Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 14: Un paso más cerca (4)

Traducido por Melin Ithil

Editado por Lugiia


No hubo ninguna risa como pensó que escucharía, ni burlas por haber hablado de su pesadilla. Yurina se sintió un poco conmocionada con aquel toque palmeando su hombro, cuestionándose si realmente ese niño la estaba consolando en ese momento.

—¿No lo encuentras gracioso?

—¿Por qué sería gracioso?

—Por tener miedo de un sueño.

—¿Qué hay con eso? —preguntó Raynard, sin entender, mientras fruncía el ceño hasta el punto en el que realmente no pudo más, provocando arrugas en el puente de su nariz.

De alguna manera, Yurina sintió que la estaba regañando con esa expresión, así que encogió su cuerpo de forma involuntaria.

Se sentía muy confundida, quizás porque parecía que todas sus preocupaciones ocultas se habían mostrado tan fácilmente frente a él.

—Lo que da miedo, da miedo. Al igual que tú, yo también tengo miedo de morir, así que comprendo que te sientas atemorizada al haber visto al mismo hombre de tu sueño —murmuró, enterrando su rostro en el hombro de Yurina—. Pero, aun así, me siento incómodo, así que creo que será mejor que no te reúnas con él en el futuro.

Su voz sonaba un poco rígida. Sin embargo, ella estaba más preocupada por lo que decía que por su tono. No era la gran cosa, pero sintió que recibió la respuesta a su ansiedad.

Pensándolo bien, no hay nada que temer.

Como si se encendiera una bombilla en su cabeza, pudo ver la respuesta. No importaba que fueran amantes en la novela, si ella no le prestaba atención esta vez, era un problema menos.

Tal y como había dicho Raynard, si no se encontraba con Curtis de ahora en adelante y no le daba su corazón, no habría oportunidad de convertirse en amantes.

Entonces, naturalmente, no tendría que luchar contra Lydia por la posición de princesa heredera. Además, «Charion», quien fue encontrado por la protagonista en la historia original y a quien le dio su corazón, ahora estaba a su lado, por lo que no moriría por su mano.

Quizá es algo bueno que me haya dado cuenta justo ahora.

Con una mirada más relajada, despeinó el cabello del niño. Él, que tenía el cabello como un nido de pájaro, se encontró con los ojos de Yurina y sonrió.

—¿Estas mejor?

—Ajam…

—Gracias a Dios —respondió Raynard con un suspiro de alivio, frotando su rostro contra el hombro de Yurina.

Ella empujó su cabeza para que se incorporara, diciendo que era pesada, pero él la abrazó, fingiendo no haberla escuchado, y continuó frotando sus mejillas contra su hombro.

♦ ♦ ♦

Raynard trató de resistir la constante caída de sus párpados.

Sin embargo, hay cosas que no se pueden hacer solo con esfuerzo, así que no importaba cuánto intentara abrir los ojos, seguían cerrándose. La voz de la institutriz, que leía con entusiasmo el libro delante de él, se desvaneció gradualmente.

¡No puedo dormirme!

Raynard sacudió la cabeza rápidamente y golpeó su mejilla con ambas manos.

Cuando se escuchó el golpe en el pequeño salón, la institutriz, que estaba leyendo letra por letra, cerró el libro.

—Parece agotado, ¿le gustaría tomar un descanso?

Pese a que se rumoreaba que era estricta, era bastante amable con el joven Raynard ya que era un estudiante muy aplicado.

—Gracias… Hmm.

Raynard rápidamente bajó la cabeza y tapó su boca con ambas manos para evitar mostrar la desagradable apariencia de bostezar.

En el pasado, habría abierto la boca sin importar si había alguien mirando o no, pero ahora era diferente. Sabía que la cortesía hacia la otra persona comienza incluso con los asuntos más triviales.

Además de eso, no se recostaba frente a los ojos de nadie, no hacía ningún ruido al comer y podía escribir su propio nombre.

Si bien Yurina era más joven, la escritura de Raynard aún se veía torcida en comparación con la de ella, pero era suficiente para reconocer lo que escribió a simple vista.

Estos eran los cambios que se produjeron en él con un mes de haber llegado a la mansión. Esta vida habría sido desconocida para él si ella no lo hubiera traído.

La institutriz salió de la sala, diciendo que tenía algo que hacer, para que Raynard pudiera relajarse. Una vez estuvo solo, cayó sobre la mesa.

