Traducido por Den
Editado por Sakuya
Cuando entré a Kalome, una voz me dio la bienvenida y, al mismo tiempo, escuché ajetreo en la parte trasera.
No era inusual, pero algo andaba mal. Hoy tenía una cita con el diseñador con el que trabajaba, sin embargo, no apareció. En cambio, el propietario me saludó sonriendo, pero tras el tono de voz tranquilo, había un atisbo de nerviosismo, que me molestaba.
Miré a mi alrededor, pero nada parecía fuera de lo normal. Justo cuando creía que se trataba de mi imaginación, oí el débil relincho de un caballo.
¿Hmm?
Me era familiar, así que me giré y miré por la ventana. Sin embargo, Roberto, el diseñador, se apresuró a bloquearme la vista.
—¡Señora, bienvenida! Lamento muchísimo no haberme reunido con usted a la hora prevista —se disculpó mientras se interponía en mi camino y me impedía ver al caballo que pasaba. Actuaba muy extraño.
—No te preocupes, sé que estás ocupado.
—Gracias al apoyo de la señora, nuestra clientela ha aumentado —se rio nervioso—. Le estamos muy agradecidos. —Me llevó a la habitación privada habitual y me abrió la puerta.
Me le quedé mirando. ¿No quería que viera al jinete del caballo?
No obstante, si no oí mal, estoy segura de que ese caballo es…
—Si estás ocupado, puedo volver en otro momento —dije.
—No, en absoluto —negó, agitando la mano—. Es la única cita que me queda hoy.
Ciertamente, a Roberto no le gustaba concertar demasiadas citas, porque un artista como él solía perder la noción del tiempo cuando se sumergía en su trabajo. Así que, en otras palabras, el cliente antes que yo no había hecho ninguna reserva. Por eso estaba tan nervioso.
Me senté en el sofá, pensativa. Hacía mucho tiempo que no tenía problemas. Mi marido era un alto cargo, así que las personas que me rodeaban se ocupaban de las pequeñas cosas rápidamente y sin que yo lo supiera. A menos que se tratara de algo serio, no había necesidad de que Volker y yo nos involucráramos.
Hay un olor… que me resulta familiar.
Un inesperado cliente, los nervios de Roberto, la atmosfera tensa de la tienda y el caballo.
—¿Le gusta, señora?
Levanté la mirada cuando se acercó. Al otro lado de la mesa, Roberto parecía ansioso.
Mientras estaba sumida en mis pensamientos, me enseñó un nuevo accesorio. Estudié el broche en silencio, por lo que eso lo puso inquieto.
—Es posible…
—Creo que le quedaría bien, señora —comentó. No era un adulador, por lo que confiaba en él.
—¿Qué clase de joya le sugeriste a mi marido?
—¿Qué?
Me incliné hacia adelante.
—A veces cuido del caballo de mi marido, por lo que lo conozco muy bien. Ese caballo, que no querías que viera, sin duda era el de él. Cuando se enteró de que venía, se fue a toda prisa, ¿por qué? ¿Lo sabes, Roberto?
—¡Por favor, perdóneme, señora Fredericka! —exclamó arrepentido. Al notar su expresión, me di cuenta de lo maleducada que estaba siendo.
Este era un problema entre Volker y yo. Roberto solo hacía su trabajo; debía mantener la confidencialidad.
Necesitaba mantener la calma, así que respiré hondo y me disculpé con él: —Lo siento, me puse sentimental.
—No, señora, yo también lo lamento. —Se llevó las manos al pecho, aliviado.
Me levanté para retirarme y Roberto me abrió la puerta. Cuando estaba a punto de salir, escuché las voces de unas empleadas que, al parecer, estaban limpiando la habitación de al lado.
—Ah, el general de la Guardia Real es increíble.
—¡Aaah, es un hombre muy bueno! Pero dijo que no se lo contara a su esposa, ¿a quién se lo quiere entregar?
—Crees que se trata de… ¿una aventura?
Estaban tan absortas en los chismes que ni siquiera bajaban el volumen de sus voces.
