Dejaré de ser la subordinada de una villana – Capítulo 58.5

Traducido por Lucy

Editado por Yonile


—¡La señorita Cosette ha desaparecido!

—¿Qué has dicho? ¡¿Desde cuándo?!

—Eso… no lo sé porque acabo de escucharlos.

—¡Qué mal! ¡Oh, señorita…!

La jovencita desapareció durante el baile.

El Conde Edelweiss se alborotó cuando llegó la noticia.

Sebastian, el mayordomo, respondió a un mensajero del Príncipe Heredero, pero por supuesto, emitió una orden de silencio e informó solo a los sirvientes superiores.

Pero cuando el baile había terminado, la joven dama no regresó.

Además, los criados superiores iban de un lado a otro con caras impacientes y ansiosas.

Era natural que los criados sospecharan que había pasado algo, porque incluso ellos la querían.

Algunos de los preocupados se pegaron a la puerta, fingiendo limpiar el lugar, mientras otros pelaban verduras y escuchaban las voces que venían de la ventana.

Pete, que estaba pelando patatas, oyó a los dos criados de la cámara de su amo hablar con ansiedad.

—Mi señora… Me pregunto si aún no saben dónde está.

—Tengo entendido que Su Alteza Real el Príncipe Heredero está investigando. El suelo se va a caer con los pasos del señor.

—¡El suelo no importa!

Cuando Pete recibió la información sobre la señorita desaparecida, se puso azul.

Entonces tiró las patatas que tenía en la mano y fue a contárselo a todos los que estaban preocupados.

—¿Qué demonios haces tirando patatas ahí fuera?

Mientras él hablaba con los sirvientes que estaban preocupados por la Joven Dama, sonó la voz airada del Jefe de Cocina.

Él medía más de dos metros y lo miraba con sus gruesos y musculosos brazos cruzados.

El menudito Pete medía casi lo mismo que su pecho. Tenía que mirarle por encima del hombro, pero la intimidación del furioso jefe de cocina no estaba nada mal.

Su aspecto era de verdad el de un gran demonio.

Los vasos sanguíneos de su frente latían, sus ojos estaban muy abiertos y sombríos, y un aura negra casi podía verse desde detrás de él.

Pete estaba tan aterrorizado que casi deja de sentir las piernas.

—¡Eeh! Diablo… ¡no, Chef! ¡Lo siento!

—¡Chef, y mucho más que eso! Me temo que la señorita Cosette ha desaparecido.

—¿Qué… es eso cierto?

—¡Ey! S-Sí, ¡de verdad, Pete.

—S-Sí, sí. Los criados mayores estaban hablando de ello, ¡así que estoy seguro!

—Cosette, mi señora, mi señora…

El aire a su alrededor se sentía pesado con aún más intimidación por la liberación del Jefe de Cocina.

Pete y la sirvienta se abrazaron y temblaron.

En ese momento, el Jefe de Cocina balanceó sus gruesos brazos y ¡los hizo caer con gran vigor!

¡Pete iba a ser golpeado! Lo sabía, así que cerró los ojos.

—¡U-uwaa! ¿Va a doler?

El jefe de cocina lo agarró por el cuello con los ojos cerrados y se marchó en silencio.

Lo arrastraron hasta la cocina.

Tal como estaba, lo tiraron al suelo con un fuerte golpe.

El jefe sacó lo que parecía un garrote de la mesa de la cocina y se volvió hacia él con agilidad.

¡¿Ésta vez si lo iban a golpear?! Se estremeció.

—¡Pete, ooh!

—¡Aah!

Ya no lloraba.

El jefe de cocina le habló a él, que temblaba como un cachorro mojado bajo la lluvia.

—Vamos a hacer un poco de pan.

—¡Hiiyaa! ¡Perdón! Lo siento.

—¡Trae harina y mantequilla!

—¡Hi-hiyaa! ¡Perdóname! ¡Basta de tirar patatas! ¡No pelamos las cebolla hasta la médula! ¡Y me abstendré de comer de los bolsillos…! ¿Qué, harina?

—¡Estoy haciendo croissants! ¡Date prisa!

—¡Hi-hiyaaiii!

Él se dio la vuelta y corrió a la despensa por harina.

El jefe tomó su querido rodillo mientras vigilaba su espalda.

—Seguiré haciendo croissants hasta que vuelva la señora.

Era su deseo.

Cuando la condesa regresó, se celebró una fiesta de croissants en la casa para consumir todos los que había.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido