Bebé tirana – Capítulo 32: ¡Me jaré cago de Aidah!

Traducido por Den

Editado por Yonile


¡No!

Angustiada por completo, agarré el brazo de Lissandro y lo sacudí con fuerza.

—L-Lissandro, ¿poh qué eztá atao ashí? ¡Ez dololoso! (L-Lissandro, ¿por qué está atado así? ¡Es doloroso!)

—Ah… eh. Majestad, ¡es peligroso!

Preso del pánico, Xavier se apresuró a abrazarme con fuerza contra su pecho. Estar en el aire no me impidió agarrar a Lissandro por el cuello de la camisa, y ahora que mis manos lo rodeaban con firmeza, le di unas buenas sacudidas. Él se limitó a darme palmaditas en la cabeza y a agarrarse del cuello de la camisa, con lo que puso fin a mi ataque.

—No puedo dejarlo libre sin el limitador, Majestad.

—Tú eles inhoomano. ¡Lissanduro ez el demonio! (Tú eres inhumano. ¡Lissandro es el demonio!)

—Pero si ni siquiera fui yo…

Por mucho que lo intentara, ya no oía sus protestas.

El Demonio de Deblin no debe ser provocado.

La escena de un hombre siendo lanzado hacia atrás sin que nadie lo tocara seguía vívida en mi mente. Estaba segura de que el siguiente soldado que lo hubiera agarrado habría muerto allí mismo si yo no hubiera intervenido. El chico era una amenaza así de seria. Sin embargo, dado que había aprobado su asilo en Ermano, era mejor seguir con la zanahoria que pasar al palo [1]. Mi plan original consistía en sonsacarle poco a poco sus verdaderas intenciones.

Pero ¡esto está mal!

Era razonable haberlo encarcelado, teniendo en cuenta lo que había hecho en nuestras fronteras. Obviamente, tampoco esperaba que lo trataran de maravilla, pero encadenar al chico contra una pared en esta habitación fría y húmeda era demasiado.

¿Está enfadado? Debe estar enfadado… ¿Qué pasaría si de repente cambiara de opinión y atacara a Ermano?

Miré de nuevo la celda, todavía temblando. Sus ojos rojos se encontraron con los míos, era como si lo hubiera estado esperando. El Demonio de Deblin seguía con la misma expresión carente de emoción de antes, por lo que no podía entender lo que pasaba por su cabeza.

—Eh… Shento que ezté ahtao, demonio de Debulin. (Eh… Siento que estés atado, demonio de Deblin.)

Empecé con una disculpa, rezando que aliviara parte de su ira. Sin embargo, la respuesta del chico fue sorprendentemente tranquila.

—No pasa nada. No es como si me hubieran torturado o algo así.

—Poh supuéto. Eles mi invitao. (Por supuesto que no. Eres mi invitado.)

Me avergonzaba decir esas palabras dado que mi invitado estaba encadenado.

—Uf.

Aun así, suspiré aliviada ahora que parecía que no se estaba tomando este trato demasiado a pecho. Más bien, el chico estaba muy sereno, hasta el punto de que me cuestioné los rumores de que perdía el control y mataba tanto a amigos como a enemigos. Ahora mismo, estaba bastante segura de que los dos podríamos compartir una conversación civilizada.

—Qelo pleguntalte algo. (Quiero preguntarte algo.)

—Adelante. —Asintió con la cabeza.

—¿Poh qué buzcas asium? (¿Por qué buscas asilo?)

—No quiero volver a Deblin.

—¿Poh qué?

—Ya no quiero vivir bajo el control de otra persona.

Lo que significaba que hasta ahora había estado bajo el control de alguien. Aunque su mirada seguía siendo indescifrable, no parecía estar mintiendo.

Eso no significa que confíe del todo en él todavía.

—¿Qién ez esa pesona? (¿Quién es esa persona?)

—Veron Arthur Deblica —confesó con odio.

Sin embargo, lo que me dejó estupefacta fue que era el mismo nombre que Lissandro había mencionado antes sobre la magia de teletransporte.

—¿Empeado?

—Sí.

