Bebé tirana – Capítulo 19: Este país está condenado

Traducido por Den

Editado por Yonile


Esteban había estado manteniendo desesperadamente la distancia con Mabel durante los últimos días, temeroso de que las cosas empeoraran entre ellos si se acercaba a ella. Tras presenciar lo bien que se lo pasaba sin él, le resultaba más fácil controlar su ansia.

Casi la abrazo en ese momento.

Aunque había estado a punto de perder la calma tras su repentino encuentro con Mabel, Esteban había logrado evitarla sin incidentes.

—Lo ha hecho bien, Su Majestad —le felicitó Gustav—. Muy bien.

—Te bajaré el su…

—Creo que me he dejado algo en el despacho.

Antes de que pudiera terminar de hablar, Gustav ya se había dado a la fuga.

Como ya no podía visitar a Mabel a sus anchas, Esteban se dedicaba a planear su coronación. Se había hecho cargo personalmente del evento tras quedar insatisfecho con las recomendaciones que había recibido.

No puedo permitir que arruinen la coronación de mi hija.

Además, había recibido informes diarios sobre la vida de Mabel a lo largo del último mes.

«Hoy la princesa visitó a la deidad guardiana cerca de la entrada del Bosque del Norte. Después de la cena, le encantó el postre de pudín.»

«Hoy la princesa estuvo con la deidad guardiana junto a la entrada del jardín. Lloró porque se le cayó el helado.»

«Hoy la princesa se cayó y lloró.»

Ese último informe lo alarmó tanto que casi sale corriendo a comprobar cómo estaba Mabel.

De cualquier manera, los preparativos para la coronación iban sobre ruedas y trabajaría duro para asegurarse de que así siguiera siendo.

♦ ♦ ♦

Por fin llegó el día.

Al alba, Mabel seguía viajando por el país de los sueños, ajena por completo de que muy, muy pronto se convertiría en emperador.

Mientras Esteban se preparaba para lo que se avecinaba, recordó lo que su hijo le había dicho tiempo atrás.

Padre, creo que Mabel es un genio —comentó de la nada—. Puede entender todo lo que digo e incluso mantener una conversación.

¿Una conversación?

Sí, responde rápido y habla mucho mejor que un bebé de su edad.

Después de que Oscar le contara aquello, Esteban advirtió a los sirvientes cercanos a Mabel que mantuvieran la boca cerrada respecto a las habilidades de la princesa.

Acabemos con esto mientras duerme.

De repente, otro fragmento de lo que Oscar había dicho irrumpió en su mente.

Parece que Mabel no quiere ser emperador.

En cualquier caso, ¿qué sabía un bebé de poco más de un año? Esteban no creía que los dos meses que habían transcurrido desde su primer cumpleaños fueran a suponer ninguna diferencia para que comprendiera la importancia de su decisión.

Bien, es hora de convertirla en emperador.

De todos modos no era más que un título. Él se encargaría de todo el trabajo de siempre.

Seguro de que todo iría según lo planeado, Esteban llevó a Mabel al Salón del Sol, donde tendría lugar la coronación… mientras dormía.

♦ ♦ ♦

¿Eh? El suelo tiembla…

Por lo general el suelo no temblaría así a menos que se tratara de un terremoto, así que lo descarté como un sueño. Ignoré los temblores y dejé que la somnolencia se apoderara de mí.

Qué difícil fue quitarme a Min de la cabe…

Mabel se quedó dormida antes de siquiera poder terminar la frase. Cuando se despertó, su entorno se había vuelto un tanto ruidoso.

—Gardenia… coronada… emperador…

—¿Hm…?

¿Qué?

Una escena inesperada se desarrollaba ante mi visión aún borrosa. Parpadeé y me di cuenta de que estaba sentada en un trono pequeño con la ropa con la que me había ido a dormir. Arrodillada ante mí había una multitud, más grande que la estuvo presente en mi fiesta de cumpleaños.

