Traducido por Den
Editado por Meli
『—Aunque seamos de clases sociales diferentes y se opongan a lo nuestro, una vez que nos encontremos, nadie podrá separarnos de nuestro amor. Así que casémonos.
Ella se limitó a asentir.
Ambos partieron, en carruaje, a una tierra lejana donde podrían celebrar con tranquilidad su boda. La luna llena fue el único testigo de su huida.』
—¿Qué opina, conde Ashenbert? —preguntó el señor Browser—. Mi hija está embelesada con esa novela popular. Incluso parece que planea fugarse. De entre todos los hombres que podría haber elegido, quiere irse con esa escoria… —explicó, metiendo un poco de barriga por los nervios. Ansiaba que el joven conde frente a él, le concediera un favor.
En el pequeño salón de un palacete, amueblado con enseres lujosos y maravillosas obras de colección, el conde tomó el libro de la mano del señor Browser y hojeó las páginas.
—Entonces, ¿dice que este hombre está instigando a su hija a fugarse con él? —preguntó el conde, pasándose los dedos por su fascinante cabello rubio.
Era un joven de modales refinados, tierna sonrisa y un atractivo físico que podía encandilar a cualquier hombre o mujer.
Había rumores sobre él y su relación con diversas damas, pero eso no le preocupaba al señor Browser, pues creía que era el único que podía ayudarle.
—Escuché que ha aumentado el número de estafadores que se acercan a mujeres de clase alta con el objetivo de casarse con ellas. Aunque se trate de una fuga, si el matrimonio se legaliza, los padres no podrán hacer nada. No cabe duda de que este hombre pretende a mi hija porque va tras nuestro dinero.
Los Browser eran una familia de terratenientes en el campo. No pertenecían a la nobleza, pero sí a la clase alta. Y tenían la esperanza de que la pareja de su hija fuera un caballero educado de buena familia.
—¿Qué clase de ayuda le podría ofrecer? —inquirió curioso, el apuesto conde, mientras seguía revisando el libro.
Browser sentía curiosidad por saber qué parte de su historial había interesado, sin embargo, se enfocó en hacer su solicitud y evitar que perdiera la atención en el caso de su hija.
—Milord, ¿le gustaría conocer a mi hija? Norma no ha interactuado con hombres jóvenes en su vida. Desconoce cómo se comporta un caballero respetable y concibe a ese impostor como un hombre amable. Además, debido a esa novela popular, ha acabado creyendo que el amor entre las diferentes clases sociales es lo más hermoso de este mundo y que fugarse es muy romántico. Se mostró indiferente incluso cuando conoció a algunos conocidos míos. Pero si fuera usted…
—¿Insinúa que me permitirá cortejar a su hija? —preguntó en tono jocoso.
—Claro… —accedió, con la esperanza de entablar relación con un noble a través del matrimonio—. Puede que no sea una belleza, pero si le termina gustando, podemos proporcionarle un generoso dote… —Se detuvo, no quería dar la impresión de que trataba de promover un acuerdo matrimonial al fingir buscar ayuda.
Si todo iba bien, mataría a dos pájaros de un tiro. Sin embargo, no pudo interpretar si la sonrisa del conde era de interés por su hija o algo más.
♦ ♦ ♦
—Lydia, ¿qué lees? —le preguntó con una alegre sonrisa.
Ella cerró de golpe el libro. No se había percatado de la presencia de Edgar Ashenbert.
Él era el conde de Ibrazel, señor del mundo de las hadas, pero que al no tener idea de ellas, había contratado a Lydia como su doctora de hadas para ayudarlo a que las hadas de sus tierras pudieran convivir en paz con los humanos. Era su empleador, con el que se mantenía en guardia.
—Nada —respondió, escondiendo el libro detrás de ella.
—¿Una novela romántica? —Le arrebató el libro—. Ah, así que lees esta clase de historias.
—No es mío. Alguien lo olvidó aquí. Creo que fue una de las sirvientas.
Que una joven soltera se interesara en el sexo opuesto, se consideraba indecente, en consecuencia, la mayoría de los adultos veían mal cosas como esa popular novela romántica.
Lydia había oído hablar del libro, pero nunca había tenido la oportunidad de leerlo, porque pasaba más tiempo con hadas que con personas. Por eso sentía que era indecoroso leerla frente a otros.
—¿Es interesante?
—Eh… N-No lo sé. Lo acababa de abrir. Ah, alguien podría estar buscándolo, así que se lo entregaré al señor Tompkins.
Lydia recuperó el libro e intentó salir de la habitación.
—¿No tienes curiosidad? —Lydia se detuvo en seco, él prosiguió—: De si logran fugarse.
Por supuesto que tengo curiosidad. Acababa de llegar a la escena en la que fortalecen su determinación y prometen fugarse. Espera, ¿por qué conoce la historia?
—¿No es dramático fugarse? Aunque todos se oponen a ellos, ¿no crees que significa que hacen honor a su amor? Demuestra lo fuerte que es su vínculo.
Edhat vestía una elegante levita hecha a medida con una corbata de seda prendida con un brillante cristal amarillo. Entrecerró sus ojos color malva ceniza y la observó. Un mechón de su deslumbrante cabello rubio le colgaba en la frente.
El corazón de Lydia se aceleró ante la imagen del apuesto aristócrata que le sonreía.
—¿No soñarías con algo así?
—¿Q-Qué…?
—Requiere mucho trabajo fugarse con éxito. A ambos les depara una prueba aún más difícil. Si fracasaran…
—¿Qué? ¿Qué pasaría?
—Si fuera yo, definitivamente lo lograría. ¿Te gustaría intentarlo? —La sujetó por los hombros.
—Sabes mucho de lo que sucede en el libro… Así que quien debe haberlo dejado aquí…
—Sí, si tan solo te interesaras un poco más en el amor… Pensé que podrías entender lo dolido que estoy.
Lydia se quedó boquiabierta.
—Intenta leer el resto del libro. Una vez sepas cómo acaba un amor tan pasional, quizás quieras fugarte conmigo.
—Nunca querría fugarme, ¡y mucho menos contigo! —Pellizcó la mano en su hombro con toda su fuerza.
Era normal que él bromeara así. La trataba como su amante y siempre intentaba persuadirla con palabras dulces.
Estaba en su naturaleza insinuarse a las mujeres que conocía, quién quiera que fuera. No era como si pensara que Lydia era especial. Ella era plenamente consciente de ello y, aun así, no podía evitar ser seducida por lo que le decía.
Y un cuerno que estaría dolido, él no es serio ni leal como el héroe de la historia.
—Deja de bromear —le gritó y lo empujó.
♦ ♦ ♦
Sigo teniendo un poco de curiosidad por el final…
Hoy es domingo, eso significa que es mi día libre y no tengo que ir a su casa ni ver su cara.
Aun así, ¿por qué tengo que recordar lo que pasó entre nosotros, aunque esté descansando?
Lydia se levantó y sacudió la cabeza, intentando borrar la imagen del rostro de Edgar de su cabeza.
En ese momento, vio a Nico, el hada con forma de gato, entrar por la ventana. Una vez dentro, se paró sobre sus patas traseras, se llevó una pata a la cadera y la miró.
—Oye, Lydia, hay un intruso frente a la ventana. —Señaló el lugar con su esponjosa cola gris.
Lydia miró por la ventana de su habitación y vio a un hombre de semblante pálido de cuclillas, apoyado contra una pared de su casa.
Pero el intruso era la figura de cabello largo y suelto junto al hombre. Una mujer blanca con una prenda que arrastraba por el suelo. Su cuerpo trasparente parecía flotar en el aire.
Con sus dedos incoloros acariciaba con cariño la mejilla del hombre agachado.
—¿Un hada…?
Aunque se trataba del tipo de hadas que los humanos normalmente no notaban, Lydia los distinguía con claridad con sus ojos verdes dorados.
Se inclinó sobre el alféizar para ver mejor, pero el hada se desvaneció como una nube. Lydia salió de su habitación y bajó corriendo las escaleras.
