Traducido por Herijo
Editado por Freyna
—Necesito conocimientos sobre este lugar. Me llevaría demasiado tiempo aprender y adaptarme sobre la marcha. Además…
Mientras estaba a punto de continuar, de repente sentí una opresión en el corazón.
Mientras lloraba hasta entrada la madrugada, pensé mucho. Primero, lloré por mis cortos 25 años de vida y también reflexioné largamente sobre Rubette, que había muerto voluntariamente por mí.
Mientras lo hacía, empezaron a surgir en mí muchos sentimientos hacia ella, a quien nunca había conocido. Me sentí culpable por haberla tratado como a una acosadora odiosa, a ella, que seguramente necesitaba consuelo, y sentí una deuda hacia ella, que me había dado una nueva vida antes de irse…
—¿Dijiste que Rubette vivió 45 años oprimida? Luego, le diagnosticaron una enfermedad terminal y retrocedió en el tiempo. ¿Y aun así su vida fue tan dura que llegó a pensar en suicidarse, siendo todavía tan joven?
—Creo que sí.
Recordé las caras de los hermanos que se burlaron de mí nada más despertar en el cuerpo de Rubette.
—Puedo hacerme una idea, pero no consigo entenderlo del todo solo oyéndolo. ¿Por qué envidiaba Rubette mi vida? ¿Qué la llevó al suicidio…?
»Quiero empatizar con ella.
Wishit me miró sorprendido, como si la petición fuera inesperada, y pronto murmuró mientras se frotaba la barbilla:
—Entonces, ¿cómo quieres formular el deseo? ¿Te infundo el conocimiento de este mundo y hago que asimiles los sentimientos de Rubette? Entonces tendrías que pedir dos deseos.
Fruncí el ceño y fulminé a Wishit con la mirada.
—Vaya, tienes espíritu de comerciante, ¿eh? ¿No hay ningún trato especial para esta pobre infeliz? ¿No podrías darme el conocimiento de este mundo gratis, por ejemplo?
—Lo siento. Son las normas —replicó encogiéndose de hombros con firmeza.
Ante la firme negativa de Wishit, suspiré y dije tras pensarlo un momento:
—No hace falta usar dos deseos. Haz que pueda recordar los 45 años de vida de Rubette, toda su vida, como si fuera mía.
—Aha.
—Sus conocimientos, recuerdos, emociones… todo lo que vio, oyó y sintió en cada momento. Así podré solucionar todo lo que necesito con un solo deseo.
Wishit, que había asentido en silencio a mi petición, entrecerró los ojos.
—Definitivamente es una manera eficiente de usar un deseo, pero te arrepentirás.
—¿De qué?
—¿No estás diciendo que vas a absorber la vida de Rubette como si fuera tuya? Eso no es diferente de convertirte tú misma en Rubette, ¿podrás soportarlo?
Dudé un instante ante sus ominosas palabras, pero luego asentí.
—Es lo mínimo que puedo hacer. Rubette incluso murió por mí.
—Bueno, de acuerdo. Será mejor que duermas bien.
Wishit sonrió levemente por alguna razón y chasqueó los dedos en el aire. Caí en un sueño profundo, como si perdiera el conocimiento.
Después de eso, todo fue una larga serie de sueños.
Rubetria Diollus.
En este mundo de estricta jerarquía social, ella, nacida con una cuchara de plata, no, de diamante en la boca, quizás poseía un punto de partida más espléndido que el mío. Nació con buen linaje, una riqueza inagotable y, al provenir de una familia de invocadores bajo la protección de los espíritus, a los 15 años incluso consiguió un espíritu que concedía deseos.
¿Y eso era todo? Tenía…
Un padre, cabeza de la familia Diollus, que ostentaba un poder comparable al de la familia imperial; un hermano mayor, una persona de talento que se encargaba de la familia actuando como cabeza de familia en funciones desde los catorce años; y un segundo hermano, que ascendió al puesto de subcomandante de la Orden de Caballeros Imperiales a una edad temprana gracias a su extraordinaria habilidad marcial.
Sin embargo, lamentablemente, todo eso no pudo evitar la inevitable desgracia de Rubette.
Sufrió toda la vida sin siquiera poder aprovechar realmente lo que tenía en sus manos, y le diagnosticaron una enfermedad terminal a los 45 años debido a complicaciones por sobrepeso.
Esa muerte prematura y absurda fue la mayor tragedia en la vida de Rubette, justo cuando parecía que nada peor podía pasar.
