Traducido por Yonile
Editado por Herijo
—Tus insultos… Lánzame más…
Braden no pudo evitar suspirar con incredulidad.
¡Dios mío, qué idiota! ¡Qué cosa más ridícula acaba de decir!
Braden, oculto al final del pasillo, observaba la escena. Al ver salir a Ian, y a Annabelle tras él poco después, sintió el impulso de seguirlos. La idea de que estuvieran solos provocó una reacción emocional en él. Quizás esta era la oportunidad perfecta para que su relación, hasta ahora marcada por la rivalidad, tomara un rumbo diferente si las cosas salían bien.
Romper ese vínculo requeriría un lugar inesperado, un entorno inesperado y un encuentro inesperado. Ahora que el escenario estaba listo, solo necesitaban tener la conversación adecuada.
Tu forma de amar debería parecerse a la mía, reflexionó Braden, pensando en Ian. Pero si es como la de Leslie, entonces estás perdido.
Ocultar su presencia fue fácil para Braden; al fin y al cabo, era considerado el mejor espadachín del imperio. No obstante, justo antes de doblar la esquina, se agachó pegándose a la pared, oculto pero observando con gran interés.
—Sabes, podría confesarse por impulso.
—Puede que sea un idiota impulsivo.
Y, para asombro de Braden, Ian pareció confirmar ambas ideas. Desde luego, no era la clase de confesión que alguien habría esperado. Era, sencillamente, estúpida.
Braden, siempre perspicaz, comprendió la situación al instante. Recordó que Annabelle mencionó volver con Robert. ¿Acaso Ian insinuaba ahora que quería pasar más tiempo con ella? El problema era que lo único que parecían saber hacer juntos era pelear.
Loco. Está completamente loco.
Braden miró a Annabelle con asombro y se frotó la frente. Esto confirmaba algo que sospechaba: en cuestiones de romance, Ian se parecía a Leslie.
—No eres la persona que conocía. Es como si hubieras cambiado de una forma extraña.
Al percibir la tensión en el ambiente, Ian adoptó una expresión pensativa. Luego añadió, para mayor desconcierto de Braden:
—Puedes pegarme…
Braden se quedó boquiabierto.
No puede ser. ¿Pero qué está diciendo?
Interpretó aquello como un desesperado: “Quédate conmigo, aunque tengas que maldecirme y pegarme”. Sin embargo, era obvio que cualquiera, incluido el propio Ian, pensaría que había perdido la cabeza. Braden supuso que a Ian le costaría admitir que le atraía una mujer que le había vaciado una copa de vino encima y que se burlaba de él.
Tengo que detenerlo.
Suspiró, se levantó, dobló la esquina y apareció ante ellos. Si la situación se hubiera prolongado, Ian solo habría dicho más disparates.
—¿Qué hacen ustedes dos aquí? —preguntó Braden, interponiéndose. — ¿Por qué no entran? Hasta el Príncipe Robert lo encontraría extraño.
Fue entonces cuando Ian y Annabelle, sobresaltados, voltearon a verlo. Braden avanzó y agarró el brazo de Ian.
—Bueno, admito que son rivales y discuten todo el tiempo, pero no vayan demasiado lejos en este lugar.
Annabelle inclinó la cabeza con sorprendente rapidez.
—Lo siento, Duque.
Braden notó que Annabelle se disculpaba en un tono muy educado, muy diferente de la actitud desafiante que adoptó cuando le vació el vino encima a Ian.
—Lamento mucho haberle causado molestias, Duque.
Braden se rascó la barbilla con ligera sorpresa. De hecho, hoy era el primer día que hablaba directamente con Annabelle. Por supuesto, sabía que había quedado segunda en la competición de esgrima y le habían contado que solía ir al campo de entrenamiento del duque, aunque siempre acabara derrotada. Sin embargo, ese tema le había interesado poco hasta que la propia Leslie mencionó su nombre.
La administración de la residencia y otros asuntos le consumían mucho tiempo; además, mantener la neutralidad en un panorama político tan cambiante requería un esfuerzo constante. Todos daban por sentado que el Príncipe Heredero aseguraría el trono, pero Braden percibía la creciente influencia del Príncipe Robert. Por eso, no podía permitirse distracciones.
—Tendré más cuidado de ahora en adelante —dijo Annabelle con calma.
Braden empezó a interesarse por Annabelle por dos razones: primero, porque le agradaba a Leslie, la mujer que amaba; segundo, porque era la única persona capaz de alterar la habitual indiferencia de Ian. Pensó que eso era suficiente para prestarle atención.