Una vez en el exterior, se acercó al hombre. Era joven y parecía enfermo, sudaba frío.
—Disculpe, ¿se siente bien?
—Ah, estoy bien. Solo me mareé de repente —gimió, entreabriendo un poco los ojos.
Vestía una levita de color rojo oscuro un poco llamativa. Quizás por su rostro andrógino [1] y amable no lucía peligroso.
—Esta es mi casa, puede pasar y descansar un poco. Hace mucho frío aquí. Si se queda, no mejorará.
El hombre, que se llamaba Lloyd, vaciló un poco, pero al final asintió. Se levantó, apoyándose en la pared.
Tras beber un sorbo del té de menta que le ofreció, se calmó y suspiró relajado.
—Gracias, me ha salvado. Soy muy afortunado de que una joven tan encantadora me ayudara.
—Cualquiera lo habría hecho, es normal ayudar a los necesitados.
—Aquí en Londres, incluso si alguien se encontrara muy enfermo en la calle, la gente primero sospecharía de ese extraño.
Lydia se dio cuenta de que tal vez había sido muy descuidada. Incluso su padre, un académico de gemología, estaba recolectando piedras preciosas.
No obstante, el señor Lloyd parecía muy cansado como para mantenerse en pie. Además, cuando sonreía, lucía inofensivo.
—¿Se siente así desde hace un tiempo?
—Sí, en realidad sí. ¿Cómo lo dedujo? —La miró con curiosidad.
La figura espectral que vio antes era sin duda la causa de su problema.
Al menos no podía entrar en esa casa gracias al hobgoblin.
Lloyd comenzaba a tener mejor aspecto, tal vez porque estaba lejos de la influencia del hada.
Pero Lydia no podía solo decirle que estaba poseído por un hada, seguramente pensaría que estaba loca.
A pesar de que aún existían hadas, en el siglo XIX, ya no había personas que creyeran en su existencia y el trabajo de Lydia, como una doctora de hadas, era resolver los problemas originados entre estas y los humanos.
—Un hada está succionando tu fuente de vida —comentó Nico, mientras estaba tumbado en el sofá fingiendo ser un gato.
Lloyd lo miró incrédulo. Nico se sentó, cruzó las patas traseras con gracia y se reclinó orgulloso contra el reposabrazos como un humano. Tras enderezarse la corbata con las patas delanteras, le sonrió al hombre.
—¿E-El gato habló…?
—No soy un gato.
—Señor Lloyd, es un hada. Y, ugh, bueno…
—Si te diste cuenta tan rápido de que yo fui quien habló, se debe a que estás poseído por un hada. Te encuentras atado a la tierra de los muertos y también al reino de las hadas.
—¿Qué quieres decir con que estoy poseído por un hada…? —preguntó confundido.
—El hada es una hermosa mujer. Señor Lloyd, ¿le resulta familiar?
De pronto se cubrió la cara con las manos como si acabara de recordar algo.
—Ahora que lo pienso… Pero fue un sueño… Siempre tengo el mismo sueño. Hay una hermosa mujer conmigo que dice que me ama…
—En definitiva se trata de una leanan sídhe. Son hadas que se convierten en la amante espiritual de un humano y van drenando poco a poco su fuerza vital.
—¿Qué me va a pasar?
Lydia dudó, no sabía si debía contarle que no le quedaba mucho tiempo.
Las leanan sídhe concedían a sus amantes un talento divino e inspirador en las artes. Se decía que algunos artistas de renombre podrían haber sido sus amantes. Aunque todos tuvieron una muerte prematura.
—Humano, ¿no la aceptaste como tu amante? El hada debería haber seguido adelante y no presentarse ante ti —explicó Nico.
—Aceptado… Pero fue en un sueño. Si una hermosa mujer te aborda…, bueno, es como ser consolado cuando estás deprimido.
La había aceptado. Aunque era cierto que era muy difícil para un ser humano normal rechazar el encanto de un hada.
—Entonces, lo único que te queda es vivir feliz para siempre con el hada. Gozarás de una gran felicidad, aunque será corta.
El hombre se puso blanco como el papel y se desplomó. Lucía peor que cuando lo vieron por primera vez.
Por naturaleza, Lydia no pudo ignorar su problema con las hadas. Era una principiante, pero como doctora de hadas, debía hacer algo al respecto.
—Hmm, señor Lloyd, no creo que no haya una manera de ayudarle.
—Oye, Lydia, no digas nada imprudente —le advirtió Nico, en pánico y le tiró de la manga.
—Haré algo al respecto —dijo, ignorando a Nico—. Puede que no lo aparente, pero soy una especialista en hadas.
—¿De verdad puede ayudarme?
No entendía qué le pasaba, pero la explicación de que estaba poseído por un hada, era viable, ciertamente sentía que su fuerza vital estaba siendo drenada poco a poco. Así que aceptaría cualquier tipo de ayuda, por absurda que pareciera.
—¿Puede alejar al hada? —La tomó de las manos y ella se sorprendió, solo Edgar hacía cosas así—. ¡Aah!, es como un ángel caído del cielo.
Su naturalidad al tocarla le hizo creer que era alguien con experiencia con las mujeres, al igual que Edgar. No obstante, su amabilidad no la incomodaba ni la ponía nerviosa, aun cuando le resultaba atractivo.
—Por favor, espere un momento, milord. —Se oyó la voz alarmada del ama de llaves—. Si tiene asuntos con la señorita Carlton, le avisaré enseguida, así que si pudiera esperar…
—No es necesario ser tan estricta. Estoy en buenos términos con la familia.
Es Edgar. ¿Qué diablos hace aquí? Ah, esto es malo.
Si los veía así, Lloyd estaría en peligro, no le gustaba que los hombres se acercaran a ella.
No es como si estuviera celoso, después de todo, él tenía la apariencia y el título nobiliario que le permitía elegir a cualquier mujer. La trataba bien, a pesar de que no era muy guapa o una noble, porque se divertía haciéndole creer que tenía alguna oportunidad.
Soltó las manos de Lloyd, y salió tan apresurada del salón al pasillo que casi choca con Edgar.
—Hola, Lydia. Estaba por la zona y quería ver tu cara, así que vine de visita. —Se quitó el sombrero y, como siempre, la atrajo hacia él y le besó la mano.
—Edgar, ¿no podrías esperar a que el ama de llaves te anunciara? —Se apartó y cerró la puerta del salón a toda prisa.
—Ah, pero ¿no tengo permiso de ir y venir con total libertad?
—¿Cuándo y quién te lo permitió?
—Tu padre. Cuando le pregunté sobre gemología, me dio permiso para usar su estudio cuando quisiera. Por eso he venido a verte, y, de paso, a perdirle prestado uno de sus libros.
Su padre, un profesor universitario absorto en su trabajo, pensaba mal de cómo Edgar coqueteaba medio en broma con su hija, pero tan pronto como mostró el más mínimo interés por sus estudios, lo trató con amabilidad como a uno de sus estudiantes. Le había advertido que tuviera cuidado con Edgar, pero a su vez le dio permiso de entrar en su casa con total libertad.
—Papá no está aquí. Lo sabías y aun así has venido. No es algo que haría un caballero.
—También estás siendo despreocupada al permitir entrar a un extraño. —Echó un vistazo a la puerta que acababa de cerrar.
¡Por el amor de Dios, es como un halcón!
—El señor Lloyd se sentía mal y estaba sentado frente a la casa.
—Ah, ya veo. Así que es un hombre enfermo… Seguro que no le susurraría a una chica que no conoce que es un ángel y le cogería la mano.
¿Qué? ¿También viste eso?
—Tú haces lo mismo…
—¿Así que de verdad te cogió de la mano…? Bueno, ahora sí debo saludarlo.
—¡No, espera, Edgar!
La ignoró, abrió la puerta que conducía al salón y entró.
—Ah, señor Lloyd, este es el conde Ashenbert —lo presentó Lydia.
