Dejaré de ser la rival del protagonista – Capítulo 27

Traducido por Yonile

Editado por Herijo


Siendo la ópera un evento social, muchas personas se acercaron a hablar con Ian.

—No queda mucho para la competencia de esgrima, ¿verdad? Estoy seguro de que esta vez también ganarás. Sé que es la última edición en la que participarás, sería fantástico que la ganaras para cerrar tu trayectoria.

—Gracias. En realidad, no pienso demasiado en ganar, simplemente me esfuerzo al máximo.

—Algo similar dijo el escritor de la ópera en una entrevista: “No pienso en el contenido, solo escribo lo mejor que puedo”

—¿En serio?

—Sí, por eso la obra es un poco extraña.

Ian respondió Ian con modales perfectos y caballerosos, aunque su mente estaba en otra parte: en la mirada brillante de Annabelle.

Le sentó mal verla seguir tan alegremente a los Abedes, simplemente porque se hacían llamar “familia”. Además, verla aparecer del brazo de Robert le hizo sospechar que intentaban usarla políticamente. ¿Cómo podía toda esa familia ser así? Parecía que todos, incluidos su madre y su hermano Reid, con quienes había vivido, solo pensaban en cómo utilizar a Annabelle.

¿Por qué les sigues el juego?  ¿Por qué pones esa cara de cachorro abandonado ante ellos, que te desprecian? 

Ian se sorprendió de la intensa oleada de disgusto que sintió al pensar en la actitud de Annabelle.

—De todos modos, el contenido de la ópera ya era bastante espeluznante. La trama siempre fue muy extraña. ¿Cómo puede alguien escribir algo así? ¿Le gustará que lo maldigan…?

Mientras Ian divagaba, la persona con la que hablaba sonrió.

—Bueno, sí.

Braden, que estaba bebiendo vino a su lado, intervino.

—Por supuesto, nosotros no tenemos gente así a nuestro alrededor. Pero incluso si la hubiera… —Braden continuó con vehemencia. —.¿No deberías ocultarlo si estás en tu sano juicio?

♦ ♦ ♦

La noche de la ópera terminó sin mayores incidentes para mí. Después de unas breves y calculadas conversaciones con los Abedes, llegó la hora de retirarse. No llegué a casa hasta pasada la medianoche.

Fue una velada muy satisfactoria; todo había salido según lo planeado.

Primero, logré darle el antídoto a Ian en secreto. ¡Con eso, mi relación con Ian llegaba a su fin! No tenía necesidad de volver a verlo. ¡Y, por supuesto, mi relación con Robert también había terminado!

Lo único que quedaba pendiente y era realmente importante… había lanzado el anzuelo al marqués Abedes y su familia.

No pretendo hacerles un daño irreparable, pensé con fría determinación mientras me quitaba el brillante vestido. Simplemente les devuelvo el trato que Richard tuvo conmigo en el pasado.

Así que iba a tenderles la trampa, solo una vez.

Vivirán bien sin mi ayuda. Aunque, claro está, su preciado príncipe heredero no llegará a ser emperador.

Mi plan no causaría una ruina total a los Abedes; solo pretendía ofrecerles una falsa esperanza, una especie de tortura sutil. Porque, al fin y al cabo, éramos “familia”.

De mi “familia” no aprendí mucho, salvo una cosa, gracias a Caitlyn y Reid: lo poco que vale la sangre cuando hay dinero de por medio. Aun así, se suponía que debíamos desearnos buena suerte mutuamente, “porque somos familia…”.

No importa cuánto recuerde de mi vida pasada, sigo siendo simplemente Annabelle, reflexioné. Mi vida anterior era apenas un borrón; solo conservaba retazos de información sobre la trama de la novela original. Nunca tuve relaciones sanas porque carecía de amigos. Siendo sincera, mi vida no había sido normal en muchos aspectos.

Maldita sea, me han convertido en una villana de poca monta desde el principio. 

Tanto mi desarrollo personal como mi crianza habían sido… complicados. ¿Podría siquiera aspirar a una vida adecuada?

Ni siquiera me crucé con Reid esa noche. Más tarde, escuché a las criadas comentar que había estado bebiendo hasta tarde y no regresaría hasta el amanecer.

Así que no fue hasta el mediodía del día siguiente cuando finalmente me encontré con él.

—¡Annabelle! —Reid parecía aturdido, pero también extrañamente emocionado. —¿Cómo terminaste siendo la acompañante de Robert? No me dijiste nada, ¿verdad?

—¿Desde cuándo te cuento todo? Simplemente sucedió —respondí secamente.

—Estaba allí para asegurarme de que Ian Wade disfrutara de su bebida de bienvenida.

—No tenías que comprobarlo tú misma. El hombre que contraté lo vigiló. Dijo que bebió sin problemas.

Por eso parecía tan emocionado.

Me encogí de hombros con indiferencia.

—Bueno… quería estar segura, así que fui a comprobarlo con mis propios ojos.

—No, definitivamente funcionó porque… —Reid entrecerró los ojos y susurró con una voz que solo yo podía oír: —Usé esclavos.

—¿Qué? —Abrí los ojos de golpe, incrédula.

El comercio de esclavos era estrictamente ilegal. No solo por la compraventa de personas, sino porque a menudo se les usaba como peones desechables, controlando sus acciones mediante magia oscura. Recordé cómo Ian y la Santa luchaban en la historia original para detener esa magia negra… Años más tarde, en la trama, Robert descubría que el príncipe heredero Carlon financiaba sus actividades políticas con dinero procedente de un traficante de esclavos ilegal, lo que llevaba a su caída.

