Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 31: El camino hacia ti (2)

Traducido por Melin Ithil

Editado por Lugiia


—Pronto cruzaremos la frontera hacia el reino de Crohn; calculo que será mañana o pasado mañana —murmuró Dave mientras miraba por la ventana del carruaje. Aunque ya tenía alrededor de treinta y cinco años, su apariencia no había cambiado en cinco años; más bien, aparentaba tener poco más de veinte años.

Yurina a menudo se preguntaba si usaba cosméticos especialmente formulados o si era alguna especie de elfo o dragón, criaturas que solo podían encontrarse en novelas de fantasía.

—¿De verdad? ¿Cómo puedes saberlo? Solo veo llanuras.

A diferencia de la parte occidental del Imperio, donde se encontraba la extensa cordillera Texian, la parte oriental consistía en vastas llanuras. La frontera entre el reino de Crohn y el Imperio estaba formada por el río Maorun, que serpenteaba a través de las fértiles llanuras, pero no importaba cuan lejos mirara, no podía ver el río.

Dave sonrió levemente mientras Yurina fruncía el ceño al mirar la nube de polvo afuera de la ventana.

—Señorita, ¿recuerda cuando le dije en clase que la concentración de maná en Crohn es más fuerte que en el Imperio?

—Por supuesto. Dijiste que esa es una de las razones por las que el reino está mucho más avanzado en magia que el Imperio, a pesar de estar muy por detrás en otros aspectos.

—Lo recuerda bien. Al igual que el joven Raynard, usted es una estudiante diligente.

—No me halagues por eso. Es conocimiento muy básico en cuanto a sentido común mágico, ¿no es así?

Dave tenía la costumbre de tratarla como a una niña, así que Yurina lo fulminó con la mirada. A pesar de que sabía que se veía como una a sus ojos, todavía era demasiado.

Además, solía darle elogios vacíos. Tal y como ahora, la llamaba inteligente por expresar un conocimiento básico que la mayoría conocía.

Antes, se preguntaba cómo era capaz de enseñar al quisquilloso de Ray. No obstante, había deducido que su secreto eran las alabanzas.

Aun así, ya no soy una niña.

Su técnica secreta, que podría haber funcionado en Ray cuando tenía doce años, no funcionaba con ella.

Una vez más, Yurina le dirigió una mirada afilada a un Dave sonriente, y luego extendió su mano por la ventana.

—Señorita, ¡es peligroso sacar la mano así! —gritó Betsy, quien estaba bostezando junto a ella hasta hace un momento, a causa de la sorpresa.

—Está bien, Betsy, no hay peligro en sacar la mano cuando no hay árboles a la vista. Por cierto, Dave, si analizo lo de hace un momento… La concentración de maná en este lugar ha incrementado, ¿no es así?

—Tal y como pensé, si le enseño una cosa, aprende dos. Sí, así es.

—No soy una niña, por lo que no necesito ese tipo de elogio.

Dave sonrió ante sus palabras y acercó su mano hacia Yurina, pero rápidamente la retiró.

Ella ya tenía quince años. Aunque no era una adulta todavía, ya no era una pequeña de diez años a la que podía dar palmaditas en la cabeza, independientemente de la diferencia de estatus. A pesar de que aún le quedaban tres años, su apariencia ya era la de una adulta.

Yurina observó la mano de Dave con una expresión amarga y la colocó sobre su cabeza. Cuando él intentó apartarla ante la sorpresa, ella sacudió la cabeza y sonrió.

—No hay nadie mirando, Dave.

—¿Eh? Pero, señorita, hay gente presente.

—Betsy, estás de acuerdo conmigo, ¿no es cierto?

—Así es.

Yurina sonrió ante la risita de Betsy y movió la mano de Dave para frotarse el cabello.

—Dave, eres como un tío para mí. No te estoy pidiendo que me llames por mi nombre en lugar de «señorita», entonces ¿no está bien?

Dave se mordió los labios por un momento y luego movió su mano para acariciarle la cabeza.

