Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 15: Un paso más cerca (5)

Traducido por Melin Ithil

Editado por Lugiia


Los registros para que nunca nadie más se atreva a ignorar a Raynard. Cuando esto, y el hecho de que es talentoso, fuera de conocimiento público, nadie lo volvería a despreciar como hizo la señora Lauren.

No solo cambiarían su trato por la influencia de la familia Carthia, sino también por el valor de Raynard con la diosa.

—Ahora entiendo por qué no hay registros sobre los ojos rojos —murmuró Dave mientras cerraba el libro, después de confirmar que esa era toda la información que poseía.

Yurina asintió al concordar con sus palabras. Había buscado entre una gran variedad de libros antiguos, siempre preguntándose por qué no había ningún registro, pero ahora la pregunta estaba resuelta.

—Borraron deliberadamente los registros.

—Eso parece. La existencia de los «Beatus» ha servido como un pilar espiritual para el reino de Dennyk durante mucho tiempo, por lo que habría sido desfavorable para el Imperio.

Era algo común en los libros de historia. Siempre son escritos y distribuidos por el lado ganador y, en este caso, el vencedor era el continente donde vivía Yurina, el Imperio Xenosian.

El Imperio, que había estado expandiendo su territorio a través de repetidas guerras, habría pisoteado a fondo a los descendientes de las tierras conquistadas para que no pudieran hacer un esfuerzo por recuperar el país.

Si los «Beatus» de verdad sirvieron como pilar espiritual para el reino de Dennyk, tal y como dice el libro, era natural que los registros hayan sido borrados por completo por los descendientes de ese reino, para que la verdad sobre aquellos con ojos rojos no fuera conocida.

La razón por la que todavía existía un registro en este libro antiguo podría deberse al hecho de que era difícil descifrar completamente su contenido.

Sería casi imposible descubrir estos registros a menos que la persona estuviera buscando un libro antiguo que coincidiera con hechos que conoce de antemano, así como Yurina, quien ya sabía la verdad de los ojos de Raynard por la novela.

Tal vez, debido a los rumores difundidos por enemigos maliciosos, la existencia de los ojos rojos sobrevivió con el paso del tiempo.

Yurina se levantó de su asiento, frotando su hombro y mirando el libro que había leído durante casi dos semanas. Mientras tanto, Dave volvió a abrir el libro y estaba escribiendo algo en un pergamino.

—Dave, ¿qué está haciendo?

—Es una historia interesante, así que me gustaría investigar más. También me pareció una buena idea adjuntar este mensaje a la Academia cuando envíe la carta de recomendación para el joven Raynard.

—Sí, eso sería de gran ayuda —respondió Yurina mientras dejaba el laboratorio, pensando que eso facilitaría un poco la admisión. Además, con el permiso de Dave, se llevó consigo el libro con la historia de los «Beatus».

Pero ¿cómo se enteró el marqués de Defrom de esto?, pensó Yurina mientras caminaba por el pasillo con pasos rápidos para informar a Raynard de la noticia lo antes posible. Aunque fuera un mago, ¿cómo supo la verdad que fue ocultada en lo más profundo de este libro?

No logro comprender de verdad cómo lo supo…

Negó con la cabeza y sacudió sus pensamientos por un momento. Aunque no recordaba qué había pasado en el libro, no le pasaba por la mente preguntarle directamente al marqués de Defrom.

Era una pérdida de tiempo tener preguntas en su cabeza que nunca serán respondidas.

Organizando sus pensamientos, abrió la puerta del salón. Dentro de esa sala, iluminada por la luz de las velas, vio a Raynard copiando un libro de cuentos con una expresión seria.

—Ray, ¿qué estás haciendo?

Él, que ni siquiera pudo oír el sonido de la puerta porque estaba profundamente concentrado, levantó la cabeza. Tan pronto como la vio, relajó su expresión con el ceño fruncido y sonrió.

—Estaba haciendo mi tarea.

—¿Todo este tiempo? ¿No te tomaste un descanso?

—Tengo que copiar todo este libro de cuentos para mañana. Descansaré después de esto.

—¿En serio? Incluso sin mí, trabajas duro.

—Por supuesto. Mira, ¡ya he escrito bastante! —exclamó mientras mostraba con orgullo el papel que había copiado. Yurina se echó a reír mientras observaba lo que había escrito.

