Dama a Reina – Capítulo 2: Traición, Revolución, Golpe de Estado

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Las damas de honor podían viajar libremente entre el palacio y su hogar.

Cuando el día llegó a su fin, Lauren regresó silenciosamente a su residencia. Su hogar normalmente tranquilo estaba lleno de hombres de mediana edad esta noche. Después de cambiarse el vestido, Lauren entró en la habitación donde estaban. Un hombre notó su llegada y la llamó por su nombre.

—Lauren.

Era su padre una sonrisa delgada y sin alegría cruzó su rostro.

—Padre, has vuelto temprano —dijo ella mirando a las demás personas a su alrededor.

—La situación resultó de esta manera. Llegamos temprano para evitar sospechas —respondió el padre de Lauren, el duque Witherford.

—Es una sabia decisión padre —comentó.

—Bien, entonces, ¿cuál es el estado en el Palacio de la Reina? —preguntó el duque Witherford, sin vacilación.

Ante la mención del tema una arruga apareció en la frente lisa de Lauren.

—No es bueno —suspiró.

—¿Qué significa eso exactamente, lady Lauren?

—Es exactamente lo que digo… la extravagancia de la reina se está volviendo cada vez más extrema. ¿Sabes lo que pasó hoy? Se cambió a un vestido diferente después de usarlo durante cinco horas porque había estado afuera usando ese vestido. —El tono de voz de Lauren creció mientras hablaba—. Eso no es todo. Los artículos de lujo que está comprando la reina están aumentando tanto en número como en valor. ¿De dónde creen que proviene el dinero para sus frivolos gastos? Es del presupuesto del reino. Lo que la reina está haciendo no es diferente de un “arrojar el imperio a la ruina”.

—De todos modos, ¿no está haciendo bien su trabajo? —dijo uno de los nobles.

Lauren sonrió con disgusto.

—Es verdad. No hay lugar para la duda. No solo es experta en lo que hace, es una maestra controlando a las personas. Ella sabe qué talentos tiene cada uno, como usarlos y cuando. Eso es ciertamente algo por lo que fácilmente podría admirarla.

Pero casi inmediatamente después, nuevamente empezó a hablar de sus defectos.

—Aun así, su estilo de vida extravagante es tan severo que es imposible hacer la vista gorda. ¡Sin mencionar que los ciudadanos del reino han estado sufriendo una sequía en todo el país! ¿Cómo podría alguien que es la reina de un reino poner sus propios caprichos y deseos por encima de los pobres y necesitados?

Todos asintieron con la cabeza de acuerdo. Lauren continuó con voz aguda.

—Ella no está en esa posición para manejar bien los asuntos del palacio. Ella es la madre del reino. Es difícil decir que la reina actual está cumpliendo ese papel.

—Estamos de acuerdo con usted, lady Witherford.

—¿No es por eso que estamos reunidos aquí hoy?

Ante esas palabras, los otros nobles también asintieron con la cabeza. Otra persona habló.

—La reina solo se sirve a sí misma. Nuestro objetivo común es destronar a una reina tan egoísta, ¿no es así?

—Eso es correcto. —El duque Witherford esbozó una sonrisa irónica—. Sin embargo, como todos saben, para tener una revolución, debemos tener una justificación. Si tratamos de actuar sin ella, ¿quién creería que nuestro propósito es noble en la naturaleza?

—Aun así, no será suficiente solo con la reina, Su Gracia. Tiene que haber algo que esté directamente relacionado con el emperador.

Lauren, que había estado escuchando en silencio, bromeó.

—Eso es bastante fácil —continuó en un tono claro—. El emperador ordenó la ejecución de la reina Petronilla y su familia. Para convertir a su amante en la reina.

Y probablemente no sabe lo tonta que fue esa decisión. Lauren puso una sonrisa reservada.

—Y como todos saben, los Grochesters fueron leales al reino, pero él los ejecutó sin vacilación. ¿Cuán insensato debe ser uno para tomar tal decisión?

—Así es. —El duque Witherford sonrió—. Esto es verdad, todos. El estado mental del emperador se está deteriorando junto con su juicio. Es por eso que eliminó a una familia leal e instaló a una horrible moza como reina.

Entre los nobles, una persona habló.

—¿No es esta una situación bastante peligrosa? Después de todo, esa persona está gobernando este reino.

Siguió un coro de acuerdo.

—Tienes razón. Si está en tan mal estado, entonces, eventualmente surgirá la necesidad de que alguien mentalmente sano, ocupe su lugar.

—¡Sí!

Mientras todos hablaban entre sí con entusiasmo, Lauren sonrió para sí misma. Finalmente, el duque Witherford calmó la situación.

—¿Aproximadamente cuántos soldados hemos reunido? —preguntó.

—Una cantidad suficiente, Su Gracia. Incluso con solo los guardias privados de los nobles de alto rango, tenemos un número considerable. Si logramos sobornar a uno de los guardianes del palacio, no será difícil apoderarse del Palacio de la Reina.

—Hay muchas personas en el palacio que intentan salvarse de la tiranía de la reina. La reina es la esposa del emperador, y son como un solo cuerpo. Estoy seguro de que esas personas cooperarán fácilmente con nosotros.

—Digo, esto va tan bien que estoy un poco preocupado —dijo en broma el duque Witherford.

Lauren todavía tenía una sonrisa en su rostro.

—Es porque la situación está a nuestro favor —dijo—. Además, el médico imperial dijo que Su Majestad se ha sentido ansioso desde la ejecución de la reina Petronilla.

—Parece que es el momento adecuado.

Definitivamente es el momento adecuado. Lauren sonrió cuando otro noble habló.

—Si bien no me sienta bien que el nuevo emperador no sea un descendiente directo, ¿qué más podemos hacer? Un golpe exitoso no se considerará un delito.

—¿Una copa? —Lauren interrumpió bruscamente al noble. Parecía casi enfadada—. ¿Quién se atreve a mencionar que estamos dando un golpe de estado?

—¿Qué estás diciendo, lady Lauren?

—Si esto tiene éxito, entonces esto ciertamente no es un golpe —enfatizó—. Esta es una revolución.

Ante esas palabras, las otras personas estallaron en risas emocionadas. Así es, esto era una revolución. Si el plan tenía éxito, ¿quién podría calificarlo de golpe? Ciertamente sería algo que les costaría la cabeza.

—Entonces, ¿cuándo nos rebelaremos? —preguntó Lauren.

—Pronto —respondió el duque Witherford—. Temprano en la mañana, recuperaremos el trono. Cuando eso suceda, todos seremos revolucionarios.

—Es satisfactorio escuchar eso. ¡Revolucionarios! —Los otros gritaron y esta vez Lauren también se unió.

Todo iba según el plan.

♦ ♦ ♦

La duquesa Ephreney había estado de mal humor últimamente. A pesar de que Rosemond, a quien ella había estado apoyando extraoficialmente, finalmente fue establecida como reina, la duquesa no estaba satisfecha con la situación. Podía adivinar por qué era eso. Lo había estado posponiendo día a día porque no quería admitirlo.

—Señora, por favor, venga por aquí —dijo una sirvienta, y condujo a la duquesa por un pasillo.

No era la primera vez que la duquesa Ephreney había estado allí, pero la sirvienta la trataba como era. Si la duquesa fuera quisquillosa, francamente estaría disgustada. Sin embargo, aceptó que esto probablemente se debía al hecho de que no era particularmente amigable con Rosemond.

—Su Majestad, la duquesa Ephreney ha llegado —anunció la criada.

—Ah, déjala entrar —respondió una voz desde más allá de la puerta.

Curiosamente, a la duquesa Ephreney ni siquiera le gustó la forma en que Rosemond habló. Desde que se dio cuenta de que Rosemond provenía de una familia de clase baja, la miró con desagrado, a pesar de que su esposo también provenía de la misma clase de familia. Quizás fue probablemente porque la duquesa era la única hija de una estimada familia del reino.

Las puertas se abrieron y la duquesa Ephreney caminó con gracia hacia Rosemond.

—Saludos a la Luna del Imperio, Su Majestad la reina. Gloria al imperio Mavinous.

Aunque la duquesa Ephreney ayudó y apoyó a Rosemond, el hecho de que la hija de una familia de bajo rango fuera ahora la mujer más venerada del reino no le resultaba honorable…

Rosemond fue lo suficientemente fuerte como para darse cuenta de esto.

—¿Por qué tu cara se ve tan mal, duquesa?

Sin embargo, la duquesa Ephreney era un oponente formidable. Ella era la hija de un noble de alto rango, después de todo. Ella fijó una sonrisa sociable en su rostro.

—¿Qué razón habría para que me vea mal?

Ante esas palabras, Rosemond sonrió mientras la miraba.

—Si es así, entonces eso es un alivio. Siéntate.

La duquesa Ephreney tomó el asiento ofrecido, y Rosemond comenzó a presentar sus quejas.

—Los fondos del reino están completamente agotados. ¿Cómo están gravando a los ciudadanos… —se quejó.

—Su Majestad, aunque es bueno preocuparse por los fondos del reino. —La duquesa fue inflexible en sus comentarios—. Los impuestos son asuntos de los que se ocupa Su Majestad el emperador. El Palacio Interior solo debe preocuparse por cómo usar y asignar sus fondos.

No estaba equivocada, pero esas palabras fueron una forma indirecta de decirle a Rosemond que se estaba entrometiendo innecesariamente. Rosemond no estaba ciega a esto, y entrecerró los ojos a la duquesa.

—Tienes razón, duquesa. Sin embargo, lo que digo es que los fondos para el Palacio Interior están disminuyendo.

Si está tan preocupado por eso, ¿por qué no reduce sus gastos de lujo? quería decir la duquesa Ephreney, pero estaba claro que a la reina no le gustaría eso. Ah… al menos, la reina anterior no era así.

La duquesa Ephreney recordó de repente a la reina fallecida. Ella era una mujer frugal. Aunque había conocido su fallecimiento, no era una mala persona.

Si la duquesa Ephreney tuviera que decidir qué causó la caída de la reina, serían los celos de la reina que sintió por las acciones del emperador. Sin embargo, si la duquesa Ephreney fuera puesta en la misma situación, probablemente tampoco habría podido ocultar esos celos. Si su propio esposo amaba a su concubina más que a su propia esposa, entonces cualquier mujer obviamente se volvería loca. Eso era sentido común. Además, si su rival en el amor era tan astuta y malvada como Rosemond, la desaparición de una reina benevolente era inevitable.

La duquesa Ephreney se dio cuenta de que se estaba volviendo sentimental y descartó sus pensamientos sobre la reina depuesta. Ese no fue un buen tren de pensamiento a seguir. Después de todo, ella jugó una mano para llevar a la reina Petronilla a su muerte. Tener este tipo de pensamientos solo sería un insulto para el difunto.

Aunque… estos mismos pensamientos podrían ser una fuente de diversión para otras personas.

La duquesa Ephreney aconsejó cuidadosamente a Rosemond para no ofenderla.

—Los impuestos son asuntos del emperador, Su Majestad. Si los fondos se están agotando, entonces la reina debe ser capaz de gastarlo sabiamente. No tengo dudas de que podrás hacerlo, teniendo en cuenta lo brillante que eres.

Tras transmitir esas palabras floridas, la duquesa Ephreney calculó la reacción de Rosemond. Ella no parecía muy disgustada después de escuchar el cumplido agregado al final. Al ver eso, la duquesa suspiró por dentro.

Ganar puntos derramando miel es demasiado difícil.

♦ ♦ ♦

Su reencuentro ocurrió de una manera extraña y compuesta.

—Ha pasado un tiempo, Su Majestad.

Petronilla saludó a Lucio con una bella sonrisa en su rostro. Sabía que esto era un sueño, pero el miedo que impregnaba su cuerpo gritaba lo contrario. Tragó saliva, y la sonrisa de Petronilla solo se profundizó.

—Por favor, tome asiento, Su Majestad —dijo.

Lucio no pudo negarse. Era la solicitud de un difunto. Además, fue una solicitud de alguien a quien había matado.

—¿Has estado bien? —preguntó.

Al escuchar su pregunta, Lucio comenzó a dudar si se trataba de la reina, no, la reina depuesta, que él conocía. La Petronilla con la que estaba familiarizado no actuaría tan elegante y compuesta hacia el hombre que la mató. Esperaba que ella lo destrozara en el momento en que lo viera. Incluso se preparó voluntariamente para ser destrozado. Sin embargo, eso no era todo. De todas las posibilidades que imaginó, esta no era una de ellas. No pudo evitar estar desconcertado.

—¿Por qué… me preguntas así? —preguntó.

—Porque soy curiosa, desde que me enamoré de ti, Su Majestad. —Petronilla sonrió de nuevo—. Siempre tuve curiosidad sobre ti. Ustedes dos siempre me consideraron una molestia. Una vez que me fui pensé que deberías ser feliz. ¿Eres feliz ahora mismo?

—Sí —respondió Lucio honestamente—. Sí. Estoy feliz ahora.

—Eso veo. —Petronilla continuó sonriéndole.

—Lo siento —dijo Lucio—. No importa lo que diga, solo será hipócrita. Te conocí a través de esta relación, pero si no lo hice, entonces tú…

—Cállate.

Esas palabras salieron instantáneamente de la boca de Petronilla. Su rostro parecía feroz, una completa diferencia con la plácida sonrisa que tenía antes. Lucio se sorprendió momentáneamente por el repentino cambio, pero él obedeció y mantuvo la boca cerrada. Petronilla habló, su expresión era aterradora y su voz fría.

—Solo estás siendo hipócrita, cállate.

—Reina.

—No, no —dijo Petronilla, un escalofrío recorrió la espalda de Lucio por su helada sonrisa.

—Ya no soy tu reina. ¿No es así? Tú eres quien me destronó. ¡¿Cómo… cómo pudiste…?!

Ante su tono furioso, Lucio no pudo decir nada. Sintió que estaba siendo oprimido por el espíritu. No, él sabía que ella tenía razón. Su ira estaba justificada, pero también sus pecados. Si ese fuera el caso, ¿quién era el malo en esta situación? ¿A quién se le permitió enojarse con quién?

—¿Cómo puedes atreverte a llamarme reina?

—¿Quieres la disculpa que preparé para ti?

—Una disculpa —resopló. La expresión de su rostro era incrédula—. Entonces dame la disculpa que quiero, emperador. Nuestro precioso Sol del Imperio. Nuestra relación nunca fue buena, más bien desafortunada y ¡muy horrible! Aun así ¡digamos que te perdono! Pero ¿qué pasa con mi… mi pobre hermana menor y mis padres? ¿Cómo planeas disculparte con ellos? —exigió.

No tenía nada que decir. Porque no había forma de disculparse con ellos. Lucio tragó saliva otra vez. Petronilla continuó escupiendo duras palabras.

—¿Me preguntaste si quería una disculpa? —Él no respondió y ella continuó—. La única disculpa que quiero —murmuró Petronilla—. Es la destrucción de Rosemond y la tuya.

La palabra “destrucción” tenía un gran peso. Lucio miró a Petronilla con los ojos enrojecidos, por su parte ella le dedicó una mirada feroz.

—Si Dios no te va a castigar, entonces lo haré yo, ¡Petronilla! ¡Personalmente! —Ella lo maldijo.

Petronilla cerró instantáneamente la distancia entre ella y Lucio, y ella le rodeó el cuello con las manos. Sus manos tenían una fuerza inhumana que no era posible en una mujer. Lucio comenzó a ahogarse, olvidando por completo que todo esto era un sueño.

—¡Muere, muere, muere!

—Reina, por favor…

—¡MUERE!

—¡AAAH!

Lucio se despertó gritando, respiraba con dificultad, como si realmente se hubiera ahogado en la vida real.

—Maldita sea… otra vez.

Lucio trató de calmarse, dejando escapar el aliento que no se dio cuenta de que estaba conteniendo. ¿Cuántas veces ha tenido ese mismo sueño? El mismo sueño emparejado y las mismas respuestas.

De repente, una dama de compañía irrumpió en la habitación, pensando que era otro de sus ataques.

—Su Majestad, ¿estás bien? —La alarma cruzó su rostro cuando vio el sudor frío en la frente de Lucio—. Trae… traeré a Su Majestad la reina.

—No, está bien —dijo Lucio mientras jadeaba—. No, no esta noche. Solo tuve un extraño sueño.

—Ah…

—tráeme un vaso de agua.

—Sí, su Majestad. Voy a obedecer.

La jefa de servicio salió de la habitación. Lucio, que ahora estaba solo, se limpió lentamente la frente empapada de sudor con un pañuelo. Cada vez que tenía este sueño, realmente se sentía extraño.

—Debo haber estado presionándome demasiado últimamente.

Descartó el pensamiento. No quería pensar demasiado en la maldición de una mujer muerta.

♦ ♦ ♦

—Su Majestad ha estado teniendo sueños extraños últimamente —comentó Glara. Mientras tanto, Rosemond estaba ocupada poniéndose un collar.

—¿Qué quieres decir? ¿Sueña con la reina Alisa?

—No puedo asegurarlo Su Majestad. Según las sirvientas del Palacio Central, él ha estado teniendo sueños extraños en estos días. Cuando se despierta, todo su cuerpo está empapado en sudor.

—Si ese es el caso, ¿por qué no me ha notificado?

—Es por que dicen que no es uno de sus ataques. —Rosemond inclinó la cabeza pensando y Glara continuó con cautela—. ¿Por qué… por qué Su Majestad no le ha comentado nada de esto?

—Probablemente piense que no es algo que necesite saber. —Un pensamiento pasó por la mente de Rosemond, y obtuvo una mejor comprensión del asunto—. Es probable que esté haciendo esto como una forma de consideración a mí.

—¿Qué quiere decir, Su Majestad?

—Significa que él cree que no sería bueno que lo supiera. —Una elegante sonrisa floreció en el rostro de Rosemond—. Parece que no es nada de lo que debamos preocuparnos. No le des importancia.

—Sí Su Majestad.

—Y deja de hacer informes tan inútiles, Glara —espetó Rosemond—. Ya estoy ocupada pensando en otras cosas…

—Sí Su Majestad. Mis disculpas.

Incluso cuando Glara se disculpó, se quejó interiormente. ¡Pero me dijiste que te dijera inmediatamente si sucedía algo!

Era evidente que el sentido de precaución de Rosemond había disminuido desde que se convirtió en reina. En el buen sentido, significa que su corazón finalmente estaba tranquilo, pero en el mal sentido, significa que es presa fácil para cualquier oponente.

A Rosemond se le ocurrió una pregunta inesperada.

—Aparte de eso, ¿a dónde fue Lauren?

—Su Majestad, ¿por qué de repente está buscando a Lauren? —preguntó Glara.

—Le dije que trajera a la condesa Galbis para que pudiéramos hablar sobre mi vestido para el banquete de cumpleaños de Su Majestad. Entonces, ¿por qué llega tan tarde?

La condesa Galbis es considerada la mejor diseñadora de vestidos del reino. El problema era que ni siquiera habían pasado treinta minutos desde que Rosemond envió a Lauren a buscarla.

Glara hizo todo lo posible para tranquilizarla.

—Su Majestad, por favor espere un poco más. No ha pasado mucho tiempo desde que la princesa Witherford se fue.

—Si llamo a alguien, ¡deberían venir de inmediato! O es que actua así porque soy la simple hija de un barón, ¿verdad?

—Por supuesto que no, Su Majestad.

Su complejo de inferioridad sólo tiene que presentarse en momentos como estos. Las quejas rebotaban dentro de la mente de Glara, pero ella no las expresó. Era cierto que Rosemond era hábil en la gestión del funcionamiento del Palacio Interior. Incluso si su extravagancia era un poco, no, excesivamente severa.

—La princesa Witherford no es ese tipo de persona —dijo Glara amablemente—. Sabes eso mejor que nadie Su Majestad, y es por eso que la seleccionaste para ser tu dama de honor, ¿no es así?

Justo en ese momento, la voz de una criada llamó desde fuera de la habitación.

—Su Majestad, lady Witherford ha llegado.

Glara sonrió brillantemente. ¡Pensar que volvería tan temprano! Esto fue bueno tanto para Lauren como para Glara. Significaba que el estado de ánimo de Rosemond no empeoraría. Sin embargo, por alguna razón,no parecía muy contenta al escuchar el anuncio de la sirvienta.

Pronto, la puerta se abrió y Lauren entró en la habitación. Tenía su habitual expresión tranquila combinada con la más mínima sonrisa. Sin embargo, al ver eso, Rosemond se ofendió.

—Llegas tarde —dijo bruscamente.

Lauren se preguntó si ella había escuchado mal. Solo habían pasado poco más de treinta minutos. No fue tanto tiempo. Trató de tomarse el menor tiempo posible para que la reina no la criticara. Y sin embargo… ¿consideraba que se había demorado?