Era un asunto relacionado con el mayor villano del mundo, ¡y ahora Reid se había metido en ello sin tener ni idea!

Me quedé sin palabras por un instante antes de gritar en voz alta, casi fuera de mí:

—¿Estás loco? ¡Si te atrapan, irás a la cárcel!

Creía que por fin había escapado a mi destino original de acabar en prisión, pero ahora todo se volvía oscuro ante mis ojos.

Si atrapan a Reid, me implicarán, ¿verdad? Al fin y al cabo, sí conspiré contra Ian en el pasado, aunque fuera de otra manera…

El hecho de que incluso hubiera falsificado documentos demostraba hasta qué punto Reid había ido demasiado lejos. Era un delito terrible, castigado con cadena perpetua.

—No me atraparán, no te preocupes. Mi mejor amigo es el mayor traficante de esclavos de la capital. Es un profesional en estas cosas.

—¿Eres el mejor amigo de alguien así? ¿Qué pretendías conseguir realmente…?

Sabía que Reid se juntaba con gente mala, pero nunca imaginé que llegaría a tanto.

—Si alguna vez necesitamos escondernos para que no nos atrapen, podemos acudir a él. Dice que puede ocultarnos gracias a una habilidad especial que tiene para borrar identidades. De todos modos, lo único que importa ahora es que ganes el primer puesto en la competencia.

Salí de casa diciendo que iba al centro de formación, sin molestarme en contestarle. Suspiré profundamente; la imprudencia de Reid me revolvía el estómago.

¿Debería simplemente apuñalarlo por la espalda y denunciarlo?

Pero no tenía ninguna prueba física… Solo podía esperar que el antídoto que le habían dado a Ian nunca saliera a la luz.

Las quejas tardías de Reid me siguieron mientras me alejaba.

—¡Pero no descuides tu entrenamiento! ¡Es mediodía y apenas vas!

No podía creer que él, que me descuidaba más que nadie, se atreviera a decir eso.

Una vez fuera de casa, comencé a pensar febrilmente en cómo desvincularme del lío de esclavos ilegales en el que Reid me había metido indirectamente.

—Señorita Annabelle.

Estaba caminando sin rumbo por la calle cuando alguien me llamó. Al girarme, reconocí a la persona. Era el asistente de Marilyn, la modista.

—Estaba de camino para buscarla. La señora Marilyn desea verla.

—¿Qué? ¿A mí?

—Sí. Me dirigía a la residencia del Duque de Wade, pero ya que está aquí, me ahorro el viaje.

—¿Ibas a la casa del duque porque querías verme…?

—Sí, escuché que la frecuenta seguido.

Cuántos años desperdiciados haciendo el ridículo en esa casa, para que ahora vayan a buscarme allí… Pero no puedo culparlos… yo también iba en esa dirección sin darme cuenta. Pensé que deambulaba sin rumbo, pero mis pies me llevaban hacia allí casi todos los días.

—Pero ¿por qué ella…? —pregunté, rascándome la mandíbula con un gesto de contrariedad.

Marilyn conocía de alguna manera a Leslie. Realmente no quería involucrarme más con los Wade, ya que planeaba cortar lazos definitivamente. Intenté buscar una excusa, pero el asistente respondió con una sonrisa amable:

—El traje de entrenamiento que encargó ya está listo.

—Oh, está bien. Vámonos, entonces.

Rápidamente, seguí la corriente.

♦ ♦ ♦

Leslie también estaba en el taller de Marilyn.

—Vine a ver la ropa esta mañana y Marilyn te llamó. ¡Yo también estaba esperando verte! —Leslie sonrió alegremente mientras tomaba el té.

Yo volvía a llevar un traje de entrenamiento gris. No podía ponerme un vestido después de haber dicho que iba a entrenar. Marilyn me miró y suspiró profundamente.

—De verdad… Caitlyn fue terrible con su hija.

El asistente rápidamente nos sirvió té a Marilyn y a mí. Antes de que pudiera ver el nuevo traje de entrenamiento, las tres nos encontramos compartiendo una improvisada hora del té.

—Parece que fue ayer cuando Caitlyn venía todos los días y esperaba horas para conseguir su ropa de cada temporada… —comentó Marilyn con nostalgia.

—¿Conocías a Caitlyn? —preguntó Leslie, inclinando la cabeza. —Solo aceptas a un número muy reducido de clientes.

La pregunta implicaba que, si Marilyn fuera una sensata, nunca aceptaría como clienta a alguien del estatus social de Caitlyn.

—Tuvimos nuestros bebés en el mismo hospital.

—¿Eh? —parpadeé, sorprendida.

—Cuando di a luz a mi primer hijo, Oscar y yo no estábamos en buena posición económica y no pudimos llamar a un médico privado, así que fuimos a un hospital público de la capital.

—Bueno, eso fue cuando Caitlyn no tenía dinero. Su dinero… —murmuró Leslie, me miró y se quedó en silencio.

Bueno, Caitlyn fue quien me dio a luz, y ciertamente lo pasó mal en aquella época.

—Estábamos juntas en la sala de partos, así que hablamos un poco.

—Ya veo.

—Ese día. Caitlyn dio a luz a la señorita Annabelle.

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