Dicen que nací hija de un rey – Capítulo 05: El problema de ser revelado (5)

Traducido por Lucy

Editado por Meli


Hasta ese día, me di cuenta que mi concepto de Kang Seoyoung era erróneo, creí que como toda mujer en ese mundo, solo era especial por haber concebido a gemelos con maná, pero que no podía pedir nada a un hombre. La consideraba obediente y sin ambición alguna.

—No pude averiguar qué darle… Eres mi sol, mi todo —declaró Kang Seoyoung.

Sonó sincera, aunque a mí me pareció ridículo. Él rey asintió con la cabeza, como si fuera una verdad absoluta.

—Decidí entregarle yo —prosiguió.

—¿Y?

—Bien. Por favor, venga a mi habitación esta noche.

Hizo una invitación poco convencional. Le pidió al rey que visitara su dormitorio, fue como si le ordenara hacer algo y eso no estaba permitido. Sin embargo, en un mundo con pocos hombres y lleno de mujeres oprimidas, tal vez fuera un poco normal que ellas tomaran la iniciativa de seducirlos..

Las reinas miraron boquiabiertas a Kang Seoyoung, la escena era impactante.

Eso es madre. Lo hiciste bien.

—Ya eres mía —respondió ganapán sin entusiasmo.

—Bueno, eso es…

No, Kang Seoyoung, no te avergüences. El perro no dijo que no, así que no te asustes.

Las reinas estaban sorprendidas y también recelosas por no haber pensado en un regalo igual.

—Siguiente —dijo Ganapán.

Kang Heeah, la novena princesa, le presentó un pendiente de esmeralda que brillaba como si tuviera maná.

No sé dónde y cómo consiguió algo así.

—Precioso —murmuré.

♦ ♦ ♦

Qué divertido, pensó Kim Hoonsang con una sonrisa.

Kang Seoyoung, una de sus muchas esposas, fue atrevida, pero no se sintió ofendido. Cualquier otra podría haber parecido arrogante, pero estaba bien para ella. Por eso había pasado más tiempo en su dormitorio

En cuanto al pendiente de esmeralda, percibió el ligero maná que emitía, pero no era un artefacto antiguo ni especial. Se trataba de un objeto que debió ser difícil de conseguir para una princesa, pero era insignificante para un rey. Había decidido decirle que lo conservara para ella, sin embargo, su sensible nervio auditivo escuchó un murmullo que lo hizo sonreír.

Al parecer le gustaba a la princesa Sanghee.

—Bien. Siguiente —dijo y los gemelos corrieron hacia él.

—¡Papá! —gritó Kim Hwanhyuk—. ¡He cogido una mantis gigante para ti!

—¡Padre! ¡He cogido una cigarra tan grande como esta!

—¡Papá! ¡He cogido un gusano grande!

—¡Papá! Mira esto… —Kim Sangah, jadeó en busca de aire.

—Tienes que aprender a usar tu maná para respirar —le explicó Kim Hoonsang con amabilidad.

Las otras princesas y reinas miraron a Sangah con envidia. Al parecer, una mujer con maná podía ser cercana al rey. No tanto como un príncipe, pero la diferencia fue evidente.

—¿Qué te gusta más, papá? —preguntó Kim Hwanhyuk.

—Los dos me gustan mucho.

El príncipe sonrió. Creía que la mantis era más fuerte que la cigarra.

—¡Ganamos! —gritó el niño con los brazos en alto.

♦ ♦ ♦

Me sentí frustrada y es que el evento era ridículo. Se trataba de impresionar con un regalo a un hombre que lo tenía todo, por ello, cualquier esfuerzo se equiparaba a obsequiar hierba a un tigre.

Las mujeres se esforzaron en conseguir, en su mayoría, pequeños accesorios. Fueron unas idiotas, después de todo, él era un rey, ¿qué monarca necesita un diminuto collar o un pendiente?

—Entonces, ¿qué has preparado? —Ganapán se dirigió a mí.

Bien. Era mi momento.

—Y-Yo… —tartamudeé, fingiendo vergüenza, pudor y timidez.

—Adelante, cuéntame. No te reprenderé.

—¿Puede la niña acercarse a su padre?

Me hizo flotar y cuando estuve frente a él abrí los brazos, un gesto que todos podían reconocer, sí, le estaba pidiendo un abrazo.