—Milord, es un honor conocerlo. —Asombrado, hizo una torpe reverencia. De alguna manera, había logrado ponerse de pie.
—Por favor, siéntete cómodo. Escuché que no te estabas sintiendo bien. —Sonrió con fingida inocencia.
—Discúlpeme, no sabía que iba a tener visita… —murmuró Lloyd.
—No se preocupe, señor Lloyd. El conde no avisó que vendría —intervino Lydia, compadeciéndose de él.
—Dios, aprecio mucho que tengamos una relación en la que no necesitemos avisar y podamos hacernos visitas casuales —comentó para afirmar que tenía una relación especial con Lydia. Con una mirada penetrante, se acercó a Lloyd—. ¿Cómo se siente?
—M-Me siento mucho mejor. Todo es gracias a la señorita Carlton. De verdad es una dama maravillosa —le sonrió a Lydia, sin percatarse de la mirada de Edgar.
Es un poco tonto, ¿no? ¿No se da cuenta de que Edgar está enfadado?
—¿Su residencia se encuentra cerca de aquí? Si gusta, puedo ofrecerle mi carruaje. —Lo despidió con sutileza.
Sin esperar su respuesta, llamó al joven de piel morena, quien apareció de inmediato, asintió a lo que su maestro le susurró al oído y se acercó a Lloyd.
—Lo llevaré a casa.
—¿Perdón? S-Si pudiera descansar un poco más…
—Lo llevaré a casa —repitió el sirviente.
—A-Ah, e-en ese caso, está bien.
Poseído por la leanan sídhe, se encontraba bajo la influencia de la magia de las hadas, por lo que era posible que percibiera la malicia silenciosa que provenía del joven sirviente.
Aunque era única y absolutamente leal a Edgar, apenas podía comprender los sentimientos humanos. Por esa razón, si alguien se convertía en un estorbo para su maestro, no dudaría en mostrarse hostil. Y aunque comenzaba a entender que no podía ser imprudente y lastimar a los demás a su antojo, Lydia se preocupó.
Lloyd, que no se había inmutado ante el sarcasmo de Edgar, se estremeció cuando Raven le tocó el hombro, se veía asustado.
Edgar observó cómo Lloyd era escoltado y sonrió con satisfacción.
♦ ♦ ♦
—El señor Lloyd es un empleado de la tienda de tabaco en Kingsway. NEs el hombre que se está acercando a la señorita Norma de la familia Browser —informó Raven.
Edgar frunció el ceño.
Cuando oyó el nombre de Lloyd en casa de Lydia, tuvo un mal presentimiento al recordar la historia que le había contado Browser el otro día.
Norma también se acercó a Lloyd cuando este estaba agachado frente a su casa porque no se sentía bien.
Los Carlton no eran ricos, pero desde el punto de vista general de la sociedad, vivían bien. Para ese hombre, que pretendía casarse con la hija de una familia adinerada, existía la posibilidad de que Lydia se convirtiera en su siguiente objetivo si fracasaba con la hija de Browser.
—Menos mal que pasé por su casa. Ese deseo de querer verla debía ser porque intuía el peligro que corría.
—Claro… —respondió Raven con una mirada indiferente.
El joven sabía que, en comparación con el «enfermo» Lloyd, Edgar era en realidad el visitante más peligroso.
Incluso el ama de llaves no paró de comprobar que todo estuviera bien en el salón mientras conversaba alegremente con Lydia.
—Raven, ¿te aseguraste de decirle a Lloyd que Lydia ya tiene a un hombre como yo?
—Sí.
—Solo para estar seguros, hay que advertirle a Lydia que no se involucre con él.
—¿Se lo digo yo?
—Si se lo dijera yo, sonaría como si estuviera celoso.
—Eso parece.
Aunque sus emociones eran inmaduras, en ocasiones sí que era avispado.
—Raven, parece que aún no puedes diferenciar los celos del amor profundo que siento por querer lo mejor para ella.
El joven no fue capaz de distinguir cuál era el sofisma [2] de su maestro.
♦ ♦ ♦
Al día siguiente, Lydia acudió a trabajar a la casa del conde y al enterarse de que Edgar estaba ausente, pensó que podría pasar una mañana tranquila.
Cuando él estaba allí, no podía avanzar en su trabajo. Si tenía la agenda libre, ella se convertía en su compañera de juegos.
Por supuesto, no era consciente de que Edgar vaciaba su agenda para pasar tiempo con ella.
—Raven, ayer llevaste al señor Lloyd a casa, ¿cierto? ¿Podrías decirme dónde se ubica? —le preguntó cuando el chico le llevó un té.
Estaba preocupada; el hombre seguía poseído por la leanan sídhe, además, estaba segura de que Raven lo había amenazado por órdenes de Edgar. Por eso Lloyd no fue a verla.
—No puedo decírselo —respondió con tono áspero.
Así que también le ordenó esto.
—¿Por qué? Es alguien a quien estoy ayudando.
—Creo que es mejor no involucrarse con él. Hay rumores desagradables sobre él con algunas mujeres.
Tenía una apariencia y un aura que atraería a las mujeres, pero…
—¿Tu maestro tiene derecho a juzgar rumores como este? Además, no es como si me interesara de esa manera, solo me preocupa como doctora de hadas porque está poseído.
—Lord Edgar solo desea que la señorita Carlton no salga herida. Siente un profundo amor por usted.
Su respuesta fue tan majestuosa que dedujo que Edgar le había enseñado a camuflar la verdad con una mentira. Eso la puso furiosa.
—¿Qué amor profundo puede sentir ese hombre? ¡Además, que no te haya llevado con él, ahora, demuestra que está jugando con alguna mujer!
Debió haber acertado, porque Raven guardó silencio durante unos segundos.
—Estaba ocupado. —Fingió ignorancia.
¿Ocupado? Pero si eres su ayudante.
—¿Por qué le disgusta tanto que esté con otros hombres? ¡No soy su posesión!
—Si me disculpa… —El joven se retiró. Quizás estaba siendo cauteloso para no delatar más la incongruencia en su historia.
Así que está con una mujer.
Lydia se enfureció aún más.
Lloyd es un pobre hombre que ha sido hechizado por un hada. ¡No puedo dejar que Edgar se interponga en mi camino!
Su entusiasmo debió haber funcionado, porque Lloyd la visitó en su casa después del trabajo.
—Ah, señorita Carlton, fue tal y como dijo. ¡Apareció un hada! —gritó en cuanto la vio. Parecía desesperado y angustiado.
—Ah, por favor, cálmese. Hablemos dentro. Entre. —Lo invitó a pasar al salón, intentando tranquilizarlo. Caminaba con más firmeza, pero seguía pálido y cansado—. Ah, sí, siento lo de la última vez. ¿El sirviente del conde Ashenbert lo amenazó?
No parecía estar asustado en absoluto. De hecho, ladeó la cabeza como si se hubiera olvidado de eso.
—Ah, sí, cierto, cierto. Me dijo que: si la engañaba, me convertiría en un animal disecado y me exhibirían en el Museo Británico. Tiene un buen sentido del humor.
¿Sentido del humor? Estoy segura de que hablaba en serio.
—El conde debe sentir algo especial por usted, pero no debería estar celoso de mí solo porque lo traté con frialdad. —Su tono no sonó sarcástico, así que o era atrevido o insensible.
Si Edgar lo escuchara, sin duda lo disecaría.
Pero no importaba, ella era la única en la que Lloyd podía confiar después de enterarse de que estaba poseído por un hada. No tenía tiempo para preocuparse por las amenazas del conde.
—Más importante aún, señorita Carlton, ¡el hada! Ayer intenté no dormir, pero volvió a aparecer. Aunque me escondí en el armario, atravesó la puerta. ¿Qué debo hacer? —preguntó sin siquiera sentarse en una silla.
—Lo he meditado y lo mejor para alejar a la leanan sídhe sería casarse. Recuerdo que dijiste que eras soltero.
—Sí, pero… ¿casarse? —Había confusión en sus ojos suplicantes.