—¿Disculpe? —dijo Lauren sorprendida.

—¿Acabas de responderme? —acusó Rosemond.

—No, Su Majestad, pero… hice todo lo que pude para venir lo más rápido posible.

—¿Estás diciendo todo lo que quieres, pero afirmas que no me estás respondiendo? —preguntó Rosemond con una sonrisa fría, y Lauren quedó momentáneamente sin palabras.

¿Entonces la reina no tenía intenciones de escuchar su explicación desde el principio? Después de haber pensado eso, Lauren se detuvo. Ella sabiamente cumplió con los caprichos de la reina.

—Mis disculpas, Su Majestad.

—La única razón por la que actuarías así conmigo es porque me menosprecias, debido a que soy la hija de un barón ¿no es así?

—Su Majestad, nunca pensé algo como eso.

Esto es injusto, fue lo que Rosemond escuchó. Su mirada se volvió feroz al instante.

—¡Qué astuto de tu parte! —dijo Rosemond con enojo.

Lauren no podía comprender su ira y permaneció en silencio.

—¿Y dónde está la condesa Galbis? —exigió la reina.

—Ella está afuera —respondió Lauren mansamente.

—Déjala entrar y en cuanto a ti, retírate.

No había forma de que esto no se escuchara desde afuera. Cuando Lauren salió de la habitación, se encontró con la expresión compasiva de la condesa Galbis. Al ver eso, Lauren sintió que su compostura se rompía.

—¿Necesito sufrir esta humillación?

Ella se enfureció interiormente. Sin embargo, sabía que su mayor venganza contra Rosemond no implicaba volver a la habitación y abofetearla en la cara.

Lauren calmó en silencio la ira que ardía dentro de ella antes de salir del Palacio de la Reina. El carruaje que preparó su padre, el duque Witherford, ya había llegado a las puertas principales del palacio. Tan pronto como se subió al carruaje, le dijo al conductor el destino con voz fría.

—A la finca Ephreney.

♦ ♦ ♦

Izu Ephreney se sorprendió por el anuncio de la visita inesperada.

—¿Quién es? —preguntó.

—Es lady Lauren, duquesa.

—¿Me estás diciendo que es lady Witherford?

—Eso es correcto.

—Déjala entrar.

La duquesa Ephreney no tenía conexión con la niña. Además, no tenían lazos familiares que provocarán una visita de la nada. Aunque tenía una expresión sospechosa, la duquesa le ordenó a su criada que preparara un refrigerio. No mucho después, la elegante postura de Lauren Witherford apareció frente a la duquesa Ephreney con una cortés reverencia.

—Pido disculpas por visitarla sin previo aviso, duquesa. Por favor, perdona mi grosería.

—No, princesa. Eso no debería ser motivo de preocupación entre las dos. Por favor no te preocupes. —Dicho esto, la duquesa Ephreney estudió a Lauren antes de volver a hablar—. Parece que tienes algo que decir. ¿Por qué no vamos a la sala de estar?

—No planeo quedarme por mucho tiempo, duquesa.

—Supuse que ese sería el caso.

Con una sonrisa, la duquesa Ephreney condujo a Lauren a la sala de estar y ordenó a los criados que los dejaran solas.

—Parece que has venido a hablar de algo importante —dijo la duquesa Ephreney, todavía sonriendo—. ¿Estoy en lo correcto? Sé que no eres una persona que impondría de esta manera.

—Me alegra que lo entiendas. explicare desde un principio el asunto por el que estoy aquí. —Lauren soltó una risa monótona y luego habló directamente—. ¿Cuál es tu opinión sobre la actual reina de Mavinous?

3 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 2: Traición, Revolución, Golpe de Estado”

  1. Rosemond no hiva durar mucho como reina😓 lucio sería manipulado hasta el fin de sus días 😳
    Los dos acabarian de forma trágica , menos mal que no siguió el transcurso de la historia😊
    MUCHAS GRACIAS POR SU TRABAJO😍😒

    1. Wow Rosemond lo que la llevo a la ruina fue su egoísmo, por qué la chica inteligente si lo era.
      Una villana que sabía lo que hacía y al mismo tiempo cegada por la avaricia.

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