El Conde y el hada – Volumen 7 – Capítulo 4: Una solitaria noche a solas

Traducido por Den

Editado por Meli


Tarde en la noche, Londres estaba envuelta en una niebla espesa. Las farolas de gas situadas a ambos lados de la calzada desprendían una tenue luz, proyectando una sutil sombra de los edificios en el suelo.

El tañido de las campanas del Big Ben sonaba en lo más profundo de las calles dormidas.

Tal vez, debido al frío y la bruma no había casi nadie, ni siquiera un carruaje.

Lydia dijo que iba a regresar a Londres, así que Kelpie se adelantó en llegar, caminaba con osadía hacia la mansión del conde.

Quería que ella siguiera de vacaciones, pero desafortunadamente, desde el principio aclaró que no estaba dispuesta a quedarse ahí para siempre. También deseaba que cancelara su compromiso con el conde.

Mientras saltaba la reja cubierta de rosas y se colaba en la mansión, pensó que, si obligaba a Lydia a regresar y permanecer en las Tierras Altas de Escocia, podría protegerla del peligro. De ese modo, ella lo entendería y perdonaría.

Se tomó un descanso en la fuente y, sin darse cuenta, dirigió su mirada hacia el segundo piso. En ese instante, vio una figura preparándose para salir por las ventanas.

—Resulta que es la mujer foca —murmuró.

Den
Aclaro que no lo dice a modo de insulto, sino que hace referencia a las selkie, ya que son hadas con forma de foca

Ermine era una selkie que se comportaba de manera sospechosa. No pudo evitar creer que le ocultaba algo al conde.

Por supuesto que no se preocupaba por ese tipo, sino por Lydia que estaba cerca de él.

Para ir a trabajar no deberías salir por las ventanas. Por no hablar de que tu conciencia de hada es débil, así que deberías actuar como la gente normal y corriente y usar la puerta. 

Kelpie comenzó a dudar y decidió seguirla.

Tras dejar la mansión del conde, Ermine caminó apresuradamente por las calles y sin ninguna dificultad. Esto se debía a que, a diferencia de los humanos, las hadas podían ver con claridad ya fuera en la oscuridad o con niebla.

Aceleró más el paso cuando llegó a la calle junto al parque situado en las afueras, y finalmente se detuvo cuando visualizó una casa que había junto a un pantano cubierto de hierba.

Se paró frente a la puerta y alguien de dentro le abrió enseguida y ella entró; parecía estar esperando su visita. Kelpie se escondió para observar la vivienda que irradiaba una luz tenue que se ocultó cuando la puerta se cerró.

Las ventanas estaban cubiertas con tablones de madera para que la luz no expusiera el interior y nadie pudiera mirar. Así que cuando se acercó sigilosamente a la propiedad, se preguntó cómo podría explorarla.

No obstante, justo cuando estaba rodeando la casa, un objeto cayó del cielo a sus pies.

—¿Qué demonios? Casi me cae encima.

El objeto, que parecía provenir de alguien en el tejado, resultó ser una maleta vieja. Debido a la capa de árboles que le impedía ver, no pudo percibir movimiento alguno cerca de las ventanas.

Kelpie sacudió la maleta y descubrió que parecía haber algo dentro, mas estaba cerrada con seguro, así que no podía abrirla fácilmente.

Se sentó en la tierra tratando de romper la valija, sin embargo, en ese momento oyó una voz desde detrás.

—¿Cómo estás?

—Hola, cuánto tiempo sin verte, foca.

Ermine, que tenía los brazos cruzados, parecía molesta con él.

—¿Qué estás haciendo? ¿Estás haciendo cosas malas a espaldas del conde?

La mujer se llevó el dedo índice a los labios en señal de que guardara silencio. Entonces, una voz la llamó desde la puerta. Ella se acercó con calma y respondió solo después de que estuviera a una distancia prudencial de Kelpie.

—No, no hay nadie afuera.

La sombra de un joven se aproximó a la luz de la puerta. Al verla, los ojos de Kelpie se abrieron como platos ante la sorpresa.

¡Es ese tipo! El dolescente que tiene la habilidad de un doctor de hadas. 

El mismo que lo había engañado antes para matar al conde. Y ahora, uno de los compañeros de confianza de este, estaba de pie frente a Kelpie.

—Dijiste que viste algo moviéndose.

—Sí, pero solo era un zorro.

—Vuelve a inspeccionar correctamente. —Regresó a la casa.

Ermine suspiró aliviada y, luego, se volvió hacia Kelpie.

—No soy un zorro.

—Realmente estorbas a las hadas.

—Entonces ¿por qué no me delataste?

—De esa forma me vería obligada a pelear contigo y eso es un desperdicio de energía.

Kelpie asintió. Aunque ella también debe haber entendido que, si se enfrentaban, no tendría ninguna posibilidad contra él.

—¿Traicionaste al conde con el tipo que está detrás de todo?

Ermine lo agarró de la camisa. Kelpie pensó que era una extraña y hermosa hada. También le pareció anormal que el conde no se molestara en coquetear con ella cuando en el pasado fue una humana muy bella.

—Abre la maleta. No debería ser un problema con tu fuerza bruta.

Ermine evitó tener problemas con Kelpie.

—¿Por qué?

—Tu amigo está dentro. Iba a sacarlo a escondidas, pero casi me descubren en el acto, así que lo tiré desde la ventana. Luego, salí corriendo con el pretexto de que había movimiento sospechoso afuera, sin embargo, te vi… En resumen, vete rápidamente con lo que hay dentro.

—No tengo amigos.

—Oh, entonces es un amigo de alguien importante.

¿Un amigo de Lydia? Kelpie se quedó perplejo, no obstante, rompió la cerradura y abrió la valija para descubrir a… un gato gris que yacía inconsciente e inmóvil.

—Resultó ser este chico. —Agarró a Nico y luego se volvió hacia Ermine—. ¿Tienes miedo de que cuente que los has traicionado y, por eso, me has dado el gato para mantener la boca cerrada? Si Lydia lo ve, se pondrá muy contenta. Sin embargo, si ella estuviera involucrada en esto, no aceptaría este trato.