Pero usando su primer deseo, Rubette retrocedió en el tiempo.
Al borde de la muerte, Rubette regresó. Para intentar vivir adecuadamente la vida de la que tanto se arrepentía.
Pero, ¿por qué Rubette, después de haber retrocedido en el tiempo y recuperado la salud, decidió suicidarse…?
«Abuso».
Existía una causa fundamental que le impidió desplegar sus alas desde el principio.
Levanté la mano como si fuera a preguntar algo.
—Oye, Wishit. ¿Puedo pedir un deseo para matar a alguien?
—Sí. En lo que respecta a este mundo, no hay deseo que no pueda conceder, excepto resucitar a los muertos.
Me sorprendió la directa respuesta de Wishit.
—Entonces, ¿por qué demonios Rubette no pidió un deseo para deshacerse de esta basura?
—Será porque era demasiado amable.
—Interesante.
Lo dije, pero no sentía nada de interés, más bien lo contrario.
En este ducado de Diollus no solo vivían Rubette y su familia directa. Por desgracia, vivían con ella seres peores que los propios demonios, y Rubette había sufrido abuso psicológico por parte de ellos toda su vida.
El nivel de abuso que sufrió fue extremo. Era un recuerdo que ya había asimilado hasta cierto punto, pero, aun así, la rabia que sentía me hacía apretar los dientes.
Recordé a Ricky, que ayer recibió una bofetada mía y salió corriendo gritando: «¡Voy a decirle a mamá!».
Molga Diollus.
Molga Diollus era la ‘mamá’ de la que hablaba. Es la madre de los impertinentes gemelos, la que realmente movía los hilos y controló el ducado Diollus toda su vida, y la principal culpable del abuso a Rubette.
Fue la amante del anterior Duque Diollus —el abuelo de Rubette— y finalmente se hizo con el título de Duquesa. Una belleza esbelta de deslumbrante pelo rubio, ojos azules como el mar y piel blanca.
Claro que su aspecto y su personalidad son como la noche y el día.
Con el padre de Rubette, el actual Duque Diollus, la relación oficial era de madrastra e hijastro. Sin embargo, solo se llevaban un año de diferencia.
Y encima, un árbol genealógico de lo más retorcido.
Abrumada, me froté el pecho repetidamente con la palma de la mano.
Después del sueño, no solo la información sobre ellos, sino todos los recuerdos y sentimientos que Rubette tenía hacia ellos me habían calado hasta los huesos, y no podía calmarme fácilmente.
Molga… esa mujer va a hacerme la vida imposible de ahora en adelante. Ya que me quedan dos deseos, ¿no estaría bien deshacerme de ella?
Tras considerarlo seriamente, negué con la cabeza.
Sería un desperdicio usar un deseo tan valioso en algo así. Podré llevar a cabo la venganza por Rubette sin la ayuda de Wishit.
—¿Vas a pedir otro deseo?
Negué con la cabeza a Wishit, que preguntaba con un atisbo de esperanza en la mirada.
—Entonces, ¿qué vas a hacer a partir de ahora?
—Mmm…
Tras pensarlo, me levanté.
—Empezar por lo que más necesito ahora mismo.
—¿Y qué es?
En lugar de responder, recogí un mantel blanco de la mesa que había en el centro de la habitación y lo extendí sobre la cama.
Y acto seguido, abrí el primer cajón de la mesita de noche. Había una decena de macarons de colores envueltos individualmente.
Así que escondía aquí las chucherías y se las comía sin parar.
Saqué todos los macarons y los puse sobre el mantel extendido.
En el segundo cajón había caramelos y chocolates; en el tercero, paquetes de galletas de tamaño individual. Los volqué todos también sobre el mantel.
Y ya me dirigía al siguiente escondite cuando…
Vi a Wishit plantado allí y, de repente, me vino a la mente un recuerdo de Rubette.
«—Deja de llorar. Si odias que se burlen de ti, pídeme un deseo. Puedes volverte guapa y delgada.»
«—No quiero. Si empiezo a pedir deseos, me volveré codiciosa. Y entonces gastaré los tres deseos enseguida. Y entonces tendré que despedirme de ti para siempre. Eso sería muy triste.»
La razón por la que Rubette, como una tonta, nunca había pedido un deseo en toda su vida… En realidad, no era porque no quisiera malgastar su deseo sin más.
