Traducido por Sweet Fox
Editado por Herijo
El mes pasó volando. Todo avanzó en un abrir y cerrar de ojos.
—Esto es una locura…
¿Pero no es pasarse que ya sea el día del banquete? Me quejé un poco y luego negué con la cabeza mientras me levantaba.
En cuanto terminé de prepararme y salí de la habitación, resignada, vi a Erich y a Ethan parados justo delante de la puerta. Erich seguía mirando a Ethan con fastidio antes de dirigir la mirada hacia mí.
—Vaya, parece que la oruga se arregló un poco y ahora se convirtió en mariposa —comentó, abriendo los ojos de par en par por un momento.
—Si se ve bonita, solo dilo, ¿quieres?
—¡¿Bonita?! ¿Quién dijo bonita? ¡Solo dije que se veía un poco más pasable que de costumbre! —exclamó Erich, como si lo hubiera atrapado en algo.
¡Este tipo listo! Vi perfectamente su cara de sorpresa cuando abrí la puerta. Y aunque lo diga yo misma, tenía que admitir que hoy estaba bastante linda. Ejem, solo digo la verdad.
Claro que aún me faltaba crecer un poco para que mi belleza brillara en todo su esplendor, pero ya estaba bastante bien. Especialmente comparada con cuando era pequeña y parecía una ramita seca; podría decirse que había mejorado muchísimo. Además, el vestido hecho a medida en la boutique de la Reina Arabella era realmente precioso. Definitivamente, merecía la fama que tendría en el futuro, cuando conseguir uno de sus vestidos de novia requeriría una competencia feroz. Por suerte, ahora, diez años antes, la boutique no era tan conocida, así que conseguir este vestido no fue tan difícil.
En fin, hoy me había arreglado con esmero y, objetiva o subjetivamente, estaba bastante presentable.
—¡Hermana Hari! —Al parecer, Louise y Johannes acababan de llegar.
En cuanto bajé al primer piso, los vi entrando, vestidos con sus trajes de etiqueta.
—Louise, bienvenida. Tú también, Johannes.
Habíamos quedado en encontrarnos antes para ir juntos al lugar del banquete.
—Hari, estás preciosa hoy —dijo Johannes acercándose y ofreciéndome su mano con una sonrisa.
—Tú también estás muy guapo, Johannes.
Y no era un cumplido vacío, era verdad. Vestido con un traje que tenía detalles blancos a juego con mi vestido, Johannes parecía irradiar luz. Erich, a mi lado, frunció el ceño con aire de fastidio, pero no podía hacer nada. Hoy, mi acompañante era Johannes.
Por eso mismo, Kabel se había enojado de mala manera y se había ido mucho antes, diciendo que iría al banquete por su cuenta. «¡Jamás veré a ese desgraciado llevándote del brazo, ni aunque me entierren!», había dicho mientras salía corriendo por la puerta haciendo pucheros, como esperando claramente que lo detuviera. Pero hoy estaba demasiado ocupada, así que dejé que el segundo hermano problemático se fuera. Si soy sincera, también me daba un poco de pereza. ¡Dios mío! ¿Quién es el hermano mayor y quién la menor aquí?¡Qué chico tan pesado! Ya lo saludaré cuando lo vea luego en el salón.
Mmm, como dice Erich, últimamente me he portado bien con él por lo mucho que ha estudiado, y ya está intentando pasarse de la raya. Parece que va siendo hora de ponerle un alto.
Fue así que subimos al carruaje y nos dirigimos al Salón Kazenta, donde se celebraba el banquete.
Eugene, quien había ido a recoger a su prometida, Rosabella Velontia, parecía molesto por tener que entrar separado de nosotros, pero era lo normal. Tendríamos que encontrarnos ya en el salón.
—¿Nerviosa? —preguntó Johannes, mirando por la ventana hacia las luces del salón que ya se veían a lo lejos.
—Un poco.
En realidad, estaba más que acostumbrada a los banquetes, pero como era la primera vez que asistía a uno en el famoso Salón Kazenta, sí sentía algo de nervios. Además, este banquete se celebraba por nosotros, ¿no? Uf, sería raro no estar nerviosa.