Roberto se puso azul y parecía estar a punto de desmayarse.
—Roberto, ¿te encuentras bien?
Estaba preocupada por él.
♦ ♦ ♦
Volví a casa y, como siempre, Marie, Xavier y los demás me recibieron. Intenté actuar con normalidad, pero no podía engañar la intuición salvaje de Marie ni los años de experiencia de Xavier.
—¿Sucede algo, señorita?
—¿Está relacionado con el maestro? ¿Nos preparamos para castigarlo? —preguntó.
—¡Espera! Parad el carro, vosotros dos.
Al final, les conté lo que había ocurrido.
—Eso está mal…
—Necesita ser castigado.
Ambos estaban ansiosos por condenar a Volker, apretando los puños. No quería contárselos, porque supuse que resultaría así.
—De todas formas, hablaré con él esta noche, así que tranquilizaos los dos.
♦ ♦ ♦
A veces, cuando la gente que te rodea se entusiasma, los implicados se quedan atrás. Pero ni siquiera yo he podido librarme de mis dudas.
Recibimos una carta de Volker informando que llegaría tarde a casa, así que cené y me bañé. Marie se retiró después de ayudarme a secarme el pelo. Me senté en la cama, intentando leer. Pero no podía sacarme ese tema de la cabeza y no podía concentrarme en la lectura.
—Creo que me iré a dormir… —Cerré el libro y miré hacia la ventana. Entonces escuché el relincho de un caballo, como en Kalome, y no pude evitar reírme.
Me levanté de la cama, me puse la bata y bajé al vestíbulo donde Volker le entregaba su abrigo a Xavier.
—Bienvenido a casa.
—Siento llegar tarde, Fredericka. ¿Por qué no te has ido a dormir?
Los brazos que me abrazaban eran los mismos de siempre, pero quizás no era la única que conocía esta calidez. Cuando lo pensé, la neblina negra en mi corazón amenazaba con filtrarse cada vez que respiraba. Así que contuve el aliento.
—¿Hueles algo?
—No, nada. Solo quiero hablar contigo de una cosa —dije, sonriendo levemente al notar la mirada penetrante de Xavier en la espalda de Volker.
Volker asintió y me besó la mejilla.
—Primero me bañaré. Espérame en el dormitorio.
Aunque le dije que no me molestaba el olor, ¿sigue preocupado?
—Señora, parece estar más preocupado por el olor que por lo que quiere hablar con él. ¿Está tratando de deshacerse del olor de otra mujer? —murmuró Xavier detrás de mí cuando nos separamos frente al dormitorio.
—¡Ah, no olía así! ¡Huele bien como siempre!
Entré rápido a la habitación, pero Xavier seguía sospechando.
—Señora, si consiente a un hombre, puede volverse caprichoso. Es mejor apretar las riendas desde el principio —me aconsejó.
¿Por qué Xavier, que ha servido a Volker toda su vida, no estaba siendo la voz de la razón?
♦ ♦ ♦
—¿De qué querías hablar?
Volker se bañó rápido y apareció en el dormitorio con el pelo todavía mojado. Pensé que se sumergiría en el agua caliente y se bañaría con calma, pero terminó rápido porque lo había estado esperando toda la noche sin dormir.
—Sigue mojado. Si no te secas bien, te vas a resfriar.
—Está bien… ¿De qué querías hablar? —insistió. Cuando intenté secarle el cabello con una toalla, se encogió de hombros como si le hiciera cosquillas. Al final, se quedó en silencio mientras lo hacía.
Por un momento, dudé en hablar, porque temía que mi momento feliz con Volker desapareciera. Aun así, quería saber la verdad.
—Fuiste a Kalome hoy, ¿cierto?
Sentí que mi corazón se congelaba cuando se mostró claramente preocupado.
Las palabras de esas mujeres en Kalome resonaron en mi cabeza
«Que no se lo contara a su esposa».
«¿A quién se lo entregará?»
«¡Una aventura!»
Mi visión se nubló y me aferré a su camisa. ¿De verdad me estaba engañando? ¿Siente algo por alguien más…?
