Traducido por Herijo
Editado por Lucy
Azuza corrió por el pasillo después de dejar a Sukiharu y Louta detrás, entró con rapidez al salón de clases por su bolso para salir pronto del mismo. Sus compañeros trataron de hablarle, pero no tenía por qué darle importancia. ¡Después de todo Kyouya podía morir!
Su corazón latía con fuerza en su pecho, claro que su muerte era sólo asumiendo el peor escenario y no creía que ya se encontrara en ese punto aún, pero odiaba la idea de que siquiera existiera esa posibilidad. Entendía por completo la situación, pero aún así no podía evitar que el pánico la obligará a apresurarse. Corrió a toda velocidad a través de la escuela hasta que alguien la tomó del cuello de su camisa, casi haciendo que se asfixiara.
—¿A dónde vas? ¿No tienes clases por la tarde?
—¿Kyouya?
Miró sobre su hombro solo para encontrárselo parado con sus manos sobre su camisa y su usual expresión exasperada plasmada sobre su rostro. Pero en el instante que noto la expresión en el rostro de la chica, su rostro se tensó eliminando la antigua emoción.
—¿Kyouya?
—¿Fue por Sukiharu?
—¿Qué?
—¿Quién te hizo esto?
Pasó su pulgar por debajo de su ojo. No había notado que estaba llorando hasta que vio las gotas de agua en su mano. Limpio sus ojos con el borde de su blusa e intentó sonreír, pero lo único que ocasionó fue que la voz del joven bajara varios tonos más.
—¿Qué te hizo?
—¿Qué?
—Te hizo algo, ¿no es así?
—¡No! ¡todo está bien!
—¿Te dijo algo? ¿Eso te hizo llorar?
—No puedo negar que es en parte su culpa por cómo se expresó, pero él no tiene nada que ver
—¿Estás protegiéndolo?
—¡No! ¡No lo estoy! ¡Tu rostro está asustandome! Si tuviera que decir la razón, es por ti, así que no hay problema ¡No me hicieron nada, ni hice nada!
—¿Soy yo la causa? ¿Hice algo?
Su expresión se relajó un poco, aunque sus cejas aún permanecían fruncidas con confusión, pero al menos la intención asesina había desaparecido, haciendo que ella pudiera respirar con tranquilidad sabiendo que no habría mayor problema.
—Primero vayamos a casa.
—¿Qué pasará con tus clases de la tarde?
—He decidido no asistir, en cambio usaré ese tiempo para tener una conversación contigo.
—¿Es así? —asintió sin saber bien qué estaba pasando.
Azuza lo tomó del brazo y lo llevó a casa.
♦ ♦ ♦
—¿Cómo pasó esto?
Kyouya no pudo evitar el aluvión de ideas que plagaban su mente. Suspiro al ver a la chica sentada sobre su estómago mientras pasaba un cúter por su muñeca.
—Decide, ¿prefieres que te haga beber mi sangre por la fuerza o lo tomaras por tu propia voluntad?
Se encontraban en la habitación de él, tirados en el suelo; sucedió tan pronto como pasaron por la puerta.
—Me disculpo por tirarte, pero no es algo que debería pasar con facilidad incluso si te tacleo, eso solo demuestra que necesitas sangre, ¿no es así?
—No te incumbe
—En otras palabras, si la necesitas…
—Estoy bien.
Su respuesta fue una clara afirmación de que necesitaba más sangre, pero su actitud gritaba que no quería su ayuda, lo que la enfureció.
—¿Qué parte de ti está bien, ¿eh? ¡He escuchado todo sobre cómo morirás si sigues sin suficiente sangre! ¡En esencia, estás encaminado hacia tu tumba! —gritó.
—Todavía estoy bien. Pensaré en qué hacer si empeora más que esto. Por ahora, quítate de encima —dijo él.
—¡¿Todavía?! ¡¿Qué quieres decir con TODAVÍA?! ¡En otras palabras, estás admitiendo que podrías morir en el futuro! ¡No me moveré! ¡No hasta que prometas beber mi sangre! ¡Ahora, por favor, toma tu decisión! ¿Debo cortar mi muñeca y forzar mi sangre en tu garganta o te decidirás a beber de mí por tu cuenta? Si tu cuerpo sigue negándose a beber sangre, lo forzaré hasta que no puedas vomitarla. ¡Por favor, avísame si necesitas ese tipo de ayuda! —exclamó Azuza.
Kyouya suspiró tan fuerte como para que ella lo escuchara. Sus ojos rojos parecían temblar mientras la miraba.
—No entiendo tu desesperación —dijo él.
—¡Es obvio es porque no quiero que mueras! —respondió.
—He logrado arreglármelas hasta ahora. Debería solucionarse por sí mismo con el tiempo —agregó.
— ¡Existe la posibilidad de que no lo superes esta vez! —replicó ella.
—Incluso si eso sucediera, no tiene nada que ver contigo. Podrías cambiar a Ichy como tú contratista.
—¡Sí tiene que ver conmigo! ¡Estaré triste si mueres, Kyouya! ¡Lloraré! ¡Mis ojos se pondrán rojo brillante por todas las lágrimas! ¿Sabías que los ojos de los conejos son rojos porque han llorado mucho por estar solos? —afirmó.
Él la miró sorprendido. Sonrió con ironía y murmuró para sí mismo:
—Nunca cambiarás… ¿Te sentirás sola si muero? — preguntó en voz alta para que ella lo escuchara.
—¡Por supuesto que me sentiré sola y triste si la persona que quiero muere! Ah, um, ¡me refiero a que te quiero como a un amigo! —dijo de repente, volviéndose roja y negando su propia declaración.
Él comenzó a reír. Se cubrió la boca con la mano, pero no pudo ocultar su sonrisa y la alegría en sus ojos. Azuza golpeó enojada su pecho.
—¡Kyouya!
—Lo siento, lo siento. ¿Por eso estabas llorando? — se disculpó como si no lo dijera en serio y le preguntó con un tono mucho más suave.
—Esa es sin duda una de las razones, pero me mortifica que no confíes en mí cuando estás en tan mal estado… Siempre me estás salvando, pero aún no he podido devolverte el favor ni una sola vez. Además, yo soy la razón por la que necesitas sangre con tanta desesperación, ¿verdad? Puede que hayamos hecho un contrato para vigilarme, pero hemos hecho un contrato y aun así no confías en mí cuando las cosas son críticas. Empecé a pensar que de verdad soy inútil… —dijo con voz baja apartando su rostro de él.
—¿Estabas pensando todo eso? — preguntó sorprendido.
Ella asintió. Kyouya acarició su mejilla con suavidad para calmar su enfado. Las lágrimas llenaron sus ojos.
—Tus ojos se hincharán si los frotas demasiado —aconsejó, agarrando su brazo. Sus ojos se encontraron con su mirada ofendida, lo que le arrancó una media sonrisa—. Lo siento.
— ¡Deberías hacerlo!
—De verdad lo siento.
—No necesitaríamos a la policía si las disculpas solucionaran todos los problemas.
—Perdóname.
—No lo haré.
— ¿Qué debo hacer para que me perdones? —preguntó Kyouya.
Ella frunció los labios aún más, como si dijera: “¿Aún no lo entiendes?”. No había nada aterrador en ser mirado con ojos hinchados, pero Kyouya se mordió la lengua para no decir lo que seguro la enfurecería aún más, y esperó a que ella hablara en su lugar.
—Quiero que confíes más en mí.
Su voz bajó a un susurro casi inaudible mientras apartaba la cara de él. Él puso ambas manos en su rostro y lo giró hacia él.
—¿Me permitirás beber tu sangre?
—No.
—Por favor, déjame beber—suplicó.
—¿Qué, no tienes un bartender que conozcas?
—Déjame beber tu sangre.
—Está bien, adelante —dijo con una sonrisa feliz. Su sonrisa contagiosa también hizo sonreír a Kyouya.
—Guarda el cúter. Lo beberé a mi manera.
—¿Puedes beber por tu cuenta? —preguntó con preocupación.
El hecho de que su trauma pasado le impidiera beber sangre la mayor parte de su vida le preocupaba. Contrario a su malestar, él revolvió con brusquedad el cabello de su cabeza con una sonrisa satisfecha.
—Creo que estoy bien cuando se trata de ti y si no encontraré qué hacer si resulta que no funciona.
—¿Está bien abordar una tarea tan importante de manera tan descuidada?
—Me las arreglaré. Ven aquí.
Extendió ambas manos hacia Azuza y le hizo un gesto como si estuviera esperando que se acercara a sus brazos.
En otras palabras, ¿me está invitando a su abrazo? ¿Que vaya hacia él? Se puso roja como un tomate al pensar en entrar en el abrazo del vampiro.
—¡Creo que eso terminará en un abrazo incómodo! ¡Estoy pesada! ¡He subido de peso en el último tiempo!
—No te preocupes. Tu peso no es nada para mí. ¿No vienes?
—¿No estás actuando de manera extraña? ¿Eres del tipo que dice esas cosas?
—Buena pregunta. Estoy bastante sorprendido yo mismo… ¿Entonces no vendrás a mí?
—¡Lo dijiste de nuevo! ¡Imposible! ¡No va a pasar! ¡Moriré de vergüenza!
—¿Lo hacemos al revés entonces?
La habitación dio un giro. Para cuando se dio cuenta, estaba mirando el techo. Un par de ojos rojo rubí estaban justo frente a su cara. Ya era demasiado tarde cuando comprendió la posición en la que se encontraba: sus labios ya estaban en su cuello. Agarró un puñado de su camisa y apretó los ojos cerrados en anticipación del impacto. Percibiendo su miedo, él le susurró con dulzura al oído.
—¿Quieres parar? Tienes miedo, ¿verdad?
Ella abrió los ojos para encontrarse con sus ojos brillantes y media sonrisa. Acarició con suavidad su cabeza con la mano derecha mientras acariciaba su espalda con la izquierda.
—También tenías miedo la última vez. ¿Quieres guardarlo para otra ocasión? No me pasará nada malo. No en un futuro cercano.
Se refería a cuando se quedó dormida por accidente en su habitación. La había empujado hacia abajo en el sofá de la misma manera que ahora. Solo ahora recordando, sus mejillas ya enrojecidas se volvieron aún más calientes. Sacudió la cabeza con energía.
—No tengo miedo, ¡solo estoy avergonzada! Además, odio el dolor… Estaré bien, así que, por favor, continúa.
—¿Quieres morderme entonces? No puedo hacer nada por tu vergüenza, pero ¿no ayudará esto a aliviar un poco el dolor? —sugirió, señalando su cuello. Y luego enterró su rostro en su cuello—. Muerde si te duele, ¿de acuerdo? —susurró junto a su oído.
Su voz fue seguida por el sonido de la piel siendo perforada.