El Conde y el hada – Volumen 7 – Capítulo 5: El tiempo que me queda

Traducido por Den

Editado por Meli


Los ojos verdes dorados de Lydia lo miraban fijamente mientras enterraba sus dedos en su dulce cabello color caramelo.

La fragancia de la manzanilla fresca impregnada en el aire calmaba su corazón.

Le dio un dulce beso a Lydia, para demostrar que no se había rendido con ella.

Aunque se sentía feliz, no estaba satisfecho. Estaba inmerso en la dicha y, pese a ello, seguía un poco inquieto, como si algo estuviera mal.

—No lo entiendo —susurraron los delicados labios de Lydia, mientras ladeaba la cabeza—. Estamos tan cerca, sin embargo, no entiendo tu corazón.

¿Por qué? 

—Me cortejas y, aun así, anhelas a otra mujer.

¿Otra mujer…? Lydia, no es así. Incluso puedo renunciar a mi vida por ti.

—Eres un mentiroso.

Lydia comenzó a llorar. A pesar de que la abrazaba con delicadeza, siguió derramando hermosas lágrimas.

—No me lastimes más.

¿Te he lastimado? Sé que soy un poco brusco, no obstante, nunca te he forzado.

—Edgar, no volveremos a vernos. Me iré al mundo de las hadas.

¡Espera un momento, Lydia!

Edgar la llamó, pero desapareció de sus brazos. Él despertó justo antes de volver a llamarla.

Era solo un sueño, suspiró y se incorporó.

Las pesadas cortinas estaban cerradas. La tenue luz que entraba a través de ellas parecía indicar que el sol brillaba con fuerza en el exterior.

Despeinado, con el flequillo rizado y un fuerte dolor de cabeza, Edgar no pudo evitar fruncir el ceño.

Anoche se había emborrachado en el club de Slade antes de regresar a casa. Le parecía recordar que cuando llegó se había tomado unas cuantas copas más, sin embargo, a partir de ahí, sus recuerdos eran borrosos.

—Sí… Solo fue un sueño.

A pesar de que se trataba de un sueño, el toque de Lydia aún persistía en su cuerpo. Recordaba la expresión de su rostro y las lágrimas que derramó incluso cuando la abrazaba con delicadeza y le acariciaba su mejilla. La luz de la lámpara de aceite que reflejaba lágrimas de ámbar…

No sabía por qué no podía olvidarse de la escena, tal vez sí había sucedido y era importante.

Sabiendo que fue un sueño, lamentó no haber sido un poco más atrevido con ella.

Entonces, notó que había un botón sobre la cama, lo inspeccionó y confirmó que no era suyo. Su memoria fue volviendo poco a poco: Raven le había informado de la visita de Lydia.

Se alarmó, salió corriendo de su dormitorio y llamó a su fiel sirviente, quería corroborar que no le había hecho nada.

—Buenos días, lord Edgar.

—¿Vino Lydia ayer?

—Sí, la señorita Lydia vino anoche.

—¿La trajiste a mi habitación?

—Sí.

Edgar se llevó la mano a la frente, mientras se paseaba de un lado a otro en el vestidor.

—¿Y cuándo se fue? ¿Cómo se veía?

—No lo sé. Al parecer se fue cuando no estaba prestando atención —respondió Raven.

Lydia entró en su habitación, con una mirada preocupada. Nico le había contado lo de Ermine y, temiendo que estuviera triste, fue a verlo. Edgar estaba seguro de que eso había sucedido, pero no podía distinguir si abrazarla y besarla fue real o una fantasía.

¿Por qué no puedo recordar la parte más importante? 

—Qué lástima. Por fin tuve mi primera noche con mi amada y dulce chica, y no tengo ningún recuerdo de ello.

Raven ladeó la cabeza, confundido.

—En fin. —Suspiró—. Vamos a cambiarnos primero —Raven se apresuró a preparar su muda y lo iba a ayudar a cambiarse, cuando Edgar dijo—: Estoy bien. Llama a Tompkins.

El mayordomo acudió de inmediato al vestidor. Mientras se ataba la corbata, Edgar le preguntó si sabía a qué hora Lydia había vuelto a casa.

—No lo sé. Es probable que la señorita Lydia regresara sola. Me enteré hace poco, por Raven, que había venido anoche. ¿Debo preguntar a los otros sirvientes?

No seas ridículo.

Si lo hiciera, todo el mundo sabría que: borracho, llevó a Lydia a su habitación y no podía recordar lo que había hecho.

En definitiva, Lydia nunca había aceptado sus insinuaciones, así que era imposible que ella tomara la iniciativa. Por tanto, debió obligarla.

—Dejando de lado ese problema… Tompkins, he oído que estabas casado.

—Sí, mi esposa falleció hace diez años.

—¿Cómo le pediste matrimonio?

—Bueno… Sucedió hace mucho tiempo, así que no lo recuerdo con exactitud. No obstante, creo que le pregunté si le parecía lindo que los niños tuvieran aletas. Al oírlo, mi mujer aceptó encantada mi propuesta. Aunque fue una pena que nuestro hijo no tuviera aletas.