No podía ver lo que pasaba detrás de mí, pero podía asegurar que todos estaban estupefactos ante mi osadía. Era una princesa que quería abrazar al rey.

Soy una niña, solo tengo doce años, me repetí mentalmente para no sentirme mal por mis actos.

Tenía doce años esforzándome para que me aceptaran. Además, todas las noches practicaba yoga para mantenerme en forma, pues aunque era pequeña, la belleza era un arma que podría explotar cuando fuera una dama.

Para el asombro de los presentes, Ganapán me abrazó.

—La niña ama a su padre con todo su corazón. Con toda su vida y mucho más.

Y, entonces, lo besé en la mejilla.

¡Oh, mis labios!, mi pureza. Me sentí muy molesta por haberlo besado, no obstante, sonreí, mis ojos irradiaban felicidad, era una mirada que había practicado en el espejo.

—A la niña le gusta mucho, mucho su padre.

♦ ♦ ♦

En el salón, nadie se atrevió a hablar. El comportamiento de Kang Seoyoung ya era poco convencional, pero incluso se atrevió a darle un beso al rey.

No entiendo… ¿la neutralización será real?, pensó aturdida Kang Heeah, el aspecto de la princesa Kim Sanghee estaba muy lejos de ser masculino.

Va a morir… ¿cómo se atreve a hacer algo tan irrespetuoso? Es una chica sin educación

—¡Ja, ja, ja! —Kim Hoonsang rio a carcajadas, interrumpiendo el silencio.

El rey se enderezó. Las princesas y las reinas se pusieron nerviosas, esperando la tormenta.

—Qué chica tan atrevida.

Los caballeros notaron algo extraño. Inclinaron la cabeza y susurraron:

—Pero, ¿cómo pudo la princesa Kim Sanghee tocar al rey?

—Eso es porque, por supuesto, el rey lo permitió.

—Como era de esperar, ¿verdad?

Él podía controlar quién se le acercaba. Si lo hubiese querido, la princesa, que no poseía maná, habría volado hasta la entrada, desangrada.

—Las reinas y las princesas parecen muy sorprendidas.

—Yo también me sorprendí. Hace unos años, él mismo ejecutó a la princesa Shin Sooyoung…

—Algo ha cambiado en el palacio… Por cierto, ¿qué es esta sensación?

—¿Tú también la sientes? Es raro. ¿Qué sucede? Es una sensación de felicidad. Se siente muy extraño.

—¿Este es tu regalo? —preguntó Kim Hoonsang.

—Sí, es mi regalo… Si no es valioso… —Kim Sanghee actuó de forma temerosa—. Mate a la chica esta noche porque hizo algo malo.

Ella sabía que no la castigaría, Kim Hoonsang le permitió besarlo porque así lo quería.

—Me gusta. —Sonrió y se dirigió a todos en voz alta—: Me ha gustado tanto el regalo de la princesa Kim Sanghee que le daré una gota de Fyryus a todos los presentes.

—¡Su Majestad! —celebraron todos al unísono.

El Fyryus era una especie de agua bendita, un líquido raro y muy valioso, propiedad exclusiva del rey. Una sola gota tenía el poder de prevenir dolencias y malestares de por vida.

Incluso para el reino de Goryeo, que era el reino más rico después del Imperio que poseía el «Caballero de Preon», otorgar una gota de Fyryus era demasiado.

Con una botella se podía comprar todo un pequeño reino. Y se necesitaría de una botella para regalar una gota a los presentes.

—Padre, creo que es demasiado —intervino Kim Hyungsuk, el primer príncipe.

—Podemos obtener más —declaró el rey.

El príncipe entendió que el regalo de la princesa Kim Sanghee, un beso, era más valioso que cualquier cosa material. Él más que nadie lo comprendía, pues veía a su hermana como una niña encantadora. Además, solo el reino de Goryeo podía darse el lujo de regalar Fyryus.

—Es la primera vez que mi padre parece tan feliz —dijo Kim Hyungsuk con una sonrisa.

—Hoy he invitado a una persona especial a este evento —anunció Kim Hoonsang.

Excepto por los caballeros guardianes, solo la familia había sido invitada.

La puerta se abrió. Un hombre entró. Todos prestaron atención. El cuerpo de Kim Sanghee se puso rígida.

¿Por qué Han Jinsoo está aquí…?

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