¡Cuidado con esos hermanos! – Capítulo 4.5: El hermano mayor Eugene

Traducido por Lily

Editado por Ayanami


[—Eugene, eres nuestro hijo mayor, así que debes de cuidar y proteger a tus hermanos. Tú eres el padre de los niños cuando nosotros no estamos]

Esas eran las palabras que solía escuchar a menudo, durante toda mi vida las he escuchado, esa es mi verdadera responsabilidad como sucesor de la Mansión Ernst.

Para mí, ser un Ernst era todo lo que tenía en mi vida, era algo a lo que estaba comprometido a cumplir hasta el día de mi propia muerte.

Desde que nací hasta ahora, nunca estuve libre de responsabilidades. Ese era mi “destino”, aunque siempre fue algo muy complicado, sin embargo, realmente amaba a mi familia, hasta el punto de que estaba dispuesto a apostar mi propia vida, de hecho, era lo más valioso que tenía.

♦ ♦ ♦

—Eres patética.

Eugene susurró, sus ojos negros como la noche mostraban una gran frialdad.

A los ojos del niño, el aspecto de esa niña era demasiado patético y asqueroso, sus ojos negros, sólo se cerraron viendo a la cosa que tenía al frente.

—Levántate. No nos avergüences.

Frente a él, había una niña que estaba tirada en el suelo. Hari, una pequeña niña de la que cual nunca supo de su existencia, fue tomada como hija adoptiva por sus padres hace dos meses.

Tal vez, debido a los problemas que tuvo con Kabel desde el almuerzo, terminó siendo arrastrada por el piso, Hari tenía los codos y las rodillas lastimadas, podía ver un poco de sangre en su piel.

—Lo siento.

El niño de doce años estaba sorprendido, por lo que susurro con una voz temblorosa. Inmediatamente después, ella volvió a tambalearse, parecía que no tenía fuerzas en sus piernas al levantarse.

Sin darse cuenta, Eugene frunció el ceño y se acercó a ella, más no la ayudó, apretó su mano cerrando los puños. Estaba molesto, por eso dijo de forma fría.

—Arina no era una estúpida como tú. Si estás aquí fingiendo ser una muñeca perfecta, ¿por qué no te esfuerzas más y actúas como tal?

—Lo siento.

Hari se disculpó  nuevamente con él.

Eugene comenzó a sentir lástima, observó como ella bajaba la cabeza, incapaz de siquiera hacer contacto visual con él.

Finalmente, salió de la habitación primero, como si estuviera huyendo, sin decir nada más.

—No puedo aceptarte…

Eugene apretó los dientes, tratando de reprimir su débil corazón que parecía querer explotar en cualquier momento. ¿Por qué sus adorados padres le habían hecho eso?

Nunca podría admitir a esa niña como una Ernst. Incluso si era un reemplazo para Arina.

¡No podía admitirlo! ¡Nunca podría aceptar que esa niña había llegado a reemplazar a su hermana! ¿Acaso no era injusto? ¿Por qué querían olvidar a Arina? ¿Acaso el amor de sus padres acabó hacia ella cuándo murió?

No, eso no podría pasar ni con él ni con sus otros hermanos menores.

—Yo no puedo… no puedo aceptarla.

Sencillamente, era imposible, algo inaceptable. Ella era una niña huérfana, pobre, no podía aceptar que una extraña viniese a su hogar a reemplazar a su adorada hermana. Era impensable.

Arina Ernst era su querida hermana menor, a quien Eugene protegió hasta el día de su muerte. Entonces, nunca podría aceptarla. A una chica tan fastidiosa que vino a codiciar el lugar de Arina.

♦ ♦ ♦

—Hermano… estoy empeorando.

—¡Arina!

Erich y Arina, nacidos como gemelos, eran muy débiles.

En la memoria de Eugene, Arina siempre lloraba de dolor, y cuando no lo hacía, pasaba sus días quejándose del sufrimiento.

Cuando sucedían esos hechos, Erich solía pasar esos días deprimido y era incapaz de abandonar la cama de Arina, lo único que hacía era llorar desconsolado junto a ella.

—Hermano. Arina está enferma por mi culpa ¿Verdad?

Erich pregunto eso entre lágrimas.

Los gemelos nacieron por el método tradicional, y un día Erich, mientras lloraba, le dijo a su hermano:

—Escuché un mito que dice que cuando nacen gemelos, uno de ellos siempre nace débil debido al otro…

—¿Quién dijo eso? No es por ti que Arina está enferma. Erich, nunca vuelvas a pensar eso de nuevo.

—Hermano… Arina y yo somos gemelos. Entonces, ¿por qué no soy yo quien se enferme en su lugar?

Después de eso, Erich se volvió alguien sombrío, y solía decir que deseaba que fuera él quien se enfermara en lugar de ella.

Todos oraron para que Arina mejorará su calidad de vida, pero a medida que pasaba el tiempo, su enfermedad se volvió más severa

♦ ♦ ♦

—Arina, mi adorable bebé…

No hubo ni un solo día en el que su madre no derramara lágrimas. Era algo muy natural.

Cuando Arina se levantaba y lloraba diciendo que se sentía muy mal, eso hacía que la duquesa se sintiera peor, sólo podía acurrucarla contra su pecho, era algo que, con el tiempo, se volvió una rutina dolorosa, era todo lo que podía hacer, incluso Eugene sentía cómo su joven corazón explotaba cada vez que presenciaba esa escena.

Solo podía ver como su madre, la acurrucaba contra sí misma e intentaba calmarla.

Pero todos los médicos que la revisaban decían lo mismo, y sacudían su cabeza en desaprobación —No le queda mucho tiempo.

Por alguna razón, Arina no mostraba señal de mejorar y lo único que podían hacer era dejarla descansar en cama.

Aunque ni siquiera era capaz de hacerlo debido al dolor en su cuerpo. Por eso, decidieron dormir juntos. Entonces, podrían correr a su habitación y sostener su pequeño cuerpo cada vez que lloraba. Solo eso podían hacer por ella.

Con el paso de los días, su hermana fue incapaz de salir de la cama, ni siquiera podía alzar ligeramente la cabeza. Cada vez que abrazaba aquel diminuto, frágil y delgado cuerpo para tranquilizar su dolor, él sentía que la impotencia le apretaba el corazón. Eugene era un niño obligado a sufrir como adulto, cuando sus padres se iban, él se quedaba con ella, no podía llorar o intentar solucionar el problema.

