Contrato con un vampiro – Capítulo 56: La última invitación

Traducido por Herijo

Editado por Tsunai


La campana que anunciaba la pausa del almuerzo sonó. Azuza tomó su comida y subió las escaleras que conducían a la azotea, donde Sukiharu y Youta solían esperarla.

El día que decidieron pactar una tregua con Sukiharu, él aceptó con una única condición: que Azuza almorzara con él todos los días. Kyouya se opuso tajantemente a la idea, pero Subaru intervino añadiendo una cláusula —no podía obligar a Azuza si ella no quería, y su tiempo juntos estaría vigilado—, lo que permitió sellar la tregua bajo términos aceptables. Desde entonces, compartir el almuerzo con Sukiharu y Youta se convirtió en un ritual diario. Si Azuza era honesta consigo misma, ya no le quedaba ni una pizca de miedo hacia él.

Al llegar a la cima de las escaleras, divisó la figura conocida al otro lado de la puerta abierta de la azotea.

—Perdón por la espera… Oh, ¿dónde está Youta?

—¿No te enteraste? Pronto será su ceremonia de mayoría de edad, así que se fue temprano a casa para prepararse. Estaba muy emocionado porque el Patriarca estará presente.

—Ya veo. ¿Entonces solo estaremos tú y yo para almorzar?

—Oh, ¿qué es esto? ¿Finalmente te has dado cuenta de mis encantos?

—No, solo me preguntaba si debería saltarme el almuerzo de hoy para no tener que lidiar con un Kyouya enfadado después.

—No se te puede persuadir, ¿verdad? —dijo Sukiharu con una expresión entre fingida y resignada.

Azuza se sentó a su lado, riendo, mientras abría su fiambrera. Sukiharu inclinó la cabeza asombrado.

—¿Alguien te ha dicho alguna vez que te falta precaución, Azuza?

—¿Hm? ¿Por qué? ¿Debería preocuparme?

—No lo sé… Es raro que sea yo quien diga esto, pero tú misma admitiste que hoy estamos solos. ¿Estás bien con eso? Me preparé mentalmente para almorzar solo conmigo mismo…

A pesar de haber compartido muchos almuerzos con Sukiharu y Youta, Azuza nunca había estado a solas con él durante uno. Él lo sabía. Sabía que la había asustado más de una vez. Y Azuza también había notado sus intentos —torpes, pero genuinos— de evitar quedarse a solas con ella. Incluso la presencia diaria de Youta era, en parte, obra suya.

—¿Qué? ¡Oh no! ¿Estás planeando hacer algo malo conmigo?— bromeó Azuza. Vio el pánico pasar por el rostro de Sukiharu y pensó que le daba un aspecto nuevo.

—¡Claro que no! ¡No lo haría! No quiero hacerte nada que te moleste. Bueno, eso puede sonar vacío viniendo del tipo que te secuestró.

—Sin embargo, sabes que lo que hiciste estuvo mal, ¿verdad? —dijo Azuza, sonriendo con suavidad —Sé que no volverás a hacerme daño.

Miró a Sukiharu a los ojos. Él se quedó sin palabras.

Era la primera vez que lo veía así: desconcertado. Junto con el pánico que había mostrado antes, Azuza sintió que estaba descubriendo un lado nuevo de él. Era extraño ver a Sukiharu —siempre distante, siempre con esa sonrisa calculada —mostrando algo más. Algo real.

Su actitud lo decía todo: se arrepentía. Desde hacía un tiempo, su trato con ella era más considerado, más suave. Ya no usaba el sarcasmo para menospreciarla, y aunque su personalidad reservada no había cambiado, sus comentarios cínicos ahora venían acompañados de una nota de sinceridad. Su relación con Kyouya y Subaru seguía igual de tensa, pero al menos con Azuza, se notaba el esfuerzo.

—Youta me regañó. Dijo: “No sé qué hiciste, pero considerando lo enfadado que está Kyouya, probablemente tú eres el culpable, ¿no? Azuza te odiará si no muestras verdadero arrepentimiento”. Y luego añadió, “¡Los hombres que no pueden ser amables con las chicas son la escoria de esta Tierra!”, con una sonrisa.

—Vaya, parece que eres débil cuando se trata de Youta, ¿eh?

—Aparentemente, somos amigos. Supuse que no me haría daño seguir su consejo —respondió Sukiharu, apartando tímidamente la mirada. El leve rubor en la parte trasera de sus orejas no pasó desapercibido para Azuza, que no pudo contener la risa.

Pero al momento siguiente, su expresión cambió. Se volvió seria.

—Para ser sincero… ahora creo que te hice algo terrible. Pero, incluso si pudiera volver atrás, creo que habría tomado la misma decisión. Estaba desesperado.

—¿Tu límite de tiempo era de tres años? —preguntó Azuza con cautela.

Sukiharu negó lentamente con la cabeza.

—La razón que te di antes… fue una mentira. Es cierto que pensé que, al beber tu sangre, tal vez podría extender mi cordura un poco más. Pero no iba a salvarme. Beber tu sangre no iba a cambiar la que produce mi cuerpo. No iba a hacerme Antiguo. Ni humano. Y tampoco iba a encontrar la forma de alterar eso con investigación… no en tres años, sin recursos, sin apoyo. Incluso si me dejabas estudiarte, era imposible.

—¿De verdad? Entonces, ¿por qué…?