—Tonces, ¿tajiste a los sojeos y los mataste a poposito como wengancha? (Entonces, ¿trajiste a los soldados y los mataste a propósito como venganza)?”

—Sí, así es.

—Eh…

Vaya, este chico.

Me quedé completamente atónita ante su inimaginable plan. La mayoría de las personas solo pediría asilo, no fingiría un ataque para aniquilar a todo un ejército por venganza. Empezaba a parecer que elegir la zanahoria en lugar del palo era lo correcto.

Cierto, es mejor no molestarlo.

No se sabía lo que haría si le caíamos mal. Por otro lado, Xavier y Lissandro reaccionaron a la historia contada hasta ahora.

—Vaya —dijo Xavier.

—Lo sé —respondió Lissandro.

Xavier dio otro paso atrás y cuando miré por encima del hombro, noté que estaba nervioso. Quizás tenía miedo, pero debía mantenerme firme, así que le hice otra pregunta.

—Una plegunta má: ¿poh qué Elemano? (Una pregunta más: ¿por qué Ermano?)

Aunque no los conocía a todos, había muchos otros países en este continente. Puede que Ermano fuera el más fuerte de ellos, pero Deblin era su principal enemigo, así que debería haber sabido la fría bienvenida que recibiría.

—Veron odia a Esteban —respondió.

—Ahh.

Entendí su plan de inmediato.

Veron Arthur Deblica. Una vez se enterara de que el Demonio de Deblin buscó asilo aquí, la noticia lo enfadaría más que a nadie.

No sabía por qué el emperador de Deblin despreciaba al emperador regente, pero podía ver cómo el plan del demonio tenía cierto sentido a su retorcida manera.

—Habiendo matado a todas mis tropas, no tengo adónde ir. Si no me acoges…

El rostro del chico se volvió sombrío y su voz se apagó.

¿Por qué siento lástima por él cuando ha matado a miles de nuestros hombres? ¡Contrólate! No te dejes engañar por su apariencia.

Había demasiados niños demasiado encantadores para su edad por aquí. Oscar, Enrique y ahora el Demonio de Deblin. Por supuesto, Lissandro y el emperador regente también eran bastante guapos, pero ya eran adultos.

No. No. Concéntrate. Concéntrate.

Rápidamente me espabilé y me enfrenté al Demonio de Deblin. Aunque había dicho que era la última pregunta, quedaba algo sin resolver.

—¿Poh qué wengasé?

—Veron Arthur Deblica me obligó a ir a la frontera y me hizo perder el control a propósito. No quiero encontrarme una vez más en un mar de cadáveres cuando vuelva en mí. No quiero regresar.

Mi pregunta me había parecido insignificante, pero su respuesta dejaba entrever la pesada carga que soportaba.

¿Hacerle perder el control a propósito? ¿Es eso posible? Bueno, no tiene sentido cuestionarlo. Puedo comunicarme con los animales, así que ¿quién puede asegurar que no hay ninguna forma de hacer que nadie pierda el control?

Durante nuestra conversación había sonado totalmente sincero, pero aún no podía confiar del todo en él. Si de verdad se trataba de una estratagema para infiltrarse en el palacio, podría suponer un gran riesgo. Sin embargo, como era mi plan, tenía que llevarlo a cabo. Por eso decidí fingir que le creía y mantener la guardia alta al mismo tiempo.

—Mm… wien. (Mm… está bien).

—¿Me crees?

—¡Sí!

Era una gran mentira, pero era mejor hacerle creer que confiaba en él, así que me tiré de la ropa de Xavier.

—Avie.

—¿Sí, Majestad?

—Pareshe dololoso eztaá atao achí. ¿No puedes desahtalo? (Parece doloroso estar atado así. ¿No puedes desatarlo?)

—Eso no es posible —respondió Lissandro por Xavier.

Se mostró firme, no había ninguna grieta por la que yo pudiera colarme. Incluso si le molestaba, no parecía que fuera a ceder.

—Lissanduro…

—No, ya lo he dicho antes. Este hombre es un individuo peligroso, no podemos liberarlo. Por eso lo hemos encadenado con cadenas hechas de cristales de poder.