Al principio pensé que todo lo que veía, desde la muchedumbre hasta el solemne y serio ambiente, formaba parte de algún sueño muy elaborado. Pero no lo era. Todo esto era demasiado real para ser un sueño.

¿Qué está pasando?

Todavía medio dormida, con la mente aletargada, no podía descifrar lo que estaba pasando.

Al levantar la cabeza, me encontré cara a cara con alguien que no había visto en mucho tiempo.

El emperador…

En realidad esta era la primera vez que lo veía desde el día en que me ignoró. Me esperaba lo peor después de aquel incidente, sobre todo cuando no me visitó ni una sola vez. Mi padre de mi vida pasada empezó a pegarme cuando ya era lo suficientemente mayor como para entender sus palabras. Aunque el emperador me odiara, pensé que las cosas seguirían yendo bien, ya que no me pegaba. Así pues, ¿por qué me alegraba tanto de verlo ahora?

Es como si lo hubiera echado de menos…

Había transcurrido casi un mes. Se le marcaba más la mandíbula afilada que antes. Después de contemplarlo durante unos segundos más, recobré el sentido.

—Hup.

No tenía tiempo para lo que sea que fuera esto. Escaneé con rapidez mis alrededores y vi que todos los presentes eran nobles, incluso estaba Oscar. El gran salón estaba decorado con adornos extravagantes que colgaban del techo y de las paredes. El emperador, con una apariencia igual de extravagante, vestido con un traje nuevo, estaba de pie frente a una mesa pequeña sobre la cual descansaba una corona. Teniendo todo esto en cuenta, junto con el anuncio pronunciado durante mi cumpleaños, llegué a la única conclusión posible.

Este… ¡Este emperador!

¡Ahora mismo se estaba celebrando la ceremonia de coronación! Es más, se acercaba a su fin. Mientras dormía, habían agilizado el procedimiento.

¿Cómo es posible? ¡No deberían estar celebrando una ceremonia así cuando la protagonista no está presente de verdad…!

De momento no parecía que el emperador se hubiera dado cuenta de que estaba despierta.

—Emperador Esteban Nis Ermano, si aprueba este ascenso al trono, coloque la corona sobre la cabeza de su sucesor.

El emperador cogió la corona, que parecía ser la pieza final de todo este enrevesado proceso.

Sucesor, ¡y una m****a!

Salté con toda la fuerza que mis piernas de bebé podían reunir y me abalancé sobre la mesa donde yacía la corona. Respiré hondo, estiré los brazos y empujé con fuerza, tirándola. Por suerte, la mesa no era muy pesada.

Con un fuerte estruendo, la mesa cayó contra el suelo de piedra. La corona, que se salvó de la peor parte del impacto, rodó por el suelo antes de detenerse a mis pies. Sin perder un instante, la mandé volando de una patada de mis piernas cortas.

—¡No! —grité.

La corona aterrizó frente a un noble cualquiera, haciendo resonar un fuerte repiqueteo por todo el salón. Fulminé la corona con la mirada mientras resoplaba.

¿Crees que dejaré que las cosas vayan como te plazca?

No pensaba dejarme mangonear así.

—Odo emperador (Odio al emperador).

Convertirme en emperador de esta forma me obligaría a recorrer el mismo camino fundamental que en mi anterior vida; un camino que me condujo a la muerte al caer desde el tejado de mi apartamento. Aunque lamentara lo que sea que me deparara el futuro, quería arrepentirme de las decisiones que tomara por mi propio bien. En cuanto a ascender al trono, ya había tomado una decisión, la misma que Oscar. Él no quería ser el próximo emperador y yo tampoco.

Con las miradas de todos los presentes clavadas en mí, levanté la cabeza en señal de desafío.

Hmm, ¿fui demasiado lejos…?

A juzgar por sus expresiones, estaba segura de que todos pensaban lo mismo. Entonces, en medio del incómodo ambiente, alguien empezó a aplaudir.

—Qué desarrollo tan increíble. Qué talento tan asombroso.

¿Qué?

—Esa fue una patada impresionante. La corona viajó en un arco perfecto.