—Tranquila. Solo actúa como siempre.
Finalmente, el carruaje se detuvo. La puerta se abrió, revelando un mundo deslumbrante ante mis ojos. Johannes, que bajó primero, me tendió la mano con esa sonrisa suya que siempre lograba calmarme.
—Siempre estaré a tu lado.
Lo miré un instante y luego, sonriendo también, puse mi mano sobre la suya.
Nada más entrar al salón, sentí todas las miradas clavadas en nosotros. Todos cuchicheaban mientras nos observaban. Era la primera vez que aparecíamos todos juntos en un banquete tan importante, así que era normal atraer tanta atención. ¡Pero esta era mi segunda vida!¡Ya estoy acostumbrada a estas miradas!
Al principio, entrar en el renombrado Salón Kazenta me puso un poco nerviosa, claro, pero una vez dentro, la atmósfera familiar me tranquilizó gradualmente.
Hm, quitando que el salón es increíblemente lujoso y majestuoso, se siente parecido a otros banquetes.
Caminé por la alfombra roja del brazo de Johannes. Al principio me miró con algo de preocupación, pero al verme tan tranquila, pareció sorprenderse un poco.
Aunque, en lugar de preocuparse por mí, debería prestarle más atención a Louise, que iba con Erich.
—¡Vaya, nunca había estado en un salón tan espléndido!
Pero ¿quién era Louise para acobardarse? Con su audacia habitual, soltaba exclamaciones de admiración sin el menor rastro de nerviosismo.
Cielos, a veces sospecho que Louise también está viviendo su segunda vida.
¡Ah! Justo al entrar, vi a Kabel. Estaba debatiéndose ferozmente entre acercarse o no, y cómo no, fulminaba con la mirada a Johannes, a mi lado. La gente se apartaba instintivamente de su aura amenazante, dejando un vacío a su alrededor. Por eso lo distinguí tan fácilmente.
¡Ay, este chico! ¿Qué hago con él? Bueno, no queda otra. Será mejor calmarlo rápidamente antes de que empiece el banquete. ¡La atmósfera a su alrededor es terrible! Si lo dejo así, seguro que su mal humor contagiará todo el salón.
—¡Hermano! —llamé, sonriendo ampliamente como si acabara de verlo. Kabel levantó las orejas, metafóricamente hablando, al oírme. Los murmullos a nuestro alrededor se hicieron más notorios.
—Ya estabas aquí. Acércate —le dije al segundo hermano, que seguía irritado. Aunque estuviera enfadado, sabía que vendría si lo llamaba.
Y efectivamente, como si hubiera estado esperando mi llamada, Kabel empezó a acercarse. Eso es, eso es. Muy bien. Un poco más cerca, un poco más. Me sentí como una cazadora esperando atraer a un animal salvaje.
—¿Y ahora sí me haces caso? Antes ni me miraste cuando me iba.
—¿Cómo crees? ¡Es que fuiste tan rápido que no me dio tiempo a detenerte! Tú sabes mejor que nadie lo rápido que eres, Kabel. —Aunque seguía claramente enfadado, se detuvo frente a mí con aire desafiante y volvió a refunfuñar. La verdad es que antes había salido de la mansión a paso de tortuga, como diciendo «¡Detenme antes de que sea tarde, rápido!». Pero fingí no haberme dado cuenta y seguí intentando calmarlo.
El simple de Kabel volvió a animarse enseguida, irguiéndose orgulloso.
—¡Hmph! ¡Pues sí que soy rápido! ¡En mi facultad soy el número uno corriendo!
Contuve las ganas de voltear los ojos y aguanté sus fanfarronadas. Completamente recuperado, Kabel se giró entonces hacia Johannes y le dijo con brusquedad, señalándolo con el dedo:
—¡Así que no te las des de importante! ¡Que seas el acompañante de Hari hoy no significa nada especial! ¡Hari me quiere más a mí que a ti! ¿Entendido? ¡Agg!