Y, cada vez que su madre abrazaba su pequeño cuerpo y la calmaba, se veía obligada a sentir esa sensación de impotencia de que no podía hacer nada por ayudar a su pequeña hija.

—Mi bebé. Este es el caramelo que te trajo el hada. Si comes esto, todas las cosas dolorosas desaparecerán.

Un día, con una mano temblorosa, su madre le dio un caramelo amarillo envuelto en un papel blanco translúcido.

Era algo obvio que era una mentira para su hija, pero si el cielo había concedido la oración de su madre, la enfermedad de Arina debería ir cada día más lenta. No obstante, todos lo aceptaron porque sabían que la condición de Arina lo requería.

Pero eso fue solo algo temporal.

A medida que la cantidad de días que se quejaba de dolor disminuía, Arina solía quedarse mirando fijamente al aire. Solía ​​decir tonterías, como si tuviera una alucinación o se encontrara en algún mundo de fantasía, más tarde ni siquiera reconoció la cara de sus familiares.

Eugene sabía que ella agonizaba, alucinaba con situaciones extrañas que nadie, ni siquiera él, podían entender.

Y cuando pasó el tiempo, todo, simplemente, empeoró, sus ojos ya no estaban enfocados, se volvieron borrosos, como si ya no fuera capaz de ver, tampoco podía escuchar o hablar. Era como si ignorara todo a su alrededor, o tal vez… solo tal vez, ella dejó “este mundo” sin haber dejado de respirar.

Arina era el “corazón” de todos los miembros de la familia Ernst. Eso también incluía a los sirvientes, era un gran y horrible dolor que tocó las fibras de todos.

Era una pequeña niña que, desde su nacimiento, nunca supo lo que era salir a jugar al jardín, solía ser aquella sombra que pasaba sus días acostada en su pequeña habitación, mirando tranquilamente en silencio por la ventana a sus hermanos mayores jugar.

Al final, Arina murió y los dejó antes de siquiera cumplir los seis años.

—Arina… ¡Arina!

—¡Ahhhhh!

Los gritos desgarradores de Kabel y Erich llenaron toda la habitación en representación de sus corazones rotos.

Ese fue el único día que se le permitió llorar a Eugene, sin pensar en consolar a sus hermanos menores primero. De hecho, incluso sus padres hicieron lo mismo.

Eugene creció con un gran dolor en su pecho, se sentía pesado, cansado. Sintió que tenía un agujero en su corazón.

Ahora, para él, todo había perdido su color.

No obstante, la pérdida de su adorada hermana menor había dejado un espacio vacío, imposible de llenar, era impensable imaginar que Arina ya no estaba con ellos. Y así, el tiempo pasó en vano.

Para cuando pasó aproximadamente un año después de la muerte de Arina, la herida que se había abierto parecía sanar gradualmente.

Pero, no obstante, esa solo fue otra ilusión…

Fue por esa época cuando Eugene se dio cuenta, por primera vez, de que algo extraño le había sucedido con su madre.

♦ ♦ ♦

—Madre, decidiste cambiar a mi tutor por el Señor Hudson.

Eugene tenía un recuerdo en particular. Ese día, era un día ordinario, como todos los otros.

Aunque ese día sucedió algo inusual para él, había un dicho que decía que el tiempo lo cura todo, si resulta verdad ese dicho, pues los hombres que lo habían inventado se habían equivocado.

Todo en la casa era tranquilo… hasta que el pensamiento de Arina, se cruzaba por su mente.

En un intento de manejar sus penas para no ahogarse en la tristeza.

El duque iba y venía del Palacio Imperial para retomar sus responsabilidades como líder de la familia Ernst, mientras que su madre comenzó a asistir a las invitaciones que otras damas de la aristocracia le hacían.

Sus hermanos, por su parte, se resignaron a la muerte de su hermana gracias a la ayuda de “Penny”, una cachorra a la que criaron desde pequeña, junto a Arina, y poco a poco, recuperaron un poco de su antigua vitalidad.

Eugene fue enviado a la mejor academia de Atlanta, en donde estudiaría para ser el heredero oficial de la familia Ernst.

—Sí, he consultado con tu padre y le pareció lo correcto. Lo único que sé, es que el señor Hudson vendrá de visita la próxima semana.

—Entendido.

—Por supuesto, Eugene, eres un niño que siempre se preocupa por sus tareas, así que tranquilo, ya no te preocupes por eso.

Dicho eso, su madre sonrió levemente. Eugene se sintió muy aliviado al ver su sonrisa, por desgracia, al momento siguiente, su corazón se hizo añicos al escucharla.

—Oh, dios ¿qué me pasa? Casi lo olvido por completo, pronto será la hora de darle su medicina a Arina.

Por un momento, creyó no haber escuchado correctamente.

—Casi se me pasa la hora. Tengo que ir a la cocina, Eugene, ¿podrías ir a la habitación de Arina y revisar si está dormida?

—¿Madre…?

Eugene llamó a su madre, pero ella, se levantó apurada del sillón y, a toda prisa, salió de la habitación.

Él dio un paso hacia adelante, luego siguió el rastro de su madre.

Se sentía como si la calidez que, hasta ese momento, llegó a sentir, se había esfumado por completo. Sus manos se enfriaron. Curiosamente su corazón comenzó a latir rápidamente.

Dio unos pasos más y sintió que caminaba en el aire, no obstante, siguió caminando tras su madre.

—Eugene, ¿has ido a revisar a Arina? Seguramente sigue dormida, ¿verdad? Ohh, si, mi bebé es toda una bella durmiente.

Ni siquiera podía hablar. Tampoco sabía qué decir, era como si las palabras no pudieran salir de su boca.

Ella tomó una bandeja y la llenó con medicamentos, caminó en dirección a las escaleras, ignorando por completo a su hijo mayor, Eugene no podía decir nada, pues el rostro sonriente de su madre le lastimaba y no se atrevía a “romper” esa realidad.

—Oh, dios mío, ¿Dónde está mi bebé Arina?

Realmente, aquella habitación había permanecido intacta. Habían pasado varios meses desde la última vez que se había abierto esa puerta.

El castaño observaba a su madre, quien buscaba a su hermana por toda el área, como si no recordara la horrible muerte de la menor.

Eugene se quedó mirando a su alrededor y se quedó sin aliento.

—Ajá, seguramente, estás jugando a las escondidas con tu mamá. Bueno, juguemos… ¿estarás detrás de las cortinas?

Las blancas cortinas fueron alzadas una y otra vez, demostrando que no había nada allí.

—Arina, mi bebé, ¿dónde estás? ¿Te escondiste en el armario?