—Esto no es un trato. Sé que no vas a apoyar a lord Edgar porque no quieres que la señorita Lydia te sea arrebatada por él, así que no es necesario que selle tus labios. Además, si no me equivoco, crees que mientras él desaparezca de este mundo, tú y ella podréis volver a vivir en Escocia, ¿no es así?

—¿Tienes la intención de matar al conde?

Ermine bajó la mirada, aparentemente molesta.

—No quiero que me quiten a lord Edgar.

¿Qué significaban esas palabras? ¿Ermine quería proteger al conde? O, ¿su traición se debía a que él no podía ser suyo?

Kelpie se dio cuenta de que tenía sentimientos similares hacia Lydia. No quería que Lydia estuviera triste, solo quería protegerla. Una vez pensó que podría arrastrarla a la fuerza al fondo del mar y que no le importaría si lo odiaba porque con el tiempo ella se rendiría y se quedaría a su lado.

En conclusión, esta era una forma de proteger a Lydia, ¿no?

—¡No digas que le causarás problemas a Lydia porque si lo haces…!

—En cualquier caso, busca la manera de mantener a la señorita Lydia alejada de lord Edgar.

Ermine recogió la maleta vacía y se marchó del patio trasero.

♦ ♦ ♦

—¡Nico, despierta! ¡Oh, por favor, no te mueras!

Lydia tumbó a Nico en la silla, donde yació inmóvil, y acarició su cuerpo rígido.

Raven y Edgar también habían regresado a la mansión de Londres y actualmente se encontraban en el salón, estudiando la situación de Nico.

—No parece estar herido.

Edgar no pudo resistir darle la vuelta una y otra vez. Luego, cogió su cola y le levantó una pata. Eso preocupó a Lydia, por lo que lo detuvo.

—¿Está enfermo? ¿Las hadas se enferman?

—No estoy segura, no lo maltrates.

Apenas llegaron de la estación, el ama de llaves les contó que encontraron a Nico esa mañana frente a la puerta, así que fueron a verlo de inmediato. Sin embargo, ahora Lydia pensaba que probablemente no debería haberlos dejado entrar.

—Si puede oler el aroma del té negro, tal vez se despierte.

—¡Detente, aléjate!

Lydia abrazó a Nico. En ese instante, sus ojos se llenaron de lágrimas, por lo que rápidamente le dio la espalda a Edgar.

—Lydia, estoy bromeando. Solo quiero calmar tu tristeza.

—Entonces cállate.

—Ah —dijo Raven sin querer, lo que hizo que ambos lo miraran—. Le ruego que me disculpe, guardaré silencio…

—No importa si eres tú quien habla, Raven. Si notaste algo, por favor, dímelo.

—¿Raven y yo recibimos un trato diferente de ti?

—Eso seguro.

Al ver que su maestro se enfadó, el joven no se atrevió a hablar hasta que Edgar le hizo un gesto con la mano, dándole permiso.

—Los bigotes del señor Nico han desaparecido.

¿Qué? 

Lydia examinó la cara del gato y descubrió que, efectivamente, los bigotes de los cuales siempre se ha sentido orgulloso no estaban.

—Pero es un hada, aunque le corten los bigotes, eso no le causará dolor o lo inmovilizará…

Den
Me da que se quedó así por el susto de haberlos perdido… XD

Lydia no había terminado de hablar cuando Nico abrió un poco los ojos.

—¡Nico! ¡Por fin despiertas!

—Mis bigotes… —murmuró. Luego, abrió mucho los ojos y se soltó de Lydia, escondiéndose bajo la almohada.

—Parece que estás bastante bien.

Edgar tiró del cojín y Nico se aferró salvajemente a él.

—¡No, no tienes permitido mirar! ¡No me mires a la cara!

—¿Qué pasa? ¿Es porque no tienes bigotes?

—¡No lo digas!

—Olvídalo, ¿conoces el paradero de Paul y la banshee?

Nico era consciente de que era una urgencia, así que después de pensarlo un momento, respondió con seriedad:

—Los llevaron a una casa vacía en las afueras. Al sur de Chelsea, hay un río. Después de cruzarlo, verás que hay un molino de agua adosado a la casa. Ulysses está ahí, pero no sé cómo están el pintor de hadas y la banshee.

—¿También te atrapó Ulysses?

—Sí, y lo más importante, me afeitó los bigotes… El golpe fue tan duro que perdí el conocimiento.

—¿Recuerdas algo? ¿Ni siquiera recuerdas cómo volviste a la mansión?

—¡No lo sé!

Nico agarró el cojín para taparse la cara y, manteniendo esa postura, llamó a Lydia con voz triste:

—Lydia… tráeme el espejo…

Le entregó el objeto; al parecer quería confirmar que había perdido sus bigotes.

—¡Uwaahhh! —gritó el gato hada. Luego se desmayó de nuevo en el asiento, probablemente porque estaba demasiado conmocionado.

Lydia suspiró. Por un lado, se sentía inútil y, por otro, estaba más tranquila.

Cogió el cojín y al ver el aspecto débil y deprimido de Nico, lo acarició, como hacía él cuando ella lloraba.

—Tal vez Ulysses pueda sentir los tabús de los demás. Por suerte, Nico está a salvo.

—Bueno, me alegro de que esté bien.

Lydia se relajó, luego se inclinó para apretar la pajarita torcida de Nico. Edgar tenía una mirada solitaria mientras la observaba en silencio, mas ella no se percató.

—Raven, por favor, dile a la Luna Escarlata que se divida de inmediato para hallar la cabaña vacía de la que habló Nico.

Lydia miró a Edgar, que le estaba dando un orden a Raven, y, luego, se puso de pie. Aunque Nico volvió sano y salvo, Paul y la banshee estaban con Ulysses. No sabían si se encontraban bien.

El problema aún no se había resuelto.

Cuando se disponían a partir, Edgar se detuvo y le preguntó abruptamente:

—Lydia, ¿las predicciones de muerte de la banshee tienen un período de tiempo límite?

—¿Eh? ¿Por qué preguntas eso?

—Puro interés.

Edgar siempre se interesaba por cosas extrañas, así que Lydia no le dio muchas vueltas.

—Se harán realidad dentro de una semana.