¡Hasta ahí hemos llegado! Le pisé el pie con fuerza, sin dejar de sonreír. Kabel soltó un gemido ahogado de dolor.
—Kabel, ¿qué tal si lo dejamos aquí y nos callamos un poquito, eh? —susurré, aún sonriendo, lo bastante bajo para que solo él me oyera. Kabel se estremeció al oír mis palabras, pronunciadas entre dientes.
—Un hermano genial sabe cuándo y dónde comportarse. Si sigues así en un sitio como este, ¿crees que me pondré contenta o me enfadaré?
—Va-vale. Ya entendí. No lo haré más—tartamudeó Kabel, sudando frío, ante mi amenaza.
Hubo una vez, hace tiempo, en que ignoró mi última advertencia y se pasó de la raya. Estuve un tiempo sin dirigirle la palabra. Desde entonces, Kabel aprendió a tener algo de prudencia para no hacerme enfadar.
—Sigues igual de molesto en momentos así. Eres incorregible—intervino Johannes con un suspiro. Quizás porque yo ya había reprendido a Kabel, o simplemente porque Johannes es buena persona, no se enfadó por las groserías de Kabel.
Al oír a Johannes, los ojos de Kabel volvieron a brillar con hostilidad. Sin embargo, gracias a mi advertencia, se contuvo y mantuvo la boca cerrada, aunque su expresión dejaba claro que tenía mucho que decir. Su mandíbula se tensaba a cada instante.
—¡El duque Eugene Ernst y la señorita Rosabella Velontia!
Justo entonces, Eugene, que había ido por otro lado, hizo su entrada en el salón. En ese instante, el murmullo del salón cesó, dando paso a un denso silencio. Un silencio tan profundo que parecía que se oiría caer un alfiler. Me sorprendió un poco, ya que era la primera vez que experimentaba algo así.
Vestido con un atuendo negro formal, Eugene tenía una expresión tan fría que me hizo estremecer involuntariamente. Hacía mucho que no lo veía en una situación así, y su rostro me resultó extrañamente desconocido. Aunque yo conocía su verdadera personalidad, estaba claro que la imagen que los demás tenían de él era la de esa fría máscara que mostraba ahora.
Consciente del silencio a mi alrededor, observé cómo se acercaba. Eugene avanzó sin mostrar la menor alteración, acostumbrado a estas situaciones. Él y Rosabella Velontia, caminando a su lado, formaban una pareja perfecta. Ambos poseían una belleza excepcional y compartían un aire de nobleza distante que los hacía parecer inaccesibles.
Mientras caminaban, Rosabella le susurró algo al oído. Eugene asintió levemente, y ella soltó su mano y se dirigió a otro lugar.
—Ya están todos aquí.
—Tú eres el último en llegar, Eugene.
Sentía las miradas intensas a nuestro alrededor mientras nos reuníamos. Eugene saludó también a los hermanos Bastier.
—¿Y la señorita Velontia?—pregunté de inmediato.
La respuesta fue más o menos la que esperaba.
—Ha ido un momento al tocador. —Parecía que había tenido algún problema con el vestido o necesitaba retocarse el maquillaje, ya que se había ido directamente al entrar.
—No te pongas nerviosa, puedes estar tranquila—me dijo Eugene de repente, seguramente preocupado por mí.
—Sí, estoy bien. —Le sonreí para indicarle que no tenía por qué preocuparse. Al ver mi expresión serena, Eugene apartó la mirada.
—Parece que todo el mundo quiere saludarte, Eugene—comentó Erich. Efectivamente, a nuestro alrededor había muchas personas que parecían ansiosas por acercarse, pero, a pesar de sus miradas expectantes, no se atrevían a dar el paso.
—Discúlpenme un momento. —Alguien se acercaba desde lejos. Eugene, al verlo también, nos dedicó unas breves palabras y se apartó para atenderlo. No sabía quién era, pero parecía conocer a Eugene. Pronto, dos o tres personas más se congregaron a su alrededor.
—Yo voy a dar una vuelta por allí. ¡Tú vienes conmigo, Erich!
