El Conde y el hada – Volumen 7 – Capítulo 6: La noble de cabello dorado

Traducido por Den

Editado por Meli


A pesar de que era temprano por la mañana, los sirvientes de la mansión del conde ya estaban levantados y trabajando. Lydia llamó a la puerta principal y quien abrió fue Ermine.

Dudó antes de sonreírle, nerviosa. Al fin y al cabo, aún no se había determinado si había traicionado a Edgar o no.

Lydia, que salió apresuradamente de su casa, llegó al trabajo antes de lo habitual. Y se disculpó por ello.

—Ah, eso… Es muy vergonzoso… Venir corriendo a primera hora de la mañana, lo siento…

Pero antes de que pudiera terminar de hablar, Ermine la interrumpió.

—Señorita Lydia, estaba a punto de ir a su casa.

—¿Eh? ¿Por qué?

—Lord Edgar fue a ver a los hombres de Ulysses.

Lydia estaba tan sorprendida que se quedó sin palabras. Ermine prosiguió a explicar lo sucedido.

Anoche, después de que Edgar abandonara el club de Slade, apareció Jimmy, el sabueso del Infierno, y se lo llevó. No obstante, al parecer había sido decisión de Edgar seguir al enemigo.

Debía estar pensando en la profecía de la banshee, pensó Lydia.

—Raven y los miembros de la Luna Escarlata se han separado para encontrar el posible escondite de Ulysses. Más tarde también tendré que unirme a su búsqueda.

—¿Dónde está el señor Paul?

Paul era uno de los miembros de la “Luna Escarlata” que estaba al tanto de la situación de Ermine y en cuanto Lydia supo que estaba en la mansión, consideró discutir con él lo que debía hacer a continuación.

—El señor Paul se ha encerrado en su habitación, que está en el lado izquierdo de la segunda planta.

Lydia se dirigió de inmediato hacia el dormitorio, tal y como Ermine había descrito.

Llamó varias veces a la puerta, que estaba cerrada con pestillo, pero nadie respondió.

—Señor Paul, soy Lydia.

Tras tocar una vez más, por fin se abrió un poco la puerta. Paul echó un vistazo a su alrededor, y una vez confirmó que estaba sola, le pidió con urgencia que entrara y cerrara la puerta con llave.

—Oh, por favor, no me malinterprete. Hay una razón para… Bueno, de todos modos, tengo un secreto importante que contarle —dijo Paul, se acercó a una estantería cercana y le hizo una seña para que se aproximara—. Ayer hicimos un descubrimiento. Resulta que hace cien años un retrato de la señorita Gladys pasó a manos de la familia del duque Sylvainford, y él le confió a mi padre su custodia.

El verdadero apellido de Edgar, Sylvainford, era un linaje ancestral e histórico de aristócratas. Ashenbert también era un antiguo apellido de nobles, por lo que no era de extrañar que en algún momento haya habido contacto entre ambas familias.

Después de que Paul le explicara lo del mensaje oculto en el cuadro, todo le pareció muy extraño: que el último descendiente de la familia Sylvainford, heredara el título del conde Ashenbert.

—Señorita Lydia, creo que el cuadro también esconde otros mensajes, como el paradero del ámbar. Sin embargo, aunque he buscado durante mucho tiempo, no lo he descubierto.

Edgar se dirigió al enemigo, porque quiso desafiar a Ulysses él mismo. Así que Paul quería encontrar el ámbar lo antes posible, y así conseguir ayudarlo con su trato.

Si el ámbar estaba escondido en algún lugar, esa pintura debería ser una clave vital.

—Comprendo, señor Paul. Espero ser de ayuda, al encontrar pronto el ámbar. Además, necesito confirmar algo con la banshee… Mientras pueda encontrar su ámbar mágico, hay una manera de estar a su lado. —Estudió con detenimiento el retrato.

En el cuadro había una dama de cabello largo que sostenía un escudo. Aunque no vestía casco ni armadura, tenía un aspecto majestuoso que era digno de ser llamado el último descendiente del Conde Caballero Azul y su esposa, que nació de las aes sidhe [1], una raza de hadas de gran belleza, descendientes de los dioses que solían vagar con los vivos en el mundo humano.

Uno de sus vástagos debía ser la mujer del retrato, aquella persona con resplandeciente cabello dorado: la señorita Gladys. Cualquiera creería que era descendiente de las aes sidhe.

—Oh~~ Esta pintura es demasiado perfecta para expresarlo con palabras —declaró Coblynau, asomando la cabeza por el gorro del abrigo de Lydia.

—¿Has venido conmigo?

—Este color lapislázuli es un azul brillante, y este verde pavo real también es una excelente elección.

El hada observaba con atención el retrato. Parecía que solo estaba interesado en los pigmentos minerales utilizados.

—Coblynau, estamos discutiendo un asunto muy importante. Puedes irte primero, ¿de acuerdo?

—Pero Arco dijo que podría ayudar a la señorita con un favor, así que la acompañé. —Hizo una pequeña reverencia sobre el anillo de piedra lunar—. Milady, ¿cómo puedo ayudar?

Aunque me preguntes, no lo sé.

—Bueno… ¡Oh, es cierto! Puedes encontrar gemas ocultas, ¿no?

—Solo las que he visto.

Parece que no hay esperanzas, él y la banshee no se conocen.

—No obstante, hay gemas que sí conozco —se jactó orgulloso.

Este chico es un dolor de cabeza.

Mientras Lydia pensaba sobre lo que debía hacer, el hada prosiguió:

—Por ejemplo, en cuanto a este ámbar, no importa el color o el brillo que tenga, se dice que sigue siendo una obra maestra.

—¡¿Ámbar?! —Lydia y Paul gritaron al unísono.

El pintor no podía ver al goblin invisible, pero puso la mano sobre la mesa de donde procedía la voz, gesto que confundió a Coblynau.

—Señor hada, disculpe, ¿dónde está el ámbar? —le preguntó ansioso, inclinándose hacia delante.

—Aquí, en el cabello dorado de la dama.

—¿De verdad? Este pigmento amarillo dorado es inesperadamente… —Paul, se quedó sin palabras por un momento. Mientras se agarraba la cabeza, dijo con pesar—: Ah~ Soy pintor, ¡¿cómo no me di cuenta de eso?! Señorita Lydia, la mayoría de la gente no utiliza ámbar como pigmento porque es muy costoso. Sobre todo con este color que se sustituye por ágata. Bueno, en realidad, debido a que el ágata tiene una variedad de tonos, su valor es subjetivo para los pintores. Ah… ¿cómo puede ser? La mayoría de la gente ve esto como pintura roja en el lienzo, pero más bien, ¿uno no piensa que podría ser rubí? Increíble, usar piedras preciosas como pigmento… ¡Porque soy muy pobre, nunca se me ocurrió!

Lydia se acercó a la pintura y observó la calidad del cabello dorado de la mujer.

Puede que sea solo mi imaginación, pero siempre me ha parecido que el pelo rubio se ve particularmente brillante y reluciente.

—¿Así que estas son las lágrimas de la banshee…?

