¡Cuidado con esos hermanos! – Capítulo 16: (Re)encuentro con Lavender Cordis

Traducido por Sweet Fox

Editado por Herijo


—¿Vaya! ¿Y esas flores?

Al ver a Eugene, abrí los ojos de par en par. Me sorprendió ver el ramo de flores que sostenía

—Rowengreen las trajo.

¿Rowengreen? ¿Qué pensará Eugene de eso?

La mención de ese nombre hizo que entrecerrara los ojos y examinara las flores. No sabía por qué, pero al parecer el simple hecho de que Rowengreen las hubiera traído le generaba un profundo desagrado.

—¿Rosas? Son bonitas.

El ramo que sostenía Eugene lucía como un obsequio cuidadosamente preparado. Me pregunté cuál sería la intención de Rowengreen al regalarle esas rosas.

Esbocé una sonrisa cargada de dudas. Justo entonces, Eugene llamó a un sirviente que estaba cerca.

—Ponlo en un jarrón y déjalo en la habitación de Hari.

—Sí, duque.

Lo miré y pregunté:

—¿Vas a dármelas?

—Son mías ahora, así que es mi decisión qué hacer con ellas.

Ah. Rowengreen se sentiría bastante contrariada al saber esto. A Eugene no parecían gustarle mucho las flores.

¿Así que las flores que le di la otra vez también le resultaron una molestia?

—Yo  me encargaré de ellas. Dámelas.

Al extender la mano para tomarlas, su mirada se posó en el dorso, donde aún eran visibles unas ligeras marcas de quemaduras. Sin embargo, Eugene no hizo ningún comentario.

Recibí el ramo que me tendía. Entonces su mano se detuvo por un momento.

—Tu prometida, Rosabella Velontia, ha expresado su deseo de conocerme y hablar conmigo.

Ella era la prometida de Eugene y, aunque no compartiéramos lazos de sangre, yo era considerada su hermana.

—He decidido aceptar su invitación. Solo quería que lo supieras.

Si la invitación no fuera de ella, probablemente le pediría su opinión.

—Sí.

Respondió con una naturalidad que confirmaba que no esperaba que le pidiera permiso.

—Anotado. Gracias por decírmelo.

Eugene no mostró ninguna emoción. Era imposible saber si le agradaba la idea de que conociera a su prometida o si le era completamente indiferente. A Eugene parecía darle igual que yo conociera o no a Rosabella Velontia.

—Bueno, entonces… pronto quedaré con Louise para ir juntas al sastre. Es una cita así que quiero estar presentable —añadí, intentando sonar despreocupada.

—No te verás mal.

Tras decir eso, Eugene esbozó una sonrisa.

—Cuando salgas, asegúrate de llevar a Ethan contigo.

Su mirada se dirigió hacia Ethan, que seguía de pie, inmóvil, detrás de mí. Ethan pareció comprender la orden implícita. El escolta asintió levemente.

Sostuve el ramo de rosas con más firmeza y observé a Eugene mientras subía las escaleras.

♦♦♦

—¡Hermana Hari!

Pocos días después, me reuní con Louise.

—¡Te extrañé, hermana!

En cuanto me vio, agarró mi mano y se puso a dar vueltas en el sitio.

—¡Yo también te extrañé! ¿Cómo has estado?

Me uní a su giro y terminamos riendo a carcajadas, tomadas de la mano, como dos niñas disfrutando de un merecido paseo.

Naturalmente, las miradas a nuestro alrededor se centraron en nosotras: dos chicas vestidas con colores vivos dando vueltas por la calle. Sin embargo, no nos detuvimos y seguimos disfrutando de la alegría del reencuentro sin la menor preocupación.

—Me aburro tanto ahora que ya no estás en casa, hermana.

—Yo también te echo de menos. Me alegra mucho que podamos vernos.

Aunque habíamos hablado hace poco a través de la esfera de comunicación, la sensación de vernos en persona era completamente distinta.

Me reí mientras le arreglaba el sombrero a Louise, que se le había torcido con nuestro efusivo saludo anterior.

De repente, su mirada se desvió hacia algo detrás de mí.