—No me asusta convertirme en un monstruo de rango F. Ni siquiera me asusta morir. Lo que sí detesto es la idea de que el Akaoni me eliminen cuando pierda el control. Si llega ese momento, tengo la intención de acabar yo mismo con mi vida.

»Verás, Azuza… eras tú a quien quería. La única persona en este mundo con circunstancias como las mías. Eres mi única conexión con algo que no sea desesperación. Sé que nuestra relación es débil, casi inexistente. Solo fuimos dos sujetos creados en el mismo experimento. Pero aún así… quería formar un vínculo contigo. Quería que fuéramos familia, aunque no compartamos la sangre.

—Sukiharu…

—Oye, Azuza… Sé que lo que hice estuvo mal, pero no me arrepiento —dijo Sukiharu con una sonrisa, y esta vez parecía verdaderamente feliz—. ¿Cómo podría arrepentirme, si gracias a eso puedo hablar contigo ahora? Me pregunto si, para alguien que no nos conociera, pareceríamos hermanos.

Azuza sintió que algo le apretaba el pecho. Sukiharu acababa de hacerle ver lo afortunada que era.

Ambos habían nacido del mismo experimento, creados en un laboratorio para algún propósito vampírico retorcido. Pero ella había tenido una madre y un padre. Había crecido en un hogar. Tenía una familia que la amaba. Tenía recuerdos felices.

Sukiharu, en cambio, no tenía a nadie. Sin familia que lo quisiera, sin amigos con quienes reír o llorar, sin un maestro que lo guiara. Estaba completamente solo. Tal vez por eso, incluso con una conexión tan débil como la suya, había acabado encariñándose con Azuza. Porque deseaba desesperadamente pertenecer a algo. A alguien.

Sin pensarlo más, Azuza dejó a un lado su fiambrera y lo abrazó suavemente. Se acercó y rodeó con los brazos su espalda, hundiendo el rostro contra su hombro. Aspiró el tenue aroma de su jabón.

—¿Azuza?

—Vamos a convertirnos en familia, Sukiharu. Si estás de acuerdo conmigo, seré tu familia.

Sukiharu se tensó en su abrazo. Ella acarició suavemente la parte posterior de su cabeza para aliviar su tensión.

—¿Compasión?

—Podría serlo. Pero en este momento, creo que no me importaría convertirme en tu familia.

—¿Eres una idiota? Te hice cosas horribles. De verdad, no tienes ni una pizca de precaución.

—Eso me lo dicen seguido. Pero bueno, tuvimos una pelea de hermanos bastante escandalosa, ¿no crees?

—Idiota…

—Quiero que te disculpes con Kyouya y los demás. Estoy bien, porque somos hermanos.

—No me importa disculparme contigo por lo que hice. Pero con ese tipo… no quiero. No siento que le haya hecho nada malo.

—Qué lástima. Por favor, hazlo por mí. Somos familia, así que escúchame.

—Eres estúpida.

—¿Lo soy?

—Sí —asintió Sukiharu con un susurro—. Gracias.

Azuza soltó sus brazos.

—Ahora puedes llamarme Hermana Mayor Azuza.

—¿Tú eres la mayor? Aunque no pareces muy confiable.

—¿Y qué tiene de malo? ¡Siempre quise un hermanito!

Rieron juntos. De repente, lágrimas brotaron de los ojos de Sukiharu.

—Qué extraño… Estoy tan feliz. Quiero mantener la compostura y, aun así, aquí estoy, llorando… —se secó las lágrimas, sonriendo como si acabara de recibir algo valioso—. Soy un tipo afortunado, tengo amigos… y una hermana.

—Sí.

—Entonces, como tu hermano… esta es la última vez.

—¿La última vez de qué?

Sukiharu parecía feliz, pero sus ojos se estrecharon lentamente.

—La última vez que te invito, Azuza. Deja esta ciudad conmigo. Llevemos a tu padre y escapemos. No hay necesidad de que te conviertas en su conejillo de indias. Si te preocupa ser perseguida, yo me encargaré de todos por ti. Así que… ¿no tomarás mi mano, Azuza?

—Sukiharu… —Azuza negó suavemente con la cabeza y se alejó apenas un paso. Permanecer cerca de él era, en sí mismo, su forma de demostrarle confianza.

»Verás, soy una idiota. Ya me he acostumbrado a vivir aquí. Creo que no estaría tan mal que las cosas siguieran así. Claro, si algún día intentan vivisecarme, me horrorizaré y huiré lo más rápido posible. Pero Ichy, Subaru y Kyouya… no creo que me hagan algo así.

—Realmente eres una idiota…

—También lo creo. Además, tal vez, si nos quedamos aquí, encontremos una forma de salvarte, ¿no? No tienes que preocuparte por mí.

—¿Cómo no preocuparme? Mi hermanita está en serios problemas.

—Idiota.

—¡Oye! ¡Decirme “idiota” cada vez que puedes es muy cruel! Además, soy la contratista de Kyouya. ¿No sería un problema si desaparezco de repente? —añadió Azuza con una sonrisa ligera.

Sukiharu le acarició la cabeza con una expresión irónica.

—Nada bueno le espera a un hermanito con una hermana mayor tan idiota… —Así que… abandona la idea de escapar conmigo.

—Está bien.

Un poco después, sonó la campana que anunciaba el final del almuerzo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido