Traducido por Yonile
Editado por Herijo
Ese ‘primer hijo’ del que hablaba…
La idea me cruzó la mente fugazmente, pero la deseché. Marilyn había dicho que Aaron era dos años menor que yo y que era hijo. Guardé silencio ante sus tranquilas palabras, procesando la nueva información.
—Mi hija, a la que di a luz ese mismo día, murió poco después de nacer. —Marilyn esbozó una leve sonrisa, aunque le costaba hablar. —Es la primera… es la primera vez que se lo digo a alguien… Todavía no lo he superado.
Leslie y yo no supimos qué decir para consolarla, así que nos limitamos a sostener nuestras tazas con incomodidad. Nunca imaginé que Marilyn, siempre tan serena y apasionada por su trabajo, pudiera mostrarse así. Su rostro, normalmente tranquilo, reflejaba una profunda tristeza… Aunque su tragedia no me concernía directamente, sentí una extraña punzada de empatía.
Tras un breve silencio, Marilyn se recompuso, forzó una sonrisa y cambió de tema.
—Entonces, ¿por qué no te pruebas tu ropa de entrenamiento?
Cuando Marilyn hizo sonar una campanilla, el asistente trajo cinco juegos de ropa.
—Estoy nerviosa, es la primera vez que diseño algo así —admitió Marilyn.
—Nunca imaginé que un conjunto de entrenamiento pudiera ser tan artístico. Aunque el material podría resultar incómodo. Por favor, danos tu opinión después de probártelo.
—Claro… Supongo que puedo probármelos.
—¿Qué significa “supongo”? Si no es perfecto, no saldrá de este taller.
Su trabajo era exquisito; no en vano era la dueña de la mejor casa de modas de la capital. Me probé los cinco conjuntos. Todos eran infinitamente más cómodos que los que tenía.
—Son muy cómodos. No creo que necesiten ningún arreglo.
—¿De verdad? Entonces encargaremos algunos más similares.
Leslie aplaudía con entusiasmo cuando, de repente, la puerta del taller se abrió de golpe.
—Marilyn, el vestido azul del que te hablé la última vez… ¡Oh, Dios mío!
Una mujer de mediana edad y cabello negro entró abruptamente, me vio y se quedó petrificada. Sus pupilas delataban su nerviosismo, incapaz de ocultar su turbación.
¿Qué? Nunca la había visto. ¿Por qué me mira así?
Claro que, siendo una figura relativamente conocida en la capital, era probable que me reconociera. La hija ilegítima del marqués Abedes, la hija de la escandalosa Caitlyn, la loca insensible que, según los rumores, acosaba a Ian Wade… Sí, esa podría ser la razón de su mirada.
Existía la posibilidad de que fuera una admiradora de Ian. Eso explicaría su sorpresa al verme allí, junto a Leslie.
—Oh, Lanella. Como te dije antes, solo recibo clientes con cita previa… —dijo Marilyn con el ceño fruncido.
La mujer, Lanella, reaccionó de inmediato.
—Correcto. No hice reserva. ¡Volveré la próxima vez! ¡Lo siento!
Desapareció tan rápido como había aparecido. Marilyn volvió a sentarse y chasqueó la lengua con fastidio.
—No es propio de ella marcharse así sin más… Qué extraño.
—¿Por qué ha sido tan brusca? ¿No funciona este lugar con sistema de reservas? —preguntó Leslie, ladeando la cabeza.
Marilyn respondió con calma:
—Oh, es una vieja amiga. Crecimos juntas en la guardería.
—Ah…
—Incluso estuvo en el hospital público cuando di a luz a mi hija. El caos era tal que pasé momentos muy difíciles.
—Oh, ¿ella trabajaba en el hospital?
—Fue asistente médica, por un tiempo… ahora no. Renunció poco después, se mudó a otro lugar y ha regresado recientemente a la capital. Creo que le ha ido bastante bien.
—¿Ah, sí? Me pareció una cara desconocida —comentó Leslie.
—Sí, incluso compró una casa en el número 21 de Brivers Road. No me dio detalles, pero debió hacer buenas inversiones.
Esa calle era una de las zonas residenciales más lujosas de la capital. Marilyn continuó en voz baja:
—Siempre sentí pena por ella. Poco después de que mi hija naciera muerta, ella dejó su trabajo y se fue al sur.
El sur estaba aislado por montañas escarpadas, lo que dificultaba la comunicación con la capital.
—Estaba tan afectada que la experiencia en el hospital debió dejarle un trauma.
Me sentí un poco extraña al pensar que su hija y yo habíamos nacido al mismo tiempo. Marilyn dijo que Caitlyn y ella estaban de parto a la vez y tuvieron hijas el mismo día… Cuando me miró, me pregunté, ¿acaso le recordaré a su hija muerta? Quizás por eso le molestaba tanto la indiferencia de Caitlyn hacia mí.
No supe qué decir, así que guardé silencio. Marilyn sonrió levemente y volvió a cambiar de tema.
—Preferiría oír hablar de la señorita Annabelle, no de esta aburrida historia. Ahora que nos conocemos mejor, quiero saber tu versión de lo de la ópera. ¿Qué te dijo el príncipe ese día?
Leslie también me miró con ojos brillantes, llenos de interés.
—¡La historia de ustedes dos como pareja fue lo más comentado! ¡Cuéntanos, adelante!
¿Amantes… pareja? Tenemos que mantener viva esa farsa, pensé, observando cómo Marilyn se esforzaba por poner una expresión radiante. Su mención de Robert era claramente un intento de desviar la conversación del tema sombrío. Era cierto que tanto Marilyn como Leslie me habían apoyado de todo corazón solo por mi supuesta relación con el príncipe. Quería contarles algo interesante… pero no me sentía cómoda inventando detalles. Además, no pensaba volver a ver a Robert, y desde mi regreso tras hablar con los Abedes, no había pasado nada digno de mención.
—Eh… Bueno, dijo que era bonita —logré responder.
Ambas parecieron insatisfechas con mi escueta respuesta. Pero no podía evitarlo. No había ninguna historia emocionante que contar, así que tuve que zanjar el tema rápidamente convirtiéndolo en algo más mundano.
—En realidad no pasó gran cosa y… el marqués Abedes me llamó…
—Ah —Leslie frunció el ceño y dejó la taza de té.
—Escuché algo de Braden. ¿El marqués de Abedes y sus hijos fingieron conocerte?
Vaya pareja, pensé. Sucedió anoche, pero parecía que Braden ya se lo había contado todo a Leslie.
—Sí. Dijo que lamentaba haber sido frío todo este tiempo y que deberíamos llevarnos bien de ahora en adelante porque somos familia.
—¡Oh, Dios mío! —Leslie sacudió la cabeza y murmuró. —Son increíblemente transparentes. Después de fingir no conocerte durante años, ahora que eres la acompañante del Príncipe Robert, ¿de repente eres familia para ellos?
Yo también lo pensaba, pero era el momento de ocultar mis verdaderas intenciones.
—Pero…
Cuando Leslie puso los ojos en blanco, Marilyn suspiró, comprensiva.
—Entiendo ese sentimiento. Oscar y yo queríamos tener una familia normal. —Me miró con ojos cálidos y continuó. —Después de tener a nuestro primer hijo en esas circunstancias, Oscar siguió lamentando haber ido a un hospital público porque no teníamos dinero. Entonces empezó a obsesionarse locamente con el dinero.
—Ah, sí —asintió Leslie.
De algún modo, la conversación volvía a la vieja historia de Marilyn. En ese momento, explicó que, aunque ella era excelente en su oficio, no tenía el capital necesario para independizarse. Con el tiempo, Oscar tuvo un éxito increíble en sus negocios y abrió una lujosa tienda para Marilyn. Tan pronto como se inauguró el taller de Marilyn, se consolidó como una de las casas de moda más famosas de la capital.
—Como vivía tan obsesionado por el dinero… no pude cuidar adecuadamente la infancia de Aaron. Hasta los doce años, apenas recuerdo haber visto otra cosa que su rostro dormido por las noches —confesó Marilyn con los ojos húmedos de remordimiento. —Ni siquiera pude asistir a su primera competición de esgrima… Cuando me dijo que se uniría a los Caballeros Templarios del Duque de Wade, ni siquiera pude detenerlo.
Aaron, según dijo, fue derrotado por Ian en su primera competición de esgrima a los doce años, e ingresó en los Caballeros de Wade al día siguiente.
—Fue entonces cuando descubrí que no soy una buena madre para mi segundo hijo. —Mientras sonreía con tristeza, añadió: —Todo fue porque ahora puedo darles mucho dinero… Ah, terminé contando esta deprimente historia otra vez.
—Oh, no —negué rápidamente con la cabeza.
—Gracias por escucharme.
—En fin… —dijo Marilyn con un nuevo brillo en los ojos. —¿Cuándo es esa cena, señorita Annabelle?
—Dentro de tres días.
—Entonces, ¿ya has decidido qué ponerte?
—¿Qué? Oh, todavía no… pero con tantos conjuntos de entrenamiento…
Estaba bromeando sobre ir a cenar a casa del Marqués con ropa de entrenamiento, solo por fastidiar. Pero ante mis palabras, Leslie golpeó la mesa.
—¡Vamos, Marilyn! ¡Sabemos qué hacer!
—Sí —Marilyn asintió con determinación.
—¡Hagamos un vestido para la cena! Sencillo, ¡pero increíblemente hermoso!
Gracias a ellas, tres días después, fui a cenar a casa del marqués, luciendo un vestido muy bonito.
♦ ♦ ♦
La noticia de la invitación de Annabelle Nadit a la mansión del marqués de Abedes se extendió rápidamente por los círculos sociales de la capital. Las historias que rodeaban a la familia eran tan provocativas e interesantes que todos cuchicheaban entre bastidores.
Oh, ¿te refieres a esta noche? ¿Por qué estarán todos reunidos en casa del Marqués de Abedes?
Entre ellos, había alguien muy interesado en esa cena.
Debe ser el momento de resolver finalmente los problemas con esos familiares que tanto ha anhelado, pensó el Sumo Sacerdote. Sonrió para si mismo y levantó una pluma. Tendré que enviarle un regalo para que sea una verdadera celebración familiar monumental.
Comenzó a escribir cartas sobre pruebas de paternidad.