Aunque era un escritorio duro, le era posible quedarse dormido como si estuviera acostado en una cama blanda. Bostezando en voz alta de nuevo, se secó las lágrimas de los ojos.

Tengo mucho sueño.

A diferencia de la vida en el orfanato, donde solía dormir cuando quería dormir y jugar cuando quería jugar, la vida en la mansión era regular.

Le era difícil vivir una vida rutinaria y se cansaba porque pasaba su día a día tratando de seguir el ritmo de unos estudios que jamás había aprendido. No era fatiga física sino mental.

—Comer cosas dulces lo ayudará a aclarar un poco su mente.

Raynard rápidamente se incorporó al escuchar una persona a sus espaldas. La doncella, Betsy, sonrió y puso una taza de chocolate caliente sobre la mesa.

Él murmuró un agradecimiento por haber tenido cuidado de no tocar su cuerpo con su mano.

—No se preocupe, es mi trabajo.

Betsy, quien tenía poco más de veinte años, sonrió mientras miraba al niño. Sorprendentemente, le recordaba a su hermano de ocho años que había dejado en su ciudad natal.

Ni el color de su cabello, de sus ojos o la personalidad se parecía a él. Era su pequeño rostro lo que hacía aparecer un destello frente a sus ojos de su hermano diciéndole que no quería que se apartara de su lado.

Debido a eso, incluso si no era la petición de su señorita, ella quería seguir adelante y cuidar un poco más del joven Raynard.

Al principio, reaccionaba con sensibilidad incluso a los favores más pequeños, pero comenzó a abrirse poco a poco a ella y a los empleados de la mansión, haciéndola sentir orgullosa.

—Gracias por el aperitivo.

Raynard levantó la comisura de sus labios mientras miraba a Betsy con torpeza y levantó la taza con ambas manos. Era bastante sensible para distinguir entre los que le favorecían y los que no.

Cuando llegó por primera vez a la mansión, no se dio cuenta porque estaba alerta, pero los empleados lo trataron con cuidado, sin ninguna señal de disgusto.

Incluso la joven frente a él siempre le sonreía y lo cuidaba, prestando especial atención de no hacer nada que no le gustara. Era, por mucho, diferente a la señora Lauren, quien le expresó su disgusto desde el primer momento.

La señora Lauren…

Al pensar en alguien que no le gustaba, de repente se sintió mal. Bebió rápidamente el chocolate caliente y volvió su atención a Betsy para tratar de aliviar su estado de ánimo melancólico.

—Por cierto, ¿dónde está Yurina?

—La señorita fue a ver a Dave —respondió Betsy, mirando el asiento vacío a un costado del niño.

—¿Es así?

—¿Se siente solo sin ella por aquí?

—No se trata de eso… —dijo de inmediato mientras tragaba rápidamente el chocolate caliente que se había enfriado.

Betsy se rió en voz alta una vez más, luego se despidió y salió de la habitación.

Raynard suspiró mientras dejaba la taza terminada sobre la mesa. Incluso si trataba de no hacerlo, su mirada seguía dirigiéndose hacia el asiento vacío a su lado.

Le había dicho que no a la doncella, pero era un hecho que se sentía solitario.

¿Por qué diablos no llegas?

Como él solía sentirse incómodo cerca de los extraños, Yurina tomaba sus clases al mismo tiempo por consideración a Raynard. Sin embargo, le había dicho que tenía que encontrar el registro sobre sus ojos y estaría ausente algunos días…. Pero el tiempo que lo dejaba por irse con Dave se volvió más frecuente y ya ni siquiera asistía a sus clases.

Incluso si no estuviera investigando, ya no tenía que tomar clases con Raynard porque se había acostumbrado al ambiente. Aun así, no pudo evitar sentirse un poco decepcionado con Yurina.

Aunque sabía que la investigación que hacía era por él, no podía evitar sentirse mal al respecto.

No me importa que no encuentre esos registros, así que ¿por qué sigues intentándolo?

Le gustaba más tomar la clase juntos porque, ahora mismo, no necesitaba realmente saber la autenticidad del rumor sobre la bendición en sus ojos, necesitaba a Yurina, quien cuidó de él cuando fue lastimado por la señora Lauren.

Me gustan tus ojos, Ray.

Incluso si todos en el mundo lo acusaban de estar maldito y lo señalaban, no le importaría siempre y cuando ella dijera que le gustan sus ojos.