Si se usaban correctamente, los cristales de poder podían neutralizar los poderes mágicos. Por tanto, quizás eso era lo que limitaba los poderes del chico. Sin embargo, no podía ignorar esto. No importaba si le quitaban las cadenas o no, todo era puro teatro.

Tengo que hacerle creer que me preocupo por él.

Puse las manos en las caderas y hablé con osadía.

—Abela.

—No, Majestad, es demasiado peligroso.

—Abela. ¡Ez una ohdeh! (Ábrela. ¡Es una orden!)

Como era de esperar, Lissandro no siguió mis órdenes.

¿He hecho ya bastante?

Cuando estaba a punto de fingir que me rendía, la voz del Demonio de Deblin resonó en la celda.

—Estoy bien.

Fue entonces cuando algo se rompió.

Pero ¿qué…?

Los grilletes de cristal de sus brazos, que se suponía que anulaban los poderes, se rompieron en pedazos. El chico apenas se había movido. Otro estallido. Los grilletes de sus tobillos también se rompieron y cayeron al suelo. Todos en la habitación, excepto el chico, miraron los fragmentos de cristales de poder en el suelo.

¿Quién demonios es él?

Podría haberse liberado en cualquier momento, pero fue obediente y permaneció encadenado a la pared.

¿Por qué lo haría? ¿No es insultante estar atrapado de esa manera? ¿Qué le hizo soportarlo?

Indiferente a nuestras miradas atónitas, el demonio preguntó: —¿Te sientes mejor ahora?

—Eh, chí…

Su deseo de tranquilizarme superó su reticencia por liberarse.

—Majestad, tenemos que irnos ya —urgió Xavier.

—¿Ia? (Ya)?

—El emperador regente…

—Ah, okie.

Iba a ser un problema si el emperador regente nos encontraba aquí abajo. Rodeé el cuello de Xavier con el brazo y me despedí del Demonio de Deblin.

—Me voy, Demonio de Debulin.

En el momento en que intentamos darnos la vuelta, una voz suave captó mi atención.

—…Aidan.

—¿Mm?

—Puedes llamarme Aidan.

Volví a mirarle y me encontré de nuevo con sus ojos escarlatas. No podía apartar los ojos de él, estaba completamente cautivada por su mirada tranquila y a la vez intensa. Me quedé observándole con atención y luego sacudí la cabeza para salir del trance.

—Okie, Aidah.

¡Mi pronunciación es pésima!

♦ ♦ ♦

De vuelta al dormitorio, me senté tranquila y esperé a que todos se fueran. Pronto, la niñera, la última que quedaba en la habitación, también se marchó.

Bien.

Me moví con cuidado por si Lissandro, que sin duda seguía fuera de la habitación, percibía algo del interior. Me acerqué con sigilo al alféizar y, muy despacio, abrí un poco la ventana.

—Ratoncitos, venid —susurré.

Al cabo de poco, los ratones aparecieron. Nos habíamos hecho muy amigos después de que hace un tiempo les ayudara a escapar de un búho.

—Wienvenio (Welcome).

[Hola. Chillido.]

—Gan ratoncito. (Gran ratoncito.)

[Qué. Chillido.]

El ratón más grande del grupo respondió sin rodeos.

—Ve a la pwison… (Ve a la prisión…)

[No nos gustan las prisiones. Chillido.]

Se negaron en redondo antes de que pudiera terminar de hablar. Un poco nerviosa, volví a mirar a los ratones traviesos que me habían dado la espalda. Supongo que de verdad odian la idea de ir a la cárcel.

Dijeron que harían cualquier cosa por mí en cualquier momento.

Si no podía confiar en la promesa de mis amigos ratones, eso significaba que tenía que confiar en mi.

—Os dalé un poko de qezo. (Os daré un poco de queso.)

[Nos gustan las prisiones. Chillido.]

Su actitud cambió de inmediato. Todos los ratones me miraron con ojos brillantes.

A estos ratones solo les importa el queso… Suspiré ante los ratones oportunistas. Vale, los entiendo. A mí también me gusta la comida deliciosa.

Como mi petición era urgente, dejé de lado mis ridículas emociones.