El sonido de unas pisadas le hizo darse cuenta que, justo detrás de él, estaba un pequeño cuerpo, cuando se dio cuenta de quién era, tomó una bocanada de aire.

Se trataba de su hermano menor, Erich, pronto, entendió la horrible situación que estaba ocurriendo en ese momento.

—Hermano… ¿Arina… está aquí? ¿Ella volvió? ¿Dónde está?

Dios mío… esto… esto…

—Erich, ven aquí…

—Si ella volvió, entonces, puedo ayudar a nuestra madre a buscarla, iré a buscarla a las otras habitaciones, tal vez, está jugando con nosotros…

Eugene supo que su hermano, en su inocencia de seis años, tenía la esperanza de volver a ver a su gemela. Lo sostuvo por los hombros.

—Erich, no hay nada… Arina no volvió… solo… solo es nuestra madre… ella… ella…

Pero, para él, era imposible decir aquellas palabras.

—Pero…mamá… mamá está…

—Lo sé…

—Yo… yo… creí… que…

Para Erich, era imposible seguir hablando, aunque su boca se abrió, ningún sonido fue emitido. Eugene acarició sus hombros, pero se sintió terrible, su pequeño hermanito estaba temblando, no sabía cómo actuar.

Por favor… sé fuerte… Erich…

Sus ojos oscuros vieron los suyos, entonces, su tono de voz se calmó lo suficiente como para hablarle.

—Erich, olvida lo que has visto ahora. ¿Entendido? Anda y ve con Kabel.

A pesar de no entender lo que acababa de pasar, el peliblanco observó el rostro de su hermano mayor, decidió confiar en él, por lo que asintió y terminó yéndose en busca de Kabel, pues fue lo que se le pidió.

—Arina, ¿dónde estás, mi querida, bebé?

Eugene giró el rostro hacia su madre, quien no dejaba de buscar a su hermana menor. En aquella habitación, la duquesa buscaba a su hija muerta.

Se mantuvo fuerte, observó la figura de su madre por un largo tiempo.

Era como si estuviera ahogándose en un lago profundo, no había olas que le impidiesen nadar hacia la orilla, pero era tan oscuro que el miedo no le permitía moverse.

Solo se quedó ahí, parado, sin nada que pudiera hacer, su corazón se rompió en mil pedazos en ese momento.

♦ ♦ ♦

Eugene presenció todo eso y no pudo evitar preocuparse, por eso se lo contó a su padre.

—Se lo diré al doctor.

Dijo el Duque al no poder evitar sentir que todo parecía tan irreal, incluso sus ojos temblaban ligeramente, las cosas se estaban saliendo de control.

—Eugene, dejaré a Kabel y a Erich a tu cuidado por un tiempo.

—Sí, padre.

Pero incluso con un tratamiento regular, la Señora Ernst, a veces, actuaba como si su hija muerta aún estuviera viva.

Nada había cambiado…

Hasta que… de la nada, un día aparecieron en la puerta de la casa Ernst con una niña que, físicamente, era casi igual a su hermana menor fallecida.

Luego de eso, todo cambió de la noche a la mañana.

Fue así como de pronto, Hari apareció en sus vidas.

Eugene odió que esa niña tomara el lugar de su hermana, sin embargo, se vio obligado a callarse, porque su madre parecía mejorar su estado mental.

—¡La odio! ¡¿Por qué nos obligan a verla como una hermana?!

—Ella no es Arina, ¿por qué tenemos que vivir todos juntos?

A diario, escuchaba a sus hermanos quejarse sin ser tomados en cuenta.

Pensó que sus padres estaban locos por tratar como a una verdadera hija a esa niña extraña. Mientras que a sus hermanos los dejaban de lado. Se hizo cargo de ellos mientras que sus padres, le dedicaban todo su tiempo a esa niña.

Era natural que sus hermanos se sintieran de esa forma, no era sencillo procesar que una niña, a la cual nunca antes habían visto en su vida, fuese nombrada repentinamente como su nueva hermana.

Sabía que estaba mal, pero los menores siempre la trataban cruelmente, ignorándola o diciéndole cosas horribles, la pequeña niña, pobre e indefensa, se convirtió en el objetivo de su ira.

La herida de la pérdida de su hermana seguía abierta, de hecho, con los acontecimientos de su madre, podría decir que incluso estaba mucho más abierta que antes… entonces ¿por qué trataron de cerrarla de una forma tan forzosa?

Eugene ni siquiera tenía un lugar en dónde aliviar la terrible ansiedad que había estado sosteniendo en todo su cuerpo.

Por favor… aléjenla… aléjenla de aquí… no quiero verla… no… quiero…

Aunque ella era una buena chica, él se despreciaba a sí mismo, era incapaz de controlar las crueles palabras que salían de su boca cada vez que veía a Hari sin darse cuenta.

—Lo siento…

Cada vez que Hari se disculpaba con él, sentía que su corazón se rompía cada vez más y más.

Su hermana se había ido. Sus hermanos estaban sufriendo. Sus padres lo ignoraban.

Aun así, esa niña estaba viva.

Respirar día a día, era terriblemente doloroso. Hari había tomado el lugar de su hermana.

Ayuda… ya no puedo seguir con esto… 

Eugene no podía con tanto, esa niña se parecía tanto a su hermana que le dolía el solo hecho de saber que ella estaba viva y Arina no.

Su cabeza estaba desordenada con intensas emociones enredadas por todas partes.

Intentaba ser una persona racional ¡de verdad lo intentaba y mucho! ¡Pero era difícil serlo cuando veía a sus hermanos ser dejados de lado y no recibir el cariño que merecían! Eso hacía que su sangre hirviera…

Verdaderamente, sufría horriblemente, día tras día, cada vez que respiraba, el dolor gobernaba su pecho.

Sí, lo sabía, no era válido que, a su edad, pensara de esa forma.

Eugene sería la futura cabeza de la Mansión Ernst, era el encargado de proteger a sus hermanos…

¡¡Pero, sencillamente, no podía soportarlo!!

Nadie le había explicado lo que conllevaba estar roto.

Lo único que pudo hacer fue darle la espalda. Era una pobre niña de siete años… pero él no podía soportarlo.

Ignorarla sería lo más fácil para él.

♦ ♦ ♦

—Es extraño.

—¿Eh?

De pronto, Eugene susurró para sí mismo.

El señor Hudson, el ortodoxo, detuvo su lectura y alzó la mirada hacia él, el mayor de los hermanos se detuvo porque sintió que desde hace rato algo no andaba bien.

