Traducido por Lucy
Editado por Yonile
—¡Señorita Cosette, señorita Cosette! Por favor, despierta.
—Necesito dormir un poco más…
—No. Date prisa y prepárate o no podremos estar listos a tiempo.
¿Listos…?
Me froté los ojos somnolientos mientras me incorporaba con rapidez y veía un techo diferente.
¡Mierda!
¡Anoche estaba tan nerviosa!
Por supuesto que no había dicho nada de eso.
Puedo dormir en cualquier sitio, no importa cuál sea la almohada, y anoche dormí a pierna suelta en la mullida cama del palacio.
La criada, que me había cuidado ayer, me trajo agua para lavarme.
Me lavé la cara con el agua un poco perfumada de flores, que hizo que mis pesados párpados se sintieran refrescados y despejados.
Al otro lado de la ventana, el hermoso jardín que no había visto anoche brillaba bajo el sol de la mañana.
Anoche me habían guiado a esta habitación, situada en la primera planta del palacio real, y al abrir la puerta podíamos salir al jardín de uso exclusivo.
Como era de esperar de una habitación de invitados real.
El jardín parecía bastante espacioso, quizá en previsión de una pequeña fiesta del té para los invitados.
En él, bien decorado, florecían las flores de temporada e incluso corría un pequeño riachuelo.
No sabía que fuera tan bonito.
De todos modos, me gustaría disfrutarlo más.
Mientras contemplaba distraída el jardín, preparaban el desayuno.
Habían dispuesto que comiera en la cama debido a mi pierna lesionada.
En la mesa había cruasanes y salchichas recién horneados, huevos revueltos, a medio cocer y brillantes, y una ensalada fresca.
Un sorbo de la humeante sopa de consomé sentó de maravilla en el estómago.
La comida preparada por nuestro jefe de cocina es, por supuesto, maravillosa, pero esto es el Palacio Real.
Todos los ingredientes destilan una sensación de lujo.
Y los croissants.
Lo repetiré porque es importante.
Lo que tenemos aquí es un croissant.
Nuestro jefe de cocina rara vez hace esto para nosotros.
¿Por qué?
¡Porque engordaras!
El croissant es un pan calórico con mucha mantequilla.
Es crujiente, húmedo y de textura ligera, así que puedes comer todo lo que quieras, lo que también es una mala noticia.
En este mundo no tenemos noción de las calorías, pero todos sabemos por experiencia que la mantequilla y otros alimentos grasos conducen a la obesidad.
En especial desde que empecé mi dieta, el jefe de cocina rara vez me lo ha preparado.
En las raras ocasiones en que me lo sirven, pienso que diez o veinte serían demasiado poco, por lo que podría considerarse una amabilidad por parte del chef.
La última vez que comí uno fue hace tres meses para desayunar.
Cuando me sirvieron el decimoquinto, me colocaron un muñeco de nieve en el plato.
Era un objeto muy bien hecho.
Se parecía a mí en el pasado y sentí una sensación de parentesco con él, así que lo guardo en mi habitación.
Mientras desayunaba, pensando en el muñeco de nieve, me paró una dama de honor en el noveno croissant.
—Señorita Cosette —me dijo—, no podrás entrar en tu vestido. Por favor, es suficiente…
¿Qué tan delgado es el vestido?
Su Alteza me proporcionará todos los vestidos, pero me detuve en nueve, aterrorizada por la delgadez de los vestidos que aún no había visto.
Los que me habían preparado eran muy delgados.
Por mucho peso que hubiera perdido, estaba a un nivel en el que me preguntaba de qué iba todo aquel acoso.
Parece que el corsé que se evitó anoche debido a una herida tendrá que ser usado debido al hecho de que van a salir a una reunión de muchos nobles.
No hay lesiones, ni heridas en mi abdomen, así que es un alivio.
Después de eso, tres sirvientas comenzaron el aterrador proceso de vendaje.
Pensé que iba a vomitar.
No, vomité un poco.
Es un secreto de doncella que me lo bebí tal cual porque era una pérdida de tiempo.
Una vez puesto el vestido, me hicieron sentar en la mesa del espejo y me peinaron y maquillaron.
Llevaba el pelo medio recogido y adornado con flores frescas blancas y el maquillaje era modesto.
Cuando terminaron todos los preparativos, apareció una joven muy frágil.
El vestido que le cubría todo el cuerpo era de un pálido color de flor de cerezo y, junto con la estrecha cintura apenas ceñida por el corsé, parecía que fuera a romperse en cualquier momento.
La parte de la falda tenía un efecto tridimensional por la superposición de delicadas capas de encaje, y cada vez que se movía, se balanceaba un poco y daba un efecto esponjoso.
Los brazos blancos que asomaban por las mangas abullonadas estaban cubiertos con largos guantes de seda.
En los pies había suaves zapatillas de seda en lugar de tacones, debido a mis heridas.
Desde mi punto de vista, mis pies están arruinados, pero las criadas están satisfechas.
—Este vestido lo llevaba la reina cuando era joven. Dijo que podría llevarlo si quisiera, y que le quedaría genial.
—¿De la reina? Oh wow, ¡estoy asombrada!
No me extraña que pareciera un vestido muy caro.
Iba a fingir que no lo había visto, pero había innumerables perlas cosidas en el encaje, y creo que la tela del vestido es de la seda más fina.
—La Reina desea que lo tenga si es de su agrado, señorita Cosette. También dijo que era una disculpa. Además…
Ella, la dama de honor, dijo que el vestido se había hecho tan fino que solo había podido ponérselo una vez.
Pero quería que lo llevara, porque lo había diseñado la señora Zamasu y era de una belleza y elegancia inspiradas en la moda.
A primera impresión, no parecía un regalo que pudiera hacerse a la ligera, pero como sería de mala educación rechazar lo que la Reina me había entregado, ya no tenía elección.
Ahora no había más remedio que mantenerme en forma para llevar este vestido.
Mientras ocultaba mi trágica resolución, mis padres vinieron a recibirme a mi habitación.
—Buenos días, padre, madre.
—¡Cosette! ¡Qué linda estás!
—Buenos días, Cosette. Vaya, vaya, ¿no eres muy frágil? Hermosa, por supuesto.
Asentí con la cabeza dándole la razón a mi madre.
Tiene razón.
Creo que me han hecho parecer algo más vulnerable y frágil de lo necesario.
Bueno, seguro sea porque es más convincente que sea frágil que una joven secuestrada a la que se le lastiman los pies de tanto correr o algo así.
Supongo que la Reina tiene su mentalidad al respecto, así que para mí, de verdad no importa.
No es un problema.
—Bueno, sea lo que sea me duele el estómago.
—Oh, desayunaste croissants…
Esa es mi madre.
Sabía de lo que hablaba.
Después de hablar un rato, un asistente vino a llamarnos y nos dirigimos a la sala de audiencias donde se dictaría el fallo de Su Majestad el Rey.