—Qué molesta…
—¡Eres mi acompañante! ¡Claro que tienes que venir conmigo!
Y dicho esto, Louise arrastró a Erich hacia donde quería ir. De todos modos, el banquete propiamente dicho no comenzaría hasta la llegada del príncipe heredero Dice, quien había organizado este evento para nosotros.
—¿Quieres beber algo? —me preguntó Johannes.
—Ah, sí, por favor.
—¡Tráeme algo a mí también! ¡Con alcohol!
¡Kabel…! ¿Acabas de encargarle una bebida a Johannes como si nada? ¡Qué descaro!
—Kabel…
—¡Eh!—Lo llamé con voz sombría. Kabel pareció despertar de golpe, sobresaltado.
—Yo… ¡Solo le pedía que me trajera algo de paso que iba por lo tuyo! ¡Eso es todo! Johannes, ¿entendiste lo que quise decir, verdad?!—Se giró bruscamente hacia Johannes, como exigiéndole confirmación.
—Quédate con Hari y cuídala bien—respondió Johannes con un suspiro, dando a entender que era demasiado molesto lidiar con Kabel, y se fue.
En cuanto se alejó, me acerqué a Kabel y le pellizqué el brazo.
—¡Me vas a volver loca! ¿Qué te pasa hoy? ¿Eh?
—¡Ay, ay!
—Te dije que no le hablaras así a Johannes. Y menos fuera de casa, ¿recuerdas?
Normalmente, Kabel me hacía caso, pero cuando se trataba de Johannes, siempre me sacaba de quicio. Uf, ¿será porque empezaron con mal pie desde pequeños? Eso de que los chicos se hacen amigos a base de peleas parece mentira. Si fuera verdad, Kabel y Johannes no seguirían llevándose tan mal después de tanto tiempo. Parece que simplemente son incompatibles.
—¿Por qué siempre te pones de su parte? ¡Y encima vienes con él hoy! ¡Se suponía que yo iba a ser tu acompañante! —exclamó Kabel con un tono tan lastimoso que me sobresaltó. Parecía que le había afectado más de lo que pensaba que viniera con Johannes en lugar de con él.
¡Pero es que era muy difícil elegir entre el segundo y tercer hermano!¡Además, Johannes sonrió tan bonito al pedírmelo que no pude decirle que no!
—Pe-pero, ¿qué importa con quién venga? Si yo a quien más quiero es a ti, Kabel.
¿Qué hago? No puedo dividirme en dos. Aunque verle la cara tan triste me hace sentir un poco culpable.
—¡Entonces por qué lo elegiste a él y no a mí!
—Si los demás se enteran de que te quiero más a ti, se pondrán tristes—intenté engañarlo, viendo que volvía a sentirse traicionado. Vaya, ¿de verdad deseabas tanto ser mi acompañante?
—Como tú eres quien mejor me conoce, pensé que entenderías la situación. —El simplón de Kabel se quedó pensativo ante mis palabras.
—Además, tienes un corazón enorme… De hecho, sé que le cediste el puesto de acompañante a Johannes para evitarme problemas. Eres el mejor, Kabel. —Uf, qué pereza seguir con esto, pensé, pero seguí con la farsa. El Problemático se tragó mis halagos y volvió a animarse, olvidando por completo su enfado.
—¡Eh… Ah! ¡Claro! ¡Por supuesto que le dejé mi lugar por ti!¡Después de todo, mi corazón es el más grande!—¡Ay, Señor! Hace un momento parecía sentirse traicionado y ahora esto. Menos mal que es fácil de contentar.
—¡Señorita Ernst!
Justo entonces, una voz clara y alegre resonó en el salón. ¿Eh? ¿Quién me llamaba con tanto entusiasmo?
Giré la cabeza hacia el origen del sonido y me estremecí al ver quién era.
—¡Finalmente nos encontramos! ¡Qué alegría verla!
¡Oh, no! ¡Lavender Cordis!
Corrió hacia mí como si me hubiera estado esperando. Su ondeante vestido rojo era bastante llamativo. Se detuvo justo delante, con expresión de falsa decepción.