—Tu escritura ha mejorado mucho.

Todavía lucía torcida, como si lo hubiera escrito un niño de cinco años aprendiendo a escribir, pero las líneas estaban mucho más organizadas ahora, a diferencia de la última vez que lo vio. Solo eso podría decirle lo duro que trabajó.

—¿Verdad? Trabajé muy duro. Mira, incluso tengo callos aquí.

Como un niño orgulloso ante su madre, Raynard le mostró su mano. Tal y como dijo, había callos sobresaliendo de la parte donde se colocaba la pluma.

—Es verdad, veo que trabajaste duro. ¿No duele?

—¿Cómo podría dolerme esto?

—¿De verdad?

—Sí.

Yurina frotó suavemente el dedo y se sentó a su lado.

—Ray, mientras tú trabajabas duro, yo también trabajé duro para encontrar esto.

—¿Qué cosa?

—La historia sobre tus ojos rojos. Te lo dije, ¿no? Son los ojos de aquellos bendecidos por la diosa. Aquí está escrito. Las personas que tienen los mismos ojos que tú se llaman «Beatus» —exclamó Yurina mientras alzaba reflexivamente su voz por la emoción y abría el libro en sus brazos.

Sin embargo, contrario a la expectativa de que sería feliz, la reacción del niño fue algo sombría. Mientras seguía practicando su escritura, echó solo un pequeño vistazo al libro abierto ante sus ojos.

—¿Qué sucede con tu reacción? —preguntó ella estremeciéndose un poco, después de ver que él volvía su mirada a la hoja.

—¿De qué hablas?

—¿No estás feliz?

—Bueno, no estoy seguro. ¿Debería ser feliz? —Inconscientemente, mordió la punta de la pluma y miró fijamente el libro que le había traído—. No es que haga una diferencia.

—¿Por qué no haría una diferencia? Dave adjuntará este material a la carta de recomendación a la Academia. Una vez que esto se sepa, la gente nunca volverá a ignorarte.

Era una historia que podría cambiar su vida. No, era seguro que la cambiaría. Para que eso fuera una realidad, ella había estado luchando por encontrar este registro.

Sin embargo, Raynard solo continuaba copiando el cuento de hadas con una expresión indiferente.

No debería ser así.

Yurina sintió como si todo su cuerpo estuviera perdiendo energía.

—Por cierto —exclamó Raynard levantando la cabeza, tras haber estado en silencio mientras recibía aquella mirada de Yurina—, ¿volverás a clase?

—¿Eh?

Yurina no podía entender cómo eso era relevante, así que ladeó la cabeza. Raynard, al verla así, frunció el ceño con fuerza.

—Encontraste los registros que buscabas. Entonces, ¿dejarás de saltarte las clases y las verás nuevamente conmigo?

—Ah, ¿de verdad te referías a eso? Hmm, ¿qué debería hacer?

Ella cerró el libro y lo pensó por un momento. La clase de Raynard era muy básica, por lo que no tenía sentido asistir. Hasta ahora, solo había participado en clases, en las que ni siquiera encajaba su nivel, para tranquilizarlo porque estaba ansioso.

Sin embargo, en esa clase, lo único que hacía era sentarse a su lado mientras escuchaba a medias a la institutriz. Si no fuera por él, habría sido una pérdida de tiempo.

Creo que Ray ya se adaptó.

Entonces, cuando ordenó sus pensamientos para decirle que ya no necesitaba tomar clases con él, sintió una mirada punzante proveniente de Raynard.

La miraba como si fuera un cachorro esperando algo de su dueño.

—¿Seguimos asistiendo juntos…? —preguntó impulsivamente mientras le devolvía la mirada al niño.

—¡Sí! ¡Hagámoslo!

Asintió con un rostro más animado que cuando escuchó la historia de los «Beatus» y luego comenzó a practicar su escritura nuevamente.

Aunque Yurina pensaba que su escritura había mejorado un poco, aun así Raynard se esforzó más en su práctica como si tuviera energía de sobra en su mano.

♦ ♦ ♦

El verano del Imperio, con cuatro estaciones distintas, era bastante caluroso. Raynard, que había pasado el verano vistiendo ropas cortas y delgadas, bajó la mirada con resentimiento hacia la ropa que ahora vestía: formal y ajustada a su medida.

