Contrato con un vampiro – Capítulo 13: Las lágrimas de un conejito solitario

Traducido por Herijo

Editado por Ayanami


Yayoi ha muerto.

Un grupo de vecinos vestidos de negro entraron a la residencia Saito se encontraba en medio del aguacero. Azuza se paró fuera de la casa con los ojos llenos de sufrimiento. Mirando la palma de su mano sin soltar su pequeña sombrilla roja. Una pila de tréboles de cuatro hojas descansaba sobre su mano. Los apretó con la cara retorciéndose de dolor, pero sin derramar una sola lágrima de sus jóvenes ojos, ocasionalmente, los adultos iban al patio trasero para observarla, y ella saludaba a cada uno de ellos con una sonrisa valiente.

Kyouya solo podía observarla de lejos, mientras caía la lluvia sobre él

Días después, el día que había seleccionado para secuestrar a Azuza había llegado. Pero Kyouya no tenía el impulso de llevarlo a cabo. Tal vez, porque se había involucrado demasiado con el objetivo. No quería hacer algo que hiriera aún más a la joven chica cuya cara estaba llena de soledad y pérdida.

Aún no había reportado su descubrimiento, como estaban las cosas, podría desaparecer de su vida y decirle a Akashy que no la había encontrado, pero ¿qué ocurriría después? Vampiros de la Asamblea Azul podrían venir a secuestrarla. En ese caso, aún sería más seguro para ella permanecer con la Asamblea Roja.

—Señor…

Kyouya estaba sentado en la banca del parque meditando sobre esas cosas, cuando una pequeña voz lo sacó de sus pensamientos. Volteó para ver a Azuza parado frente a él, ella estaba sonriendo.

—Lo siento por romper mi promesa con usted. Vine para decirle eso.

— ¿Te encuentras bien? —Esas palabras salieron de su boca, antes de que pudiera evitarlo.

Azuza pensó cuidadosamente en sus palabras antes de responder en un tono que había perdido parte de su energía usual —Sabe todo ¿no es así? …Mami se convirtió en una estrella y está cuidándome desde los cielos, ¡así que tengo que vivir alegremente por ella!

— ¿De verdad?

Todas las veces que los adultos trataban de reconfortarla, repetía la misma oración. Creía que debía permanecer fuerte por el bien de su madre, forzando a lo imposible a su pequeño ser como resultado.

—Lloré cuando mi madre murió…creo que dejé qie mis sentimientos tomarán el control y perdí de vista mis alrededores. Eres sorprendente por mantenerte tranquila.

—Sí…

Kyouya recordó los días posteriores a la muerte de su madre. Sucedió antes de su despertar como vampiro, hace mucho tiempo, pero aun recordaba cada detalle vívidamente. Sabía del dolor de perder a un padre que te amaba.

—Pero ¿realmente existe algún punto en permanecer sorprendente en un momento como este?

—Mm-hm

—Puedes llorar ¿lo sabes?

—Mm-hm

Los hombros de Azuza temblaron, y su mirada apuntaba al suelo. Tallaba sus ojos frenéticamente, tratando de detener las lágrimas.

—No puedo. Siento que si lloro no seré capaz de ver a mami de nuevo.

Puso ambas manos sobre su rostro, como si intentara empujar desesperadamente las lágrimas de nuevo al interior. Pero empezaron a salir de las esquinas de sus ojos. Kyouya palmeó su cabeza. Eso fue suficiente. Azuza dejó caer sus manos de su rostro y comenzó a sollozar. Gota tras otra comenzaban a caer por sus mejillas. Lloró de la forma que solo los niños pueden.

Kyouya estaba realmente aliviado de que no hubiera nadie más en el parque. Por las apariencias pareciera que un adulto había hecho llorar a una niña pequeña. No lo había pensado demasiado, pero, si la persona errónea los viera esto podría hacer que fuera reportado a la policía. Después de llorar por alrededor de una hora, los ojos de Azuza estaban rojos e hinchados, pero tenía un aspecto refrescado en su rostro.

— ¿Su madre se volvió una estrella también, señor? —Azuza preguntó sentándose en la banca a su lado.

—Aún no la olvido, y me entristezco cuando la recuerdo, pero el tiempo cura la mayor parte del dolor.

— ¿Lo hará?