—Fredericka, ¿estás bien? —Oí su voz en la distancia.
Estaba a su lado, agarrando su camisa, sin embargo, no lo sentía así. Pero debía preguntarle.
Volker, si te gusta otra persona…, debo retirarme.
Volker era demasiado amable, por lo que estaba segura de que no quería lastimarme. Sin embargo, haría esperar a la otra persona.
Ay, mi corazón está a punto de romperse. No quiero ni hablar de esto…
—Volker, ¿ya no me amas…? —Me temblaba la voz, pero logré decirlo mientras una lágrima brotaba de mi ojo izquierdo. Cuando la sentí en mi mejilla, pensé que parecía como si tratara de ganarme su simpatía. Pero no pude retener mis lágrimas que brotaban sin cesar.
—¿Qué? ¿Frede…?
—Pero yo te quiero mucho, Volker…
—¿Fredericka?
—¿No me amas? ¡No! —Creí que podría decírselo con calma, pero me dejé llevar por mis emociones y lloré como un bebé.
Atónito, me agarró por los hombros con firmeza.
—Te amo, Fredericka, ¡más que a nadie ni a nada en el mundo!
—¿Eh? —Mi dolor cesó—. ¿Me amas?
—Por supuesto. ¿Cómo puedes dudar de mis sentimientos?
—Porque…
Volker me abrazó, confundido. Su calidez me alivió, aunque todavía tenía hipo por el llanto.
—No importa lo que digan… Aunque ya no me ames, ¡nunca te dejaré ir! —declaró.
—Volker…
Me conmovió su devoción. Pero pude oír unas voces atónitas detrás de nosotros.
—Si su esposa lo odia, por favor, ríndase y váyase.
—Maestro, me asusta un poco… Eso es… obsesivo…
Me volví y me encontré con Xavier y Marie espiando por la puerta.
—Quería mantenerlo oculto porque te lo estaba preparando en secreto y quería sorprenderte —explicó un poco sonrojado. Luego se dirigió a su chaqueta y sacó una caja de Kalome refinada. Lo puso sobre la mesa.
Me resultaba familiar.
—¿Por qué tuvo que elegir la tienda que más frecuenta su esposa para darle un regalo? —dijo Xavier.
Tenía razón. No se habría armado tanto alboroto si él no hubiera ido a Kalome. Además, habría logrado sorprenderme.
—Lo sé, pero Kalome conoce los gustos de Fredericka. Me sentí mal por Roberto, que tuvo que mantenerlo en secreto, pero confío en sus habilidades.
Abrió la caja frente a mí. Dentro había un collar con pequeñas esmeraldas.
—Vaya, qué elegante.
—Recordé que cuando te estaba cortejando, pensé que un collar así te quedaría bien. Así que se lo comenté a Roberto para que lo hiciera.
Sacó el collar y me lo puso.
—Sí, te queda bien.
—¡Es muy lindo! —Marie jadeó.
—Gracias, Volker —sonreí y lo abracé. Me devolvió el abrazo.
♦ ♦ ♦
Después de que esos dos se fueran, nos metimos en la cama.
—Me precipité… Qué vergüenza.
Volker se rio, luego estiró la mano y sacó otra caja de Kalome, un poco más grande y gruesa que la anterior. Se aclaró la garganta.
—¿Y esto?
—Es algo que hace juego con el collar.
Abrí la caja emocionada. Había algo similar al collar de antes, solo que mucho más voluminoso.
—¿Qué pasa con esto?
—¿Me dejas ponértelo?
Me sentí un poco inquieta ante su tono inquietante, pero no pude negarme. Porque lo había hecho para mí. Al verme asentir, Volker sonríe ampliamente y me pide que me quite la ropa.
¿Hmm? ¿Qué?
—Definitivamente te queda bien.
—¿Qué? ¡Espera un momento, Volker!
Más tarde me enteré de que era una cadena corporal; un artículo para atrapar el corazón de un hombre. Era algo… increíble… En realidad… no niego que… abrió una nueva puerta…
Sin embargo, durante un tiempo me dio vergüenza ir a Kalome.