Quitó la mano del libro dónde tenía que organizar la línea de tiempo como Hudson le había pedido anteriormente.

¿Por qué la casa está tan tranquila?  

Era capaz de escuchar hasta a una de las tantas vacas del establo, si prestaba atención, claro. Pero ahora, no hay voces que puedan ser escuchadas.

Incluso si intentaba escuchar, no había ningún sonido fuera de la puerta.

Si los demás hablaban, él escucharía todo atentamente, no obstante, parecía que algo malo estaba ocurriendo. Su instinto se lo decía. Así que rápidamente levantó su cuerpo y llamó a los sirvientes.

—¡Hubert!

Bajó las escaleras y llamó al mayordomo Hubert, pero no recibió respuesta. Fue lo mismo incluso después de gritar algunas otras veces.

Gritó y gritó, pero no había nadie que le respondiera.

—Kabel, ¿ocurrió algo mientras yo no estaba?

—¿Eh? ¿Pasó algo?

Por alguna extraña razón, Kabel estaba jugando solo en su habitación.

Eso no era común. Desde hace días que él no dejaba en paz a su hermana menor. Y, de la nada, Kabel estaba entretenido con sus juguetes, totalmente distraído con ellos, aunque respondía todo lo que le preguntaba Eugene.

—¿Dónde está Erich?

—No lo sé, probablemente está jugando con Penny.

De pronto, sintió un extraño presentimiento, por lo que dejó aquella habitación y fue a buscarlo por todas las habitaciones, de alguna manera, terminó bajando al primer piso. Durante todo ese proceso, nunca vio a nadie, ni siquiera a Hubert.

—¡Erich!

—¡Guau!

Penny fue quien respondió a su llamado.

Eugene encontró a Erich abrazando a Penny en la sala de juegos donde solían reunirse.

—¿Has estado aquí todo este tiempo?

—Sí.

—¿Solo?

—No, estaba con Penny.

Él podría estar respondiendo muy naturalmente, pero había algo extraño. Demasiado extraño.

¿Por qué Erich no lo veía directo a los ojos?

—¿Dónde está ella?

—¿Cómo lo sabría? Deberías buscarla en su habitación.

—No está. Ya fui a revisar.

—Entonces, tal vez, ya se fue de casa.

—Fui a su habitación y no había señales de ella. Entonces, supongo que ella debería estar contigo.

Eugene se acercó a Erich y lo tomó con sutileza, sujetando sus pequeños hombros.

—Erich, dime la verdad… ¿qué hiciste mientras yo no estaba aquí?

Fue solo una institución, una especie de presentimiento ominoso que pasó por su cabeza mientras caminaba por la habitación, nunca antes había estado todo tan tranquilo.

—No lo sé.

—¡Erich!

Sus miradas chocaron fijamente, al final, Eugene logró persuadir a Erich y escuchar la respuesta.

Poco después, de inmediato, salió corriendo de la mansión.

Erich había dicho qué le gritó a Hari que se fuera a su casa y la echó.

Mientras corría y miraba el reloj en el primer piso, ya había pasado media hora desde eso, había pasado demasiado tiempo.

—¡¡HariI!!

Eugene gritó asustado, corriendo por todo el jardín, buscándola. La tormenta de nieve estaba empeorando, y el frío era insoportable.

—¡Eugene!

Gritó el pequeño peliblanco. No quería que su hermano saliera afuera debido a la tormenta.

—¡¡Hari!!

Gritaba, sintiendo como la respiración se le iba, no sabía si era debido a la fuerte tormenta de nieve, o por la prisa que tenía o tal vez, solo tal vez, el miedo de perderla. Eugene no se dio cuenta de que la había llamado por primera vez por su nombre en medio año, desde que la conoció, excepto por los momentos cuando estaba frente a sus padres.

Tras unos minutos de intensa búsqueda, vio lo que parecía ser una pequeña bola blanca siendo enterrada bajo la nieve.

—¡¡Hari!!

Al darse cuenta de que era ella, su corazón se apretó. Corrió a pesar de sentir que su cuerpo temblaba, seguramente, era la adrenalina, de otra forma, hubiese caído al suelo sin fuerzas.

—Dios mío, Hari ¿estás bien?

Sí, Eugene odiaba mucho a la niña… ¡pero ahora, no importaba si la odiaba! ¡Nunca hubiese querido verla en ese estado! ¡No deseaba que muriera! Por alguna razón, no podía dejar que eso pasara.

Al ver el rostro pálido de la menor, recordó el rostro de su hermana muerta, definitivamente, ambas se parecían.

Aquel pequeño cuerpo permaneció inmóvil por un tiempo, eso lo asustó más.

—¡Hari, Hari! ¡Por favor, Hari!  ¡Despierta! ¡Abre los ojos!

El miedo comenzó a gobernar su cuerpo, estaba aterrado ante la idea de perderla, por ello, comenzó a sacudirla con fuerza. Se sintió bendecido cuando aquellos párpados comenzaron a abrirse levemente, dejando ver aquellos ojos púrpuras.

En ese momento, sintió que la podría abrazar con fuerza, no obstante, no pudo hacerlo. Fue incapaz de hacer lo que su corazón le dictaba.

Observó su pálida piel, los labios de la menor estaban casi del mismo color que sus iris.

─¿Eres mi hermano Eugene?

¿Ella realmente me considera… su hermano?

Hari lo vio con una especie de ceguera.

Al escuchar las palabras que salieron de su boca, todo su cuerpo tembló.

—Hermano… ¿cuándo te volviste más joven? Luces, al menos, 20 años más joven. ¡Oh! ¡Ya sé! ¡No eres Eugene!

Cuando la escuchó, no entendió nada de lo que hablaba ¿por qué decía cosas tan extrañas?

—¿Eres el hijo de mi hermano Eugene?

Ante esas palabras, entrecerró sus ojos, sin darse cuenta, terminó gritando.

─¿De qué estás hablando? ¿Acaso perdiste la cabeza?

Claro que la había perdido, pues no importaba la forma en que lo viese, él era Eugene.

Suponía que era diferente, si hacía memoria, era la primera vez que ambos se miraban a los ojos fijamente.

Como pudo, volvió en sí y la llevó a casa.

Kabel, que estaba merodeando en el primer piso, se sorprendió al verlos entrar llenos de nieve, no importaba mucho, realmente, él no había hecho nada raro, el problema fue con Erich.

—Hermano… yo…

Fue él quien habló cuando los vio llegar. Notó cómo el peliblanco observó a la niña con los ojos muy abiertos. Pronto, comenzó a llorar.

—¿Me equivoqué?

Él tenía siete años, incluso si tenía malas intenciones, su conciencia no llegaba tanto como a imaginar que, en la peor de las situaciones, pudo haber causado la muerte de Hari.

Estaba claro que solo quería echarla de la casa, definitivamente, era incapaz de imaginar que, al correrla, pudo haber muerto congelada.

─Sabes que es completamente imposible que madre y padre no se enteren ¿verdad? Te van a regañar. Está vez, fuiste demasiado lejos con tus bromas.

—Hermano…

Le dolió verlo tan asustado, pero tenía que ser justo.

Quiso imaginar que era una mala broma, pero era imposible darle el regaño necesario en ese momento, lo más importante, era darle el tratamiento necesario a Hari. Después se encargaría de él.

Eugene hizo que sus hermanos llamaran a los sirvientes y también les pidió que arrojaran más leña a la chimenea.

Era natural que los tres fueran regañados en cuanto sus padres llegaran a casa.

♦ ♦ ♦

—Sí, Hari salió de la casa por una travesura de Erich, corriendo a hacia la calle, pero la tormenta empezó…

Eugene vaciló ante sus padres, no solía decir mentiras, pero tenía que proteger a su hermano, después le explicaría a Erich lo que había hecho mal.

Su padre, quien escuchaba la historia directamente de su hijo mayor, pareció no creerle.

—Eso es cierto.

Solo Kabel, que realmente no sabía lo que ocurría, afirmó ante las palabras de su hermano mayor, sacudiendo la cabeza.

—No importa cómo lo explique, ¿cómo puede actuar de forma tan infantil? Si ya es grande.

—¿Eso quiere decir que estaban solos? ¡Pero Eugene, tú estabas a cargo! ¡Cómo es posible que ella lleve todo el día inconsciente y ustedes no sepan nada!

Está vez, su madre comenzó a interrogarlo.

Fueron escasos segundos, pero Eugene hizo contacto visual con su padre, quien pareció darle alguna especie de señal con la mirada, no querían preocupar más a su madre de lo que ya estaba.

—Lo siento, madre. No pude vigilarlos todo el tiempo, porque estuve estudiando con el Señor Hudson.

—Kabel, tú pasas mucho tiempo jugando con tus juguetes, eres incapaz de saber lo que pasa al alrededor de tus hermanos. Tus juguetes serán confiscados por una semana.

—¡Pero, Mamá!

—¡Basta! Debes de pensar que cada juguete en tu habitación es malo para ti.

—Mami…

—Y Erich.

Al escuchar su nombre, el peliblanco sintió como sus hombros se estremecieron. Él estaba tan asustado que era incapaz de decir algo.

—¿Cuántas travesuras más necesitas para que Hari salga herida? ¿Qué le hiciste para que ella escapara? Si algo hubiese salido mal, seguramente hubiese pasado algo terrible, estarías en un gran problema. ¿Acaso no entiendes que es algo estúpido y peligroso?

Erich se estremeció ante esas palabras, comenzó a derramar lágrimas.

En otras ocasiones, seguramente, Eugene lo hubiese defendido y protegido, era realmente débil ante el llanto de sus hermanos, no obstante, tenía que aprender de sus propios errores, tenía que enseñarlo a que algunas cosas son malas, como lo que pasó en esa ocasión.

—Todos deben de reflexionar sobre sus acciones, nunca debió ocurrir lo de hoy.

Su madre, quién no sabía que Hari estuvo en un gran peligro debido a sus hijos, dejó de regañarlos y se llevó la mano a la frente.

El duque fue hasta ella y le habló.

—Deberías ir y descansar un poco.

—No puedo hacerlo, primero debo ver a Hari.

Después de que la pareja se retirara, Eugene se acercó en silencio a Erich, quién seguía llorando. Al ver al mayor, Erich se lanzó a sus brazos, llorando con fuerza.

—Perdón, hermano.

—Es que… yo… simplemente no deseo verla… más… en nuestra… casa…

Lloró mucho tiempo después de eso, a su lado estaba Kabel, viéndolos sin decir absolutamente nada.

—Solo no tienes, que volver hacerlo, tranquilo, no estás solo…

Eugene fue incapaz de decir algo más, primero tenía que calmarlo, por eso solo lo abrazó con fuerza, dándole el consuelo que necesitaba.

♦ ♦ ♦

Después de todo lo sucedido, el comportamiento de Hari se volvió extraño.

Ella sale “renovada” después de haber experimentado la tormenta de nieve afuera con ropa delgada, lo mira a los ojos y le dice extrañas palabras, incluso descaradamente pidió que le llevara algo de comer.

Eugene se preguntó si se debía a su cercanía con la muerte, pero su mirada había cambiado, era desconcertante, de hecho, era raro que ella le pidiese cosas, nunca imaginó que ella insistiera en que le llevasen de comer.

Además, por alguna razón, el corazón de Eugene se sentía más ligero al verla actuar de esa manera.

─Eugene, en este momento, te ves como alguien muy lento, ¿No puedes hacer algo tan fácil como atrapar mi mano? ¿No puedes? ¿Huh? ¿Huh?

─¡Ya basta!

Lo mismo ocurrió cuando se negó a tener una lucha física, olvidó el propósito de ello, a pesar de que lo provocaba.

─¿Ahora, a quién llamas lento?

Eugene, quién sostenía a Hari de forma eufórica después de tirarla en la cama, abrió la boca.

Sus ojos chocaron con los de ella, por primera vez, notó que la piel de la niña era tan blanca como la nieve, así que eso lo dejó sin palabras.

¿Por qué él pensaba en eso?

Recordando todo, está era la primera vez que Hari se comportaba de forma infantil, nunca antes había sido así con sus otros hermanos.

—Has pasado mucho tiempo jugando con tus hermanos menores, no solo eso, te estás comportando de forma imprudente y olvidas tu posición. ¡Pídele disculpas a Hari de inmediato!

Eugene fue regañado por su padre, quien había ingresado a la habitación a los pocos minutos.

Después, cuando salieron de la habitación, su padre llevó su mano en dirección a su mejilla, sintiendo el ardor del golpe.

—Lo siento, Eugene. Pensé que era lo mejor porque no quería mencionar la historia de los dulces frente Hari, así que no supe cómo actuar.

Su padre lo consoló.

Al duque le preocupaba que Hari se enterará sobre los dulces que su madre le había regalado.

—También estaba preocupado, padre, no quería que Hari comiese la medicina que madre le dió.

—Sí, lo sé. llevabas cargando demasiado peso en tus hombros.

Eugene se ahogó en su propio dolor cuando escuchó esas palabras, de hecho, sintió que la ansiedad lo tomaba por el cuello, dejándolo sin aire.

Eso era lo único que lo abrazaba, nadie más lo hacía. Pronto, su nariz perdió el sentido y el sonido se fue desvaneciendo, fue incapaz de escuchar el gran sermón de su padre, hasta que dijo algo que iba diferente a su expectativa.

—Finge que no lo sabes.

—¿Qué?

—Tu madre no está estable en este momento. Así que haz como si nunca hubieses visto o escuchado nada. Pretende que no sabes nada.

—Pero… padre… entonces… Hari…

—Por supuesto que voy a detenerla tanto como pueda sobre el asunto de los dulces. Pero incluso cuando veas que Hari lo come, no digas nada.

Su padre susurró algo tan terrible como eso tras darle un par de palmaditas en su hombro, luego se giró y se fue.

Eugene observó la espalda de su padre al irse, lo dejó ahí solo, con un shock emocional demasiado grande.

Observó el dulce que tenía en su mano, cerró el puño y lo sostuvo con tanta fuerza que fue capaz de romperlo.

♦ ♦ ♦

—Eugene, escuché que tu padre te regañó ayer.

Al día siguiente, cuando su padre no estaba, Eugene recibió la visita de su madre en su habitación, él solo estaba leyendo un libro, como si buscara consuelo entre sus páginas.

—Él me dijo que te golpeó. Pienso que eso fue muy extremo, me molesta que él sea así.

Mientras era observado por aquella mujer, sintió el toque de sus cálidos dedos sobre su mejilla.

Entonces, habló impulsivamente.

—Madre, ¿por qué ayer le diste ese caramelo a Hari?

Entonces, su madre inclinó el rostro, como si no entendiera la pregunta.

—¿Hay alguna razón por la que no debería dárselo?

—Madre… eso es…

Eugene levantó el tono de voz sin darse cuenta, pronto, dejó de hablar y apretó los dientes. Su voz se quebró como si estuviese ronca.

—Madre… esos son medicamentos muy fuertes…

Al hablar, pudo sentir que ya había llegado el momento de tirar todo por la ventana.

Ese caramelo amarillo era una droga muy fuerte, usada para calmar los dolores, no solo eso, sino que era de uso exclusivamente para personas muy enfermas, sus efectos secundarios son terribles, en caso de consumirlos con frecuencia, una persona normal podría enfermarse de gravedad y llegar a ser incapaz de reconocer su entorno.

—Hari no es Arina.

Eugene recordó lo triste que su madre lloró después de perder a su hermana.

Claro que entendió porque, en su momento, ella le daba eso a Arina, ella sufría demasiado, estaba en una situación de vida o muerte, ya que no podía curarla, le daba ese medicamento para que, al menos, dejara de sentir el horrible dolor.

A su mente venía la imagen de su madre llorando una y otra vez.

—Entiendo tu dolor, Madre…

Hablo Eugene, quien no quería que su madre recordase un momento tan doloroso, pero era difícil para él aceptar esas palabras tan crueles que su padre había dicho: “fingir” eso era lo peor.

—Oh, de nuevo con esa historia de hace mucho tiempo.

La duquesa hizo una expresión melancólica por un momento, luego miró a Eugene y le sonrió.

—Estas entendiendo mal, ese dulce no es peligroso.

—Si no es peligroso… —Susurró mirando el rostro inocente y sonriente de su madre. —Entonces, dame uno de esos dulces también.

—No, Eugene.

Ella lo vio severamente, como si buscara regañarlo.

—Eso es solo para los niños enfermos.

Eugene se quedó sin palabras, las palabras de su madre lo habían dejado fuera del ring.

—No puedes comerlos porque son para tu hermana menor que está enferma.

En ese momento, se dió cuenta de que su madre realmente estaba confundida, ella realmente creía que esos dulces eran un medicamento totalmente inofensivo.

Los ojos negros de Eugene temblaron ante esas palabras.

Sintió un miedo profundo, imaginó que, con el tiempo, las cosas mejorarían poco a poco. Pensó que todo volvería hacer como era antes…

Pero, la verdad, era que nada había cambiado.

Parecía que sus padres solo cerraban los ojos ante los problemas, ni siquiera intentaban cerrar las heridas, o hacer el intento de sanarlas.

—Madre.

Por favor, tienes que ver más allá, nosotros somos tus hijos también.

Eugene estaba entre la espada y la pared, amaba a sus padres, pero sentía coraje de que no le prestaran atención a Kabel ni a Erich.

¡Ambos niños necesitaban a su madre y padre! ¿¡Por qué tenían que ignorarlos!? Si no querían prestarle atención a él, está bien, pero sus hermanos no tenían la culpa, solo son niños pequeños.

¿Por qué fingían que no existían?

—Sí, Eugene.

Su madre sonrió como una flor, al verla sonreír de esa manera…

Solo por esta vez prefirió quedarse callado.

—No, nada.

Porque ella se veía lo suficientemente feliz… así que lo mejor era… dejar todo como estaba…

El dinero ni las tantas cosas que traían funcionaba para sustituir esa falta de amor, quizá, ellos creían que, trayendo dulces, ellos serían felices.

♦ ♦ ♦

Al caminar por el pasillo de la casa, Kabel se encontró con Eugene.

—Oye, hermano. ¿Qué estás haciendo?

—¿Eh?

Eugene había entrado a escondidas en la habitación de su madre, buscó los caramelos amarillos y salió rápido de la habitación en dirección al pasillo.

—¡Eso es lo que solía comer Arina!

—Sí, pero ahora no hay nadie que deba comerlo, así que ya no son necesarios ¿Entendido?

—¡Está bien, hermano!

Eugene se dio una tarea, buscar todos los dulces escondidos con el mayor cuidado posible para deshacerse de ellos, incluso buscó en lugares donde antes no estaban.

Además, le preocupa que pudiera haber más dulces escondidos en lugares a los que no podía entrar.

Su padre dijo que trataría de detener a su madre tanto como pudiera…

Pero eso conllevaba a ignorar, fingir y no saber nada sí Hari los comía.

Él no iba a permitir poner en riesgo la vida de una niña inocente.

Ahora tenía una preocupación, ¿ya antes había comido ese dulce? Realmente, deseaba que no lo hubiera hecho.

—Chicos, ¿están listos?

Entonces, escuchó a su madre llamándolos desde la distancia.

Hoy era el día donde todos los miembros de la familia decidieron salir a la ciudad.