—¿Por qué no ha venido a Cordis? No sabe cuánto deseaba verla.
Cualquiera diría que nos conocemos desde hace años. Me quedé un poco desconcertada al verla acercarse tanto y hablarme con esa voz melosa. Ya era bastante agobiante recibir sus invitaciones diarias desde que nos vimos en la boutique. ¿Por qué se empeña en fingir tanta cercanía?
—La consideraba una amiga, pero no he tenido noticias suyas. Qué triste.
¿Amiga? ¿Ella y yo? Me quedé sin palabras ante su ocurrencia. Lavender Cordis me miraba con una expresión triste, como si de verdad estuviera dolida, pero conociendo su verdadera cara por mi vida pasada, su actitud me resultaba simplemente ridícula.
Entonces, Kabel, a mi lado, intervino por mí.
—¿Qué? Mi hermana está muy ocupada. ¿Sabe cuántas invitaciones recibe al día? Así que deje de molestarla y piérd… ¡Ugh!
¡Hasta ahí! Volví a pisarle el pie con fuerza. El aura hostil de Kabel se disipó momentáneamente. Lo siento, Kabel.¡Pero es que te pasas de la raya y me obligas a hacer esto! Aunque intenté explicarle la situación, era obvio que a Kabel no le gustaba nada Lavender Cordis, la que me enviaba invitaciones todos los días.
—Disculpe, señorita Cordis. Como sabe, este último mes he estado muy ocupada con los preparativos y no he podido aceptar sus invitaciones. ¿Recibió mi respuesta? —pregunté, sonriendo amablemente.
Lavender, que había retrocedido un poco ante el exabrupto de Kabel, parpadeó sus largas pestañas doradas y respondió:
—Oh, sí, claro que la recibí, ¿pero no era eso lo que quería?
Volví a quedarme muda por un instante. ¿Por qué me habla con ese tono? Esto es muy raro. ¿Por qué se esfuerza tanto en llevarse bien conmigo? ¿Será porque aún no le gusta Eugene y por eso no me ve como una molestia?
—El duque parece ocupado. No me dio tiempo a saludarlo.
Pero al ver la cara que puso Lavender al decir eso, descarté esa teoría. La forma en que miraba a Eugene a lo lejos era la de alguien completamente enamorada.
Un momento, entonces entiendo aún menos. Antes me odiaba precisamente por ser la hermana adoptiva de Eugene, sin lazos de sangre con él. ¿Por qué ahora está desesperada por ser mi amiga?
—Me gustaría tener una conversación más íntima con usted. ¿Qué tal si vamos un momento a la terraza a contemplar el cielo nocturno, solo las dos? —me susurró Lavender con voz sutil. ¡Cielos! Cualquiera que la oyera sin conocerla pensaría que está intentando ligar conmigo. Apenas nos hemos visto una vez en esa boutique y ya se toma estas confianzas.
—¿Qué dice? ¿Mi hermana y usted solas en la terraza…? —Kabel, que se retorcía de dolor por el pisotón, volvió a saltar al oírla, pero se calló al ver mi mirada asesina.
—Lo siento, pero estoy esperando a alguien. Además, mi caballero escolta siempre está a mi lado, así que sería imposible estar a solas. —Ethan seguía detrás de mí como una sombra. Había pensado darle el día libre hoy, pero como siempre, ignoró mis palabras.
—¡¿Oh?! —Quizás porque Ethan era tan silencioso como si usara una técnica de ocultación, Lavender pareció percatarse de su presencia solo entonces.
—Usted es…—Pero al fijarse en Ethan, interrumpió lo que iba a decir. Una emoción extraña cruzó sus pupilas por un instante. —Ah, es cierto. El duque parece tenerle mucho aprecio, señorita. Le ha cedido a uno de sus hombres de confianza.
Vi cómo se apartaba ligeramente de mí. Lavender recompuso su sonrisa rápidamente. Aunque fue fugaz, pude ver claramente en su rostro una mezcla de sorpresa y desprecio. Aquí hay algo que no sé, pensé mientras le devolvía la sonrisa.