—Ya veo. Si hay algún progreso sobre Paul, te lo haré saber —concluyó y se marchó.

Lydia se fue a casa, esperando a que él enviara a alguien para informarle de las últimas noticias, las cuales llegaron después de dos días.

Encontraron la morada vacía que Nico había mencionado. Raven la exploró y solo encontró a Paul abandonado en una habitación, con las manos y los pies atados.

Tras el retorno de Paul a la mansión del conde, la calma por fin se restableció, y Lydia se reunió con él en la sala de visitas.

Paul, que había sido golpeado y tenía claros moratones en su rostro, se encontraba sentado en una esquina de la habitación.

—¡Señor Paul, se encuentra bien!

El susodicho se rascó la cabeza, avergonzado como de costumbre. Tenía una herida leve, lo cual era una suerte, pero también mala.

—Siento haberlos preocupado, sin embargo, se llevaron a la banshee.

—¿Quizás el objetivo de Ulysses era ella? —preguntó Edgar, haciendo que Paul mostrara una expresión interesante.

—Sí, no se equivoca al respecto. No obstante, Ulysses necesita algo más que a la banshee. También está buscando el ámbar que puede romper el sello en su memoria —respondió el pintor, corrigiendo su postura.

—¿El ámbar puede desbloquear sus recuerdos?

—Los recuerdos de la banshee parecen haber sido sellados dentro de las lágrimas de ámbar cuando predijo la muerte de la señorita Gladys. Pero Ulysses no logra encontrarlo.

—¿Esto es lo que te dijo Ulysses?

Lydia se sorprendió. En cambio, Edgar pareció entender todo.

—Así que no te mató.

Paul asintió con la cabeza, en cierto modo arrepentido.

—Sí, me dijo que buscara el ámbar. Además, me preguntó constantemente si conocía su paradero, pero seguí diciéndole que no tenía ni idea… Por eso, me dijo que fuera donde el Conde Caballero Azul, ya que él debería ser capaz encontrarlo con su poder mágico…

Las palabras de Ulysses eran claramente provocativas, por lo que Edgar se río con frialdad.

—Asaltó tu casa en su búsqueda, y aun así no pudo encontrarla. Es como un perro perdido que ladra a la nada.

Por otro lado, si ese ámbar era un objeto importante del Conde Caballero Azul, Edgar debía estar a la altura de su reputación y hallarlo.

—Señor Paul, ¿Ulysses tiene a la banshee como rehén?

—Ah, no, no creo que ponga sus violentas manos sobre ella.

—En otras palabras, ¿ella lo reconoce como descendiente del Conde Caballero Azul?

Paul agachó la cabeza a modo de disculpa.

—¿Por qué Ulysses hace que el señor Paul encuentre el ámbar?

—Porque descubrió que su padre lo había guardado. Aunque se desconoce su ubicación, de acuerdo con esto, el padre de Paul lo custodiaba.

Era de suponer que Ulysses investigó el linaje de Paul, y luego le ordenó que averiguara dónde podría estar el ámbar. Además, lo dejó con vida, para que pudiera transmitirle ese mensaje a Edgar.

En otras palabras, Ulysses estaba convencido de que el ámbar se encontraba en el entorno de Paul. Al no encontrar nada en su habitación, era probable que pensaran que el ámbar había sido escondido ingeniosamente en algún otro lugar, y que este era la clave para encontrarlo.

—Creo que el ámbar lo tiene el señor Paul —declaró Lydia.

—Oh, ¿por qué crees eso?

—¿La banshee no apareció frente a él? Creo que se debe a que sintió algo.

Paul reflexionó sobre ello por un momento, mas no pudo recordar las posesiones de su padre, ya que todas parecían iguales.

—Lydia, tengo una pregunta: si encuentro el ámbar, rompo el hechizo y traigo de vuelta a la banshee, ¿significa que realmente puedo obtener la fuerza del Conde Caballero Azul?

—Existe una posibilidad… Como la señorita Gladys selló sus recuerdos en ámbar con magia, la resina fosilizada podría contener la misma esencia que la magia feérica.

—Ulysses parece muy persistente al respecto. Tal vez Príncipe quiera usar su poder, así que, si cae en manos de alguien más, le causará problemas.

—Príncipe acabó con el linaje del Conde Caballero Azul quizás porque temía que el ámbar acabara en sus manos.

—Entonces tengo que encontrarlo y romper el hechizo sobre la banshee. Sin embargo, aunque pueda encontrar el ámbar, no sabría cómo usarlo.

¿Lo sabía Ulysses? Quizás sí, pero también era posible que después de que la banshee lo reconociera como el Conde Caballero Azul, el hada recordara la forma de romper el sello y se lo dijera.

—Averiguar dónde se halla el ámbar es nuestra máxima prioridad. Señor Paul, ¿podemos registrar su casa?

—Por supuesto que sí.

—Paul, aparte de Raven, avisa a otras personas.

El susodicho asintió y, luego, le dirigió una mirada inquieta a Edgar.

—Lo siento, milord, de hecho, tengo algo de lo que me gustaría hablar con usted.

Lydia estaba a punto de irse, pero al oír aquellas palabras, no pudo evitar detenerse. Sin embargo, en ese momento, Paul dijo disculpándose:

—Si no le importa, espero poder hablar en privado con milord.

Antes de que Edgar tuviera que pedirle que se retirara, ella ya había salido de la habitación, a pesar de que su corazón se resistía a hacerlo.

¿Edgar seguirá necesitándome en el futuro? 

Esa pregunta la perseguía desde que le había quitado el anillo, haciendo que su pecho se sintiera pesado.

♦ ♦ ♦

La banshee recibió una carta donde decía que el verdadero Conde Caballero Azul la estaba esperando, razón por la cual abandonó el castillo de la isla de Man. Cabía una alta probabilidad que quien se la entregara fuera Ermine.

Tras aquello, Edgar, en lugar de sorprenderse, sintió lo contrario.

Cuando se encontró con Ermine, se cuestionó por qué había un ámbar en su hombro. Por supuesto, no quería llegar a la conclusión de que lo había traicionado.

En efecto, debía dudar de quien transmitió la correspondencia al hada, pero Ermine podría simplemente haber pasado una carta que le llegó a la banshee.