—Sí, señorita Lydia. Sin mencionar que es probable que no haya otra respuesta posible.

Lydia asintió.

Milady, ¿le he ayudado?

—Sí, gracias, Coblynau.

Lydia esbozó una sonrisa de satisfacción. Luego, el hada se sentó en la mesa y sacó una pipa para fumar.

—Señor Paul, ¿me puede prestar el cuadro?

—Por supuesto, pero ¿qué planea hacer con él?

—Quiero llevárselo a la banshee. Si se encuentra en el escondite de Ulysses, Edgar también debe estar allí. Por lo que intentaré traer a ambos de vuelta. ——Guardó la pintura en su abrigo y se dirigió a Coblynau—: Ayúdame a abrir el portal de las hadas. Deberías poder hacerlo.

Milady, puedo abrirlo, sin embargo, no podré mostrarle el camino. Si se pierde, no podrá regresar. Tendría que buscar a Nico. Él puede guiarla mejor que un goblin.

—Pero no está debajo de la cama, así que probablemente salió a jugar. El tiempo apremia, y no puedo esperar a que vuelva. Mientras tenga el ámbar conmigo, sin duda debería poder llegar donde la banshee.

—Sí, lo sé.

Coblynau bajó de la mesa de un salto y comenzó a cavar en el suelo. Pronto, apareció un agujero oscuro bajo la alfombra. Paul observó confundido la escena.

—Bueno, señorita Lydia, ¿puedo acompañarla?

—No puedo garantizar que no ocurrirá ningún accidente.

—Pero no puedo dejar que una chica como usted se arriesgue yendo sola.

Paul era un hombre con sentido de la justicia. Aunque Lydia le insistiera que se quedara, no le haría caso.

Además, si él iba, podría tener más posibilidades de convencer a la banshee de volver.

Después de que asintiera, Paul, como un caballero, tomó la delantera hacia el oscuro túnel.

♦ ♦ ♦

Raven cruzó de un lado para otro varias veces las intersecciones de las calles y los callejones, y con cada giro estaba lleno de dudas.

Anoche persiguió el carruaje de Edgar, sin embargo, acabó perdiéndose. Vio al vehículo virar allí, pero cuando llegó a la esquina, había desaparecido como si fuera uno con la oscuridad.

Aunque se trataba de un camino recto, e incluso si el carruaje iba a gran velocidad, debería haberlo visto con claridad. Por tanto, Raven no podía entender cómo se había desvanecido.

—¿Qué estás haciendo? ¿Se te ha caído algo? —dijo una voz sofística [2].

Raven miró a sus pies y encontró un gato de pelaje gris, de pie sobre sus dos patas traseras, observándolo. También llevaba una máscara en su rostro.

—¿Es usted el señor Nico…? —preguntó, porque a pesar de no demostrarlo, estaba un poco confundido.

—Soy el misterioso ladrón fantasma.

El joven, que no entendió sus palabras, no le dio muchas vueltas. Además que, en lo que respecta a Nico, no era necesario pensar demasiado.

—Lord Edgar se ha ido, y solo puedo decir que ha desaparecido. Estoy muy preocupado —respondió sin rodeos.

—¿Desapareció aquí?

—Sí.

Nico se dio la vuelta, miró a Raven a los ojos y le indicó que lo siguiera.

Había un gato enmascarado, con una capa, que caminaba sobre sus dos patas traseras, pero no llamaba la atención de ningún transeúnte. Tal vez se debía a que era capaz de ocultar su presencia con sigilo.

Nico estaba delante de él y, aun así, parecía una sombra acechante. Si no prestaba atención, le podría pisar la cola gris. Para no perderlo, lo siguió atentamente, sin embargo, Nico se detuvo de repente.

—Oh, hay una grieta.

—¿Qué grieta?

—Un espacio entre el mundo humano y el mundo de las hadas. Está un tanto distorsionada, pero, desde las grietas de los goblin, se puede entrar por la puerta.

Sin embargo, Raven en realidad no podía ver la grieta de la que hablaba Nico.

—¿Cómo se atraviesa esa puerta? Debo ir a buscar a lord Edgar.

—Los humanos no pueden entrar.

—Pero lord Edgar desapareció aquí.

—Sí. Sin embargo, eso fue posible porque había alguien que podía guiarlo…

—¿Puede hacerlo? —le preguntó Raven, después de meditarlo por un tiempo.

—Por supuesto.

—Señor Nico, por favor, muéstreme el camino.

—Solo puedo abrir el portal para Lydia. Si deseas ir, tandras que cuidar de ti mismo. Oh, simplemente no te ayudaré.

—En ese caso, yo guiaré a Raven. —declaró Ermine, que había llegado sin ser percibida—. No importa quién abra el portal, ¿verdad?

Raven la miró confundido, de la nada, el ambiente se llenó de una tensión que puso rígido a Nico.

—Ah, bueno, por esa razón supongo que está bien.

—Señor Nico, el señor Foreman y la señorita Lydia desaparecieron. Supongo que entraron en el túnel del goblin para buscar a lord Edgar.

Cuando Nico oyó que Lydia fue a buscar a Edgar, no pudo evitar sentirse ansioso. Se rascó la cabeza y se quejó en murmullos:

—¿Qué has dicho? Lydia, en serio, después de que la hizo llorar, sigue preocupada por él. ¿En qué está pensando? —Se tranquilizó e hizo una seña a los hermanos—. No tengo otra opción. Raven, debes mantenerte muy cerca de tu hermana. Una vez que te pierdas, nunca podrás regresar al mundo humano.

—Entonces, vamos. —Ermine tomó la mano de Raven con fuerza.

En ese momento, Raven recordó que cuando eran más jóvenes, cruzaba la calle de la mano con su hermana. Fue una sensación maravillosa. Sin embargo, sintió que no era la ocasión de pensar eso.

Había grietas muy estrechas entre los edificios. Como si fueran absorbidos. En lugar de los senderos de nieve, apareció un campo primaveral desértico.

♦ ♦ ♦

Edgar esperó durante mucho tiempo en una habitación del edificio.

No sabía por qué había dos esbeltas lunas crecientes en la ventana. Pero ahora mismo, no estaba de humor para asombrarse por ese tipo de cosas.

Al principio estaba observando la brumosa calle londinense, hasta que el escenario cambió súbitamente. La niebla se disipó a la velocidad del rayo, y ahora contemplaba innumerables estrellas que brillaban a lo largo de las verdes praderas.

Después de atravesar algunas colinas, lo llevaron a una torre aislada. La segunda luna se alzaba en el cielo. Ya había transcurrido cierto tiempo, sin embargo, el reloj de bolsillo seguía quieto.

No lograba entender el distorsionado mundo de las hadas, pero sabía que estando allí, la victoria sería de Ulysses, sin embargo, aunque él no usaba magia, tenía su propia forma de enfrentarlo.

Aunque no contestó cuando llamaron a la puerta, de todos modos, la otra parte tenía la llave para abrirla.

Cuando Ulysses entró, Edgar permaneció sentado en la silla que había en la habitación.

Milord, le doy la bienvenida.

—Perdone mi hospitalidad. Este edificio es bastante viejo, por lo que el suelo chirría.