A pesar de que no había otra opción, Lydia suspiró pensando en ello. No era algo sencillo.
—¿No hay otra manera?
—Existen casos en los que las leanan sídhe se han interesado en otro hombre, pero estoy segura de que no podemos esperar a que eso ocurra. Lo que está claro es que solo se apegan a los solteros.
Lloyd se desplomó en la silla y reflexionó.
—El mayor problema sería encontrar una candidata.
—En realidad, estoy enamorado de una mujer. Sin embargo, su familia no aprobarán nuestro matrimonio…
—Cielos, ¿por qué?
—Porque somos de clases sociales diferentes. Ella es de una familia de alta cuna y yo no puedo compararme con eso… —Levantó la cabeza y continuó—: Pero ella es una persona maravillosa. Me correspondió desde el principio sin importarle mi estatus, e incluso dijo que se fugaría conmigo si sus padres se oponían.
Al escuchar la palabra «fugarse», Lydia recordó la historia del libro que leyó. Aunque era un problema ajeno, era emocionante. Por supuesto, no podía recomendarlo solo porque fuera romántico, sino porque su vida también dependía de ello.
—Señor Lloyd, solo desea casarse con ella, ¿cierto?
—Por supuesto. Aunque sea para salvarme, no podría imaginar casarme con nadie más.
Qué amor tan leal, pensó Lydia.
Estaba indignada, Edgar había hecho que Raven le mintiera, diciendo que Lloyd era un hombre malo.
—En ese caso, no hay nada que meditar, ¿no?
Lloyd reflexionó al respecto. Respiró hondo.
—No es que no confíe en sus sentimientos, sino que es una soñadora, como si estuviera enamorada del amor. Cuando surgió el tema de fugarse, fue como si fuera la heroína de una novela romántica. Pero, en realidad, hay más de 500 kilómetros hasta Gretna Green [3]. Además, no es nada elegante viajar en carruaje durante tanto tiempo. También me preocupa que pueda renunciar a medio camino…
¿Viajar en carruaje 500 kilómetros?, Lydia reflexionó sobre los pasos a seguir para fugarse.
Si una chica que creció con cariño en una buena familia considerara como el último recurso fugarse, era obvio que no conocía el proceso y lo viera solo como una travesía romántica.
—Hmm, ¿dónde queda Gretna Green?
—¿Qué? Ah, en Escocia. Es un pueblecito cerca de la frontera entre Escocia e Inglaterra.
Ya veo. Está muy lejos.
—¿Es su ciudad natal?
—No, nací en Londres.
—¿Qué? Entonces, ¿por qué ir a un lugar tan lejano? Si tuvieran su boda en secreto, nada podría separarlos.
Una boda a la fuga no estaba bien, pero si era legal, no dañaría el honor de la mujer. Más bien, era más deshonroso que una mujer viviera con un hombre sin casarse o que se anulara el casamiento.
Eso significaba que, si lograban casarse, incluso los padres tendrían que reconocerlo.
Lloyd agachó la cabeza, como si le preocupara el comentario de Lydia.
—Señorita Carlton, ¿llegó hace poco a Londres?
—De hecho, sí. He vivido en Escocia toda mi vida.
—En Inglaterra, solo se reconoce como marido y mujer a quienes han celebrado la correcta ceremonia en la iglesia cristiana. No obstante, las leyes son diferentes en Escocia, así que incluso si no es una boda por la iglesia, el matrimonio se legalizará siempre y cuando la pareja tenga dos testigos. Eso significa que, si no tienen tiempo para realizar todos los trámites adecuados, o no quieren que nadie interfiera y desean convertirse en cónyuges oficialmente, el único lugar para organizar la ceremonia es Escocia.
Ya veo, desconocía los derechos matrimoniales de Inglaterra.
A pesar de que Inglaterra y Escocia estaban bajo el dominio de Gran Bretaña, eran países con sus propias leyes.
—Gretna Green es un lugar donde puedes casarte nada más cruzar la frontera, por lo que para los británicos es el paraíso de las bodas a la fuga.
—Comprendo. Pero creo que sería más rápido ir en tren que en carruaje.
—En su libro favorito viajan en carruaje. Ella lo quiere así. Y si vamos a hacerlo, quiero cumplir su sueño.
Debe quererla mucho, pensó, y asintió como si simpatizara con él.
—Si lo habéis discutido tan minuciosamente, entonces, todo lo que tiene que hacer es decidirse a hacerlo. Aunque ella sueñe con una historia, si está dispuesta a fugarse, creo que va en serio.
—¿Eso cree?
—En cualquier caso, ¿por qué no intenta hablar con ella una vez más?
Lloyd la miró ansioso, con la espalda encorvada. Al cabo de poco, se puso derecho.
—Tiene razón… No sirve de nada darle vueltas al asunto. Iré a hablar con ella.
—Ah, cuando discutan sobre la fuga, asegúrense de hacerlo cuando todavía haya luz. Será problemático si la leanan sídhe descubre que intenta alejarla.
Lloyd observó con nerviosismo la habitación.
—Está bien. Ahora mismo no está aquí. Sin embargo, normalmente estará cerca de usted. Aparece al atardecer o en la noche. También tenga cuidado en los oscuros días de lluvia.
—Muchísimas gracias. Es una persona amable, de verdad. No sé cómo puedo agradecérselo —Sonrió con impotencia.
Él era el tipo de persona a la que uno no podía evitar ayudar. Aunque era un hombre, era lindo.
Lydia tenía una buena impresión de él.
—Hmm, sé que me ha ayudado mucho hasta ahora, pero ¿puedo pedirle otro favor?
—Claro, ¿de qué se trata?
—Me gustaría tomar prestado su nombre. Quiero enviarle una carta para reunirme con ella, pero con mi nombre, no llegará a sus manos.
Eso era bastante fácil para ella. Accedió sin vacilar y lo animó. Tras adoptar una nueva resolución, Lloyd se retiró con fuerzas renovadas.
♦ ♦ ♦
El señor Browser observó con satisfacción cómo su introvertida hija, Norma, salía contenta acompañada del conde Ashenbert. Parecía que por fin había entendido que solo un hombre de la aristocracia se prestaría a su (único) pasatiempo, la equitación. Estaba seguro de que con Lloyd nunca había montado a caballo.
A sus ojos, Norma estaba sucumbiendo al encanto del conde. Él era mucho más adecuado para su hija que un hombre codicioso como Lloyd.
—Me pregunto qué piensa el conde de Norma. ¿Te has enterado de algo? —preguntó a la institutriz de su hija.
—La considera una joven pura y honesta.
—¿Eso significa que tenemos una oportunidad?
—Eduqué a la señorita, cualquier caballero estaría complacido con ella —respondió orgullosa.
Claro, es cierto, pensó Browser.
—Sin embargo, el conde tiene muchas conocidas.
—Son solo amigas. No parece que haya ninguna que le haga considerar el matrimonio. —La institutriz de pronto pausó su discurso y bajó la voz—. Aunque he oído que está cortejando a una joven de la misma edad que milady.
—¿Estás segura?
—Es solo un rumor, pero se trata de la hija de un profesor al que el conde admira mucho. Incluso la mencionaron en la prensa rosa como su verdadero amor. No pertenece a la alta sociedad, así que no creo que vaya en serio.
Browser se preocupó por el hecho de que tuviera la misma edad que Norma.
El conde Ashenbert había regresado hace poco a Inglaterra, y como había vivido en el extranjero durante mucho tiempo, no parecía priorizar los antecedentes familiares de su pareja. Y, si era la hija de una familia con la que tenía lazos, entonces, no había diferencia en su clase social que impidiera el matrimonio.
—¿Cómo se llama esa mujer?
—Creo que era la señorita Carlton.
Browser posó su mirada en la mesa junto a él.
Todas las cartas dirigidas a Norma pasaban primero por él, para bloquear las de Lloyd. En una de ellas, había un remitente desconocido. Sin embargo, como parecía ser el nombre de una mujer, pensó que era una nueva amiga de Norma.