Yurina cerró los ojos y disfrutó de la sensación; su cariñoso toque le hacía sentir mejor. Se sentía como una mascota necesitada de afecto, similar a como era Ray cuando era más joven mientras temblaba solo en la esquina. Pensó que tal vez ella misma solo necesitaba ese tipo de calidez y comodidad.

—No se puede evitar.

Cuando Senna perdió su vida y a sus seres queridos de repente y se despertó en este mundo como «Yurina», estaba asustada y sola, haciendo todo lo posible para actuar con calma. No obstante, incluso los miembros de su familia que al principio no podía aceptar, ahora se sentían como su verdadera familia. Todo debido a su amor incondicional. Y aunque tenían diferentes estatus y no estaban relacionados por sangre, Dave también se había vuelto un miembro de esa familia que le dio tanto afecto.

Y por encima de todos ellos, se encontraba…

—Oh.

Su corazón se hundió al recordar aquella dulce sonrisa sobre su rostro y la promesa de protegerla mientras unía su meñique con el suyo. Sus ojos se volvieron llorosos cuando pensó en Raynard, aquel que la había tratado con más calidez y afecto que nadie.

Rápidamente, cerró la boca mientras sentía que el anhelo en lo profundo de su corazón comenzaba a desbordarse.

—¿Señorita, sucede algo?

—No es nada.

—¿No habrá sentido mareos de repente? ¿Tiene náuseas, señorita?

Yurina negó con la cabeza hacia Dave y Betsy, quienes parecían preocupados, e inhaló profundamente una bocanada de aire. Con ello, tomó de nuevo el control de su corazón, que había estado en conflicto con sus emociones.

Nos veremos pronto de todos modos.

Volvió a sacar la mano del carruaje, pensando positivamente.

—Continuemos nuestra conversación. La concentración de maná ha ido en aumento desde que nos empezamos a acercar a la frontera, ¿no es así? Siendo así, ¿cómo eres capaz de sentirlo, Dave?

Dave suspiró aliviado ante el tono sereno de la joven y respondió:

—Si no lo siente, debería dejar de practicar magia.

—No lo siento, ¿debería haber dejado de lado mi práctica de magia?

—Si se concentra, debería de poder sentirlo.

—¿En serio? —Yurina cerró los ojos y siguió el consejo de Dave.

Reuniendo el pequeño maná dentro de su cuerpo, se centró en las yemas de sus dedos mientras sentía que la cantidad de maná ahora había aumentado en comparación con lo que podía reunir estando en la capital imperial.

Cobró impuso y cuando liberó el maná en un hechizo, una brillante esfera de luz, que era un poco más grande de la que solía conjurar en la mansión, flotó en el carruaje.

—¡Wow, señorita! Es mucho más grande de lo que usualmente le veo hacer. —La doncella aplaudió, sorprendida.

Dave asintió, satisfecho también con sus resultados.

—No es gran cosa —respondió Yurina mientras sonreía torpemente, avergonzada de cierta manera por las reacciones excesivas.

—¿Cómo se siente, señorita? Su concentración de maná se incrementó, ¿verdad?

—Así es. Mira el tamaño de la esfera de luz; no sabía que podía hacer algo tan grande.

—Y es menos agotador físicamente.

—Oh, ahora que lo pienso, tienes razón —exclamó Yurina, sorprendida gratamente al descubrir que podía respirar sin problemas. En la mansión, incluso la creación de una pequeña esfera la hacía jadear por aire.

Desearía que mi habilidad innata fuera tan buena.

Suspiró mientras observaba la esfera de luz volando a su alrededor.

Hace cinco años, cuando Raynard se fue al reino de Crohn, aunque confiaba en sus habilidades, Yurina comenzó a aprender magia.

La razón era simple: las variables inesperadas siempre podían ocurrir, por lo que era mejor estar lista para ellas. A pesar de contar con un escolta cada vez que salía de la mansión, y de poder contar con Raynard a futuro para ello una vez que se graduara, no siempre podría contar en ellos para protegerla. ¿Qué pasaría si algo les sucedía o eran tomados por sorpresa?