Sin embargo, le mintió a Edgar y dijo que no se había encontrado con ella; eso era lo que le preocupaba.

En definitiva, ahora debía tener más cuidado que nunca.

Edgar se encontraba solo en su estudio, sin dejar de pensar en este asunto.

No era capaz de calar [1] a Ermine, al igual que antes.

Aunque le preguntara, ella probablemente no le diría la verdad. Así que lo único que podía hacer era observar con detenimiento cómo se desarrollaba la situación, pese a que ella ya estaba en guardia.

También era importante que a partir de ahora no supiera nada más. Sin embargo, si solo la dejaba ocuparse pequeñas tareas cotidianas, sospecharía, ya que era muy perspicaz. Y eso era molesto.

Edgar apretó la mano sobre el escritorio. Era muy difícil para él, no obstante, se dijo a sí mismo que debía encontrar una manera de resolver todo ese asunto.

—¿Por qué es así…? —murmuró.

¿Por qué Ermine tenía que seguir recibiendo órdenes de Príncipe y Ulysses?

Después de que renaciera como una selkie, solo podía convertirse en una humana quitándose su pelaje de selkie. Sin él, eran incapaces de volver al mar, por lo que tenían que someterse a las personas que se lo arrebataran. Sin embargo, Ulysses no debería haber podido limitar la libertad de Ermine porque su piel estaba en manos de Edgar.

Edgar no tenía ninguna intención de atarla; se quedaría con su pelaje todo el tiempo que ella quisiera. Se lo devolvería en cualquier momento y eso Ermine lo sabía muy bien.

¿Ermine estaba obedeciendo a Príncipe y Ulysses por voluntad propia? Si ese era el caso, entonces no podía imaginar cuál era la razón.

¿Quería arruinarlo? Tal vez solo lo hacía para salvar su alma.

Edgar le dio un rayo de esperanza, pero no pudo hacerla feliz, por eso ella le guardaba rencor… En ese caso, elegirá morir por ella para que ya no pueda volver a ser lastimada.

En un rincón de su corazón, pensaba en algo así.

Como no puedo darle nada a Ermine, en lugar de vivir, prefiero… 

Sacó un pedazo de ámbar del bolsillo de su chaqueta y lo miró a la luz. Pensó que la resina fosilizada podría predecir su muerte, así que lo acercó a la vela… El ámbar seguía irradiando una luz tenue y hacía retroceder la llama.

—Oh, esto es un presagio de muerte.

Edgar se dio la vuelta y vio a Kelpie entrando por la ventana.

—Esa es una lágrima de la banshee de tu casa.

De pies a cabeza, su cuerpo perfecto parecía una estatua griega que se atrevía a estar de pie frente a Edgar, quien ni siquiera quería mirarlo a la cara, sobre todo ahora mismo.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Oye, conde, ¿aún no tienes la intención de romper tu compromiso con Lydia?

—Sí que eres insistente. Definitivamente no lo haré.

—De todos modos, vas a morir, por lo que deberías anular rápidamente tu compromiso con Lydia. La profecía de tu muerte podría perjudicarla, y si le pasa algo, ya será demasiado tarde.

Por supuesto, Edgar también estaba muy preocupado por eso, pero no quería entregar a Lydia a Kelpie.

—Protegeré a Lydia, así que lárgate.

—Déjame decirte esto: también estoy actuando conforme la norma. Ahora bien, si la situación no es buena, y aunque Lydia no quiera, todavía puedo obligarla a dejarte…

Los oscuros ojos perlados de Kelpie lo observaron fijamente.

Reclamé el título de Conde Caballero Azul, sin embargo, ni siquiera este tipo se largará. Esto es ridículo. 

Den
Ha estado junto a Lydia durante quién sabe cuántos años, protegiéndola a su manera. ¿Cómo quieres que ahora, con Ulysses y Príncipe alrededor, se vaya?

Edgar intentó evitar que Kelpie lo controlara con su magia, mas sus ojos lo hechizaron, dejándolo inmóvil hasta que alguien llamó a la puerta de su estudio.

—Disculpe, lord Edgar.

Se trataba de Raven.

—Un verdadero problema… —murmuró Kelpie y retrocedió—. Tu sirviente es bastante molesto. —Desapareció al instante.

Edgar observó con impotencia su ventana abierta y suspiró frustrado. A diferencia de sus ojos, los iris místicos de Raven eran bastante fuertes.

—¿Había alguien en la habitación? —preguntó desconcertado mientras miraba a su alrededor.

—Bueno, era el caballo.

Raven asintió con complicidad. Luego, cerró la ventana y echó el seguro.

—Creo que debe tener cuidado con Kelpie. Aunque es amigo de la señorita Lydia, no es nuestro camarada.

—¿Qué ha pasado? —preguntó curioso, su leal sirviente rara vez exponía su punto de vista con un tono tan firme.

—Lo vi cortejando a la señorita Lydia…

Su sutil expresión facial pareció de alguna manera diferente. Si no se trataba de una ilusión, entonces probablemente Lydia le había mostrado a Kelpie una faceta que Edgar nunca había visto.

Si Lydia lo aceptaba, ¿era porque es honesto?

Ella nunca rechazaba a Kelpie porque era un hada y no dudaba de su corazón porque las hadas no mienten.

Edgar no estaba preparado. Se había apresurado con Lydia para que no cambiara de opinión. Y aunque no lo hizo, a ella por fin le había empezado a importar. Por ello, Edgar no quería rendirse.

Sin embargo, a pesar de que quería hacer más por ella, se agotaba el tiempo.

—Raven, ¿me ayudarías a proteger a Lydia?

Raven siempre enfrentaba los problemas repentinos de su maestro y asentía sin vacilar.

—Por supuesto, porque la señorita Lydia es su prometida.

—No quise decir eso. Me refería a que, aunque no esté aquí, quiero que la protejas como amiga.

El joven ladeó la cabeza; al parecer era incapaz de entender el significado de sus palabras.

De todos modos, no necesitaba entenderlo ahora mismo, bastaría con que lo llegara a comprender algún día.

Lo mismo ocurría con el hecho de que Ermine era su hermana.

Edgar no tenía la intención de contarle a Raven sus preocupaciones sobre Ermine, porque una vez se enterara de todo, procedería a matar a su propia hermana. En el corazón de Raven, su lealtad a Edgar seguía siendo mucho más importante que el amor filial.

Por eso creía que incluso si la traición de Ermine era cierta, no debía contárselo. De lo contrario, nunca valoraría una vida humana.

—Entonces, ¿fuiste a registrar la casa de Paul? ¿Encontraste el ámbar?

—No, aunque miramos en los marcos de los cuadros y en las pinturas de óleo, no pudimos encontrar nada parecido al ámbar.

—Quizás a primera vista no parece un ámbar.

—¿Un ámbar que no parece uno…?

Edgar había dicho eso, pero no podía imaginarlo. Había especulado que el ámbar podría estar camuflado con pintura. Sin embargo, los enemigos también debieron haber pensado en eso. Después de todo, mientras hubiera objetos sospechosos, quedarían al descubierto pronto.

Pero incluso Ulysses debía estar seguro de que tenía una forma inesperada. ¿Por eso iba a dejar que Edgar encontrara el ámbar para luego robarlo? La banshee estaba en sus manos, así que saber el paradero del ámbar era suficiente para recuperar sus recuerdos.

—También tenemos el club de Slade.

Raven asintió y cuando estaba a punto de retirarse, Edgar lo detuvo.

—¿Dónde está Lydia? ¿En casa de Paul?

—La señorita Lydia regresó a su casa después de enterarse de que su padre ha vuelto tras concluir su viaje de investigación.

—Oh, claro.

Parecía que aunque hubiera querido invitarla a cenar, ella no habría aceptado.

Esta también era una de sus malas costumbres. Cuando estaba con Lydia, podía olvidarse de sus preocupaciones y, por ello, siempre le pedía que lo acompañara, a pesar de que solo la estaba utilizando de manera egoísta.

Si Lydia realmente hubiera querido, él la habría dejado volver a su casa en Escocia. Por otra parte, si Edgar estuviera decidido, lo habría hecho cuando ella se estaba tomando sus largas vacaciones. Ahora dudaba y estaba preocupado.

Guardó el ámbar en su bolsillo.

♦ ♦ ♦

—Nico, ¿no vas a cenar?

Hiciera lo que hiciera Lydia, él guardaba silencio. Apenas llegaron, se metió bajo la cama y se negó a salir.

—Mi padre trajo algunos regalos. Hay salmón ahumado y whisky, si no sales, se lo comerán todo.

Hacía mucho tiempo que Lydia no cenaba a solas con su padre.

Después de terminar de comer, se apresuró a regresar a su dormitorio en el segundo piso, sintiendo que Nico debía estar realmente dolido. En efecto, lo estaba; ni siquiera le interesaba el alcohol.

La cola esponjosa del gato asomó un poco bajo la cama, sin embargo, cuando Lydia se sentó, la escondió de inmediato.

—Incluso sin tus bigotes sigues siendo un gran caballero, Nico. Cuando se llevaron a Paul y a la banshee, los seguiste a pesar de que la situación era muy mala y peligrosa.

Todavía no recibía respuesta alguna de debajo del lecho.

—Aunque eres caprichoso y a veces frío, sé que tienes muchos puntos buenos.

Lydia acercó un pequeño paquete.

—De camino a casa, compré algo que me pareció bonito. Es una máscara para fiestas informales y bailes de máscaras. Como es un accesorio para muñecas, es pequeño, pero también de tu talla. Con ella, puedes ocultar la ausencia de tus bigotes.

Nico parecía desinteresado.

Pero cuando Lydia estaba a punto de salir de la habitación, de repente comenzó a hablar.

—Lydia, debes tener cuidado, Ermine podría estar traicionando al conde —declaró tan súbitamente que pensó que era una broma.

—¡Caray! ¿Cómo es eso posible? —Se rio.

Sin embargo, Nico prosiguió con seriedad.

—La banshee recibió una carta que decía que se le permitiría reunirse con el verdadero Conde Caballero Azul. Es posible que Ermine se la entregara y la condujera hasta Ulysses. Paul también lo sabe, así que ya debe habérselo comentado a Edgar.

¿De eso estaban hablando antes? Lydia reflexionó al respecto y, de pronto, sintió que Nico podría tener algo de credibilidad.

Pero si personas importantes para él lo traicionaban una vez más… Edgar debió haber sufrido un duro golpe. Y, ahora mismo, ¿se encontraba solo?

Espera, lo que esté haciendo en este momento no debería importarme. —Se sintió molesta al pensar en él—. No, es muy insensible, debe estar bien. 

Pasara lo que pasara, siempre podía mantener la calma. Eso era lo que Lydia conocía bien de él. Sin embargo, también era muy bueno ocultando sus pensamientos.

Lydia bajó las escaleras hacia el salón y se sentó junto a su padre, que estaba leyendo unos registros académicos.

—Ha empezado a nevar de nuevo afuera. Parece que esta noche hará mucho frío.

—Sí, papá.

Soy tan estúpida, no tengo que preocuparme por Edgar. 

Aunque se estuviera sintiendo muy solo y estuviera sufriendo por dentro, no tenía por qué preocuparse por él o consolarlo, ya que no quería convertirse en una de sus amigas, mantenía deliberadamente la distancia con él.

♦ ♦ ♦

Edgar acudió a un club exclusivo para hombres de la clase alta y al que solo podían acceder los socios.

El lugar era manejado por Slade. En él, la gente socializaba. Pero también era la sede de una organización secreta llamada “Luna Escarlata”, la cual era patrocinada por los miembros artistas. Por ello, el club estaba decorado con obras de arte como cuadros y esculturas.

Para estar a la altura de su gran reputación, seleccionaban con sumo cuidado trabajos exquisitos y los exhibían, aunque, claro, había muchas obras de artistas que en realidad aún no han sido conocidos como tales.

Una alfombra roja se extendía por las escaleras del vestíbulo bajo hermosos candelabros, y conducía a donde Edgar y otros caballeros llevaban jugando durante toda la noche. Hoy, algunos miembros reconocieron a Edgar después de que este los saludara asintiendo la cabeza.

—Conde Ashenbert, últimamente viene a menudo.