Cogió la carta una vez más. El remitente era Lydia Carlton.
No dudó en abrirla y leer el contenido. Lloyd le pedía a Norma que se reuniera con él.
—¿Qué significa esto?
¿Que intenciones tenía Lloyd al acercarse a la chica que conocía el conde?
Sería estupendo que renunciara a Norma y se fugara con Lydia Carlton, —reflexionó y se dispuso a romper la carta, entonces le vino un mejor idea—: Quizás esto pueda ser útil. Iré al lugar de encuentro y lo veré.
♦ ♦ ♦
Lloyd no tardó en acudir a la residencia de Lydia para informarle que Norma estaba de acuerdo con su plan de fugarse.
Lydia estaba convencida de que su carta había llegado sin problemas. Y de que el hada pronto dejaría de drenar la fuerza vital del hombre.
Suspiró aliviada al saber que partirían la siguiente noche. Todo lo que quedaba era observar y esperar que tuvieran éxito.
Decidida a colaborar, se coló en el estudio de Edgar para buscar la novela romántica y obtener información que pudiera ayudar con la fuga.
Mientras buscaba entre las estanterías, divisó una cubierta azul conocida. Cuando la tocó, se sintió aliviada, pero tan pronto como retiró el libro, todos los demás que estaban en el mismo estante cayeron como una avalancha.
—¡Aah! —Saltó hacia atrás sorprendida.
—Bienvenida a mi estudio —dijo Edgar.
—Ugh, lo siento mucho… —tartamudeó al ser descubierta—. Y-Yo apenas lo toqué. Hmm, no pude evitarlo, la puerta estaba entreabierta…
—Tú eres siempre bienvenida a entrar en mi estudio… o en mi dormitorio. —Se acercó y sonrió al ver el libro que tenía en las manos—. Había una trampa, para que cuando sacaras el libro, el resto cayera a la vez.
¿Qué?
—¿Con qué propósito…?
—En caso de que te interesara fugarte. Creí que querrías saber qué pasa en el resto de la historia.
—¿Q-Qué dices?
—Así, si oía un fuerte alboroto, podría llegar a la escena del crimen de inmediato y atraparte.
¿Atraparme? ¿Como a un pájaro en una jaula?, retrocedió, pero él la acorraló contra la estantería.
—¿A quién vas a elegir como compañero de fuga? —preguntó con voz grave y seductora mientras jugaba con el cabello castaño rojizo de Lydia, enredándolo entre sus dedos—. Me lo tienes que decir o no te prestaré el libro.
—No me interesa fugarme. Un amigo… Sí, mi amigo está pensando hacerlo, así que creí que debía conocer el proceso para poder ayudarlo.
—No te habrás reunido con Lloyd de nuevo, ¿verdad? —cuestionó con un gesto severo.
¿Por qué lo sabe?
—No es de tu incumbencia. He decidido que voy a celebrar su matrimonio. Así es, el señor Lloyd ama a una mujer con la que está considerando casarse. Antes lo criticaste, pero no es tan mala persona.
—Lydia, la mayoría de las mujeres bajan la guardia ante un hombre que afirma tener una amante. No puedes caer en la trampa de quien asegura que no le va bien en su relación e intenta quedarse a solas contigo para pedirte consejo.
—E-Eso es algo que solo se le ocurriría a alguien como tú.
—Eres demasiado bondadosa y amable con los demás. Me preocupa que te engañe un hombre malo.
No existe ningún hombre más malo que tú.
—Mírate. ¿Por qué no dejas de engañar a jóvenes?
—No estoy engañando a nadie.
—Vale, entonces, el acuerdo matrimonial entre la chica con la que sales desde hace tiempo debe ir bien. Enhorabuena. —Pasó de largo junto a él.
—Espera. —La agarró del brazo con una expresión preocupada en el rostro—. No sé de quién te lo dijo, pero no existe ningún acuerdo matrimonial entre nosotros.
—Las sirvientas rumorean al respecto. Un caballero vino con un dote generoso y te pidió que te casaras con su hija, ¿no es así? Por eso la has estado visitando todos los días.
—Te equivocas, solo me pidieron que animara a la hija de un conocido. Ya les dije que hay alguien por quien albergo sentimientos serios…
—Ah, no sabía que tenías a alguien así.
—Lydia. —Pareció afligido.
—Ahora recuerdo, decirle a una dama que tienes una amante es solo un paso para tratar de conquistarla, ¿no? Así que buena suerte —concluyó con aire victorioso.
Lydia, a quien siempre criticaban y menospreciaban, se alegró de por fin lograr refutar a Edgar.
Salió del estudio renovada, cerrando la puerta con fuerza. Pero una vez regresó a su despacho, de repente sintió que su ira iba en aumento.
De verdad que es un mujeriego. Me pregunto: ¿si es un auténtico acuerdo matrimonial?
No sería extraño que un conde tuviera incontables arreglos matrimoniales. Y sin importar qué clase de dulces palabras él le soltara, ella no creía poder vencer a la hija de un aristócrata. Eso la entristeció, así que se apresuró a abrir el libro y leer sobre la fuga:
『En una brillante noche de luna, ambos se escabulleron de sus casas y se encontraron. A partir de ahí, empezó su larga huida.
El carruaje de cuatro caballos galopaba por las calles de la ciudad.
—¿Cuántos kilómetros más faltan para llegar a Escocia?
Los perseguidores se acercaban sigilosamente por detrás.』
♦ ♦ ♦
—Es increíble lo bondadosa que es Lydia para querer ayudar en una fuga —murmuró Nico mientras se colaba por la cerca.
Caminaba a cuatro patas, fingiendo ser un felino. Pasó junto a una calle angosta hacia el edificio de color ladrillo.
Se aseguró de que nadie lo viera trepando al alféizar de una ventana de la mansión donde vivía la amante de Lloyd.
—Partir esta noche es demasiado repentino.
Lloyd esperaría a que saliera la luna para marcharse, y prometió reunirse con ella en un lugar a las afueras de Londres para evitar que alguien se percatara. También le pidió a Lydia que lo acompañara hasta allí.
Al parecer lo estaban vigilando, por lo que, si abordaba un carro para salir de Londres solo, existía la posibilidad de que descubrieran su plan al instante. En cambio, si Lydia lo acompañaba, nadie se imaginaría que trataba de fugarse con la señorita Norma.
Y Nico debía asegurarse de que Norma lograra escabullirse sin que nadie la viera. Como si fuera tan fácil.
¿Cómo podría ayudar?, pensó para sí mismo. Lo único que podía hacer era desear que esa chica no lo estropeara.
—Demonios, no quiero hacer esto.
Echó un vistazo en la sala de donde procedía una luz. Debía estar celebrándose una especie de banquete, puesto que había una gran multitud conversando entre sí. De entre las señoritas, pudo determinar enseguida quién era Norma.
Era una joven sencilla que escuchaba y respondía con timidez. Iba vestida de forma extravagante; parecía no encajar con esas personas y ese fastuoso lugar.
Incluso los jóvenes invitados la ignoraban a la hija, quizás porque no destacaba. Tal vez por eso Lloyd la había atraído.
Permaneció sentada en una silla, sin atisbo alguno de querer salir de allí. Si no se iba pronto, no llegaría a tiempo.
—¿Eh? —Nico advirtió al joven rubio que se acercó a la chica y se apoyó contra la ventana—. ¿No es ese el conde?
Con su compostura y su sonrisa perfecta, se inclinó hacia la chica y le susurró algo al oído. Era un libertino que aprovechaba su popularidad en la alta sociedad londinense.
Esta casa también pertenece a la clase alta, es normal que lo invitaran al baile.
Sin embargo, si estaba interesado en Norma y la estaba siguiendo, ella no podría escapar.
—Ay, no, esto es malo.
Nico dio la vuelta a la terraza y se coló por una ventana abierta. Cuando estaba a punto de dirigirse al salón, escuchó una voz procedente de otra habitación:
—Milord, entonces, ¿el señor Lloyd prometió no aparecer nunca más ante la señorita?