—¿Ah, sí? Pareces estar de muy mal humor. ¿Es porque te hice esperar tanto tiempo?

—Es porque veo tu cara.

Ulysses mantuvo su leve sonrisa mientras se acercaba lentamente a Edgar.

—Que vinieras aquí fue mi decisión. Esperaba que, antes de que Su Alteza Real llegara a Inglaterra, pudiéramos resolver nuestros problemas privados.

Debía referirse al verdadero heredero del Conde Caballero Azul.

—Ese asunto ya se decidió hace mucho tiempo. Recibí la espada de las merrow y fui reconocido como el conde de Ibrazel en el país. Dices que eres el descendiente del conde Julius de hace trescientos años… Tú, ¿el hijo bastardo de Ashenbert? Nadie creería eso. Solo serás tratado como la prole de una amante. No hay derecho a que un civil obtenga un título nobiliario libre —espetó para provocarlo.

—Así que estás al tanto de mis antecedentes. —Ulysses frunció el ceño.

—Las merrow me lo contaron. Ese debió haber sido tu padre, ¿correcto? Aunque les pidió que le entregaran la espada, fue incapaz de resolver el último verso de su poema. A cambio, arruinó sus vidas dentro del mar.

—Oh, lord, en realidad fui yo. Y no perdí la vida en el mar.

—Ah, sí, su nombre era Ulysses, igual que el tuyo. Sin embargo, quien estaba al lado de Príncipe no era un joven. A quien conocieron las hadas fue a un hombre de mediana edad.

Ulysses soltó una carcajada.

—En ese entonces, parecías haber sido elegido por casualidad como Príncipe. Pero ese momento quedó grabado profundamente en mi mente. Eras aquel cuyos padres fueron asesinados. Robado y arrojado a un carguero con destino a Estados Unidos, tenías un aspecto muy trágico. Viviendo una vida miserable en los barrios bajos, sin techo. Estabas tan débil que era como si estuvieras listo para morir. No podía creer que ese niño fuera tan importante para Su Alteza Real.

Sus palabras lo dejaron desconcertado.

Aquella vez, Edgar estaba tan débil que casi se desmayó. Así que, aunque no lo recordara, no era de extrañar que Ulysses lo investigara por órdenes de Príncipe.

Pero si fuese así, el joven debería haber tenido solo cinco o seis años. Pero por alguna razón, su tono de voz implicaba que era un adulto cuando lo vio.

—Sin embargo, lord Edgar, cuando te tendí la mano para asegurarme de que seguía vivo, la apartaste de un manotazo a pesar de que estabas casi inconsciente. Fue bastante sorprendente. Tú, te negaste a tocar a aquellos inferiores a ti. Tú, el hijo de la familia del duque, habías nacido para aceptar el respeto que la gente te profesaba. Desde ese momento, me di cuenta de que no podías tolerar que te sometieran a un trato inadecuado. Incluso con un simple roce, te mostraste tan furioso y arrogante aunque estabas al borde de la muerte. Desde entonces, supe que eras digno de ser nuestro máximo exponente, Su Alteza Real.

Edgar fue secuestrado para ser una marioneta de Príncipe, que era el líder de una extraña organización secreta. Ese hombre quería convertirlo en el próximo Príncipe y dañar su ser.

Después de recuperarse de su experiencia cercana a la muerte, siguió aguantando recuerdos aún más oscuros de su época en Estados Unidos. Desde el principio, tuvo que enfrentarse a una insoportable tortura mental que fue mucho peor que el abuso físico.

Las palabras de Ulysses evocaron esos recuerdos. Aunque fingió estar sereno, un sudor frío le recorría el cuerpo.

—¿Así que dices que has estado junto a Príncipe desde entonces? ¿Que lo seguiste desde niño? No seas iluso —prosiguió Egar.

—Porque este es mi segundo cuerpo.

Al oír eso, Edgar no pudo ocultar su asombro. Ulysses le dedicó una sonrisa burlona que estaba mezclada con una fuerte ira.

—La sangre del Conde Caballero Azul pereció hace trescientos años. Después de que el conde Julius Ashenbert muriera sin haber engendrado un heredero varón, nadie fue a Inglaterra a recuperar la espada de las merrow. Entonces, por fin, solo quedaba una descendiente del conde, la señorita Gladys Ashenbert, quien falleció hace cien años. Y con esto, Su Alteza Real marcó el final del miserable linaje del conde.

—Pero te dejó con vida…

—En efecto. A estas alturas, el único que queda de los hijos del Conde Caballero Azul soy yo. Solo yo pude llegar al lugar oculto de la espada de las merrow, y eso debido a las dos llaves que tenía en sus manos Su Alteza Real. Después de todo, fue el antepasado del hijo ilegítimo el que las creó. Una de ellas era la llave dorada que tenía un diseño sencillo. Por eso, durante los últimos trescientos años se podían encontrar imitaciones en todas partes. Sin embargo, solo ha existido una llave plateada que debido a su delicada estructura no podía ser imitada. Pero más tarde tú la robaste, ¿te acuerdas?

En aquel entonces, cuando planificaba su huida. Trató de averiguar todos los detalles relacionados con Príncipe.

Comprendió que este no podía luchar. Sin embargo, la mayoría de las cosas asociadas a él eran un misterio. Aunque al principio en verdad no sabía para qué era, pensó que la llave debía ser importante, así que decidió cogerla.

Tras su huida de las garras de Príncipe, descubrió accidentalmente el propósito de la llave, la cual le brindó la oportunidad de convertirse en el conde Ashenbert. También fue la razón por la que involucró a Lydia para ir a la isla de Man.

—No tenías la llave y, aun así, ¿corriste el riesgo de aventurarte en la isla de Man?

—La llave fue fabricada por mis antepasados, por lo que sin duda los planos se debieron conservar y, por supuesto, podía hacer una nueva. De lo contrario, incluso si Príncipe me hubiera detenido, te habría despedazado.

—Sin embargo, aunque tuvieras la llave, las merrow no te habrían entregado la espada porque ni siquiera pudiste entender el significado del acertijo del poema, ¿me equivoco?

Edgar dio en el clavo.

Ulysses se estremeció. Se levantó inconscientemente, enfadado.

Con su segundo cuerpo, ya tenía muchas ganas de golpear a Edgar, pero no esperaba perder la compostura de esta manera.

—¿La respuesta no era sacrificar sangre? Esas malditas merrow deseaban el alma de un humano, así que les preparé una víctima.

Al principio, Edgar también creyó que esa era la respuesta. No obstante, cuando Lydia apareció frente a él, su corazón dudo.

Durante mucho tiempo, Edgar vivió en un mundo despiadado y cruel. Había olvidado su sentido de la justicia y la compasión por los demás. Sin embargo, Lydia le hizo recordar todo eso. Aunque sabía que Edgar la estaba utilizando, seguía intentando aliviar su dolor. Como doctora de hadas, siempre ayudaba a los demás.