—Lo hará

—Ya veo —Azuza sonrió, no la sonrisa forzada con la que lo saludo, si no con una exuberante sonrisa. Él la había convencido —Realmente, es alguien amable ¿Cierto? … ¡¿Qué…?!

Su rostro se endureció cuando vio su cara — ¿Son rojos? ¿Sus ojos son rojos?

Las manos de Kyouya cubrieron sus ojos, mientras se cambiaba a la banca de enfrente para poner algo de distancia entre ellos. Sus lentes de contacto debieron caerse en algún punto y no lo había notado.

Azuza, cuya expresión permanecía rígida y sorprendida por sus ojos rojos, se acercó aún más de lo que estaban antes — ¡Son hermosos! ¡Sus ojos son muy hermosos señor!

— ¿Qué? —Kyouya fue tomado por sorpresa. Honestamente, creía que rompería en llanto debido al miedo.

Era el primer vampiro, desde sus ancestros, que tenía esos ojos rojos sin haber bebido sangre. Eran evidencia de su gran poder y su fuerte sangre vampírica. Pero, ser poseedor de esos ojos lo había convertido en el blanco de la envidia desde su nacimiento. Incluso los vampiros de su misma Asamblea despreciaban y temían sus ojos. Si los vampiros le tenían miedo, con los humanos era aún peor. La mayoría de ellos se paralizaba debido al miedo.

Naturalmente, Kyouya creía que Azuza reaccionaria de la misma manera, pero la niña frente a él lo observaba con cierto brillo en sus ojos, después de tomar un vistazo de sus ojos a través de una apertura entre sus manos.

—Ya basta

— ¡Son como gemas! ¡Sus ojos son como gemas! ¡Como rubíes!

Kyouya se preocupó por los gustos de la niña. Sus ojos siempre fueron objeto de burla, por alguna razón o por otra, pero ella era la primera en decir que parecían rubíes. Esperaba que sus gustos mejoraran cuando fuera adulta.

— ¿Lloró mucho, señor? ¿Es por eso que son tan rojos? ¿Sabía que los ojos de los conejitos son rojos porque lloran debido a la soledad? ¿Es lo que le pasó a los suyos?

—Así es… —Kyouya le siguió el cuento, inseguro de cómo explicar el color de sus ojos si lo negara

— ¿En serio?

—Sí

—Mis ojos se han vuelto un poco rojos también, así que me pregunto si se convertirán como los suyos si lloro más —Azuza sacó un espejo de mano de sus bolsillos para revisar sus ojos inyectados de sangre.

Kyouya se encontraba extrañamente sorprendido de que una niña de cuatro años cargará un espejo de mano con ella, esa parte la hacía similar a las demás niñas.

—No lo recomendaría

— ¿No tuvo un papi, señor?

—No lo tuve…

Para ser preciso, tenía a Akashy, pero, desde que era pequeño, ha interactuado más con él como el patriarca que como padre. Akashy visitaría a la madre de Kyouya, una de sus muchas concubinas, una vez al mes. Su relación estaba lejos de ser la de un padre con su hijo.

— ¡Debió ser eso! ¡Debió sentirse solo! Buen chico, buen chico.

Kyouya se congeló, inseguro de qué hacer con la niña de cuatro años que de pronto comenzó a palmear su cabeza.

—Yo pienso que mis ojos se habrían puesto rojo brillante si papi no estuviera cerca. Papi me abrazó por horas después de la muerte de mami. ¡Mis ojos, definitivamente, serían tan rojos como los tuyos si papi se fuera!

— ¿No quieres separarte de tu papá?

— ¡No! ¡Creo que tendría un tiempo difícil porque mis ojos serían muy rojos si papi se fuera!

—Ya veo. Eso sería difícil.

Kyouya, finalmente, decidió lo que haría después de escuchar esa respuesta. Él no la secuestraría. Al menos, no por ahora.

Se levantó de la banca. Si planeaba lidiar con la Asamblea Azul, que eventualmente vendría por ella, necesitaba a alguien que la observara en secreto.

—Recordé que tengo algo que hacer, así que me voy a casa antes de que se haga más oscuro.

— ¡Ok! ¡Nos vemos a la próxima, señor!

—Sí…

Tal vez, no nos volvamos a encontrar nunca más. Espero que no lo hagamos. Esa esperanza lo detuvo de regresarle el saludo.

Trece años después, sus esperanzas fueron borradas cuando volvieron a reunirse.

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