—Oye, por cierto, ¿quién es ese, hermana? ¿El que está detrás de ti?

Louise miraba fijamente a la persona que estaba a mi espalda. Su expresión me hizo mucha gracia.

—Es mi escolta, el caballero Bishop.

—Vaya, pues es de mi gusto —afirmó Louise, levantando el pulgar.

—¿Caballero Bishop? ¿Cuál es tu nombre? ¿Y cuál es tu número de la esfera de comunicación?

¡Vaya! ¿Desde cuándo eres tan directa, Louise? ¿Intentas ligar con él?

Tenía curiosidad por saber dónde había aprendido a actuar así.

¿Se lo habrá copiado a su niñera, Becky? ¿O quizás a Marian, su amiga de la infancia?

Ethan respondió a la pregunta de Louise con tono formal:

—No estoy autorizado a mantener conversaciones privadas durante el servicio.

Aunque Ethan parecía una pared, Louise demostró pareció no sentirse ofendida por su actitud.

—Vaya, ¡pues cada vez me gusta más! —exclamó, levantando el pulgar una vez más.

Estaba claro que Louise se sentía bastante atraída por Ethan. Y, a decir verdad, su rostro encajaba perfectamente con los gustos de mi hermana. Por cierto, ¿a Louise le gustaban los tipos callados? ¿Y  me vengo a enterar ahora?

—Tendré que salir con mi hermana más seguido en el futuro.

Louise exclamó esto último cerca de mi oído, con una expresión de lo más satisfecha.

♦♦♦

—Entremos.

Hoy visitamos la boutique “Reina Arabella”.

¡Qué lugar tan encantador!

¡Aquí fue donde encargué mi vestido de novia en mi vida anterior! ¡Agg, otra vez pensando en eso! ¡Mi vestido de novia, por el que tuve que luchar tanto para conseguirlo!

—¡Oh, bienvenidas, estimadas clientas! Por favor, pasen.

El personal de la tienda nos saludó amablemente. Mencionar los apellidos Ernst o Bastier, familias muy conocidas en la región, siempre garantizaba una excelente atención; sabían que nuestra visita elevaba su reputación.

Hoy pudimos venir directamente a encargar nuestros vestidos. Esto fue posible porque la boutique acababa de inaugurarse.

Me enteré de la reciente apertura y conseguí una reserva para hoy. Definitivamente, fue mucho más sencillo concertar una cita ahora que en el futuro, cuando, según recuerdo de mi vida anterior, tuve que esperar más de un mes solo para probarme un vestido.

—Es un estilo que no suelo llevar, pero es muy bonito. ¿Cuántos vestidos te vas a probar?

—Bueno, ¿quizás dos o tres?

—Ese también me gusta. La próxima vez traeré a Marian.

Louise y yo estuvimos mirando varios vestidos expuestos cerca de los probadores.

Nuestra intención era encargar vestidos a medida, no comprar modelos ya hechos.

Así que, una vez elegidos los estilos generales que nos gustaban, pasamos a consultar con la dueña de Reina Arabella, para definir los detalles del diseño.

Además, como era nuestra primera visita a esta tienda, tuvieron que tomarnos las medidas.

—Tómense todo el tiempo que necesiten, por favor. No duden en llamarnos si precisan algo.

Nos relajamos un momento en un mullido sofá, bebiendo el té que nos habían servido en un espacio privado.

—¿Qué estás diciendo? ¿Que espere?

Pero entonces, se escuchó un fuerte altercado afuera

—¡¿Acaso no sabes quién soy?!

Era la voz altanera de una joven.

Louise y yo intercambiamos una mirada y dirigimos nuestra atención hacia la entrada de la sala donde estábamos.

De hecho, la situación no era inusual. Muchos nobles se creían con derecho a ir donde quisieran y no aceptaban tener que esperar su turno.

Un momento… Al oír el alboroto, tuve la extraña sensación de que podía tratarse de alguien conocido.

—¿Qué? ¿Ernst?

De repente, el alboroto afuera cesó. Inmediatamente después, se oyeron unos pasos firmes y rápidos, como si alguien se acercara furioso.