Si alguien quería convertirse en el conde de esa espada, actuar como el líder de un grupo de bandidos no funcionaría. Por esa razón, no pudo sacrificar a Lydia. Además, era imposible que el propio Conde Caballero Azul sacrificara otra vida para desentrañar el misterio del poema. Aunque Edgar comprendió eso, siguió sin saber la respuesta. No obstante, en ese momento recordó que, si no eran capaces de resolver el rompecabezas, todos morirían. Por eso, debía proteger a Raven y Lydia.

Creía en eso, porque recordaba sus obligaciones como noble.

Aunque tuvo mala suerte en la vida, no pudo olvidar su responsabilidad.

Si quería vencer a Ulysses, solo podía confiar en eso. Mientras se reafirmaba aquello, observó al adolescente. Comparado con su calma y tranquilidad, Ulysses parecía ansioso. Estaba dispuesto a soltar palabras despectivas, llenas de ira y resentimiento reprimidos.

—¿Por qué? ¡El sucesor del Conde Caballero Azul soy yo! Esas malditas merrow me atacaron con olas embravecidas y me arrastraron al mar. Las olas me empujaron con dureza, y fui golpeado por las rocas antes de ahogarme trágicamente.

¿Fue así como perdió su primer cuerpo? Entonces, el hombre que apareció ante las merrow sí estaba muerto.

Edgar no entendió si el chico describía la experiencia a partir de un recuerdo del obstinado fallecido o no. Ese asunto no tenía sentido.

Sin embargo, notó vagamente que se trataba de los resultados de la investigación llevada a cabo por la organización de Príncipe: la investigación del mal demoníaco.

—Pero no morí. Obtuve un cuerpo nuevo y más joven, y pude seguir viviendo —prosiguió, acercando su cuerpo al de Edgar, una mano sobre la mesa.

—¿Eso es lo que te dejaron creer…? ¿Te educaron de esa manera?

—¿Educaron? Sin duda fue uno de los aspectos más importantes, pero el enfoque principal se encuentra en el alma. Sí, debo hablar con claridad de esto primero: no fue magia barata y mediocre. Oh, este cuerpo y la vida en él me pertenecen por completo. Sin embargo, el tuyo es el nuevo cuerpo elegido para convertirse en Su Alteza Real.

Las enseñanzas que constituían a esa persona eran con certeza las de Príncipe: la mente, el habla y el movimiento corporal eran exactamente iguales.

Incluso todas sus diferentes costumbres, grandes y pequeñas, fueron inculcadas en Edgar. Al principio, durante el proceso, Edgar empezó a perderse a sí mismo poco a poco. Si se hubiera quedado en la organización, era posible que hubiera olvidado su identidad, creyendo ser Príncipe.

Pero, debido a ese fuerte sentimiento, sintió que de verdad no debía convertirse en este. Si su pasado hubiera entrado en él, ¿habría creído que esos eran sus recuerdos? ¿Se habría convertido en ese hombre? Su mente sería un caos. Se lo confirmó el joven Ulysses, quien estaba convencido de que era el Ulysses que una vez perdió la vida.

Incluso si de verdad existiera el alma de Príncipe, ¿era posible transferirla a otro cuerpo? ¿A dónde iba el alma original?

No quería creer en eso. No obstante, si él no era el heredero de Príncipe, sino un recipiente digno para transferir su alma, entonces, Edgar por fin comenzaba a comprender que todo esto era el arreglo de una pesadilla maligna, un ritual de magia negra.

—No pude cumplir con el deber de recuperar la espada atesorada. Su Alteza Real me dijo que no me preocupara porque el problemático Conde Caballero Azul reapareciera de nuevo. ¡Nunca pensé que tú fueras el nuevo Conde Caballero Azul! —Parecía impresionado de que Edgar se convirtiera en el conde y no él, quien había heredado la habilidad de comunicarse con las hadas—. ¿Por qué tienes que ser tú y no yo? No tienes conocimientos sobre las hadas y ni siquiera puedes verlas. Y, aun así, ¿fuiste capaz de convertirte en el conde de Ibrazel? Ojalá pudiera matarte.

—Entonces mátame.

Los fríos ojos de Edgar observaron a Ulysses, que se excitó. El joven respiró hondo para calmarse.

—¿Crees que no puedo? Su Alteza Real ya me ha dado su consentimiento. No es posible dejar que ninguno de los herederos del Conde Caballero Azul viva en este mundo.

—Príncipe debe necesitar mi sangre real. Después de todo, su cuerpo no solo está discapacitado, sino que también está envejeciendo. ¿Qué asunto debe ser considerado primero? ¿Erradicar el título de Conde Caballero Azul? O, ¿preservar el cuerpo para el renacimiento de Príncipe?

—Su Alteza Real me dio el derecho de tomar la decisión final. Aunque tu sangre es la más ideal para él, hay otras formas de obtener un cuerpo, si es necesario. No puedo esperar a acabar con tu vida ahora mismo. —Sacó una pistola y le apuntó.

—Aunque me mates, no conseguirás el ámbar de la banshee.

Ulysses era plenamente consciente de ello. Además, no parecía que tuviera intención de apretar el gatillo.

—Sé que quieres el ámbar de la banshee para que esta recupere sus recuerdos y te reconozca como el verdadero Conde Caballero Azul. Así, en lugar de tener solo un título inglés, podrías manipular la esencia de la magia de las hadas, ¿correcto? Como resultado, yo ya no representaría una amenaza para Príncipe, no tendría que preocuparse de que obtenga un poder que teme. Es más, podrías vivir como Príncipe y así matar dos pájaros de un tiro. —Fingiendo estar disgustado apartó el arma de la mano de Ulysses—. No deseo que seas feliz. Para este encuentro, he venido a apostar contigo.

Edgar sacó el ámbar del bolsillo de su abrigo y lo colocó en la palma de su mano para que Ulysses lo viera. Y lo hizo, pero con reservas.

Era el ámbar de la banshee. Sin embargo, no se trataba del ámbar secreto de la señorita Gladys, sino del que predijo la muerte de Edgar, aquel que no ardió en las llamas. Pero Edgar supuso que Ulysses no lo notaría.

—¿Realmente obtuviste con tanta facilidad el genuino ámbar? Así que esta es tu carta de triunfo. Oh, mientras el ámbar esté aquí, puedo matarte en cualquier momento.

—No puedes matarme antes de decidir si este es el verdadero. La única forma de determinarlo es liberando el sello de la banshee.

—¿Cuál es tu objetivo para querer que desbloquee el sello…?

—Si ella recupera su memoria, entenderá quien ocupa la mejor posición y, por lo tanto, sabrá a quién elegir como su maestro. Si me elige, ¿qué vas a hacer?

—Eso es imposible.

—Entonces hagamos una apuesta. Si la banshee te elige, me matas o me entregas a Príncipe. Si me elige, entonces soy realmente el Conde Caballero Azul. Me iré de aquí con calma mientras tú y Príncipe esperan su ruina.

Ulysses permaneció en silencio, pero su expresión mostraba un rastro de ansiedad.

Edgar no pudo evitar sentirse aprensivo y desesperado, pero nunca  imaginó que Ulysses tuviera miedo. ¿El poder de las hadas que apoyan al Conde Caballero Azul era tan grandioso?

