5”
—Pensé que la mataría en el instante en que pusiera mis ojos en ella.
Su voz descendió aún más, volviéndose más siniestra e inquietante que antes. Me hizo sentir incómoda. ¿Qué le iba a hacer a una bebé indefensa?
—O eso había planeado. Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 08”
—¡Ah, no, eso no es para comer, princesa! —exclamó Elene en voz alta. Abrí mucho los ojos.
¡Dios! ¡Qué susto me diste! ¿A qué vienen esos gritos? ¿Te mataría hablar en voz baja? Ni siquiera intentaba comerlo. ¡Solo intentaba averiguar qué era con la boca! Un «Está sucio, princesa», dicho con suavidad, habría bastado. Me sobresaltaste con tus gritos. Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 07”
—¿Fuiste tú el que hizo llorar tan ferozmente a mi hija?
A pesar de ser mi padre, cada vez que venía a visitarme, algo bastante frecuente, no podía evitar chasquear la lengua, admirando cuán atractivo era. este bastardo. Sin embargo, esos momentos solo ocurrían en mi habitación y la única compañía que tenía era Serira, así que pienso que quizás sea la razón del porqué actúa así…
—¿Por qué no respondes? Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 06”
—¿Ariadna? —preguntó en voz alta, visiblemente sorprendida por lo que acababa de oír.
No es que quisiera culparla; podía entender cómo se sentía en ese momento. Ella era distinta; Su ropa era demasiado sencilla para ser una cuidadora real. Ahora, cuando digo sencilla, estoy siendo generosa. De hecho, si alguien la llamara pobre, no tendría nada que decir para defenderla. Quiero decir, sé que odia los lujos innecesarios, pero siento que se esfuerza demasiado por aparentar ser alguien decente, llegando al punto de lucir simple. En realidad, esa ropa solo sirve para disminuir su belleza. Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 05”
Eres un loco bastardo… Realmente no sé qué decir sobre esto. ¿Qué pasa con este chico? Es muy aterrador. De todas las cosas, ¿me pide que llore? Estoy sin palabras ante esta increíble petición.
—¡Buaa!
Este patético bastardo. Está loco, ¿de verdad te mueres de ganas por verme llorar? Bien, lloré porque me pediste que lo hiciera. Seguí leyendo “La hija del Emperador – Capítulo 04”