No puede ser…

—Incluso puede hablar. Si la princesa ya puede expresarse hasta este nivel, sin duda se convertirá en una gran gobernante.

Me estaban colmando de elogios. Sí, eso era lo último que esperaba.

Toda la energía de mis piernas se desvaneció y me caí sentada. Aun así, incluso ante esto, siguieron aplaudiendo… Esta gente era rara.

Este país está condenado. O todos se han vuelto locos o yo soy loca.

Mientras parpadeaba consternada, sentí algo encima de la cabeza.

—¿Qu’s eshto..? (¿Qué es esto…?)

Intenté comprobar qué era, pero mis brazos eran demasiado cortos, así que incliné la cabeza hacia delante y algo cayó sobre mí regazo: una corona…

Espera, ¿qué? ¡Pero si la acabo de patear…!

Volví a mirar y una vez más la corona que había pateado seguía donde había aterrizado.

¿Qué es esto…?

Una sombra se cerneó sobre mí.

—Pateaste mi corona. Esta nueva fue hecha especialmente para ti, Mabel.

—¿Qu…?

Era inesperado, por no hablar de un enorme derroche. Una ruidosa ola de felicitaciones estalló entre los nobles antes de que pudiera recuperarme de la conmoción.

—¡Larga vida al nuevo emperador!

—¡Gloria al Imperio Ermano!

A pesar de mi alocada rebelión, me había convertido en el nuevo emperador.

Qué demo… ¡No pueden rebelarse contra mi rebelión!

♦ ♦ ♦

—Veo que ha ocurrido algo interesante mientras no estaba.

El duque Javier observaba la coronación con fascinación. Era uno de los principales partidarios de la facción real, propietario del mayor mercado de Ermano y una persona de importancia política general.

Hacía poco que había regresado de su casi exilio a las regiones del sur y había descubierto que, tras el nacimiento de la princesa Mabel, la emperatriz había fallecido. Incluso él había oído hablar de lo especial que había sido el nacimiento de la princesa. Es más, sus allegados le habían informado de la búsqueda de la «Semilla de Dios» por parte de Abelardo. Tales noticias parecían ser una fuente de un conflicto menor y duradero, sin embargo…

Que el emperador esté tan obsesionado con su hija…

Se rumoreaba sobre su devoción, pero presenciarlo de primera mano avergonzaba hasta al más salvaje de ellos. Notaba cómo los ojos del emperador permanecían fijos en la princesa, tensos y listos para reaccionar al menor movimiento.

El cerebro del duque Javier trabajaba con rapidez mientras observaba la escena ante él. Su afilado sentido político e instinto emprendedor le advertían de una cosa.

Es de valor.

Esa fue la razón por la que no se opuso a la abdicación del emperador. Podría haberlo hecho, después de todo había muchas oportunidades de asegurar que el príncipe heredero conservara su derecho al trono, pero esa oportunidad solo valía tanto como lo que se ganaba con ella.

Mientras Esteban luchaba por contener las lágrimas ante el rostro de Mabel, que había crecido, el duque Javier hizo contacto visual con la princesa.

Se estremeció ante la mirada penetrante de esos ojos helados. El mensaje era claro: «si haces algo estúpido, no dejaré que te salgas con la tuya».

El duque Javier sonrió con amabilidad.

A veces, cosas así solo son un detonante y hacen que la gente haga algo aún peor.

Las comisuras de sus labios se curvaron.

♦ ♦ ♦

A la edad de un año, me convertí en emperador.

Qué ridículo, al final soy emperador.

Todo parecía irreal, incluso después de abandonar el salón y trasladarme a mis nuevos aposentos. Cuando la niñera atravesó la puerta conmigo en brazos, seguía en trance.

Cuando por fin mi cabeza se despejó, me quedé boquiabierta al ver el interior de esta habitación.

—Eñom…

Era enorme. Gigantesca.

Mi antigua habitación también era grande, pero esta… esta se pasaba.