Ulysses no podía determinar si Gladys cambió o no los recuerdos de la banshee. Solo sabía que algo sucedería una vez se rompiera el sello de su memoria. Por eso, tenía que estar atento.

—Con tu habilidad, es imposible… Incluso si la banshee te reconociera, seguirías sin poder manipular la magia de las hadas —susurró Ulysses, sumido en sus pensamientos.

—Si eso crees, entonces no hay razón para no apostar conmigo.

En cualquier caso, era imposible que el poder del conde fuera a parar a manos de Príncipe.

Edgar creía que su propio poder se debía únicamente a Raven, a los miembros de la Luna Escarlata, y a Lydia.

Esto era por el bien de las hadas buenas, y, al mismo tiempo, por el de su querida doctora de hadas, Lydia.

Por supuesto, Edgar esperaba que Ulysses no pudiera liberar el sello, ya que nunca pretendió apostar en serio.

El joven llamó a Jimmy, que esperaba afuera. Cuando el sabueso del Infierno entró, le ordenó con prisa que llevara a la banshee.

♦ ♦ ♦

Lydia y Paul recorrieron el pasaje de las hadas hasta llegar a una habitación que parecía formar parte de un edificio cuyo exterior y mobiliario lucían como el mundo humano. Sin embargo, fuera de la ventana, en el cielo nocturno solo había dos esbeltas lunas crecientes.

El edificio estaba rodeado de oscuridad, como si ni siquiera el suelo existiera.

Era como si el espacio estuviera conectado a la noche, y el sol nunca fuera a salir.

—¿Ulysses creó este lugar? —dijo Paul para sí mismo.

Ulysses debió haber combinado la guarida subterránea de un goblin minero y los edificios de Londres.

—Sí, pero no hay suelo. Parece que no preparó con cuidado este sitio. Solo el exterior fue hecho con magia, así que no durará mucho tiempo debido a la elevada presión ejercida hacia el interior.

Era probable que lo creara para que sus demonios oscuros se movieran en la noche.

Paul se sintió aliviado tras escuchar la explicación de Lydia. Entonces se agachó a recoger algo que vio.

—Señorita Lydia, es un ámbar.

Comenzó a recoger las cuentas. Había por todas partes.

Siguieron el rastro de ámbar que conducía a la puerta de otra habitación, desde donde oían un débil llanto. Por suerte, la puerta no estaba cerrada. Cuando entraron en la sala, se encontraron con una joven frágil sentada en la cama, sus hombros temblaban.

—¡Banshee! ¿Qué sucede? ¿Estás herida?

En ese momento, el hada abrió los ojos como platos. Luego, miró en dirección a la voz que la llamaba.

—Usted… ¿Cómo es que…?

—¿Qué cosas horribles te hizo Ulysses?

—¡Señor Paul…! No, no, Ulysses desapareció después de que los demás me dijeran que me quedara aquí. Dijo que usted, señor Paul, ya estaba muerto, que lo mató por mi culpa…

Comenzaron a caer más lágrimas. Paul fue a su lado, observándola con detenimiento.

—Estoy bien. Mira, tengo mucha energía, así que no llores —la consoló.

—E-Está bien…

La joven se secó rápidamente las lágrimas, mientras se sonrojaba. Lydia notó su expresión tímida, sin embargo, Paul seguía siendo el mismo de siempre. Era completamente ajeno al comportamiento de las mujeres. Parecía considerarla una niña, por lo que siguió acariciándole la cabeza.

—Banshee, escúchame, vinimos para sacarte de aquí.

—Sí, así es. Necesitas venir con nosotros rápido. Hemos encontrado una manera de restaurar tu memoria. Lord Edgar, el conde Ashenbert, y la doctora de hadas pueden ayudarte a recordar tu pasado.

—Pero… pero… —El hada dudó. Parecía bastante preocupada por huir de Ulysses, que estaba emparentado con el conde.

Aunque en su corazón confiaba mucho en Paul, era una decisión muy difícil para ella. En ese caso, solo podían intentar convencerla un poco más.

—Edgar recibió la espada de las merrow. Aunque no sientas su poder como el Conde Caballero Azul, la reina de Inglaterra lo reconoce como el conde de Ibrazel.

Las dudas del hada aumentaron y comenzó a pensar.

—Banshee, el ámbar de tus lágrimas no se quemó —prosiguió Lydia—. Esto era una señal de que alguien de la familia moriría, ¿no es así? Por lo tanto, este aviso de muerte debe ser para quien heredó el título de conde Ashenbert. Y no es Ulysses, ¿verdad?

—¡¿Qué?! Señorita Lydia, ¿es cierto lo que ha dicho? —preguntó Paul sorprendido.

En ese momento Lydia no tenía tiempo para explicárselo en detalle, por lo que solo pudo asentir con la cabeza.

—Edgar es el verdadero conde. Banshee, por favor, reconócelo como tal —le pidió—. Todavía tengo una cosa más que preguntarte: ¿hay alguna forma de hacer fracasar a la profecía?

Silenciosa como estaba, la banshee no parecía estar pensando, sino que parecía que le costaba hablar.

—No creo que una profecía pueda fallar porque no derramo deliberadamente lágrimas de profecía. Más bien, las propias lágrimas conocen el destino de los miembros de la familia.

Lydia lo había supuesto, sin embargo, no quería perder la esperanza.

Si Ulysses estaba en este edificio, entonces Edgar también. El ámbar había sido encontrado, así que mientras la banshee estuviera dispuesta a reconocer a Edgar como su maestro, él debería tener ventaja. De modo que debería poder escapar, y así podría evitar que su muerte se hiciera realidad.

Debemos hallar una manera de llegar a él.

En ese momento, se oyeron pasos frente a la escalera, afuera. Lydia no tenía tiempo de pensar.

—Alguien viene. Rápido, escóndete.

—Oye, banshee, Ulysses te está buscando.

Al oír las voces de fuera, el hada se levantó de prisa.

—Sí, sí, enseguida voy —respondió.

Luego se volvió hacia Lydia y Paul, en pánico.

—Hay sabuesos del Infierno fuertes y feroces alrededor de Ulysses. Una vez los descubra, los matará. Ah… ¿qué debo hacer? Por favor, no mueran. ¿En quién se supone que debo confiar? ¿A quién espera la señorita Gladys? No soy capaz de juzgar…

—Banshee, préstame tu capa.

En ese momento, a Lydia se le ocurrió una idea.

—¡Debemos actuar rápido!

Al otro lado de la puerta, el sabueso del Infierno se estaba impacientando. Lydia se colocó de inmediato la capa de la banshee, cubriéndose la frente con la capucha verde.

—Señorita Lydia, ¿cuál es su plan?

Lydia le entregó a Paul el retrato del ámbar.

—Señor Paul, debo buscar a Edgar. Por favor, sáquela de aquí. Mientras tenga el retrato, ella no podrá separarse del ámbar y se quedará con usted. Podrán salir sin problemas del pasaje de las hadas.

—Pero de esta manera, señorita Lydia, usted…

—Soy una doctora de hadas. Siempre puedo encontrar una manera.