—Es imposible que pueda usar eso como consejo…

—¿Es así? —Tompkins estuvo pensativo por un momento. Luego, le preguntó—: O, ¿deberíamos preguntar a los otros sirvientes…?

—No es necesario.

Milord, aunque casarse por haber tenido intimidad es la norma, también hay muchas parejas que lo ignoran. Después de un tiempo, ese error será un asunto trivial en el futuro.

En el futuro…

No era tan sencillo, él ya no tenía tiempo. Si la profecía de la banshee era cierta, tal vez solo le quedaba el día de mañana.

Aunque se apresurara a casarse con Lydia, era posible que ella quedara viuda enseguida. Pero, eso la salvaría de ser considerada una chica impura por haber perdido su virginidad antes del matrimonio.

Pensando que no debería darle más vueltas, tomó de inmediato su abrigo y se arregló para salir.

—Tompkins, ayúdame a preparar un ramo de flores.

—¿Qué flores prefiere?

—Cualquier cosa que esté lista ahora mismo está bien. Estoy a punto de irme. Por cierto, prepara el carruaje.

El mayordomo se retiró mientras Edgar observaba a Raven de pie junto a la puerta. El joven estaba inexpresivo como siempre, pero pudo ver confusión en su mente.

—Raven, ¿por qué trajiste a Lydia a mi habitación anoche? Debí haber dicho que estaba descansando y que no quería verla.

Edgar recordaba vagamente haberlo hecho. Como bebió mucho, si veía a Lydia, no sabía qué haría. Por eso se inventó esa excusa.

—Supuse que deseaba verla. Parecía preocupado por algo, así que pensé que si se trataba de la señorita Lydia, usted querría hablar con ella.

Raven tenía toda la razón en eso. De ahí que no escuchara sus órdenes y la condujera hasta su puerta.

—Puedes ver a través de los pensamientos de mi corazón. Estoy muy agradecido.

Para Raven, que era un arma homicida que no podía entender a los humanos, eso era un gran paso.

—Sin embargo, debes ser considerado con los sentimientos de Lydia. Cuando estoy borracho, no tengo autocontrol y soy como un lobo. ¿Cómo puedes enviar a un cordero inocente a la guarida del lobo?

El joven asintió, sin comprenderlo del todo.

—Lord Edgar, ¿no es usted un lobo en todo momento?

Al parecer lo era. Incluso Edgar empezó a sentirse avergonzado.

♦ ♦ ♦

El timbre sonó, indicando que tenían visita. Lydia lo oyó desde su habitación, así que corrió hacia la ventana y abrió las cortinas. Afuera estaba el carruaje del conde frente a la puerta.

Desde su habitación pudo oír la conversación de su padre con el invitado.

—Lord Edgar, lo lamento, pero Lydia está resfriada. Enviaré a alguien para que lo acompañe de regreso.

Edgar vino de verdad, se tensó y se paseó de de un lado a otro en su habitación.

Lydia creía que como su padre había dicho que estaba en cama descansando con un resfriado, Edgar no podía rehusarse.

—Eso pensé, y por eso he venido a visitarla.

¡Tu excusa suena sospechosa!

—Ah, entiendo… Me disculpo por las molestias causadas al tener que venir tan temprano en la mañana. —Parecía confundido en cuanto a qué hacer.

—Entonces, si me disculpa, ¿puedo pasar?

¡No, no entres!

Sin embargo, su padre no pudo encontrar una razón para negarse, así que lo dejó entrar.

Lydia oyó pasos subiendo las escaleras y, luego, que llamaban a su puerta.

—Lydia, el conde vino a visitarte.

Si lo alejo en este momento, papá hará conjeturas.

No tuvo más remedio que abrir la puerta, manteniendo la cabeza agachada para ocultar sus ojos rojos.

—Lydia, escuché que te has resfriado, ¿estás bien?

No, no estoy bien en absoluto.

—¿Puedo hablar contigo?

Se alejó de la puerta y Edgar entró de inmediato, a pesar de que su padre estaba abajo. No obstante, no cerró la puerta.

—¿Qué estás haciendo…? —le dijo.

Edgar se acercó a ella y le entregó un gran ramo de rosas.

Visitar a alguien con un ramo de rosas rojas apasionadas… Papá debe estar haciendo suposiciones.

—Lydia, por favor, cásate conmigo ahora.

—¿Qué? Estás diciendo tonterías. Ya sabes que eso es imposible.

—Es decir, tendríamos que esperar al menos tres semanas antes de que nos expidan la licencia de matrimonio. Pero, por favor, dame tres días más y obtendré el permiso.

—¿Sigues borracho?

—Estoy sobrio.

—Entonces todavía no estás del todo despierto.

Se negó a aceptar el ramo, por lo que él lo colocó sobre la mesa. Como se estaba acercando poco a poco, terminó acorralada en la ventana, evitando su mirada. A Edgar no le importó. Levantó con suavidad su barbilla y la miró con seriedad.