Se podría jugar un partido de fútbol aquí.

Aun con todos los muebles extravagantes, la habitación se sentía vacía.

La niñera se apresuró a arreglar la cama y luego se volvió hacia mí.

—Dormirá aquí a partir de ahora. ¿Le gusta?

—Hm… —Dudé en responder, sin saber qué clase de respuesta era la mejor.

Para ser sincera, nunca había dormido en una habitación tan grande, por lo que no la sentía como mía, más bien era como estar en casa de otra persona.

—Su Alteza parece emocionada —exclamó Lalima.

—Lalima, cuida tus palabras. Ahora es el emperador.

—Ah, cierto.

Así como Lalima no estaba acostumbrada al nuevo título, a mí también me resultaba extraño.

E-Emperador… Qué demonios…

—UAHH.

Me agarré las dos mejillas con desesperación. Sin embargo, mi caída al abismo de la incredulidad fue interrumpida por un golpe en la puerta.

—¿Quién es? —preguntó la niñera.

—Soy Gustav.

—Vaya. —Sorprendida, se apresuró a abrir la puerta. Entonces entró el consejero más cercano del emperador, Gustav.

—Saludos, su majestad el emperador, el Sol de Ermano.

No me gustaba mucho que me llamaran emperador, así que me quedé mirando a Gustav con una expresión contrariada.

—Me llamó Gustav Druvalle y he venido a servir a Su Majestad por órdenes de su padre.

—¿Eh?

Así que no solo me había nombrado emperador en contra de mi voluntad, ¡sino que ahora también me endosaba a su consejero! Me quedé sin palabras mientras Gustav se arrodillaba a mis pies.

—Es un gran honor para mí y mi familia servir y ayudar al futuro de Ermano, Su Majestad. Haré todo lo que pueda para ayudarle a gobernar con éxito Ermano.

E-Esto es demasiado…

El ambiente era demasiado pesado para mi gusto, por lo que retrocedí. Gustav estaba tan inmerso en su discurso que no se dio cuenta.

—Aunque su padre me ha criticado por ser tonto e inútil, soy un hombre talentoso. Por tanto, la seguiré… ¿Su Majestad?

Notó que estaba detrás de la cama.

—¿Qué ocurre? —preguntó.

—No me gushta.

—Ja, ja, ja, ya no sirve de nada ahora.

Me quedé atónita. Mi ataque de “no me gusta” no tuvo efecto. La mayoría de las personas se quedarían destrozados, como el anterior emperador.

—Hoy solo vine para ofrecerle una breve presentación. El verdadero negocio comienza mañana, Su Majestad.

—¿N-Negoshio…? (¿Negocio…?

¿Negocio para una niña de un año?

Creí haberme confundido, pero Gustav sonrió.

—Sí, por supuesto, Su Majestad. Debe asistir a la reunión de mañana.
Allí será recibida por sus nuevos consejeros.

—¿Conejelo? (¿Consejeros?)

—Ja, ja. Nos vemos mañana.

Gustav abandonó la habitación sin importarle mi reacción, más bien parecía emocionado por alguna razón. Me sumí en mis pensamientos mientras agitaba distraída el juguete que la niñera me había dado. Mi cerebro iba tirando.

Es ridículo, pero de verdad soy el emperador.

Esta era la pura verdad. Era una pérdida de tiempo intentar negar la realidad. Contemplé la situación una infinidad de veces, pero siempre acababa llegando a la misma conclusión.

Solo es cuestión de tiempo que este país caiga.

Era un país gobernado por una niña de un año. Tal escenario era un atajo infalible hacia el Día del Juicio. Así que tomé una firme decisión.

—Biee (Está bien).

De todos modos este imperio está condenado. Así que lo arruinaré mucho antes. De esa manera, no podrán mantenerme en el trono.

Apreté mis diminutos puños.

¡Mi próximo plan es forzar mi propio destronamiento!


Den
Para que se hagan una idea de cómo es el duque Javier, aquí tienen una ilustración del personaje que aparece en la novela

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