La puerta se abrió de golpe. El sabueso del infierno no podía esperar más.

Fingiendo ser el hada, Lydia lo empujó hacia la puerta.

—¡Eres muy lenta!

Lydia se cubrió por completo la cabeza bajo la capucha. El perro negro, que no sospechó nada, se puso a la delantera.

Obedeció las instrucciones y entró en una habitación. Dentro, la tenue luz de las velas de la habitación ocultaba su rostro, por lo que la gente pensaba erróneamente que era la banshee.

Vio vagamente dos sombras, sin embargo, se quedó inmóvil cuando un hombre se acercó a ella.

—Banshee, me alegro de ver que estás bien. Estoy aquí para salvarte.

¿Qué? ¿Ese es Edgar…?

Por impulso, echó un vistazo.

Edgar la observaba con una sonrisa perfecta en su rostro.

No esperaba verlo tan pronto.

Se sintió aliviada. Sin embargo, Ulysses estaba cerca. No podía permitirse perder aún su fachada.

—Lord, es inútil. Ella sabe que soy el descendiente del Conde Caballero Azul.

—No, yo soy el Conde Caballero Azul. Banshee, eres un miembro de la familia conde, por lo que deberías volver conmigo.

—Veamos lo que dice la apuesta.

Edgar, que no prestaba atención a Ulysses, se acercó a Lydia.

—¿Recuerdas a la señorita Gladys? Entonces, deberías saber quién está calificado para convertirse en el conde y heredar su alma —declaró, tomando su mano con una gracia impecable. Gracias a aquello combinado con su belleza carismática y su voz elocuente, que era como un dulce susurro, debía haber tenido muchas jóvenes adulándolo.

Aunque Lydia sabía que esa era su técnica, no pudo evitar pensar que tenía la mente retorcida. Debió pensar que como la banshee era una chica, no podría resistirse a su encanto.

¿Qué debo hacer? Las cosas se han vuelto aún más extrañas.

—Ese hombre simplemente no tiene lo que se necesita para ser un verdadero noble. En el fondo, es un ser peligroso.

¿Edgar está intentando provocar a Ulysses a propósito?

Enfadado por sus palabras, el joven la tomó por los hombros y la acercó a él.

—Deberías detener esta lucha sin sentido.

En ese momento, a la velocidad del rayo, Edgar sacó una pistola del bolsillo de su abrigo y apuntó a Ulysses, que no se lo esperaba. El joven se quedó paralizado, incapaz de moverse.

—Segundo Ulysses, ¿no tienes un tercer cuerpo? A pesar de que ya eres un poco mayor, todavía es demasiado pronto para que nazcas en el cuerpo de otro hijo como repuesto.

—Aunque me mates, no podrás escapar de aquí.

—No importa, siempre y cuando estés muy por delante de mí en el otro mundo.

Lydia notó que no estaba dudando en apretar el gatillo.

Sin embargo, antes de que sonara el disparo, una figura negra se interpuso entre ellos.

El sabueso del Infierno mordió a Edgar en la muñeca y, como consecuencia, el disparo atravesó el hombro de Ulysses.

Mientras Jimmy estaba distraído con su amo que yacía tendido en el suelo, Lydia cogió de la mano a Edgar y huyó de la habitación.

—Banshee, ¿a dónde vas? Todavía no le he dado a Ulysses el golpe letal…

Incluso si Edgar lo hubiera hecho, habría muerto en el acto.

En cualquier caso, Lydia aún debía pensar en una forma de escapar de ahí.

Los otros sabuesos del Infierno no tardaron en alcanzarlos, ya que se habían percatado de la conmoción sembrada.

Ulysses no era el único que sabía cómo enfrentarse a hadas malvadas como Jimmy. Si sus enemigos eran hadas, entonces la doctora de hadas Lydia también sabía cómo tratar con ellos.

—¡Edgar, agáchate!

Ambos se tiraron al suelo cuando el enjambre de perros demoníacos se abalanzó contra ellos; era el método más rápido. Lydia se levantó y buscó un lugar donde esconderse. Luego, arrastró a Edgar a una habitación cercana.

Estaba completamente oscuro. Lydia intentó avanzar hasta que Edgar tomó su mano y la hizo retroceder.

—¿Eres… Lydia?

No respondió. Pero Edgar le quitó la capucha y le tocó el cabello para confirmarlo.

Den
Debo decir que me parece un tanto romántico (?) que con solo tocar su cabello la reconozca.

—No me equivoco. Tienes el ligero aroma a manzanilla.

Hasta que no escuchó su susurro no se dio cuenta de lo cerca que estaban el uno del otro. No pudo evitar recular, confundida. Sin embargo, Edgar seguía sujetando un mechón de su cabello, por lo que había muy poca distancia entre ellos.

—¿Cómo llegaste hasta aquí…? Es muy peligroso. ¿Viniste sola?

—No, el señor Paul me acompañó. Encontramos el ámbar, así que confiamos en él para venir aquí.

—¿Lo has encontrado? ¿Hablas en serio?

—El ámbar fue utilizado como pigmento en el retrato de la señorita Gladys. Se lo entregué al señor Paul para que pudiera escapar con la banshee.

Edgar, que parecía preocupado, guardó silencio durante un momento. Finalmente, exhaló un suspiro y dijo con suavidad:

—Entonces ¿por qué te hiciste pasar por ella? No los acompañaste para salir. Por tanto, es posible que no puedas regresar, ¿verdad?

—Fue porque Jimmy vino a buscar a la banshee. No podía dejar que lo siguiera, así que tuve que hacerlo.

—Lydia, Ulysses no le haría daño, pero si supiera que estás aquí, no se sabe lo que te haría. ¿Por qué hiciste algo tan peligroso?

Edgar tenía razón, sin embargo, sentía como si estuviera insinuando que era una carga. No pudo evitar enfadarse.

—¿Cómo que no debería haber venido? ¡También te has arriesgado innecesariamente! Sabías perfectamente lo de la profecía de la banshee y me ocultaste la verdad. ¿Me dijiste que Ulysses pretendía matarte? ¿Quieres morir? ¡¿Cómo puedes ser tan imprudente?!

—¿Cómo te enteraste de la profecía…?

—Kelpie me lo dijo… Dijo que ibas a morir de todos modos, que nuestro matrimonio fracasaría. Así que intentó llevarme al mundo de las hadas.

—Ese caballo es realmente… —murmuró Edgar.

No estaba segura de si estaba molesto por el bocazas de Kelpie o porque trató de llevársela. Pero, dudaba que la razón principal fuera esta última.

—¡Sabiendo que no me preocuparía, ya que ibas a desaparecer delante de mí, debería haber seguido obedientemente a Kelpie a la tierra de las hadas! De esa manera te habría olvidado y podría haber vivido una vida tranquila, sin más sufrimiento… —espetó Lydia y luego guardó silencio.

Después de estar mucho tiempo en la oscuridad, sus ojos se habían adaptado a la luz y ahora podía ver la sombra de Edgar. Se sintió aún más tímida y no pudo evitar querer alejarse de él. Pero, en cambio, él le cogió la mano.