—¿A la gente como yo, que viene con frecuencia al club, no le molesta no poder venir?

—Más o menos. De todos modos, he excusado a la gente de la puerta trasera primero, pero también he pedido a todos que lo traten como si no lo hubieran visto.

Edgar se dio la vuelta y entró inmediatamente en una habitación, sin detenerse a oír la carcajada de los caballeros borrachos detrás de él.

Su destino era la sala donde un ladrón irrumpió hace unos días y dejó todo patas arriba. Aún no había sido limpiada, así que estaba temporalmente cerrada a los visitantes. No obstante, los sirvientes se inclinaron ante él y le abrieron la puerta.

El propietario del club, Slade, estaba esperándolo en la otra parte de la habitación que ya había sido arreglada.

—Su Excelencia, no recuerdo haber recibido nunca un artículo parecido a un ámbar de O’Neill.

—¿No tienes varias obras suyas?

—Sí, las he guardado aquí y estoy preparando un minucioso estudio de ellas, pero varios marcos fueron dañados y la capa exterior de la pintura también, por lo que sufrimos grandes pérdidas.

Edgar miró los cuadros dispuestos en el rincón. Eran las obras del padre de Paul.

Sus paisajes le provocaban una inmensa añoranza. Cuando era niño, O’Neill estuvo trabajando durante un tiempo en la mansión del duque Sylvainford, por lo que varias pinturas suyas estaban expuestas allí. Además, así fue cómo Edgar y Paul se conocieron.

Los bocetos del pintor representaban la residencia de los Sylvainford, así como también retratos familiares. Sin embargo, esas obras se habían quemado en el incendio, así que, por supuesto, era imposible que se encontraran en el club. Pero los singulares trazos de O’Neill le evocaron recuerdos de su hogar.

Edgar ahora observaba esas delicadas pinceladas en Paul.

—Si hay alguna información importante sobre el ámbar, espero que se la transmitas a Paul o que me la digas tú mismo, Slade.

—¿No puedo comunicárselo a un sirviente?

—¿No dijiste que alguien de mi alrededor podría filtrar la información confidencial…? Esto es por precaución.

Para evitar que Ermine conociera cualquier noticia, debe ocultarle todo, lo cual hacía que le doliera el corazón.

Tener que sospechar de sus propios compañeros le resultaba muy doloroso. Aunque posteriormente se demostrara su inocencia, el hecho de que alguna vez dudó de ellos perduraría en su corazón.

No obstante, no había duda de que el camarada que lo traicionó también se sentiría culpable.  Por eso, es posible que Ermine, al no poder aceptarse a ella misma a pesar de haber sido perdonada una vez, los traicionara de nuevo.

—Está bien. Hay algo que quiero hablar con usted —pausó, y, entonces, con expresión solemne, reveló—: se trata de la Freya del pueblo de Wallcave.

Edgar se vio involucrado en una feroz lucha en Wallcave, de donde procedía la fluorita extremadamente rara, la Freya, creada por el Wyrm, cuya magia intentó usar Ulysses.

Supuestamente, la fluorita contenía una magia increíble, sin embargo, fue robada por los aldeanos que escaparon tras la batalla contra el dragón. Por esa razón, Edgar había enviado a los miembros de la Luna Escarlata a averiguar su paradero.

—Hallamos los cuerpos de los desaparecidos. Parece que fueron ahogados en la cueva. Sus ropas estaban llenas de piedras, como si se hubieran topado por casualidad con una tormenta de olas.

—¿Qué hay de la Freya?

—No pude encontrarla.

Dado que sus cuerpos fueron sumergidos con piedras, definitivamente fue un homicidio. Murieron en la cueva del pueblo, lo que significaba que el alcalde, que llevaba la Freya, fue asesinado poco después de huir.

Ahora bien, Ermine le dijo que persiguió a los aldeanos, pero dejó escapar a algunos.

—¿El asesino que los mató y se llevó la Freya es necesariamente uno de los secuaces de Príncipe? —preguntó Slade.

En ese momento, Edgar se giró, dispuesto a abandonar la sala en silencio. Slade se quedó confundido y lo llamó.

—Conde, ¿tiene alguna pista?

—Ninguna… Quiero beber un poco de vino; haz que me sirvan ginebra.

Edgar zanjó el tema y luego se unió a un grupo ruidoso y vicioso que se encontraba en otra sala, llena de humo blanco.

—Oh, conde, ¿no se fue por la puerta trasera?

—Acabo de volver.

—Fue muy rápido, ¿no había ninguna dama para retenerlo?

—¿También quieres echar un vistazo? No han retenido a las prostitutas en los callejones para aburrirlas.

Debido a que este grupo de hombres borrachos hacía bromas tontas y vulgares y se reían escandalosamente, Edgar se unió a ellos y se sirvió un poco de ginebra.

Solo emborráchate, así no pensarás en nada. 

Intentaron convencerlo para que fumara tabaco con un sabor especial, pero se negó.

En un momento dado, miró involuntariamente una pintura en la pared.

Era un retrato de una doncella sujetando un escudo. Era pequeño y sencillo; parecía usarse para rellenar el hueco entre los otros cuadros más grandes que colgaban en las paredes.

Las lámparas de queroseno estaban muy cerca, por lo que el cabello rubio de la chica parecía aún más resplandeciente bajo la luz.

Edgar sintió que había visto a esa mujer en alguna parte. Probablemente era una ilusión. O, mejor dicho, sus ojos verdes le hicieron pensar en Lydia, ¿es por eso que le resultaba tan familiar?

Me muero por ver a Lydia… 

Acompañado de un fuerte anhelo, sintió un dolor en el pecho.

♦ ♦ ♦

Tras confirmar que su padre seguía trabajando en su estudio, Lydia aprovechó para escabullirse de su casa.

Hacía frío y nevaba. Cada exhalación se convertía en vaho, como el viento helado que parecía congelar por la noche. Aun así, Lydia, con sus mejillas enrojecidas, salió sola en medio de la noche, sintiéndose temerosa.

Detuvo un carruaje y le pidió al cochero la llevara a la mansión del conde.

Estaba temblando antes de que consiguiera calmarse. No entendía por qué quería ir a ver a Edgar. Incluso le mintió a su padre y se escapó de casa.