—Lo que pasó anoche te hizo llorar… ¿Fui demasiado duro? Quizá porque estaba borracho no pude controlarme, no obstante, normalmente no soy así.

¿Normalmente…? ¿Qué significa eso?

—Esa fue tu primera vez, y no fui amable. Por favor, no me rechaces. Aunque no estés contenta ahora, mejoraré por ti.

¿D-De qué estás hablando…?

—E-Edgar…

—Bueno, ya que esto ha sucedido, debemos casarnos lo antes posible.

—¿Eh? ¿Qué quieres decir con eso…?

—¿No mantuvimos una relación íntima?

Lydia se sonrojó de la rabia y entró en pánico.

—¿Q-Qué estás diciendo…? No digas eso. No pasó nada entre nosotros —replicó y lo apartó con las manos.

—¿Qué quieres decir?

—¿No te acuerdas? Te quedaste dormido a la mitad.

Se durmió luego de susurrar el nombre de Ermine. Ella había quedado inmovilizada bajo su cuerpo, pero con cuidado, para no despertarlo, quitó los dedos que estaban enterrados en su cabello y se alejó de la cama rápidamente.

Aunque se sintió aliviada de volver a casa, cuanto más pensaba en lo ocurrido, más lloraba, pero justo en ese momento, no quería llorar delante de él.

Preocupado, Edgar la miró mientras le apartaba el flequillo.

—¿A la mitad? ¿En qué parte…?

—Y-Yo… ¿Cómo podría saberlo…? ¡De todos modos, te quedaste dormido enseguida! —le gritó avergonzada.

De verdad, ojalá no utilizara su hermoso rostro para decir con calma palabras que hacen sonrojar a la gente.

—Entonces, ¿no pasó nada?

Edgar parecía no recordar lo sucedido anoche, por lo cual Lydia no pudo evitar olvidar que estaba a punto de llorar.

—¡No!

—Entonces, ¿por qué estabas llorando?

—Porque…

No quiero decirlo.

—Lo siento, estoy seguro de que fue… que debió haber sido bastante humillante para ti. Después de todo, ayer casi hice algo imperdonable —concluyó.

Lydia se sintió vacía al ver su cara de alivio.

—Bueno… Así que eso es lo que pasó anoche.

—Entonces, ahora no planeas casarte conmigo.

—Ah… Así es.

¿Tan feliz te hace no casarte conmigo?

Esta vez, su corazón latía con rabia.

—Eso es genial. Ya puedes irte a casa con tus flores.

—No, eso no es lo que quería decir. No tengo la intención de revocar la propuesta de matrimonio…

—Puedo decirte la respuesta ahora mismo: me niego.

Justo antes de que pudiera terminar de hablar, Lydia lo rechazó rotundamente.

Edgar se mostró inusualmente preocupado, lo que la hizo pensar al instante que podría haberse equivocado.

No, él se equivoca.

—Lydia, no recuerdo lo que pasó anoche, pero sí recuerdo haber pensado que eras la única para mí, y que no mantuve en absoluto mi habitual actitud frívola contigo. Me gustas mucho y solo te quiero a ti a mi lado.

¡Eso es mentira!

—Hablo en serio. Nadie más que tú está en mi corazón.

¡Se lo dices a cualquiera…! Para ti, no soy más que alguien que es útil a conveniencia y reconfortante a veces. Eso es todo.

—Puedes confiar en mí.

Parecía que él prefería abrazarla, antes que a otros, porque estaba a su lado o quizá porque comprendía su dolor.

Fuera cual fuera la razón, Lydia solo era considerada el reemplazo de otra persona.

Estaba a punto de darse la vuelta cuando Edgar la agarró por los hombros.

—Lydia.

Quería acercarla más a él, sin embargo, ella lo apartó de inmediato, resistiéndose.

—Por favor, detente. A quien necesitas no es a mí… Dices que me necesitas y, aun así, nombras a otra mujer. Eso es demasiado.

—¿Otra mujer…? —La miró con sorpresa—. ¿Quién fue?

—Si pensaras un poco, ¡lo sabrías! Después de todo, es la persona más importante en tu corazón.

Edgar reflexionó en silencio, porque no sabía la respuesta. Aun así, tampoco quería hablar para no cavar su propia tumba.

Lydia, que contenía las lágrimas, lo observó fijamente y dijo:

—Antes, cuando cambié de opinión, quería creerte, pero me has decepcionado. Así que ahora ya no voy a creer nada de lo que digas. Por favor, vuelve a tu casa.

Lydia recogió el ramo y lo puso en las manos de Edgar, empujándolo hacia la puerta, antes de cerrarla de golpe.

Edgar siguió llamándola desde el otro lado, pero Lydia se apoyó de espaldas a ella, sin moverse.

Finalmente, se rindió y bajó las escaleras. Lydia escuchó sus pasos y vio cómo sus lágrimas caían al suelo.

—Lord Edgar, ¿va regresar?