—Lo siento. Así que te pusiste el anillo de compromiso para venir a ayudarme. —Tocó el anillo en su mano—. Eso significa que me elegiste a mí y no a Kelpie.

Eres demasiado egocéntrico.

—¡Me puse el anillo para evitar que Kelpie se me acercara! ¡Nunca me preocupé por ti, ya que siempre haces lo que quieres! —Su vergüenza se ocultó en su tono áspero

—Pensé que nunca volvería a verte. En serio, desde el fondo de mi corazón, estoy encantado. Temía involucrarte en mi muerte, por lo que decidí venir solo.

El tono de Edgar sonaba serio, a diferencia de la acusadora Lydia, que se sentía tensa. Mientras a él le preocupaba que eso le causara problemas, Lydia se sentía culpable por no poder hacer nada.

Sus conocimientos como doctora de hadas no podían competir con los de Ulysses. Si lo hubiera intentado, únicamente habría empeorado las cosas.

—Sin embargo, considero que no debemos entregar a la banshee a Ulysses, y no dejar que lo reconozca como el Conde Caballero Azul. Aunque no sea el conde, al menos debo cumplir con esta responsabilidad.

¿Era esta la razón por la que intentó ganarse su favor?

—Hablarle con dulzura es inútil.

—¿Por qué puede sentir que Ulysses heredó la sangre del conde? No obstante, la banshee también fue una chica humana. No importa qué, soy claramente mejor que él.

De verdad que su vanidad es sorprendente…

—Oh, por cierto, esto no es una aventura. Debes entender que es necesario, ¿si?

¿Es necesario hablar siempre de amor? No entiendo lo que piensas.

—A la banshee parece gustarle el señor Paul, por lo que tus palabras bonitas pueden sonar falsas para ella.

Su acusación pareció ser un golpe duro para Edgar, que guardó silencio por un momento.

—Hmm, ¿así como a ti?

—N-No me gusta el señor Paul.

—Paul es muy sencillo y ajeno al corazón de una mujer. No obstante, también es muy honesto y apasionado con su trabajo. Esa clase de persona es el tipo ideal en tu corazón. Así que, a pesar de que haya sido sincero con mis palabras, no deseas creerme, ¿verdad?

—No tiene nada que ver con el señor Paul. ¡Solo, no confío en ti! En cualquier caso, ahora no es el momento de discutir sobre este tipo de asuntos.

—Sí, hace mucho frío aquí. Siento como si la nieve se hubiera acumulado sobre mis pies.

Lydia estuvo de acuerdo. A sus pies, empezaba a amontonarse la nieve. Pero estaba demasiado oscuro alrededor, por lo que no podía ver nada con claridad.

—¿La ventana está abierta? Mira, hay una luz más adelante. Dame tu mano, está demasiado oscuro. —Tomados de las manos, caminaron así hacia la luz.

Cuanto más avanzaban, más profunda parecía ser la nieve. Cuando por fin llegaron a la fuente de luz, resultó ser una chimenea. Sin embargo, la llama estaba a punto de apagarse. A pesar de su tenue luz rojiza, conservó el poco calor que desprendió durante mucho tiempo.

—Lydia, ¿qué está pasando aquí?

Al oír su pregunta, miró alrededor de la chimenea y vio un bosque cubierto de nieve. No había otros edificios salvo esa solitaria chimenea.

—¿Hemos salido del edificio?

—No es posible. Todo el edificio está hecho de magia, así que no es tan sencillo. Todavía estamos en la habitación. Debimos haber quedado atrapados en alguna distorsión en el espacio de este edificio.

Perdidos, ambos comenzaron a recoger ramas y a arrojarlas a las llamas, iluminando un poco más la habitación. Sin embargo, aunque su entorno era más claro, seguían sin ser capaces de ver toda la sala.

—Acabamos de entrar, por lo que la puerta debería estar en alguna parte.

Cuando Lydia comenzó a buscar, Edgar le soltó la mano. Se deslizó de forma inestable mientras se apoyaba en el tronco de un árbol, sintiéndose mareado.

Lydia corrió a su lado y encontró que la sangre goteaba de su mano derecha. Un color carmesí brillante teñía la nieve del suelo.

—¡Edgar! ¿Estás herido? Oh, has perdido mucha sangre…

Él observó la sangre en sus manos, como si acabara de percatarse de la herida.

—Pero no siento ningún dolor.

Se arremangó y vio sus heridas. La mordedura del sabueso del Infierno lo había lastimado, pero la marca no era evidente. Aunque Lydia vendó la herida con un pañuelo, siguió sangrando.

—Los dientes del perro negro deben seguir dentro de la herida…

—¿Es grave?

Ugh, no tiene buena pinta…

—Debemos volver ya al mundo humano. Sin la luz del sol, no dejará de sangrar. Aquí solo es de noche, así que ahora mismo las hadas oscuras son más fuertes.

Pero ¿cómo escapamos de aquí? Debemos atravesar el bosque para salir de la habitación, ¿dónde está la puerta por la que entramos?

A pesar de que buscó a su alrededor, no pudo encontrar nada. Por lo general, se construía una chimenea en una pared. Por eso, Lydia se acercó, pensando que debería haber alguna cerca en la otra punta. Sin embargo, no sintió ninguna.

—Lydia, ¿tienes un cuchillo? Me quitaron el mío antes de entrar en la habitación.

—¿Eh? ¿Qué planeas hacer?

—Abrir la herida y sacar los dientes del sabueso del Infierno.

—¿Qué? ¿Lo harás tú mismo?

—Estoy acostumbrado.

Lydia no podía creerlo. Escapar de las garras de Príncipe parecía ser una batalla para toda la vida.

Sangrar no era más que una rutina para él.

Pese a ello, Lydia no podía entregarle el cuchillo. Sabía que los dientes del sabueso del Infierno ya debían haberse disuelto. Los efectos mágicos no se podían eliminar tan fácil del cuerpo humano.

Edgar notó su mirada vacilante y pudo imaginar la razón.

—¿Esta es la profecía de la banshee? —Exhaló un suspiro, cansado—. No siento dolor ni malestar, pero no me quedan fuerzas.

Lydia negó con la cabeza. No quería que muriera.

—Está bien. Mientras podamos escapar de aquí, te salvarás.

—No puedo moverme.

Los copos de nieve dispersos comenzaron a caer cada vez con más fuerza. El viento empezó a soplar, convirtiéndose en una gran ventisca.

Hacía tanto frío que sus manos y pies se congelaban poco a poco.

—Sigue adelante. Si te quedas aquí, morirás congelada.

—No digas tonterías.

—¿No que ya no estabas preocupada por mí?

—N-No lo decía en serio. ¿Creíste que te dejaría? Deberías saber que no puedo hacerlo. ¡¿Por qué dices esas cosas?! Eso es muy malicioso.

Lydia lo agarró del brazo, intentando que se levantara. En cambio, terminó cayendo sobre él, y quedó atrapada en sus brazos.

—Lo siento. Solo quería confirmar que no me odiabas.

Lydia, que estaba en sus brazos, no pudo evitar recordar lo que sucedió antes, por lo que su cuerpo se puso rígido. Sin embargo, entonces y ahora eran diferentes. Los brazos de Edgar la sujetaban sin fuerza, de modo que podía apartarlo en cualquier momento.