—Hace tanto calor, ¿tengo que usarlo? ¿Por qué tengo que vestir con tanta ropa sofocante? Nadie me verá.

—Yo te veré —respondió Yurina naturalmente.

—No me importa si tú me miras —resopló Raynard. Era un comentario que podría malinterpretarse, pero solo lo dijo porque no veía la necesidad de usar tanta ropa formal frente a ella—. Hace mucho calor.

Se levantó de su escritorio, caminó un poco y se dejó caer en el sofá. Sus brazos colgaban sin vida a ambos lados, como si fueran las alas de un pájaro queriendo protestar.

—Al inicio me gritaste que ni siquiera podía tocar tu ropa y nadie podía verte, así que ¿por qué no te importa ahora?

—No es lo mismo. En ese momento, iba a darme un baño, pero tú trataste de entrar. Ahora solo necesito quitarme el chaleco…, ¿verdad? —Cuando Yurina negó con la cabeza, eligiendo no darle permiso, él hundió su rostro en el sofá y murmuró—: Hace calor…

Ella seguía sin decir nada. Raynard distorsionó su expresión y la miró a los ojos. El rostro del niño, que hasta hace un momento era blanco, se puso rojo de repente.

Hace mucho calor.

Era comprensible que sintiera calor. Hasta los momentos había estado vistiendo con tela fina en verano, pero ahora estaba usando camisa y pantalones largos con muchas decoraciones.

Además, aunque ya era lo suficientemente sofocante, estaba usando un chaleco.

Aun así, Raynard estaba aprendiendo modales, así que pensó que tenía que soportarlo, pero entonces, en ese momento, Yurina finalmente asintió y le dio su permiso. Se sintió orgullosa de que haya podido soportarlo hasta que le diera permiso de quitarse el chaleco, incluso cuando estuvo quejándose de que hacía calor.

—Creo que finalmente podré vivir —exclamó el niño, quitándose el chaleco con rapidez y sentándose frente al hielo en la mesa. Era el hielo insoluble que Dave hizo con magia para ellos que estaban cansados ​​del calor.

El aire ahí era más frío que el del resto de la mansión, así que siempre que hacía demasiado calor, él se acercaba tanto que se convertía en uno con hielo y jadeaba como un perrito acalorado.

Incluso ahora, cayó con una de sus mejillas sobre la mesa y disfrutó de la energía fría que emanaba del hielo. Luego, le dirigió su mirada a Yurina.

—¿No tienes calor? Tu cara está completamente roja.

—No hace calor.

—Mentira, llevas más ropa que yo. ¿Cómo no puedes tener calor?

—No hace tanto calor.

Aunque dijo aquello, en efecto, hacía mucho calor, pero ella actuaba madura pese a la temperatura.

La ropa que estaba usando ahora era más gruesa y pesada que la ropa que llevaba Raynard. Pretender ser una dama de la nobleza era muy difícil.

Recordó con entusiasmo sus mangas cortas, sus pantaloncillos y el viento del aire acondicionado que era lo suficientemente frío como para lastimar sus huesos en su viejo mundo.

Raynard la observó limpiarse el sudor con un pañuelo, levantó el abanico sobre la mesa y le dirigió un poco del aire. Aunque no era demasiado, parecía que el ambiente a su alrededor se volvía cada vez más frío.

Yurina le sonrió sin darse cuenta. Él se acercó a ella y se sentó a su lado. Aunque acababa de decir hace un rato que tenía calor, parecía no recordar ninguna de sus quejas.

—¿Yurina?

—¿Sí?

—En un día como este, lo mejor es nadar en el río.

—¿En un río?

—Sí. En mi ciudad natal, todos iban al río en un día caluroso. Era genial, nadaban y jugaban bajo la sombra de de un gran árbol.

—¿Entonces quieres ir a jugar?

—No, bueno, no necesariamente.

Después de hablar con tanto entusiasmo, se encogió de hombros, deprimido.

Ella lo miró y entrecerró los ojos.

—¿No es porque no quieres estudiar?

—¡No es así! —gritó Raynard como si lo hubiera apuñalado. Se encontró con la mirada sospechosa de Yurina, por lo que comenzó a murmurar—: Es que hace calor, no puedo concentrarme. Es difícil sostener la pluma debido al sudor en mis manos. Además, mi maestra se ve agotada…

Era una larga lista, pero, en resumen, estaba diciendo que no quería asistir a la clase.

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