Mientras pensaba en Yurina, quien le miró a los ojos y sonrió, sintió una picazón por alguna razón, haciendo que se rascara el ardor en su cuello.

—Ahora, ¿continuamos con la lección?

La institutriz, habiendo regresado, se sentó al otro lado de la mesa.

Él bajó su mano de su cuello irritado y agarró la pluma.

Tengo que esforzarme más.

Todo para demostrarle a Yurina que tomaba clases mientras se abstenía de caer por el sueño y practicaba la escritura lo suficientemente fuerte como para lastimarse los dedos y las muñecas. Se prometió trabajar más duro, aunque ella no estaba allí.

Sin embargo, continúo sintiéndose vacío sin ella a su lado.

♦ ♦ ♦

Yurina, quien estaba ansiosa buscando los registros mientras Raynard estudiaba mucho, comparó con calma un viejo libro en sus manos y las palabras que le había escrito Dave. En ese momento, contuvo las ganas de gritar.

Lo encontré.

Aunque el escrito parecía ser el correcto, decidió cerciorarse comparándolo letra por letra con sus dedos. No podía interpretar tal cuál la oración, pero había encontrado una palabra antigua que correspondía a la de «ojos rojos».

Rápidamente sostuvo el viejo libro en sus brazos y corrió al laboratorio de Dave.

—¿Señorita?

Dave se sorprendió ante el sonido de la puerta que se abría, despertándose.

Ella hizo una reverencia, recuperó el aliento y luego levantó la cabeza.

—¡Dave, Dave! —exclamó, colocando el viejo libro en los brazos del mago incluso antes de que le preguntara si estaba bien—. ¡Por favor, interprete esto!

Él miró detenidamente la frase que estaba señalando, mientras Yurina esperaba en silencio, aguantando su respiración.

Después de leer en su mente todas las páginas con las frases que le señaló, sonrió y le cepilló el cabello con suavidad.

—Eres maravillosa, señorita.

Yurina se sintió halagada por sus cumplidos e impaciente mientras esperaba su explicación.

—¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué decía? ¿Encontraste el registro que buscaba?

Dave sujetó a la niña que agitaba su brazo, la sentó en una silla a su lado y abrió el libro. Luego, señalando con el dedo la parte que le indicó Yurina, interpretó cada palabra desde el inicio.

—Según los registros, el archimago William tenía los ojos rojos. Algunos dicen que fue maldecido y que sus ojos eran similares a los de una bestia, pero Xenon Artis, quien había estudiado a William durante mucho tiempo, insistió en que sus ojos eran la fuente de su magia. Lo dedujo basándose en el mito de la fundación del reino Dennyk, que estaba ubicado en la parte sur del Imperio antes de que se unificara por completo.

Incluso para Dave, descifrar el viejo libro no era tarea fácil, por lo que continuó explicando lentamente, con una tartamudez nada usual en él. Yurina, por otra parte, dedicó toda su atención a las palabras que salían de su boca.

—Alexandro Dennyk, el primer rey mencionado en el mito sobre la fundación del reino Dennyk, era un hombre de ojos rojos. Se hacía llamar hijo de la diosa y afirmaba que el color de sus ojos se debía a la bendición de la misma. Después de eso, Alexandro I, quien fundó el reino de Dennyk, llamo a aquellos con ojos rojos «Beatus», diciendo que recibían la bendición de la diosa y que los trataran como si fueran dioses vivientes. —Dave, después de llegar a esa oración, expresó una pequeña admiración—. Nunca había escuchado una historia como esta. Si no lo hubiera encontrado, probablemente nunca lo sabría —añadió en un tono que parecía elogiar a Yurina, pero ella solo se encogió de hombros sin mostrar algún signo de orgullo.

—Por favor, lee la siguiente parte.

—Ah, sí. —Dave ajustó sus gafas caídas, frunció el ceño y se concentró en el idioma antiguo—. Los eruditos entraron en discusión sobre si realmente eran hijos de la diosa o si lo único que derivaba de ella eran sus ojos rojos. Sin embargo, todos estuvieron de acuerdo en que Alexandro y aquellos con ojos rojos llamados «Beatus», quienes solo se encontraban en el reino de Dennyk, eran los magos más poderosos de la historia.

Yurina, quien repitió la palabra «Beatus» en su boca, frotó sus ojos y sonrió.

Realmente lo encontré.

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