—¿Sigues molesta por lo de antes?

—D-De todos modos, no pasó nada entre nosotros. No importa.

—Quiero aclarar el malentendido entre nosotros. Acerca de la última vez, cuando llamé a otra persona en sueños, por favor, dame otra oportunidad para explicarme.

Si fuera así… Lydia sintió un dolor agudo y punzante en el pecho.

—No es necesario, no tiene nada que ver conmigo.

—¿Cuál fue el nombre? ¿Fue el de mi anterior tutora o el de la hermana menor de mi prima? No quiero morir sin aclarar esto. Este asunto es muy importante para mí.

Lydia no pudo responder. Solo permaneció en silencio.

—Ann, Anne, Angie… Si hubiera sabido que iba a tener la oportunidad de explicarme, habría escuchado a Raven enumerarlas en orden alfabético.

—¡¿Hubo tantas?! De verdad que eres…

—En mi corazón también estoy lleno de arrepentimientos.

—No digas esa clase de palabras sombrías. Mientras el sol salga, la magia del sabueso del Infierno desaparecerá.

No sabía si Lydia le escucharía o no, así que siguió adelante.

—¿Podemos besarnos…?

De repente, Lydia se puso rígida y comenzó a forcejear, intentando levantarse y liberarse del agarre de Edgar.

—Solo… Solo no…

Edgar esbozó una sonrisa solitaria.

—Aunque estaba borracho y olvidé mis modales, ni siquiera recibí un beso. ¿No crees que estoy loco?

No sirve de nada tratar de quejarte conmigo.

—Sin embargo, ciertamente me gusta cómo siempre te pongo nerviosa.

Los ojos color malva ceniza de Edgar brillaron bajo las llamas de la chimenea. Al verlos, Lydia de repente quiso echarse a llorar. Porque recordó que no era ella a quien Edgar anhelaba con vehemencia.

Cuando estaba borracho, Edgar pensó que sujetaba a Ermine y, por eso, no fue capaz de soltarla.

—Ah~ No quiero morir con arrepentimientos. Por favor, al menos, prométeme darme un beso.

Por favor, no hables de morir.

Lydia estaba muy preocupada. No sabía si se sentía tímida, enfadada o triste. Aunque era demasiado complicado, había una cosa de la que estaba segura: no quería perder a Edgar.

En Escocia,pudo haber vivido una vida cómoda sin él. Pero quizá tuvo suerte al conseguir un trabajo, que le permitía ser una verdadera doctora de hadas, gracias a Edgar, que estaba dispuesto a trabajar con ella a pesar de que otros no la aceptaban. Por otra parte, sin ese trabajo, habría partido hacia el mundo de las hadas. Y eso también podía ser una bendición.

Sin embargo, si ignoraba su lado de doctora de hadas, su corazón se abrumaba al pensar en la ausencia de él.

Lydia no sabía si Edgar podría hacerla feliz. Era consciente de que sus sentimientos nunca estaban en calma. A veces se enfadaba, otras veces estaba tensa, y en ocasiones triste hasta el punto de llorar.

Aun así, no podía imaginar estar separada de él. Aunque viviera en Escocia y volviera a su vida normal, tal vez ya no podría sentir la verdadera felicidad.

¿Por qué? Ni siquiera puedo confiar en él.

—Cuando regresemos sanos y salvos, podremos hablar de ello —le respondió.

—Está bien —dijo Edgar, preocupado—. Parece que no puedo morir feliz con un beso. Quiero que al menos regreses a casa a salvo.

Apoyado en el tronco, Edgar intentó levantarse con dificultad.

Obviamente está de pie, ¿me ha engañado?, pensó por un momento, pero al ver cómo le costaba moverse y cómo la sangre seguía brotando de su mano, comprendió de inmediato que en realidad se estaba forzando.

—Hace un instante estabas buscando una salida.

La ventisca empeoraba, y cada vez era más difícil ver en cualquier dirección o los alrededores.

—Lydia, hay alguien delante de ti.

Entre la cortina de copos de nieve había una figura borrosa que se acercaba poco a poco.

—Ermine…

Tras observar con atención, Lydia se dio cuenta de que se trataba la mujer de cabello corto que conocía.

Pero al estar ahí, en lugar de Ulysses, no sabía cómo reaccionar una vez se encontraran, por lo que se quedó paralizada.

—Lord Edgar, señorita Lydia, ¿están bien?

—No del todo.

—¿Está herido?

Ermine se acercó nerviosa a Edgar y vio que le sangraba la mano. Sintió la magia del sabueso del Infierno que emanaba de la herida e inmediatamente frunció el ceño, seria. Como de costumbre, seguía preocupándose por Edgar desde el fondo de su corazón.

—Ermine, ¿viniste sola? Por suerte, no nos han encontrado, pero ¿está todo bien?

Edgar era cauteloso con ella, no obstante, su tono preocupado seguía siendo cariñoso.

—Vine con Raven y el señor Nico. Nos separamos para buscarlos.

Era difícil determinar si mentía o decía la verdad.

—Tenemos que salir de aquí —dijo Ermine, mirando la fuerte ventisca.

—¿Sabes por dónde podemos salir?

—Por aquí.

Lydia la siguió de inmediato.

Era posible que Ulysses y ella se hayan vuelto cómplices, pero tanto si ella lo obedecía como si no, era indiscutible que Ermine no podía lastimar a Edgar.

—Ermine, Edgar necesita la luz del sol. Debemos regresar al mundo humano tan pronto como sea posible.

—Está bien. Entonces aligeremos el paso.

Edgar también la siguió, pero antes le entregó algo a Lydia en silencio: la pistola que le había quitado a Ulysses.

—Cuando llegue el momento, ya no tendrás que cuidar de mí.

Era la primera vez que la voz de Edgar le daba una orden firme. En ese momento, Lydia se dio cuenta de que ya estaba en su límite, estaba acorralado, no tenía adónde ir.


[1] Aos sí o aes sidhe es un término irlandés para una raza sobrenatural en la mitología irlandesa y la mitología escocesa, comparable a las hadas o elfos. También se dice que son ancestros, espíritus de la naturaleza o diosas y dioses.

En el idioma irlandés, aos sí significa “gente de los montículos” (los montículos se conocen en irlandés como “los sídhe”). Por lo que se dice que viven bajo tierra en montículos de hadas, al otro lado del mar occidental o en un mundo invisible que coexiste con el mundo de los humanos. Este mundo es descrito en el Lebor Gabála Érenn (un conjunto de manuscritos que relatan la historia de Irlanda) como un universo paralelo en el que los aos sí caminan entre los vivos. Por otro lado, en el irlandés moderno, la gente de los montículos también es llamada daoine sídhe.

Un dato curioso es que las banshee o bean sídhe son consideradas un tipo de aos sí. Su nombre significa “mujer de los sídhe”.

[2] Sofística quiere decir de refinada sutileza.

Una respuesta en “El Conde y el hada – Volumen 7 – Capítulo 6: La noble de cabello dorado”

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