—Tú… desaparecerás cuando gaste los tres deseos.
Wishit, que vaciló, bajó la mirada.
«Cuando pida los tres deseos, Wishit desaparecerá. Por eso Rubette, con todas sus fuerzas, guardaba sus deseos.»
Para Rubette, que había estado sola toda su vida, la presencia de Wishit, su único amigo, era muy importante, así que entiendo perfectamente por qué aguantó sin pedir deseos.
Y probablemente…
«Para este ser, Rubette debió de ser una amiga muy preciada».
Ni siquiera puedo imaginar lo que debió sentir Wishit al verse obligado a concederle su deseo de morir en mi lugar.
—Lo siento. Aunque no fuera mi intención, al final te hice perder a una amiga querida —me disculpé en voz baja.
Wishit me miró en silencio por un momento, luego desvió la mirada y dijo:
—No. Desde el principio, fue Rubette quien quiso salvar tu vida, y fui yo quien le concedió ese deseo, así que la culpa no es tuya.
Con el corazón encogido, suspiré y crucé la habitación hacia el armario.
Al abrirlo, vi enormes vestidos holgados que se ajustaban al tamaño de Rubette.
Mientras pasaba la mano entre los vestidos, encontré un montón de paquetes de chucherías. Los saqué y dije:
—Oye, Rubette no decidió suicidarse porque tú no le importaras. Lo hizo porque vivir era realmente un tormento insoportable para ella.
No podía ver la cara de Wishit a mi espalda, pero incluso sin mirar, podía imaginar su expresión.
Aunque retrocedió en el tiempo, la personalidad amable de Rubette seguía intacta. No tenía la sangre fría necesaria para castigar a los malos, y al final no pudo resistirse a una vida que transcurría igual que antes.
Retroceder el tiempo no había cambiado nada. Al contrario, el miedo a tener que vivir la misma vida infernal una vez más solo la atormentaba.
—Haa…
Suspiré y abrí el cajón inferior del armario. Estaba lleno de bolsas de galletas de chocolate, las favoritas de Rubette.
Regresé a la cama con los brazos cargados de todos los obstáculos para la dieta que había encontrado en el armario y los volqué también sobre el mantel.
—Y hay algo en lo que te equivocas.
—¿Qué es?
Me giré hacia Wishit y dije:
—Rubette no quería vivir como una mujer guapa y delgada. Solo quería vivir feliz.
»La única razón por la que anhelaba la vida de una mujer guapa y delgada era porque pensaba que la razón de su infelicidad era ser gorda. Los demonios de esta casa le hicieron pensar así.
—Cierto…
—Si no la hubieran maltratado, no se habría estresado por su aspecto…
Mientras hablaba, me agaché por última vez y metí la mano debajo de la cama.
—Uf, o eso creo.
Cuando aparté todas las bolsas de caramelos que crujían al contacto con mi brazo y saqué toda la carga, las fui recogiendo una por una y las puse sobre el mantel.
—¡Uf! ¿Eso es todo?
Me sequé rápidamente el sudor que me perlaba la frente, agarré las esquinas del mantel y lo até firmemente. El tamaño del bulto de chucherías sellado era realmente enorme.
—Estoy en deuda con Rubette, así que cumpliré su deseo. Ella quería vivir feliz, así que lo haré realidad.
—Sí, entiendo… —Entonces Wishit, que asomó la cabeza junto a la mía para mirar los dulces, preguntó—. ¿y por qué has envuelto todo esto? ¿Qué piensas hacer?
—¿Qué qué voy a hacer? ¡Tengo que adelgazar!
Le respondí frunciendo el ceño a Wishit por su pregunta tan obvia.
—Es contradictorio.
—¿Qué?
—Hace un momento, ¿no decías que Rubette solo quería una vida feliz? ¿Acaso ser delgada equivale a ser feliz?
—Mmm, ¿no?
—Pero quieres adelgazar porque, al final, no quieres vivir con el aspecto Rubette.
—Mmm…
Negué con el dedo índice delante de los ojos de Wishit.
—Aunque el criterio para la felicidad no sea el aspecto físico, tengo que perder peso. A partir de hoy, empieza la operación infernal.
—¿Por qué?
—¿Por qué sigues preguntando lo obvio?
Me encogí de hombros y dije:
—Porque la obesidad es la raíz de todas las enfermedades. ¡Me niego a morir prematuramente a los 45 por complicaciones del sobrepeso!