Oyó la voz de su padre.

—Profesor, si no le importa, por favor, acepte este ramo de rosas.

—¿Qué?

Su padre pareció receloso, no obstante, aceptó las rosas.

—Volveré a visitarla.

No tienes que venir de nuevo.

Oír la puerta principal cerrase la hizo llorar aún más.

—Lydia, no llores.

La voz vino de debajo de su cama. Luego, vio una cola peluda meneándose.

—Estoy de tu lado. El conde me envió un juego de cartas, pero se lo devolveré.

Nico salió lentamente de debajo del lecho, usando la máscara que Lydia le había dado. Esta no pudo evitar reírse, deteniendo sus lágrimas.

—¡Oye, no te rías!

—Estás muy lindo… Quiero decir, eres muy apuesto.

—¿Lo soy? Entonces soy el misterioso ladrón fantasma. Incluso llevaré la capa más a menudo.

Sobre sus patas traseras, dio unos pasitos hacia Lydia. Ella se limpió las lágrimas y, luego, se agachó y lo agarró de las patas.

—Gracias, Nico. Ahora estoy bien.

Den
Amo estos momentos así entre Nico y Lydia. La ha conocido desde que era una recién nacida y, aunque a veces es muy caprichoso, siempre hace lo posible para protegerla y animarla <3

♦ ♦ ♦

A medida que transcurría el día, menos tiempo le quedaba a Edgar. Lo único en lo que podía pensar era en la profecía de la banshee haciéndose realidad: “Solo puedes vivir hasta tres días”.

En su corazón, se alegraba de que, por suerte, no hubiera pasado nada entre él y Lydia.

A pesar de que se apresuró a pedirle matrimonio, la habría lastimado si se hubiera enterado de la profecía.

Mientras estuviera relacionado con ella, Edgar no podía pensar minuciosamente en su siguiente movimiento.

Desde el principio, siempre había cometido errores, pero últimamente parecía suceder con más frecuencia.

Sabía por qué dudaba en su corazón, sin embargo, en este momento no podía aclarar ese malentendido con Lydia para recuperar su confianza. De hecho, parecía que solo empeoraba cada vez más las cosas.

Además, aún tenía asuntos pendientes de los que ocuparse. Así que tenía que aprovechar al máximo el tiempo que le quedaba.

—Lord Edgar, ¿deseaba vernos?

Raven y Ermine entraron en su estudio.

—Dejad esta nota en la casa donde encontraron a Paul —ordenó mientras recuperaba la compostura.

Le entregó una carta firmada a Ermine que decía: «Sé dónde está el ámbar, ven a recogerlo».

Los dos sirvientes no se sorprendieron, y esperaron en silencio su siguiente indicación.

Que había encontrado el ámbar, era un farol para atraer a Ulysses y desafiarlo a solas.

—Conozco el paradero del ámbar, pero cómo encontrarlo o dónde está, no puedo decirle eso a nadie. Pese a ello, voy a utilizar esto para negociar con Ulysses.

—Lord Edgar, ¿esto no es demasiado arriesgado? Ulysses tiene poderes mágicos —dijo Ermine con tono y expresión indiferente,

—Usaré mi astucia para ganar. ¿Crees que Ulysses me ganará?

—Si usted lo dice… —asintió Ermine sin estar convencida de ello.

—Ermine, ¿puedes entregar esta carta?

—Sí.

—Raven, voy a visitar el club de Slade, ven conmigo.

Ermine se retiró mientras Raven se quedaba con Edgar.

Edgar lo observó fijamente mientras él permanecía inmóvil, quería protegerlo y aprovechar su tiempo al máximo con él. Raven no abría su corazón a nadie más, así que si se centrara en eso, probablemente no sería manipulado por Príncipe.

—Raven, confío en ti como amigo, ¿entiendes?

—Sí.

—Lydia y Tompkins también te tratan como un ser normal y corriente y se preocupan por ti.

—¿La señorita Lydia no está enfadada conmigo? —preguntó confundido.

—Bueno, solo está enojada conmigo.

—Pero lo de antes fue mi culpa.

—Eso no importa, Lydia puede entender cómo te sientes… Oh, por cierto, Raven, ¿se te ocurre algún nombre de mujer que haya podido decir en sueños?

—Sí —respondió.

—Por favor… dímelo.

—¿Debería decir la lista en orden alfabético?

—Paso…

En cuanto llegaron al club de Slade, Edgar llevó a Raven al interior de la sala de reuniones, donde la Luna Escarlata y Paul esperaban en el vestíbulo.

Era un club solo para hombres, así que Ermine no sospecharía nada, era el lugar perfecto para reunirse.

—Lord Edgar, ¿se refería a este cuadro?

Le mostraron un cuadro viejo, era el retrato de una joven que sostenía un escudo.

—El nombre del pintor no está. ¿Sabes quién lo dibujó?

La pintura tenía un marco pequeño y cuadrado, con una longitud de veinte centímetros a cada lado. Edgar la sostuvo en sus manos mientras la observaba con detenimiento.