—It al ondo de la pwison and vigilat al xico. (Id al fondo de la prisión y vigilad al chico.)

[¿Hombre? Chillido.]

—Ah, chi, honve. Colecto… (Ah sí, macho. Correcto…)

[¿Vigilar qué? Chillido.]

—¿Qé dice? ¿A qién vé? Coshas achí. (¿Qué dice? ¿A quién ve? Cosas así.)

[Consíguenos un queso grande. Chillido.]

—Ah, vale.

Después de actuar como si tuvieran derecho a todo el queso que quisieran, mis ratoncitos desaparecieron sin decir una palabra más.

—Me estapalon… (Me estafaron…) —Esbocé una sonrisa burlona mientras miraba por las ventanas de mi habitación. Todo dependía de que los ratones cumplieran bien su misión.

El Demonio de Deblin, o Aidan, como me había pedido que le llamara, era a quien les había dicho a los ratones que observaran. No confiaba del todo en él y ellos eran mi seguro en caso de que fuera algún tipo de espía. Si lo era, lo más probable era que tuviera algún método para contactar con Deblin.

—Eztoy peocupada… (Estoy preocupada…)

—¿Sobre qué, Mabel?

Mis ojos se abrieron de par en par ante la inesperada pero familiar voz que venía de atrás.

—¡Chiik! —chillé. [2]

—¿Chiik?

Mierda.

Me tapé la boca con las dos manos. De tanto oír chillar a los ratones, yo misma había soltado uno sin querer. El emperador regente no me observaba con ojos preocupados, lo que me hizo retroceder.

No lo vio todo, ¿verdad?

Sería un incordio que descubriera mi habilidad para comunicarme con los animales, sobre todo después de haber hecho todo lo posible por mantener mi poder en secreto.

Como guardé silencio, el emperador regente habló primero.

—He oído que hoy has bajado a la prisión subterránea.

—Chi. —Asentí con la cabeza.

—Por suerte, no pasó nada, pero eso fue peligroso, Mabel. Podrías salir herida si el Demonio de Deblin pierde el control de nuevo.

Por lo general, armaba un escándalo, gritando algo así como: «¡Mabel! ¿Estás bien? ¡¿Estás herida?!» Pero ahora su voz era suave. No estaba acostumbrada a este tipo de regañina suave, por lo que no sabía qué responder.

—Prométeme que no volverás a bajar a la prisión subterránea, Mabel.

El emperador regente me miró con seriedad. Me estremecí un poco, pero no asentí con la cabeza.

—No —respondí.

No podía hacer lo que él quería. Sus ojos temblaron ante mi negativa.

—¿Por qué…?

—Lo pwomesa. Con Aidah.

—¿Aidah?

—Aidah ez mi invitao. (Aidan es mi invitado.)

Yo estaba a cargo de su asilo aquí, no el emperador regente.

—¡Achí que me jaré cago de Aidah! (¡Así que haré cargo de Aidan!)

Los ojos del emperador regente se abrieron como platos.

Me pareció que vaciló durante una fracción de segundo, ¿me equivoqué?

Ladeé la cabeza.

¿Por qué parece tan conmocionado?


[1] El palo y la zanahoria: se trata de una expresión con dos significados. En este caso, hablamos de utilizar recompensas (la zanahoria) y castigos (el palo) para incentivar el comportamiento positivo y negativo, respectivamente. Es mediante estímulos positivos, recompensas (la zanahoria), que Mabel quiere sacarle información al Demonio de Deblin. Su intención no es usar estrategias negativas, como tenerlo encerrado o encadenado, porque no quiere provocarlo.

[2] Esto no supe cómo reflejarlo bien en la traducción más que con el verbo ‘chillar’ y la onomatopeya de un ratón («chiii chiii» o «chiik chiik»). El ruido que hacen los ratones cada vez que hablan es un chillido, traducido en inglés como squeak. Como explica Mabel, de tanto oír a los ratones, ella acaba soltando también un chillido, un squeak en inglés. Como comprenderán, traducir el diálogo de Mabel como ‘chillido’ sería un calco del inglés y una técnica incorrecta de traducción. Por eso me decanté por este cambio. Espero que quedara bien 🙂

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