—Quién sabe. Se quedó callado, pero debe haberlo entendido.
Ese debía ser el señor de la casa, Browser. La mujer no era una sirviente, sino la institutriz de su hija.
—Aunque se sorprendió cuando aparecí en la ubicación secreta donde se suponía que se iba a encontrar con Norma.
¿Qué? —Nico ladeó la cabeza, confundido—. ¿Este anciano leyó la carta que era para Norma?
—Le dije que Norma me mostró la carta. Y también que ha recibido una propuesta estupenda y está enamorada de su pretendiente, el conde Ashenbert, y que hace tiempo que se olvidó de él.
—¿Se lo creyó?
—Le dejé ver a Norma de lejos. Fue cuando el conde la invitó a montar a caballo en Rotten Row [4]. Al presenciar cómo ambos se divertían, debió haberse dado cuenta de que su corazón ya no le pertenecía.
Espera un momento. ¿Lloyd no le prometió a Norma fugarse esta noche?
—Es un alivio escuchar eso. Además, se acercó a la señorita por su fortuna. No persistiría cuando descubriera que ya no tiene ninguna oportunidad.
¿Por su fortuna? Nico paró la oreja para escuchar con atención.
—Dios mío, he oído durante siglos que existen estafadores que engañan a jóvenes ricas para que escapen y casarse. De esa manera, consiguen vivir con extravagancia gracias a su fortuna, pero nunca imaginé que mi propia hija se convertiría en un objetivo.
—¿Recuerda a la jovencita de la que se rumoreó que tenía una relación con el conde? Al parecer el señor Lloyd también se está acercando a ella.
—Ese no es mi asunto. No tiene nada que ver conmigo con quién huya ese hombre —declaró con indiferencia Browser, curvando ligeramente las comisuras de sus labios.
Eso… Ay, no, ¿esa es Lydia? Hmm.
Nico se paró sobre sus dos patas traseras y se cruzó de brazos, reflexionando al respecto.
Lloyd le contó a Lydia que Norma había aceptado fugarse. Entonces, si le mintió, eso significaba que planeaba casarse con Lydia para salvarse de la leanan sídhe.
Lydia no poseía una fortuna como la de la familia Browser, pero para Lloyd, su vida era más importante que heredar una fortuna.
—Es cierto, parecía del tipo que se tomaba confianzas con las mujeres. Una vez Norma quedó fuera de escena, se fijó en Lydia, que se mostró amable con él. ¡No debería estar tan tranquilo ahora mismo!
Cuando estaba a punto de salir corriendo de la sombra de la puerta, una de las sirvientas de la cocina lo agarró de repente por la nuca.
—Por fin te encuentro, alimaña. ¿Cómo te atreves a voltear el pudín que tanto me costó preparar?
La mujer comenzó a alejarse con Nico colgando de la nuca.
—¡No, no he sido yo! —Forcejeó, moviendo las piernas, pero la criada no lo soltó—. ¡No soy un gato! ¡Suéltame! ¡Me estás alborotando el pelaje!
Aunque gritara con todas sus fuerzas, a la doncella solo le parecía que maullaba a todo pulmón.
—Dios, debería lanzarte al lavadero.
—No, para.
Nico examinó la zona en busca de una salida. Entonces sus ojos se detuvieron en Edgar, que se encontraba en el rellano de la escalera. Alejado del salón y a solas con Norma, parecía estar en pleno coqueteo.
Susurró algo al oído de la joven y esta se ruborizó cuando tomó sus manos.
—¡Oye, conde, ven aquí y ayúdame!
Edgar desvió la mirada hacia Nico y la criada. Sin embargo, lo ignoró y volvió a centrarse en la chica. Incluso le puso la mano en los hombros de forma casual.
—Ah, vale, así que las mujeres son más importantes. Tú, canalla, mujeriego. ¡No te importa en absoluto lo que le pase a Lydia!
—Disculpe, señorita. —Edgar detuvo a la sirvienta—. Ese gato es una mascota que traje conmigo. ¿Hay algún problema?
Se sintió humillado y asqueado ante la palabra «mascota». No obstante, al ver que la mujer lo soltaba y se retiraba tras excusarse tímidamente, el disgusto que sentía en el pecho se aquietó un poco.
—Nico. —Edgar lo agarró enseguida por la nuca—. ¿Le pasó algo a Lydia?
—Oye, no me cojas —protestó Nico.
—¿Cómo está Lydia?
Ese conde ególatra no cedería. Por lo que no tuvo más remedio que permanecer colgando de la nuca como un gato.
—Lloyd le contó a Lydia que él y la hija de esta casa prometieron fugarse esta noche y le pidió ayuda. Ese hombre está poseído por un hada y morirá a menos que la aleje casándose con alguien. Por eso Lydia está siendo blanda con él. En este momento, ambos se dirigen al lugar donde se iba a encontrar con la señorita Norma en las afueras de Londres.
—¿Fugarse ahora? Ella está aquí y no parece estar preparándose para partir. Además, el baile está a punto de empezar.
—Lloyd está engañando a Lydia. Como descubrió que no podía casarse con esa chica, debe estar planeando llevarse a Lydia y obligarla a acceder a ese matrimonio…
Edgar lo arrojó a un lado, se disculpó ante la atónita Norma y se apresuró al vestíbulo. Nico se levantó y corrió tras él.
♦ ♦ ♦
El carruaje en el que iban Lydia y Lloyd dejó atrás los edificios londinenses y se adentró en un camino de tierra arbolado. En medio de los pequeños árboles, la blanca luna llena ascendía por el cielo. Comenzaba a oscurecer.
Lydia contempló la luna con una extraña sensación que le recordaba a la escena de la fuga de la novela.
Para Norma este sería el viaje romántico con el que soñaba.
—Espero que haya logrado escabullirse sin problemas.
Durante todo el trayecto, Lloyd se veía nervioso. Estaba sentado en silencio con los ojos fijos en el paisaje fuera de la ventana.
El punto de encuentro era en un camino pintoresco con dos árboles grandes juntos. Era un lugar que también se mencionaba en la novela.
Lydia planeaba observar su partida y volver a Londres.
—Señor Lloyd, ¿se siente bien?
—Sí, gracias. Pero el hada sigue cerca de mí, ¿cierto?
—No ha entrado en el carruaje… —susurró Lydia—. Sin embargo, si se enterara de la fuga, podría intentar interferir, así que, aunque se encuentre con la señorita Norma, no debe hablar de ello.
El hombre asintió, pero entonces se la quedó mirando con tristeza.
—Señorita Lydia, hay algo por lo que debo disculparme con usted.
—¿Por qué?
—A decir verdad, Norma no va a venir…
—No entiendo, ¿qué pasó? —Se inclinó hacia adelante, sorprendida.
—Debe ser feliz con el hombre que se merece. Por eso tengo que renunciar a ella.
—Pero no podrá alejar a la leanan sídhe.
—Lo sé y me da igual. Mientras ella sea feliz. —En su expresión pudo notar su firme determinación.
Si pensaba eso, ¿por qué me pidió ayuda con esta huida?
—Tengo un favor que pedirle. —Se acercó a ella y la sujetó del brazo—. Señorita Lydia, por favor, renuncie a su noviazgo con el conde Ashenbert.
—¿Qué? ¿Q-Qué estás…?
—Se ha establecido un acuerdo matrimonial entre Norma y el conde, y ella parece haber desarrollado sentimientos hacia él. Se veían felices mientras se divertían montando a caballo juntos. Lucía mucho más feliz que cuando estaba conmigo.
Dios mío, ¿la mujer que Edgar ha estado viendo es la señorita Browser?
—El señor Browser puede creer que voy tras su fortuna, pero mis sentimientos son auténticos. Quería que supiera eso, pero él me dijo que, por el bien de Norma, no debía separarla del conde.
—Y-Yo no… No hay nada entre Edgar y yo.
