Traducido por Melin Ithil
Editado por Lugiia
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—Ray, ¿cuántos años tienes? —preguntó Yurina mientras observaba a la señora Lauren medir con destreza las dimensiones del niño. Recordaba vagamente su edad, pero no quería cometer un error revelándole por accidente que lo sabía. Si llegaba a hacerlo, podría enojarse y pensar que lo investigó.
Debe tener once años, ¿o quizás doce?
Según sus vagos recuerdos, cuando Defrom tomó a «Charion» ese invierno, era dos años mayor que Lydia y ellas compartían la misma edad.
Teniendo en cuenta que aún era verano y asumiendo que su cumpleaños ya había pasado, debería tener cerca de doce años… Si su deducción era errónea, entonces tendría once.
A la señora Lauren se le encomendó las medidas de Raynard; sin embargo, en todo el rato, el niño nunca cambió la rígida expresión que tenía en su rostro. Cuando escuchó la pregunta de Yurina, se encogió de hombros y le dirigió una mirada traviesa.
—Tengo doce, tú tienes diez, ¿no? Eso fue lo que escuché.
—Ajam.
—Eres dos años menor que yo, aún eres una niña —comentó, riéndose maliciosamente.
Oh, ¿eso crees?
A diferencia de su cuerpo actual, «Senna» ya había cumplido veinte años una vez. Para ella, Raynard era quien lucía como un niño y, si comparaban su apariencia, él parecía más joven que ella.
A pesar de ser dos años mayor, eran de una estatura similar o quizás podía ser incluso más bajo que ella, todo porque no se alimentó adecuadamente antes de llegar a la mansión. Por ello, no importaba qué tan bien creía lucir ante sus ojos, de igual forma parecían tener la misma edad.
—Solo son dos años.
—¿Solo dos años? Gracias a esos dos años, podré convertirme pronto en adulto. No, es más, seré un adulto tres años antes que tú.
—¿En qué país existen los cálculos donde ser dos años mayor te convierte en adulto tres años antes?
—Es porque estoy por cumplir trece.
—¿Eh?
—Tendré trece años. —Le mostró un diez y luego un tres con los dedos de forma exagerada, creyendo que Yurina no lo había escuchado correctamente, pero la señora Lauren le pidió que se quedara quieto y que bajara los brazos con un rostro firme.
Trece años
Entonces, era mucho más mayor que ella y Lydia, por tres años en realidad. Después de evaluar la diferencia entre sus memorias y la realidad, al final terminó llegando a una conclusión.
Lo recordé mal.
Después de todo, era una novela de la que no recordaba correctamente ni el título, mucho menos el tipo de obra que era en primer lugar. Era un inconveniente tener una memoria tan mala.
De hecho, en la novela, no había mucho que recordar sobre «Charion».
Recordaba su nombre, porque era peculiar; su cabello rubio y sus ojos rojos; el hecho de que creció solo con su madre, la cual trabajaba en un bar, y huyó a un orfanato; el momento en que el marqués Defrom lo recogió a principios del invierno y el día en que regresó al Imperio para la ceremonia de mayoría de edad de Lydia luego de haber estudiado en el extranjero en la Real Academia Mágica de Cron.
La razón por la que podía recordar esto, en comparación con el protagonista masculino, el príncipe, era porque le gustaba más Charion. Era mucho más amigable con la protagonista que el propio príncipe, el cual era cruel y apenas sabía quién era Lydia.
Me pregunto porque Lydia eligió al príncipe en lugar de Charion.
Yurina se cruzó de brazos y miró a Raynard de arriba abajo.
¿Cómo era posible que un niño tan arrogante se convirtiera en un hombre con tanta bondad en solo ocho años? ¿Qué demonios le enseñaron en la Academia?
—En fin… Ray, tienes que comer más en el futuro. Aunque eres tres años mayor que yo, tenemos la misma estatura. La ropa que usas es de mi hermano Riggs de cuando tenía diez años y te queda grande.
—No importa, seré tan alto en el futuro que te dará dolor de cuello mirarme. —Se encogió de hombros, haciendo que la señora Lauren lo fulminara de nuevo con la mirada.
—¿Qué te hace estar tan seguro?
—Seré bastante alto porque me parezco a mi padre.
—¿Quién te dijo eso? ¿Tu madre?
—No, mi padre. Él era muy alto.
Fue entonces que ella sintió que había algo de incongruencia en la conversación que estaban teniendo.
¿Qué?
La conversación había fluido sin problemas y no había ninguna parte que se hubiera perdido, pero algo no estaba encajando bien…
—Señorita.
De repente, una voz la sacó de sus pensamientos. Yurina alzó la mirada y se encontró con Robert, el mayordomo. Después de entrar en la habitación, se quedó frente a la puerta; parecía algo incómodo pese a no mostrar casi nunca sus emociones.
Estoy segura que Ray sigue sin agradarle.
Después de convencer al marqués para que le permitiera tratar al niño como un amigo, le dijo a Ray que la llamara por su nombre y que no usara lenguaje formal con ella.
La razón que le dio a su padre fue: si Raynard la trataba como a una empleadora, nunca podrían llevarse como amigos.
Su padre al principio tenía una expresión de sorpresa y luchó para recuperar la compostura antes de poder dar su consentimiento. Sin embargo, le puso condiciones.
Primero; el niño debía ser educado a fondo en etiqueta.
Segundo; hasta que obtenga su título, debe seguir siendo cortés con el resto de las personas.
Tercero; siempre deberá hablar con formalidad al dirigirse a cualquier otro miembro de la familia Carthia.
Ella ya había previsto eso de todos modos, así que aceptó sin dudarlo. Después de informarle firmemente a Ray acerca de estas condiciones, contrató a un maestro en etiqueta para que le enseñara.