—Kabel, baja tú primero.

—¡Sí!

Kabel bajó las escaleras.

Cuando su hermano lo hizo, Eugene comenzó a moverse para deshacerse de los dulces que había encontrado.

♦ ♦ ♦

[—Es fácil perderse porque hay mucha gente, así que tómense de las manos, Hari necesita protección]

Se supone que ella tenía que permanecer a su lado todo el tiempo.

Eugene sintió que su cuerpo temblaba.

Caminar sosteniendo la mano de Hari era muy incómodo. El camino a la farmacia estaba cerca, pero, por alguna razón, para Eugene parecía ser muy lejano. Él era capaz de percibir la calidez de aquella mano envuelta con el guante blanco.

Entonces, se dio cuenta que para ella la situación también era incómoda.

De repente, la imagen de aquellos dulces amarillos y la sonrisa de su madre pasaron por su mente.

—Incluso ahora…

Hay todo tipo de situaciones anormales que lo rodean.

—¿Quieres volver a dónde estabas?

No sabía por qué, de pronto, estaba preguntando eso.

Hari lo miró, como si no hubiera escuchado, o entendido las palabras que dijo. Eugene se mordió sus finos labios y volvió a preguntar.

—¿Todavía quieres volver a dónde estabas?

—Sí, Quiero volver.

La respuesta fue rápida. Hubo un silencio entre ambos. Eugene era capaz de escuchar el ruido de los susurros de la gente a su alrededor, pero era incapaz de procesar la información de lo que estaba pasando justo ahora.

Sí… eso era normal… por supuesto que ella querría volver… 

En ese momento, sintió una gran ansiedad. Un dolor agudo llegó a su corazón.

Entonces… eso significa ¿que él tenía que hacer algo al respecto?

Él tenía que proteger a sus hermanos pequeños… eso también incluía a Hari…

En ese momento, Eugene se vio envuelto en una ansiedad obsesiva.

Si ella realmente deseaba volver al lugar de donde vino, pensó que sería algo equitativo para todos. Sus hermanos estarían mejor y ella también.

Pero, por alguna razón, nuevamente, sintió una punzada en su pecho.

El aire frío llegó a su frente. Por instinto, se aferró a aquella pequeña mano, después, la idea llegó a su mente.

Caminó primero poco a poco, después, aceleró. El calor de aquella mano se esfumó en un instante. Seguramente, en ese momento, era empujada por tanta gente que ya su calor no le llegaba.

Eugene caminó sin mirar atrás. Fue empujado por tanta gente que no estaba dispuesto a mirar hacia atrás hasta que saliera de la multitud.

Él pensó de esa manera.

Ella será más feliz si se va.

Y, finalmente, cuando salió de aquella calle, Eugene dejó de caminar, justo en medio del camino.

Su cuerpo seguía temblando.

Todos los sonidos de la ciudad golpearon sus oídos.

Él esperaba que Hari lo llamara, que gritara su nombre y así podría regresar con esa excusa… pero ella nunca lo llamó, lo había dejado solo.

¿Eso era todo? ¿De verdad, así acabaría su relación con ella?

Todo había sido tan fácil que no parecía real.

Su corazón le dolía, de tan solo pensar en ella.

¿Por qué se sentía así? 

¿Por qué, ahora, quería correr tras ella?

¿Por qué, ahora, quería abrazarla?

¿Por qué, ahora, no quería perderla?

Con eso hecho ¡sus hermanos pequeños serían felices! ¡Hari sería feliz! ¡Él sería feliz!

Pero ahora, se sentía perdido, no sabía que debía hacer.

—Hey. ¿Estás bien, cariño?

De pronto, frente a él, se escuchó la tierna voz de una mujer.

Era una pareja joven que se detuvo frente a él, lo miraban preocupados.

Lo que esas personas miraban era un niño temblando y llorando sin decir nada. Probablemente, estaba perdido, o eso pensaban.

Eugene se quedó sin palabras por un momento, era la primera vez que lo trataban como un niño.

Escapó de ellos sin decir una sola palabra. En realidad, no sabía qué decir.

Ni siquiera pudo correr e ir más lejos, pues se topó con una pared y, sin más remedio, se derrumbó en el suelo.

Eugene realmente colapsó, se colocó en cuclillas, apretó su cuerpo como si fuera un niño, y enterró su rostro entre sus manos temblorosas. Un extraño sonido salió desde el interior de su garganta.

Ese ruido sordo llegaba hasta sus tímpanos.

Ese sonido… ¿había salido de su garganta? ¿Justo ahora, él estaba llorando de forma tan desconsolada?

No podía entender lo que estaba haciendo en ese momento. De hecho, estaba sintiendo una mezcla de emociones.

Solo había soltado esa mano que lo sostenía con calidez, pero el significado ciertamente no era el mismo sentimiento pesado que antes.

—Ugh.

Todas las personas que pasaban lo estaban viendo. Todos…

Él… él había gritado asustado.

¿Qué demonios había ocurrido? ¿Qué demonios había hecho?

Era incapaz de procesarlo.

Era muy simple, pero a su vez, demasiado complicado.

Unos gritos de dolor están saliendo y desgarrado su pecho. Sus ojos se hincharon y su corazón daba fuertes latidos. Su visión se volvió oscura.

Pronto, sintió que la oscuridad lo estaba atrapando, incluso el ruido de la ciudad se había desvanecido por completo, se sintió en un espacio libre de la gravedad.

Eugene abrió la boca y contuvo el aliento.

Pronto, pareció verse a sí mismo, estaba atrapado en sí mismo, se estaba volviendo loco.

En ese instante, recordó lo que acababa de hacer, una gran rabia se apoderó de su cuerpo. Incluso tuvo miedo, pero lo que realmente lo asustó más fue lo que hizo. Realmente, se consideraba a sí mismo un ser humano terrible.

¿Realmente, él la había abandonado? ¿A una niña tan pequeña como Hari? ¿Había sido tan poco hombre? ¿Alguien tan patético? ¿Había actuado de una manera tan infantil?

[—Quiero volver]

Ella había dicho eso, pero él lo interpretó de una forma tan despreciable. No sabía exactamente de dónde venía Hari, pero igual la dejó sola en una calle desconocida.

Pero él sabía cómo era. Así que trató de convencerse a sí mismo que era mejor dejarla ir.

Le arrebató un hogar cálido, comida recién hecha, ropa bonita… le arrebató todo eso solo por su cobardía. Ni siquiera ganaba nada haciéndolo.

¿Entonces, por qué ella tenía que pagar un precio tan grande? 