—Lo sé. El conde parecía solo estar molestándola. Por eso, lo que planeo hacer, no debería lastimarla tanto. De todos modos, mientras el conde pierda el interés en usted, existe la posibilidad de que el acuerdo con Norma funcione, ¿cierto?
Lydia había creído que Edgar solo estaba divirtiéndose coqueteando con ella.
—¿Qué piensa hacer conmigo? —preguntó tras respirar hondo para calmarse.
—Por favor, acompáñeme solo un rato más. Solo eso. No tengo intención de herirla de ninguna manera.
Parece que planeó una fuga falsa.
Si la familia Browser le ofreció un acuerdo a Edgar, y le informaban que Lydia se fugó, creería que Lloyd había cambiado de objetivo.
Era lógico que los sentimientos de alguien con el título de conde desaparecieran al averiguar que la mujer, que le interesaba, intentó fugarse con otro hombre.
Sí, Edgar se rendiría.
Renunciaría a una chica que no hizo caso a sus advertencias, fue amigable con un hombre que iba tras la fortuna de otros y se interesó en fugarse para casarse.
Sin embargo, Lloyd no buscaba su dinero. Era puro y sincero, la situación era desafortunada para Lydia. No, nada de eso, Edgar solo perdería el interés en ella. Eso era todo.
—La dejaré en el próximo pueblo. Puede regresar a Londres en tren.
De esa manera no se esparcirían rumores denigrantes sobre una fuga infructuosa. Y llegaría a oídos de Edgar como una simple escapada secreta que duró unas horas. Si resultaba así, Lloyd pensaba que no lastimaría los sentimientos de Lydia.
Es cierto. A quién le importa si Edgar cambia de actitud. Solo confirma que es un hombre frívolo y canalla.
Lydia lo analizó e intentó desviar su atención de la punzada que sentía en el pecho.
No se arrepentía de nada y como no pudo ayudarlo como doctora de hadas, no le importaba echarle una mano en hacer que el señor Browser comprendiera que sus sentimientos eran serios y sinceros.
—¿Qué ocurre…?
—¿Qué?
—Ah, no. Ugh, señorita Lydia, por favor, no llore.
¿Estoy llorando? Lydia se puso nerviosa y se tocó los ojos.
—Ah, no, ¿hay alguien en Londres a quien ama? No…, debe ser el conde, ¿cierto? Lo quiere de verdad…
—No, no es así —explicó, porque no sabía por qué se sentía tan afligida—. Es imposible que eso pase.
—Lo siento, no tenía intención de lastimarla. —Lloyd agachó la cabeza, alarmado y confundido. Luego, la levantó de nuevo—. Debemos volver. Me equivoqué al involucrarla.
—No, e-estoy bien. Por favor, sigue adelante…
El carruaje se sacudió con violencia.
Oyeron el relincho de unos caballos y sus cuerpos se zarandearon en los asientos. El hombro de Lydia impactó contra la pared y, mientras intentaba soportar el dolor, sintió que el vehículo se detenía poco a poco.
—¿Q-Qué ha pasado…? —preguntó cuando logró ponerse de pie.
Más allá de la mirilla, el conductor estaba inconsciente en su asiento.
Lo único que veía en el exterior eran los árboles iluminados por la luz de la luna y la sombra de un caballo con montura que no formaba parte del grupo del carruaje.
Era posible que chocaran con alguien, ya que se estaban aproximando a un cruce y no parecía haber nadie tendido en la carretera.
Cuando se giró para mirar a Lloyd, la ventana de cristal se rompió. Un brazo rodeó el cuello de Lloyd, inmovilizándolo contra la pared.
La puerta del otro lado del carruaje se abrió de golpe y Lydia fue arrastrada al exterior.
—¡No, suéltame! ¡Ladrón! ¡No tenemos dinero! —gritó sin parar.
—Lydia, soy yo.
Era una voz suave y familiar. Cuando levantó la mirada, unos ojos de color malva ceniza la observaban de cerca.
—¿Edgar…?
—Me alegro mucho de haber llegado a tiempo. No sabía qué hacer si no te alcanzaba —declaró y la abrazó. Le acarició el pelo como si se sintiera aliviado.
Eso solo confirmó que su suposición de que él podría cambiar de actitud era solo su imaginación.
—¿Tenías miedo? Todo está bien ahora. Me aseguraré de que pague con creces. —La abrazó—. Raven, sácalo.
Su leal sirviente sacó con brusquedad a Lloyd del carruaje. Al verlo salir a trompicones, Lydia intentó acercarse a ayudarlo, pero los brazos de Edgar la retuvieron.
—Por favor, no seas duro con el señor Lloyd.
—Intentó secuestrarte.
—¿Secuestrarme? ¿No te contaron que me fugué…?
—Nunca le abrirías tu corazón a otro hombre que no fuera yo.
Ni siquiera te lo he abierto a ti.
—Sea lo que sea, había circunstancias apremiantes.
—Trató de deshonrar a mi querida dama. Nunca lo perdonaré.
Edgar no cedía ni un ápice al respecto; estaba furioso. Lydia se rebeló ante su ira.
—¡Todo esto sucedió porque intentaste seducir a su amante, sabes!
—Nunca la seduje. Lord Browser me lo pidió para que la señorita Norma se interesara en un caballero de verdad.
Aun así, seguro se divirtió aprovechándose de la farsa.
—Por eso, lord Browser pensó que un acuerdo entre tú y la señorita Norma tendría éxito. En consecuencia, el señor Lloyd conspiró para que te desinteresaras en mí.
—¿Qué?
Lydia quería calmar a Edgar, pero su comentario rencoroso pareció avivar aún más la llama.
—¿Así que intentó deshonrar a mi amante y separarla de mí? Ese maldito zorro… Nunca acepté ningún acuerdo y, aun así, ¡estaba conspirando con Lloyd!
—Como he dicho, te equivocas…
—Si cree que cambiaré de opinión, entonces, ha cometido un grave error. Lydia, sé por experiencia propia que no eres la clase de mujer que un hombre conquistaría con facilidad. Por eso no he renunciado a ti. Si no podía alcanzarte y te veías obligada a casarte con Lloyd, planeaba mover algunos hilos para forzar la anulación. Incluso consideré sobornar al obispo de la Iglesia de Inglaterra.
—¿Qué…? —Perpleja, levantó la cabeza y se encontró con sus ojos anhelantes llenos de dolor.
Si Lydia no tenía intención de casarse con otro hombre, pero ese matrimonio se legalizaba, ¿tenía pensado ir tras ella? Era tan inesperado que no supo cómo reaccionar.
¿Está usando su labia para engañarme? El chantaje y la mentira son propias de él, pensó, aun así, sus mejillas se calentaron.
Tras su silencio de comprensión, Edgar se acercó a Lloyd, que estaba siendo retenido por Raven.
—Señor Lloyd, Lydia solo se compadecía de ti. Pero yo no soy tan bondadoso. Todo estaría bien si te hubieras fugado con su fortuna, como tenías en mente. Haré que aprendas la lección por ponerle las manos encima.
Edgar sujetó a Lloyd por el cuello de la camisa. Entonces Lydia lo agarró para detenerlo.
—No, no le hagas daño, Edgar. El señor Lloyd ama de verdad a la señorita Norma. Pensó que sentía algo por ti, por lo que iba a renunciar a ella y hacer lo que ordenara el señor Browser por su bien.
—Oye, Lydia, la leanan sídhe… —interrumpió Nico, de pie en el techo del carruaje, y señaló al cielo.
Como si llevara la luna a cuestas, una hermosa figura femenina flotaba en el aire mientras su larga y blanca cabellera se agitaba con el viento.
Debió haberse enterado de la fuga y el matrimonio.
El hada hizo visible su cuerpo a los ojos humanos y aterrizó frente a Lloyd.
Una luz parecía brillar bajo su piel blanca y pálida. Llevaba un velo muy fino, casi transparente. Un aura exuberante y seductora la envolvía.