Debido a eso, Yurina decidió aprender a defenderse por sí misma. Ante el verdadero peligro, sus escasas habilidades serían inútiles, pero esa cantidad mínima de preparación aún podría ayudarla.

Al principio, trató de aprender a usar una daga como defensa, pero cambió a la magia a mitad de camino debido al marqués, quien le prohibió sostener un objeto tan peligroso.

Yurina estuvo de acuerdo con él, porque no importaba que tan hábil fuera, siempre habría una situación en la que se podía estar en peligro usando una daga afilada.

Al final, Yurina tenía talento para la magia, pero era bastante insignificante. Aun así, no sintió lástima por sí misma; más bien, lo encontró divertido, ya que era lo que esperaba.

No hay forma en que el autor le dé a la malvada villana un gran talento para la magia.

En este mundo, se necesitaban tres cosas para usar magia.

Primero, concentraciones de maná natural.

Segundo, tener afinidad con el maná.

Tercero, maná dentro del cuerpo del conjurador.

Aunque había diferentes niveles de concentración, el maná natural existía en todas partes, por lo que era la afinidad del maná y el maná en el cuerpo lo que determinaba el talento mágico.

La magia podía ser manifestada combinando el maná de dentro del cuerpo y el maná natural. Desde luego, cuanto mayor sea la afinidad de maná y la cantidad del mismo en el cuerpo, mayor era la magia que podía ser empleada.

Yurina tenía buena afinidad con el maná, pero no tenía mucho en su cuerpo.

Ya que la cantidad máxima de maná en el cuerpo se determinaba al nacer, había un límite que no podía superar, sin importar cuanto lo intentara. Por lo tanto, en el mejor de los casos, ella solo podía emplear magia simple que no usara mucho maná.

Un ejemplo de ello, sería calentar el té frío o crear una pequeña esfera de luz como la de antes. Si se concentraba y usaba todo su maná, podría realizar una magia curativa simple; sin embargo, en ese caso, terminaría agotada y necesitaría dormir todo el día para recuperarse.

Además, ni siquiera había pensado en volver a usar magia curativa desde que se desmayó después de tratar curar un rasguño en su brazo.

Puedo entender por qué Dave se sorprendió al ver a Ray por primera vez.

Según él, Raynard tenía una de las mayores cantidad de maná que haya presenciado en el cuerpo de un mago, incluso entre los mejores. Era capaz de capturar por instinto el maná a su alrededor, como si fuera el simple acto de respirar. Además, su afinidad con el maná también estaba en los niveles más altos.

No siempre era bueno tener altos niveles de maná en un cuerpo, porque si no se tenía también una alta afinidad con el maná, se terminaría sufriendo de fiebres constantes y al final, se perdería la vida.

Mientras Yurina observaba la esfera de luz flotar alrededor del carruaje con una sonrisa, imaginando que era un adorable gato, aceleró su respiración y movió su mano, haciendo que desapareciera sin dejar rastro.

—Ahora que lo pienso, Dave, te graduaste de la Real Academia de Crohn, ¿verdad? ¿Cómo te sientes al regresar allí después de todo el tiempo?

Dave, limpiándose el sudor frío de su frente, escuchó su pregunta y sonrió levemente; una visión diferente de su ser habitualmente conversador.

—¿Por qué tienes esa mirada en tu rostro? ¿Estás tan emocionado que no puedes hablar?

—Señorita, esta es mi mirada de: «Nunca pensé que volvería a entrar en aquel infierno de nuevo».

Ella entrecerró sus ojos y examinó su rostro aún sonriente.

He visto mucho esa expresión.

La expresión que tenía Dave ahora era similar a la que hacía cuando era estudiante de último curso en la Academia y se dirigía a ver a su asesor académico para discutir sobre su tesis. En ese momento, tenía un aspecto lamentable mientras se esforzaba por consolarse con las palabras: «Si no puedo evitarlo, debo disfrutarlo al menos».

Algunos de sus colegas más traviesos se rieron de él, diciendo que parecía una vaca siendo arrastrada al matadero. Poco sabían ellos que pronto sufrirían el mismo dolor un año después.

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