Ella también obtuvo lo que quería, por lo que no debería pagar por ello.

Ella quería regresar al lugar donde vendía flores marchitas, sabía lo difícil que era conseguir al menos una comida al día. Entonces, ¿por qué ella quería regresar? ¿No era peor?

De ser así, probablemente, significaba que la vida actual que tenía era igual de difícil para ella.

Acaso…

¿Esa vida tan horrible era mejor que vivir con sus hermanos y con él?

Ahora puede darse cuenta, tanto sus hermanos como él fueron personas terribles, que la hicieron pensar que era mejor para ella regresar a su anterior vida.

[—Hermano Eugene]

Eugene se sentía en un laberinto sin salida.

Con ese pensamiento, comenzó a sentirse terrible consigo mismo. Dobló las rodillas y enterró el rostro entre sus manos nuevamente, trataba de esconderse de este mundo, no quería que nadie lo viera.

Él sabía la verdad, en ella proyectaban a su hermana muerta, estaba ahogando su coraje, su dolor y su ira en la vida de una niña inocente.

Nuevamente, sintió su corazón apretarse.

Se había quedado sin ningún lugar a donde ir.

¿Por qué sus padres le habían hecho eso? ¿Por qué? De hecho, sabía que lo que hacían estaba mal. Hari, seguramente, sufría mucho por su culpa, por culpa de sus hermanos… por culpa de él…

Y aun así, Hari tampoco había sido mala con ellos.

Debido a que ella no sabe la verdad, tal vez, ni siquiera sabía por qué él había soltado su mano en ese momento, fue como si estuviera huyendo de ella.

De cierto modo, Eugene decidió que tenía que hacerse cargo, merecía asumir la responsabilidad de sus errores, no podía culpar a un niño pequeño de sus fallas cometidas.

Desde el principio, debió ser así, debió proteger a Hari de la misma forma que protegía a sus hermanos, no tenía excusas, él sabía que había pretendido no saber del acoso que ella sufría…

—Hari…

De repente, pronunció aquel nombre. Tal vez, ni siquiera estaba dispuesto a enfrentarse a esa realidad, sin embargo, era una situación inevitable.

Haciéndose pasar por un buen hijo, haciéndose pasar por un hermano mayor cariñoso, haciéndose pasar por un adulto, pero realmente solo era un niño jugando a ser un adulto. Él realmente quería huir.

Sí, realmente eso quería hacer, huir de todos. Y, al final, lo hizo, soltó esa pequeña mano que lo sostenía.

Hacer eso era la mejor opción para todos.

Mientras que él tenía ganas de golpearse así mismo por ser tan obstinado.

—Cariño, ¿estás enfermo? ¿Te sientes bien? ¿Dónde están tus padres?

De repente, alguien se le acercó con gran preocupación, antes de responder, Eugene se levantó con dificultad, ayudándose con la pared.

Al ver el rostro de la mujer, sintió que veía a su madre reflejada.

—Si pasa algo, te ayudaré. ¿Buscas a un adulto?

—Tengo que ir a buscar a mi hermanita…

—Oh. Así que te veías así porque perdiste a tu hermana. Descuida, ¡te ayudaré!

Una vez más, escuchó el fuerte ruido de la ciudad. Observó hacia atrás, temblando.

—¿Oye…?

Pero ya no pudo decir más, pues Eugene se echó a correr. Dejando a esa persona atrás con las palabras en la boca.

Por favor, quédate en dónde estabas… quédate en dónde estabas… por favor… que estés ahí…

Eugene perdía el aliento mientras daba pasos a toda prisa.

Parecía que corría un maratón.

Su corazón latía velozmente, dejándolo sin aliento.

Eugene pensó muchas veces desesperadamente.

—Ha…

Fue incapaz de pronunciar aquel nombre cuando vio que la pequeña niña estaba sentada sobre una caja, agachada como él.

En ese momento, sintió un extraño sentimiento en su pecho.

Vio aquel diminuto cuerpo abrazando sus piernas, como si también estuviera tirando todo por la borda.

Se acercó a ella dando pequeños pasos. Sintiendo que esos pasos se estaban volviendo pesados.

Un paso. Dos pasos. Tres pasos.

Cada vez que caminaba hacia delante, la sensación de consternación, al avanzar hacia ella se sintió como si se convirtiera en un niño perdido, él era mucho mayor, pero se sentía más pequeño.

Pero… algo nuevo comienzo a brotar en su corazón…

—Regresemos.

Fue todo lo que alcanzó a decir cuando vio esos ojos púrpuras, que lo miraban como si, desde hace tiempo, estuvieran esperando su regreso… experimentó sentimientos extraños al verla. ¿Ahora, qué palabras debería decir para disculparse?

—¿Estuviste muy lejos…?

Este día quedará grabado en su memoria hasta el día de su propia muerte.

—Debemos volver ahora.

Es como si regresara al día cuando nació y experimentara innumerables emociones que parecían explotar como cohetes en su interior.

—Vamos, regresemos a casa.

En el momento que tomó esa pequeña mano sintió que la calidez volvía a su cuerpo. Seguramente, viviría con ese dolor grabado en su corazón.

—Me duelen las piernas.

Eugene la levantó, y caminó de regreso a donde estaba su familia con la niña cargada en su espalda, Escuchó un pequeño susurro desde atrás.

—Estúpido…

Fue un vago susurro, probablemente, no hubiese escuchado si no prestara atención, no obstante, se sintió agradecido de haber regresado.

—Eugene, tu espalda es muy incómoda.

—Eres ruidosa.

Ahora que el sol estaba ocultándose, sintió que la belleza de las calles comenzaba a disminuir, las únicas sombras que se proyectaban eran las de ambos.

En ese camino, Eugene quería llorar un poco, pero pensó que no se lo merecía, por lo que se reprimió. Y siguió caminando.

—Lo siento…

Después de que él, impulsivamente, pronunció esa corta palabra fuera de su boca, no pudo evitarlo y lo dijo de nuevo.

—Lo siento…

Ella simplemente no dijo nada. Así que Eugene fue capaz de susurrar las mismas palabras varias veces.

Hari, seguramente, debía de estar dormida, pues llegó a escuchar su relajada respiración. No quiso pronunciar más esa palabra, sin embargo, en su mente, lo seguía diciendo, una y otra vez.

Sentía que ese dolor en su pecho era sofocante.

Era una disculpa cobarde que jamás sería escuchada.

2 respuestas a “¡Cuidado con esos hermanos! – Capítulo 4.5: El hermano mayor Eugene”

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