Aunque se encontrara con Edgar, ¿cómo confirmaría que estaba deprimido? Se preguntaba si siquiera podría ayudarlo a animarse.

Además, probablemente no estaba en casa esa noche o tendría alguna acompañante que no conocía…

Lydia pensó en ello y quiso echarse atrás.

Mientras se inclinaba hacia adelante, dispuesta a decirle al conductor que regresara, vio las luces de la mansión del conde dándole la bienvenida, por lo que no pudo evitar tragarse sus palabras. ¿Por qué? De repente tuvo una extraña sensación, como si sintiera que Edgar la estaba esperando.

Es imposible que me esté esperando. 

Pero ya había perdido la oportunidad para dar media vuelta, puesto que en ese momento se encontraba frente a la mansión, tras bajar del carruaje.

El sirviente del conde se percató del carruaje detenido en la puerta, y antes de que Lydia se acercara, Raven ya había salido a recibirla y había abierto la puerta.

—Buenas noches, Raven.

—Buenas noches, señorita Lydia. ¿Qué sucede?

Lydia nunca venía de visita en mitad de la noche, así que probablemente el joven estaba sorprendido.

—Uh… He olvidado algo… —le mintió porque se sintió avergonzada al pensar que ver a Edgar a medianoche era muy inusual—. Volveré de inmediato… —Con esa excusa, se quedó con su abrigo en los brazos.

Se le ocurrió que mientras fingía buscar su objeto olvidado, podría comprobar el estado de Edgar.

—Uh… ¿Edgar está fuera? —Aprovechó para preguntar.

—Lord Edgar acaba de regresar a casa —respondió Raven, que sostenía una vela en la mano mientras la acompañaba.

—Ya veo… ¿Se encuentra bien?

Era probable que al preguntar algo tan extraño hizo que el suspicaz asistente notara que lo declarado previamente no era más que una excusa.

—Está normal.

Por suerte, Raven pareció no darse cuenta.

—¿Está solo?

Lydia se sintió un poco aliviada, así que intentó averiguar más detalles. Sin embargo, Raven parecía algo desconcertado. Ante ello, Lydia se sorprendió un poco, pensando que lo podría estar acompañando una mujer.

—No, no es nada. Está bien si tiene invitados, no lo estoy buscando.

Pero Raven parecía estar reflexionando sobre otras cosas.

—Señorita Lydia, es raro que venga. Por favor, vaya a ver a lord Edgar —dijo abruptamente el joven.

—¿Eh? Pero… pero…

A pesar de la vacilación de Lydia, Raven encendió rápidamente la lámpara y se dio la vuelta para marcharse; parecía que se dirigía a donde estaba su maestro.

Si Raven no la llevaba a verlo, tal vez Edgar lo culparía más tarde.

Lydia miró el reloj y, una vez más, pensó en qué debería hacer al final. Su relación con Edgar no era lo suficientemente estrecha como para preocuparse el uno por el otro. Además, no sería bienvenida después de venir tan tarde.

Incluso Edgar dudaba acerca de ella.

Lydia se sentó en la silla de su escritorio y comenzó a preocuparse y preguntarse si… ¿se debía a que Edgar ha estado mencionando tanto la palabra prometida que ahora estaba alterada?

—¿Ha encontrado el objeto que olvidó?

Lydia levantó rápidamente la cabeza, mas solo se encontró con el joven moreno que había reaparecido.

—Bueno… sí.

—Le mostraré el camino.

¿Edgar no quería verla después de todo?

Lydia siguió a Raven, pero este pasó por el salón, el cuarto de invitados e incluso el estudio, y no parecía tener la intención de detenerse.

Sin darse cuenta, acabaron frente a la puerta de la habitación de Edgar, donde nunca había estado.

Era completamente indecente adentrarse en el dormitorio de alguien del sexo opuesto en medio de la noche. No pudo evitar que su corazón se opusiera.

Además, el propietario del dormitorio era un hombre frívolo y peligroso.

Raven no estaba al tanto del miedo de Lydia, por lo que llamó a la puerta.

—Lord Edgar, la señorita Lydia ha venido.

Aunque no hubo respuesta, el sirviente permaneció de pie. ¿Hasta cuándo tenía planeado esperar? Justo cuando comenzó a preguntarse aquello, la puerta se abrió.

—Lydia, me alegro mucho de verte. —Edgar esbozó una sonrisa alegre y, luego, tiró de su brazo—. No pensé que vendrías a esta hora. Estoy vestido muy informal ahora mismo, espero que no te importe.

Edgar se había quitado la corbata y los botones de su chaleco estaban desabrochados, lo que hacía que luciera particularmente atractivo. Lydia no pudo evitar adularlo.

—Uh, eso… Solo vine a buscar por algo… Así que me retiraré.

—No digas eso, siéntate y bebe conmigo.

—No, tengo que…

La puerta se cerró tras ella y, entonces, se dio cuenta de que Raven se había ido y que de repente se encontraba a solas con Edgar.

—Justamente estaba pensando en ti, y has venido. ¿Ahora estamos conectados?

Edgar la sentó en el sofá y luego tomó asiento a su lado. El ambiente parecía ser tan bueno como de costumbre.

¿Qué? Así que se siente muy bien. Sabía que no debía preocuparme por él. 

Si Edgar estaba de buen humor, estar a solas con él era peligroso. Por eso, quería volver a casa cuanto antes.

En ese mismo instante, Edgar la abrazó súbitamente por el hombro. Luego, le puso una copa en la mano y le sirvió un poco de ginebra.

—La gente dice que la ginebra es el vino de los trabajadores. Solía beber esto con mis amigos en Estados Unidos; era el combustible de nuestras batallas.

El olor del alcohol era bastante fuerte, por lo que no quería beberlo. No obstante, entendía la causa por la que Edgar estuviera bebiendo su “combustible”. Parecía estar en excelentes condiciones, pero su estado de ánimo estaba por los suelos.

—Entonces, Lydia, ¿olvidaste algo?

—Bueno… Nada importante. De todos modos, dejando eso de lado, Edgar, ¿estás borracho? —Cambió rápidamente de tema.