Se oyeron murmullos apresurados del personal afuera, y luego silencio.

Ethan, que estaba detrás de mí, se puso alerta.

—¿Debería detenerla?

Pregunto silenciosamente.

Él también parecía percatarse de la extraña situación que pasaba afuera.

—No, solo espera —le indiqué, negando con la cabeza.

Al oír su voz, supe que era una joven aristócrata, así que no vi necesario involucrar a mi escolta en un posible incidente. Además, sospechaba quién podía ser.

La entrada a la sala donde estábamos no era una puerta como tal, sino una abertura cubierta por una pesada cortina.

—¡No puede hacer eso!

—¿Qué es lo que no puedo hacer?

Un instante después, la cortina roja se apartó bruscamente y una voz altanera precedió a la figura que irrumpió en la sala.

Y allí estaba, la antagonista de mi vida en Atlanta: una joven de cabello rubio recogido en una coleta alta que le confería un aire peculiar.

¿Es ella? Sentí un escalofrío al reconocerla. Una desagradable confirmación: mi suposición había sido correcta. Su nombre era Lavender Cordis.

En mi vida anterior, le había gustado Eugene y había sido abiertamente hostil conmigo. Por alguna razón, el recuerdo todavía me incomodaba. Sí, reconocí esa voz, ese tono que solo podía ser suyo.

—Así que usted es la de los rumores… —murmuró, mirándome con los ojos muy abiertos.

Parecía genuinamente sorprendida de encontrarme allí, aunque no entendí por qué. Pero enseguida, como si quisiera disimular su sorpresa, compuso rápidamente una expresión altanera.

—¿Es Hari Ernst?

Lavender Cordis me miró fijamente. Su actitud era claramente arrogante, lo cual no me sorprendió en absoluto. Siempre había tenido una personalidad testaruda y nunca fue especialmente educada conmigo. Además, solía menospreciar mi origen.

Erich me había contado que a ella le gustaba Eugene, con quien yo no compartía lazos de sangre, y que por eso le molestaba mi presencia en la familia. Al principio, no le creí, pensé que bromeaba, pero luego tuve que admitir que tenía razón. La mirada resentida de Lavender Cordis cada vez que aparecía junto a Eugene confirmaba su animosidad.

Aunque, ahora que lo pienso, resulta aún más extraño. 

Eugene estaba comprometido, pero Lavender dirigía toda su hostilidad hacia mí, no hacia su prometida, Rosabella Velontia. ¿No era absurdo? Todo el mundo sabía que Eugene iba a casarse con ella.

Me reacomodé en el sofá y miré fijamente a Lavender Cordis, que estaba plantada frente a mí.

En mi vida anterior, había intentado ser amable con ella, como hacía con todo el mundo. Era mi estrategia de supervivencia en esa sociedad, en parte porque conocía mis propias limitaciones. Por eso, en mi vida pasada, habría sonreído forzadamente en esta situación y dicho simplemente:

—Soy Hari Ernst.

Pero no ahora.

—Si desea saludar, ¿no debería presentarse usted primero?

Lavender Cordis ya había cometido una imprudencia al irrumpir así en nuestro vestidor. Y encima, ¿pretendía averiguar quiénes éramos con esa actitud?

Ja. Como si pudiera intimidarme tratándome así.

Por supuesto, nunca había buscado deliberadamente un enfrentamiento con Lavender Cordis. Pero no pensaba ser cortés con alguien que me trataba con tanta grosería. Además, si mi mera existencia le irritaba, de nada serviría intentar llevarme bien con ella, por mucho que me esforzara.

¡No pensaba ceder tan fácilmente! Acercarme demasiado a Lavender Cordis sería un error, así que mantendría mi distancia.

Pareció desconcertada por mi reacción; sus ojos se agrandaron de nuevo. Claramente, no esperaba que yo respondiera así.

Su mirada vaciló y frunció el ceño por un instante, pero enseguida, para mi sorpresa, en lugar de enfadarse, sonrió y habló.

—Oh, vaya. Qué falta de modales la mía. Olvidé presentarme antes.

Me quedé atónita ante su reacción. Espera, ¿qué?

Nunca antes la había visto sonreírme de esa manera.

En mi vida pasada, ella había sido hostil desde nuestro primer encuentro y nunca ocultó su desagrado hacia mí.

¿Por qué era diferente ahora?

—Soy Lavender Cordis. Es un placer conocerla.

—Disculpe mi comportamiento anterior. A veces, tiendo a actuar antes de pensar.

Lavender Cordis se disculpó, lo cual me dejó aún más perpleja.

¿Por qué actuaba así? Se tomaba tan a la ligera su comportamiento anterior. Era cierto que me había ignorado en nuestro primer encuentro, pero su actitud ahora era completamente distinta.

—Esta es mi verdadera forma de ser, le ruego que me comprenda, señorita Ernst.

Esa actitud de Lavender Cordis, fingiendo cercanía después de su desplante inicial, me provocó escalofríos.

Entrecerré los ojos, observándola con recelo.

¿Por qué hace esto? Hmm, ¿quizás es antes de que empezara a interesarse en Eugene…?

Pero incluso así, ¿no es extraño? No tenía motivos para mostrarse tan… amable conmigo, ¿verdad? Por más que lo pensaba, no encontraba una explicación. Decidí dejar de darle vueltas por el momento y le devolví el saludo.

—Ah, señorita Cordis. Soy Hari Ernst. Este es un encuentro inesperado, ciertamente, pero es un placer conocerla.

—Entonces, la dama a su lado debe de ser la señorita Bastier.

—Soy Louise Bastier. Ese fue un saludo bastante único —respondió Louise, observando atentamente la reacción de Cordis ante sus palabras ligeramente conflictivas.

Era evidente que a Louise le molestaba su repentina irrupción. Lavender Cordis pareció notarlo, porque entonces…soltó una risita.

—Temo haber irrumpido e interrumpido su conversación. Veo que las he tomado por sorpresa. Me retiraré por ahora, pero espero poder enmendar mi descortesía en otra ocasión.

—De nuevo, mis disculpas. Espero que tengan un buen día.

Y con una última disculpa y una sonrisa, salió de la habitación.

—¿Así sin más se disculpa y finge cercanía? Qué mujer tan extraña.

En cuanto Lavender Cordis salió, Louise la criticó brevemente.

—Lamentamos profundamente la interrupción. Por favor, acepten nuestras disculpas por no haber podido evitarlo.

El personal presente se deshizo en disculpas. Técnicamente, no haber impedido la entrada de la señorita Cordis era una negligencia de su parte.

Tenían razón, aunque seguramente habría sido difícil impedir que irrumpiera de esa manera.

En cualquier caso, Louise y yo disimulamos nuestra molestia y aceptamos sus reiteradas disculpas, junto con un descuento inesperado que nos ofrecieron como compensación.

¿Qué le pasaba realmente? 

Su actitud era incomprensible y despertaba todas mis sospechas. Por más que le daba vueltas, no le encontraba sentido a su comportamiento.

♦♦♦

El tiempo transcurrió sin mayores incidentes, y el día tan esperado finalmente llegó.

Era el día señalado para conocer a la prometida de Eugene, Rosabella Velontia.

—Gracias, Ethan —dije, aceptando la mano que Ethan Bishop me ofrecía para ayudarme a bajar del carruaje.

Me encontraba ahora frente a la imponente mansión Velontia.

—Adelante, por favor. Bienvenida a la residencia Velontia.

Apenas puse un pie en la mansión, el mayordomo de los Velontia, que me aguardaba en la entrada, me dio la bienvenida.

¿Estará Rosabella esperando en el salón?

 Así había sido la primera vez que me invitó, en mi vida pasada. Sin embargo, esta vez, me quedé boquiabierta al ver quién había salido a recibirme.

—Bienvenida, señorita Ernst.

Su brillante cabello dorado caía sobre sus hombros, y sus ojos, de un verde intenso como la naturaleza misma, me observaban con calma. Era una mujer que irradiaba una dignidad innata.

Era la propia Rosabella Velontia, que había salido a recibirme personalmente a la entrada. —Gracias por aceptar mi invitación a Velontia —añadió con una sonrisa amable.

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