Con el permiso del marqués, Robert no podía darle una advertencia al niño sobre su comportamiento; sin embargo, tampoco podía ignorarlo por completo. Cada vez que el joven trataba a la señorita como su igual sin dudarlo, en lugar de reprenderlo, le dirigía una mirada mordaz.
Lo supiera o no, Raynard no parecía preocuparse en lo absoluto.
Parece que está consciente de ello, pero pretende no saberlo.
Yurina chasqueó su lengua mientras se turnaba entre ver al niño y al mayordomo. Ray era bastante desconfiado, solo por ello no podía tomar esta guerra con poca severidad.
—Robert.
Cuando escuchó sus palabras, el hombre dejó de ver a Raynard. En un instante, cambió su expresión antes de dirigirse a Yurina e inclinar su cabeza.
—Señorita, el maestro la está buscando.
—¿Ahora mismo? ¿Es algo urgente?
—Dave está en la mansión.
Si ese era el caso, entonces podría ser urgente. Se levantó de su asiento y alisó el dobladillo de su vestido que se había desacomodado.
Justo en ese momento, la señora Lauren terminó de tomar las medidas y la ayudó a arreglarse.
—¿Ha terminado?
—Así es, señorita, tengo las medidas, ya solo queda elegir el diseño de la ropa y la tela.
Raynard, sentándose al lado de Yurina, hizo una expresión de disgusto y exclamó:
—¿Todavía falta? Hemos estado aquí mucho tiempo. ¿Qué más necesita?
—La ropa no es sencilla de hacer. Se debe elegir el mejor diseño que se adapte a la persona, así como la mejor tela y color para el tono de piel. Es pronto para sentirse cansado. Cuando la ropa esté lista, tendrás que elegir zapatos que combinen, al igual que los pañuelos y complementos.
Reynard negó con la cabeza con un rostro cansado y se derritió como una lechuga descongelada después del invierno en el sofá.
Los adultos en la habitación se quedaron sorprendidos ante su comportamiento indecente; el mayordomo se quedó viéndolo inexpresivo mientras que la señora abrió cada vez más sus ojos con el libro de diseño en mano. Sin embargo, él siguió sin prestarles atención.
—Creo que moriré, ¿por qué es tan complicado? No lo sabía, pero tu vida es demasiado enredada, debí haberme dado cuenta cuando vi los cuatro tenedores.
—Gracias por notarlo. Debo advertirte que, de ahora en adelante, hay mucho que aprender, así que trata de comportarte. Es un largo camino el que tenemos que recorrer, cuida bien cómo actúas y siéntate erguido. Oficialmente, ya eres patrocinado por la familia Carthia, así que ten en cuenta que, si no te comportas adecuadamente, estarás humillando mi apellido.
Yurina tomó a Raynard del brazo. El niño parecía protestar con todo su cuerpo diciendo «Preferiría morir ahora mismo»; sin embargo, cuando miró a la gente a su alrededor, rascó su cabeza e intentó calmarse.
—Pero no sé —comenzó a decir—, cuando los miro, parecen iguales, ¿no son del mismo color?
—Son diferentes.
—Es el mismo rojo.
—El de la izquierda fue mezclado con azul, mientras que el derecho tiene un poco de amarillo. Ahora que lo pienso, el derecho no combina con el color de tu piel, así que tendremos que tenerlo en cuenta en el futuro. —Él trató de protestar, pero ella lo detuvo sujetándolo del brazo, tratando de mantenerlo en el sofá—. En fin, debo ir a ver a mi padre un momento, así que elige tranquilamente los diseños y las telas.
—¿Tengo que elegirlas yo mismo? ¿No puedes quedarte conmigo?
Ella suspiró mientras veía la figura de Raynard.
¿Por qué sigues tan ansioso?
Ya habían pasado unos días desde que había llegado a la mansión, pero aún seguía con la guardia en alto. No hacía contacto visual con otras personas, no les hablaba y era extremadamente reacio a que lo tocaran, por lo que, si alguien llegaba a rozarlo accidentalmente, gritaba y salía corriendo a una esquina.
Incluso, hace un momento, cuando intentaron tomarle medidas, trató de negarse y solo lograron convencerlo cuando Yurina le recordó que no podía seguir usando esas prendas que no le quedaban y que ella se quedaría con él.
Quizás pensó que Yurina era la única persona en la que podía confiar en aquella mansión llena de extraños y, ahora que le decía que lo dejaría solo, no pudo evitar mirarla de forma inquieta.
Parece un cachorro abandonado por su dueño.
Un perrito que lloriqueaba con la cola caída. Por alguna razón, esto le hacía sentir culpa y la obligaba a apartar la mirada.
¿Cuántas veces pasaremos por esto?
Sin embargo, cuando pensó eso, dudó por un momento en si esa expresión de cachorro abandonado se trataba o no de una actuación magistral.
—¿Te preocupa la señora Lauren?
—Un poco —respondió, echando un vistazo a la mujer con la cabeza agachada. Desde la primera vez que la vio, se sintió acechado por su mirada.
—No te preocupes, no puedo evitar tener que ir a ver a mi padre y Dave, pero vendré en cuanto acabe con eso.
—Pero…
—Todo estará bien. Robert se quedará a cuidarte, ¿sí? —comentó, desviando su atención al mayordomo—. Robert, mientras no estoy, ¿podrías quedarte con Ray y ayudarlo con los diseños de la señora Lauren?
Robert era un mayordomo muy leal. Enseguida, inclinó su cabeza, aceptando su orden.
—Por supuesto.
Ella salió de la habitación mientras observaba como Raynard miraba con desagrado el diseño que la señora Lauren le mostraba.