—Bueno… Aunque estaba entre las cosas de mi padre, esas pinceladas no son suyas. Probablemente, un amigo le pidió que se lo guardara —explicó Paul.

—¿Por qué es el único cuadro, entre las posesiones de tu padre, que forma parte de la colección del club?

—Como no pude averiguar el nombre del pintor, creí que era importante. Me enteré de que los invitados del club conocían tasadores extranjeros, así que se lo envié por correo a Slade hace unos días.

—Al final, no pudimos descubrir quién era el pintor. Pero como faltaba decoración en el club, lo colgué en mi sala de billar.

—Lord Edgar, ¿hay algún problema con la pintura?

Edgar asintió y, luego, volvió a colocar el cuadro con cuidado sobre la mesa.

—Nunca había visto este cuadro, pero creo que estaba colgado en la mansión Sylvainford.

—Oh, ¿el duque Sylvainford se lo dio a mi padre?

—No sé si tu padre se enteró sobre la conspiración de Príncipe, sin embargo, el duque si estaba al tanto. Cuando intuyó que iba a producirse una crisis, es probable que pensara que era crucial que el cuadro quedara al cuidado de O’Neill. Tal vez fue la razón por la que lo asesinaron, a él, que originalmente no tenía nada que ver con el duque y el Conde Caballero Azul.

—¿Quiere decir que el ámbar está en la pintura?

Slade comenzó a inspeccionarla. Justo cuando estaba a punto de quitar el marco, de repente recordó algo y se detuvo.

—Cierto, este cuadro no tiene marco, así que no puede haber ningún ámbar.

—Entonces ¿solo puede ser el cuadro en sí?

—Sí.

Edgar estaba tan decepcionado que se sentó en una silla cercana; aparentemente queriendo rendirse.

—Sin embargo, es muy extraño. Cómo lo digo… La composición no es muy buena —explicó Paul

Como marchante [1] de arte, Slade estuvo de acuerdo. Edgar también pensaba que carecía de equilibrio. En comparación con la chica, el escudo de plata destacaba más.

—Es como si el escudo fuera el centro de todo el retrato.

Tras una inspección más detallada, notaron que tenía un estampado en espiral, patrones complejos por todas partes, como líneas de texto enrolladas.

—Aquí arriba hay un mensaje, ¿verdad? Como se puede ver, esta es la letra G, esta es la A, D, Y… ¿Gladys? ¿Ashenbert? —Edgar leyó las letras y luego se volvió hacia Slade—. Tráeme una lupa.

Slade se marchó al instante y regresó poco después.

Con las lámparas de aceite encendidas, Edgar empezó a leer palabra por palabra mientras Paul apuntaba lo que decía. Analizaba con más detalle aquellas palabras a las que les faltaban letras, en caso de que estuvieran escritas en otro lugar.

Cuando Edgar siguió las líneas azules del patrón de búsqueda, descubrió que se trataba de un mensaje oculto.

El lujoso salón estaba lleno de caballeros que llegaban por la noche, hablando de cosas irrelevantes mientras bebían alegremente. De vez en cuando se oían risas. Pero, en otra habitación separada por una pared, estaban tres personas sentadas y envueltas en un ambiente lleno de tensión. Ahí, lo único que se oía era la voz de Edgar leyendo las letras y el garabateo del lápiz de Paul anotando cada una de ellas.

El texto estaba condensado en el escudo de plata del lienzo. Después de copiar todo el pasaje, Edgar lo leyó en voz alta:

—«En 1747, para maldecir al mundo, el Príncipe de la Calamidad y el hada malvada hicieron un contrato. Haré todo lo posible para expulsar a los espíritus malignos de Gran Bretaña, pero, como predijo la banshee, mi vida está en peligro. Sin embargo, el destino del futuro será determinado por este momento. El Príncipe de la Calamidad volverá algún día a Inglaterra. Yo, que heredé el poder del Conde Caballero Azul, soy la única que puede acabar con su linaje y enterrar el espíritu maligno. Espero sinceramente el surgimiento de un nuevo heredero que suceda el nombre Ashenbert.

Gladys Ashenbert.»

Los tres permanecieron en silencio por un momento.

—El Príncipe de la Calamidad, ¿es el Príncipe de Estados Unidos?

—Pero… eso fue hace cien años. Lord Edgar, ¿Príncipe es tan mayor?

Príncipe no era ni joven ni viejo. Sin embargo, probablemente se mantenía vivo a través de sus descendientes.

—En definitiva, quien escribió este pasaje hace cien años fue el Conde Caballero Azul, Gladys, o supuestamente la mujer en el cuadro.

En otras palabras, ella expulsó al malvado Príncipe de Inglaterra y falleció por el agotamiento que eso le supuso.

—Eso solo puede significar que el linaje del Conde Caballero Azul se interrumpió debido a su muerte. Y tal vez sabía que no habría ningún heredero, por lo que dejó este mensaje de esperanza.