Según Leslie, Annabelle había protegido a Ian repetidamente en el pasado. Aunque sus métodos fueran algo toscos, en el fondo actuaba por caballerosidad. Además, ahora comprobaba que Annabelle sabía comunicarse con propiedad, disipando cualquier duda que pudiera tener.
Estoy seguro de que Leslie se enfadaría al saber esto, pensó Braden, refiriéndose a la extraña confesión de Ian. Todavía le rechinan los dientes al recordar viejos tiempos.
Braden sonrió amablemente.
—¿Tendremos una conversación detallada la próxima vez? La actuación está a punto de continuar —dijo, sintiéndose obligado, de algún modo, a encubrir la torpeza de su hijo. Sintió ganas de darle una palmada en la espalda a Ian, aunque dudaba que el joven fuera consciente de lo inapropiado de su comportamiento. —Vamos, entremos.
Una vez zanjado el asunto, Braden los condujo de vuelta al palco.
♦ ♦ ♦
Para empezar, me sentí aliviada al pensar que ya no tendría que seguir enfrentándome a Ian de esa manera. Ahora que los problemas causados por Reid habían desaparecido, el Duque de Wade ya no tendría motivos para investigarnos.
Admito que siempre había sido dura con Ian. Sin embargo, tenía ciertos límites; nunca se me ocurrió, por ejemplo, atacar a sus padres de la peor manera posible. Además, Leslie siempre había sido amable conmigo…
Recordé mi disculpa al Duque:
—Lamento mucho haberle causado molestias, Duque.
Ian, por su parte, parecía aún más hosco, quizás por la mancha de vino que yo le había provocado en la camisa.
—Tendré más cuidado de ahora en adelante.
Además, no tenía intención de complicarme más la vida con Ian. Braden me lanzó una mirada extraña, pero decidí no darle importancia. Nuestra peculiar relación terminaría aquí.
Planeé que, al volver a casa, esperaría tranquilamente hasta el día del concurso de esgrima y entonces anunciaría mi renuncia. Una vez resuelto el asunto de Reid, podría empezar una nueva vida, más libre y a mi gusto.
Cuando volvimos a nuestros asientos, Robert nos miró con ligera sorpresa. Suspiró al ver mi copa de vino vacía y la camisa manchada de Ian.
—Annabelle…
—¿Qué?
—Nada…
Percibí en su mirada un tácito «deja de molestarlo». Y realmente pensaba hacerlo en el futuro, así que no respondí.
Pero lo realmente extraño era Ian… ¿De verdad quería que lo insultara? ¿Que le pegara? Siempre había tenido una opinión relativamente buena de él; a pesar de todo, parecía tener sentido común y ser… normal. La gente solía considerarlo un hombre apuesto y correcto, pero con una personalidad algo monótona y predecible.
No podía ser que le gustaran los insultos o que quisiera que le pegaran… Si fuera cierto, estaría completamente loco. Yo había hecho algunas cosas… cuestionables hasta ahora, pero dentro de lo normal.
Un momento…
Incliné la cabeza. ¿Era Ian de los que no aguantan el alcohol? ¿Quizás por eso actuaba de forma tan extraña? Al igual que otras personas pierden la cabeza al beber demasiado, quizás Ian también perdía el control. Había muchas personas que perdían el control al beber, pero ¿había bebido Ian lo suficiente para eso?
Miré a Ian, que se había quedado rígido de nuevo, con una expresión suplicante en los ojos, y luego volví mi atención a la ópera.
El final fue un conmovedor dúo donde un amante acepta a su pareja “loca”, diciéndole: «Te amo incluso tal como eres».
—¿Qué te ha parecido, Annabelle? ¿Te has divertido? —me preguntó Robert al terminar.
—Sí, mucho —respondí de buena gana a su amistosa pregunta. —Aunque no creo que yo pudiera vivir con un excéntrico que me pidiera que le pegara, la protagonista es increíble. Me pregunto si eso será el amor…
—Bueno, son cosas de la ópera. En la vida real no es así.
—Eso es cierto. Si fuera normal, no sería tema para una ópera.
Las expresiones de Ian y Braden, que habían escuchado nuestra conversación en silencio, se ensombrecieron.
Tras caer el telón, el teatro se llenó de gente conversando. Ya era hora de que Braden hablara conmigo, supuse.
—Annabelle.
Sin embargo, antes de que pudiera marcharme, otras dos personas se me acercaron.
—Es un placer verte en un lugar como este.
Eran personas que jamás pensé que me dirigirían la palabra: los dos hijos del Marqués Abedes, dos hermanos con el mismo cabello violeta pálido que el mío, me sonreían.
Oh, mira esto.