Observó a Lloyd con sus ojos claros como un estanque y el hombre se quedó helado. Incluso Edgar se asombró. Estaba tan anonadado ante la repentina aparición de algo que no era de este mundo que aflojó su agarre.
La leanan sídhe levantó despacio los brazos como si fuera a abrazar a Lloyd.
—¡No, detente! —gritó Lydia.
El hada iba a controlar a Lloyd y a llevárselo a algún lugar para que no pudiera traicionarla.
—¡Señor Lloyd, no debe mirarla!
Lloyd no pudo resistirse al poder de la criatura y levantó débilmente las manos.
—Por favor, espera. ¡No te lo lleves! —suplicó una joven que salió corriendo de las sombras de los árboles. Había cabalgado sola hasta ahí y los había estado observando en secreto todo ese tiempo.
Tomó las manos de Lloyd, impidiendo que tocaran a la leanan sídhe, y se interpuso entre ellos. Aunque temblaba, no lo soltó y miró al hada con una firme determinación reflejada en sus ojos.
—¡E-Esta persona es mi prometido! ¡Es inútil que lo poseas! —Dirigiéndose a Lloyd, Norma le susurró en voz baja—: Me sorprendí mucho cuando vi al conde hablando con un gato. Ah, sí, no podía creer que un gato hablara, pero sin duda lo estaba haciendo. El tema es que me sorprendió más lo que conversaban: fuiste poseído por un hada y estabas a punto de morir… Después de eso, interrogué a mi padre. Me confesó todo y seguí al conde tan rápido como pude.
—Pero Norma, te veías tan feliz cuando estabas con el conde que pensé que te habías olvidado de mí…
—¿No me creerás? Desde el principio le dije al conde que ya amaba a alguien. Por eso me aconsejó que era mejor fingir que disfrutábamos de la compañía del otro para que mi padre bajara la guardia. En el proceso, fue amable y me orientó en mis preocupaciones.
Ese es su método para que bajara la guardia. Edgar solo hablaba mal de Lloyd y sin duda no tenía intención de ayudarle, pensó Lydia.
Sin embargo, no era el momento decir cosas sarcásticas sobre Edgar. Porque la leanan sídhe había agarrado a Lloyd por el hombro.
Norma se resistió aferrándose a él.
—¡S-Suéltame! —gritó con firmeza Lloyd—. Estoy enamorado de Norma. ¡Y me voy a casar con ella!
Un fuerte viento, parecido a un tornado, surgió de la nada.
Como si tuviera voluntad, el largo cabello del hada envolvió a Lloyd. Era tan fuerte que su mano casi se suelta de la de Norma.
—¡Leanan sídhe, escúchame! —llamó Lydia—. Por favor, libera a ese hombre. Eres un ser que debería encontrar a un hombre que haya comprometido su alma con las artes, ¿no es así? —razonó y prosiguió mientras se tambaleaba por el viento—. ¡Seguro que existe un hombre que te desee como su musa más que a una mujer humana!
Creyó ver que la sídhe centró su atención en ella por un instante.
Lydia sentía cómo la tensión de la magia se suavizaba, por lo que se relajó al creer que el hada la había entendido.
—De verdad que es una belleza —susurró Edgar.
—Idiota, no digas nada innecesario. —Lydia entró en pánico.
El viento cesó. La leanan sídhe se giró a mirar a Edgar y Lydia sintió un sudor frío recorrerle la espalda.
Ay, no, planea cambiar de objetivo.
Tal y como temía, el hada se dio la vuelta con gracia y se acercó despacio a ellos.
El cuerpo de Lydia reaccionó sin dudar, agarrándose al brazo de Edgar.
—¡No! ¡No te acerques! ¡No puedes hacerlo! Este hombre es mi…
Una vez más, las hojas de los árboles crujieron y se agitaron con el fuerte viento, que parecía rodearlos.
Lydia se preparó ante el temor de otra ráfaga de viento que pudiera azotarles, y se aferró a Edgar para que no se lo llevara. Justo cuando sintió que un par de brazos cálidos la envolvían como si la protegieran, se cernió el silencio.
En el oscuro sendero del cruce en el bosque, la leanan sídhe desapareció sin dejar rastro.
♦ ♦ ♦
La luz de la luna alargó la sombra del caballo a un lado del camino.
Uno de los brazos de Edgar rodeaba la cintura de Lydia; estaba muy cerca de él. Quería resistirse, pero no podía permitirse apartarlo, porque estaba montada sobre un caballo al galope.
Después de despertar al conductor de una bofetada, Norma y Lloyd abordaron en el carruaje y partieron hacia Escocia.
Sin saber montar, Lydia no tuvo más opción que volver a casa con Edgar.
Un poco más atrás, Raven galopaba con Nico.
Creía que habría sido mejor montar con Raven, pero sabía que no considerarían su petición.
—Me pregunto si no los seguirán y podrán celebrar en paz su boda —comentó para romper el incómodo silencio.
—Me aseguraré de que el señor Browser no haga nada inútil como perseguirlos. —Edgar aún seguía resentido con el susodicho por haberle dicho a Lloyd que se llevara a Lydia.
Le habían pedido que alejara a Norma de Lloyd, pero como terminó ayudándoles a fugarse, eso significaba que no era demasiado importante para él. Lo más probable era que le exigiera una disculpa a Browser con una actitud prepotente.
—Por cierto, Lydia —le susurró al oído y Lydia se estremeció al sentir su aliento contra su pelo—. ¿Qué ibas a decir?
—¿A q-qué te refieres? —Fingió ignorancia.
—Cuando me protegiste del hada. Ibas a decir que: ¿soy tu amante?
—Mi jefe…
Edgar frunció el ceño, descontento con su respuesta, y aceleró el galope. Sorprendida, Lydia lo agarró con más fuerza del abrigo.
—¡No, ve más despacio! ¡Me voy a caer!
—Si eres honesta.
Probablemente no iban tan rápido, pero para ella era como si hendieran el aire.
—Eso… ¡Solo lo dije para alejar a la leanan sídhe!
—Ya veo. Supongo que tendrás que agarrarte más fuerte.
—¡Eres un bestia!
Edgar soltó una risita mientras apretaba con más fuerza su brazo alrededor de ella, para mantenerla pegada a él. A pesar de que no redujo la velocidad, con solo ese gesto, Lydia no sintió que fuera a caer.
—Ya que estoy siendo malo, tal vez debería llevarte a Escocia. ¿Qué te parece tener una boda a la fuga en tu pueblo natal?
—¡¿En qué estás pensando?!
Entró en pánico porque había ocasiones en las que Edgar llevaba a cabo las bromas que decía.
Cuando se lo imaginó, empezó a sentir que el camino era diferente al que había venido. Giró la cabeza, a lo lejos, divisó los edificios londinenses que se alzaban como sombras bajo la luz de la luna, como si les dieran la bienvenida. Entonces se relajó y, al mismo tiempo, sintió un poco de pena al ver que pronto llegarían.
Pero pensó que, una escapada en una noche de luna no haría daño.
[1] Una persona andrógina es aquella cuyos rasgos externos que no se corresponden definidamente con los propios de su sexo.
[2] Un sofisma es una razón o argumento falso con apariencia de verdad.
[3] Gretna Green es un pueblo del sur de Escocia, famoso porque ofrecía la posibilidad de casarse, sin el consentimiento de sus padres, a las parejas de menores de edad.
La vieja herrería (Old Blacksmith’s shop), construida hacia 1712, se convirtió en un lugar de celebración de bodas y el yunque se convirtió en el símbolo del matrimonio en el pueblo. Las leyes escocesas permitían además los matrimonios «irregulares» en los que era suficiente una declaración de los contrayentes ante dos testigos, que, en este caso, solían ser los herreros.
[4] Rotten Row es una amplia vía situada en el lado sur de Hyde Park en Londres. Durante los siglos XVIII y XIX, Rotten Row era un lugar de tendencia donde los londinenses de clase alta montaban a caballo. En la actualidad sigue siendo un lugar para montar a caballo en el centro de Londres, pero se utiliza poco como tal.