—Por tanto, ella quería que alguien heredara los poderes del conde, incluso si no era un familiar sanguíneo…

Fue desconcertante descubrir que ni siquiera los poderes del conde pudieron detener a Príncipe, puesto que su nacimiento involucró la magia de las hadas. El linaje del Conde Caballero Azul estaba familiarizado con la magia de las hadas, sin embargo, la casa actual tenía menos poder, era casi imposible luchar contra Príncipe.

Gladys esperaba de todo corazón al próximo sucesor de su familia. Por lo tanto, ella y los recuerdos de la banshee sellados en el ámbar, eran la clave para el poder del Conde Caballero Azul. El ámbar del hada es el escudo que protege de la conspiración de Príncipe. Si caía en manos de Ulysses, él heredaría el nombre del conde, y el mundo ya no podría destruir a Príncipe.

Edgar debía encontrar el ámbar. Sin embargo, había otra cosa que le preocupaba: Gladys, había perdido la vida en su intento de acabar con el linaje de Príncipe, eso significaba que, ¿él también debía morir?

Durante la Revolución Gloriosa, Jacobo II Estuardo fue expulsado de Inglaterra. Príncipe pudo haber sido uno de sus descendientes, pero para preservar el linaje, necesitaba fortalecer sus lazos sanguíneos. Por eso, apuntó a la madre de Edgar, quien tenía unos lazos sanguíneos muy fuertes con Jacobo II y el coronado Bonnie Prince Charlie.

Sin embargo, ella se casó con el duque Sylvainford, el padre de Edgar. El segundo en la línea de sucesión y pariente cercano a los Estuardo.

Edgar, cuya estirpe estaba relacionada con la familia real y Príncipe, era el heredero ideal, entonces, quitarse la vida sería un atajo hacia la destrucción de Príncipe.

Entre la profecía de la banshee y la traición de Ermine; Edgar sentía que enfrentaba diferentes obstáculos.

Si no era digno de ser el Conde Caballero Azul, al menos debería desempeñar su papel y tratar de detener a Ulysses y Príncipe.

Para merecer el título, necesitaba encontrar el ámbar y restaurar los recuerdos del hada. Podía hacerlo.

Tal vez aceptar mi muerte sea lo más importante que debo hacer, pensó mientras su corazón anhelaba a Lydia.

No le importaba morir, porque estaba dispuesto a hacerlo en cualquier momento, no obstante, tan solo pensar en ella lo detuvo.

Por suerte, no pasó nada entre ellos. No tendría que quedarse viuda y no podría ser tachada de chica impura.

Por eso había renunciado a la idea del matrimonio. Sin embargo, Lydia pensó que el matrimonio era una broma para él. Creyó que Edgar solo trataba de asumir la responsabilidad, obligándola a casarse con él. Pero como eran inocentes, ya no podía forzarla a permanecer a su lado, por no hablar de que no podía contarle sobre la profecía de la banshee.

—Lord Edgar, ¿qué planea hacer ahora?

La voz de Paul interrumpió sus pensamientos y volvió a la realidad.

—Envía este cuadro a mi mansión.

—Sí, entendido.

—Slade, ¿puedes intentar encontrar el ámbar…? Paul, la banshee confía en ti, así que, si vuelve contigo, coopera con Lydia para protegerla.

La expresión sorprendida de Paul parecía preguntar: «¿La banshee regresará?» Y, aun así, asintió a sus órdenes.

Edgar abandonó el club junto con Raven.

Como la noche anterior, la nieve seguía cayendo del cielo oscuro.

Había tanta niebla en las calles de Londres que, incluso con las farolas de queroseno encendidas, se seguía viendo borroso y sus pasos no eran claros. Cuando Edgar subió los escalones del carruaje, un coche negro, que parecía provenir de las tinieblas, se detuvo frente a él.

Raven se mostró inmediatamente hostil. Agarró un cuchillo para proteger a Edgar al tiempo que  la puerta del carruaje se abría, y un niño de diez años salía.

—¿Oh? Jimmy, ¿sigues vivo?

El joven pálido lo escuchó y esbozó una sonrisa maliciosa. Era uno de los camaradas de Ulysses. No era humano, sino un sabueso del Infierno [2]. Kelpie lo había mordido de gravedad, por lo que debería haber muerto, no obstante, había reaparecido.

—Señor, he venido a escoltarlo. Nuestro anfitrión espera su visita.

Al parecer la carta había llegado a las manos de Ulysses.

—Actúa rápido —murmuró Edgar. Le dio una palmadita en el hombro a Raven, impidiendo que atacara a Jimmy.

Bueno, es posible que Ermine se la entregara directamente, así que no se puede decir que fue la otra parte la que reaccionó rápido.

—Puede seguirme, pero él debe quedarse.

En un principio, Edgar esperaba que las cosas resultaran de esa manera, no tenía la intención de dejar que Raven se fuera con el enemigo. Por eso, asintió al instante.

—Lord Edgar, no arriesgue su vida.

Jimmy pareció fastidiado. Su mirada asesina hizo que Raven mantuviera la distancia. Debido a que era humano, le era imposible lastimar a un demonio.

Por supuesto, Edgar no iba a morir fácilmente. Sin embargo, si Ulysses descubría que no tenía el ámbar, no sabía qué haría. Aunque este no lo matara, ya no le quedaba mucho tiempo, así que era una apuesta bastante arriesgada.

—Raven, debo ir, así que déjame.

El joven guardó silencio, incapaz de detener a su maestro. Quizá porque, en su corazón, también estaba demasiado confundido.

Al final, Edgar entró al carruaje solo, y Jimmy cerró la puerta tras él.

♦ ♦ ♦

—Lydia, la luna de esta noche es muy bonita. Vamos a jugar.

En mitad de la noche, Kelpie llamó a la puerta. Lydia estaba medio dormida, pero oyó su llamada. Entonces se dio la vuelta.

¿Qué estás diciendo? Está nevando, el viento sopla y ni siquiera puedo ver la luna. Déjame dormir.

—Te equivocas…

Sorprendida, se dio cuenta de que ya estaba a lomos del caballo negro, que galopaba a gran velocidad a través de la pradera iluminada por la luz de la luna.

Sintió una brisa fragante que le rozaba con suavidad la mejilla, no había nieve.

¿Estoy soñando?

Aunque Kelpie se había colado en su sueño, sentía que su mundo se expandía.

Lydia fue envuelta por un poder misterioso. No importaba qué tan rápido galopara Kelpie, nunca sintió que fuera a caer.

Tras cruzar la pradera, apareció una colina llena de flores vibrantes.

En ese momento, Kelpie dejó de correr. Lydia desmontó y caminó hacia la colorida colina.

Observó un círculo en el que bailaban las pequeñas hadas de las flores. Mientras las miraba, no pudo evitar sonreír.

—¿Te estás divirtiendo?

—¡Ah, es tan hermoso~!

Kelpie se convirtió en humano y se paró a su lado.

—Me alegro.

Se inclinó un poco y apoyó la cabeza de Lydia sobre su pecho. Cuando ella levantó la mirada, vio al alto Kelpie, con su cabello negro ondulado que brillaba a la luz de la luna.

Kelpie la miró y la envolvió en sus brazos.

—¿Qué pasa…?

El hada no entendía por qué o qué significaba que los humanos se abrazaran, y aún así la estrechó entre sus brazos. Sabía cuán feliz la hacía.

Aunque no comprendía el amor entre humanos, la quería a su manera.

—Cuando te abrazo, siempre me invade una maravillosa sensación tranquilizadora. Pero, al mismo tiempo, mi corazón se acelera. He vivido durante mucho tiempo, sin embargo, es la primera vez que siento esto.

Den
¿Es esto una confesión 🥺?

—¿Es así?

—¿Qué sientes?

Lydia sentía como si estuviera envuelta por el agua tranquila y que fluía.

Tal como pensaba, con Edgar era completamente diferente.

Aunque, claro, eso era porque Kelpie y Edgar eran muy diferentes. Cuando estaba con el hada, nunca sentía dolor ni tristeza, porque nunca le mentía ni incumplía sus promesas.

—Lydia, vayamos a la luna.

—¿Ir a la luna? Ni hablar, no puedo volar.

—Sí, puedes.

Ante la insistencia de Kelpie, Lydia no se había dado cuenta de que ambos estaban al lado de un lago que reflejaba la luna.

—Vamos allí ahora.

—Pero no sé nadar.

—Estamos en un sueño. Además, estoy aquí contigo, que no tienes que preocuparte por eso.

Kelpie tomó su mano y se dirigió hacia el lago.

El corazón de Lydia se inquietó un poco, y cuando comenzaron a adentrarse en el agua, se sintió incómoda. No obstante, sabía que Kelpie no la devoraría. Por no mencionar que era un sueño. Si se despertaba, todo desaparecería.

—¡Milady, por favor, deténgase!

En ese momento, Lydia no supo de dónde provenía la voz.

Se detuvo y un pequeño trozo de paja cayó a sus pies.

—¡No debe seguir a Kelpie al agua!

Era Coblynau. Llevaba con un sombrero de copa torcido y una barba desaliñada.

Se levantó rápidamente y volvió a intentar persuadirla.

—Está tratando de llevarla al mundo de las hadas bajo el agua. ¡Una vez entre, nunca podrá regresar al mundo humano!

Kelpie chasqueó la lengua.

—¡Cállate, enano! Lydia, vamos.

—Kelpie, espera un momento. Entonces, esos círculos de hadas por los que pasé antes, ¿no eran un sueño?

—¿Y eso qué importa?

—¡Sería horrible que no pudiera volver al mundo humano!

Lydia retrocedió, alejándose del lago, hasta que Kelpie la agarró de repente de la mano.

—No voy a dejar que te quedes al lado del conde. No puede protegerte.

—¿Q-Qué estás diciendo?

—Creo que no es rival para Ulysses, y si ni siquiera puede protegerse a sí mismo, no es un hombre.

La miró directamente a los ojos, emitiendo su magia. Nunca antes había utilizado la magia con ella.

—Mientras estés a su lado, no habrá un solo día en que no puedas morir. ¡Así que no me quedaré de brazos cruzados, porque no quiero perderte!

Lydia se sintió profundamente atraída por la magia de Kelpie y comenzó a caminar hacia el lago.

—¡Kelpie, no debes hacer esto! ¡Es la esposa del Conde Caballero Azul!

—Cállate. Ya he confirmado que no lleva el anillo de piedra lunar.

Era cierto. Edgar se lo había quitado. Pero si Lydia y Kelpie estuvieran juntos en el mundo de las hadas, a él no le importaría.

«Hablo en serio. Nadie más que tú está en mi corazón.»

El tono de Edgar era tan serio que sus palabras de entonces resonaron en su mente. Sin embargo, lo más probable era que lo dijera por capricho.

Cuando Lydia recordó ese momento, su paso comenzó a ralentizarse. Coblynau aprovechó la ocasión para subirse a su falda, y sacar el anillo de piedra lunar.

—¡Milady, apresúrese! ¡Póngase el anillo!

—¡Eres realmente molesto! A quién le importa el matrimonio. De todos modos, al conde le quedan pocos días de vida.

Lydia no pudo evitar detenerse.

—¿Qué acabas de decir…?

—Bueno, no pudo quemar las lágrimas de banshee. Así que parece que no es el único conde que existe. En cualquier caso, tan pronto como muera, el matrimonio no tendrá sentido. Lydia, todavía puedes venir conmigo en caso de que su muerte te entristezca.

¿Edgar va a morir? ¿Predijo su muerte con el ámbar de la banshee? No es por eso que me quitó el anillo de compromiso de la mano, ¿verdad?

Edgar había dicho que quería casarse en tres días, y después de saber que no pasó nada entre ellos, desistió. O tal vez no tenía nada que ver con la profecía y fue un simple capricho. Sin embargo, le había preguntado si la predicción de la banshee se iba a cumplir, lo que significaba que estaba preparado para morir.

—Kelpie, debo volver.

—Lydia, no te preocupes por ese tipo. ¡Solo te utilizará!

Él tenía razón. Y a pesar de que también creía eso, se colocó el anillo de piedra lunar en el dedo anular.

Se liberó de la magia de Kelpie y desapareció del lago. Mientras su sueño se desvanecía, Kelpie soltó su mano.

—¿Por qué?

Sí, ¿por qué? Porque soy la doctora de hadas del conde… Pero ¿en verdad es únicamente por esta razón?

Ella misma estaba desconcertada.

Cuando abrió los ojos, se encontró acostada en su cama, mirando el techo familiar. Luego, se incorporó, cansada.

—Ah, eso estuvo cerca. Genial.

En su regazo yacía Coblynau, quien acariciaba con satisfacción la piedra lunar en su dedo anular.

—Arco [3] me dijo que mi señora estaba en peligro. Por eso entré en su sueño. Fue entonces cuando encontré a Kelpie tratando de llevársela.

Ahora ya no era de noche, sino de madrugada.

Lydia salió rápidamente de su cama.


[1] Un marchante es un comerciante, especialmente el que comercia con obras de arte.

[2] Un sabueso del Infierno es un perro mitológico que encarna a un guardián o a un servidor del infierno, del diablo o del inframundo. Los sabuesos infernales aparecen en las mitologías de todo el mundo, siendo los ejemplos más conocidos Cerbero de la mitología griega, Garmr de la mitología nórdica, los perros negros del folclore inglés y los sabuesos de las hadas de la mitología celta. Las características físicas varían, pero suelen ser negros, de gran tamaño, con una fuerza sobrenatural y a menudo tienen los ojos rojos o van acompañados de llamas. La mayoría son un augurio de muerte.

Recuerden que en volúmenes previos el personaje de Jimmy fue introducido como un “perro negro”. De modo que sabueso del Infierno y perro negro vendrían a ser como sinónimos que hacen referencia a un mismo tipo de hada.

[3] Recuerden que “Arco” o “Arquito” es el nombre que le puso Coblynau a la piedra lunar del anillo.

 

Den
Ya lo he dicho muchas veces, pero lo diré de nuevo… Kelpie me da tanta pena. No sabe qué es el amor ni cómo interpretar sus sentimientos hacia Lydia, pero lo que siente por ella es un amor genuino que quizá ahora con la presencia de Edgar (que es una constante amenaza para él) es que comienza a darse cuenta de que siempre los ha tenido. Ojalá en algún momento de la historia podamos ver cómo llega a comprender que eso que siente es AMOR. Y si no se queda con Lydia, espero que encuentre a alguien. O… que siga siendo ese amigo hada que ha permanecido a su lado tanto en los buenos como en los malos momentos. Sonará mal, pero no me gustaría que se quedara con alguien más que Lydia (y mucho menos con cierto personaje)…

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