—Hari.
Justo entonces, Johannes regresó. Llevaba una copa de champán en la mano.
—¡Oh! ¿Así que el Caballero Bastier era su acompañante?
—Volvemos a encontrarnos. Un placer verla, señorita Cordis.
Johannes y Lavender intercambiaron saludos. Parecía que ya se conocían de otros eventos.
—Hari, es champán sin alcohol, puedes beberlo.
—Gracias. —Acepté la copa que me ofrecía.
En ese momento, Kabel a mi lado gritó como si acabara de darse cuenta de algo.
—¿Qué? ¡¿Por qué solo has traído una?!
—Yo no pensaba beber.
—¡Me da igual si ibas a beber o no! ¿Y la mía?
—¿Cuándo dije que te traería algo a ti?—replicó Johannes con una sonrisa encantadora, dejando a Kabel sin palabras. Sin prestar más atención a la reacción de Kabel, se dirigió de nuevo a mí con amabilidad: —Cuando termines, dame la copa vacía. Yo me encargo.
—Gracias, Johannes.
Lavender Cordis nos observaba atentamente.
—¡Su Alteza el príncipe heredero, Dice La Pontier Arlanta!
Justo en ese momento, el príncipe heredero Dice hizo su entrada. Todos en el salón inclinaron la cabeza hacia la entrada. Yo hice lo mismo.
De nuevo, el silencio llenó la sala, roto únicamente por el sonido de unos pasos acercándose. Cuando el sonido se detuvo en el centro del salón, todos levantaron la cabeza.
—Gracias a todos por asistir a este evento que conmemora la nueva armonía entre la Familia Imperial y la Casa Ernst—declaró el príncipe heredero Dice, captando la atención de todos. Observé al joven de cabello rojo y ojos del color del vino tinto. Era el nieto predilecto del actual Emperador y la figura más destacada para sucederle en el trono. A pesar de su juventud, poseía el porte y la dignidad de un futuro rey.
—Espero que todos disfruten de la velada.
Tras este breve saludo, cruzó el salón.
—Aquí estabas, duque Ernst. Hermano mío.
La primera persona a la que se dirigió fue a Eugene. Sorprendentemente, se acercó a él mostrando una familiaridad inesperada. Eugene reaccionó con calma, como si estuviera acostumbrado a ese trato.
—Agradecemos sinceramente el honor que nos concede al organizar este evento para mis hermanos y para mí.
—¿No habíamos acordado dejar de lado esas formalidades entre nosotros?
Me acerqué junto a Kabel y Johannes. Siendo el príncipe heredero quien había organizado el banquete en nuestro honor, era necesario presentarle nuestros respetos. Vi que Erich y Louise también se acercaban desde el otro lado.
—Presentamos nuestros respetos a Su Alteza.
Sin embargo, en cuanto nos reunimos y lo saludamos, por alguna razón, los ojos de Dice se posaron directamente en mí.
—¿Eres tú la hermana del duque Ernst?
Me sorprendió un poco, pero respondí con calma:
—Así es, Alteza.
Sus ojos me examinaban con interés.
—He oído que tu cumpleaños está cerca. Siendo así, debo ofrecer un regalo a la protagonista del banquete.
—Es un honor inmerecido, Alteza. La amabilidad que nos ha mostrado hoy ya es más que suficiente. —Un regalo del príncipe heredero… Fuera lo que fuera, era un favor excesivo.
Pero él continuó hablando, ignorando mi cortés rechazo. Esta vez, su voz resonó con fuerza en el salón, de modo que todos pudieron oírlo claramente.
—La invito al Palacio Imperial. Deseo que sea mi compañera de conversación para aliviar mi aburrida vida en palacio.
El anuncio repentino del príncipe heredero causó un revuelo inmediato. Yo misma levanté la cabeza, totalmente sorprendida. No era la única; vi muchas caras a mi alrededor con los ojos abiertos.
—Enviaré una carta a la casa Ernst próximamente. —Solo Dice sonreía dulcemente, con los ojos entrecerrados. —Espero volver a verla en palacio, señorita Ernst.