—Ah… No bebí mucho. Creo que tomé unas extrañas pastillas en el club y por eso estoy así, pero me siento muy contento.

¿Tomó pastillas? Vale… 

Lydia observó su rostro, tratando de determinar si estaba tratando de aparentar estar alegre. Pero Edgar de repente giró la cabeza e hizo contacto visual con ella.

Estaban muy cerca, tanto que incluso podía verse reflejada en sus ojos.

—¿Cómo sabías que quería verte? —Tomó su mano con una expresión seria.

—N-No lo sabía…

—Escuchaste lo que Nico tenía que contarte y supusiste que Paul de lo que me habló en privado era lo mismo, ¿verdad? Te preocupaste por mí y por eso viniste hasta aquí, ¿cierto?

Los ojos malva ceniza de Edgar estaban fijados sobre ella. Su mirada era tan intensa como cuando estaba sobrio, tanto que sospechaba que estuviera fingiendo estar borracho.

—Bueno… realmente no me importa… Después de todo, no me lo creo.

El rostro de Edgar tenía una extraña expresión seria.

—No le vas a contar a nadie, ¿verdad?

—Por supuesto que no. Pero ¿qué vas a hacer?

—Todavía no lo sé… Además, aún no tenemos pruebas sólidas, por lo que quiero creer que es inocente. —Tomó las manos de Lydia y las llevó a su rostro—. Afortunadamente, estás dispuesta a acompañarme, y me reconfortas.

Las mejillas de Lydia ardían y le costaba respirar, así que se levantó para marcharse. Sin embargo, Edgar tiró inconscientemente de su abrigo, que se le resbaló.

Con su chaquetón en sus brazos, el conde bromeó como de costumbre y lo besó.

—Quédate un poco más.

—Es muy tarde.

—Entonces no te devolveré tu abrigo.

El ambiente se volvió ligeramente siniestro.

—Entonces me iré a casa sin él.

Lydia le dio la espalda. Quería huir, pero Edgar se levantó rápidamente. Casi perdió el equilibrio, por lo que la joven se apresuró a sujetarlo.

—¿Estás bien? No te esfuerces demasiado.

—Eres demasiado bondadosa.

Edgar la tomó en sus brazos, mostrando una sonrisa llena de confianza.

¿Me engañó? 

Sin embargo, lucía muy solo.

La abrazó.

—Por favor, quédate conmigo.

Lydia se sintió acorralada por los sentimientos desesperados de Edgar, y así perdió la voluntad de apartarlo.

Edgar en realidad estaba muy afligido, sin embargo, le faltaba apoyo y Lydia ni siquiera podía ayudarlo.

Se inclinó hacia él, quien probablemente lo notó y por eso los brazos que rodeaban su cintura, la retuvieron con más fuerza.

—Si estás preocupada por mí, ¿significa esto cuánto estás dispuesta a ayudarme? ¿Puedo pensar que estás aquí para apoyarme como mi amante y no para trabajar o algo así…?

Eso no es lo que pretendía… 

Pero Lydia tenía claro que estaba aquí como ella misma y no como una doctora de hadas.

Creía que si Edgar estaba tan triste, al menos podía acompañarlo.

—Edgar, no he venido por trabajo, sino como amiga.

Él suspiró, no pareció satisfecho con su respuesta. Lydia sintió su aliento caliente en su nuca.

—Quiero pasar la noche contigo.

—T-Tú… ¿De qué estás hablando? No puedo…

—Te necesito de verdad. No puedo dejarte ir, sin embargo, no quiero que me seas arrebatada por Kelpie. Quiero que me pertenezcas solamente a mí.

—Espera un momento, ¿por qué mencionas a Kelpie? No pertenezco a nadie.

—Quieres apoyarme, ¿verdad? Si te rindes conmigo, voy a morir.

Ah… Este era su yo habitual. Siempre exageraba y hablaba de la muerte a la ligera. También dijo eso cuando se conocieron.

Aunque sabía que la estaba engañando, cuando los labios de Edgar tocaron su oreja, no lo apartó.

—Edgar… No hagas eso.

Solo su boca se negaba, por lo que a Edgar no le pareció en absoluto que lo estuviera rechazando, así que la levantó con delicadeza.

¡Como era de esperar, me tragué su actuación! Lydia intentó calmarse, sin embargo, estaba tan nerviosa que todo su cuerpo se puso rígido.

No sabía qué hacer para escapar de esa situación, y no tenía la intención de hacerlo para consolarlo.

—¡Oye, Edgar, bájame!

Edgar la bajó obedientemente, pero en su cama.

—Te amo…

Siempre se lo decía con una mirada profunda y, a pesar de que en otras ocasiones no le había creído, Lydia casi le cree esta vez.

—Pero este tipo de cosas…

—Aunque soy un hombre patético, me aceptas como soy.

Lydia no pudo decir nada.

Edgar la besó en la frente.

Lo que él necesitaba ahora no eran palabras de consuelo.

¿Necesitas que permanezca a tu lado para siempre como prueba? ¿De verdad me necesitas? 

—Me perdonarás, ¿verdad?

Lydia no lo entendía. Aun así, al verlo tan triste apenas podía negarse. Su mente era un caos mientras Edgar acariciaba con dulzura su cabello. Luego, sus labios se acercaron a su cuello y, entonces, le susurró de repente al oído:

—Ermine…

Lydia se sorprendió.

¿Qué…? ¿Ermine…? Eso… ¡Eso es! ¿Me estás tratando como el reemplazo de Ermine? Soy tan tonta. Esto es increíble. 

En lugar de enfadarse, se sintió triste.

A quien Edgar necesita no es a mí. Quiero morirme… 

De repente se sentía débil, como si la hubiera invadido un estado de ánimo sombrío.

Volvió la cara y cerró los ojos; no quería verlo.

Sabía que no debía preocuparme por él. Si hubiera sabido antes que esto pasaría, no habría venido. Ya no sé qué hacer…, pensó.


Meli
¡Ay no! Sentí que mi corazón se hizo chiquito…

[1] Calar: Conocer las cualidades o intenciones de alguien.

3 respuestas a “El Conde y el hada – Volumen 7 – Capítulo 4: Una solitaria noche a solas”

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